Carta y Mensaje

Mensaje al Congreso de Militantes Ortodoxos

Compañeros en el ideal:

Duro es tener que escribir estas palabras desde lejos cuando el pensamiento no abandona un instante la patria martirizada y esclava por cuya redención trabajamos sin descanso.

Ni siquiera  es posible asegurar en el instante que redacto estas líneas, si el congreso se permitirá, porque en Cuba hoy no existe seguridad de nada, y los pocos derechos que perviven no se otorgan cual prerrogativas inertes a los ciudadanos y a los partidos, sino como limosnas que se ofrecen a condición de que se pidan de rodillas.  Y tres años y medio pidiendo de rodillas libertad, sólo ha servido para que nos pongan con más facilidad el yugo sobre los cuellos doblegados.

Con los ojos puestos en Cuba, y en todo cuanto en ella se mueve, vibra y palpita; siguiendo de cerca, a pesar de la distancia, todas las actitudes e intenciones, considero que ese congreso de militantes puede tener una importancia decisiva para la vida del Partido y la lucha por la liberación nacional.  Podría convertirse en un evento histórico de magna trascendencia, si saliéndose de la palabrería inútil, la vacilación y la parálisis que ha reducido a la impotencia al más grande partido de cuba, tiene el valor y tiene la audacia de adoptar decisiones que estén e la altura  del momento crucial que vive la República.

El instante es propicio a falsas similitudes históricas que quieren explotar hábilmente los peores consejeros del pueblo.

Quienes crean que la historia del 44 volverá a repetirse se engañan o engañan vilmente a los demás.  Desconocen el signo de los tiempos, olvidan que aquel hecho se produjo en un mundo agitado por el entusiasmo popular y el optimismo democrático que despertó el final de la segunda guerra.  Cedió a Batista entonces, como otros muchos dictadores de América a la opinión pública mundial.  Los tiempos son distintos; vuélvanse los ojos hacia América y verán el panorama de nuestro continente, invadido de dictaduras reaccionarias, en pleno retroceso democrático.

Estamos en la década del cincuenta y no en la del cuarenta que son muy distintas en la perspectiva histórica del continente. En el 58 se repetiría la historia del 54, jamás la del 44.  Batista no tendría el menor reparo en dejar un criado suyo albergado en el Palacio Presidencial, para seguir mandando desde su finca de recreo, estilo Trujillo, Somoza, Caría y otros cortados con la misma tijera.

¿Es que no hemos escuchado todos sus discursos en el Campamento de Columbia desde el 10 de Marzo?  La propia historia de la grulla, ¿no dice nada al grupo de ingenuos, escaso por suerte, que no ha despertado todavía a la realidad?

¿Puede esperarse otra cosa de un hombre que no vaciló en destrozar nuestra Constitución a ochenta días de unas elecciones generales porque se sabía sin posibilidades de triunfo, que contra la opinión de la inmensa mayoría del país no vaciló en  auto reelegirse sin renuncia siquiera formalmente al cargo que no vaciló en permitir el asesinato de setenta jóvenes prisioneros en el Cuartel Moncada, que mantienen sus respectivos mandos a los responsables de aquella masacre sin precedentes, que se arma cada día más hasta los dientes y crea nuevos cuerpos de vigilancia y represión?  ¿No se observan por todas partes los síntomas que denotan la intención de permanecer indefinidamente gobernando la República a su antojo? ¿O a la inversa del cuento famoso, vamos a creer ingenuamente que bajo el disfraz de lobo se encuentra la cándida abuelita?

La convocatoria a elecciones generales inmediatas, considerada por todos los sectores de la opinión pública como la única fórmula de solución pacífica de la tragedia que vive Cuba, no está en el ánimo del régimen concederla jamás; menos aún cuando tiene delante una oposición desarmada que no ha demostrado su disposición a exigir en otra forma más viril los derechos que le han arrebatado al pueblo.  Baste observar cómo han cubierto de insultos a la venerable figura de Don Cosme de la Torriente y a la sociedad de Amigos de la República, por toda respuesta a sus gestiones.

