Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz con motivo del cumpleaños de Elián González y el cuarto año del inicio de la batalla de ideas, efectuado en la escuela primaria "Marcelo Salado", de Cárdenas, Matanzas, el 5 de diciembre de 2003

Fecha: 

05/12/2003

Queridos alumnos, maestros, familiares y distinguidos invitados a este emotivo acto:

Para hablar hay que tener bien la garganta, ¿no?, y he tenido que hablar no se sabe cuántas horas en los últimos días. Ustedes los niños de primaria me piden ahora que hable. ¿Saben lo que están haciendo, lo han pensado bien? ¿Y si les hablo dos horas? (Risas.)

Díganme una cosa: ¿De qué quieren ustedes que yo les hable? (Exclamaciones de: "¡De todo!") ¿De todo? Pero yo no soy profesor de geografía universal (Los niños le piden que les hable de cómo se sintió en la escuela). ¡Ah!, bueno: me trae muchos recuerdos. Pensaba eso hace unos minutos: la vez primera que vine a esta escuela fue hace cuatro años menos un día; es decir, mañana se cumplirán cuatro años exactamente.

Meditaba también que cuando vine aquel día, el 6 de diciembre de 1999, hace cuatro años, los que estaban en primer grado ya están en quinto. A ver, ¿podrían levantar la mano los que están en quinto ahora? (Levantan la mano.) Ustedes se recuerdan entonces, ¿no? (Exclamaciones de: "¡Sí!") Que levanten la mano los que están en el sexto (Levantan la mano). Bien, los de quinto y sexto grados estuvieron presentes. Los de primero, segundo, tercero y cuarto grados, unos tenían 6, 7, 8 y otros 9 años. Aquí hay muchos que recordarán aquellos días.

Están casi todos los maestros que ya laboraban en esta escuela. Hay también alrededor de 16 jóvenes que no lo eran todavía, cursaban el 12º grado como estudiantes de bachiller.

¿Saben por qué esos maestros emergentes están aquí? Fue fruto de los acontecimientos que dieron lugar a la visita que hice a esta escuela.

Me preguntaban cómo me siento; yo lo comparo con lo que sentí aquel día y cómo se sentían los maestros, los trabajadores y todos los que esa tarde nos reunimos aquí. Tal vez entonces no podíamos imaginarnos siquiera la enorme importancia histórica que tendrían aquellos acontecimientos, los hechos que ocurrirían después, de los cuales podríamos estar días enteros hablando.

Lágrimas, dolor, tristeza era lo que reinaba aquí. ¿Y por qué? Porque se había cometido una gran injusticia: uno de los niños de esta escuela estaba dolorosamente ausente. Su padre, sus abuelos, sus familiares estaban atravesando días de terrible sufrimiento por los hechos que habían dado lugar a la ausencia de ese niño.

La escuela no se veía como hoy, pintadita, con una serie de mejoras que no existían entonces. Era una buena escuela en su construcción; pero, como a otras muchas escuelas, le faltaba pintura y otros arreglos necesarios.

Yo no les voy a explicar a ustedes ahora por qué la escuela no estaba tan bonita como está hoy y por qué muchas escuelas no estaban como esta en la actualidad. No se lo voy a explicar porque eso ustedes lo sabrán un día, ustedes lo irán descubriendo; cuáles fueron las causas por las cuales nuestros niños, los niños de Cuba, estaban recibiendo desde hace años una atención como jamás se había brindado en este hemisferio, o en cualquier parte del mundo.

Ustedes han oído hablar de la Revolución; no les voy a explicar lo que es una revolución, simplemente contarles que cuando eso que llamamos Revolución triunfa, es decir, derrota a su adversario en dura lucha, en el país había cientos de miles de niños que no tenían escuelas; un millón de personas adultas que no sabían leer y escribir; millones de las restantes no llegaban a sexto grado, y la mayor parte de las que habían podido asistir a alguna escuela llegaban solo a segundo, tercero o cuarto grado. No más de una de cada diez alcanzaba o a duras penas superaba el nivel de los seis grados.

La inmensa mayoría de los niños no podía llegar a quinto grado, sexto grado, porque eran hijos de trabajadores, de campesinos, de personas humildes que los necesitaban para que ayudaran a la familia a ganarse la vida, comprar alimentos, ropa y zapatos, aunque muchos de ellos andaban descalzos o con harapos, porque, repito, eran muy pobres.

Escuelas como esta, y no de la calidad de esta, nunca vi cuando yo tenía la edad de ustedes; nunca vi una tarde como esta; nunca vi una alegría como esta; nunca vi cientos y cientos de niños haciendo lo que ustedes han hecho aquí esta tarde; nunca vi un acto tan bello; nunca vi tantos niños actuando con gracia infinita; nunca vi profesoras como las tres profesoras de arte que por aquí pasaron, incluso conocidas y famosas, graduadas en nuestras escuelas de arte.

Aquel día en que comenzó la Revolución de que les hablaba, no existía nada parecido a lo que pudiera llamarse así: Instituto Superior de Arte. Apenas podía soñarse que años después personas jóvenes tan cultas, tan preparadas, con tanta capacidad, estuvieran aquí, tal vez una hora, hora y media, creando alegría a todos, a ustedes, a los profesores, a los trabajadores, a los invitados, a los periodistas —estoy seguro de que ellos disfrutaron también de lo que aquí ha ocurrido—, y, además, a un grupo tan querido de familiares, de personas que han sufrido grandes injusticias cometidas contra entrañables familiares suyos: hijos, padres, hermanos por los que han luchado sin tregua durante estos años.

Cuando yo mencionaba que un alumno de esta escuela estaba ausente con motivo de una gran injusticia, ustedes, que son muy inteligentes, saben a lo que me estoy refiriendo, pero no es el único caso: una criatura inocente que tiene ahora cinco años, presente entre ustedes esta tarde, ha sido víctima de una monstruosa injusticia de la cual apenas puede percatarse. Miles de niños han sido víctimas de grandes injusticias; miles de niños, de madres y de otras personas han muerto en esos mares como consecuencia de una ley que nosotros llamamos ley asesina, creada para hostigar la Revolución, creada para destruir la Revolución sin importar el llanto, el luto, la tristeza sembrada en el seno de nuestro querido y heroico pueblo por esa brutal ley.

No es tampoco el único acto de barbarie que se comete contra nuestro pueblo; es uno de los muchos actos bárbaros que se han cometido durante casi medio siglo, y todavía continuamente se cometen.

Hoy mismo llegaron unos cables procedentes de allá, se refieren a 10 ciudadanos de nuestro país que acaban de perecer ahogados, incluyendo, según se afirma, una mujer y un niño, consecuencia de esa ley asesina y de la política de la potencia más poderosa que ha existido en el mundo y ha tratado de pulverizar esta Revolución durante 45 años sin poder conseguirlo.

Digo heroico cuando hablo de nuestro pueblo, porque jamás en la historia se libró una lucha tan desigual, y tampoco nunca se ha podido obtener una victoria tan grande en su lucha contra las agresiones de una potencia tan poderosa por un país tan pequeño.

