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Recuento crítico del PPC

Fecha: 

16/08/1952

Fuente: 

Periódico "El Acusador"
Por encima del tumulto de los cobardes, los mediocres y los pobres de espíritu, es necesario hacer un enjuiciamiento breve, pero valiente y constructivo del movimiento ortodoxo, después de la caída de su gran líder Eduardo Chibás.

El formidable aldabonazo del paladín de la ortodoxia, dejó al partido un caudal tan inmenso de emoción popular que lo puso a las puertas mismas del poder. Todo estaba hecho, solo era necesario saber retener el terreno ganado.

La primera pregunta que debe hacerse todo ortodoxo honrado es esta: ¿Hemos engrandecido el legado moral y revolucionario que nos legó Chibás..., o, por el contrario, hemos malversado parte del caudal...?

Quien crea que hasta ahora todo se ha hecho bien, que nada tenemos que reprocharnos, ese será un hombre muy poco severo con su conciencia.

Aquellas pugnas estériles que sobrevinieron a la muerte de Chibás, aquellas escandaleras colosales, por motivos que no eran precisamente ideológicos, sino de sabores puramente egoístas y personales, aún resuenan como martillazos amargos en nuestra conciencia.

Aquel funestísimo procedimiento de ir a la tribuna pública a dilucidar bizantinas querellas, era síntoma grave de indisciplina e irresponsabilidad.

Inesperadamente vino el 10 de marzo. Era de esperar que tan gravísimo acontecimiento arrancara de raíz en el partido las pequeñas rencillas y los personalismos estériles. ¿Acaso fue totalmente así...?

Con asombro e indignación de las masas del partido, las torpes querellas volvieron a relucir. La insensatez de los culpables no reparaba en que la puerta de la prensa era estrecha para atacar al régimen; pero en cambio muy ancha para atacar a los propios ortodoxos. Los servicios prestados a Batista con semejante conducta no han sido pocos.

Nadie se escandalizará de que tan necesario recuento se haga hoy, en que le ha tocado el turno a la gran masa, que en silencio amargo ha sufrido estos extravíos y ningún momento más oportuno que el día de rendir cuentas a Chibás junto a su tumba.

Esa masa inmensa del PPC está puesta de pie, más decidida que nunca. Pregunta en estos momentos de sacrificio: ¿Dónde están los que aspiraban... los que querían ser los primeros en los puestos de honor de las asambleas y los ejecutivos, los que recorrían términos y hacían tendencias, los que en las grandes concentraciones reclamaban puestos en la tribuna, y ahora no recorren términos, ni movilizan la calle, ni demandan los puestos de honor de la primera línea de combate...?

Quien tenga un concepto tradicional de la política podrá sentirse pesimista ante este cuadro de verdades. Para los que tengan, en cambio, fe ciega en las masas, para los que crean en la fuerza irreductible de las grandes ideas, no será motivo de aflojamiento y desaliento la indecisión de los líderes, porque esos vacíos son ocupados bien pronto por los hombres enteros que salen de las filas.

El momento es revolucionario y no político. La política es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos. La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte. A un partido revolucionario debe corresponder una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular que salve a Cuba.