Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL RESUMEN DEL ACTO CELEBRADO EN EL ESTADIO LATINOAMERICANO CON RELACION A LA BATALLA POR EL SEXTO GRADO, EL 20 DE NOVIEMBRE DE 1964

Fecha: 

20/11/1964

Compañeros maestros;

Compañeros trabajadores-estudiantes:

Este concepto, trabajador-estudiante, es un concepto nuevo en nuestra patria, es un concepto verdaderamente revolucionario.  La presencia de un número tan extraordinario de trabajadores, matriculados en los cursos de Educación Obrera y Campesina, que asisten a este acto en este estadio, es algo que si no se ha vivido, si no se tiene la oportunidad de vivir, no se creería.

Cuando llegamos aquí esta noche, recordamos otras ocasiones en que este estadio se ha llenado.  Recordábamos que este estadio no se llenaba fácilmente, y como campo deportivo o centro deportivo que es, se llenaban todas las gradas de este estadio cuando había un partido muy importante, cuando tenía lugar un evento que había despertado el interés de todo el pueblo, se podía decir el fanatismo de todo el pueblo.  Y al llegar esta noche nosotros, les expresábamos a algunos compañeros que nos preguntaban la opinión sobre el acto, yo les decía:  Veo que hay más público que en los juegos de pelota.

Y es que realmente habría parecido imposible que sucediera algo semejante, habría parecido imposible que una reunión de los trabajadores de la capital, que están participando de estos cursos, podría congregar un número tan elevado de ciudadanos.

Y si todavía existiesen en nuestro país personas que no entendiesen, que no comprendiesen, o no pudiesen saber qué significa la palabra revolución, qué es una revolución, bastaría que presenciaran esto de esta noche y meditaran un segundo siquiera, para que supieran, para que acabaran de saber qué es una revolución (APLAUSOS).

Porque esto, esto que estamos viendo, enseña mucho más que cualquier libro, demuestra mucho mejor que cualquier palabra qué es una revolución, y cómo los pueblos revolucionarios se transforman, cómo los pueblos hacen las revoluciones a la vez que las revoluciones hacen a los pueblos (APLAUSOS).  Porque el pueblo que comenzó a hacer la Revolución es este mismo pueblo de ahora, y, sin embargo, hay significativas diferencias; porque este pueblo que la Revolución va forjando, la misma Revolución que el pueblo hace, es un pueblo cuyo auge, cuyo avance, cuya educación, cuya conciencia, crece día a día.

Lo que está ocurriendo con millones de personas hoy día, es lo que en el pasado contadas familias aspiraban para sus hijos.  Lo que ocurre hoy con millones de personas, fue la aspiración o el sueño que millones de personas albergaron y que no pudieron realizar.

Por lo general los padres deseaban que sus hijos estudiasen.  ¿Por qué?  Porque preveían, pensaban, que el nivel de vida, la prosperidad, la felicidad de su hijo, estarían relacionados con sus conocimientos, con su capacidad.  Y los padres aspiraban a que los hijos estudiasen para que triunfasen en la vida.  Y es lógico, o era lógico —aunque no siempre exacto—, aquel pensamiento.  No siempre se triunfaba cuando se estudiaba.  No siempre alcanzaban el éxito los que estudiaban.  Muchas veces alcanzaban el éxito los inescrupulosos, muchas veces vivían mejor aquellos que ostentaban una serie de privilegios, o aquellos que se caracterizaban por una falta de moral, por una falta de principios.

Pero aun en aquellas circunstancias, aun en medio de aquella sociedad en que cada hombre era prácticamente un enemigo de los demás, en que cada hombre trataba de ascender aunque fuese pisoteando a los demás, aun en aquel medio los hombres que tenían oportunidad de adquirir una calificación técnica, los hombres que tenían oportunidad de adquirir una calificación universitaria, tenían muchas más posibilidades que aquellos que no aprendían a leer y a escribir, que aquellos que no pasaban de los primeros grados.  Hoy puede decirse con mucha más justicia que un pueblo que está dedicado todo al estudio es un pueblo que necesariamente tiene un magnífico porvenir, es un pueblo que inevitablemente tendrá un grandioso porvenir.

No se está hablando en este caso de un proyecto, de una idea; se está hablando de una realidad.  Y si se analizan los datos estadísticos, se podrá comprobar que posiblemente somos hoy, en cuanto a la educación, en cuanto a la educación masiva, en cuanto al estudio, posiblemente el primer país del mundo (APLAUSOS).

Al hablar de que en algo alcanzamos un sitio de honor, no lo decimos con un falso orgullo nacional, no lo decimos como una vanagloria; lo decimos como —si se quiere— una comparación, una palabra para dar idea de lo que el movimiento educacional ha avanzado en nuestra patria.  Y, sobre todo, para dar una idea de lo que los pueblos pueden hacer cuando son dueños de su destino, de lo que los pueblos pueden alcanzar a través de las revoluciones.

Nuestro pueblo es igual a los demás pueblos, pero la Revolución ha permitido que nuestro pueblo alcance estos éxitos, ha permitido esta meta, esta increíble meta de que, después de cinco años y medio de Revolución, es decir, cuando apenas han transcurrido unos pocos años desde el triunfo de la Revolución, se pueda afirmar que en nuestro país hay prácticamente una persona estudiando por cada tres personas, una persona estudiando sistemáticamente por cada tres habitantes.  Y estoy casi seguro de que en ningún otro sitio, en ningún otro instante, se ha alcanzado un auge tan extraordinario del estudio.

Es posible y ojalá que otros pueblos puedan hacer igual, ojalá que aún puedan hacer más.  Lo que importa no es que nosotros podamos declararnos campeones, sino lo que importa es que nuestro ejemplo sirva para estimular a los demás (APLAUSOS).

El compañero Ministro de Educación citaba números; hablaba de los 800 155 matriculados en estos cursos; hablaba del 1 300 000 alumnos que esperaban o habían matriculado ya en la enseñanza primaria.  Y añadía los estudiantes de los niveles medios y los estudiantes universitarios, para calcular que —en una cifra conservadora— el número total ascendía a unos 2 200 000 ciudadanos.

Y sin duda que esa cifra es conservadora; porque en esa cifra, por ejemplo, no están incluidos decenas de miles de alumnos o de jóvenes que estudian en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS); en esas cifras no estaban incluidas las personas que asisten a las antiguas escuelas nocturnas; en esas cifras no están incluidos algunos datos correspondientes a las regiones montañosas; en esas cifras no están incluidas las 10 000 campesinas de las montañas de Cuba que están estudiando también en la capital (APLAUSOS); en esas cifras no están incluidos los compañeros que estudian en las escuelas de instrucción revolucionaria de nuestro Partido (APLAUSOS); en esas cifras no están incluidos los miles de jóvenes que están estudiando en otros países amigos (APLAUSOS); en esas cifras, por último, no están incluidos los compañeros del Partido y de las organizaciones de masas, que en número cada vez mayor participan en los círculos de estudios que se están organizando a lo largo y ancho de la isla (APLAUSOS).  Es decir que las cifras rebasan ampliamente la citada por el compañero Hart de 2 200 000 personas.

Pero, además, no llamemos educación solamente a la instrucción primaria, o a la instrucción tecnológica, o a la instrucción universitaria, o a la instrucción política; hay que llamar también educación, por ejemplo, a la educación física, que es también parte esencial de la educación de un pueblo.  Si se analiza el número de personas que practican activamente los deportes en nuestro país, el auge tremendo de la educación física y los deportes, se verá que la educación tiene otras dimensiones.

Si se considera, por ejemplo, las actividades culturales, los cientos de instructores de arte que organizan grupos de aficionados de arte en toda la isla; si se analiza el incremento de las actividades culturales en general; si se analiza la función que hoy desempeñan en nuestro país la televisión, la radio y la prensa, que eran antes instrumentos de propaganda mercantilista.  Porque se abría un radio y una parte considerable del tiempo se empleaba en anuncios comerciales.  Pero no solo en anuncios comerciales; se empleaba en propugnar verdaderos vicios.  Por ejemplo, muchos de esos anuncios comerciales estaban relacionados con rifas, con loterías, con toda una serie de juegos de azar, que iban inculcando en muchos ciudadanos ese vicio que anula la voluntad, ese vicio que anula el esfuerzo, ese vicio que mata el espíritu de superación, que es el del juego, el de esperarlo todo no del esfuerzo, no del trabajo, no de la capacidad, sino del azar, de la suerte.