Aquí hablaba de una niña —no la menciono— que hoy también vino junto a otros familiares de víctimas de acciones igualmente monstruosas. A mí me dijeron: "Mire, ¿usted ve aquella niña? Es fulanita, tiene ya cinco años." Está la niña y está la madre. Y ustedes se asombrarían si les digo que esa niña no ha podido conocer a su padre, que a esa madre se le prohíbe visitar al esposo, que está allá, en el seno de ese imperio poderoso, por cumplir el sagrado deber de advertir sobre planes contra nuestro pueblo realizados por mafias terroristas que, organizadas, dirigidas y pagadas desde Estados Unidos, ponían bombas en los hoteles; de esas que venían aquí a disparar contra los centros turísticos donde trabajan miles de ciudadanos de Cárdenas y de Matanzas, para arruinar la economía del país; las mismas bandas que un día hicieron estallar en pleno vuelo un avión cubano con 73 personas a bordo; las mismas de personas asesinas que fueron reclutadas, entrenadas y armadas por esa potencia para asesinar a hombres, mujeres y niños de nuestro pueblo, de igual modo que fuerzas mercenarias, apoyadas por barcos de guerra, aviones y armas modernas del gobierno de Estados Unidos, invadieron nuestro país por Girón, o la Bahía de Cochinos, un territorio que pertenece a esta provincia de Matanzas.

Pues bien, por tratar de obtener información que ayudara a conocer y prevenir sangrientos planes terroristas, cinco verdaderos héroes, de una conducta que será eternamente ejemplar para nuestros jóvenes, están allá encerrados, en prisiones de alta seguridad, ubicadas en estados diferentes, aislados cada uno de los demás, porque no quieren siquiera permitirles estar juntos, condenados uno a 15 años, otro a 19, dos a cadena perpetua, y otro de ellos a dos cadenas perpetuas. Si viviera cualquiera de estos cien años más, habría cumplido los 100 años en prisión; si viviera 200 años, los habría cumplido en prisión; si viviera 1 000 años, estaría todavía en prisión.

Comprenderán ustedes cuánto nos duele semejante injusticia. Y he mencionado solo un mínimo de injustificables y monstruosas injusticias.

Eso, sin embargo, aunque nos duele, no nos desalienta, porque llevamos 45 años resistiendo con dignidad, con honor, con valor y firmeza inconmovibles la lucha contra el gobierno de esa superpotencia, que no ha hecho más que cosechar derrotas, derrotas y derrotas frente a Cuba.

Hoy mismo, por casualidad, salió un cable con noticias de una mafia de altos funcionarios inescrupulosos y groseramente mentirosos. Estaban reunidos en la Casa Blanca —así la llaman—, el local donde se reúnen los que dirigen el imperio, en una comisión creada nada menos que para idear y aplicar cómo liquidar a la Revolución, tras 45 años de baldíos intentos y fracasos.

Los que tienen más conocimiento de las cuestiones políticas pueden, realmente, reírse al imaginar el espectáculo de aquella camarilla allí reunida y ver las agencias cablegráficas hablando de las fórmulas mágicas que van a poner en práctica para liquidar la Revolución. Pienso que hasta los más pequeñitos aquí presentes pueden comprender lo que eso quiere decir.

Yo les aseguro que tan repugnantes planes los elaboran por una razón muy sencilla, porque no quieren justicia, odian la justicia, odian la independencia de los pueblos, odian la libertad, odian a los pobres, desean traer de nuevo lo que había aquí, y lo que había aquí fue lo que comencé diciéndoles.

Si usted va a ese país se encuentra que hay decenas de miles de personas viviendo bajo los puentes, tapándose con periódicos. Si ustedes van a ese país se encuentran que, a pesar de ser el más poderoso y rico del mundo, hay más de 40 millones de personas que no tienen acceso a la salud pública, millones que son analfabetos, procedentes de los barrios pobres donde no tienen suficientes y adecuados centros de educación, donde viven personas discriminadas por el color de la piel o su condición de inmigrantes escapados del hambre, a los que explotan sin piedad, donde no existe espíritu alguno de hermandad y solidaridad. Jamás allí podrá verse una escuela como esta, en que todos los niños tienen la misma posibilidad de estudiar, aunque los padres sean pobres o sufran de alguna invalidez o impedimento mental o físico. No tienen ni podrán tener nunca una escuela como esta, con un maestro cada 20 o menos de 20 alumnos.

Los niños en eficientes escuelas son hijos de ricos, pues van a las mejores, a las más lujosas, pagando miles y miles de dólares cada año. Ellos no tienen escuelas donde la educación sea gratuita para todos los niños sin excepción; igual que no tienen asistencia médica, o no tienen hospitales y servicio de salud gratuito para todos los niños sin excepción. Los buenos hospitales son únicamente para aquellos muy ricos, muy ricos, que pueden pagar cualquier dinero para que sus hijos o sus familiares reciban asistencia médica.

Ustedes saben que no hay cosa más repugnante que las diferencias, que las discriminaciones. ¿En qué se demuestra eso? Les voy a ofrecer un dato. En ese país, en cualquier zona pobre, de inmigrantes mexicanos, o haitianos, o de otros países de América Latina, de cada 1 000 niños que nacen, mueren 20, 25, 30 y aún más antes de cumplir el primer año de vida. Los hijos de los ricos tienen tres, cuatro o cinco veces menos posibilidades de morir que los hijos de los pobres.

En ese país tan rico, que gasta cientos de miles de millones de dólares cada año en armas para destruir y matar, mueren más niños antes de cumplir el primer año de vida que los que mueren en Cuba.

En ningún país de América Latina existe educación gratuita para todos los niños. En ningún país de América Latina existe asistencia médica para todos los niños por igual. En Cuba hubo una revolución que hizo justicia, que estableció la igualdad y la dignidad para todos los ciudadanos sin excepción. Es un país donde no se ve un niño de edad escolar vagando o pidiendo limosnas por las calles. Este es un país donde el ciento por ciento de los niños de la edad de ustedes, en la enseñanza primaria, asiste a la escuela y se gradúa de sexto grado. Este es un país, el único del hemisferio, incluyendo a Estados Unidos, donde el ciento por ciento de los niños ingresa en séptimo grado; un país donde el 99,5% de los adolescentes se gradúa de noveno grado. Este es un país en que prácticamente el ciento por ciento de los niños menores de cinco años reciben los beneficios de un plan de educación a través del programa Educa a tu hijo. Este es un país, el único en el hemisferio, que desde que el niño nace, tiene posibilidad de crecer sano, saludable, tener un litro de leche diario, la alimentación necesaria, y, en cuanto al estudio, transitar desde el preescolar hasta graduarse de doctor en ciencias, sin tener que gastar un solo centavo.

Veo a las más pequeñitas que son de primer grado, y les quiero hacer una preguntica. ¿Cuánto pagan ustedes por estudiar en esta escuela? (Le dicen que nada.) ¿Hay alguna que pague un centavo, que le cobren algo? (Le dicen que no.)

Ese es el país que ese monstruoso imperio quiere destruir, quiere hacer desaparecer del mapa, porque este país, este pueblo, ustedes, se han convertido en un ejemplo para el resto de los países de América Latina, que viven cada vez con más pobreza, más problemas y menos recursos para la educación y la salud; y ellos, que no quieren que cambie la vida de todos los países hermanos de América Latina y del Caribe, ni quieren que los gobiernos de esos países le puedan decir no a cualquier exigencia del imperio, no desean que exista Cuba como un faro, como una estrella.

