Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del IX Foro de Ciencia y Técnica, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el 16 de diciembre de 1994

Fecha: 

16/12/1994

Queridas compañeras y queridos compañeros:

Llevan ustedes cuatro días de reuniones, en comisiones y en plenarias.   No he tenido esta vez el privilegio de participar todo el tiempo, pero sí he tratado de seguir de cerca el desarrollo de este evento y hemos recibido muchas informaciones sobre el nivel de satisfacción de los compañeros que han participado, acerca de la calidad de este IX Foro de Ciencia y Técnica.

En buena lid, como ciencia y técnica sería el segundo; pero de todas formas hay que bautizar las cosas, y ya había ciencia y había técnica desde que empezaron a producir las primeras piececitas de repuesto, por tanto, se puede llamar el IX Foro de Ciencia y Técnica.

Tengo la impresión de que este movimiento marcha y está produciendo excelentes frutos.

Tengo la impresión, además, de que somos un país privilegiado por el hecho de contar con un movimiento como este; no he oído decir que en alguna otra parte exista, y no creo que exista.

A veces he dicho que somos el país de más médicos per cápita, pero podríamos decir que somos el país de más investigadores y de más gente de ciencia y técnica per cápita, puesto que, aunque uno escucha los números y los números siempre causan alguna impresión, hace falta meditar para comprender la importancia que tiene el hecho de que hayan presentado trabajos a este foro 263 000 autores.

Es cosa seria que un país pequeño como el nuestro, sin desalentarse frente a los problemas, sea capaz de ponerse a pensar, y el que 263 000 personas aquí sean autores, creo que dice mucho de lo que significa este movimiento y de la fuerza que tiene la ciencia y la técnica en la Revolución; son 263 000 autores.

También otro dato lo estábamos verificando hace unos minutos: 256 000 soluciones; y, por último, más de un millón de participantes.   Es algo realmente impresionante, y nos sentimos extraordinariamente estimulados por estos frutos.

Ya escuché a Rosa Elena hablar sobre si podía haber contradicción entre rigor y masividad.  ¿No fueron esas las palabras que tú empleaste, Rosa Elena?  (Le dice que sí.) Estos deben ser los científicos ahora aquí que se han incorporado al foro de ciencia y técnica, que se ponen demasiado exigentes —tú a lo mejor eres uno de ellos, el Director de CENPALAB.

No, yo creo que realmente ese fenómeno no se puede dar; queremos, primero, que sea masivo el movimiento, y, además, que tenga rigor.   Si no somos capaces de encontrar la fórmula, hablaremos con Borroto y le diremos que la busque en uno de esos fermentadores, para ver si se hace una combinación y un buen injerto; o si no, con la gente de Inmunología Molecular, e injertamos las dos cosas:  masividad y rigor.

Creo que ustedes han hecho algo parecido en estos días con el trabajo —podemos decir— de este año, porque, realmente, esto viene a ser la culminación de toda una etapa intensa de esfuerzo de miles y miles de encuentros y reuniones, que, al final, concluye en esto.

Claro está que satisface ver cómo se han ido incorporando fuerzas desde que nace este movimiento, por faltarnos piezas de repuesto; ¿y de verdad que nos faltaban entonces piezas de repuesto?

Nelson, ¿cómo se compara con lo de ahora?  (Nelson le dice que tiene un 20%.) ¿Qué es lo que tienes, el 20% de las piezas que necesitas o que dices tú que necesitas, o de las que tenías entonces?  (Le dice que de las que tenía en esa época.)

¡Caballeros!, si no nace hace 14 años, este movimiento habría tenido que nacer de todas formas ahora, no tendría remedio, porque ahora es que tenemos necesidades verdaderamente grandes, extraordinarias.

Aquella vez lo que descubrimos, en primer lugar, fue que de los países socialistas a veces venían muchas piezas de un tipo y pocas de otro; entonces había que resolver el problema de la proporción de piezas.

Del área convertible venían cantidades de piezas, teníamos que gastar mucho dinero, y estábamos buscando ahorrar y producir aquí, además, tantas piezas como fuera posible para cubrir algunos déficit del área socialista.   Se trabajaba, se luchaba.

Hoy sabemos que muchas veces no hay nada peor, o nada menos educativo que la abundancia, si comparamos lo de entonces con lo de ahora, si analizamos que el país perdió el 70% como mínimo de las importaciones, que estamos trabajando casi con un 20% de lo que teníamos.  ¿Acaso nosotros sabíamos apreciar lo que entonces teníamos?