Y así, aquellos instrumentos de divulgación, aparte de que estaban al servicio de las ideas de los explotadores, de los causantes y los mantenedores de todos aquellos vicios, se empleaban no en educar al pueblo, sino en corromper al pueblo.

Es posible y es a la vez lógico, que nuestros órganos de divulgación no hayan alcanzado todavía el máximo nivel técnico.  Es posible y es lógico que no hayan alcanzado un máximo de eficacia, un máximo de perfeccionamiento.  En ese campo como en todos los demás, es mucho lo que debemos trabajar todavía.  Pero sin duda que hay hoy una gran diferencia, sin duda que hay hoy infinidad de programas que elevan el nivel cultural del pueblo, los conocimientos generales; programas para niños, programas que al mismo tiempo que distraen enseñan.  Cierto es, hay que reconocerlo, que todavía subsisten debilidades, subsisten deficiencias y que aún no hemos estado haciendo un pleno uso de todos esos medios.  Pero sí hay que admitir que todos esos órganos que antes estaban al servicio del engaño, de la mentira, de la explotación y de la corrupción, hoy forman parte también de los instrumentos y de los medios que amplían los conocimientos y la cultura de todo el pueblo.

El movimiento educacional es amplísimo y se apoya en todos los recursos de la Revolución, en todos los recursos del pueblo.  En general este movimiento ha adquirido una magnitud extraordinaria, pero ¿cómo seguir creciendo en magnitud?  No podrá ser en el mismo grado en que ha sido hasta hoy.  Porque en la medida en que nos acercamos a cifras verdaderamente límites en cuanto al número de personas estudiando, deberemos avanzar en otro sentido, debemos avanzar en el sentido de la calidad.  El gran esfuerzo en lo futuro deberá hacerse no en la magnitud, sino en la calidad de este movimiento educacional.

Naturalmente que el primer esfuerzo de todos en este sentido, fue la campaña de alfabetización.  Ni soñar siquiera en comenzar por donde estamos hoy.  Ni soñar siquiera al principio en universidades obreras, en facultades obreras, ni soñar en las enseñanzas secundarias, ni soñar en cursos de seguimiento.  Fue necesario empezar por lo primero, fue necesario empezar por la alfabetización.  A la vez que antes de comenzar por la educación de los adultos, fue necesario completar la educación de los niños.  Por orden de tiempo, lo primero que fue necesario resolver era el número de aulas y de maestros necesarios para todos los niños de Cuba.  Ese fue el primer paso.  Lógicamente, si habían cientos de miles de niños sin maestros y sin aulas, lo más perentorio y lo más urgente fue resolver esa primera necesidad.  Cuando esa primera necesidad fue resuelta, se presentó la segunda:  ¿Qué hacer con el millón y tantos de adultos que no habían podido aprender a leer ni a escribir?  Y entonces se organizó aquella histórica campaña de alfabetización que prácticamente erradicó en un año aquel vicio que venía sucediendo, aquel mal que había venido teniendo lugar a través de siglos.

Pero ya desde entonces se planteó la necesidad de no detenerse ahí, se planteó la necesidad del seguimiento.  Después de la alfabetización vino el seguimiento.  Pero si la alfabetización podía plantearse como tarea de un año, el seguimiento no podía plantearse como tarea de un año, no podía plantearse como un problema de tiempo.  El seguimiento es algo que no tiene límite de tiempo, el seguimiento es algo que no termina nunca; el seguimiento, en un sentido más amplio, es prácticamente un deber o una tarea de cada ciudadano durante toda la vida.  Porque no se trata solo de que el recién alfabetizado continúe estudiando, se trata también de que el recién graduado universitario no se puede conformar con el título obtenido y con las enseñanzas recibidas en la universidad.  El graduado universitario se ve en la necesidad de seguir estudiando después de graduado, se ve en la necesidad de seguir estudiando a través de toda la vida.

¿Por qué?  Por una serie de razones.  Porque, en primer lugar, el conocimiento humano y la experiencia humana se va acumulando a través de toda la vida, pero además, porque el conocimiento objetivamente considerado, los conocimientos que la humanidad alcanza en cada rama de la ciencia crecen día a día, cambian día a día.  Es posible que un graduado en el año 1920 de medicina, es decir un graduado del año 1920 en medicina que se hubiese conformado con lo que aprendió de medicina en el año 1920, o hasta el año 1920 en que se graduó, estaría completamente descalificado para atender a un paciente hoy día.  En los últimos 30 años, por ejemplo, las técnicas en la medicina han cambiado mucho, la cirugía ha obtenido grandes avances, la medicina preventiva y la medicina terapéutica.  Prácticamente los medicamentos que se usan hoy, en su inmensa mayoría, difieren enormemente de los medicamentos que se utilizaban en aquella fecha.

Pero lo que se puede decir del médico, se puede decir también de un ingeniero, se puede decir de un químico, se puede decir de un profesor de educación física, de un pedagogo, de un maestro; porque las ciencias constantemente están progresando, los conocimientos constantemente se van renovando y aun modificando; determinadas teorías son sustituidas por teorías nuevas, determinadas técnicas son sustituidas por técnicas nuevas.

Luego, el ser humano, la sociedad humana se ve en la necesidad vital de marchar al mismo ritmo que avanzan los conocimientos técnicos, los conocimientos científicos; la sociedad humana siente una necesidad vital en ese sentido.

Si se marcha al compás de la ciencia y de la técnica, se avanza hacia insospechables metas de progreso y de bienestar; si no se avanza al compás de la ciencia, de la técnica y de los conocimientos en general, el precio es el estancamiento, la pobreza, la escasez, la miseria.

¿Cuál es el problema fundamental de nuestro país?  Cuando en el pasado alguien quería explicar cuál era el problema fundamental de nuestro país decía:  “Bueno, no tenemos fábricas, no tenemos desarrollo industrial, no tenemos capital, no tenemos instrumentos de trabajo, somos un país semicolonializado, somos un país explotado por el imperialismo.”  Pero las razones aquellas podían ser más o menos comprendidas.

Hoy por hoy se puede decir algo que explica mejor que cualquier otro concepto las causas —no las causas mediatas, no las causas últimas, pero sí las causas inmediatas— pero, sobre todo, se puede decir algo que nos permite comprender mejor que nada que era lógica nuestra pobreza, nuestro estancamiento económico, nuestro desempleo creciente, nuestra pobreza creciente, y es bien sencillo:  en nuestro país, por ejemplo, de cada la trabajadores del campo nueve, hoy todavía, hoy, están por debajo de 3er grado, están de 3er grado hacia abajo.  No sé exactamente cuál es la situación en la ciudad, pero no es muy diferente, lógicamente había más desarrollo educacional en la ciudad pero no era muy diferente.

Y hay que ver lo que eso significa, que nueve de cada diez obreros en el campo y posiblemente seis o siete de cada diez trabajadores en la ciudad no rebasen los niveles del 3er grado.

Cuando no se posee un nivel ni de 3er grado, ¿qué se sabe?, ¿qué se conoce?, ¿qué técnica se puede aplicar?, ¿qué modo hay de resolver los problemas de la vida material?, ¿qué modo hay de resolver los problemas de las necesidades materiales de un país con esos niveles de educación?, ¿qué puede hacer un hombre con un 1er grado de educación?, ¿qué puede hacer un hombre con un 2do grado de educación?, ¿qué puede hacer un hombre con un 3er grado de educación?