Es absolutamente seguro que los demás países cambiarán, ya algunos están empezando a realizar cambios profundos, y no quieren, por ello, los amos actuales del mundo, que se cumpla aquel sueño martiano, aquella decisión, cuando expresaba que estaba dispuesto a morir sin patria ―de la que carecνa al estar ocupada por el poderoso ejιrcito colonial español― pero sin amo, y tener en su tumba un ramo de flores y una bandera. Hoy los cubanos tenemos patria; si debemos morir defendiéndola, moriríamos con patria y sin amo (Aplausos y exclamaciones).

El grupito de idiotas que se reunieron ayer en la Casa Blanca morirán de amargura, morirán de frustración y morirán hasta del asombro al contemplar cómo este país ha resistido 45 años de bloqueo, y se empeñan en prometer que tomarán un conjunto de medidas mágicas para derrotar a la Revolución Cubana; es decir, destruir la obra que la Revolución ha hecho en estos 45 años, destruir esta libertad, destruir esta alegría que vimos hoy, destruir este porvenir, destruir esta creciente y maravillosa cultura para todos los niños de Cuba, que hoy disfrutan y disfrutarán cada vez más con absoluta igualdad de oportunidades para desarrollar sus inteligencias, sus talentos y sus vocaciones tan lejos como sea posible alcanzar.

Esta lucha por la independencia y el porvenir de nuestro pueblo ha vivido largas etapas, durante casi un siglo, desde que comenzó la primera guerra en 1868 hasta la última batalla en que obtuvo su plena independencia, el Primero de Enero de 1959. Y alcanzó la libertad más grande que haya alcanzado ningún pueblo en el mundo, porque ningún pueblo del mundo ha podido decir ¡no! durante 45 años; ningún pueblo del mundo fue capaz de desafiar a esa gigantesca potencia y decirle ¡no! durante 45 años, decirle ¡no! hoy con más fuerza y seguridad que el primer día, y estar en disposición de decirle ¡no! 100 años más si fuera necesario, aunque no será necesario tanto tiempo, porque los que manejan ese monstruo insaciable e insostenible están encontrando la oposición creciente de los pueblos, incluso, y es muy importante, del propio pueblo norteamericano, cuyos antecesores proclamaron que a todos los seres humanos "el Creador" les había concedido sagrados derechos.

Cuando nosotros hablamos de imperialismo agresor, superpotencia imperialista, monstruo, no nos referimos ni nos referiremos jamás al pueblo norteamericano. Ese pueblo está constituido por decenas de millones, cientos de millones, ya casi 300 millones de personas que son como ustedes: niños, maestros, madres o padres, personas capaces de nobles sentimientos, nadie podría culparlos del sistema en que viven. Ese sistema es un producto de la historia, un producto de la evolución histórica de la sociedad humana que, a lo largo de miles de años de injusticia, ha derivado, ha degenerado hasta el actual sistema imperial globalizado, cada vez más insostenible, que hoy se impone al mundo.

Ustedes dirán, ¿y por qué en otros países de este hemisferio existen tantos millones de niños sin escuelas y tantas decenas de millones de niños pobres? ¿Por qué mueren tantas decenas de niños por cada 1 000 que nacen cada año? ¿Por qué hay tanta hambre? ¿Por qué hay tanta miseria? ¿Por qué hay tanta discriminación? ¿Por qué hay tantos problemas sociales? ¿Por qué hay niños descalzos? ¿Por qué aparecen todos los días, en cualquier capital, ejércitos de niños limpiando parabrisas, limpiando zapatos, pidiendo limosnas, a una edad en que deben estar en la escuela, estudiando quinto, sexto, séptimo, octavo grado? Sencillamente a causa de ese sistema de explotación, de saqueo de los pueblos, para que una exigua minoría disfrute de enormes privilegios.

Ustedes se preguntarán, ¿y será eternamente así? Les digo que no, que cada vez queda menos tiempo de vida a ese sistema de dominación, que los pueblos van tomando conciencia de tales injusticias, que los pueblos se rebelan cada vez más ante ellas y derrocan gobiernos con frecuencia creciente, muchas veces sin disparar un tiro.

En Bolivia, país hermano —ustedes lo han oído nombrar mucho, porque allí estuvo el Che luchando precisamente por la justicia, luchando por cambiar la vida atroz de los pueblos de América Latina—, un gobierno cayó sin que le dispararan un tiro. Ya son tan débiles los gobiernos y están en situaciones tan críticas, que hasta con un soplo caen.

Esas condiciones de injusticia dieron lugar a que en Argentina, de un soplo, cayeran dos gobiernos consecutivos. A consecuencia de esas injusticias, en otro gran país, un líder obrero, un tornero, que había aspirado tres veces anteriormente a la presidencia, obtuvo amplia victoria, cuando una considerable mayoría del pueblo le otorgó los votos. Tenemos el ejemplo del hermano pueblo de Venezuela, donde un proceso revolucionario muy profundo está desarrollándose.

Hay una situación de inestabilidad en casi todos los países de América Latina, utilizando métodos de gángsteres que laboran allá en la Casa Blanca fraguando crímenes contra Cuba; están nerviosos, experimentan temor, se desesperan, ante la realidad de más de 500 millones de habitantes que en este hemisferio se rebelan cada vez más por las insoportables condiciones de vida que padecen.

Yo les puedo asegurar que ese creciente sistema de saqueo no podrá durar mucho tiempo. ¿Y qué se le ocurre a la mafia imperialista terrorista? Apurarse, inventar, buscar aventureramente cómo pueden barrer el ejemplo de Cuba, faro de dignidad, de firmeza inconmovible, inapagable luz de resistencia heroica.

Hoy nuestro país dispone ya del mejor sistema de educación entre todos los países, posee el índice de mayor número de maestros por habitante y de menor número de alumnos por aula. No existe ya una sola escuela primaria con más de 30 alumnos por maestro y aula; el promedio nacional no llega a 20, y en la propia capital, que hace dos años era 37, es hoy de 18. Y todo a pesar del período especial y del bloqueo.

Hoy en la escuela secundaria, donde se está llevando a cabo un extraordinario y nuevo proceso educativo, tenemos un profesor cada 15 alumnos. Antes el sistema era un profesor que daba clases a un grupo con 40 ó 50 alumnos sobre una materia y después a varios grupos similares; al final, sumaban 200 ó 300 alumnos. No conocía, porque era imposible, el nombre de los alumnos; no tenía relaciones estrechas con la familia, que tanto puede contribuir y contribuye cada vez más en nuestro país a la educación de los niños.

Se están aplicando métodos nuevos, con el empleo de las técnicas más modernas, que multiplican los conocimientos que un alumno adquiere cada año.

Hoy ya nuestros niños empiezan a estudiar computación desde el preescolar. Hoy nuestros niños de primaria, con la doble sesión en todo el país, que ocupan un lugar cimero en el mundo en los conocimientos de lenguaje y de matemática, pienso que triplicarán sus conocimientos. Hoy los de secundaria, que antes no tenían la doble sesión, cuadruplicarán los conocimientos.

Si les cuento algo, ustedes no me creen. Muchas veces, en las primeras horas de la tarde, cuando el tiempo me lo permite, observo las clases por televisión, y recuerdo lo que me enseñaban cuando estaba en segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto grado, el lenguaje, las matemáticas, la geografía, la historia, etcétera, y me asombro de las cosas que se pueden aprender en media hora.

