Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL IV CONGRESO DE LA FEU, CELEBRADO EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 20 DE DICIEMBRE DE 1990

Fecha: 

20/12/1990

Compañeras y compañeros:

Yo no sé si Felipe lloró con todas las emociones que él ha vivido esta noche, pero sí sé que a mí me costó trabajo aguantar el nudo en la garganta, sobre todo cuando escuché la carta de ese joven y cuando la recibí de manos de su madre.

Ha habido muchas cosas emocionantes esta noche, de tal manera que casi nos olvidamos de los problemas. No deja de ser, sin embargo, una magnífica cosa que seamos capaces de olvidarnos de los problemas en medio de la batalla.

Sé que tenemos invitados, sé que tenemos prensa extranjera; pero no sé si ellos comprenderán bien lo que pasa aquí, si realmente dicen: Bueno, este país está viviendo un periodo especial; este país es la bandera levantada del socialismo en el hemisferio occidental; esta es la solitaria bandera del socialismo levantada en una gran parte del mundo (APLAUSOS); esta es la bandera levantada del socialismo cuando el socialismo se ha derrumbado en muchos países.

Lo que pudiéramos preguntarnos es qué socialismo se derrumbó, y si un socialismo verdadero puede derrumbarse, si un país que, conoció el socialismo puede regresar al capitalismo. Desde allí, desde Praga, escribió esa carta —y con qué elocuencia— un joven que no marchaba para París o para Londres o para Roma, que marchaba para Angola, donde hay condiciones difíciles, a trabajar, a cumplir una misión internacionalista.

Esa es la capital del mismo país que hace unas horas, con un oportunismo repugnante, declaró que dejaría de ser representante de los intereses de Cuba en Estados Unidos. Nosotros, que somos caballeros, que somos decentes, les dejamos la acción a ellos, porque éramos nosotros los que desde hacía mucho rato los considerábamos indignos de representar los intereses de Cuba en ninguna parte (APLAUSOS). No tomamos la acción, se la dejamos a ellos, a ellos que son hoy vulgares agentes del imperio. A tales extremos han llegado que hasta incluso han mandado una tropa para participar en una guerra en la crisis del Golfo. Pero mejor es no seguir hablando de esto, ya que si a duras penas no lloramos, no queremos, en cambio, tener que vomitar (APLAUSOS).

Este es el país donde muchos esperaban ver derrumbarse el socialismo. Nos daban plazos y todavía nos dan plazos; pero el tiempo pasa y hasta las maletas que la gusanera estaba preparando se están llenando de polillas. Y harían bien en poner esas bolitas blancas —no recuerdo bien cómo se llamaban, pero cuando era muchacho las veía por allá por los escaparates—, que creo que eran para que las cucarachas no se comieran la ropa. Hasta se constituyeron empresas para organizar desde ya la devolución de las propiedades de los terratenientes, de los grandes industriales, de las empresas extranjeras, de los casatenientes, me imagino también que de los dueños de escuelas y de los dueños de todo, porque aquí cada cosa tenía su dueño.

No sé cómo se las arreglarán, por lo menos en cuanto a la tierra, para encontrarla, porque yo, que llevo más de 30 años dando vueltas por nuestros campos; que participé, incluso, en los programas de construcción de caminos, carreteras y otras muchas cosas, cuando doy vueltas por la provincia de La Habana, les aseguro que me pierdo. Me cuesta trabajo reconocer las carreteras que, incluso, vi construir y que visité muchas veces cuando se estaban construyendo, y eran miles de kilómetros; allá en nuestros campos donde tantas cosas han ocurrido, allá en nuestros campos que se llenaron de escuelas secundarias en el campo, preuniversitarios en el campo, tecnológicos, presas, canales, almacenes, talleres, empresas estatales, cooperativas; campesinos que pagaban renta o aparcería. Yo no creo que haya nadie que sepa ya, o pueda saber, dónde estaba su latifundio; incluso, es posible que lo encuentre debajo de una presa, en los cientos y cientos de presas grandes, medianas y pequeñas construidas por la Revolución.

Cuando sacamos nuestros cálculos de cuántas hectáreas de espejo de agua hay para los planes acuícolas, son alrededor de 120 000 hectáreas de tierra bajo el agua, como si fuera posible para nuestra patria una vuelta atrás.

Cuando se derrumbaron los países del este de Europa, o se derrumbó el socialismo, o lo que ellos creían que era socialismo, todo el esfuerzo, toda la propaganda, todas las campañas se volvieron contra Cuba; quedaba Cuba, había que liquidar a la Revolución Cubana. Y si los reaccionarios del mundo, si los imperialistas no han podido ser plenamente felices, es, sencillamente, porque el socialismo permanece en Cuba, porque un país resistió. Ya no hablo de un país del Oriente, no hablo de un país gigantesco que constituye por sí solo un mundo, como China, o Corea, o Viet Nam, que están a 20 000 kilómetros de nosotros; sino hablo de un país que está aquí, en pleno corazón de Occidente y a unas millas si pensamos en Cayo Hueso, o a unas pulgadas si pensamos en la Base Naval de Guantánamo, del imperio más poderoso que jamás haya existido en la historia de la humanidad, y de un imperio que hoy, de forma prácticamente unilateral, ejerce su hegemonía en el mundo. Entonces habrá que preguntarse por qué no se derrumba la Revolución Cubana, cuando han tenido lugar no solo acontecimientos políticos de gran trascendencia, sino también que esos acontecimientos han ejercido un enorme impacto sobre la economía de nuestro país; porque al derrumbarse los procesos políticos en los países socialistas del este de Europa, nuestra economía recibió un tremendísimo impacto, por cuanto, en medio del bloqueo recrudecido de Estados Unidos, una parte importante de nuestro comercio desapareció, una parte importante de productos, materias primas y equipos que recibíamos, desapareció.

No solo eso, sino que los acontecimientos que han tenido lugar en la Unión Soviética, país con el que manteníamos el mayor porcentaje de las relaciones económicas, país de donde recibíamos todo el combustible, de donde recibíamos una parte importante de los alimentos, materias primas y equipos, esos acontecimientos —repito— han tenido también un gran impacto en nuestra economía. Y si el bloqueo no se ha reducido un ápice y en cambio desaparece el comercio con todos aquellos países del este de Europa, y, además, se producen acontecimientos importantes y surgen problemas gravísimos en la Unión Soviética, no deja de ser una proeza histórica, diríamos también que sin precedentes, que nuestro pueblo, nuestro pequeño pueblo, pequeño pero valiente, pequeño pero inteligente, pequeño pero tenaz, pequeño pero heroico, haya sido capaz de mantener levantadas, en esas condiciones increíbles, las banderas del socialismo, pese a todos los pronósticos, pese a todos los augurios, frente a todos los cálculos y frente a todas las lógicas (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Socialismo o Muerte!").

No se trata ya, compañeros, del año 1959 o del año 1960, cuando empezó el bloqueo de Estados Unidos, país que nos había suministrado los equipos industriales que poseíamos, los equipos de transporte, cuanto equipo funcionaba aquí —que salvo escasas excepciones procedían de Estados Unidos—, y nos vimos obligados a fabricar las piezas, a inventar, a innovar, a hacer quién sabe cuántas cosas para mantener funcionando los centrales, las locomotoras, los transportes, los pocos tractores que había, las refinerías y las fábricas. Fue un gran mérito. Entonces estaba la Unión Soviética en la plenitud de su auge, y cuando las transnacionales yankis nos quitaron el combustible, de la Unión Soviética vino el combustible; de la Unión Soviética vinieron equipos, máquinas, materias primas, alimentos, prácticamente todo lo que necesitábamos, cuando éramos una población de apenas seis y medio millones de habitantes. En aquel momento difícil tuvo una importancia extraordinaria aquel apoyo, y aquel mercado inagotable para nuestros productos de exportación.

Ahora las circunstancias son, lógicamente, más difíciles; ya Cuba no es el país de seis millones y medio de habitantes, es el país de diez millones y medio de habitantes; ya no somos consumidores de 4 millones de toneladas de petróleo; ya no somos el país donde apenas un 50% de los núcleos familiares tenía luz eléctrica, sino el país donde más del 90% de esa población, casi duplicada, enciende y apaga todos los días los bombillos o los equipos electrodomésticos; una población que consume más del doble del trigo, de las grasas y de muchos de esos alimentos que inevitablemente tenemos que importar.

Un país que consume mucha más ropa, mucho más calzado, muchos más medicamentos, muchos más alimentos; un país que ha crecido; un país que ha desarrollado la salud pública, donde hay cientos de hospitales cuyas puertas se abren todos los días, cientos de policlínicos cuyas puertas se abren todos los días; un país donde tres o cuatro veces más millones de personas viajan todos los días; un país donde se abrieron miles de escuelas, ¡miles y miles!; un país donde se multiplicaron las universidades, donde de 10 000 estudiantes de nivel superior se pasó a cientos de miles, entre regulares y cursos dirigidos, etcétera; un país donde todos los niños van a la escuela todas las mañanas con sus uniformes, sus zapatos y sus libros; un país donde el número de, estudiantes de nivel medio es mayor que el número de estudiantes de la enseñanza primaria; un país que tiene más de 1 000 círculos infantiles; un país que tiene deportes, miles de instalaciones deportivas; un país que tiene miles de instalaciones culturales; un país que tiene cientos —podemos hablar de cientos— de instituciones científicas.

Les decía de un país que consumía ya no 4, sino 13 millones de toneladas de combustible y que este año ha contado con 3 millones menos, más de un 20%, casi una cuarta parte menos de combustible; un país que, por mucho que ha explorado y perforado, apenas produce un millón de toneladas de combustible; un país que no tiene grandes ríos para producir energía hidráulica; un país que no posee yacimientos de carbón o de otra materia prima similar como fuente de energía.

Es decir que el desafío de la Revolución en esta circunstancia, con los problemas de la URSS, es mucho mayor que el desafío surgido a raíz del bloqueo imperialista, bloqueo que lleva ya más de 30 años. Son obstáculos mucho más grandes, mucho más difíciles.

Ser revolucionario en 1959 y tener confianza en la Revolución en el año 1959 era un gran mérito, o en 1960, 1961, cuando nos invadieron los mercenarios, o surgieron los bandidos, o surgió el sabotaje por todas partes, surgieron las bandas por centenares; un pueblo educado durante decenas de años en la ideología del imperialismo y del capitalismo, en el maccarthismo, cuando había mucha confusión, era un gran mérito ser revolucionario, y no obstante hubo millones de revolucionarios y fueron revolucionarios, entre ellos extraordinariamente revolucionarios, los estudiantes.

Pero ser revolucionario hoy implica un mérito mucho mayor, una conciencia mucho más alta. Ser revolucionario hoy constituye un acto de confianza, de convicción, de honor, de valor, de heroísmo mucho más alto que el que se requirió nunca en la historia de nuestra Revolución. Y digo en la historia de nuestra Revolución porque nuestro pueblo, nuestra patria, vivió en otras épocas momentos sumamente difíciles, sumamente heroicos en sus luchas por la independencia; porque fue el pueblo que combatió diez años, entre 1868 y 1878, del siglo pasado, diez años en la manigua.

Los colonialistas, el ejército español, eran dueños de todas las ciudades y pueblos grandes y pequeños, disponían de suministros incesantes de armas, de medicinas, de alimentos, de todo aquello que no recibía jamás aquel pueblo en armas. Aquel pueblo en armas que luchaba, incluso, en la mitad de la isla, porque en la primera guerra no pudieron llevar el combate más allá de los límites de Villa Clara, no pudieron llegar a Matanzas, La Habana, Pinar del Río, a las zonas donde estaban las grandes plantaciones de caña, de café, donde estaban las fuentes principales de riquezas; y lucharon diez años.

No es casual la herencia de heroísmo, de tenacidad, de espíritu de lucha que hemos recibido. No es casual que recordemos a Baraguá, porque fue después de 10 años, cuando los campos estaban desolados, cuando no quedaban rebaños de ninguna clase en aquel territorio, cuando no había alimentos, cuando no había nada e incluso algunos consideraron que era imposible continuar la lucha, que aquel espíritu se rebeló de una manera extraordinaria, de una manera insuperable en aquella página tan hermosa de nuestra historia que fue la Protesta de Baraguá.

Ninguno de aquellos obstáculos fue suficiente para detener el impulso independentista de nuestro pueblo o de la parte de nuestro pueblo que defendía aquellas ideas, luchando incluso contra una parte importante del pueblo que era española o estaba bajo la influencia española.

No habían pasado muchos años cuando aquella lucha se renueva, cuando aquel heroísmo y aquella cadena de heroísmos se repite, llevando entonces, si, la guerra hasta el otro extremo del país sin lograr, en cambio, alcanzar la plena independencia de nuestra patria, por la intervención militar de Estados Unidos.

Cuando digo que ser revolucionario ahora tiene un mérito excepcional, es mi deber recordar que en otros tiempos sumamente difíciles nuestros compatriotas fueron capaces de ser revolucionarios. Pero en la historia de nuestra Revolución es muy grande el mérito de este momento; es muy grande la prueba de valentía y la prueba de heroísmo, porque hoy estamos enfrentados a fuerzas mucho mayores: estamos enfrentados a un sistema imperialista en la plenitud de su poder; estamos enfrentados a un sistema económico-social, que es el capitalismo, en la plenitud de su poder, y estamos enfrentados a este desafío cuando una parte importante de los que fueron nuestros aliados han sucumbido.

Estamos en un momento en que una parte importante de aquellas fuerzas en que nos apoyábamos en nuestra lucha no existe, y en un momento en que nuestro principal aliado atraviesa instantes muy difíciles.

Si desde el punto de vista político-ideológico, si desde el punto de vista del carácter mundial de esta lucha, de este proceso analizamos la cuestión, pienso —sobre todo si tomo en cuenta la forma consciente en que lo hacemos— que tal desafío no tiene paralelo en la historia.

Si les digo esto no es para desanimar a nadie, y mucho menos lo intentaría con quienes sé que no se desalentarán jamás (APLAUSOS). Lo digo para reflejar la medida —una medida— de los méritos de esta generación, de los méritos de ustedes, de los méritos de nuestro pueblo. Lo digo para que ni por un instante se olvide la grandeza de la obra que estamos haciendo. Lo digo porque sé que vamos a resistir, porque sé que vamos a sobrevivir, porque sé que vamos a vencer (APLAUSOS PROLONGADOS). Lo digo porque es necesario que comprendamos que un reto de esta naturaleza requiere una decisión extraordinaria, una tenacidad insuperable, una conciencia muy sólida. ¡Sí, conciencia!, la conciencia que debemos tener todos de las circunstancias en que estamos librando nuestra lucha, circunstancias que podrían mantenerse como ahora o podrían empeorar, o podrían empeorar mucho, puesto que hay factores que no dependen de nosotros, factores inciertos, como es incierta la hora no solo para nosotros.

Una gran parte del mundo está viviendo momentos de mucha incertidumbre. Hay países no lejanos de Cuba —como, por ejemplo, Santo Domingo—, en que las luces se encendían solo cuatro o cinco horas al día antes de la crisis del Golfo, cuando el petróleo estaba a 14 dólares el barril; ahora está a 30, y si esa inoportuna y catastrófica guerra estalla, bien puede ser que el petróleo se ponga a 60, 70, 80 dólares, y quién sabe por cuánto tiempo. Eso significa que todos los derivados del petróleo elevan su precio. Eso significa que todo se eleva de precio en el mundo. Eso significa que las exportaciones de los países no petroleros pierden considerablemente su capacidad de compra, porque, entonces, los privilegiados exportadores del petróleo recogen todo el dinero del mundo.

La situación para más de 100 países sería catastrófica, tan catastrófica que nadie sabe lo que puede pasar, nadie tiene idea del nivel de desestabilización que se apoderará de decenas y decenas de países en el mundo, ¡nadie lo sabe! Esos países con sus deudas, con su pobreza, están en el límite de lo que pueden tolerar; y allí no se resuelven los problemas como tratamos de resolverlos nosotros, allí se disparan todos los precios hasta el infinito; los sectores más pobres, que son la inmensa mayoría, se quedan sin poder adquisitivo de ninguna índole, y aquella exigua minoría de ricos sigue viviendo en la abundancia y no le falta prácticamente nada. Esa situación, lo vemos y lo sabemos, es intolerable. De modo que esta situación de incertidumbre es terrible para todos esos países, y ha sido una de las razones que más ha estimulado el esfuerzo de Cuba, con gran dignidad, con gran seriedad para hacer algo a fin de que esa guerra no estallara.

Para nosotros mismos significa que si se disminuye más el combustible, si se reduce a 9, a 8, a 7 millones, no queda ni la alternativa de salir a buscar medio millón de toneladas, un millón de toneladas de petróleo, porque para comprar un millón de toneladas de petróleo habría que emplear 3 millones de toneladas de azúcar. Si se emplea, en esas condiciones, toda el azúcar del país solo para comprar petróleo, se compraría menos petróleo que los 4 millones de toneladas que gastaba el país al principio de la Revolución.

Es decir que toda esta crisis hace aún mucho más complicada toda situación que se derive de reducciones del combustible que estamos recibiendo de la Unión Soviética. Y, como dije el día 28 de septiembre, es incierto el futuro, a pesar de los esfuerzos de la URSS —y lo repito—, de los esfuerzos y de los deseos de la URSS, de los dirigentes de la URSS, de los que están dirigiendo la URSS, para tratar de que sus problemas objetivos nos afecten lo menos posible. Sin embargo, nosotros debemos estar preparados para afectaciones mayores; debemos estar preparados para cualquier afectación; debemos estar preparados para la Opción Cero Combustible, que es el caso extremo. Sería el caso en que se requeriría del extremo heroísmo, del extremo patriotismo, de la extrema conciencia. Hablo de las situaciones que pudieran presentarse, incluida la guerra civil en aquel país, y estos factores que han elevado el precio del combustible a la estratosfera.

Claro está que trabajamos, luchamos y hacemos todo lo posible, todo lo que puede y debe hacerse con dignidad, con inteligencia, para ir sorteando los obstáculos, para ir salvando los escollos, no significa esto que todo esté perdido, ¡no!; pero sí significa que hay riesgos, hay peligros, y será para ello decisivo, desde luego, que la URSS, con quien mantenemos estrechas relaciones de colaboración y de respeto mutuo, pueda impedir situaciones desastrosas.

Claro, muchas noticias de las que llegan por boca de los propios soviéticos, expresan que la situación es muy difícil, y nosotros pensamos que la situación es difícil, realmente muy difícil, pero salvable.

Hay fuerzas que quieren desintegrar a la URSS, hacerla desaparecer del mapa. Hay fuerzas que juegan a la desintegración, que juegan hasta con los peligros de la guerra civil. Hay fuerzas que sueñan y bien alentadas por Occidente, bien alentadas por el imperialismo; repito, fuerzas que sueñan con barrer el socialismo de la URSS, con barrer todo lo que huela a poder soviético, todo lo que huela a internacionalismo, todo lo que huela a relaciones con Cuba, y luchan en esa dirección.

Pero también hay fuerzas en la URSS que luchan por el socialismo, luchan por la integración del país, luchan por salvar las ideas de la Revolución de Octubre y de Lenin. Así, mientras algunos barren estatuas, otros llevan en lo más profundo de sus corazones las ideas de Lenin. Y en la URSS la revolución no fue por casualidad, en la URSS la revolución no fue importada, cualesquiera que puedan haber sido los errores cometidos. Y aquellos trascendentales y profundos cambios fueron producto de una revolución genuina, autóctona, y una de las más grandes proezas en la historia de la humanidad. Sin aquella revolución el mundo hoy tal vez sería fascista; sin aquella revolución no habría habido liberación de las colonias; sin aquella revolución el mundo estaría hoy más repartido que nunca.

Nosotros confiamos en esos factores históricos, confiamos en esas cualidades y confiamos en aquel pueblo; pero nosotros debemos decirnos una cosa y debemos prometernos una cosa. Eso lo expresamos hace año y medio allá en Camagüey cuando dijimos: "Si la URSS desapareciera, si en la URSS surgiera una contienda civil, nosotros seguiremos defendiendo el socialismo." Vean ustedes, cuando yo expresé aquellas palabras no había ninguno de los problemas de hoy. Cualquiera hubiera podido preguntarse si estábamos delirando; ni siquiera se habían derrumbado los países socialistas del este.

Después de aquel 26 de julio, en pocos meses, se derrumbaron, y en pocos meses empezaron a aparecer colosales problemas en la URSS. Luego con bastante tiempo vimos los peligros y con bastante tiempo advertimos que debíamos estar preparados para defender el socialismo aun en la circunstancia de que la URSS no existiera.

Creo que no puede ser otro nuestro punto de vista, no puede ser otra nuestra posición. Fue la de nuestros mambises en aquella guerra de 1878, fue la de Maceo en Baraguá, fue la de Cuba antes, hoy y mañana. Es la que exige realmente un sentido elemental de la dignidad del hombre, es la que exige un sentido elemental de amor a la patria, es la que exige un sentido elemental de amor a la libertad (APLAUSOS).

¿Y cuántos murieron en aquellas luchas? Miles, decenas de miles, cientos de miles, porque prefirieron la única opción que cabe en la cabeza de un revolucionario, en el corazón de un revolucionario; la única que cabe en la cabeza y en el corazón de un patriota en cualquier época de la historia, de los distintos revolucionarios y de las distintas fuerzas progresistas, democráticas en las distintas épocas de la historia y, sobre todo, de los que de algún modo amaron a su tierra, amaron a su pueblo, amaron a su patria, desde cuando incluso no existía la patria en el sentido moderno, desde cuando una tribu defendía su territorio. Es la única, y se expresó en muchas frases como aquella de: "Dadme la libertad o dadme la muerte." Está en todos los himnos que alguna vez se escribieron, donde los hombres prefirieron siempre la muerte al deshonor o a la pérdida de la patria o a la pérdida de la dignidad. Está en nuestras consignas cuando decimos: "Patria o Muerte" o "Socialismo o Muerte".

Es que no queremos vivir de otra forma que como estamos viviendo, no queremos que nuestra patria sea un Miami, una prolongación de la Florida. No concebimos la idea siquiera de que un día los imperialistas yankis vuelvan a poner sus botas indecentes en nuestra tierra; no concebimos que todo este país, este hermoso país, que sus ríos, sus tierras, sus minas, sus fábricas dejen de ser nuestros; que nuestras escuelas, nuestros institutos tecnológicos, nuestros centros de investigación científica, nuestras universidades dejen de ser nuestras para ser capitalistas, para ser propiedades de monopolios, de individuos, de privados; no concebimos que nosotros dejemos de ser lo que somos para ser siervos, para ser esclavos, para ser propiedad. Porque en esa sociedad capitalista los hombres son propiedad, el trabajo es una propiedad y la fuerza de trabajo es una propiedad que se compra y se vende, y todo lo que el hombre sea capaz de producir con su inteligencia y con su sudor es para un dueño; y nosotros hace tanto rato que hemos perdido la noción de dueño.

Podremos tener deficiencias, constantemente las estamos señalando, y quejarnos incluso de que no sea perfecta nuestra educación, de que los niños no aprendan todo lo que deberían aprender, de que las clases no sean todo lo buenas que deberían ser, y los zapatos sean de un mal diseño, el uniforme esté a veces descolorido, o no alcance; pero va todos los días más de un millón de niños a esas escuelas, y no van descalzos, y no van desnudos, y no van hambrientos, y no van sin libretas, y no van sin lápiz; y no hay uno solo sin maestro porque, además, somos el país de más maestros per cápita en el mundo, como comentaba en este congreso.

Y no están sin escuelas. Pueden ser viejas muchas de ellas, faltarles pintura y cosas de esas, pero están ahí las escuelas, y la lucha es para que no falte ninguno y el que no puede ir a una escuela porque tiene atraso mental, va a otra escuela para niños con problemas; y si es ambliope, si es limitado visual, va a una escuela para limitados visuales, o va para una escuela de impedidos, o porque tiene retraso en el desarrollo psíquico, o porque tiene problemas de oído, tiene un problema de cualquier clase. Y me atrevería a decir que no hay país en el mundo donde un mayor número de niños, casi el ciento por ciento, con estos problemas esté en una escuela.

Podremos tener problemas en nuestras escuelas secundarias, en las 164 de la capital que visitaron los compañeros de la juventud, en si aprovechan bien, si las clases son buenas, si son óptimas. Podremos quejamos hasta de que los campamentos de la escuela en el campo no sean todo lo buenos que deben ser y que estoy seguro de que lo serán en un futuro; pero no son niñas deambulando por las calles buscando marines yankis, buscando turistas, aprendiendo a prostitutas; no son muchachas sin empleo y sin estudio. Las tenemos que a la edad de la enseñanza no ha sido posible que estudien y no vamos a convertir la escuela en una cárcel; pero no hay una sola adolescente, joven, entre 14 y 18 años, que no tenga un preuniversitario, que no tenga un tecnológico o una secundaria, que no tenga una escuela de deportes, o de arte, o un camilito, ya no digo escuelas de maestros, ya no tenemos escuelas de maestros, tenemos universidades de maestros. Toda esa dignidad que la Revolución trajo, que se refleja aquí hasta por los poros en nuestros compatriotas y en su carácter, no se resignará nuestro pueblo jamás a perderla.

Cuando mencionamos a Mella, a José Antonio, a Fructuoso, a Frank País, a Abel Santamaría; cuando mencionamos a los miles de jóvenes que murieron por esto, es necesario recordar que no conocieron esto.

Cuando un pueblo estuvo dispuesto a defender con su sangre y estuvo dispuesto a morir, porque cuando Girón estaba dispuesto a morir nuestro pueblo y no tenía lo que tiene hoy, era solo una esperanza; cuando la Crisis de Octubre estuvo dispuesto a morir entero nuestro pueblo y no tenía lo que tiene hoy, era solo una esperanza. Y cuando los pueblos estuvieron dispuestos a morir por la esperanza, estarán diez veces, cien veces más dispuestos a morir defendiendo aquellas esperanzas que se hicieron realidad; estarán dispuestos a morir por esto que hemos conocido, por las conquistas de la Revolución.

Nos preguntábamos hace algunas horas quiénes van a ser sepultureros en el futuro. De tal manera ha progresado nuestro país, de tan impresionante forma surgieron igualdades para todos y oportunidades para todos; no para los ricos, sino para el pueblo; no para los terratenientes, sino para los hijos de los más humildes campesinos, para los hijos de los labriegos, de los obreros agrícolas manuales, de los carboneros, de los campesinos que vivían en las montañas, de los obreros de las fábricas, de los puertos, para los hijos del sepulturero y del que barría las calles, para los hijos de todos y las hijas de todos, que ya no tenían que escoger aquel camino del prostíbulo, quizás el más abundante de los empleos para el sector femenino de nuestra población, ese sector que es hoy mayoritario en los hospitales como médicos, o mayoritario en los centros de investigación como científicos o como técnicos, puesto que casi el 60% de la fuerza técnica está constituido por mujeres.

Fueron los hijos del pueblo humilde los que tuvieron estas oportunidades, y esa es la Revolución y esa es la fuerza de la Revolución. Tal vez no lo entiendan, tal vez se le haga difícil de entender a mucha gente fuera de este país; se les haga difícil de entender a los visitantes. Mas no es lo único.

Si lo meditan bien, cosas que pasaron en otros países, no pasaron aquí. Y si dicen que por ahí hubo colectivización forzosa, aquí no hubo ninguna colectivización forzosa en nuestros campos. Aquí hay de 60 000 a 70 000 agricultores independientes organizados; hay muchos adicionales que tienen pequeños pedazos, poseen en conjunto más de 800 000 hectáreas, y saben que están ahí. Las cooperativas de producción agrícola en nuestro país se organizaron sobre bases de estricta y absoluta voluntariedad, los hechos lo demuestran. Las empresas estatales se nutrieron, fundamentalmente, de las tierras de los latifundios y terratenientes, no se repartieron y fue muy sabio que no lo hiciéramos. Ahora lo vemos en este mismo esfuerzo que realizamos en la provincia, y de ello son testigos miles de habaneros, de lo que se está haciendo en esos lugares, que no se podría hacer en minifundios de ninguna manera, las técnicas que se están aplicando y los rendimientos que se van a lograr.

Pero ninguno de aquellos fenómenos se dieron aquí: las injusticias, los abusos del poder, ilegalidades, crímenes, eso jamás se dio. Y no solo eso: quizás, o sin quizás, somos el único país del mundo donde no ha habido un desaparecido; el único país del mundo donde no se observa el espectáculo de los caballos lanzándose sobre las multitudes, eso que vemos en Inglaterra, en Europa todos los días, a todas horas, esa "democrática" Europa. Esos santuarios de los derechos humanos son los santuarios del caballo, de los gases lacrimógenos, de los "cosmonautas".

Por ahí aparece una fotografía de los policías disfrazados con unos cascos tremebundos, y palos, escopetas, municiones, sables, carros de bomberos; una incesante guerra entre los gobiernos y el pueblo. Eso es el capitalismo, si no cómo se defiende el capitalismo y cómo supera las contradicciones que tiene con el pueblo, sino por la fuerza, cuando los obreros reclaman un mejor reparto de lo que producen en forma de un mejor salario, o los estudiantes reclaman determinados derechos, o los campesinos.

Somos un país donde no ha habido nunca un asesinato, un desaparecido, una represión del pueblo, donde ha existido una identidad tan grande, una unión tan sólida entre el pueblo, el poder del pueblo y el Estado; un país donde, en definitiva, cada ciudadano puede decir: "El Estado soy yo", aquella famosa frase de un famoso rey, que dijo que el Estado era él.

Hoy cada obrero, cada campesino, cada estudiante puede decir: "El Estado soy yo y al Estado lo defiendo yo", porque Estado y pueblo son la misma cosa, cualesquiera que sean los defectos del Estado, las deficiencias del Estado. Porque, en definitiva, los funcionarios del Estado no se importaron de ninguna parte, son de aquí, muchos eran jóvenes al triunfo de la Revolución y casi todos, los que no son los más veteranos, los que no salieron de la clandestinidad o de la sierra, salieron de las universidades, salieron de las fábricas y salieron de los campos, y han ido a ser mejor o peor; pero no son los capitalistas, no son los terratenientes, no son los burgueses, no son los yankis, no son los ejecutivos de las transnacionales y de las empresas extranjeras, ¡son cubanos!

Es decir, se produjo esa identidad que en la historia no existió nunca, que en las sociedades de clase no existió nunca ni puede existir, entre el poder y el ciudadano, entre el Estado y el ciudadano, entre el ciudadano y la propiedad, que es de todo el pueblo; entre el ciudadano y las fábricas, que son de todo el pueblo; entre el ciudadano y la tierra, que es de todo el pueblo; entre el ciudadano y las máquinas, entre el ciudadano y los tractores, entre el ciudadano y los ómnibus, entre el ciudadano y las tiendas. Es su tienda, es su ómnibus, que no lo cuide es otra cosa; demuestra, en todo caso, que somos malos propietarios. Que no les saquemos todo lo que les podemos sacar, es otra cosa; demuestra que somos ineficientes propietarios.

Pero ahora vemos cada vez más ingenieros, más agrónomos y más profesionales dirigiendo las granjas, dirigiendo las fábricas, dirigiendo a los obreros; y tenemos esperanzas, ahora que disponemos de esos cuadros, de los cuales no se disponía ninguno al triunfo de la Revolución, cuando hombres de quinto y sexto grados dirigían un central azucarero. Hoy hay miles de ingenieros, se lo advierto, solo en los centrales azucareros, ¡miles!; y miles de ingenieros en los campos de caña, decenas de miles en campos e industrias, y cada vez veo un número mayor dirigiendo los procesos. Es de suponer que cada vez se adquiera mayor conocimiento, mayor experiencia, mayor dominio, en muchas cosas observo un mayor dominio.

Pero piénsese, medítese en esa identidad total del ciudadano con todo, porque todo es del ciudadano. No quiere decir que todos los ciudadanos sepan ser buenos dueños; que sepan, incluso, hacer un uso correcto de los recursos del país, que todos sean patriotas o que todos sean honrados. Y digo que hay patriotas que, incluso, no son honrados —no sé cómo se explica eso—; hay algunos que son capaces de morirse allí en un batallón y, sin embargo, le meten mano a la caja que están administrando en una tienda. Hasta esas paradojas hemos conocido, porque nos falta una cultura, nos faltan muchas cosas; nos falta saber, realmente, ser buenos ciudadanos y buenos dueños.

¿Pero significa acaso que el socialismo todo lo hace mal?

¿Y nuestros servicios de salud?, ¿nuestro índice de mortalidad infantil de menos de 11, entre los mejores del mundo?, ¿nuestras perspectivas de vida?, ¿las enfermedades que hoy curamos y que no se curan en otros países?, ¿los colosales adelantos que estamos haciendo? Pues no son hospitales privados, el "Frank País" no es un hospital privado, el "Hermanos Ameijeiras" no es un hospital privado, el "Juan Manuel Márquez" no es un hospital privado; el Centro Habana, el "William Soler", los hospitales del país, los servicios de salud del país no son privados; nuestros médicos no son extranjeros. Se ha luchado, se ha trabajado y se lucha; se perfecciona, se hace eficiente.

Ya podríamos decir que los capitalistas no tienen mejor sistema de salud que nosotros, ¡que se olviden!, nos envidian nuestro sistema de salud. Y nos llevaron los médicos, de los 6 000 se llevaron 3 000. Ya tenemos casi 40 000, y en julio próximo tendremos 43 000 médicos, miren lo que ha hecho la Revolución. Y ninguno está desempleado, ninguno está manejando, realmente, un taxi. Puede ser que gane y gaste mucho más el del taxi; puede ser que ingrese mucho más que un médico eminente, que un profesor universitario, porque recaude mucho más de lo que debe recaudar y de lo que le corresponde recaudar. No digo todos, pero unos cuantos.

Los he visto en la agricultura movilizados, han hecho un movimiento, y los he visto allí trabajando duro. Hay una parte que está 15 días en el taxi y 15 días en la agricultura. Oiganme, y me he preguntado: ¿Serán estos mismos de los cuales hay tantas críticas, que no paran en las esquinas, que montan cuatro y se quedan con la recaudación de tres?

Estoy hablando de nuestros defectos, pero digo: Nuestros médicos no se van a manejar taxis. Y nuestros servicios de salud continuarán mejorando, eso se lo puedo asegurar.

Nuestras universidades han mejorado. Ni compararse la universidad capitalista que nosotros conocimos con esta universidad; no era ni sombra de lo que es esta universidad, ni salía un producto humano como ustedes, ¡ni sombra!, a pesar de los problemitas que todavía tenemos y de las batallas que no hemos ganado totalmente; porque en las universidades nuestras —ustedes lo han dicho— todavía hay fraude, no han ganado la batalla, y en aquellas hubo siempre fraude, a pesar de que aquellas eran universidades de la élite. ¿Pero alguien se atrevería a comparar las universidades de entonces con las de ahora, el número de universidades, el equipamiento de las universidades, los programas de las universidades y los conceptos de las universidades?

La universidad está en Moa. ¿Cómo un joven de Moa iba a una universidad? Ni siquiera la carrera de geología existía, no sé si existió, si hubo algún geólogo en el capitalismo. Y una filial de agronomía por Sabaneta, ¿qué es eso? Y una facultad de medicina en Las Tunas, ¿qué es eso?, si mucha gente no sabía dónde estaba Las Tunas, a decir la verdad. ¿Que universidad en la Isla de la Juventud? Allí lo que había era un gigantesco presidio. ¿Que miles de estudiantes de facultades médicas en todas las provincias? ¿Que institutos pedagógicos en todas las provincias? ¿Que escuelas de farmacias en varias provincias? ¿Que un tecnológico en Ciego? Ciego era difícil descubrirlo por la carretera. ¿Que en Holguín no sé cuántas cosas? ¿Que han hecho tal diseño y tal máquina que los otros están haciendo para cubrir canales? En todas partes; cualquier día aparece una filial en la Ciénaga de Zapata.

No se puede comparar la educación superior del capitalismo con la nuestra, el concepto de la investigación vinculada a la docencia, los equipos que tienen, la asociación que tienen con todas las actividades productivas y los servicios del país. Todos los hospitales convertidos en hospitales docentes, y casi todos los policlínicos convertidos en docentes. Docente era solo el "Calixto García", los estudiantes tenían oportunidad de practicar con los que se iban a morir allí; porque es que ni medicina tenía, es la realidad, un hospital docente, y hoy toda la salud del país es docente: los policlínicos, las escuelas en las montañas.

No se puede comparar la educación superior del capitalismo con la nuestra. ¿Y podemos o no podemos mejorar la educación general? El fenómeno fundamental es que nuestra educación es de masas, ¡de masas!, y no hemos podido lograr todavía la base material para cada una de nuestras escuelas con todo.

Tenemos muchos seminternados de primaria, no los tenemos de secundaria.

Les puedo asegurar una cosa. Muchas de las escuelas especiales que conozco no tienen que envidiarle nada a ninguna escuela en el mundo, y los capitalistas no tienen escuelas especiales como las nuestras, ni un número tan elevado, ni tanta gente consagrada a esas escuelas especiales. Algunos ricos pueden llevar a sus hijos a algunas escuelas, como algunos ricos los pueden llevar a hacerse algún análisis que aquí se lo hacemos ya a toda la población, o vacunas que aquí le aplicamos ya a toda la población.

En Cuba no había investigación científica, y los centros de investigación científica en este país digo yo hoy que son una promesa para Cuba, son una esperanza para nuestro país. Les digo que tenemos científicos eminentes, excelentes, con una consagración; hombres y mujeres a los que no se les podría pagar con todo el dinero del mundo, y ahí trabajan en esos centros con un modesto sueldo. Busquen en el capitalismo a esa gente que trabaje como trabajan nuestros científicos, ya estamos empezando a ver los frutos. Los imperialistas andan preocupados con todo esto, que qué anda haciendo esta gente, en qué está; nosotros sabemos en qué estamos, y nosotros estamos en unas cuantas cosas de las que no hablamos, porque no tenemos ningún interés en informarlo. A veces digo: Mejor es que se crean que estamos peor; sí, que nos dejen tranquilos.

Tiene muchas cosas la Revolución con las cuales el capitalismo no puede competir, y tenemos muchas en que no hemos aprendido todavía a superar al capitalismo; pero, en algunas importantes y de tipo económico, sí estamos aprendiendo a superar al capitalismo.

Digamos ciertamente que nos afectó el atraso tecnológico de los países socialistas. En determinadas áreas adquirimos tecnologías atrasadas porque no teníamos otras, no teníamos otra alternativa, no teníamos recursos para adquirir otras; pero también tenemos cosas de tecnología avanzada, y estamos produciendo cosas nuevas en el país de tecnología avanzada; es decir, estamos entrando en otra etapa.

Pero sabemos lo que tenemos. Lo otro no lo queremos, otro destino para nuestro pueblo no lo queremos, lo que tenemos debemos saberlo defender y lo sabremos defender.

Creo que hasta los vecinos poderosos lo comprenden y se dirán: Qué difícil es echarse en el bolsillo a este paisito. Ellos que se han echado en el bolsillo a mucha gente y a países de todos los tamaños; sin embargo, qué trabajo les ha costado echarse en el bolsillo a este país. ¡Y a este país jamás se lo echarán en el bolsillo! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Socialismo o Muerte!")

Vean ustedes en la vida, en la práctica, cómo enfrenta los problemas un país revolucionario a pesar de todo lo que expliqué, a pesar de los 3 millones de toneladas menos de combustible que hemos tenido este año y abruptamente; todavía, sin embargo, no ha faltado luz en una sola casa, todavía no hemos tenido ni un apagón siquiera, método histórico: no alcanza el combustible, tantas horas de apagón. Y nosotros decimos: Que cada uno administre. Es verdad que todos los ciudadanos no son iguales, es verdad que todos no tienen el mismo grado de conciencia. Les hemos pedido: Ahorren un 10%. Les hemos pedido a las instituciones: Ahorren otro 10%. Se ha hecho una reducción del consumo eléctrico sin que se haya quedado sin luz un solo hogar. Es verdad que algunos están gastando un poco más, y por ahí hay irresponsables y por eso se ha estudiado la estrategia, en algún momento, cuando se habla y no se persuaden y no cumplen, de apagarles la luz; pero no obligar a pagar justos por pecadores. Hay algunos recalcitrantes de esos que no habrá más remedio que apagársela. ¡Ojalá nunca tengamos que tomar medidas más drásticas! ¡Ojalá si tenemos que disminuir el 20% disminuyamos el 20%!

Siempre se hará lo más posible por preservar el consumo de la población; preferimos, incluso, reducir fábricas, reducir producciones, parar, como hemos parado, una gran fábrica de níquel. No sabemos, sin embargo, si en un momento determinado hay que reducir 20% ó 30% de electricidad. ¡Ojalá logremos la forma de hacerlo de la manera menos traumática, y si alguien sabe que no tiene 150 kilowatts y tiene 100, pueda decidir qué bombillo enciende, qué bombillo apaga! Los famosos apagones, método universal, apagan a todo el mundo, y es el ahorro forzoso. Nosotros queremos hacer todo lo posible para no tener que aplicar en ninguna circunstancia ese tipo de ahorro forzoso; pero para ello hace falta la colaboración de la población. Hasta ahora la vamos logrando.

A pesar de todos estos problemas tremendos, de estos golpes terribles a nuestra economía, prácticamente no se ha subido un solo precio. En cualquier país lo resuelven en el acto: duplican, triplican los precios y se acabó. Hemos hecho todo lo contrario: cosas que se vendían por la libre las hemos enviado a la libreta, y muchos trabajadores que nunca conseguían queso crema, pescado y otras cosas, ahora dicen que los tienen y los tienen con el mismo precio. No quiere decir que los precios sean intocables, puede haber algunos productos de esos que andan sueltos —si vemos que aumenta mucho el consumo de alcohol; en realidad, no es cuestión de ganar dinero con el alcohol, si empieza el acaparador por aquí y por allá— y puede ser que a un producto de esos se le toque el precio, no quede más remedio que tocarlo; pero no se les ha tocado el precio a la leche, a los alimentos, al yogur, a lo que tenemos disponible para la población.

No se ha quedado un solo ciudadano sin empleo, no se ha quedado un solo niño, adolescente o joven sin escuela, no se ha cerrado una sola escuela en este país. Lo primero que hacen en todas partes es que reducen el presupuesto de educación, cierran el 30% ó el 40% de las escuelas y lanzan a la cesantía a miles de maestros, o cierran el 20% ó el 30% de los hospitales y lanzan a la cesantía a médicos, enfermeros y trabajadores de la salud. No se ha quedado un solo trabajador de la salud sin empleo; incluso, se abren nuevos policlínicos que están en construcción. No iniciamos nuevos policlínicos, no iniciamos nuevos hospitales en este momento, pero estamos terminando hospitales y ampliando capacidades. No se ha cerrado una sola fábrica, a no ser que haya faltado combustible o haya faltado materia prima; pero no se quedó ningún trabajador desempleado.

¿Me pregunto si en alguna parte del mundo esto ocurre? Si hay que rebajar días, sábado, sábado libre, y si hay que poner el viernes libre, se pone el viernes libre; pero no se lanza a la calle un solo trabajador. No se ha quedado un solo jubilado sin pensión, ni aquellas cosas que necesita adquirir él con su modesta jubilación han aumentado de precio: ni la electricidad, ni los alimentos que él compra se han aumentado de precio. No se ha quedado sin alimento un solo ciudadano.

Tenemos en falta un número de medicamentos, estamos conscientes y estamos haciendo esfuerzos. Eso se ha producido por una cierta ansiedad, porque algunos se han puesto a comprar más de algunos productos que normalmente son suficientes. Buscaremos algunas medidas para evitar esos fenómenos de compras excesivas para guardarlos, estamos buscando los procedimientos para que cada cual que necesite la insulina la tenga, el que necesite el medicamento para el asma lo tenga, para todas las cosas de cualquier tipo, no vaya a ser que compren por un año y produzcan escaseces artificiales. Son tan baratos los medicamentos. En Cuba los medicamentos se venden al 20% del precio en que se venden en cualquier otra parte, los que se venden porque la inmensa mayoría se sirven gratuitamente en hospitales y en otras instituciones.

Haremos todo lo posible para que no falten los medicamentos, para que no falten los alimentos, ese es el esfuerzo mayor.

El programa alimentario se sigue con todas sus fuerzas, tiene prioridad número uno. No se ha parado una presa, un canal, donde se esté construyendo un sistema hidráulico para riego. Al contrario, se han incrementado en estos últimos meses las construcciones de presas, de canales de riego, el sistema ingeniero en la caña; el sistema ingeniero en el arroz crece, y pensamos seguirlo incrementando, sí, con 3 millones de toneladas menos de petróleo. Y pensamos que eso se mantenga: los programas priorizados, los que nos van a producir alimentos, los que nos van a producir recursos para exportaciones.

Los programas relacionados con la biotecnología y la industria médica, que nos van a resolver problemas pero, además, que pueden convertirse en fuente de grandes ingresos para el país, esos están priorizados y seguirán priorizados. Ahora estamos elaborando todo lo que se hará en el año 1991 con estos criterios. La regla, en general, es continuar las viviendas que están construyéndose, no iniciar nuevas, excepto que sean en polos científicos o productivos de gran importancia, donde hay que hacer viviendas, o en las empresas de cultivos varios para resolver los abastecimientos. Y no es que no tengamos, tenemos tremendas capacidades para producir cemento y materiales, el limitante lo tenemos en el combustible. Vamos a tener funcionando las de más productividad, vamos a cuidarlas para cuando dispongamos de los recursos necesarios.

Terminaremos algunas obras; ya se están terminando las de los Panamericanos. Las inversiones que había que hacer en los Panamericanos ya están hechas, ahora lo que hay es que terminarlas; terminarlas y luchar por los Panamericanos, porque esa fue una gran batalla que dio este país que tantas veces discriminaron. Es un compromiso, incluso, del país, que tenemos que cumplirlo y lo cumpliremos. Se han construido con el apoyo de todo el pueblo, no significarán nuevos gastos, están hechos los gastos y cuando se empezaron a hacer los Panamericanos no teníamos los problemas que tenemos hoy, pero los compromisos se adquirieron y se cumplen.

El país debe saber hacer honor a sus compromisos y podemos cumplirlos, y los países latinoamericanos confían en que nosotros, a pesar de las dificultades, seamos capaces de cumplirlos. Ya en los primeros meses de 1991 estarán terminadas las obras de los Panamericanos, tenemos fuerzas constructivas que se liberan.

Fuerzas constructivas nos sobran prácticamente en este momento. Todos los hoteles que estamos construyendo para el turismo tienen sus fuerzas; si se incrementa el plan de hoteles, emplearemos en ellos una parte de esa fuerza.

Es decir, a lo largo del año 1991 podemos optimizar más nuestro esfuerzo, racionalizarlo más. Habremos terminado los mercados concentradores; habremos construido los 60 campamentos que estamos haciendo en la agricultura de la provincia de La Habana; tal vez haya que hacer más y podamos hacer algunas cosas más. Y los recursos disponibles en el año 1991 podremos optimizarlos mejor todavía que en 1990, porque sabemos cada cosa que estamos construyendo y las que vamos haciendo, y sabremos escoger cada cosa, de modo que cada esfuerzo, cada centavo que se invierta esté allí donde debe estar en condiciones de período especial.

En estos programas, repito, como fuentes de ingreso: alimentación, turismo, centros científicos, centros biotecnológicos, centros de la industria farmacéutica, estamos ahora trabajando en esa rama más que nunca, le estamos dando más impulso que nunca, conscientes de la importancia estratégica que tiene.

No hacemos ahora una fábrica textil; incluso, las fábricas textiles que tenemos nos vemos obligados a reducir sus producciones por cuestiones de materias primas, de componentes. Pero, claro, todo el mundo comprende que es más importante priorizar la industria alimenticia, la producción de alimentos que la industria textil.

Habría que ver cuánto tiempo podríamos estar, incluso, sin nuevas telas, si cada cual le echa mano a lo que tiene en el escaparate. Si nos va a faltar algo, que no nos falte la leche, es preferible que tengamos menos tela. Si podemos mantener el uniforme de los niños, lo mantenemos; si no podemos, con dolor renunciaremos al uniforme hasta que volvamos a tenerlo, pero renunciamos al uniforme. Es preferible que les falte el uniforme a que les falten los zapatos; es preferible que les falte el uniforme a que les falte la leche, a que les falten los alimentos, a que les falten los medicamentos, a que les falten los libros o las libretas o los lápices.

Es decir que aun con esas terribles situaciones no hay un solo cesante en el país, no hay un solo desamparado, no hay un solo hambriento, no hay uno solo sin asistencia médica, no hay uno solo sin escuela. Oiganme, ¡y si en período especial podemos mantener esas cosas! Nuestros mambises del 68 no pudieron tener nada de eso, nuestros mambises del 95 no pudieron tener nada de eso.

Muchos pueblos sin período especial, la inmensa mayoría, no tienen nada de eso: precios por la estratosfera, huelgas todos los días, gente hambrienta, gente subnutrida, mortalidad infantil por allá por el 80, o el 90 o el 100 por mil, y en cualquiera de esos países se mueren cinco, seis, diez veces más.

Y creo que nuestra salud va a mejorar, va a seguir mejorando así, en período especial; y vamos a tener más médicos, y nuestras universidades no se cerrarán, y seguiremos ingresando jóvenes en todos los centros de nivel superior.

Si algún límite ponemos, es algunos de los que hablábamos acá: la exigencia de la calidad en los pedagógicos puede reducir, pero esa es la razón; o porque las becas no alcancen, o porque consideremos que no es correcto dar un número de becas que estén por encima de las capacidades y que se nos produzcan problemas como los de 12 y Malecón o problemas como los de F y 3ra, que nos han obligado a buscar casi 200 apartamentos para desinflar un poco algunos de estos lugares; porque 12 y Malecón con 1 800 es mucha gente, más en un edificio que ya tiene 30 años casi de beca, un edificio que tiene unos elevadores viejos que hay que cambiarlos —se están adquiriendo los nuevos. Queremos reducir por lo menos 400 ó 500 becas allí, para que sean condiciones más humanas y soportables las del edificio.

Una reserva de unos 70 apartamentos, los únicos casi de que disponía centralmente el Estado, se la hemos entregado a la juventud y a la FEU para que los adapten, caben unos cuatrocientos y tantos.

Con motivo de la retirada de un número elevado de técnicos extranjeros, se recibieron también 100 apartamentos en el reparto Bahía. Muchas cosas se podían hacer con esos apartamentos, hay muchas necesidades, pero dijimos: Bueno, no alcanzan, vamos a hacer otro esfuerzo para desinflar esos centros de becados, porque hay algunos movimientos que hacer de unas escuelas con otras, vamos a tener dos escuelas de farmacia; algunos de los que están ahora por 12 y Malecón van hacia esta zona donde está el polo científico, cerca de donde va la nueva facultad, y eso libera un poco de capacidades allí; pero esas son las limitantes que vamos a tener.

Con relación a medicina se han ido reduciendo ingresos, este año se mantuvieron porque había cierta incógnita sobre las demandas que estaban surgiendo como las de la URSS; pero hemos ido reduciendo poco a poco los ingresos, que son sustituidos por ingresos de estudiantes de enfermería. Así que los ingresos universitarios, pensamos que en período especial se mantengan, más o menos, en los mismos niveles; no se afectarán ni siquiera los ingresos universitarios, como no sea por causas tales como las ya mencionadas.

¡Ah!, tenemos que impulsar el autoconsumo, casi para que participen. Estoy seguro de que las movilizaciones y las medidas que estamos tomando en la provincia de La Habana van a incrementar las producciones de alimentos; no podemos pedirles a las fábricas de la ciudad, ni a las escuelas que están dentro de la ciudad que se autoabastezcan, pero sí podemos hacer un esfuerzo —como decíamos—por buscar 40 ó 50 hectáreas para el ISPJAE, aunque haya que sacar un poco de caña.

En estas provincias se han reducido 500 caballerías de caña para dedicarlas a la producción de viandas y vegetales, ¡quinientas caballerías! De modo que en las proximidades del "Martínez Prieto", que se nutre de caña que viene desde lugares más distantes, hay que buscar allí cuatro o cinco caballerías —se pueden buscar, estoy seguro de que el Ministerio de la Industria Azucarera lo comprende, los del central lo comprenden; que se escoja un área, si es que no se puede conseguir una tierra que está un poquito más atrás, cerca de El Chico, por ahí, de la cual me hablaba Machadito—; les podemos buscar un área, podemos buscarles a los del pedagógico que está allá cerca de la "Lenin", para ver si en esos territorios aparece también un área de ellos. Porque lo más importante que veo es la conciencia de la necesidad de hacer ese esfuerzo, la conciencia de la necesidad de producir alimentos, la conciencia de la posibilidad de autoabastecerse.

La provincia de La Habana tiene —sin contar la ciudad que tiene algunos cientos de hectáreas— alrededor de 40 000 hectáreas para la producción de viandas y vegetales, y esas hectáreas se van a cultivar de manera óptima, de manera que se garantice una producción salvo, qué sé yo, ciclones. Pueden venir algunos fenómenos naturales, pero si tumban los platanales los reconstruimos en cuestión de meses otra vez.

Estamos haciendo planes en Ciego de Avila, en otras provincias, para prever una situación de ese tipo; entonces habrá que gastar un poco más de combustible, pero estamos tratando de lograr el autoabastecimiento de los habitantes de la provincia de La Habana y de la Ciudad de La Habana. Son 2 700 000 habitantes, y pensamos abastecerlos plenamente con las 22 000 hectáreas de tierras de las empresas estatales y las 17 000 hectáreas, aproximadamente, que tienen las cooperativas y los campesinos individuales.

Así que en el campo de la industria alimenticia estamos haciendo un esfuerzo, y creo que en el período especial se van a producir más alimentos en estas provincias y más alimentos en nuestros campos que los que se producían en épocas normales.

En realidad la respuesta de la capital ha sido excelente, se están organizando 31 contingentes, puede ser que 32, y alrededor de 10 000 ciudadanos van a hacer movilizaciones quincenales, todos están trabajando excelentemente bien, con una moral alta. Es decir que se refleja en los ciudadanos de nuestra capital y en los trabajadores de nuestra capital una gran moral; se lo he preguntado a los directores agrícolas, me reúno con ellos sistemáticamente y lo primero que les pregunto es cómo están los campamentos, cómo están los trabajadores y, realmente, me dicen maravillas, y me las dicen de los estudiantes que allí también están.

Hablaron muy bien de las brigadas estudiantiles que fueron en julio pasado. Pero si en julio las brigadas estudiantiles no se encontraron a nadie allí, porque estaba todo el mundo de vacaciones: los estudiantes de nivel medio, hasta los trabajadores estaban de vacaciones, este año se van a encontrar con 20 000 trabajadores cuya productividad puede ser, más o menos, la de unos 30 000; es lo que se van a encontrar las brigadas estudiantiles cuando lleguen a los campos el próximo verano. No se encontrarán los hierbazales que se encontraron el pasado año, se lo aseguro. Es decir, en este momento se hacen estos esfuerzos.

De modo que trabajamos para reducir al mínimo los sacrificios de la población, para que no le falten a la población las cosas esenciales, y seguiremos esa política. Si en vez de 3 millones tenemos 4 millones de toneladas menos de petróleo, 5 menos, 6 menos, todas estas cosas estarán priorizadas, se lo aseguro, y buscaremos un equilibrio entre lo que tiene que gastar la población, lo que tiene que gastar la industria y lo que tiene que gastar la agricultura. Tal vez el período especial no llegue a situaciones extremas; pero es mi deber decirles que riesgos hay de que llegue a situaciones extremas, y de que nuestras mentes deben estar preparadas para las situaciones extremas.

Es muy importante que de este congreso saquemos claras estas ideas, porque tenemos que seguirle demostrando al mundo de lo que somos capaces; tenemos que seguir demostrándole al mundo lo que son nuestros jóvenes, lo que son nuestros estudiantes, lo que son nuestros trabajadores, lo que es nuestro pueblo y cómo se crece en circunstancias difíciles.

El capitalismo no podrá cantar victoria durante mucho tiempo; no, no podrá. Aquellos que soñaron en Europa del este, aquellos que creyeron en los cantos de sirena del capitalismo, aquellos que creían que iban a tener París, Londres y Roma al otro día sin trabajar, además —que fue aparentemente lo que les hicieron creer—, van a saber ahora lo que es el capitalismo. Habrá que ver cómo piensan dentro de dos, tres o cuatro años.

Ahora Europa occidental está asustada; después que trataron de desestabilizar todos esos países, después que tanto aplaudieron los derrumbes, ahora están asustados de la catástrofe y tienen el temor de que decenas de millones crucen hacia Occidente para aumentar el número de los desempleados. ¡Ahora están asustados! Ahora quisieran construir una gran cortina de hierro, ahora quisieran construir un gran muro desde el Báltico hasta el Mediterráneo, despavoridos como están acerca de la terrible crisis económica que tienen los países del este de Europa y de la propia crisis económica que tiene la URSS. Eran felices. No les duró mucho la felicidad, ahora empiezan a perder el sueño y en el mundo no tienen razones ni señales para sentirse felices. La catástrofe económica, agravada con la deuda y ahora con un petróleo que subió al doble, y con el riesgo, evidentemente difícil de evitar —por lo que se ve—, del estallido de una guerra catastrófica, no solo por las consecuencias humanas, sino por las riquezas que puede destruir y las consecuencias económicas que tendría para el mundo.

Puede venir una ola de desestabilización general, de estallidos sociales. ¿Hacia dónde irán? Irán a cualquier parte. Ahora no pueden agitar el fantasma del comunismo porque, aparentemente, el fantasma del comunismo se ha esfumado. Ya no pueden alegar, cuando haya un cambio social, un estallido social, que es obra de la subversión marxista, que es obra de Moscú. Ya no pueden esgrimir esos otros fantasmas. Al desaparecer el fantasma del comunismo, no sé qué pretexto van a inventar para el anticomunismo, para reprimir a los pueblos cuando quieran hacer cambios sociales.

¿Qué harán en Haití los haitianos? Nadie sabe. Pero allí el imperialismo tenía su candidato —sacó como el 13% o el 14% de los votos, según tengo entendido—, y el cura, que se acercó al pueblo, que le habló al pueblo, que se solidarizó con el pueblo, ha sacado más del 70% de los votos. Ahí tienen un ejemplo, ¡ahí tienen un ejemplo! ¿Y ahora qué va a pasar? ¿Qué cambios harán? Nadie lo sabe. Son tan pobres esos países, son tan pobres y tienen tan pocos recursos. Ahora imagínense a Haití con el petróleo a 30 dólares, si Haití podrá construir presas, canales; si podrá hacer algo por la agricultura para elevar la producción por hectárea; pero ahí tienen.

¿Adónde van los países? No se sabe. Pero en el capitalismo no tienen el menor chance y no tienen la menor esperanza.

El imperialismo no tiene nada que ofrecerles a los países del Tercer Mundo, sino más deudas, más desempleo, más hambre, más mortalidad infantil, más analfabetismo. No tiene que ofrecerles más que calamidades. Y a nosotros, ¿qué nos podría ofrecer el capitalismo? ¿Va a venir a regalarnos petróleo? ¿Va a venir a darnos miles de millones? El imperialismo no da ni sobras, ni limosna.

Vean ustedes lo que hicieron en Nicaragua. Le hicieron una guerra sucia que costó decenas de miles de vidas; ahora la situación económica es catastrófica, no le dan nada.

A Panamá lo invadieron, lo masacraron y no le dan nada.

El imperialismo es incapaz de dar nada a ningún país. Lleva a la guerra, envía armas, promueve guerras sucias. ¿Qué le pueden dar el imperialismo y el capitalismo al Tercer Mundo? Lo estamos viendo todos los días en decenas y decenas de países. En cambio nosotros sí sabemos lo que podemos darnos. Sabemos lo que nos hemos dado, pero sabemos, sobre todo, lo que podemos darnos en el futuro. Ahora nuestra tarea es defender lo que hemos creado, conservar lo que tenemos, las conquistas sociales alcanzadas por nuestro país, la seguridad alcanzada, la dignidad alcanzada, la independencia alcanzada.

Espero que a nadie le quede duda de que Cuba es hoy el país más independiente del mundo, ¡el país más independiente del mundo! (APLAUSOS) Y ahí en el Consejo de Seguridad se ha demostrado; frente a esta tremenda crisis, frente a este enorme peligro que se cierne sobre el mundo, nuestra conducta frente al imperialismo, la conducta de principios que hemos seguido allí, sin una sola excepción, condenando lo que hay que condenar, combatiendo lo que hay que combatir. Y a veces nos hemos quedado nosotros solitos allí, otra nos han acompañado determinados países. Pero Cuba es el país que ha librado la batalla por la paz en las Naciones Unidas. Cuba es el país, lo digo sin ninguna exageración, que ha tenido la actitud más responsable, que ha dado la batalla más seria por la paz en las Naciones Unidas.

A veces, cuando los cinco miembros permanentes estaban de un lado, estábamos nosotros del otro lado, y no se imaginan lo que ha significado de prestigio para Cuba, cuantos representantes de países se han acercado a nuestros representantes con admiración a felicitarlos, dicen: "Ustedes están haciendo lo que nosotros no podemos hacer, ustedes están haciendo lo que se debe hacer." Algunos nos han expresado su dolor por no hacer lo que ha hecho Cuba. Y somos un país bloqueado, en período especial.

Nosotros sabíamos bien lo que podía significar un cambio de voto, nosotros sabíamos bien lo que podía significar votar a favor de esa guerra anunciada, de esa última resolución, lo sabíamos, y no fueron pocos los que hablaron con nosotros. Pero este es un país de principios, este país no traiciona ni traicionará jamás un principio. Era un momento que algunos llamaban "excepcional". ¡Ah!, lo que se hubiera dado porque Cuba votara a favor de esa resolución, y ahí serenamente, ecuánimemente, supimos desafiar las consecuencias; ¡pero con principios!, no fue el espíritu antiyanki, no, porque cuando se produce la invasión de Kuwait nosotros condenamos la invasión de Kuwait, aunque los yankis la condenaran; cuando se presentó una resolución sobre la anexión, nosotros apoyamos la resolución; y cuando se presentó una resolución sobre los rehenes, nosotros apoyamos la resolución. Cuando se presentó una resolución sobre bloqueo, que incluía alimentos y medicinas, nosotros nos opusimos a esa resolución; cuando se autorizó el bloqueo naval unilateral de Estados Unidos, porque ya lo había impuesto, nosotros votamos en contra; y cuando se presentó esa bochornosa resolución, esa vergonzosa resolución, nosotros votamos en contra, y con nosotros otro país, que fue Yemen; uno que se abstuvo, muy significativo, fue China.

Estaba recordando otras resoluciones después, que se han presentado en las últimas semanas, y estas fueron apoyadas por Cuba, Colombia, Yemen y Malasia. Estados Unidos quería posponerla y la ha seguido posponiendo y posponiendo, porque es una resolución de protección relacionada con los palestinos de los territorios ocupados, los palestinos que están siendo reprimidos, asesinados; Estados Unidos la quería posponer y posponer. Estos cuatro países votábamos en contra de la posposición, era una cuestión de procedimiento; pero Francia y China se abstuvieron, en este caso sí, en las últimas resoluciones fueron dos: Francia y China.

Ustedes no se pueden imaginar con cuánta admiración en el mundo han visto la postura de Cuba, la postura responsable, la postura de principio, no antiyankismo. Ellos dicen que votamos en contra de esto porque votamos contra ellos; votamos contra una resolución que es incorrecta, que es errónea, que conduce a la guerra.

Vean cómo un país, incluso en condiciones tan difíciles como Cuba, puede tener una política digna, decorosa, y eso lo reconoce el mundo, lo respeta el mundo. Y me hago una pregunta: ¿Cuántos países pueden hacer eso hoy en el mundo? ¿Cuántos países en las condiciones tan complejas, con tanta crisis económica, con tanto poder como el del imperialismo, pueden seguir una línea de principios como la que sigue Cuba? Esas son las cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar y no renunciaremos jamás.

Pienso, compañeras y compañeros, que este congreso ha sido ejemplar, y una de las cosas que más me agradó en todo el primer día de discusiones, cuando ustedes discutían qué estaban haciendo por el periodo especial, es el nivel de conciencia que pude apreciar en los estudiantes con relación al período especial, los planteamientos de ustedes, la seriedad de los planteamientos, es una cosa realmente impresionante.

Recordaba el anterior congreso, era en otros momentos, aunque ya se podían vislumbrar dificultades, había confusión.

No se olviden de que aquí penetraron ciertas corrientes, no se olviden de que aquí hubo bastante confusión; no se olviden de que había gente que querían cosas que venían de afuera y se decían de afuera, y que empezaban a hacer campañas contra el socialismo, contra el marxismo-leninismo, si, con el pretexto de perfeccionarlo, maravilloso. Si usted tiene un niño enfermo no puede empezar degollándolo para salvarle la vida, o para curarlo, o para mejorarlo, y ya se vieron las intenciones claras.

Ustedes no saben hasta dónde penetró el enemigo en esos países de Europa del este y en la URSS; ustedes no se imaginan hasta qué punto penetró la CIA en la URSS y con qué tiempo trabajó en determinados sectores, al extremo de que los peores contrarrevolucionarios, gusanos de Girón, mercenarios de Girón, de los más recalcitrantes enemigos de Cuba, de los que han cometido crímenes de todas clases contra el país, reciben publicidad, páginas enteras, en alguna prensa soviética, cosa que no habría creído nadie jamás. Ustedes no saben hasta dónde han penetrado, en detrimento de los soviéticos, del pueblo soviético, de los comunistas soviéticos, en la campaña destructora.

Algunos de esos influyeron aquí, no nos olvidemos, lo que pasa es que realmente los hechos son los hechos, y las cosas catastróficas que han ocurrido les han abierto los ojos a muchos, y muchos ven con más claridad los procesos como los que tienen lugar en nuestro país, lo que nosotros hacemos por perfeccionar nuestro socialismo, que estuvo muy lejos de cometer los errores gravísimos que se cometieron en otras partes.

Aquí mismo, en esta asamblea, tuvimos el honor de recibir al compañero Gorbachov, y yo expliqué, dije bien claro: "Aquí no ocurrieron los fenómenos del stalinismo —y añadía—, a no ser que me consideren a mí una especie de Stalin, en cuyo caso mis víctimas gozan de una excelente salud" (APLAUSOS PROLONGADOS). Aquí señalé las diferencias históricas, y dije: Aquí tenemos que corregir los errores nuestros, no los errores que ocurrieron en la Unión Soviética. Es como si a usted le duele un callo y va al estomatólogo para que le saque una muela. ¿Cómo teníamos nosotros que corregir aquí los errores de otros? Teníamos que corregir los nuestros, esos son los que tenemos que corregir. Y aquí los había que querían que nosotros aplicáramos todas las recetas de allá, y al pie de la letra.

Claro, nosotros tenemos culpa. Una de las tendencias negativas que se desarrollaron aquí durante un período fue el endiosamiento de todo lo que venía de allá; todo lo que venía de allá era lo perfecto, el non plus ultra. Y miren, yo soy uno de los que admiran muchas de las cosas que ocurrieron en ese proceso y en ese país, sus hazañas históricas, su heroísmo. He sentido siempre una eterna gratitud por los 20 millones de hombres y mujeres que murieron por salvar la humanidad del fascismo.

También tenía conciencia de errores, pero muchos, políticos, históricos, estratégicos, militares. No tenía por qué estar parado en una esquina hablando de eso, pero hace mucho tiempo lo discutí con soviéticos, siempre tuve un sentido crítico amistoso, crítico aunque solidario con la Unión Soviética; pero, bueno, el endiosamiento.

Yo decía: El mal viene ahora del Espíritu Santo. ¿Qué es el Espíritu Santo? Todos hemos estudiado algo de la Iglesia, y existe el misterio de la Santísima Trinidad. No lo menciono con falta de respeto, ni mucho menos, a las iglesias o a los creyentes; pero a mí me enseñaron que existía el misterio de la Santísima Trinidad y que había el padre, el hijo y el Espíritu Santo, además, el Espíritu Santo no se puede equivocar. Nosotros convertimos todo lo de la URSS en una especie de Espíritu Santo, y cuando empezaban a llegar determinadas publicaciones y determinadas cosas —en algunas de las cuales se vio claramente la oreja de burro del anticomunismo y del antisocialismo, y que se habían convertido en eco de las peores calumnias que se decían contra el socialismo—, se recibían aquí como verdades ineludibles. Yo decía: Nosotros tenemos nuestra responsabilidad, porque el veneno viene ahora —decía yo— del Espíritu Santo. Figúrense, si el Espíritu Santo empieza a hablar, hablar y hablar contra el socialismo, quién va a dudar del Espíritu Santo.

Y así vino mucha propaganda. Aquí se confundió más de uno, hay que decirlo, la verdad es la verdad. No quiero ofender a nadie, no quiero lastimar a nadie, me alegro de que muchos hayan rectificado, me alegro de que muchos comprendan las cosas como son; pero nos pasó ese fenómeno y la creencia de algunos de que aquí teníamos que rectificar errores que no habíamos cometido.

La cosa más paradójica del mundo: Occidente se pasaba toda la vida diciendo que éramos unos satélites de los soviéticos, y todos los días lo decían. Incluso los yankis decían: "Tienen que romper con la URSS si quieren que se acabe el bloqueo." Miles de veces repitieron eso, nos lo exigían. Esa ha sido su campaña: "Satélites, vulgares satélites."

Nosotros seguimos serenamente nuestra marcha. Quienes hayan leído las cartas entrecruzadas a raíz de la Crisis de Octubre entre Jruschov y yo, podrán comprender que este país jamás fue satélite de nadie, ¡jamás! (APLAUSOS)

Conozco importantes personalidades norteamericanas que fueron actores de aquella crisis, y dicen hoy que en su mente no se habían imaginado siquiera que aquella correspondencia tuviera lugar y que, realmente, habían subestimado a Cuba. Lo dicen hoy con asombro y con admiración.

No las publicamos por publicar, hubieran podido estar reservadas mucho tiempo, pero empezaron a aparecer memorias y libros diciendo que nosotros habíamos recomendado un golpe preventivo, y lanzaron eso por el mundo. No nos quedó más remedio que publicar las cartas para que todo el mundo supiera cómo era. Pero quizás el eje de las campañas imperialistas y de la reacción mundial contra Cuba es que éramos satélites. De eso nos acusaban. ¿Y saben de qué nos acusan ahora? ¡Increíble! De que no hagamos lo que están haciendo allá.

Nosotros, en primer lugar, no tenemos que rectificar aquí errores de allá. En segundo lugar, los errores que hayamos cometido, entre ellos el de copiar algunas cosas que copiamos —ese era uno de los errores que teníamos que rectificar—, sí, señor, muy bien, nos faltan muchas cosas por hacer; pero el problema ahora no es teorizar, el problema es avanzar, resistir, sobrevivir, vencer, y después tendremos tiempo de teorizar y cosas que teorizar.

Es ridículo hoy, realmente, adoptar poses de doctrinarios cuando hay muchas cosas concretas que hacer y que son una cuestión de supervivencia para el país y para la Revolución; pero iremos buscando nuestras fórmulas. No podemos caer otra vez en aquellas circunstancias, en aquellos conceptos y métodos de dirección de la economía, en virtud de los cuales las fábricas se cerraban para nuestros estudiantes universitarios. ¡Ah!, por ahí se dice que hay 200 fábricas docentes, ¿pero por qué?, porque no hay ninguna fábrica que se ponga con la tontería de decir que no recibe estudiantes porque no le conviene, porque le afecta sus cuentas y sus rentas.

Era increíble que en un Estado socialista, donde el pueblo es propietario de los medios de producción, los estudiantes universitarios no podían ir a practicar en una fábrica. Se empezaban a comportar como unos vulgares e indecentes capitalistas: "No, no quiero estudiantes aquí, me estorba el estudiante." Bien arreglados estamos. Me pregunto si se puede hablar de socialismo y decir que el estudiante le estorba en la fábrica. Estábamos cayendo en ese capitalismo de pacotilla.

Lo que nadie se ha preguntado todavía, en todo este proceso de reestructuración y de crítica del socialismo, es cuánto efecto hizo esto en los problemas que se buscaron los países socialistas con aquellas ideas, con aquel juego al capitalismo, aquel capitalismo de pacotilla.

Nos quedábamos fríos cuando en una reunión decían: No, no admiten a los estudiantes. ¿Podrá servir para algo un sistema o una sociedad de esa naturaleza, que les cierre las puertas a los que tienen que sustituir a esa fuerza de trabajo, que les cierre las puertas a los tecnológicos?

Ahora yo digo: "Cójanse las empresas." Les decía hoy a los compañeros del ISCA de La Habana: "Vayan para allá y cójanselas, les regalamos las ocho empresas, vayan allá a ayudar; díganme qué pueden estudiar para que la facultad entera se meta allí, llevando sus criterios, sus aportes técnicos, observando."

Una sociedad que no pueda hacer eso no es socialista, es una locura, llena de contradicciones. Y habíamos caído hasta en eso. ¡No!, no está todavía resuelto en la teoría y se avanza mucho en la práctica, y tendremos que concluir en nuestro sistema de dirección y nuestro sistema de administración de la economía, que todo no es primas y cosas, como aquí se creyó, porque en los hospitales no hay ninguna prima.

Recuerdo la situación que teníamos en 1985 y lo que resultó el trabajo en los hospitales, el trabajo del Partido, el trabajo del Gobierno, en relación con el número de quejas que había, porque los problemas empezaron a permear los servicios, empezaron a permear la salud, empezaron a permear muchas cosas, toda la basura anexa a aquel sistema de dirección y de planificación que todavía no se ha cambiado jurídicamente. Yo lo comparaba con un penco lleno de mataduras al que había que pasarle la mano, pero el caballo no podía ir por donde quería, tenía que ir por donde se le dirigiera.

Hay trabajos que hacer en el terreno práctico y en el terreno teórico. Estamos muy conscientes de todo eso, no nos lo tiene que decir nadie, no es este el momento, porque en período especial, ¿qué es lo que vamos a hacer? ¿Vamos a aplicar un criterio de rentabilidad, por ejemplo, a una fábrica que le tengamos que quitar dos días de trabajo a la semana, a una fábrica en que no lancemos a los obreros para la calle? ¿Qué criterio se puede aplicar? Bueno, ¿los costos se elevan? Sí. ¿Abundará el dinero? Sí. Es inevitable en el período especial y tiene sus inconvenientes la abundancia de dinero, pero lo sabemos. Ahora, no vamos a aplicar la política de los países capitalistas: para la calle todo el mundo, eleve todos los precios. Eso sería, sencillamente, una locura.

Por eso les hablaba de los métodos que empleamos en período especial, y sabemos sus inconvenientes. Algún día tendremos productos para dar respuesta a ese dinero en exceso que recibe la población; pero al menos, normando los productos y garantizándole a la población la mayor cantidad de productos alimenticios e industriales, no se nos producen esas terribles inflaciones, lo que se nos produce es un excedente de dinero en manos de la población; pero no tenemos perdidas las esperanzas, ni mucho menos, de que algún día nuestro país pueda encontrar los recursos para dar respuesta.

Nosotros sabemos lo que hay que gastar en divisa exterior para recaudar 10, o para recaudar 20, o para recaudar 30 pesos por un dólar de materia prima. Nosotros sabemos los gustos de la población, qué compra, qué hace con el dinero. No nos asusta, se lo advierto, guárdenlo; pero el país no tiene perdida la esperanza ni mucho menos, si algunas de las cosas que estamos haciendo marchan como esperamos que marchen. Se lo digo.

Aquí tienen un ejemplo en este período especial, no nos podemos poner a teorizar. En este período especial hay que seguir una política, determinados principios, y, sobre todo, el principio número uno, el número uno de todos los principios: la consideración al pueblo, la preocupación por el pueblo, no sacrificar al pueblo, preservar a toda costa las cosas esenciales del pueblo. Esta no es cosa de teóricos, esta no es cosa de tecnócratas —si nos buscamos 10 tecnócratas de esos, hunden al país en período especial y en período normal—, esta es cosa de políticos, y esta es cosa de políticos revolucionarios, esta es cosa de revolucionarios y son los principios que deben regir aquí (APLAUSOS PROLONGADOS).

Invito a nuestros profesores de marxismo-leninismo, de economía, a todos los invito, realmente, con placer a que piensen, a que mediten, a que ayuden a elaborar ideas, a que partamos de todas estas realidades y pensemos para después desarrollar y aplicar las teorías nuestras, los métodos nuestros, cuando el período especial sea rebasado, porque algún día se normalizará el país y un día el país tendrá recursos, sobre todo, aquellos por los cuales luchamos y no descansaremos de luchar.

Algún día el país tendrá independencia económica (APLAUSOS PROLONGADOS). Trabajemos por eso, luchemos por eso, porque podemos luchar por eso. Eso es más claro que nunca ahora. Es más clara que nunca la necesidad, es más clara que nunca la posibilidad, y esa posibilidad la tenemos no solo por las cualidades de nuestro pueblo, sino por los frutos de lo que hemos hecho en estos años, por lo que han producido nuestras universidades.

En mis recorridos de trabajo, tengo muchos contactos con los científicos y me encuentro compañeras y compañeros que hasta hace poco eran de la juventud; muchos que nacieron con la Revolución y que nacieron después de la Revolución, o que eran niños cuando triunfó la Revolución. No se imaginan ustedes cuántos valores hemos creado, la fuerza que tenemos.

Como les explicaba hace unos días a los del foro de piezas de repuesto —un foro que fue fruto del trabajo de decenas de miles de técnicos, ingenieros y obreros calificados; lo que están haciendo, con qué fervor están trabajando, no se imaginan ustedes qué fuerza tenemos y como están resolviendo problemas, y algunos de ellos han hecho innovaciones o descubrimientos que van a tener valor universal. Algunas de las innovaciones van a revolucionar la forma de preparar la tierra, las formas históricas, las formas milenarias—, no se sabe lo que vale tener el talento que tiene hoy acumulado nuestro país, no se sabe lo que vale tener las decenas de miles de científicos, cómo están trabajando, con qué consagración, con qué dedicación y qué resultados están obteniendo. Se está convirtiendo nuestro país en una potencia científica en aquellos campos que podemos dominar y en los que podemos trabajar; en una potencia científica que va a estar dedicada en el período especial a los problemas del período especial, va a estar dedicada a todo aquello que ayude al país a salir del período especial y que ayude a la independencia económica del país.

Si la falta de petróleo en nuestro suelo es una gran desventaja, es un drama que nos falte el petróleo, les digo a ustedes que no cambiaría jamás los enormes excedentes petroleros que tienen algunos países por la gran cantidad de talentos que se han acumulado en nuestro país (APLAUSOS).

Esos son los frutos de nuestros esfuerzos educacionales, de nuestras universidades y con qué espíritu están trabajando porque he visto a la gente y están consagradas. Esta es una explosión científica que crece y es por eso que nosotros todavía no estamos ni siquiera satisfechos de la forma en que estamos utilizando el talento de nuestras universidades.

Estamos en contacto y a cuanto grupo ha aparecido por las facultades de química, por otros lugares en que se han estado haciendo investigaciones, les hemos dado todo el apoyo de inmediato; los buscamos, no esperamos ni que nos busquen a nosotros, andamos averiguando dónde están. Nos proponemos utilizar mucho más el potencial científico de las universidades: de la Universidad de La Habana —la estamos usando, es la que tiene más centros de investigación—, de la Universidad Central de Villa Clara, tanto en las áreas de la química como en la síntesis química, la agricultura y en todos esos campos; la de Ciego de Avila, también en otros campos similares; la de Camagüey, Santiago de Cuba; es decir, de todas las universidades. Estamos dispuestos a darle un gran impulso al trabajo científico de las universidades. Eso tiene prioridad uno en período especial.

No se extrañen si una fábrica aparece por cualquier universidad, un laboratorio, un centro de investigación; a veces el centro de investigación lo estamos haciendo, pero antes hemos creado el grupo que ya está trabajando en algún laboratorio. En muchos lugares van a surgir laboratorios antes de que surjan los centros de investigación. Claro, vamos a potenciar todas estas posibilidades científicas y las posibilidades de nuestros innovadores, racionalizadores, inventores.

Tenemos una fuerza tremenda, pero la universidad tiene que estar a la vanguardia. Se puede trabajar e investigar en todos los campos, no solo en el de las ciencias exactas, también en el de las letras, en el de la economía; estamos tratando de entrar en contacto con los estudiantes de economía para ver cuál puede ser su papel en esta etapa, en este momento, es decir, en qué sentido se pueden desarrollar las investigaciones.

Está teniendo lugar esta explosión científica, y mucha gente, en el mundo empieza a reconocerlo. Y quiero decirles, compañeros, que no se pierde un minuto, a veces no pasan ni 24 horas desde el momento en que en un laboratorio en algún lugar, en alguna universidad o en un centro de investigación han descubierto algo, y el momento en que se toma la decisión de hacer una planta piloto; y mientras se construye a toda velocidad la planta piloto se van proyectando fábricas. Les digo que en ese campo se desarrolla una actividad febril, a la cual no nos interesa hacerle mucha publicidad; aunque sé que hay cosas que alentarían a la gente, es mejor que nos alentemos sobre otras bases y no que estemos diciendo todos los días lo que estamos haciendo para levantar la moral de la población. No nos hace falta eso; hay que trabajar con seriedad, con responsabilidad, como corresponde en este momento.

En todo este esfuerzo no olvidaremos las universidades. Veníamos haciendo algunos trabajos, habíamos logrado echar a andar el famoso ISPJAE, el famoso ISCA, ya habíamos organizado dos contingentes; supimos lo de Bayamo, estamos organizando un contingente allá. Así vimos todas las cosas que estaban sin terminar en las universidades, y en la reunión con los estudiantes planteamos un programa, pero se lo advertí, les dije: Todavía no hay ninguna situación muy difícil —esto era a mediados de año—, pero vemos síntomas que pueden complicarla, así que debo decirles, con toda honradez, que hicimos un buen programa para terminar todas las construcciones. Y, efectivamente, después —habían pasado unos pocos meses— se presentaron esos problemas y tuvimos que limitar eso, y era un programa importante.

Pero en el período especial no vamos a olvidar las necesidades de las universidades; no queremos parar el ISPJAE, sino al mismo ritmo, sino al mismo volumen, mantener una buena fuerza constructiva terminando objetivos, trabajando allí. No queremos parar el ISCA, sino el mismo volumen, el mismo ritmo, terminando objetivos. No queremos olvidarnos del ISPETP (Los estudiantes le dicen que ahí está el contingente) ¡Ah!, está el contingente ahí, ¡qué bueno! Y van a trabajar ustedes ahí, ¡qué bueno! (APLAUSOS)

Vamos a ver qué materiales, qué recursos les buscamos para que sigan trabajando. Vamos a tener presente, sobre todo, los lugares más críticos, y no los vamos a olvidar, se lo aseguro que no los vamos a olvidar, mientras tengamos algo que darles en todos los lugares más críticos. Bien puede ocurrir que empiecen a surgir laboratorios por ahí; esos están fuera de la cuenta, porque esos pertenecen a las primeras prioridades del período especial. Pronto empezará a construirse en el centro un laboratorio a toda velocidad y otras cosas más. Pronto en Ciego de Avila se van a construir algunas cosas que no están en este programa, pero que pertenecen al programa científico-técnico y al desarrollo acelerado de la aplicación de todas esas cosas. No me refiero a eso, eso es día y noche, en cualquier momento están priorizados. Me refiero a todas esas obras que constituía una vergüenza el tiempo que estaban sin construirse y donde habíamos logrado organizar fuerzas e impulsarlas.

Vamos a tener presente todas las obras que tienen situaciones críticas, de modo que, aunque en menor escala, no se nos detenga el trabajo que estamos haciendo en los distintos lugares; si hay alguna que se va a empezar, si hay alguna que no es razonable empezar a hacerla, no la empezamos a hacer; pero todas aquellas que estén haciéndose y que son críticas, continuar haciéndolas en el volumen de nuestras posibilidades, pero con un criterio muy racional, ir terminando objetos de obra y usando objetos de obra. Si aquellos van a terminar su casa estudiantil o cualquier cosa allí, que la van a usar de taller o lo que sea, ir terminándola; no abrir muchos objetos de obra, sino que se abra y se termine, se abra y se termine, y se termine rápido. Nos proponemos seguir esa política, ni aun en período especial vamos a renunciar a resolver algunas de estas cosas críticas.

En otras se ha mejorado mucho, sobre todo, las fábricas están todas a disposición de los estudiantes; las empresas del Estado están todas a disposición de los estudiantes, como base material de estudio. Hemos ganado mucho y quizás tengamos ahora, en período especial, más cosas que las que teníamos antes del período especial. En el período especial, incluso, se pueden racionalizar muchas cosas que en período normal son difíciles de racionalizar, recursos que son difíciles de optimizar porque ya son compromisos, porque existen, y en circunstancias como estas sí se pueden optimizar más los recursos y racionalizarlos.

Qué les voy a decir a nuestros invitados, que han visto un estudiantado como ustedes, los han escuchado discutir con la seriedad con que ustedes han discutido, con la libertad con que ustedes han discutido.

Hubo momentos de aspereza, hubo polémica, hubo amargura; no es en eso en lo que debemos enfatizar, no es en eso en lo que debemos acentuar; cada uno tiene su criterio sobre cada cosa, pero tenemos problemas mucho más importantes que discutir y tenemos problemas mucho más importantes que resolver. Hemos discutido con respeto para todos; se han tomado decisiones prácticamente por consenso, cuando menos, de acuerdo con el criterio de la inmensa mayoría de los compañeros del Congreso. Ustedes mismos han sido autocríticos, muy honestamente autocríticos con la cuestión del fraude, que es un fenómeno complejo, tenemos que prestarle mucha atención.

Me gustó mucho, realmente, el espíritu con que se discutió y, sobre todo, los principios que se defendieron y la energía con que se planteó que esta era una cuestión de gran importancia, que era una cuestión ética. Es una prueba de que nos faltan muchas cosas por hacer y que nos faltan batallas por ganar.

Nuestro sueño, los sueños de nuestro pueblo, es contar con un estudiantado cada vez más responsable, un estudiantado cada vez más honesto.

Tenemos problemas todavía, el mismo sentido del respeto a la propiedad es un punto débil, y muchas veces nos encontramos esos fenómenos en las escuelas secundarias, preuniversitarios y tecnológicos. Y, desgraciadamente, hay familias que todavía no acompañan a la Revolución en la lucha por la honestidad, por el respeto a la propiedad social, por la ética que debe tener cada ser humano, por el respeto a sí mismo que debe sentir cada ser humano. Tenemos esos problemas. Tenemos problemas de robo, ustedes lo saben. Esa es una batalla que hay que librar, una cultura nueva que hay que adquirir.

Aquí se enfatizó en la importancia de los pedagógicos, del trabajo de los maestros y de los profesores; formar esa ética, inculcar esa ética es una de las tareas fundamentales de nuestros profesores y maestros, eso tiene que ser parte de la cultura, eso tiene que ser parte de la educación y parte esencial de la educación.

Por eso alguien dijo —no sé si fue José de la Luz y Caballero— que enseñar puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo. Entonces no es solo inculcar conocimientos de historia, matemática, física, geografía, sino que hay que inculcar sentimientos éticos en los niños y en los adolescentes, en los estudiantes, hasta en el pueblo hay que inculcarlos.

Esa es una de las batallas de la sociedad humana y es una de las batallas por excelencia del socialismo; no estamos hablando del capitalismo. ¿Cuándo demonios el capitalismo le va a ganar la batalla al robo? En el socialismo es donde los bienes que se producen son para el pueblo y todo es del pueblo; tenemos que aprender a no robarnos a nosotros mismos.

Es como el que en la casa roba, y a veces hay quien roba en la casa, le llevó al hermano, al primo o al otro. La nueva cultura es una de las tareas históricas que la Revolución espera de nuestros centros pedagógicos, de nuestros profesores y de nuestros maestros.

Pero es que el fraude es como el robo. ¿A quién estamos engañando? Empezamos por engañarnos a nosotros mismos, que creemos que tenemos un título y sabemos, y no lo tenemos; estamos engañando a la sociedad. Imagínense un médico que ande haciendo fraudes y después recete cualquier cosa y mate a un ciudadano. El otro puede decir una barbaridad, qué es eso de que la gente de Cienfuegos, que si esa gente tienen que trabajar en plantas importantes; alguno de ellos a lo mejor tiene que trabajar en una planta nuclear. Imagínense a alguien fraudulento, ingeniero fraudulento, técnico fraudulento, que vaya a trabajar después en una gran planta de estas, en un complejo químico o en una planta nuclear, ¿a quién va a engañar con eso?, ¿quién gana con eso?

También es muy triste un joven que estudió, se esmeró, ingresó en la universidad y después por una tontería de esta naturaleza frustra su carrera. Tenemos que meditar y pensar, es preferible cualquier cosa al fraude.

Debemos estar conscientes de nuestras limitaciones; no hemos logrado erradicarlo, no hemos logrado crear una conciencia combativo, prevalece todavía la lástima, la pena. Se puede meditar mucho sobre todo eso, creo que es un tema que tenemos que seguir analizando con la FEU, con la dirección de la FEU, con la dirección de la universidad, con los consejos.

Hay problemas. Ayer quedamos en que lo de la ubicación tenemos que seguirlo discutiendo y que debemos reunirnos en enero para analizar esos problemas, que aquí no teníamos suficiente tiempo para analizarlos. Pero esto del fraude hay que seguirlo estudiando, analizando, ver las causas, los problemas.

Tenemos que hacer cosas que no promuevan la deshonestidad del estudiante. Si hay que revisar algunos reglamentos, los revisamos, y evitar que alguien invente una mentira porque se fue a lo mejor a pasear un día y dijo que estaba haciendo otra cosa. Vamos a estudiar todos esos materiales.

Aquí hay una ventaja, compañeros: estas no son cosas del gobierno, ni cosas de ustedes; lo que venimos haciendo, hemos hecho siempre y en los últimos tiempos más todavía, a medida que crece el peso de las universidades, es trabajar juntos, lo que hacemos es trabajar juntos.

Hemos dicho que poder y pueblo, Estado y pueblo es la misma cosa. Aquí no hay cosas o intereses nuestros diferentes a los de ustedes, ni tienen ustedes intereses diferentes a los nuestros en ningún sentido. Nos quedan tonterías que tenemos que erradicarlas, ¿qué es eso de que los de Palma voten por los de Palma para ubicar a alguien? Yo no sabía que teníamos esos problemas étnicos aquí; resulta que la etnia de Palma tiene intereses en contradicción con la etnia de Mayarí, o los de Mayarí con los de Moa, y así. En realidad, debe darnos vergüenza que estemos resolviendo los problemas así y repartamos así las oportunidades.

Un elemental sentido de justicia nos debe llevar a actuar de otra forma; y si el mérito lo tiene el del otro pueblo, aunque sea el más chiquito y tenga menos votos, darle el derecho que le corresponde por sus méritos a aquel joven.

Lo que hacemos es trabajar juntos, como hacemos con los obreros, como hacemos con los científicos, como hacemos con los campesinos, es trabajar juntos. No se trata de que yo me reúna con ustedes o de que otros dirigentes se reúnan con ustedes; se trata de que trabajemos juntos y juntos les encontremos solución a los problemas.

Para nuestros visitantes, quiero decir que aquí no se trata de demagogos que vienen a decirles cosas agradables a los estudiantes, o que vienen a engatusar a los estudiantes con cuentos de camino; lo que hacemos es informar a los estudiantes, decirles la verdad a los estudiantes y trabajar con los estudiantes. Desde los pioneros de primaria, la FEEM, los tecnológicos, nos reunimos con los tecnológicos también, no solo con los universitarios o los preuniversitarios. Lo que nosotros hacemos es trabajar con los estudiantes, no es que nos reunamos, no es que pretendamos hacerles el honor, como ocurre por ahí, de que saludemos a los estudiantes, sino que trabajamos con los estudiantes, que junto a los estudiantes buscamos soluciones, y por eso el Estado, el Partido, el Gobierno trabajan con la FEU, trabajan con los dirigentes y trabajan con la masa.

A veces uno tiene que ir a una facultad, para ver problemas del trabajo. Hace unos días —no pude ni entrar, no tenía mucho tiempo— fui a ver los problemas relacionados con los programas científicos y de desarrollo, las fábricas que estamos haciendo y el traslado de la facultad de farmacia para allá y todo eso. Ya había hablado con los decanos y quería conversar con los estudiantes sobre lo que estábamos haciendo. De manera que lo que hagamos bien o mal será fruto de nuestro trabajo común; nuestros aciertos o nuestros errores serán fruto del trabajo común, y es sobre esa base y esos principios que se han desarrollado siempre nuestras relaciones, y por eso tenemos a los estudiantes en todo eso. No es ningún misterio, es nuestra Revolución, es nuestro Estado, es nuestro Gobierno, es nuestra patria, por eso ustedes la defienden con las armas en la mano, por eso ustedes están organizados en batallones, por eso ustedes se entrenan.

A los demócratas del mundo, entre comillas, aquellos que creen que democracia es otra cosa, que es entrarles a palo todos los días a los obreros, y lanzarles los caballos y los gases lacrimógenos; a aquellos que creen que democracia es reprimir a los estudiantes, nosotros los invitamos a que trabajen con los estudiantes, y los invitamos a que armen a los estudiantes, y los invitamos a que los organicen en batallones y los entrenen, para que sean más democráticos todavía; que organicen a los obreros, que los entrenen, que los armen; que conviertan la defensa del país en la tarea de todo un pueblo.

Pero eso no tiene nada de extraño, estamos defendiendo la cosa común, los intereses comunes, y por eso ahí están, en primera fila, los estudiantes en la defensa; por eso están en primera fila en las manifestaciones de apoyo a la Revolución; por eso están en primera fila en la lucha, en la conciencia revolucionaria, en la batalla ideológica; por eso se movilizan en el verano y van a los campos a producir alimentos; por eso tenemos los estudiantes mejores del mundo; por eso tenemos a los estudiantes junto a los obreros, a los trabajadores en general y a los campesinos, como baluartes sólidos, insobornables de la Revolución.

Por eso aquí tenemos a los Mella, a los José Antonio, a los Fructuoso, a los Frank País, no luchando hoy por una esperanza, sino luchando por una realidad y por hacer mejor y más hermosa esa realidad. Tenemos a los mártires de ayer hechos carne y hueso de hombres y mujeres defendiendo su obra, defendiendo su Revolución, y por eso no es una imagen decir: Aquí están, ¡aquí están los Mella, los José Antonio! (APLAUSOS)

Aquí están los mambises de 1868 y de 1895, aquí están los jóvenes del Moncada y del "Granma", de Girón y de la Crisis de Octubre, y aquí estamos los viejos y los nuevos defendiendo una obra común, una obra que vale la pena defenderla, una obra por la cual vale la pena dar la vida. Por eso, con más orgullo que nunca podemos repetir hoy:

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

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