En cierto sentido con un 1er grado, con un 2do o con un 3ro y aun con menos de un 1er grado se puede hacer mucho; en cierto sentido.  Muchos hombres, por ejemplo, que apenas sabían leer y escribir tenían el instinto de conocer las causas de los males de su país, tenían el sentido de la dignidad, tenían el sentido de la rebeldía, sentían la fuerza del deber en grado tal, que muchos de ellos dieron sus vidas en los campos de batalla y murieron por la Revolución (APLAUSOS).  Como combatiente, como revolucionario, se pueden hacer muchas cosas.  Un hombre sin esa preparación puede llegar a ser un héroe, puede llegar a muchas cosas, pero, ¿qué puede hacer ese hombre en el campo de la producción?  Bueno, un hombre con muy poco nivel puede llegar a adquirir ciertos conocimientos empíricos de la producción, pero no puede manejar un torno, no puede manejar una máquina medianamente complicada, no puede desarrollar una agricultura técnica.

Un hombre con un 1er grado, desde luego, puede llegar a aprender a manejar —digamos— un camión, pero vamos a poner el caso que teníamos de muchos hombres que eran analfabetos.  Si a este hombre analfabeto le enseñan a manejar un camión y sale a una carretera por primera vez y hay un letrero que dice:  “Por aquí se va a Santiago y por aquí se va a Holguín” ya no sabe qué hacer en la primera carretera que se encuentra, porque no es capaz siquiera de leer un letrero que le indica una dirección.

Un hombre analfabeto, o un hombre con niveles de 1er, 2do o 3er grados, que apenas sabe sumar, o multiplicar, o dividir, que apenas sabe escribir, que cuando escribe pues escribe mal, se expresa mal, que es difícil que se le pueda entender, ¿qué puede hacer en una época como esta en que prácticamente toda la producción, sobre todo la producción masiva, está regida por la ciencia, por la técnica, por las matemáticas, por la física, por la química, por la biología?, ¿qué puede hacer ese hombre?

Aun cuando nosotros hubiésemos tenido —una hipótesis— miles de fábricas, miles de máquinas eléctricas, miles de equipos modernísimos, cientos de laboratorios, ¿qué habríamos podido hacer con todo eso?  Si ahora mismo nosotros de repente, de la noche a la mañana, pudiésemos adquirir 100 fábricas, fábricas químicas, fábricas mecánicas, ¿qué podríamos hacer con ellas?  Si a nosotros nos regalaran miles de tornos, de tornos —digamos— automáticos, ¿qué podríamos hacer con ellos?  Si nosotros dispusiésemos de todos los fertilizantes, por ejemplo, en las cantidades que los deseásemos, ¿qué podríamos hacer con esos fertilizantes?, ¿qué podríamos hacer nosotros con nuestra tierra, aunque dispusiésemos de todas las máquinas, aunque dispusiésemos de todos los medios, si no conocemos las técnicas agrícolas?

Luego el problema, un problema esencial no es solo el problema de los instrumentos de trabajo, sino el problema de la capacidad técnica.  Nosotros, por ejemplo, necesitamos fertilizantes nitrogenados;  nosotros al triunfar la Revolución encontramos una fábrica de fertilizantes nitrogenados en construcción.  Bien.  Se ha pasado un gran trabajo, y solo al cabo de varios años echará a andar esa fábrica de fertilizantes químicos.  Nosotros hemos inaugurado una planta mecánica en Santa Clara, una magnífica planta, con magníficos equipos.  Bien.  No recuerdo exactamente la cifra, pero el número de obreros calificados y técnicos que necesita esa planta es aproximadamente tres veces superior al número de obreros calificados y técnicos que tenemos en esa planta.

Las necesidades de técnicos en la producción, las necesidades de técnicos en la agricultura son verdaderamente fabulosas.  Y ya hemos tenido experiencias de fábricas subutilizadas, fábricas utilizadas a menos del 50% de su capacidad, por falta de obreros calificados, por falta de capacidad técnica.  Y cada vez las fábricas, las industrias en general, cada vez más la producción necesita un porcentaje mayor de personal calificado.  Muchas veces cuando nosotros hemos preguntado en algunas oficinas por qué tienen tanto personal nos han contestado —en parte como un pretexto, y en parte con razón— que como no saben, tres tienen que hacer el trabajo de uno.  ¡Vaya solución esa!  Vaya solución, que donde 100 pueden hacer un trabajo administrativo tengamos que emplear 300.  ¡Vaya porvenir ese el de un país!, el que tenga que gastar tres veces más salarios para lograr la misma producción que podría lograr uno con más capacidad.

Cualquiera comprende que así no se eleva el estándar de vida de un pueblo; cualquiera comprende que así no se puede tener los bienes que necesitamos en la abundancia en que los necesitamos.  Porque si se cobra como tres o hay que gastar por tres, hay que pagar tres sueldos, para producir como uno, entonces nunca nos independizaríamos de la libreta, nunca nos libraríamos de la libreta, porque siempre la cantidad de bienes, la cantidad de productos estaría por debajo de la cantidad de dinero en circulación, de la cantidad de salario.

Y si un pueblo no supera esas deficiencias, si siempre ha de estar pagando tres sueldos, quiere decir que lo que produce uno hay que repartirlo entre tres; quiere decir que si no fuese así, si uno produjera como tres, o si uno produjera como diez, lo que le correspondería a cada trabajador sería incomparablemente más de lo que le corresponde si tenemos a tres trabajando como uno.

Y esto no se puede lograr sino capacitándose, sino estudiando.  El hombre, como fuerza bruta, puede hacer mucho sin duda, pero tiene un límite; es decir, un hombre, por su fuerza, por su energía personal, por su carácter, por su espíritu, por su entusiasmo, por su amor al trabajo, puede llegar a hacer tres veces lo que un hombre normal.  Tenemos el caso del compañero Reinaldo Castro (APLAUSOS)  que cortando caña corta tanto como tres buenos trabajadores cortadores de caña; y es un ejemplo extraordinario:  llega a cortar hasta más de 1 000 arrobas de caña en un día.  Esa es una cifra casi increíble.  Bien.  Pero ahí termina la fuerza del hombre.  Para rebasar ese límite hace falta entonces la máquina, y hace falta la técnica; si se quiere cortar tanto como 5 000, 6 000 u 8 000 arrobas por día hace falta la máquina, hace falta saber manejar la máquina; para que la máquina funcione bien, para que esté bien mantenida, para que sea reparada inmediatamente si sufre una rotura, necesita ya un mecánico.  Esto aparte de que una máquina debe ser diseñada por ingenieros mecánicos; los talleres de reparación deben ser organizados por ingenieros mecánicos.  Es decir, que una máquina requiere ya una serie de técnicos calificados, desde el que la maneja —que es posiblemente el que menos calificación necesite— hasta el que la repara, el que organiza los talleres.

Una máquina debe trabajar ya con una brigada, es decir, con un grupo de trabajadores.  Hace falta un hombre que dirija esa brigada, ¿un hombre de 1ro o 2do grado, que no sepa apenas sumar ni multiplicar ni dividir puede dirigir esa brigada?

Se necesita un hombre con más capacidad, con más conocimiento, con más preparación.  Se necesita una buena organización; para tener una buena organización se necesita saber calcular bien, saber prever y estimar adecuadamente una serie de factores; se necesita saber encontrar las fórmulas adecuadas.  Aquí muchas veces hemos recibido máquinas, pero las máquinas han funcionado al 50% de su capacidad, porque las máquinas necesitan mantenimiento, necesitan reparaciones, necesitan organización, y en todos esos factores constantemente nos estamos encontrando el límite de las posibilidades.

Pero no basta con que tengamos una buena máquina, un buen operador de la máquina, un buen jefe de brigada; no basta con que tengamos un buen taller, buenos mecánicos, buenos ingenieros.  No.  Si aquella caña está mal cultivada la máquina no funciona; si aquella caña es una caña de 30 000 arrobas por caballería aquella máquina rinde menos, aquel esfuerzo rinde menos; si aquella caña no está sembrada adecuadamente aquella máquina se traba; es decir que no basta con que la técnica progrese por un lado:  la técnica tiene que progresar también allí, donde se produce aquella caña.

Pero no basta con que haya buena caña, buenas máquinas, buenos operadores; está el central, está la industria.  Y, además, antes del central y después del central está el transporte; hace falta un buen sistema de transporte, una buena organización, y todos esos aspectos del proceso de llegar a producir una tonelada de azúcar, pues constantemente están planteando las necesidades de técnicos, constantemente están planteando la necesidad de la calificación.