Ayer, precisamente, alrededor de las 2:00 de la tarde, estuve observando una teleclase de geografía, y les puedo asegurar que en apenas media hora aprendí algunas cosas sobre el planeta, sobre la Tierra: cómo era hace 350 millones de años, cómo era hace 300, cómo era hace 250, y así sucesivamente. Lo primero que aparece es una masa, como quien tira, por ejemplo, un puñado de tinta sobre una hoja y sale una mancha compacta. Toda la Tierra, toda, era como esa mancha hace 350 millones de años. Después van explicando y mostrando imágenes de cómo era en las sucesivas etapas, cómo se iba separando esa masa y surgiendo la configuración actual del planeta, todo ese mapa que ustedes pueden observar hoy de cada uno de los continentes.

Luego explican qué es la corteza terrestre, que rodea toda la tierra bajo la superficie del mar y en la tierra firme, qué era, cómo se formó el relieve de cada uno de los continentes, cómo surgieron las cordilleras, y con métodos técnicos hoy señalan el fondo del mar, sus valles, sus cordilleras, cómo se produce el movimiento de esa corteza a partir de lo que se llama el magma que ocupa el mayor volumen del planeta, o cómo surgió el Himalaya mediante esos movimientos, cómo se originan los volcanes, qué factores determinan los terremotos. Y en ese tiempo pude ver decenas de imágenes en colores, con todos los detalles, con explicaciones claras, ¡y cuánto me habría gustado estar ahora en séptimo, octavo y noveno grado!

Una vez más me asombré, una vez más experimenté felicidad al constatar las perspectivas del método que estamos aplicando en la educación de casi medio millón de estudiantes de nuestra secundaria básica. Seguimos trabajando activamente para que el suministro de una fuerte merienda al mediodía se extienda progresivamente a todas las secundarias del país. Esperamos que se alcance este objetivo al iniciarse el próximo curso escolar en septiembre del 2004, es decir, dentro de 8 ó 10 meses, una merienda que contiene el 41% de las proteínas que un niño de esa edad requiere, y, además, gratuitamente.

¿Qué puede pensar una persona digna, una persona seria, una persona decente, cuando lee un cable sobre los bandidos aquellos, discutiendo e ideando fórmulas para estrangular más a Cuba, para arreciar el bloqueo, para impedir todo esto, para impedir que los niños tengan cada vez más libros, cada vez más recursos docentes, cada vez más y mejores alimentos?

Quizás ignoraban totalmente que dos días antes de esa grotesca y cínica reunión del cacareado Comité yo sostenía un constructivo encuentro con más de 600 estudiantes y profesores procedentes de 239 universidades de Estados Unidos. Les puedo asegurar que aquellos jóvenes, que participaban de un programa que llaman Semestre en el Mar, con dos frecuencias cada año, impresionan por su calidad humana y su decencia. Es, sin duda, una juventud que emergerá de las universidades con más conocimiento del mundo y más cultura política. En los últimos años me he reunido e intercambiado con más de 4 000 de ellos.

Hubo, entre los presidentes de Estados Unidos en estos años de Revolución, quien se jactaba de haber leído un solo libro en toda su vida, y puede haber algún otro que haya leído solo dos o tres. Quizás lo más extraño de situaciones como estas es que personas con un poderío capaz de destruir el mundo en cuestión de horas —fíjense bien—, con un poderío capaz de destruir a todas las naciones del mundo en cuestión de horas, tengan menos cultura política —no hablo ya de sentimientos— que los alumnos de primaria de esta escuela "Marcelo Salado" (Aplausos). Y no exagero, ni incluyo a los maestros, porque nuestros maestros, en esta materia, son verdaderos sabios al lado de muchos de los que ostentan tan monstruoso poder carentes por completo de principios morales y éticos. La diferencia entre la verdad y la mentira no existe en absoluto para ellos.

Es la realidad de este mundo: un sistema globalizado e insostenible de explotación y saqueo de todos los pueblos del Tercer Mundo, que se rige por normas bárbaras y sin escrúpulo alguno. Por eso digo, al recordar los encuentros con los jóvenes estudiantes norteamericanos, que los verdugos que intenten un genocidio contra Cuba no solo tendrán que enfrentarse al valor de este pueblo, a la decisión de vencer o morir, a la decisión de continuar con más voluntad, decisión y experiencia que nunca la lucha en defensa de la patria y la Revolución, sino que tendrán que enfrentar al propio pueblo norteamericano, hacia el cual sentimos un creciente afecto.

Vale la pena recordar la gran batalla iniciada aquel 5 de diciembre, porque yo vine a la escuela el 6, y el día antes se iniciaba la lucha frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos por un millar de jóvenes de las brigadas científicas, quienes, concluida una reunión, marcharon hacia la Oficina de Intereses de Estados Unidos y desde un yipi pronunciaron las primeras denuncias.

No podemos olvidar cuántos meses duró aquella batalla, y cómo al final el 80% del pueblo norteamericano tomó conciencia de aquella gran injusticia y apoyó el regreso de aquel compañerito, cuya ausencia nos causó a todos, y al pueblo entero de Cuba, tanto dolor y tanta decisión de lucha.

Iniciamos una batalla difícil en medio de las mentiras y las calumnias contra nuestro país; pero estábamos decididos a ganarla, y la habríamos ganado, no le quepa duda a nadie. Nuestro pueblo habría ganado esa batalla sin violencia, a base de verdades, a base de argumentos, a base de razones, usando la posibilidad de trasmitir al mundo la verdad; y no solo la opinión pública de Estados Unidos mayoritariamente nos dio la razón, sino la opinión pública del mundo entero.

Ah, pero se había iniciado la batalla y era obvio que no podíamos detenernos en el momento en que se reparara aquella injusticia, porque lo importante, lo esencial, eran todas las causas que han originado tanto daño a nuestro pueblo, la pérdida de tantas vidas de hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos: los abusos, los crímenes, las amenazas, los bloqueos, los ataques mercenarios, los sabotajes, la guerra de la potencia más rica y poderosa del mundo contra una pequeña isla situada a 90 millas.

Ni pudieron impedir el desarrollo de la Revolución, ni pudieron impedir una obra humana que no tiene paralelo en la historia. Este es un país de honor, de vergüenza, que inició una lucha con elevados principios, a los cuales ha sido leal desde que iniciamos el primer combate contra la tiranía. El país que a lo largo de los 25 meses de guerra jamás humilló a un prisionero que depusiera las armas, jamás lo golpeó, jamás dejó de tratarlo con respeto, jamás dejó de atender a un herido, y a veces de forma preferente en casos de gravedad. Les entregábamos medicamentos, a pesar de que estábamos bloqueados en la Sierra Maestra.

No hay que olvidarse de la moral, no hay que olvidarse de los principios. Nuestros principios se han mantenido inconmovibles hasta hoy.

Cuando usted mira la televisión con noticias procedentes de Europa, cada vez que hay una huelga o conflicto social no observa otra cosa que hombres con escafandras y lanzando gases lacrimógenos, chorros potentes de agua, enormes caballos abalanzándose contra la gente y golpes de todo tipo a ciudadanos que protestan contra viejos y nuevos abusos. Nuestro país se puede dar el lujo de llamar como hay que llamar, tanto a los bandidos que han cometido infinidad de crímenes contra Cuba como a los hipócritas gobiernos europeos que son cómplices de Estados Unidos en sus agresiones a Cuba y amenazaron con quitar una "ayuda humanitaria" que no existía y no era más que una desvergonzada mentira que adquiría, además, el carácter de limosna.

