Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Sesión Extraordinaria y Solemne de la Asamblea Nacional, con motivo de la visita del compañero Mijail S. Gorbachov, Secretario General del Comité Central del PCUS y Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, celebrada en el Palacio de Convenciones, el 4 de abril de 1989

Fecha: 

04/04/1989

Querido compañero Mijail S. Gorbachov;

Queridos compañeros de la delegación soviética;

Distinguidos invitados;

Compañeras y compañeros de la Asamblea Nacional:

Siempre pensé que aquí no debían pronunciarse dos discursos, sino un solo discurso, el de nuestro querido invitado, el compañero Gorbachov.

Me impuse la tarea de presentarlo a la Asamblea Nacional, si es que hace falta presentar al compañero Gorbachov, pero no quiero limitarme a simples palabras protocolares, y por eso deseo hacer algunas reflexiones sobre este acontecimiento.

Primero que nada, estamos ante un hecho histórico, recibiendo en este momento un honor inmenso con la presencia del compañero Gorbachov y la delegación soviética en esta Asamblea.

Es la primera vez en nuestro país que llevamos a cabo un acto de esta naturaleza. Esto coincide también con la primera visita del compañero Gorbachov a Cuba y la primera visita del compañero Gorbachov —algo más importante todavía— a la América Latina.

Siempre fui partidario de que el compañero Gorbachov nos visitara y también de que visitara América Latina. En esta ocasión se han producido ambas cosas, aunque la visita por razones de tiempo y de trabajo se reduzca solo a nuestro país.

La enorme importancia que a nuestro juicio tienen esta visita y esta presencia en nuestra Asamblea, independientemente de lo que significa para nosotros la URSS, independientemente de nuestros sentimientos de amistad y de cariño hacia ese país y ese pueblo, e independientemente de lo que significa la URSS para el mundo, es que estamos hoy en presencia de quien ha sido un verdadero cruzado de la paz. Empiezo por esto, ya que considero que el esfuerzo que realizan el compañero Gorbachov, la actual dirección soviética y el pueblo soviético por la paz, es realmente un esfuerzo sin precedentes, y, digamos, que el cumplimiento más cabal de aquella idea luminosa de Lenin al triunfo de la Revolución de Octubre.

Sin necesidad de exagerar en lo más mínimo, podemos decir que esos esfuerzos han sido fructíferos, puesto que por primera vez en la historia del mundo, por primera vez desde que ocurrió el hecho de la creación de las armas nucleares, se ha producido una reducción de las armas nucleares en el mundo.

No es necesario razonar mucho para explicar el enorme peligro en que ha vívido la humanidad en los últimos años, bajo la permanente amenaza de un holocausto nuclear, que puede ocurrir incluso por error, y, en este sentido, se ha dado un paso que tiene una enorme importancia, porque es el primer paso en favor del desarme nuclear.

Es cierto que queda un enorme trecho por avanzar, pero no por ello disminuye la importancia de este primer paso. Debemos tomar en cuenta cuál es la concepción de la Unión Soviética y cuál es la concepción del compañero Gorbachov, que es la desaparición total de las armas nucleares, la esperanza de que el mundo para el año 2000 viva sin armas nucleares, y debemos reconocer con toda justeza el enorme mérito personal del compañero Gorbachov en esta batalla, con su política inteligente, audaz y valiente en esa dirección, que ha sido capaz de vencer gigantescos obstáculos. Creo que por este esfuerzo, tanto la Unión Soviética, como el Partido Comunista de la Unión Soviética, como el compañero Gorbachov, merecen el reconocimiento de la humanidad (APLAUSOS).

Debemos señalar que esto no significa que estemos viviendo ya en un mundo de paz, sino en un mundo donde hay que hacer todavía grandes esfuerzos por la paz.

Ustedes conocen cómo pensamos nosotros y cuáles son nuestras preocupaciones. Nosotros sabemos cuál es el pensamiento de la Unión Soviética, y cómo concibe la paz: un verdadero sistema de seguridad internacional para todos los países del mundo, grandes y pequeños.

¿Cuáles son las preocupaciones para los pueblos del Tercer Mundo, las que nosotros albergamos y hemos expresado más de una vez? Es la cuestión de tener la seguridad acerca de cómo entiende el imperialismo la coexistencia pacífica y la paz.

