Carta y Mensaje

Una voz universal que nos abriga a todos

Querido Comandante Fidel Castro:

Hace muy pocos días, el 26 de Julio pasado, en ocasión de recordar un nuevo aniversario del asalto al Cuartel  Moncada, hablábamos de la increíble capacidad de lucha y resistencia del pueblo cubano a través de la historia, algo que usted  tan bien pudo encarnar desde muy joven, cuando tomó la opción por los pobres y luego como vanguardia revolucionaria.

En ese amanecer de la Revolución, usted logró la síntesis de continuidad histórica, de dignidad, de amor, desinterés, de herencia cultural y política de sus antecesores, cuyo símbolo fue José Martí.

Palabra, coherencia, contenido, acción y voz que trascendieron muy largamente a las fronteras de la patria chica. Como una voz universal que nos abriga a todos.

Vale leer el Manifiesto de Montecristi, para entender al Moncada profundamente y la Revolución Cubana y sus cartas a la dictadura del sargento Batista y aquel extraordinario texto de “La historia me absolverá”,  y su presencia hoy en América Latina, el Caribe y el mundo, y la permanencia de Cuba revolucionaria en el período más brutal de un imperio descarnado y desnudo, sin barreras y sin límites.

Usted nunca fue pastor de rebaño, sino inspirador en palabra y acción de lo que debe hacer el hombre nuevo, el que asume su conciencia colectiva. Usted es dirigente, que dirige y hace, que comparte la suerte de su pueblo, en la condición más alta de un ser humano que es hacer y vivir la Revolución, con todo lo que esta exige.

La otra noche, cuando leí un cintillo frío en la pantalla de Televisión: “Castro delega el mando”, me paralicé, nos paralizamos, vale decirlo, porque fue la sorpresa y la emoción,  pero también la incredulidad, porque tantas veces habíamos escuchado las noticias falsas sobre su salud, su persona, eso que usted suele comentar con fina ironía y una buena sonrisa.

En ese mismo momento lo vi, como lo había visto tantas veces caminando delante de más de un millón de cubanos, cuadras y kilómetros, ante alguna de las tantas bravuconadas del imperio vecino.

Lo vi en otra imagen congelada para siempre, allí hablando a su pueblo, en el teatro Marx, con los cientos de héroes  de Girón, y esos rostros campesinos vistos de perfil, húmedos por lágrimas que no se dejaban correr, aprendiendo siempre de usted que tan bien trazó el momento político que vive la humanidad, con ese discurso diáfano, preciso y profundo. Dialéctica verdadera,  relámpagos constantes de la realidad.

Siempre atento a cualquier reclamo de la humanidad y a cada una de las amenazas contra su pueblo, sitiado por un bloqueo criminal que es un acto de guerra, y por un terrorismo que dejó miles de víctimas y que asoló una y otra vez la Isla.

Usted también nos enseñó junto a su pueblo a cantar  y bailar la Revolución, que significa nada menos mantener cultura, identidad y vida.

Por eso la proclama que escribió el 31 de julio para Cuba y para todos nosotros, es la muestra más clara de su apego al respeto profundo por el pueblo, por los pueblos, por la Revolución, por su patria y  la Constitución cubana, que algunos de los desinformadores quieren ignorar.

Su proclama, querido Comandante, es una evidente confirmación de la continuidad de una Revolución que ha sido capaz de las más increíbles resistencias y las transformaciones dialécticas necesarias, para sostener en pie todos los logros de ese proceso.

Y de esa manera, sus palabras medidas y sabias, se transformaron en otra de las tantas derrotas, que Cuba ―como David contra Goliat― le han propiciado al imperio. Fue como la primera derrota militar que el pueblo heroico de Cuba le asestó a EE.UU. en el siglo XX, cuando en Playa Girón detuvo la invasión que venía detrás de los primeros ataques.