Nos compraban alrededor de 500 millones de dólares y nosotros les comprábamos a ellos más de 1 500. Calculando conservadoramente las ganancias que obtenían del intercambio desigual con nosotros, recibían de Cuba no menos de 400 millones de dólares de ganancia. Las llamadas "ayudas humanitarias" eran discutidas durante años, y los representantes que discutían tales ayudas se hospedaban en los mejores hoteles, viajaban en las mejores líneas aéreas, gran parte del dinero se invertía en eso y además decidían qué había que hacer con la ayuda y cómo había que hacerlo.

Les confieso que, en general, la llamada "ayuda humanitaria" con que ellos tratan de lavar sus sucias conciencias de los siglos en que han estado saqueando al mundo y continúan saqueándolo, nosotros la recibíamos por educación, por cortesía, y no hemos necesitado de ninguna de esas ayudas, cifras miserables, para hacer todo lo que hemos hecho.

La proeza realizada en estos cuatro años de batalla de ideas la hemos hecho con nuestros recursos exclusivamente. Viene a ser apenas el 1% del gasto anual en divisas, y realmente se ha producido una profunda revolución en muchos aspectos de la vida que tendrán gran trascendencia.

¿Qué es lo que no quieren los bandidos, o los rufianes que elaboran la política contra Cuba, varios de ellos con una bochornosa historia de inmoralidades, de complicidad con la mafia terrorista de Miami? Sencillamente, no quieren, o están asustados —no se puede explicar de otra manera— por el prestigio creciente de Cuba. No tienen un puntico por dónde atacarla. Necesitan justificarlo todo sobre la base de mentiras y groseras calumnias.

Han llegado, incluso, a acusarnos de estar fabricando armas biológicas, a un país cuyos centros de investigación están dedicados por entero a investigar para la producción de medicamentos que salvan vidas, que han producido vacunas que protegen contra la enfermedad o la muerte a no se sabe cuántas personas en el mundo, que desarrollan nuevos medios y técnicas para enfrentar serios problemas de salud que hoy padece la humanidad; que posee los índices de SIDA más reducidos del mundo, que busca soluciones para la prevención o la cura de tumores malignos. Un país que avanza en muchas direcciones; un país que, a pesar de contar con servicios de salud que están por encima de los de cualquier otro país, está modificando, transformando y perfeccionando esos servicios que, inevitablemente, no solo nos pondrán por delante de Estados Unidos y de cualquier otro país industrializado, sino que en esa comparación les sacaremos tres pistas de ventaja. Imposible que puedan alcanzarnos. No lo soportan; la vanidad, el orgullo, la prepotencia les impide hacerlo. ¡Pues lo tendrán que soportar! ¡Se lo prometo en nombre del pueblo de Cuba! (Aplausos.)

¡Ah!, ponen grandes esperanzas —y ahí lo dicen los cables, entre otras muchas declaraciones cínicas— en que esto se resuelva pronto. ¡Ah!, sí, porque están calculando los segundos de vida que me queden, sin que los muy estúpidos recuerden que se trata de un dirigente revolucionario que ha tenido el privilegio de vivir los años que ha vivido, a pesar de los incontables planes de asesinato fraguados en Estados Unidos contra él.

Han tenido, además, la desgracia de que aparentemente tenga genes de longevidad (Aplausos). Vivo despreocupado y he vivido siempre despreocupado de las cuestiones de la vida o de la muerte. No se trata de una cuestión de valor ni mucho menos; yo sé bien de qué se trata. No he escrito una autobiografía, pero con lo que tengo almacenado de recuerdos casi podría llenar un edificio como este de discos compactos (Risas).

¿Y por qué digo que estoy tranquilo y cada vez más tranquilo? --se preguntarán algunos. Sencillamente porque esta Revolución no depende de un individuo, ni de dos, ni de tres. Pero en la Casa Blanca hablan como si supieran el día en que voy a morir. En matar se sabe que son expertos. ¿Tendré que cuidarme un poquito más para no facilitarles la tarea? Nadie sabe a cuántos han matado ya. Algún día se conocerá, cuando determinados documentos sean desclasificados o alguien lo revele. Pero mejor es no gastar tiempo en eso. Siempre ha sido así.

Uno de los asistentes a la histórica reunión declaró: "Vemos al régimen cada vez más frágil. Depende casi exclusivamente de la personalidad de una persona. Esa persona cada día tiene más años y su salud no luce tan bien."

Es para divertirse. Descubrir a estas horas que cada minuto que pasa una persona tiene más edad merece un Premio Nobel. ¡Y qué inmenso honor, qué enorme distinción! Es mucho más grande que la Estatua de la Libertad, esa que está a la entrada de Nueva York, el gigantesco monumento. Tengo miedo de que siga creciendo hasta tal grado que tope con la Luna el honor de atribuirle a un individuo ser el causante de sus frustraciones, sus fracasos, sus derrotas, del hecho insólito de que el superpoderoso imperio se haya estrellado contra las supuestas cualidades de un individuo, atribuyéndole lo que es fruto del espíritu indoblegable y el heroísmo extraordinario de su pueblo.

La prepotencia los ciega y la ira no les permite ver ni comprender lo que es hoy la antigua semicolonia donde el 90% de las personas eran analfabetas o semianalfabetas, contra cuya cultura se estrellan la insensatez, la impotencia y la ignorancia de los que dirigen al imperio.

A ese pueblo, durante más de medio siglo, le enseñaban que la independencia por la que tanto lucharon no era obra de Céspedes, Agramonte, Martí, Gómez, Maceo y tantas decenas de miles de extraordinarios combatientes, que no era fruto del patriotismo de un pueblo que cuando apenas contaba con algo más de un millón de habitantes —una parte de los cuales eran españoles, y donde los amos de las grandes plantaciones, cubanos de origen, eran proespañoles o proanexionistas—, y en medio de una sociedad esclavista, fue capaz de luchar durante 30 años contra fuerzas enemigas que alcanzaron la cifra de hasta 300 000 soldados. Creo, sinceramente, que ningún pueblo hizo semejante proeza. Y derrotada ya aquella decadente potencia española, el gobierno de Estados Unidos, con el mayor oportunismo del mundo y so pretexto de obra humanitaria, interviene con sus fuerzas en este país, lo ocupa durante cuatro años, se apodera de todas las riquezas y nos deja convertidos en una neocolonia bajo las cláusulas de una infame Enmienda impuesta a nuestra Constitución, que les daba derecho a intervenir e incluso ocupar permanentemente parte de nuestro territorio y mantenerlo ocupado a su antojo durante tiempo indefinido, como lo ocupan todavía en la base de Guantánamo, convertida hoy en una cárcel mundial violatoria de toda legalidad y de lo que ellos llaman derechos humanos. Sufrimos dolor cuando en el mundo se habla de esa horrible cárcel, que nada tiene que envidiar a los campos de concentración nazis.

Como consecuencia de aquella intervención, todavía mantienen por la fuerza esa base. Poseen en su propio territorio millones de kilómetros cuadrados. No hicieron allí esa cárcel; la hicieron aquí para humillar a Cuba.