Es realmente difícil creer que pueda lograrse la menor concesión de una dictadura cuando en el prólogo de todas las demandas se comienza con una beatífica profesión de pacifismo.  Lo cual en buen español equivale a decir: concédanos, Sr. Batista, tales y tales demandas, pero tenga usted la más completa seguridad que si las deniega aquí no pasará absolutamente nada, porque nosotros nunca recurriremos a otra vía que no sean unas enérgicas declaraciones en los periódicos.

Engola la voz del Sr. Batista para decir: paz, paz, paz, y a muchos de sus estúpidos adversarios no se les antoja otra cosa que declamar también: paz, paz, paz.

¡A nadie se le ocurre gritar bien alto, con toda la fuerza que da la razón: para que haya paz es necesario que haya justicia, para que haya paz es necesario que haya derechos, para que haya paz es necesario que haya libertad; para que haya paz es necesario que usted renuncie a la Presidencia de la República; porque la ambición de usted, su afán desenfrenado de mando y de riqueza, son las únicas causas de que no haya paz, de que se haya derramado tanta sangre cubana, de que haya tanto luto en los hogares, de que la economía esté  en bancarrota, y de que la República lleve más de tres años en perenne angustia.  Renuncie usted, porque los caprichos de un aventurero no pueden estar por encima del interés del seis millones de cubanos; y si usted no renuncia, y si usted se empeña en seguir imponiéndose por la fuerza, los seis millones recurriremos también a la fuerza y lo barreremos a usted y a su camarilla de infames asesinos de la faz de la tierra.

La oposición pide elecciones generales inmediatas.  Cabe a esto una primera pregunta: ¿Elecciones con Batista o sin Batista?  Elecciones generales con Batista hubo el primero de Noviembre y resultaron las más escandalosas que recuerda nuestra historia, mancha imborrable en nuestra tradición democrática que nos retrogradó a los primeros años de la República; elecciones generales iban a celebrarse el 1º de Junio de 1952 y Batista sabiéndose vencido de  antemano, a ochenta días  de ellas le asestó a la nación la puñalada trapera del 10 de Marzo. ¿Después de estas experiencias quién puede hacer creer a nuestro escéptico pueblo en unas elecciones honradas con Batista en el Poder? ¿Lo querrá él? ¿Si él quisiera, si los generales quisieran, si las elecciones se dieran, si fueran honradas, cuántos meses tardaríamos en ver repetida la traición impune del 10 de Marzo?...

Pero cabe otra pregunta más importante: la oposición pide elecciones generales como única fórmula de solución pacífica. ¿Qué harán si Batista, como es probable, se niega de  plano a conceder esa única formula de solución?  ¿Se cruzará de brazos a llorar como magdalena lo que no ha tenido el coraje de exigir con decoro?  Muchos, ya lo sabemos, gritarán: “¡Sálvese quien pueda!”, y correrán desbocadamente a insertarse en la boleta electoral para concurrir a las elecciones parciales que se ofrecen; elecciones que no llegarán a celebrarse porque mucho antes estaremos nosotros combatiendo ya sobre la tierra cubana.

Cuba está pues en una encrucijada en que se marcha hacia la postración política y oral, más vergonzosa, que puede durar veinte años como dura ya sin esperanza en Santo Domingo y otros pueblos de América; o se liberta gloriosamente de una vez por todas de la opresión.

Un camino se llama elecciones parciales: transacción con la tiranía, reconocimiento de la legitimidad del régimen, ambiciones desaforadas a cargos municipales y actas de representante, hambre, miseria, injusticia, desvergüenza, traición al pueblo, olvido criminal de los muertos.

El otro camino se llama revolución: ejercicio del derecho que tienen los pueblos a rebelarse contra la opresión, continuación histórica de la lucha del 68, del 95 y del 33, intransigencia irreductible frente al golpe traidor de Marzo y la mascarada vergonzosa de Noviembre, justicia para el pueblo oprimido y hambriento, dignidad, desinterés, sacrificio, lealtad a los muertos.

No hay otra disyuntiva.  Los ortodoxos saben que ha llegado la hora de escoger entre una y otra.