Usted puso en limpio, y en estricto cumplimiento de la Constitución de Cuba, lo que corresponde a una ausencia temporaria del Jefe de Estado de una nación, donde un proceso revolucionario en favor del pueblo se mantiene irreductible, como irreductibles han sido los cubanos en la larguísima lucha independentista. Eso que se ha convertido en una obsesión para EE.UU., desde que intentó convertir a Cuba en una colonia.

Y además usted, con su sabiduría, su enorme capacidad, que lo ha convertido en la figura que es ante el mundo y ante los pueblos, no les dejó ningún resquicio para la especulación.

Pero lógicamente especulan, burdamente, pero también con algunos de aquellos que hasta ahora muchos consideraban “periodistas serios”, porque no hay nada mejor  que poner a estos  “personajes” ―que salvaguardan sus cobardías detrás de la aparente “objetividad”, utilizada como un arma de guerra contra los pueblos― ante una situación límite, donde pueden sentir amenazados sus pequeños y mezquinos intereses para saber en realidad quiénes son. Entonces hemos llegado al punto del ridículo.

Entonces los escuchamos hablando de “transición”, es decir, una delegación del mando por enfermedad de un jefe de Estado es concebida por ellos ―y por sus jefes empresarios― como una transición. Toman el término que usa el imperio.

El sueño del imperio es la “transición” que en sus acepciones más profundas significa, nada menos, que anexión. Ahora ni siquiera disimulan por pudor. El reciente documento norteamericano II Informe de la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre, no escatima ninguna mención para mostrar abiertamente el intervencionismo y la ilegalidad. Planeando la “transición” en Cuba, los que han sido derrotados y son ellos.

El documento que quedará en la historia de la infamia y que ya tuvo su primera parte en el año 2004, contiene además anexos secretos y elabora muy anticipadamente el proyecto “democrático” que el jefe del terrorismo mundial, traza para Cuba. Por supuesto que el mejor símbolo de lo que ellos conciben como “democracia” es Iraq. Una “democracia” de bombardeos, de exterminio, de napalm, de miles y miles de torturados, de ciudades fantasmas, que antes fueron el hogar de los hombres. ¿Eso quieren para Cuba y para todos nosotros?

¿Pueden estar tan ciegos de soberbia para no entender nada de lo que está aconteciendo en el mundo real? ¿Ciegos como Adolfo Hitler que mandaba a su pueblo a matar y morir cuando todo estaba perdido, cuando ya no quedaba vida a su alrededor?     

Como usted bien lo sabe, destruir y exterminar al pueblo cubano fue el sueño maldito del imperio desde fines del siglo XIX. Los que han luchado durante tantos años con dignidad y  coherencia, les hicieron naufragar la ensoñación soberbia y los llevaron a morder el suelo de la derrota, una y otra vez.

Incluso desde fines del siglo XIX el imperio entendió ―y usted conoce mejor que  yo la historia de su país― que los habitantes de Cuba eran “insumisos” e “indoblegables”, por los cuales instruían a sus jefes invasores de entonces a mandar a los soldados cubanos a las misiones difíciles, para que “no sobrevivieran”  y así “limpiar el país” de los eternamente rebeldes.

En realidad fueron ustedes los que heroicamente limpiaron el país de invasores, los derrotaron militar, política y culturalmente. Los derrotaron por dignidad, por creatividad, por conducta revolucionaria, por moral.

Si uno estudia la historia cubana y las relaciones de EE.UU. con su país, no existe nada similar en el mundo.

Eso es lo que no entienden los mediocres y entonces trazan sueños de ocupación, que saben de antemano imposibles. Se lo están demostrando en otros lugares del mundo. Pueden bombardearlo todo, como lo han hecho y lo están haciendo en este momento en Oriente Medio, pero la resistencia los obligará a detenerse, más temprano que tarde, no por razones humanitarias, sino porque pueden “arruinar” las fuentes de recursos naturales, de las que fueron a apoderarse.