Hay un montón de países reclamando que allí se encuentran ciudadanos suyos sin juicio ni garantía alguna, violando las más elementales normas internacionales.

Mientras esto ocurre, como ya expliqué, los cinco compañeros nuestros que observaban las actividades terroristas contra Cuba y corrían grandes riesgos para informar y prevenir a nuestro país de aquellos criminales hechos engendrados y dirigidos desde Estados Unidos, están sometidos a durísimo e inhumano trato en cárceles de alta seguridad, bajo condiciones humillantes, abusivas, extremadamente arbitrarias, que no sirven más que para multiplicar la admiración y el orgullo de nuestro pueblo al verlos mantener, indoblegables, sus principios revolucionarios y su dignidad.

Debieran mirar bien a esos jóvenes y comprender que aquí se van a encontrar a millones como ellos. A esta isla podrían lanzarle una lluvia de bombas nucleares, y no se rendirá jamás. Este es un país de historia heroica; un país donde cientos de miles de ciudadanos han cumplido misiones internacionalistas, que hoy poseen los conocimientos militares suficientes para convertirlo en infierno de cualquier invasor.

Iniciamos la lucha contra el ejército batistiano y sus fuerzas armadas, ascendentes a 85 000 hombres, con unos pocos fusiles, solo siete. Es bien conocida la historia, la dignidad, el patriotismo, la capacidad de nuestro pueblo para pensar, meditar, analizar y adaptarse a cualquier tipo de guerra. Vivimos incluso la experiencia de haber estado bajo la amenaza de cientos de proyectiles nucleares en el año 1962. No vimos, sin embargo, a un solo ciudadano perder el sueño ni inquietarse.

Este país cuenta con millones de combatientes y millones de armas, las que sabe muy bien cómo debe utilizarlas en caso de ser agredido. Sería conveniente que los sesudos estrategas de la política de amenazas, bloqueo, estrangulamiento y agresión a Cuba se sentaran unos minutos a meditar un poco cómo serían las cosas en este país, que tampoco es tan fácil de atacar por varias razones: saben que el precio sería impagable; saben que el pueblo norteamericano no lo justificaría nunca porque, a pesar de todas las mentiras y pretextos que puedan inventar para engañarlo, se opone cada vez más a las ilegalidades, arbitrariedades y guerras de conquista; saben que el pueblo norteamericano comprende cada vez mejor los disparates y las falsedades de ese gobierno. Y les advierto que los estoy tratando bien. La cantidad de elementos de juicio disponibles sería suficiente para marcarlos de forma indeleble ante la historia. ¡Todavía el muerto puede hacer más cosas antes de morirse!

Pero han dicho otro descarado disparate. Se reunió el grupito y un cretino declaró públicamente que no solo estaban haciendo todo lo necesario para que lo más rápidamente posible la Revolución cayera; que no se trataba únicamente de eso, sino de impedir a toda costa que cualquier otro dirigente revolucionario gobernara el país, que de eso se encargarían ellos, en clara referencia a una acción militar.

Parece que nos quieren traer a los de la mafia de Miami, quién sabe a qué demonios, a qué bandidos, a qué degenerados, como si se pudiera contar así con la posibilidad de gobernar a este indómito pueblo. Es que no lo saben, o fuman mariguana —no puedo entenderlo de otra forma—, o viven dándose tragos de cualquier mezcla de cosas.

Hablan como si se creyeran de verdad que esta Revolución se cae mañana, que este país no puede resistir. ¡No se dan cuenta de la causa, la realidad y la fuerza de la Revolución Cubana!

En nuestro país se cometen errores, no digo que no; y constantemente denuncio, advierto, exhorto a meditar, exijo rectificaciones. Nosotros conocemos muy bien a nuestra gente. El enemigo ignora que se encontrarán con millones de líderes; se encontrarán un pueblo entero convertido en líder, hasta los niños; se encontrarán una cultura política y revolucionaria como la que jamás ha tenido un país; se encontrarán que jamás hubo proceso político alguno con un apoyo mayor del que ha tenido esta Revolución.

Acabarán de comprender que no es sobre la base de la fuerza, ni de carros de bomberos, ni de hombres con escafandras, ni de gases lacrimógenos, ni con caballos de siete pies y golpes como se mantiene la tranquilidad en nuestro país, que cuenta con el récord insuperable de no haber usado jamás la fuerza contra el pueblo.

Ellos saben que eso es verdad, del mismo modo que saben que aquí jamás alguien ha sido torturado, que aquí jamás alguien ha sido víctima de un escuadrón de la muerte y que tales instituciones no existen; saben que jamás se han producido ejecuciones extrajudiciales; saben que jamás se ha cometido un asesinato político a lo largo de 45 años de la Revolución, lo cual constituirá un récord olímpico muy difícil de superar en los años venideros; saben que al crearse un motín en 1994, aquel 5 de agosto, no se movió un policía, ni un carro de bomberos o algo parecido, que fui personalmente allí, en el asiento delantero del yipi y, habiéndoles prohibido terminantemente a los nueve hombres que estaban conmigo usar las armas, bajé allí donde estaba un grupo de gente realmente amargada, bastante marginal, a los que desde Estados Unidos la radio subversiva oficial les había anunciado que vendrían a buscarlos en unos barcos. Cayeron en la provocación, estaban irritados y comenzaron a tirar piedras. No se movió nadie, porque lo primero que hice fue advertirles a las autoridades correspondientes que no enviaran allí ni un pelotón de soldados, ni de policías. Y al llegar donde estaban, el desorden cesó en fracción de segundos. Comenzó a salir gente de todas partes y los mismos tiradores de piedras empezaron a aplaudir. Caminamos hacia la entrada del puerto, era un río de gente, no se sabe de dónde salió, dimos la vuelta en el Malecón y caminamos por él largo trecho. Fue la única vez que en 45 años se desató un desorden. No hubo un disparo, no hubo gas lacrimógeno, no hubo un golpe, no hubo un herido. Es la fuerza de la moral, es la fuerza de la dignidad, es la fuerza de los principios. Es la primera vez que hablo en público de mi actividad personal en aquel episodio.

Tal vez por eso crean que a los 15 minutos de mi fallecimiento la Revolución se derrumba; ignoran o pretenden ignorar los millones de personas en este país que tienen conocimientos, que no son analfabetos, que saben de política más de lo que saben aquellos caballeros, mucho más, infinitamente más; que saben de la psicología humana, que saben del patriotismo tradicional de nuestro pueblo, que son capaces de hacer lo que aquellos heroicos compañeros hacen en el seno del monstruo, prisioneros del imperio; que saben que este país cuenta con cientos de miles de hombres que cumplieron voluntariamente peligrosas misiones internacionalistas en los lugares más difíciles, que hoy cuenta con 300 000 profesores y maestros, y que pedir docentes voluntarios para ir a educar a cualquier lugar del mundo tendría la respuesta de decenas de miles.

Cuando Nicaragua, se ofrecieron 30 000, y cuando allí asesinaron a uno o dos de ellos, se ofrecieron 100 000. Ese es este pueblo: maten a un cubano, y pidan voluntarios para ir a luchar; maten a un cubano, cometan una gran injusticia contra un cubano y tendrán millones de cubanos dispuestos a dar la vida, si es necesario, para exigir justicia o para dar respuesta a la injusticia.