Sabemos qué piensa la Unión Soviética y qué piensa el compañero Gorbachov; sabemos lo que significa la expresión de un nuevo pensamiento político internacional, una nueva mentalidad en el enfoque de los problemas. Ahora bien, no tenemos ninguna seguridad, todavía no la tenemos, no tenemos la plena constancia de que el imperialismo haya asimilado esa nueva mentalidad internacional, y tenemos, por el contrario, razones sobradas para desconfiar de su conducta. Eso se expresa, por ejemplo, en la actitud de Estados Unidos en relación con la solución al problema de Afganistán; mientras los países llegaron a acuerdos en Ginebra, se hicieron los compromisos y la Unión Soviética cumple estrictamente y al pie de la letra esos compromisos, Estados Unidos se reserva el derecho a seguir suministrando armas a las fuerzas opositoras y contrarrevolucionarias en Afganistán.

Acabamos de lograr un paso muy importante en el Africa Sudoccidental, con los acuerdos suscritos entre Angola, la República Sudafricana y Cuba, y vemos cómo Estados Unidos se reserva el derecho de seguir suministrando armas a la UNITA.

Hemos sido testigos de los esfuerzos de los países centroamericanos por encontrar una solución política a los problemas, y vemos, sin embargo, cómo Estados Unidos se reserva el derecho de mantener organizada la contrarrevolución en el territorio de Honduras, como un arma de presión contra el gobierno y el pueblo de Nicaragua.

Con relación a nuestro propio país, hemos visto en estos días cómo Estados Unidos ha declarado abiertamente la continuación de la política de hostilidad hacia nuestro país, sin que exista absolutamente ningún cambio, lo que nos obliga a enormes esfuerzos en la defensa de nuestra patria.

Por eso pienso que debe ser tarea de todos nuestros pueblos, de todos los pueblos del Tercer Mundo y de la opinión pública internacional, batallar y batallar en las Naciones Unidas para exigir del imperialismo el principio del respeto a la independencia de los países, especialmente los países del Tercer Mundo, la no injerencia en los asuntos de otros Estados, y el principio de la paz y la seguridad, aplicable sin diferencia a todos los pueblos del mundo.

Hay que exigir que cese esa teoría y esa doctrina que se ha arrogado Estados Unidos de ayudar y de suministrar armamentos a las fuerzas irregulares contra los gobiernos constituidos. Esa es la tarea que nos corresponde a nosotros, es la que corresponde a los pueblos del Tercer Mundo y a la opinión pública internacional, como colaboración a este esfuerzo de paz de la Unión Soviética, que tanta simpatía y tanto apoyo ha despertado en todo el mundo.

Pero hay un hecho adicional con relación a esta política de paz de la Unión Soviética, también de importancia extraordinaria: por primera vez en las relaciones internacionales la Unión Soviética, de manera concreta y precisa, ha asociado esta batalla por la paz internacional con el desarrollo; por primera vez se ha planteado la necesidad del cese de la carrera armamentista, para destinar una parte de esos recursos a la solución de los problemas del desarrollo y a la solución de los problemas de la deuda externa de los países del Tercer Mundo.

Algo más, en la batalla que los países del Tercer Mundo han estado librando en los últimos años por la solución del problema de la deuda externa y por los problemas del intercambio desigual, hemos recibido el apoyo de la Unión Soviética que, de manera clara y terminante, ha planteado la necesidad de resolver el problema de la deuda y la necesidad del Nuevo Orden Económico Internacional, asociado con la lucha por el desarme y la paz, lo cual fue planteado, además, en la comparecencia del compañero Gorbachov, en el mes de diciembre pasado, en las Naciones Unidas.

La Unión Soviética planteó una solución para el problema de la deuda, una moratoria de 100 años; así, de manera clara, precisa. Bueno, una moratoria de 100 años es la solución del problema de la deuda.

Nosotros hemos planteado borrar la deuda; pero, como hemos dicho otras veces, hay una coincidencia absoluta entre la proclamación de que la deuda sea abolida y el planteamiento de que se establezca una moratoria para la deuda externa de los países del Tercer Mundo por 100 años.

No sería necesario hablar mucho de la tragedia que significa para los pueblos del Tercer Mundo, y en especial para América Latina, la deuda externa. No sería necesario hablar mucho para expresar lo que todos conocemos, que es la crisis económica, el hambre y la miseria espantosa que está azotando a esos países y, de manera especial, también a la América Latina.