Si nosotros nos resignamos a llegar hasta donde den nuestras propias fuerzas, nos tendríamos que resignar a que un hombre produjera siempre 300 arrobas de caña al día; si lográramos el milagro —y no veo cómo se puede lograr ese milagro— de que todos fuesen como Reinaldo Castro, entonces producirían tres veces más los cortadores de caña, pero de ahí no pasábamos.  Solo la técnica nos puede permitir rebasar esos límites.  ¿Hasta dónde?  No se sabe.

Actualmente hay fábricas automáticas que emplean una docena de hombres e incluso menos hombres, donde en otros tiempos se empleaban cientos, y a veces miles de hombres.

¿Qué ocurre en el capitalismo?  En el capitalismo ocurre que los trabajadores tienen que estar luchando contra las máquinas, los trabajadores tienen que estar luchando contra la técnica.  ¿Por qué?  Porque la técnica los deja sin trabajo, la técnica los desplaza, la técnica crea el desempleo; la automatización es vista por los trabajadores de los países capitalistas como un terrible enemigo, porque dicen:  “¿Cómo es eso?  Aquí trabajamos 500.  Si lo que nosotros hacemos lo pueden hacer 12 trabajadores, ¿de qué vamos a vivir nosotros?”  Y entonces tienen que vivir de un subsidio, de una limosna, de un seguro para los desempleados, que es lo que inventan los capitalistas para poder automatizar, para poder introducir la técnica.

Pero ustedes saben que, por ejemplo, en nuestro país se decía que si el azúcar se despachara a granel nos ahorraríamos muchas divisas en sacos y además nos ahorraríamos muchos hombres y mucho costo en el embarque del azúcar.  Pero era imposible; si había cientos de miles de desempleados; los obreros portuarios jamás habrían estado de acuerdo con que se estableciese el embarque de azúcar a granel; igualmente, habrían estado contra la mecanización de los puertos.  Igualmente, los tabacaleros estaban contra la introducción de las máquinas de hacer tabaco, porque todo el tabaco se elaboraba a mano; una máquina podía hacer el trabajo de decenas, quizás de cientos de obreros.  Cualquier compañero tabacalero debe saber mejor que yo cuántos.  Pero tengo entendido que fabricaba por muchos obreros una máquina de hacer tabacos; los tabacaleros se oponían a la introducción de la máquina del tabaco.

Cuando en el transporte se hablaba de ahorrar o disminuir la empleomanía, se hablaba de suspender, por ejemplo, al conductor, pues se encontraba la resistencia justificada de los obreros del transporte.  Y si alguien hubiese hablado de introducir una máquina de cortar caña, ¡lo linchan!, ¡lo habrían linchado en este país!  Porque los obreros habrían visto aquella máquina como una enemiga, una verdadera enemiga, habrían visto que aquella máquina significaba hambre para él y para su familia.

¿Cuál es nuestra situación?  ¿Vemos acaso la máquina como una enemiga?  ¡No!  ¿Cómo vemos en las condiciones del socialismo la técnica y la máquina?  Vemos la técnica y la máquina como el gran recurso, como el gran instrumento de progreso del país, de elevación del estándar de vida; vemos en la máquina de cortar caña la posibilidad de poder llegar a producir 10 millones de toneladas de azúcar.  Vemos en una máquina cosechadora de algodón la posibilidad de elevar nuestra producción de tejidos.  Vemos en cualquier máquina una solución, un remedio.

¿Por qué?  Porque en el socialismo no hay contradicción social entre los propietarios de las máquinas, los propietarios de las fábricas y los trabajadores.  En el socialismo, trabajador y dueño es la misma cosa (APLAUSOS); en el socialismo, trabajador y propietario es la misma cosa (APLAUSOS).

Carlos Marx les decía a los capitalistas:  “Vosotros nos queréis acusar de querer abolir la propiedad privada, pero la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de la población, y solo puede existir para la otra décima parte, a condición de que no exista para los demás trabajadores.”  En realidad, en cierto sentido el socialismo liquida, el socialismo suprime la propiedad sobre los medios de producción, la propiedad de los centrales azucareros, de las líneas de transporte, de las fábricas; el socialismo no suprime las propiedades personales, ni la propiedad del pequeño agricultor, pero en general la gran propiedad queda abolida en el socialismo.

En cierto sentido abolimos la propiedad, pero en otro sentido establecemos, creamos propiedad.  Queda abolida la propiedad individual sobre los medios de producción, sobre las fábricas, pero de hecho todo el pueblo se vuelve propietario, todo el pueblo se convierte en dueño de los medios de producción y del fruto de su trabajo.

¿Qué problemas hoy se plantea el ciudadano?  El ciudadano quiere que haya más zapatos, el ciudadano quiere que haya más leche, más carne, más pescado, más alimentos, más ropa, más casas; es decir, el ciudadano sabe hoy que si se produce más leche, esa leche va al pueblo; sabe que si se produce más ropa, más zapatos, más bienes en general, esos bienes van al pueblo.  Es decir, que la preocupación de cada ciudadano hoy es que haya más, la preocupación de cada ciudadano hoy no es que deje de introducirse una máquina sino que se introduzcan todas las máquinas y todas las técnicas posibles para que haya más, porque si hay más sabe que le va a tocar más, sabe que va a recibir más (APLAUSOS).

Por ejemplo, un solo ejemplo, muy corriente:  si preguntamos cuántos necesitan una casa o cuántos necesitan una mejor de la que tienen, si lo pregunto estoy seguro de que aquí todo el mundo diría:  “Yo necesito una casa.”  ¿Hay alguno que no la necesite aquí?  (EXCLAMACIONES.)  Porque el que vive en un cuarto quiere una casa de dos o de tres habitaciones; el que tiene una casa de dos o tres habitaciones, pero es un poco vieja, desea una casa más nueva.  Y, en fin, prácticamente no hay ciudadano apenas que no tenga necesidad de algo en materia de viviendas.  Y cuando no lo necesita para él la quiere para la hija que se va a casar, o la quiere para el hijo que se va a casar y la madre no quiere que la novia vaya a vivir a casa de la suegra.  Y, en fin, quien no la necesita para sí, la necesita o la desea para alguien.

Claro, que si nos remontamos hacia atrás vemos que estos no son los problemas de antes; en otro sentido ya cuando, por ejemplo, cumpla el quinto año, dentro de algunos meses, dentro de un año aproximadamente de establecida, de decretada la Ley de Reforma Urbana, pues, muchas familias se liberarán del pago de los alquileres.  Y, desde luego, eso de liberarse del pago de los alquileres posiblemente fue una de las cosas que más deseaba cualquier familia, porque ningún dinero dolía tanto como aquel dinero que tenía que estar pagando todos los meses por los alquileres.

Claro que ya esas cosas no preocupan, ya no preocupan esas cosas; hoy preocupan otras cosas, pero les decía este ejemplo.  Las necesidades de viviendas son enormes, no solo las actuales, las necesidades futuras.  En el congreso de los constructores se plantearon las necesidades de viviendas no solo para ahora, sino para el año 1970, para el año 1980, el año 1990 y el año creo que 2000.

Claro está que las necesidades del año 2000 no les preocupan tanto a la gente; les preocupan las necesidades de ahora, y a algunos del año que viene.  Y me he encontrado a algunas personas que me han dicho:  “Yo he pedido una casa, pero ¿sabe cuándo me toca?, dentro de cinco años, porque en el escalafón tengo no sé qué número...”

Si, por ejemplo, desarrollamos la industria de los materiales básicos para la construcción y mecanizamos la construcción, el mismo número de obreros que hoy construye un número de casas podría construir diez, quince y veinte veces más casas.  Ahora nosotros nos preguntamos:  ¿Cómo resolvemos en este país el problema de la vivienda para todas las necesidades, si no mecanizamos la construcción, si no tecnificamos la construcción, si no llegamos a tener 20, 30 ó 40 fábricas de casas?  No hay otro camino, no hay otro camino.

