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Por la provincia de Oriente de mano en mano

Fecha: 

05/12/2009

Fuente: 

Revista La Jiribilla

La Historia me absolverá llegó a Bayamo en un transporte de Servicio por Carretera, consignados a Ambrosio Fornet Frutos (Pocho), ex secretario organizador de la Juventud Ortodoxa en la Ciudad Monumento.

Los paquetes que contenían los folletos quedaron depositados en un almacén situado cerca del Banco Núñez, donde trabajaba y al poco rato fueron recogidos en un automóvil marca Buick de color gris, propiedad de José Gil Peiro, padre de Silvia Gil, la novia de Pocho Fornet, manejado por un chofer de confianza. Esa misma tarde los cinco mil folletos consignados a Pocho pasaron a manos de Ofelia Frutos.

Bayamo era un hervidero. Los jóvenes oposicionistas ya estaban enterados de la llegada de La Historia me absolverá y algunos habían leído los primeros ejemplares distribuidos. Ofelia estaba muy inquieta. Después de distribuir folletos entre sus vecinos decidió irse al centro de la ciudad para repartir algunos más y allí constató que se había corrido la voz, por la ciudad de Bayamo, de la existencia de ese material “subversivo”. Fue entonces cuanto aceptó el ofrecimiento de una amiga suya, Doña Lola, de guardarle los folletos. Ofelia Frutos regresó al reparto Nuevo Bayamo y junto con su hijo Cesarín que tenía una motocicleta y Argelia Hernández, una empleada del servicio doméstico que viajaba en guagua, trasladaron gran parte de los folletos para la casa de Lola Reyes, en la jaba para los mandados. Por su parte, Robert Paneque, el barbero de Zenea 29 colocaba La Historia me absolverá entre otros sectores y municipios.

Robert Paneque, alto, delgado, muy trigueño, era un barbero muy conocido en la ciudad y como todo joven de aquella época gustaba de pasearse por el parque todas las noches. Fue en el parque donde se enteró que los Ameijeiras y Miguelito Fernández Roa buscaban a Ambrosio Fornet. Él, que conocía a todo Bayamo, les dijo a los jóvenes de La Habana cómo encontrarlo. El barbero de Zenea 29 también era ortodoxo.

Paneque añade en el testimonio que me hizo en su casa, que los Fornet mandaron un poco de paquetes para la Sierra Maestra y otros los depositaron —como había dicho Ofelia— en la casa de Doña Lola, para su redistribución. Él conocía perfectamente a Lola, vivía en la esquina de José Manuel Capote y Martí.

Los ejemplares de La Historia me absolverá entregados a Roberto Paneque por Doña Lola, fueron vendidos en un carro de reparto de helados Guarina, manejado por Esteban Fonseca Maceo, un cuñado de Roberto, quien recuerda que el carrito era muy pintoresco y tenía un fotuto que emitía un sonido singular reconocido en cualquier lugar, sobre todo en las zonas rurales donde había caminos y podía transitar vendiendo helados. Así se distribuyó La Historia me absolverá por Cauto del Paso, Aguas Verdes, Cayamas, Cauto Embarcadero, Babiney y otros barrios de las estribaciones de la Sierra Maestra. También se introdujo en la fábrica de leche condensada Nestlé, de Bayamo, por conducto de Rigoberto Guevara y Antonio Barredo Morell.