Sin embargo, aquel movimiento se fue desarrollando; hubo que luchar contra negligencias, indiferencias, despreocupaciones, y así surgió modestamente nuestro movimiento, hasta llegar a convertirse en lo que es hoy.

Al principio era muy empírico; no sé en qué momento se incorporarían los compañeros de las fuerzas armadas (Le dicen que estaban desde el principio).   Sí, desde el principio ya estaban.  ¿Y qué cambio hubo?  ¿Acaso él tiene una participación mucho mayor?, porque trato de recordar algo (Le dicen que nació con la industria militar, pero que después las fuerzas armadas incorporó al movimiento los ejércitos, las tropas y el resto de las direcciones).

Al principio ellos trabajaban en los talleres de la industria militar; luego, el resto, constituyó también un salto de calidad muy importante el momento en que se incorporaron todos los centros de investigación del país.

En los centros de investigaciones había trabajado el país mucho, y continúa trabajando aun en los tiempos más difíciles.   Casi podría decirse que en el período especial, el área científica, que venía recibiendo apoyo, ha recibido más apoyo que en el período normal.

Es cierto que teníamos muchos de ellos en construcción desde años antes, porque la conciencia de la importancia de la ciencia y de la técnica es ya larga, la conciencia del problema, de la necesidad, casi desde el principio de la Revolución cuando empezamos a crear algunos centros de investigación; pero, a decir verdad, entonces no sabíamos —y creo que esto lo he dicho en algún otro momento— qué era un centro de investigación.

Aquí había algunos científicos, y, por cierto, varios de ellos de mucho renombre y mucho prestigio, que hicieron trabajos científicos; pero era el hombre solo en un laboratorio, en la universidad, en algún lugar, en su casa, haciendo investigaciones.   No podemos olvidarnos de Finlay, pero ¿qué tenía Finlay para investigar entonces?   Y hasta la gloria de haber descubierto el agente transmisor de la fiebre amarilla se la quisieron quitar, y aún se le discute.

Sí, tiene mucha importancia, Rosa Elena, lo que tú decías, y lo que, según tus palabras, se discutió aquí, acerca de la protección de la patente de las cosas que hacemos.   A veces nuestra misma condición de revolucionarios, el carácter humano de la Revolución, puede dar lugar a que se ceda una patente, que no se analice la cosa con criterio estrictamente económico.

Claro que necesitamos de la ciencia y necesitamos de todos los recursos económicos que nos pueda dar la ciencia, y tenemos que ser reservados y debemos cuidarnos, porque sabemos que hay bastante gente en el mundo ya que quieren un poco apoderarse de nuestras investigaciones o de los frutos de nuestras investigaciones.   También los hay que quieren apoderarse de nuestros cerebros.   Es que saben que ya Cuba se va convirtiendo en algo así como una potencia científica, y tratan de engatusar a nuestros científicos, de conquistarlos de una manera o de otra, o de ofrecerles cosas para quedarse con algunos de ellos.   Eso lo sabemos.

Hay que cuidar el fruto de las investigaciones, y hay que cuidar, sobre todo, los recursos humanos que hemos desarrollado para las investigaciones.   Sin embargo, se dan casos —como decía— en que un sentido humano puede indicar el deber de entregar a la humanidad un conocimiento científico.   Puedo citar el ejemplo reciente de la retinosis pigmentaria en que se organizó una reunión internacional para divulgar la tecnología.

¿Entonces qué veíamos?   Que los descubrimientos del doctor Orfilio Peláez se convertían en una fuente de recursos para el país.   Pero es que resulta que en el mundo hay millones y millones de personas que pueden necesitar esa técnica, y nosotros no estamos en condiciones, ni mucho menos, de atender aquí, en este país, a millones y millones de personas.   No hay ni los centros ni los hospitales.   Tenemos mucho personal preparado, porque tenemos ya más de 40 especialistas en la cirugía con relación a la retinosis pigmentaria y algunos hospitales que prestaban esos servicios, y originaban algunos recursos.

No creo que económicamente se perjudique el país, porque seguirá teniendo la preeminencia en eso, seguirá teniendo el prestigio.   Pero si usted pudiera atender a 1 000 todos los años y en el mundo hay millones de personas que pueden tener necesidad de esa técnica, carecería de sentido, no sería humano, no sería noble de nuestra parte ponernos a calcular unos dólares más, unos dólares menos, actuar egoístamente y quedarnos con el conocimiento.