Bandidos hubo aquí organizados por ellos, que costaron miles de vidas, terroristas de todas clases, y fueron los obreros y los campesinos de allí del Escambray, 10 000 obreros y campesinos, organizados en batallones, los que al final capturaron hasta el último bandido.

Asesinaron alfabetizadores como Manuel Ascunce, o maestros como Conrado Benítez; invadieron el país, bombardearon sorpresivamente y con aviones que llevaban insignias cubanas a nuestro pueblo, en medio de la campaña de alfabetización, la primera en el mundo de esa naturaleza que erradicó el analfabetismo en un año, y hoy cuenta con cientos de miles, alrededor de 800 000 profesionales universitarios, intelectuales, millones de técnicos medios, y todo un pueblo estudiando. Un país que ha universalizado la enseñanza superior, un país que lucha por una cultura general integral, un país de cuyos conocimientos obtendrá los ingresos que necesita para su desarrollo pleno y para ayudar a otros países.

Es conocido que en África, en el Caribe y en América Latina hay un elevadísimo número de médicos cumpliendo misiones en los lugares más difíciles. Ellos saben bien que Cuba, por ejemplo, atiende la salud de las tres cuartas partes de la población haitiana; ellos tienen batallones, aviones de bombardeo, tanques, misiles, ellos y otros han invadido a ese país más de una vez, pero ninguno le ha enviado nunca un médico, no pueden enviárselo. Paguen lo que paguen, Estados Unidos y Europa juntos no reunirían los cientos de médicos que hoy atienden a la población haitiana.

Este país ha creado un gran capital humano en todos los terrenos; ya mencioné la educación, puedo mencionar otras muchas cosas; mencioné los combatientes, mencioné los compatriotas solidarios que por cientos de miles, en los años de Revolución, han cumplido peligrosas misiones internacionalistas.

Ellos saben, o debieran saber, lo que es Cuba, para andar con tanta tontería y tantas idioteces; más vale que se dediquen a tomar whisky o a mezclar sus tragos con cualquier otra cosa, en vez de estar perdiendo el tiempo en esas reunioncitas de la Casa Blanca que no nos intimidan.

Deben saber, además, que nosotros hemos sido cuidadosos, hemos evitado retóricas, se las hemos dejado todas a ellos, pero si quieren discutir y quieren debatir, debieran buscarse varias corazas de aceros especiales para discutir, porque no tienen un argumento, no tienen una idea, no tienen moral, no tienen un punto de apoyo; esa es la verdad. Toda la bronca ahora, las amenazas, son para que no venga aquí ningún norteamericano, para que no viajen, para que no visiten a Cuba. No sé qué les daría esa furia. ¿Acaso la reunión, que fue la sexta, con esos estudiantes norteamericanos que procedían de 239 universidades? Y son muchachos inteligentes, no vayan a creer que se trataba de hijos de familias pobres; ese tipo de actividades cuestan, hay que pagarlas. Fue una magnífica iniciativa de la universidad norteamericana de Pittsburgh crear ese programa. Y en los recorridos para saber lo que pasa en el mundo, van representaciones de cientos de las mejores universidades de Estados Unidos. Por eso es preciso distinguir muy bien, ver. Aquella gente de la reunión en la Casa Blanca no se atrevería a reunirse con esos estudiantes norteamericanos.

Les sugiero que vayan y reúnan a los seiscientos y tantos estudiantes y profesores con los que me reuní durante cuatro horas en el Palacio de las Convenciones, y discutan con ellos si quieren saber lo que es el mundo, si quieren saber lo que es Cuba, y cuál es su impresión, y cómo este no es un pueblo de fanáticos, sino un pueblo de gente culta, civilizada; que este es tal vez el único país donde nunca se ha quemado una bandera norteamericana, una de las formas con que muchas personas desahogan su pasión o sus agravios, nunca lo ha hecho, porque se trata de una revolución educadora, una revolución de principios, una revolución basada en ideas, que no puede culpar al pueblo norteamericano de lo que hacen sus gobiernos contra nuestro país.

Ellos, en cambio, al parecer les echan la culpa a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a los que sufren, porque todas esas medidas para endurecer el bloqueo y otras, ¿qué objetivo buscan?

Ya les decía, ellos no tienen idea de cuánto es el apoyo del pueblo cubano a la Revolución, y nosotros lo conocemos milimétricamente. Llevamos cuatro años recogiendo estados de opinión cada día; vemos cómo han avanzado los conocimientos y la conciencia de nuestro pueblo en estos años, vemos cómo prosperan todos los programas, decenas y decenas de programas sociales, culturales, educacionales, artísticos.

Hace cuatro años no existían escuelas de instructores de arte, y cuando veía en la tarde de hoy a estas jóvenes profesoras artistas salidas de las escuelas, que es de donde único pueden salir los sentimientos y valores que nos hacen seres humanos, o los conocimientos que nos hacen productores y creadores, pensaba en el valor de contar hoy con 16 000 estudiantes seleccionados que estudian en las escuelas de instructores de arte, y que en los próximos ocho meses saldrán graduados ya los primeros.

Conocemos lo que hicieron los alumnos del tercer año de esa escuela en la UCI, una universidad nueva, el impacto que dejaron allí. De modo que no se resignan sus alumnos, ni se conforman con que les envíen otros instructores que no sean los 20 que estuvieron allí, y nuestro país en el próximo septiembre tendrá ya alrededor de 3 500; detrás de ellos, graduándose ellos, otros 16 000 continúan o inician estudios cuando entren los de primer año. Así que estaremos graduando no menos de
3 500 por año e ingresando más de 4 000, porque, si algunos no pudieron terminar, no vamos a ingresar solo 4 000; sabemos las capacidades disponibles, siempre estará llena la escuela.

Viendo lo que vimos hoy, es posible imaginarse perfectamente cuando haya 10 000 graduados, cuando haya 20 000.

Pero algo más: se le está dando apoyo e impulso al Instituto Superior de Arte. Allí se está invirtiendo, tiene gran prestigio y será uno de los mejores del mundo.

Hoy en nuestro país, en la capital por ejemplo, está la Escuela Nacional de Ballet, y 4 100 niños de familias humildes tienen, a solicitud de las familias, dos días a la semana en los que reciben clases de danza clásica impartidas por profesoras de danza catalogadas entre las mejores del mundo, a la vez que cerca de 300 alumnos están realizando allí estudios profesionales. La capacidad de la escuela es de 300. Y a pesar del bloqueo y de todas las porquerías imperialistas, un grupo de ómnibus van a distintos lugares a recoger a esos niños y niñas aficionados, a través de rutas escolares que tienen esos ómnibus, los recogen y los llevan con la mayor seguridad durante la semana. Y el costo, con el combustible caro, apenas alcanza los 30 000 dólares al año; es decir que ofrecer esa posibilidad a esos niños de cualquier familia, vivan en el municipio que vivan de la Ciudad de La Habana, costaría su transporte alrededor de solo siete dólares por niño al año, y la misma escuela para formar profesionales divulga y promueve a la vez conocimientos culturales y artísticos de gran valor.

Eso no existe en ningún otro lugar. A eso debieran dedicarse aquellos personajes, y a eso debieran dedicar el dinero, y no a genocidios y a hacer guerras de conquistas en busca de petróleo y otras materias primas que aspiran a controlar de manera absoluta.