En la primera le espera a los que la escojan el desprecio del pueblo y la infamia.  Las efímeras ventajas personales que obtengan serán las doce monedas con que Batista compra a sus enemigos de poca monta.  Dudo que nadie los siga; un pueblo no se mueve para satisfacer los apetitos de una docena de menguados aspirantes con el pretexto de que hay que conquistar posiciones (¡¡para ellos!!).  No fue conquistando posiciones como se fundó la ortodoxia. Renunciando a ellas se hizo grande.  Eduardo Chibás y los que lo siguieron abandonaron el poder y se fueron a luchar a campo descubierto sacrificando  ministerios, actas de senadores y alcaldías.  Ahí está Luis Orlando Rodríguez que era Director de Deportes, Rubén Acosta, sub-interventor de la República, Orlando Castro, Hugo Mir, Erasmo Gómez y cientos de compañeros más que renunciaron a los cargos que desempeñaban honestamente.  

La ortodoxia en unas elecciones parciales estaría condenada a la desaparición y pronto se vería en los últimos lugares de la boleta.  ¡Triste fin al que condenarían al emblema que lleva la figura de uno de los hombres más grandes de la República!  ¡El nombre de Chibás convertido en banderola de pillos y ambiciosos!  ¡Eso no ocurrirá jamás!

La otra alternativa es la que nosotros hemos adoptado ya irreductiblemente.  Es la del sacrificio, pero también la de la honra; sobre todo es la honesta, la útil, la digna, la heroica; la que corresponde a nuestra tradición gloriosa.  ¡Quién podrá olvidar aquellas palabras de Martí a Gómez, cuando había como hoy cubanos que extendían también la mano limosnera para aceptar los cargos de diputados a las cortes que les daba España a cambio de una oposición inofensiva!: “Los tiempos grandes requieren grandes sacrificios; y yo vengo confiado a rogar a Ud. Que deje en manos de sus hijos nacientes y de su compañera abandonada la fortuna que les está levantando con rudo trabajo, para ayudar a Cuba a conquistar su libertad, con riesgo de la muerte: vengo a pedirle que cambie el orgullo de su bienestar y la paz gloriosa de su descanso por los azares de la revolución, y la amargura de la vida consagrada al servicio de los hombres”.

No es honrado que en tiempos bonancibles nos paremos en la tribuna a decirle al pueblo que vote por nosotros, porque somos los mejores, los más sacrificados, y los que estamos dispuestos a darlo todo por Cuba; y cuando los tiempos cambian, y al pueblo le arrebatan sus derechos, lo maltratan, lo despojan y lo humillan, nos retiremos tranquilos a nuestras casas y no sepamos afrontar los sacrificios que el momento exige entonces.

Los hay entre nosotros, digámoslo de una vez, que en épocas de elecciones, ponen en juego todos sus ahorros y recursos, llegan hasta hipotecar sus casas y cuanto disponen, para asegurar el triunfo de su persona.  ¡Qué duro es decirlo!: cuando llegó la hora de hacer otro tanto por Cuba, hubo jóvenes que tuvieron que ir a morir prácticamente con las manos vacías por falta de recursos.  Abel Santamaría, Renato Guitar, Fernando Chenard, Pedro Marrero, Elpidio Sosa, Boris Luis Santa Coloma, para no citar más, jóvenes anónimos que no aspiraron  nunca a ningún cargo, lo dieron todo y dieron además su vida, mientras aquellos que en política gastaban decenas de miles de pesos,  no han estado dispuestos a dar para la patria un mísero peso.

Hagamos los ortodoxos un examen de conciencia desde el 10 de Marzo en que nos arrancaron el triunfo de las manos.  De partido más radical en la oposición política nos dejamos arrebatar la vanguardia en la lucha contra la dictadura por quienes no tenían moral, ni prestigio, ni pueblo.  Triste ha sido ver el espectáculo de millares de nuestros mejores hombres de base, militando en organizaciones subversivas de quienes hasta la víspera fueron nuestros más enconados adversarios.  Diezmaron nuestros cuadros y reclutaron en la ortodoxia sus masas de combatientes.  Todo porque nosotros  no supimos afrontar dignamente la situación, invirtiendo nuestras mejores energías en estériles e interminables querellas que han dejado en nosotros un complejo de miedo a la acción.

Sé que estoy tocando los puntos sangrantes del proceso que ha seguido la ortodoxia desde el 10 de Marzo.  Pero la verdad hay que decirla de una vez, si es que queremos sacudir la maldita postración que desde entonces nos agobia.