Recientemente se planteó por parte de Estados Unidos un nuevo plan sobre la deuda —es el segundo plan. Hace unos años se habló del famoso plan Baker; no ha resuelto absolutamente nada. Ahora se plantea otro plan llamado plan Brady, con relación a la deuda externa de los países del Tercer Mundo y de América Latina. Los que han estado analizando estos problemas, han llegado a la conclusión de que el famoso plan Brady no resuelve nada, que es un engaño más, una soberana tomadura de pelo al mundo.

Los expertos, los sinceros analistas de la economía mundial, hablan de que el plan Brady servirá para reducir un 20% la deuda externa. La reducción de un 20% de la deuda externa no resuelve absolutamente nada, ni la reducción de un 30%, un 40% o un 50%; lo único que realmente resuelve los problemas de la deuda externa de América Latina y del Tercer Mundo es la reducción al ciento por ciento de la deuda externa. Es lo único que podría empezar a crear las bases, si a estas medidas se añade el Nuevo Orden Económico Internacional, para salir de la crisis espantosa que están viviendo los pueblos del Tercer Mundo y de América Latina.

Y esto está muy asociado a la paz. Baste decir lo que otras veces hemos expresado y que recientemente confirmó la Organización de Naciones Unidas encargada de la niñez, el hecho de que 40 000 niños mueren en el Tercer Mundo diariamente, niños que podrían salvarse con un mínimo de condiciones de asistencia médica y de alimentación. Esto significa que cada tres días mueren 120 000 niños en el mundo que podrían salvarse; quiere decir que cada tres días mueren en el mundo tantos niños como personas murieron en las explosiones de Hiroshima Y Nagasaki; quiere decir que cada año, entre los niños del mundo, explotan 120 bombas nucleares similares a las de Hiroshima y Nagasaki. Y si las armas nucleares dejan secuelas por las radiaciones y por otros efectos, el hambre también deja muchas secuelas entre los niños del mundo. Hemos hablado de los que mueren, no de aquellos que se quedan subdesarrollados físicamente, mentalmente y con una serie de taras, para los cuales la vida al final se reduce a la mitad de lo que vive una persona en cualquier país capitalista desarrollado.

Hay un tercer punto relacionado con esta visita a nuestro país y con la actividad del compañero Gorbachov. Me refiero a sus esfuerzos denodados por hacer avanzar el socialismo en su país, por impulsar, desarrollar y perfeccionar el socialismo en su país; aplicando el enorme potencial científico-técnico que ha acumulado la Unión Soviética, superando atrasos tecnológicos, superando dificultades en el campo económico. Dificultades que, desde luego, en cierto sentido, son relativas, porque es un país que ha avanzado enormemente, que ha llevado al pueblo inmensos beneficios; pero que, desde luego, si se aplican los recursos naturales y los recursos humanos de ese país, podrían alcanzar niveles mucho más altos.

El compañero Gorbachov se esfuerza librando una batalla dura, una batalla compleja, una batalla difícil en esta dirección. Creo que nosotros lo podemos comprender perfectamente, a partir de nuestra propia experiencia, a partir de los esfuerzos que realizamos por perfeccionar la obra de la Revolución para hacer más eficiente nuestro trabajo, para superar dificultades y para superar errores.

En muchos sitios en el mundo y entre muchas personalidades políticas, podríamos decir también que entre nuestros amigos periodistas, se han elaborado todo tipo de teorías y especulaciones en relación con la visita del compañero Gorbachov a Cuba, y yo no veo de dónde podían surgir esas crisis de relaciones entre la URSS y Cuba de que hablan, o esas desavenencias entre el compañero Gorbachov y yo. A mí me parece que son ilusiones que se hace alguna gente, puesto que en la política internacional nosotros no tenemos ningún tipo de diferencia o desavenencia con la Unión Soviética, y, en cuanto a lo que cada cual hace en su país, nosotros no tenemos ni hay razón para tener ningún tipo de desavenencia con la Unión Soviética.

