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Un acto de terrorismo en represalia por la derrota de Girón

Fecha: 

07/05/2016

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

La desaparición del buque auxiliar R-43 de la Marina de Guerra Revolucionaria, constituye el primer acto de terrorismo naval ordenado por el gobierno norteamericano a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en represalia por la gran derrota del imperialismo yanqui, sufrida 16 días antes en tierras cubanas sobre las are­nas de Playa Girón.
 
El 6 de mayo de 1961, a las ocho de la mañana, el buque auxiliar R-43 una vez concluido un periodo de reparaciones técnicas en el Arsenal de Casablanca, zarpó en viaje de prueba hacia el puerto del Mariel. El personal a bordo, 17 en total, eran miembros en servicio activo de la entonces división de operaciones navales de la Comandancia de la Marina de Guerra Revolucionaria. De los integrantes del grupo, uno se encontraba al frente de la misión, era el capitán de corbeta Andrés G. González Lines, cuatro eran alféreces de navío, nombrados por el Decreto Ministerial No. 311 de 1961, de ellos Juan Hidalgo Valdés, iba en misión es­pecial dentro de la embarcación y los otros tres: Emilio Pérez Silvera, Manuel López Mon­teavaro, y Orlando Battle Campa, se preparaban como instructores políticos; el resto, 12 en total, formaban la tripulación de la em­barc­a­ción.
 
El viaje de prueba se realizó exitosamente hasta las 09:45 del propio día seis, hora en que se informó a la División de Operaciones Na­vales por la estación de control general de radio del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revo­lucionarias, que el R-43 comunicó se estaban hundiendo. Desde las 09:45 en que se recibió la primera llamada de auxilio y hasta las 09:59 en que recesaron las transmisiones, transcurrieron 14 minutos durante los cuales, trece veces pidieron socorro de forma de­sesperada.
 
Recibida la comunicación de la catástrofe comenzó la operación de rescate, participando en el primer día 16 unidades de superficie: los Guardacostas (GC) 108 y 14, el remolcador del Arsenal Naval de Casablanca, el patrullero escolta (PE) 202 Siboney, una lancha de prácticos de la Academia Naval, las fragatas (F) 303 Máximo Gómez con el teniente de navío José Calderón Justis, jefe de la Comandancia de la Marina de Guerra Revolucionaria al frente y en horas de la tarde la 301 José Martí. Las lanchas de servicio de vigilancia (SV) 11,9 y 15, el bu­que de servicio de faros (SF) 10, dos yates de Tarará, la lancha Ariel de La Habana e incluso, desde el puesto naval de Guanabo también se incorporan a la exploración, dos embarcaciones pesqueras con milicianos a bordo. A las 19:20 horas, aún se abastecían en la Academia Naval las lanchas menores. Ocho unidades aéreas también se incorporan, iniciando la exploración un beechcraft de color verde olivo que apenas comenzada la misma, por desperfectos técnicos, fue sustituido por el avión Marina-80. A las 15:10 horas se incorpora otro beechcraft y un B-26 y más tarde un C-46 y tres helicópteros, uno del Arsenal Naval y dos de las FAR, los (H-17 y H-20), unidades aéreas que patrullaron todo el territorio costero desde El Salado hasta Cabañas, hasta las 22:00 horas, menos el H-20 que aterrizó a las 19:10 horas. Como parte de las medidas tomadas también se insistió mucho en que los puestos de observación de las costas prestaran atención minuciosamente y reportaran si habían observado algo anormal en el mar, tales como señales de humo, explosión, etc., sobre todo en los puestos próximos a la zona del Mariel.
 
Al día siguiente del suceso, a las 04:00 horas vuelven a salir hacia el rescate, siete de las em­barcaciones mencionadas anteriormente, jun­to a nuevas incorporadas a la búsqueda, en­tre ellas las pertenecientes a las cooperativas de pesca del INRA, buques de la línea Mam­bisa, yates del INIT de Barlovento y em­bar­caciones de la Academia de Capa­citación Ma­rítima del río Almendares.
 
Las operaciones para localizar cualquier indicio de los restos de la embarcación o de sus tripulantes, duraron diez días de forma ininterrumpida, en un barrido amplio y minucioso de una zona marítima de 900 millas cuadradas, aproximadamente, donde las embarcaciones mayores realizaban el recorrido mar afuera, mientras que las menores lo hacían cerca de la costa, atendiendo en todo momento al estado del tiempo, que en el parte meteorológico del Observatorio Na­cional señaló a las 15:20 horas del día seis, con vientos de dirección nordeste, velocidad de 18 a 25 nudos y una mar dirección nordeste con una velocidad de fuerza cuatro, o sea, mar picada y que además presentaba escasa visibilidad.
 
Los resultados de la exploración resultaron totalmente infructuosos a pesar de la rapidez con que se cursaron las órdenes. Al respecto, el 19 de mayo de 1961 el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó:
 
“La impresión nuestra, por las personas que viajaban en esa embarcación, por la forma en que se produjo el accidente sin dejar rastro alguno a pesar de que se enviaron barcos y aviones a localizarlos y porque eran todos revolucionarios buenos y hombres de confianza, es que fue víctima de un ataque traicionero entre diez y quince millas de nuestras costas […]  “Algo parecido a lo de La Coubre. De ese tipo de ataques cobardes y arteros del imperialismo, pero que, naturalmente, no dejan rastros. Naturalmente, no dejan huellas, y solo es posible sacar conclusiones a base del análisis cuidadoso de todas las circunstancias. “[…] Nosotros consideramos que la R-43 cubana, con 17 tripulantes a bordo, fue hundida por un submarino de la Agencia Central de In­teli­gen­cia yanqui. […]”.
 
Dos documentos de la época ratifican esa consideración. Uno de ellos, es el informe emitido el 6 de mayo de 1961 por la División de Operaciones Navales de la Comandancia de la Marina de Guerra Revolucionaria, comunicando a las 11:20 horas, que la lancha SV-15 avistó una torre con cable, al parecer de un submarino. El otro manuscrito, Causa 154 instruida por el Tribunal Revolucionario de Pinar del Río por un Delito Contra los Poderes del Estado, de junio de 1961, asegura que uno de los procesados, Norberto Belauzarán López, quien era coordinador provincial del Movimiento de Re­cuperación Revolucionaria (MRR), expresó que en los primeros días de mayo entregó un documento a un grupo de infiltrados, en el que se señalaba el lugar donde un submarino norteamericano había dejado tres toneladas de equipos bélicos en la bahía de la Mulata por la Punta del Morrillo, en la última boya blanca.
 
La agresión contra el buque auxiliar R-43 constituye un triste episodio, dentro de la extensa sucesión de agresiones desencadenadas por las agencias de subversión y espionaje del Gobierno de los Estados Unidos contra el pueblo cubano, que clama a sus mártires, pues como bien expresara Gladis Planas Masot, viuda de González Lines: […] “No fue fácil, educar… hijos sin padre…” […]
 
 
*Investigador del Centro de Investigaciones His­tó­ri­cas de la Seguridad del Estado e Historiadora Naval y de la Aduana General de la República, respectivamente.