Les citaba este ejemplo porque tenemos necesidades de muchas cosas, pero hay que tener siempre presente, siempre muy presente, que solo hay un camino para tener esas cosas, que es la técnica, que es la capacitación técnica y, por supuesto, el trabajo.  Hay ciudadanos a veces que cuando necesitan una casa se desesperan y dicen:  “El médico me lo mandó, porque no me asienta bien aquel lugar, porque somos tantos de familia, porque estamos todos en un cuarto, necesitamos una casa.”

Pero a lo mejor el esposo de la señora que pide la casa es uno de los que hacen casas.  Es posible que la señora que pide la casa cuando se encuentra con su esposo no lo urge tan apremiantemente para que ponga 500 ladrillos más en cada jornada de trabajo.  Con toda seguridad que si la señora que necesita una casa tiene un primo que trabaja en la construcción y ve que el primo está trabajando “matando el tiempo”, no se detiene allí donde está el primo y le dice:  “Oye, si tú sigues poniendo ladrillos a ese ritmo, más nunca voy a tener yo una casa”  (APLAUSOS).

Por lo general, cada uno produce algo y cada uno quiere algo que casi nunca es lo que produce.  El que trabaja en la fábrica textil quiere más zapatos; el que trabaja en la fábrica de zapatos quiere más ropa; el que ordeña las vacas quiere más ropa y más zapatos y el que hace la ropa y los zapatos quiere más leche.  A la vez, el que está sembrando vianda allá, quiere jabón, quiere ropa, quiere zapatos, quiere medicinas, quiere de todo; el que está produciendo ropa, zapatos, medicinas y lo otro, quiere vianda.  Y cada uno quiere muchas cosas y produce algo.

y una buena fórmula sería que cada vez que alguien piense en su trabajo, piense en ese algo que produce, le pase por su mente la idea de que eso que él está produciendo hay muchos que lo desean y piden más, igual que él pide más de otras muchas cosas; y que si él quiere que alguna vez haya mucho de todas las cosas, hay un remedio:  ¡Que cada cual haga más de cada cosa que hace!  (APLAUSOS.)  El que produce leche, el que produce carne, el que produce pescado, el que produce viandas, el que produce ropa, el que produce zapatos, el que produce casas, el que produce medicinas; en fin, todos los que producen algo, piensen que ese es el único camino.  “¿Cómo yo me capacito, cómo yo puedo producir más leche?”, debe decir el lechero.  “¿Cómo puedo yo producir más viandas?”, debe decir el obrero agrícola.  “¿Cómo puedo producir yo más zapatos, mas tejidos...?”

Y, desde luego, que todo está relacionado, porque si no hay más vacas no habrá más cuero para los zapatos; y si no hay más algodón, allí en el campo, no habrá más hilo para los tejidos.  Y, así, toda la producción está relacionada.

Pero, qué bueno que cada ciudadano pensara qué es lo que debe hacer, cuál es su deber, y tomar ese deber con la misma angustia que muestra cuando pide algo para él, cuando necesita algo para él.

Hoy mismo, precisamente, me ocurre una experiencia.  Pasaba por un pueblito donde hay una lechería por allí, unas vacas...  Y, entonces, en el pueblito nosotros habíamos dicho a los compañeros de esa lechería     —porque había unas vacas nuevas que habían llegado allí— que distribuyeran aquella leche en el pueblo que seguramente tendría algunas necesidades, ya que allí se había puesto que el centro distribuyera la leche en aquel pueblo.  Pasamos por el pueblo, pregunté por la leche, algunos me dijeron:  “Bueno, la leche, hay tal problema de frío, algunas dificultades.”  Y conversando, hay una señora que quiere hablar, y me dice algo, yo me detengo y me dice:  “Oigame, ¿por qué es que no hacen los paquetes más chiquitos?”  Digo:  ¿Qué paquetes?  “Bueno, los paquetes de los comercios, porque yo soy una empleada de comercio y los paquetes vienen de 300 libras aquí, pesan mucho.”

Y yo digo:  Esta señora tiene razón, pero, ¿por qué me lo dirá a mí?  ¿No será mejor que se lo diga al del MINCIN cuando llegue allí, al jefe de la regional, al otro y le razone?

Pues le debe decir a los que organizan los paquetes, a los que hacen los paquetes y a los otros:  “Oigame, usted que hace paquetes, no se olvide que yo, que soy una mujer que peso 110 libras, no puedo cargar un paquete de 300 libras.”  Y a su vez el que está haciendo el paquete de 300 libras, que a lo mejor es un hombre muy fuerte, a lo mejor se ha llevado una medalla en un levantamiento de pesas, piense que allí hay una mujer de 110 libras que solo puede cargar 50 libras cuando más.

Bueno, me acordaba de este ejemplo, porque muchas veces cuando alguien me plantea esos problemas de casas, yo pienso igual.

Y no es que uno no comprenda, uno comprende que quien tiene una necesidad, a quien tiene una necesidad no se le puede andar razonando, no se le puede andar filosofando, no se le puede andar argumentando, porque después que usted le argumente muchas cosas y le razone muchas cosas, aunque usted tenga la mayor razón del mundo, el individuo sigue sin la cosa que quiere, sigue sin la casa.  Y uno mismo se dice con un sentido práctico:  ¿Cómo yo me voy a poner a argumentarle, si al fin y al cabo él lo que siente más fuertemente que nada es la necesidad de la casa, porque tiene un problema tremendo?  Uno lo comprende, pero eso tiene que comprenderlo todo el mundo.

Y es necesario que en el trabajo empleemos el mismo énfasis, la misma angustia por hacer las cosas, que empleamos cuando pedimos las cosas, cuando necesitamos las cosas (APLAUSOS).

Seguramente que cuando un trabajador, digamos, que produce algo —carne, o leche, o algo— tiene un familiar enfermo y necesita el médico, o tiene un accidente y pide una ambulancia, y quiere que la ambulancia vaya a toda velocidad, y las ambulancias van a toda velocidad hacia el hospital; y desea que el médico esté rápidamente, que ese médico le preste toda la atención a ese familiar suyo, que lo atienda y le salve la vida, porque si se pierden unos minutos se puede perder la vida; y cualquiera piensa que en ese momento el chofer de la ambulancia debe correr, el médico debe correr también, el enfermero, todo el mundo debe correr, y si no corren puede perder la vida aquel ser querido.

Pues de la misma manera que pedimos de los demás, que exigimos de los demás, de la misma manera que si vamos a una cafetería, a un restaurante, deseamos que nos atiendan pronto y bien, y finamente, y no nos echen la comida encima, y si vamos a una tienda no nos hagan hacer una cola muy larga, de la misma manera, cuando les estamos prestando un servicio a los demás y cuando estamos trabajando con los demás, debemos desear hacer las cosas con toda premura, con toda urgencia y con toda perfección.

Porque muchas personas exigen mucho y dan muy poco.  Y a los exigentes lo primero que hay que preguntarles es:  Oigame, ¿usted da tanto como exige?  Porque si aquí todo el mundo diera tanto como exige todos los problemas estarían resueltos (APLAUSOS).

La fórmula social justa es que cada cual dé tanto de sí como desea que los demás den para él.  Y si ese principio elemental se cumpliera y cada cual lo cumpliera en su trabajo, ¡qué bien marcharíamos!  No es que no vayamos a marchar bien, vamos a marchar bien de todas maneras, porque la voluntad de los que tienen conciencia será siempre más poderosa que la voluntad de los inconscientes o que la flojera de los inconscientes (APLAUSOS).  La fuerza y la moral de los que comprenden se impondrá sobre la invalidez de los ignorantes y los que no comprenden.

Es decir que no hay la menor duda de que —con trabajo, sí, porque nada se logra sin trabajo— luchando muy duramente iremos marchando cada vez mejor, tendremos cada vez más una masa de trabajadores capacitados y conscientes.

Naturalmente que este tema, o estos razonamientos, se apartan un poquito si se quiere de las cuestiones que estábamos hablando de la educación obrero-campesina.  Pero en cierto sentido cuando meditamos sobre estas cuestiones también estamos aprendiendo y también nos estamos educando.  Se me había olvidado que también la tribuna es una manera de utilizarla para mejorar; es decir que antes la tribuna se utilizaba para estar haciendo demagogia y politiquería, y hoy se usa para discutir los problemas del país (APLAUSOS).

