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Soy un combatiente sin odios ni resentimientos

Fecha: 

24/11/2006

Fuente: 

Revista Bohemia Año 98. No 24

Paz y libertad. Mensaje de gratitud al pueblo y a la prensa. Elecciones generales inmediatas, con garantías para todos. “Pienso quedarme en Cuba, luchando a visera descubierta…” Lo que necesita Cuba son políticos decentes. No existen diferencias ideológicas que justifiquen la disgregación en esta hora difícil. Unidad, pero bajo una sola consigna.

El encierro ha vigorizado espiritualmente a Fidel Castro. El peleador político que hay en él se adivina apenas se cruzan las primeras palabras entre el periodista y el líder ortodoxo.

Los cubanos queremos la paz; pero solo a través del camino de la libertad podemos alcanzarla. La paz no puede convertirse en un paréntesis para que el despotismo consolide el privilegio y la opresión con un apaciguamiento que permita disfrutar en calma de los gajes del poder usurpador. Para que haya una paz verdadera es indispensable que cesen al atropello a la ciudadanía y la violación de los derechos democráticos. Solo así se salvará la República.

El ex dirigente universitario, abrazado a una huerfanita, cuyo `padre murió en los sucesos del cuartel Moncada, declara a BOHEMIA:

-La amnistía es el resultado de la extraordinaria movilización popular, secundada magistralmente por la prensa cubana, que ha ganado la más hermosa de las batallas. Nuestro mensaje de gratitud, por tanto, para el pueblo y los periodistas, a los que estaremos siempre hondamente agradecidos. ¿Cómo puede el Gobierno atribuirse generosidad alguna con la ley de amnistía si se negó a ella tozudamente, hasta el instante en que la presión de la opinión pública produjo una verdadera grieta en sus maltrechas filas?

Fidel Castro escucha atentamente las transmisiones radiales y las noticias sobre la libertad de los presos políticos. Le preocupa que su pensamiento sea recogido con fidelidad. A su lado, el líder ortodoxo Max Lesnick (*).

-Las elecciones para una asamblea constituyente  –responde al reportero– solo sirven para prorrogar al Gobierno actual mediante la reelección del general Batista. Las elecciones parciales no resuelven nada, no interesan a la nación, sino a un grupo de oportunistas que pretenden instalarse en las alcaldías y en el Congreso. No hay más fórmula ni solución nacional que las elecciones generales en el menor plazo de tiempo, con garantías para todos. En esas condiciones la liquidación de la dictadura sería un hecho incontrovertible.

-Estoy agotado, llevamos muchos días de impaciencia –se disculpa Fidel Castro con los amigos que lo visitaban–; ustedes me perdonan, pero quiero sentirme cómodo, sin zapatos, como hace muchos meses no podía hacerlo. Ahora que estamos libres ratificamos sin reticencias de ninguna clase, porque no somos perturbadores de oficio, que si un cambio de circunstancia y un régimen de positivas garantías exigiesen un cambio de táctica en la lucha, lo haríamos en acatamiento a los supremos intereses de la nación, aunque nunca en virtud de un compromiso que no aceptaríamos jamás con quienes detentan el poder por encima de la voluntad soberana del pueblo. Corresponde ahora a los hombres del régimen demostrar que esas garantías son ciertas y no, como hasta hoy, promesas mentirosas.

Concretando su proyección política, el doctor Fidel Castro declara al periodista:

-He estudiado las directrices programáticas de mi Partido –que no puede ser otro que el de Chibás– y las de los nuevos movimientos surgidos recientemente: el de Liberación Radical, de la Nación y el Humanista, así como las del MNR y el Partido Nuevo. Todos coinciden en lo fundamental; en la necesidad de grandes reformas políticas, sociales y económicas para instaurar un régimen de justicia y libertad. No existen diferencias ideológicas que justifiquen, en una hora difícil como esta, la disgregación de esas fuerzas. En las filas del partido de la independencia cubana no todos tenían igual grado de conciencia revolucionaria, pero de la unión de todos surgió nuestra emancipación. El momento actual también es de unidad, pero bajo una sola insignia…

El principal protagonista del ataque al regimiento militar de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, medita profundamente. Veintidós meses de presidio político han madurado su personalidad. Apenas evoca el pasado.

-Algún día se relatará aquella historia, dice. En su oportunidad. Mientras, debemos mirar al futuro. Un ejército no debe virar sus fusiles hacia atrás para disparar al pasado. No haremos lo que al Gobierno le conviene, que sería entregarnos a actividades conspirativas, sino lo que a la Patria le conviene, es decir, trabajar incansablemente por la unión de todas las fuerzas morales del país bajo la bandera del pensamiento chibasista. Para esa tarea pienso quedarme en Cuba, luchando a visera descubierta, porque no somos hombres de odios ni resentimientos, como algunos suponen. Quizás muchos exiliados no regresen hasta ver qué ocurre con nosotros; para saber si existen o no garantías.

Raúl Chibás y Roberto Agramonte (**) son de los primeros en llegar al pequeño apartamento donde se instaló Fidel Castro luego de su salida del presidio de Isla de Pinos. Le explica a los dirigentes ortodoxos los fundamentos de las declaraciones que formuló al recobrar la libertad y ratifica sus propósitos de luchar en las filas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). A Raúl Chibás le dicen:

-Ha sido un acierto del Partido Ortodoxo designarlo a usted su presidente. Y entiendo que sin ser de los políticos al uso están dando lecciones de política y de decencia. ¡Eso es lo que necesita Cuba! ¡Políticos decentes!

El hermano del fundador de la Ortodoxia contesta:

-El partido se siente satisfecho porque ustedes están libres. Esperamos que los valientes muchachos delo Moncada trabajen junto a nosotros, con el mismo civismo que lo han hecho hasta ahora, para devolverle a Cuba la normalidad democrática y el pleno disfrute de sus libertades conculcadas.


(*) Dirigente de la Juventud Ortodoxa. Establecido en EE. UU. desde 1961. Actualmente dirige el programa radial en Miami que defiende intereses de la comunidad cubana.

(**) Politiqueros que abandonaron el país al triunfo de la Revolución.  


Artículo publicado por la Revista Bohemia por primera vez el 22 de mayo de 1955.