Es que los que se imaginan que tales desavenencias pudieran surgir, parten de conceptos absolutamente erróneos, de conceptos absolutamente equivocados; parten del análisis simplista de la forma en que en la Unión Soviética llevan a cabo su proceso de reestructuración y de la forma en que nosotros llevamos a cabo lo que hemos dado en llamar nuestro proceso de rectificación, y la esencia de la cuestión es que ambos países, ambos partidos, parten de los mismos principios: de los principios de la aplicación del marxismo-leninismo, a las condiciones concretas de cada país.

¿Y cómo se puede suponer que las medidas aplicables en la URSS sean exactamente las medidas aplicables en Cuba o viceversa? ¿Cómo se puede suponer que dos países que tienen una enorme diferencia en extensión, en población; dos países que tienen historias muy distintas, culturas distintas; dos países que han tenido problemas distintos, tengan que aplicar exactamente las mismas fórmulas para la solución de los problemas, para la solución de diferentes problemas?

Bastaría citar algunos ejemplos: en primer lugar, la revolución soviética lleva más de 70 años; la Revolución Cubana acaba de cumplir 30 años.

Yo no me consideraría con derecho a juzgar la historia de la Unión Soviética, no me consideraría con derecho a analizar los errores de la Unión Soviética, pero me veo en la necesidad de citar algunos ejemplos.

Todas las revoluciones han tenido problemas serios, y los que tienen un poco de cultura política y los que han analizado la historia de las revoluciones, empezando por la Revolución Francesa, saben, conocen todos los tipos de problemas que tuvieron lugar en la Revolución Francesa y los errores que cometieron aquellos revolucionarios. No tiene nada de extraordinario que cualquier proceso revolucionario cometa errores.

Desde ese punto de vista, es incuestionable que ocurrieron errores en el proceso revolucionario de la Unión Soviética, según los criterios de los propios soviéticos; pero nosotros no tuvimos algunos tipos de fenómenos que ocurrieron en la Unión Soviética en la época de Stalin. Realmente —como he dicho otras veces— nosotros no hemos tenido ese tipo de problemas asociados con aquella personalidad de la historia soviética, a no ser que me consideren a mí —como he dicho en algunas ocasiones— una especie de Stalin, y, en ese caso, yo diría que todas mis víctimas gozan en nuestro país de excelente salud (APLAUSOS).

Nosotros no tuvimos los problemas de la colectivización forzosa; no ocurrió nada parecido en este país. Todavía nos quedan 650 000 hectáreas en manos de 71 000 propietarios individuales de tierra, a los que la Revolución les dio la tierra, liberándolos de pago de renta, de aparcería, etcétera; y les hemos dicho que pueden estar toda la vida, todo el tiempo que quieran, ¡cien años si quieren!, como propietarios individuales. Cuando hicimos la Segunda Ley de Reforma Agraria, se proclamó eso —de esto hace más de 25 años—, y ese principio se ha cumplido al pie de la letra.

Nosotros tenemos tres formas de explotación de la tierra: la primera, y la más importante, es la de las empresas estatales, sobre las cuales recae el peso de las producciones fundamentales en nuestro país, de producciones industriales y de producciones alimenticias. En segundo término, las cooperativas de producción agropecuaria, y, en tercer lugar, los propietarios individuales de la tierra.

Son problemas diferentes. Nosotros hicimos la Reforma Agraria de un modo diferente: no repartimos la tierra, mantuvimos las grandes extensiones como unidades productivas —como yo les he explicado al compañero Gorbachov y a los compañeros soviéticos. Si nosotros hubiéramos repartido la tierra en pedacitos habríamos acabado con la producción cañera de este país, y la producción cañera, por el contrario, ha crecido considerablemente desde el triunfo de la Revolución. Nosotros no tendríamos forma en ese caso de aplicar las grandes combinadas de caña y otros medios que hemos construido con la colaboración de la Unión Soviética. Son problemas diferentes.

La Unión Soviética es un conjunto de naciones, de numerosas naciones, y nosotros tenemos aquí una sola nación, y si excluimos el localismo de algunas provincias —y no quiero mencionar nombres (RISAS)—, no tenemos ese tipo de problema. Nuestra situación es mucho más sencilla y más simple. Sería absurdo que nosotros nos pusiéramos a analizar ahora el problema de las nacionalidades en Cuba, y en Cuba resulta que hay una sola nación.

Hay otros muchos aspectos —no los voy a enumerar—, pero, por ejemplo, baste decir que la Unión Soviética es 200 veces más grande que Cuba en territorio; el territorio de Cuba equivale al 0,5% del territorio de la Unión Soviética. La población de Cuba equivale, aproximadamente, al 3,6% de la población de la Unión Soviética.