Cuando ya no pueden bombardear más, sin afectar sus intereses ― ninguna vida humana les interesa― mandan sus tropas, su artillería y está visto que los espera el pantano, la derrota, los pies hundidos en el barro, por más cárceles secretas, torturas, crímenes de lesa humanidad, traslados de presos, haciendo cómplices a los cobardes del mundo, que teniendo poder para parar el genocidio quedan paralizados y no por temores. Son cómplices ahora, y lo fueron siempre, del saqueo de los pueblos, de  las dominaciones coloniales.

¿Qué colonizador de vieja estirpe puede parar a un imperio que cree que está en el esplendor de su impunidad? Primero ponen a andar sus cajas registradoras  y frente a eso, el genocidio de los pueblos resulta para ellos una anécdota que les recuerda otros genocidios de los que fueron protagonistas como autores, no como víctimas.

Querido Comandante.  Me han cortado muchas veces la voz, pero siempre he encontrado el camino digno para aparecerme y decir, tratando de aprender y aprehender  lo que usted y Ernesto Che Guevara, y tantos otros compañeros de lucha, nos enseñaron. Porque toda la vida usted nos  ha dado luces, como una Operación Milagro eterna.

No quiero decir frases trilladas, como me siento honrada de haber podido conocerlo. Solo quiero decirle que me parecerá siempre lo más  maravilloso  que pudo sucederme en mi vida y en mi trabajo, el haber tenido el privilegio de escucharlo, con  esa sencillez, sabiduría y respeto por la vida, por el hombre nuevo que osted  transmite constantemente. Fascinada de sentir su calidez para con los otros, su concepción de los valores profundos, la maravilla de sus eternos asombros, como se asombra el que está dispuesto a mirar y ver, el que mira y ve con la mano lista para tenderla en cada momento ante cualquier demanda humana.

Nuevamente usted  y su pueblo ―al confiar en sus palabras como siempre a lo largo de la historia y de las crisis― los han derrotado. ¿Y van cuantas derrotas que le inflige al imperio más poderoso y terrorista de la historia de la humanidad, que no es poca cosa si se conoce que todo imperio es terrorista y criminal por esencia?

Su proclama fue un ejemplo de continuidad en la lucha, de confirmación de los principios revolucionarios más profundos. A tantos años de aquel muchacho estudiante que desafiaba a la dictadura de Batista ―colocado en el gobierno de Cuba por la misma mano asesina  que sembró de dictaduras América Latina y el mundo― usted los sigue derrotando. Y los obliga a mostrarse ante el mundo como un imperio degradado cuando creen estar en el esplendor de su impunidad.

Solo quiero decirle gracias, en nombre de muchos otros, tantas veces humillados, silenciados, incomprendidos, como lo es cualquiera que se atreva a desafiar las indignidades de un sistema de muerte.

Cuba socialista, a pesar de todos los pronósticos y los esfuerzos de los canallas por derrotarla, pensando que está sola en el mundo, los está derrotando en todos los campos.

Lo que por un lado ven los pueblos ―porque ya no hay disimulos posibles― es un imperio criminal, desnudado en su esencia, simbolizado por las imágenes del horror que difunden para aterrorizarnos, sembrando la muerte por el mundo, ya sea por armas y bombas o por hambre. Y por el otro allí está una isla en el Caribe, un país pequeño, a solo 90 millas de ese imperio criminal, cuyo pueblo y su dirigencia  reparten panes, educación, cultura, amor, medicinas, hospitales, solidaridad, coherencia, dignidad, en suma, querido Comandante, ustedes siembran vida.

Lo veo aquí mismo como si estuviera escudriñando detrás de mi hombro para mirar esto que escribo en la noche, a sabiendas que está junto a nosotros como lo hace, cotidianamente, con  su ejemplo. Lo veo, como lo vi hace muy poco tiempo hablando de sueños, de educación, de los despertares de cegueras físicas y otras, y de luchas ―no por territorios, sino por un mundo mejor para los hombres.

Hasta pronto y hasta la victoria siempre.

Stella Calloni.

04/08/2006