El congreso de militantes se ha reunido.  Es un gran paso; nuestra felicitación sincera a sus organizadores y a Raúl Chibás que le dio todo su respaldo.  Hay un temario.  Se  exigen elecciones generales inmediatas, derogación de las leyes represivas y otra serie de  puntos.  ¡Muy bien, pero eso no basta!  Se movilizarán las masas en pro de esas consignas.  ¡Pero no basta!  Hace falta un paso más al frente.  ¡Hay que decir qué hará la ortodoxia si el régimen se niega a conceder esas demandas! ¿Hay que tener la respuesta para cuando el hombre de pueblo, cansado ya de frases abstractas, lance su pregunta: “y después , ¿qué hacemos?” No es posible aplazar la cuestión. Aplazar ha sido nuestro pecado capital.  Hace más de tres años que estamos aplazando.  Hoy que trabajar previamente.  ¡Ahora o nunca!  Mañana, como dice Ingenieros, es la mentira piadosa con que se engañan las voluntades moribundas.  

Los combatientes del 26 de Julio esperamos el respaldo más decidido de los mejores ortodoxos de toda la isla.  No constituimos una tendencia dentro del Partido; somos el aparato revolucionario del Chibasismo enraizado en sus masas de cuyo seno surgió para luchar contra la dictadura cuando la ortodoxia yacía impotente, dividida en mil pedazos; no hemos abandonado en ningún momento sus filas y hemos permanecido fieles a los más puros principios del gran combatiente cuya caída se conmemora hoy.  Quien  ocupa hoy su lugar tiene todas nuestras simpatías, por su desinterés, su prestigio aglutinador y su afán de llevar el Partido hacia delante.  Ojalá recibamos de él y de todos los buenos ortodoxos el máximo aliento en esta decisión de lucha inquebrantable que está firmada con sangre de ochenta compañeros nuestros.

Por último antes de finalizar deseo aclarar un punto que me atañe en lo personal.  Leí en algunos recortes de periódicos que en la reunión de activistas de Camagüey se había acordado entre otras cosas solicitar mi regreso a Cuba.  Tal vez la información sea errónea.  Y si fuera exacta no dudo del cariño y la buena intención que anima la invitación.  No es correcto, sin embargo, pedir el  regreso a Cuba de un combatiente a quien le cerraron todas las puertas para la lucha cívica sin aclarar en qué forma debe regresar.  Porque yo pienso regresar, sí, como regresaron nuestros mambises cuantas veces la tiranía los arrojó de la tierra cubana;  pero nunca regresaré de otro modo.  La hora no es de pedir sumisión a un revolucionario, a un compañero que desde hace más de cuatro años cumple con su deber sin  tregua ni descanso; que no ha salido a pasear al extranjero ni a descansar, que vive honesta y pobremente porque no se llegó ninguna fortuna arrebatada  al pueblo; sino de ayudarlo con todos los recursos a su alcance, no a él, sino a la idea decorosa de libertad que representa y que se tiene prometido realizar.

Quiero que las últimas palabras sean de fervoroso recuerdo para  el gran capitán cuya muerte heroica se conmemora hoy.

Pienso en él cuya historia se forjó combatiendo contra la dictadura machadista y no aspirando cargos en las elecciones que convocaba el tirano; en él que abandonó el poder con todas sus ventajas para recoger las banderas de la revolución traicionada; en él que cuando le impusieron un decreto mordaza no vaciló en reunir sus huestes y avanzar con ella bajo las balas hacia la CMQ; pienso en lo que él habría hecho en esta hora; él que cuando creyó que el sacrificio era necesario no vaciló en aplicarse la muerte con su propia mano.  ¡Aldabonazo final que resuena como el primer día en los corazones de miles y miles de cubanos! ¡Aldabonazo que no quedará en el vacío!  Él es el ejemplo; él, porque enseñó que un ejemplo vale más que un hombre; él nos está diciendo que esta lucha solo debe cesar cuando no queden opresores en su patria o haya caído sobre la tierra esclavizada y triste el último revolucionario.

Con un abrazo fraternal a todos los compañeros, el ruego a la Presidencia que dé lectura a este mensaje.

Para ser presentado el 16 de Agosto de 1955.

Fidel Castro.

15/08/1955