¿No parece verdaderamente absurdo pretender —como hacen algunas personas en el extranjero— que nosotros le apliquemos a un país de 10 millones de habitantes las fórmulas que hay que aplicar en un país de 285 millones de habitantes, o que a un país de 110 000 kilómetros cuadrados le apliquemos las fórmulas para la construcción del socialismo que tiene que aplicar un país de 22 millones de kilómetros cuadrados? Cualquiera comprende que es un absurdo, cualquiera comprende que es una locura, como sería una locura pretender que nuestras fórmulas fuesen aplicables a un país gigantesco como es la Unión Soviética.

Aquí casi nos vemos uno al otro todos los días, y aquel es un país enorme, que cuando amanece en un lugar está casi oscureciendo en el otro. Por lo tanto, es arbitrario, es caprichoso, es absurdo y cualquiera comprende que cada país tiene que aplicar sus propias fórmulas en la construcción del socialismo, y creo que uno de los grandes méritos políticos del compañero Gorbachov es su defensa del principio irrestricto de que cada país aplique las fórmulas para la construcción del socialismo que se adapten a las condiciones de ese país. Lejos de ser un motivo de diferencia, es un motivo de concordancia, es un motivo de acuerdo.

Todos recordamos los problemas que tenía el movimiento revolucionario y el movimiento socialista cuando pretendía analizar y juzgar lo que un país socialista hacía dentro de su frontera. Eso trajo muchos problemas, y problemas serios. Hoy cada país socialista trata de perfeccionar el socialismo a partir de sus interpretaciones de las ideas del marxismo-leninismo; cada país trata de aplicar sus propias formas y sus propias fórmulas, y el compañero Gorbachov ha sido abanderado de esos principios.

Es que cada país socialista es como un laboratorio que está experimentando cómo lleva a cabo sus objetivos políticos, económicos y sociales, y no puede ser de otra forma.

Hay algo más, si un país socialista quiere construir el capitalismo tenemos que respetar su derecho a construir el capitalismo, no podemos interferirlo, del mismo modo que exigimos que nadie tiene derecho a interferir la decisión soberana de cualquier país capitalista o semicapitalista del mundo desarrollado o del mundo subdesarrollado de construir el socialismo. De manera que el principio de respeto irrestricto a la voluntad soberana de cada pueblo y de cada país es una regla de oro de los principios del marxismo-leninismo (APLAUSOS).

Debo, por último, compañeros, para que la presentación no sea más larga que el discurso del invitado, señalar, en primer lugar, que nuestras conversaciones han sido excelentes, partiendo de estos principios; absolutamente fraternales, respetuosas.

Un periodista preguntaba cómo habían sido las conversaciones y a mí se me ocurrió la única palabra con que se pueden definir esas conversaciones, le dije: "han sido familiares, muy familiares", y me he atenido estrictamente a la verdad.

Puedo reiterar aquí lo que he dicho otras veces, que mis encuentros con el compañero Gorbachov han sido excelentes, siempre nos han dejado una profunda impresión, no solo a mí, sino a todos los compañeros de la dirección, a los cuales les he explicado esas conversaciones. Como he dicho otras veces, el compañero Gorbachov nos trata con una gran consideración, un gran respeto, un gran sentido de igualdad. Eso es algo verdaderamente extraordinario en la historia del movimiento comunista y socialista internacional; a pesar de representar un gigantesco y poderoso país, nunca nos ha tratado a distancia, nunca ha tenido actitudes paternalistas con nosotros, nunca hemos recibido, de su parte, la menor sensación de actuar desde posiciones hegemónicas, y digo que son ejemplares ese método y ese estilo de trabajo y relaciones del compañero Gorbachov con los demás dirigentes; eso, unido a otros grandes méritos, explica la gran simpatía, el gran respeto que se ha ganado en todo el mundo.

Ni se sabe, repito, cuántas especulaciones se hicieron con motivo de la visita del compañero Gorbachov, que si iba a decir tal cosa o más cual cosa, que si se iban a tomar medidas contra Cuba, etcétera; de todo tipo de rumores y de especulaciones hemos escuchado en estos días, pero el mentís más rotundo acerca de las supuestas diferencias fue el recibimiento extraordinariamente caluroso que la Ciudad de La Habana, en nombre de todo el pueblo de Cuba, le otorgó al compañero Gorbachov.

El mentís más rotundo es ese magnífico tratado de amistad y colaboración que acabamos de firmar con la Unión Soviética, y es también la primera vez, en la historia de nuestras relaciones, en que se suscribe un tratado de amistad y colaboración.

No es que no exista amistad y colaboración, ha existido, existe y existirá una gran amistad, y será cada vez mayor; ha existido, existe y existirá una gran colaboración que será cada vez mayor, pero en esta ocasión hemos tenido el privilegio de suscribir, formalmente, un tratado de esa naturaleza, a iniciativa, precisamente, de la Unión Soviética. No puede haber mejor respuesta a todas las murmuraciones y a todas las intrigas.

Nuestras relaciones en todos los campos marchan excelentemente bien y, desde luego, no es posible en una ocasión como esta dejar de recordar la enorme colaboración que hemos recibido de la Unión Soviética a lo largo de estos 30 años, puesto que la colaboración soviética surgió, prácticamente, con los inicios de la Revolución.

Nos sentimos orgullosos de muchas cosas, de nuestros niveles de educación que están por encima de cualquier otro país del Tercer Mundo; de nuestros niveles de salud que están por encima de cualquier otro país del Tercer Mundo, incluso, por encima de numerosos países desarrollados.

Nos sentimos orgullosos de la mecanización de nuestra agricultura, de que hoy 70 000 macheteros sea el máximo que necesita el país para hacer una zafra, cuando en el año 1970 necesitábamos 350 000, lo que da una idea de cómo se ha elevado la productividad en nuestros campos. Nos sentimos orgullosos de que nuestros cultivos estén mecanizados, la preparación de la tierra, del transporte; de que un gran número de actividades, que antes significaban enormes sacrificios para nuestro pueblo y para nuestros trabajadores, hoy estén mecanizadas, humanizándose el trabajo de una forma extraordinaria.

Nos sentimos orgullosos de nuestro desarrollo científico, de nuestros desarrollos industriales, de nuestros desarrollos en todos los campos, y digo aquí con toda honestidad, lo digo una vez más, que aunque considero que nuestro pueblo habría sido capaz de todos los sacrificios para defender la Revolución, la habría mantenido y la habría defendido, no habríamos alcanzado estos éxitos, de los cuales se enorgullece nuestro pueblo, sin la generosa, sostenida y firme colaboración de la Unión Soviética (APLAUSOS PROLONGADOS).

No he mencionado lo que significó para nuestro país la solidaridad soviética en el campo de los suministros de equipos para nuestra defensa. No tendríamos la seguridad que tenemos hoy, no habríamos podido defender con la eficiencia que hemos defendido nuestra Revolución y quién sabe el precio que habría tenido que pagar nuestro país, si cuando la invasión mercenaria de Girón no hubiésemos tenido armas, que las habíamos recibido, precisamente, de la Unión Soviética y de Checoslovaquia. Si hoy disponemos de un nivel de seguridad, de confianza, de capacidad de combatir por nuestra justa causa, por nuestra libertad, por nuestra independencia, fue también porque recibimos esa ayuda generosa de la Unión Soviética.

¿De dónde habríamos sacado nosotros recursos para reunir los equipos militares con los cuales hemos tenido que enfrentarnos al más poderoso imperio de la historia de la humanidad? Por eso nuestra gratitud hacia el pueblo soviético, hacia el Partido Comunista de la Unión Soviética y a la dirección de la Unión Soviética, que hoy encabeza brillantemente el compañero Gorbachov, será eterna (APLAUSOS), y lo menos que podemos expresar en este día, desde lo más profundo de nuestros corazones, es nuestro deseo de éxito al compañero Gorbachov, al Partido Comunista y al pueblo soviético, porque ese éxito no solo lo deseamos, sino que lo necesitamos (APLAUSOS). Y no solo Cuba, ese éxito lo desean y lo necesitan todos los pueblos del Tercer Mundo; ese éxito lo desea lo mejor de la humanidad, y ese éxito lo necesita toda la humanidad (APLAUSOS).

¡Viva la eterna amistad entre la Unión Soviética y Cuba! (EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")

Muchas gracias.

(OVACION)

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)