Otra de las cosas interesantes es que en la barbería de Paneque, situada en Juan Clemente Zenea 2, (antes número 29) —donde vivió muchos años durante la revolución triunfante— se abrió, de hecho en aquellos tiempos, en plena clandestinidad, un círculo de estudios políticos entre los clientes, tomando como material de base el alegato de Fidel La Historia me absolverá. Por si fuera poco, el folleto subió a un lugar llamado Pinalito, donde jóvenes de la región fundaron una escuela para enseñar a leer y escribir a los campesinos, y darles alguna cultura literaria y política. Aunque efímera, la escuela recibió algunos libros valiosos: La Edad de Oro, de José Martí; el Mensaje Lírico, de Rubén Martínez Villena y La Historia me absolverá. Paneque había promovido también, años antes el folleto de la Juventud Ortodoxa El pensamiento ideológico y político de la juventud cubana, tesis de la Comisión Nacional Organizadora de la Sección Juvenil del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), editado en 1948, donde también se planteaban los problemas de la tierra y otros, coincidentes con los pronunciamientos de Fidel en su alegato.

También les había llegado el folleto a los pocos moncadistas que lograron salir del país hacia el exilio, entre ellos Antonio Ñico López, vendedor del mercado, combatiente del asalto al cuartel de Bayamo y una de las figuras que despuntara con más madera de líder en pocos años, fatalmente asesinado días después del desembarco del Granma.

La consigna para los que lograron evadir la persecución en el país fue dirigirse a Guatemala para apoyar las medidas populares de Jacobo Arbenz, amenazado por las bananeras norteamericanas y el gobierno de los EE.UU. Entre los primeros en llegar a Guatemala estuvo Ñico. Fue allí donde el joven cubano se encontraría con otro revolucionario de ideas muy afines y tal vez teóricamente más avanzadas que las de algunos de los combatientes del Movimiento de la Generación del Centenario: era el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, el Che.

El Che irrumpió en el escenario histórico cubano por conducto de Ñico López. Por Ñico se enteró pormenorizadamente de los hechos del Moncada, el programa  y obtuvo los primeros elementos sobre la proyección y personalidad del máximo líder de la oposición a Batista, el joven abogado Fidel Castro Ruz.

Después de la caída de Arbenz preparada y protagonizada por el gobierno imperialista de los EE.UU., ambos jóvenes se refugiaron en México donde el Che conocería a Raúl y luego a Fidel. Bastó una noche de diálogo franco para que el médico argentino se comprometiera hasta las últimas consecuencias con la revolución que se gestaba en Cuba respondiendo al programa del Moncada contenido en La Historia me absolverá.

El programa del Moncada abarcaba cuestiones tan sensibles como el problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo. Reconocía la Constitución de 1940, pisoteada por la dictadura, la cual en uno de sus postulados proscribía drásticamente el latifundio, problema tan agudo en Cuba como en otros países de América; en el caso cubano, las mejores tierras y en astronómicas extensiones eran propiedad de compañías norteamericanas y de algunos terratenientes nacionales.

En su alegato, Fidel recordaba que una de las leyes revolucionarias que hubiera puesto en práctica inmediatamente la Revolución, de haber tenido éxito el asalto por sorpresa del Moncada, habría sido la que ordenaba “la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operaran en él, donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de retiros obreros y la otra mitad a los hospitales y casas de beneficencia”.

El programa declaraba, además, que “la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos por sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo”.

Del mismo modo anunciaba La Historia me absolverá, de forma muy concreta, otras medidas fundamentales que tomaría la Revolución en el poder: Reforma Agraria, Reforma Integral de la Enseñanza, Nacionalización del Trust Eléctrico y el Trust Telefónico.

De nuevo sobre el latifundio explicaba que más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas, estaba en manos extranjeras. Ejemplificaba: En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa norte con la costa sur.

Hacía también un llamado a la conciencia de la sociedad en su conjunto: “La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre estertores de dolor y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios”.

Al Che le fue fácil hacer suyo el programa contenido en La Historia me absolverá, desde la primera información que recibiera por conducto de Ñico López.

Curiosamente en julio de 1953, en los días del Moncada el joven médico Ernesto Guevara de la Serna se encontraba visitando Bolivia donde acababa de triunfar un movimiento popular revolucionario que Fidel menciona en La Historia me absolverá.

Fuente: La Pequeña Gigante. Historia de La Historia me absolverá.