Bien, volviendo al tema de la educación obrera y campesina.  Decía que lo esencial es la calidad de ahora en adelante; en favor de la calidad se ha estado trabajando.  Claro está que para llenar todas las necesidades de maestros, aun cuando había 10 000 maestros al triunfo de la Revolución sin aulas, no fueron suficientes esos 10 000 maestros; fue necesario organizar cursos especiales, convertir a muchos estudiantes en maestros, convertir a trabajadores en maestros.  Y eso no fue suficiente.

Cuando se presentó el problema de la educación obrero-campesina, pues participaron varios miles de los maestros de instrucción primaria, pero se incorporaron además muchos maestros aficionados.  Pero aún eso no bastaba.  Y los compañeros que han estado responsabilizados con la educación obrero-campesina idearon otro tipo de maestro, que tengo entendido que lo llaman el trabajador-maestro.  Cuando creció el número de obreros estudiando se plantearon cómo resolver eso, y lo resolvieron de una manera muy correcta.  Y ojalá que muchas cosas siempre las resolvamos así, de manera tan correcta.

¿Qué se les ocurrió?  No había más maestros, no había de dónde sacar el personal, entonces idearon utilizar a aquellos trabajadores más conscientes y con más nivel de educación para que dieran las clases a los obreros que estaban en niveles inferiores.  Y así pudieron resolver el problema; extrayendo los maestros de entre los propios trabajadores, sin abandonar la producción, resolvieron las nuevas necesidades de maestros que se plantearon cuando aumentó el número de trabajadores estudiando.  Esa fue una solución buena, una solución revolucionaria, una solución de masa.

Este movimiento de estudio con los trabajadores tiene algo también muy interesante.  Y es que prácticamente han resuelto todos los problemas, improvisando aulas, utilizando desechos de material para resolver los problemas de las pizarras, los problemas de los asientos.

Cuando se pregunta:  ¿Cuánto costó todo eso?  Pues es casi increíble.  Se han puesto a estudiar cientos de miles de trabajadores sin haber hecho prácticamente una inversión en un local nuevo, utilizando salones, utilizando espacios en las fábricas.  Porque prácticamente tuvieron que hacer todo, hasta las pizarras las hicieron no sé con qué materiales ahí; y han hecho las pizarras, y han hecho los asientos, lo han hecho todo.  Cientos de miles de trabajadores estudiando prácticamente con los mismos recursos que estaban ahí.  Fue suficiente el espíritu de los trabajadores, la iniciativa de los trabajadores, la iniciativa de las masas, el espíritu creador y emprendedor de las masas.  Esa palabra la oímos a cada rato:  las masas, y las masas hacen la historia, y las masas resuelven.  Pues sí, ese es un magnífico ejemplo.

Estoy seguro de que si se hubiese ido a buscar una solución burocrática a ese problema, cuatro burócratas se habrían sentado detrás de un escritorio, habrían empezado a echar números —porque a veces, parece mentira, el saber se emplea muy mal—, y se habrían puesto a echar números, y más números, y habrían dicho:  Bueno, para tener      800 000 trabajadores estudiando, necesitamos tanto, más cuanto, más requetecuanto, ¡treinta mil aulas!  Tantos millones, cientos de millones de presupuesto, tanto de cemento, tanta cabilla; además, hay que importar 200 000 pizarras, tantos millones de pies de madera para hacer bancos; tanto de esto, tanto de lo otro.  Total:  500 millones de pesos; 10 años para hacerlo.  Y de ahí empezar a discutir con el Ministerio de Obras Públicas, con el otro, con el otro, y con el de más acá y el de más allá.  Pues es increíble.

Sabemos que hay cientos de miles de trabajadores estudiando, y se ha resuelto con lo que había, se resolvió de una manera revolucionaria, se resolvió de acuerdo con un espíritu de masa, fue una solución de masa; las masas resolvieron.  Por suerte no fueron los burócratas los que resolvieron el problema, porque, si no, ni tendríamos cientos de miles, habría...  bueno, no habría nada.  Los burócratas hacen mucho número y cuestan mucho dinero.  Y lo curioso es que muchas veces invocando la necesidad de ahorrar y todas esas razones.

Hay que entender las cosas bien.  Esto no quiere decir —y siempre hay que estar haciendo aclaraciones— que todos los problemas haya que resolverlos así, o que haya que abolir los números y que...  No, no, no quiere decir eso el poner un ejemplo de cómo las masas resuelven un problema cuando pueden, de cuántas riquezas, cuántas iniciativas, cuántas soluciones posibles hay.  Y así es como se han resuelto estas cuestiones.

¿,Y por qué se resolvió así?  ¡Ah!  Porque los compañeros del ministerio y los compañeros de los sindicatos trabajaron con espíritu de masas.  Es decir, que si los compañeros que estaban responsabilizados hubieran actuado con espíritu burocrático, no resolvían nada.  Y, sin embargo, han resuelto.



Bien, encontraron soluciones para los materiales, para los maestros; encontraron, inventaron y resolvieron.

No podíamos ponernos a esperar a que tuviéramos 30 000 maestros;  porque si nos ponemos a esperar que tuviéramos 30 000 maestros, perdíamos 10 años.  Esos 30 000 maestros los vamos a tener; pero los vamos a tener, sobre todo, para toda esa población infantil que crece, los vamos a tener para esa población infantil que se incrementa, los vamos a tener para poder dar oportunidad a que los actuales maestros de primaria se superen y enseñen en las escuelas secundarias, y los maestros de secundaria se superen y enseñen en las preuniversitarias y en los institutos tecnológicos.  Estamos trabajando intensamente en eso.

Por ejemplo, de 6 000 a 7 000 jóvenes ingresan en las Minas del Frío todos los años para hacerse maestros.  Y ya el año que viene unos 1 000 nuevos maestros graduados saldrán del Instituto Pedagógico “Makarenko” (APLAUSOS), después de recibir una preparación esmerada.  De manera que, dentro de algunos meses:  1 000 nuevos maestros.  Es decir, el primer contingente de las escuelas de maestros de los planes revolucionarios.  El otro, saldrán otros 1 000.  Pero un poco más adelante ya no saldrán de 1 000 en 1 000; saldrán de 2 000 en 2 000, de 3 000 en   3 000; y un poquitico más adelante saldrán de 5 000 en 5 000.  Es decir, ¡qué magnífica cosa!

Y no estamos muy lejos.  Porque ya en el primer curso de Topes de Collantes ingresan, por lo menos, entre 4 000 y 5 000 alumnos (ALGUIEN LE DICE:  “Tres mil quinientos”)  ¿Cuánto?  Dicen que son menos.  Se habrá quedado por el camino un buen poco, porque ingresaron cinco mil y tantos.  Pero, bien, esto es señal de que están exigiendo allí.

Es decir, de este primer grupo, ¿cuántos ingresaron en ese curso?  (LE DICEN ALGO DEL PUBLICO)  Ingresaron unos 6 000; se quedaron unos 5 000; y llegaron a unos 3 500.  Luego, tenemos que ingresar 10 000; si no, no llegamos a los 5 000.  No quedará más remedio.  Se hace un esfuerzo grande, y si no es suficiente tendremos que hacer un esfuerzo mayor.  Y no será difícil, porque cada vez es mayor el número de graduados de 6to grado.

Pensamos que debemos graduar no menos de 5 000 maestros primarios por año.  Y eso, bueno, serán 3 500 pero ya es un incremento notable.

Pero debemos tratar de llegar a graduar unos 5 000 maestros primarios por año.  Eso significa una perspectiva formidable de elevar la calidad en la educación.

Pero además, además, año por año se ha establecido la política de un mayor rigor y una exigencia mayor para los graduados de 6to grado, de secundaria, de preuniversitaria.  Es decir que la exigencia será cada vez mayor; se exigirá una preparación mayor.  Eso que planteó aquí el compañero Lázaro es muy correcto:  que la cuestión del 6to grado sea un 6to grado de verdad.