Búsquese si hacen algo de esto. Analícese lo que pasa en los guetos de afronorteamericanos en Nueva York, o en las ciudades de la Florida, o en California, allí donde decenas de millones de personas carecen de recursos para la educación y la salud.

No hay un solo punto, no hay un solo ejemplo que puedan darle al mundo que sirva de comparación con la obra de esta Revolución. Sería comparar el infierno con el cielo.

Nos cabe el aliento y la satisfacción de haber estado construyendo un cielo para los pobres. Nos cabe la felicidad de haber estado cerrando para siempre las puertas del infierno para nuestros compatriotas (Aplausos). Nos cabe la felicidad de estar creando un modelo, nos cabe la felicidad de estar demostrando lo que el hombre es capaz de hacer; que la justicia es posible, que la inteligencia con que el hombre viene al mundo, bien cultivada, pudiera acercarse a resultados que hasta hoy en la historia de la humanidad han sido simple utopía. Nos cabe la satisfacción de la conversión de una utopía en realidad.

Es con ese ánimo con que leemos todos los cables asquerosos de esas repugnantes criaturas que se reúnen para fraguar criminales sueños. Cuando reciban la agradable noticia para ellos, y tranquila para mí, de que el modesto esfuerzo al que he dedicado mi vida haya concluido, millones de cubanos tan revolucionarios como nosotros y mucho más cultos y preparados que nosotros, un pueblo unido y aguerrido, llevará adelante la Revolución.

Veo, con toda claridad, por todas partes se demuestra, que hay que envidiar a esos niños de primer grado, de segundo y de tercero. Los años pasan, han pasado solo cuatro años de la batalla de ideas y hace falta casi una guía telefónica para enumerar las cosas que se han hecho, miles y miles de tareas y medidas para llevar a cabo los programas emprendidos.

Mencioné las escuelas donde estudian 16 000 instructores de arte, bien seleccionados. Podría mencionar la escuela formadora de enfermeras emergentes, cuando se presentó una escasez en la capital; podría mencionar la capacidad en cuatro escuelas de nueva creación para formar 7 200 trabajadores sociales cada año, y los 14 000 que hoy ya trabajan. Cuando se inició esa batalla no había nada de eso.

Podría mencionar fenómenos como el hecho de haber reducido a no más de 20 el número de alumnos de primaria por maestro; pudiera haber mencionado las 2 500 escuelas que tienen electricidad apoyándose en los paneles solares, y que no existe una sola que no tenga acceso a la electricidad para los medios audiovisuales, los televisores y las computadoras. Podrían mencionarse las obras que estamos haciendo por centenares y, si contamos las pequeñas, por miles, en los programas de salud que estamos llevando a cabo en este momento. Podrían mencionarse los 100 000 alumnos que están en las escuelas de formación integral de jóvenes. Nada de eso existía hace cuatro años.

Podríamos mencionar el estudio convertido en empleo y la reducción del desempleo a menos del 4%, lo que equivale técnicamente al pleno empleo, en instantes en que en el mundo hay una tremenda y creciente cifra de desempleo.

Podríamos mencionar la cantidad de libros que se han impreso, la cantidad de escuelas de pintura y otras actividades artísticas que se han construido y seguimos construyendo. Podría mencionarse el Canal Educativo, que es uno de los que más rating tiene en el país, y que dentro de tres o cuatro meses tendremos funcionando también en todo el país el segundo Canal Educativo.

Podríamos mencionar Universidad para Todos. Podríamos mencionar el ingreso de más de 100 000 estudiantes en los estudios superiores. Nada de eso existía hace cuatro años.

Podríamos mencionar el hecho de que hoy 29 000 médicos están estudiando en búsqueda de títulos científicos y que algunos miles de ellos están cumpliendo misiones internacionalistas en difíciles y duras condiciones, y aun allí siguen estudiando a través de nuevos métodos que hemos desarrollado, el video, el televisor, el empleo exhaustivo de esos medios, las computadoras y los programas interactivos de educación, que es lo que hace multiplicar esos conocimientos.

En tiempos no lejanos hablaremos ya no solo de 51 000 especialistas, entre ellos alrededor de 30 000 especialistas en medicina general integral, entre los casi 70 000 médicos con que contamos. Hablaremos de cientos de miles de médicos con títulos científicos. En nuestro país hay ya muchos más médicos per cápita que en Estados Unidos, muchos más maestros per cápita que en Estados Unidos; y, desde luego, no aparece apenas su aporte en el Producto Interno Bruto porque no es un producto comercial, sus servicios son absolutamente gratuitos.

Se desarrollarán también las actividades recreativas, culturales, artísticas, deportivas. Se llenará este país de escuelas y de museos.

Hoy mismo —estoy un poco retrasado— iremos a inaugurar un precioso museo en Cárdenas. Cárdenas ocupa un lugar destacado en el corazón del pueblo de Cuba, en el corazón de todos nosotros, porque aquí se inició esta batalla que tantos frutos está produciendo y que infinitos frutos estará llamada a producir en tiempo histórico récord, hacia la creación de la sociedad más justa de la Tierra. La obra de la Revolución, amasada con tantos sacrificios y con la sangre de tantas personas nobles, a lo largo de tanto tiempo, no deja lugar a la menor duda de que podrán desaparecer a la isla y a todos los seres vivientes de esta isla de la faz de la Tierra, pero no harán que Cuba ceda una pulgada a sus chantajes, a sus demandas estúpidas, a sus amenazas.

¡Háganlo si se atreven! ¡Desaparézcannos de la faz de la Tierra! (Aplausos.) Que lo que es probable que desaparezca, mucho más rápido de lo que creen, es este orden injusto, brutal, con que hoy oprimen y explotan cada vez más al mundo, sin esperanza alguna para el porvenir de una humanidad que en 150 años ha crecido seis veces, de 1 000 millones —según cálculos— a 6,3 miles de millones, y que en 50 años más serán 10 000 millones de personas, en un planeta que es destruido cada vez más, donde los recursos no renovables se despilfarran, la atmósfera, el aire y los mares son envenenados. De modo tal que podría demostrarse, matemáticamente, que la especie humana, con las armas criminales que se han desarrollado y aun sin ellas, con la destrucción de las condiciones naturales de vida, puede desaparecer; lo que no desaparecerá mientras haya conciencia y personas capaces de portarla, es la idea del deber de luchar para que la especie no perezca y, con ella, las maravillas que la inteligencia humana puede crear (Aplausos).

He tenido que expresarme en condiciones un poquito complejas, porque tengo a los adultos, tengo a la prensa, tengo a los niños. Pero, bueno, algo me consuela: sé que cualquiera de esos niños, ya desde el primer grado de la primaria, puede comprender muchas cosas de las que les he dicho.

Tengo la esperanza de que me perdonen de que hayan estado ahí sentados mucho tiempo, mientras ustedes están ansiosos de disfrutar de la merienda, de los helados y todas esas cosas que esperan a todos los niños de Cárdenas. Pero, como un proyecto de abogado que fui, me quiero defender recordándoles que fueron ustedes los que me exigieron que hablara (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel!"). Y yo les advertí que estaban corriendo un gran riesgo.

¡Viva la patria! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Viva la vida! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Viva la cultura! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Viva la educación! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Viva para siempre la obra y el ejemplo de nuestro pueblo! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Hasta la victoria siempre!

(Ovación).

Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado