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Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie

Fecha: 

04/03/2002

Fuente: 

Granma
Cuando Fidel llegaba a Hiroshima, allí, en el mero centro del impacto atómico, miles de personas se congregaban para denunciar la guerra y demandar el respeto a la paz.

No por casual se trataba de dos hechos fortuitos. El líder de la Revolución Cubana, luchador indoblegable por la paz, con justicia y decoro, visitaba a Hiroshima para subrayar su compromiso por el futuro de la humanidad.

El Comandante en Jefe había recibido a su llegada la bienvenida del gobernador, Yuzan Fujita, y del alcalde, Tadatoshi Akiba. Hasta allí llegó con el deseo expreso de rendir tributo a los miles de japoneses que murieron aquel 6 de agosto de 1945, y de otros miles que perdieron la vida por las secuelas de aquel bárbaro e inhumano acto.

De seguro la emoción le embargaba cuando recorría el Museo donde se exhiben fotos, objetos personales y otras pruebas irrefutables del crimen que devastó a la ciudad y sus habitantes. "Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie", escribió en el libro de visitantes del llamado Museo de la Bomba Atómica.

Por ello había llevado, de propia mano, la ofrenda floral a las víctimas del holocausto en el Parque de la Paz, allí donde sus nombres están inscritos a pincel y una llama arde para siempre.

A su alrededor la ciudad, moderna sin remedio, luego de ser devastada por el impacto y las llamas que siguieron al estallido nuclear. Y como para no olvidar, de tanto en tanto se levanta una ruina, un túmulo que recuerda la historia y advierte: que no vuelva a ocurrir jamás.