No importa tanto cuántos se gradúen por año como que se gradúen con un nivel adecuado.  Es necesario que los compañeros que están al frente de estos trabajos comprendan que es mucho más importante la calidad que el número de los que se gradúen, y que debemos tenazmente perseguir ese propósito; de manera que cada vez seamos más exigentes en la instrucción primaria, para poder ser más exigentes en la instrucción secundaria, para poder ser más exigentes en la instrucción preuniversitaria y más exigentes en la instrucción universitaria año por año.

Así, por ejemplo, ya en la universidad es posible que se empiece a ir transfiriendo el programa de cinco años a seis años en la escuela de medicina.  Y cuando podamos, si hay que estudiar siete años, siete; y si hubiera que estudiar diez, diez años.  Cuando ya muchas de las actuales necesidades estén satisfechas, entonces querremos un médico mucho más preparado todavía y un médico con mucho más conocimiento.  No tendremos ya, como hoy, necesidades apremiantes.  Sin embargo, esas necesidades apremiantes no nos han llevado a graduar médicos con menos capacidad que antes.  Porque es muy importante consignar que, a pesar de esas necesidades apremiantes, se están graduando hoy los estudiantes de medicina con un nivel mucho más alto de lo que se graduaban en el pasado (APLAUSOS).

Señores, porque hay cosas que no se saben:  aquí había casos, a veces, en el pasado era tan teórica la enseñanza, que a veces a un alumno le daban sobresaliente en partos, y nunca había visto una mujer ni siquiera ligeramente gruesa con bata de maternidad.  A otros les daban premio en no sé qué materia, cirugía de no sé qué cosa, y no habían operado a nadie; habían estudiado en los libros la materia.

Hoy, prácticamente, se combina a partes proporcionales la teoría y la práctica en los hospitales.  Y, a pesar de la urgencia, no descendió el nivel; se elevó el nivel.  Pero ese nivel tendrá que elevarse más y más.  Esto, a pesar de que con los compañeros del Ministerio de Salud Pública nosotros hemos establecido una emulación.  ¿Emulación entre qué?  Una emulación entre la medicina y la agricultura.  Y algunos dirán:  “¿Qué tiene que ver la agricultura con la medicina?”  Y nosotros les decíamos a los compañeros del Ministerio de Salud Pública que con los 40 000 técnicos agrícolas íbamos a producir más salud que el Ministerio de Salud Pública y todos los médicos que tuvieran para el año 1974.  Y que íbamos, sobre todo, a desarrollar la medicina preventiva.  Es decir que íbamos a procurar que no se enfermara la gente para que no pasara por manos de los médicos.

Porque les decíamos que esta medicina terapéutica es una medicina cruel; claro, cruel en un sentido y humanísima en otro sentido.  Pero cuando se visita un hospital se ve un hospital que hay hasta 20 operaciones diarias.  Claro está que hoy en un hospital se puede observar que la gente que se va a operar, se siente muy confiada, mucho más tranquila, mucho más segura.  Pero como quiera que sea, tienen que pasar por un momento desagradable, difícil, la familia, el paciente, todo.  Y que lo que debíamos procurar es que no se enfermara el ciudadano.

Naturalmente, los compañeros del Ministerio de Salud Pública siempre han planteado eso, y siempre han planteado la medicina preventiva como la verdadera solución.  Y no solo lo han planteado sino que han desarrollado magníficos programas con las epidemias, previniendo las epidemias han erradicado prácticamente la poliomielitis y han reducido extraordinariamente el índice de otras enfermedades mediante la medicina preventiva con los planes de vacunación.

Pero hay todavía otro aspecto de la medicina preventiva, en la alimentación.  Es decir que la medicina preventiva más profunda es la que hay que realizar no solo en las condiciones higiénicas, no solo en las campañas de vacunación, sino en la calidad de los alimentos del ciudadano.

Que nosotros podríamos, dentro de algunos años, producir no solo cantidad, sino calidad.

Como estamos, al fin y al cabo, en un acto de la educación obrero-campesina, me permiten que yo haga una pequeñísima explicación sobre eso.  ¿Qué quiere decir la calidad en los alimentos?  Pues quiere decir lo siguiente:  Quizás muchas personas piensan que un tomate maduro, rojo, bonito, tiene las mismas vitaminas que otro tomate igualmente rojo, maduro y bonito, y puede ocurrir que ese tomate tenga tres veces más vitaminas que el otro tomate.  Y al tener tres veces más vitaminas que el otro tomate, el suero sanguíneo de los niños, de las personas que consumen ese tomate, tengan más vitaminas que las que consumen el otro, la salud, el aumento de peso, sea superior.

En el capitalismo se regían por la cantidad y las apreciaciones exteriores.  Los alimentos se vendían por libra; para nada se tenía en cuenta la calidad del alimento.

Y es perfectamente posible con una agricultura científica, producir no solo en cantidad, sino también en calidad, pero no la calidad por el color, sino por el valor en elementos, en vitaminas, en proteínas de cada uno de los productos.  Y eso, naturalmente, solo se puede lograr con una economía no capitalista, porque la economía capitalista se basa en la cantidad.  Y nosotros podemos llegar a desarrollar una agricultura científica que tenga en cuenta la cantidad y la calidad.

Y nosotros les decíamos a los compañeros del Ministerio de Salud Pública que íbamos a trabajar en ese sentido.  Es decir, no era una emulación en el sentido de que ellos no entendieran eso, porque ellos están muy de acuerdo con eso, fue más que una emulación, una broma emulativa.  Porque los compañeros del Ministerio de Salud Pública comprenden eso perfectamente bien.

Y en los estudiantes de medicina vamos a tratar de despertar el interés por la investigación.  No solo por formar médicos, sino por escoger un grupo de estudiantes todos los años, para las investigaciones médicas.  Sobre todo para que se desarrollen en las cuestiones de la medicina preventiva, y la medicina preventiva teniendo en cuenta las condiciones del medio.

Porque hay zonas de Cuba, por ejemplo, donde la mayor parte de la población posee una dentadura magnífica, y eso obedece a determinados elementos minerales de ese suelo.  Ello quiere decir que las caries dentales, por ejemplo, es un problema que se puede mejorar, se puede superar considerablemente con medidas preventivas.  Y en muchos de los aspectos de la medicina se puede hacer la medicina preventiva.

Y en el futuro, más que magníficos hospitales —aunque siempre tendremos magníficos hospitales, y cada vez mejores y con un personal cada vez con mayor experiencia—, deberemos trabajar en el otro sentido, en la medicina preventiva.

Bien, tanto en la primaria en los niños, como en la enseñanza de los adultos, como en todos los niveles de la educación hay que luchar por la calidad.  Es en ese sentido en que tenemos que concentrar nuestro esfuerzo.

Y me falta un detalle, podría decirse que me faltan dos cosas que quería plantear aquí.  Una es la siguiente:  ¿Deben desarrollarse estos cursos a costa de la producción?  No.  No debe desarrollarse la educación a costa de la producción.

¿Por qué digo esto?  Porque al principio se planteaban muchas demandas de suprimir media hora de trabajo, o una hora de trabajo para poderla dedicar al estudio.  Eso sería un error en muchos casos, no voy a decir en todos los casos.  ¿Por qué?  Porque de hecho equivaldría a reducir la jornada de trabajo a siete horas o a siete horas y media.  Y en realidad, bien arreglados estamos si empezamos a reducir la jornada de trabajo antes de desarrollar la técnica, porque sería hacer las cosas al revés.  Primero tenemos que desarrollar la técnica, elevar la productividad, y después podremos reducir la jornada de trabajo.  Lo que no podemos es reducir la jornada de trabajo antes de desarrollar la técnica, porque sería un error.

Desde luego, hay centros de trabajo en que por razones de materia prima, o por determinadas circunstancias, no se pierde, no se afecta la producción terminando media hora antes en esos casos, que tengo entendido que se han resuelto determinados casos de esos.  Pero en todos aquellos casos en que reducir media hora, o una hora es reducir las horas de trabajo, es reducir la producción, no debe aplicarse esa fórmula.  Y que no se nos diga que van a encontrar una solución porque en esas siete horas y media van a trabajar más, porque entonces les diríamos:  bien, en esas ocho horas trabajen tanto como van a trabajar en esas siete y media, y después estudien una hora.  Porque en definitiva si alguien confiesa que puede hacer un poco de mayor esfuerzo, ¿por qué no lo hace?  ¿No es acaso su deber hacerlo?  ¿O lo hace solo si le dan media hora para estudiar?

Por lo tanto, es necesario que los programas de estudio no se hagan a costa de la producción.  Y cualquiera comprende que esto es razonable y es justo, porque con un millón, aproximadamente un millón de personas estudiando, imaginemos 800 000 trabajadores, 800 000 trabajadores una hora que se pierda significan 800 000 horas de trabajo; 800 000 horas de trabajo sería el trabajo de 100 000 trabajadores, ¡cien mil trabajadores!  Cien mil trabajadores pueden producir valores por 500 000 o más, o algo menos, pero bien pudiera plantearse un promedio de 500 000 pesos diarios; 500 000 pesos diarios en un año significa una producción por cerca de 200 millones de pesos en un año.

Una hora, media hora, un minuto que se le quita a la producción significa millones de pesos de pérdidas para el país.  Por eso el mérito está en desarrollar ese plan y no sacrificar la producción, porque lo otro no sería mérito y no se merecerían ningún elogio especial nuestros trabajadores si fuesen ahora, haciendo las cosas al revés, a disminuir la producción, a disminuir la jornada de trabajo antes de elevar la técnica, antes de desarrollar la producción y, sobre todo, la productividad del trabajo.  Porque estudiamos por muchas razones pero, entre ellas, estudiamos para elevar la productividad del trabajo, y este es uno de los objetivos fundamentales del estudio:  la elevación de la productividad del trabajo.  Por lo tanto, es bueno que se tenga presente este criterio:  que nunca debe hacerse este programa a costa de la producción.

Y hay otra cosa:  estamos enfrascados en esta batalla del 6to grado.  Estamos enfrascados en esta batalla del 6to grado pero pronto tenemos otra tremenda batalla que es la batalla de la zafra (APLAUSOS).  Y de veras que no hacemos nada si aprendemos mucho y no producimos mucha azúcar también, porque no hacemos nada si aprendemos mucho y no desarrollamos nuestra economía, si no adquirimos los recursos económicos para poder emplear nuestros conocimientos técnicos.

Y, por eso, con el mismo ímpetu, con el mismo entusiasmo con que nuestras organizaciones de masa, que nuestras organizaciones sindicales están librando esta batalla, sin separar una cosa de otra, como parte de la misma cosa, como parte del mismo propósito, hay que librar la batalla de la zafra.

Repito lo que dijimos hace algunos días:  Ganar la batalla de la zafra es ganar la batalla de la economía.  Y con mucha más razón en los próximos años en que no tendremos máquinas, con mucha más razón si consideramos que los precios del azúcar han bajado considerablemente y que parte de las consecuencias de esa reducción de precios la podemos compensar con aumentos de la producción.  Y caña hay bastante, no vamos a decir cuánta hay, más o menos, cuando terminemos la zafra, si acaso no resulta otra cosa más conveniente, diremos cuántas toneladas de azúcar hemos producido; pero sí les puedo decir que caña hay, bastante caña, el problema es cortarla, transportarla y molerla (APLAUSOS).  Y nuestro pueblo tiene que hacerse el propósito de que no quede una caña en pie.

Y, por último, quiero decir lo siguiente:  Los compañeros del ministerio han estado muy preocupados porque, a medida que crecía el movimiento educacional, se encontraban con que necesitaban más y más y más millones.  Pero los millones no se pueden fabricar en una imprenta, no podemos seguir adelante y para seguir adelante fabricar papeles.  Ellos estaban calculando que actualmente ya la educación obrero-campesina costaba 12 millones de pesos y que los recursos económicos estaban limitados.  Entonces yo les propuse una idea, la idea no es de las más simpáticas, por supuesto, pero como nosotros no estamos para decir cosas simpáticas, sino cosas justas, yo la voy a decir.  Y yo les proponía que por qué no plantearles a los trabajadores, todos los que están en la educación obrero-campesina, que contribuyan con un peso mensual a los programas de educación obrero-campesina (APLAUSOS).

Pero esto no puede ser por decreto porque, al fin y al cabo, en la educación el país gasta cientos de millones de pesos, lógicamente los recursos nuestros están limitados.  Si queremos hacer más no podemos hacerlo sencillamente inventando el dinero; si queremos seguir adelante es necesario que haya una contribución del pueblo.

La enseñanza, como ustedes saben, es gratuita en todos los niveles, pero pienso que bien vale la pena que un esfuerzo como el que se está haciendo, que un movimiento de tantas perspectivas como este, vaya acompañado de un poco de sacrificio y que el pueblo participe de una manera directa en los gastos que este programa ocasiona.  Y sería saludable para estos planes y saludable para la economía del país, a la vez, que los trabajadores contribuyeran.

Pero como esto no es correcto que se haga por un decreto, lo que planteamos es que en cada aula organicen una asamblea y consideren esta iniciativa, es decir, de que todos los que están participando de los programas de educación obrera y campesina contribuyan con un peso para sufragar los gastos de este programa (APLAUSOS).  Pero tiene que ser, en realidad, una cosa consciente de los trabajadores, no porque el compañero de la sección sindical se pare y proponga y los compañeros crean que están en el deber de apoyar eso, no porque los compañeros del núcleo se paren y propongan, sino sencillamente si los alumnos que están asistiendo a cualquier aula de una manera mayoritaria, plenamente mayoritaria y consciente, creen que es justo, creen que es correcto, discutan esa medida y la aprueben si creen que deben aprobarla; si no creen que deben aprobarla, porque los ingresos sean muy bajos, porque implique muchos sacrificios, o porque alguno no pueda, realmente no pueda, entonces resuelvan el problema como lo estimen conveniente:  si deben pagar todos, o si deben pagar los que puedan, o si los que pueden más pueden pagar, incluso, por aquel que no puede, en definitiva, que busquen una solución analizada, discutida y plenamente voluntaria.  Es decir que si se toma esa decisión por un grupo de obreros la tomen de manera espontánea, de manera consciente, porque comprenden que es justo y es correcto.

Un peso puede significar para unos más, para otros puede significar menos.  Pero nosotros estamos seguros de que en la misma medida en que los trabajadores que estén asistiendo a clases hagan un pequeño esfuerzo personal, una pequeña contribución personal, apreciarán más lo que están haciendo.  Con seguridad que incluso se esforzarán más, porque verán de una manera más clara y más directa que eso cuesta, que eso cuesta dinero.

Desde luego que con la política que sigue la Revolución —que no es una política inflacionaria, sino todo lo contrario—, con el propósito que tiene la Revolución de economizar, de ahorrar, con el propósito que tiene la Revolución de combatir el despilfarro, con el propósito que tiene la Revolución de impedir todas esas tendencias a regar más y más dinero en la circulación, es necesario ese esfuerzo, es necesario ese sacrificio para impulsarlo.  Porque si actualmente se invierten 12 millones y se pueden recaudar 5 millones más, 6 millones más, o 10 millones de pesos más, esto significará que se podrán invertir en este movimiento, y podremos tener más materiales, y podremos tener más libros, y podremos tener más recursos, podremos desarrollar y ampliar en todas sus posibilidades este formidable movimiento revolucionario que se está llevando a cabo.

Y por eso, a nadie le gusta tener que estar planteando cosas de dinero, pero yo asumí la responsabilidad de hacer este planteamiento aquí en esta asamblea.  Y si ustedes están de acuerdo, la economía del país saldrá ganando, lo que quiere decir que la economía de los trabajadores saldrá ganando (APLAUSOS).

Nosotros estamos seguros de que aun con la fuerza que tiene este movimiento, con el entusiasmo que hay, no es nada, no será nada comparado con el entusiasmo de los años venideros.  Nosotros estamos completamente seguros de que este interés, esta conciencia de la necesidad de estudiar irá creciendo día a día, que será cada vez mayor.  Y, sinceramente, ninguna otra cosa puede darnos más confianza, ninguna otra cosa puede darnos más seguridad, ninguna otra cosa puede brindar a nuestro país mayores perspectivas, ninguna otra cosa puede darnos más el derecho de decir:

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

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