Habrá mucha gente que se haga millonaria con la técnica; pero uno pensaba y veía casos de familias que tenían que pagar los pasajes desde muy largas distancias, muchos de ellos no tenían recursos; además, tenían que pagar los gastos de las operaciones, los gastos de la estancia de los acompañantes, porque ese es un tipo de enfermedad que requiere acompañante, y, vuelvo a repetir, son incontables las personas en el mundo que pueden recibir los beneficios de esa técnica.

Estos problemas los analizamos con el doctor Orfilio Peláez, que es un hombre muy caballeroso, muy noble, muy generoso, y él estuvo totalmente de acuerdo con la idea de divulgar los secretos de la operación de la retinosis pigmentaria, y en un reciente congreso de tipo internacional brindó la información.

No es exactamente igual que con la patente de un medicamento determinado en que no se tiene que transportar el paciente, sino que se transporta el medicamento.   Las pastillas y los medicamentos se pueden transportar en avión, en barco y en cantidades masivas.   Tendría otro sentido; pero, claro, hay que protegerla contra la piratería, en ese caso.

Es decir, no hay que aplicar exactamente el mismo principio en cada cosa, pero sí debemos tener claras las ideas de qué cosas pueden ayudar a nuestra economía y con qué cosas nosotros podemos ayudar a los demás, sin necesidad, incluso, de hacer grandes sacrificios.   El problema es tener ideas claras en torno a todas estas cosas y estricta disciplina.   En estas cosas algún personal nuestro, incluso instituciones, son ingenuos e incluso irresponsables.

Les decía que seguramente con esta creación e investigación cubana de retinosis pigmentaria muchos harán clínicas, pero muchas más personas tendrán posibilidad de recibir la asistencia que les impida perder la vista, y por eso lo hicimos, sin ninguna vacilación.   Pero sí hay que proteger los frutos de nuestras investigaciones, aquellos frutos a los que legítima y moralmente tiene derecho el país, y los frutos del esfuerzo del trabajo humano que hemos hecho formando cuadros y formando científicos.

El desarrollo científico se venía realizando, teníamos conciencia de eso; pero aun en estos tiempos difíciles decidimos que las construcciones aquellas había que terminarlas; algunas eran muy grandes, y algunas cambiaban de proyecto por el camino.   No es una crítica, no, no miro a nadie en particular; los puedo mirar a todos y diría que estoy acertando, porque no hubo uno solo que no incurriera de una forma o de otra en eso.   Bueno, a algunos los veo aquí medio refunfuñando, como diciendo:  "No, no, mi proyecto no se cambió." ¡Es que resultaba tan grande ya desde que lo concibieron!   Ese era el problema, hubo cambios en el camino, como regla, pero lo que se concebía ya era lo último que podía dar la imaginación.

Es la experiencia que tengo, porque de una forma o de otra no me ha quedado más remedio que lidiar con algunas de estas batallas para la construcción y la terminación de un edificio, o de las edificaciones, de las construcciones para las investigaciones científicas, y la regla era que eran ya muy ambiciosos los proyectos, y, luego, también a lo largo del camino se producían ideas nuevas, cambios, todo eso.   Pero en los años más duros y difíciles la Revolución se empeñó en que todos esos centros tenían que terminarse, y muchos tenían que hacerse nuevos; y no hubo la menor vacilación en eso, ni podía haber decisión más certera que esa.

Claro, escuchábamos a Ramón hoy hablar de los problemas de la caña, y yo trataba de recordar las condiciones en que se producía la caña en los años del capitalismo en nuestro país.

Les puedo asegurar que una de las cosas que me hizo revolucionario fue el recuerdo de lo que yo veía cuando era niño, de las experiencias que viví personalmente, y no las viví como hijo de obrero agrícola, las viví como hijo de terrateniente, y me enseñó mucho eso.

No, Ramón, no protestes todavía, por lo menos, porque yo tengo un muy grato recuerdo de mi padre, de su nobleza de sentimiento y de su generosidad, y eso le vino del hecho de ser campesino pobre de Galicia.   Es una explicación clasista porque el viejo, antes de ser gran terrateniente, fue campesino pobrísimo en Galicia.   Por eso, cuando a veces en el Partido le han preguntado a uno la procedencia —no sé si se la preguntan todavía, pero, bueno (RISAS)—, origen de clase, ya yo no sabía qué decir; tenía deseos de responder, campesino pobre; eso eran mis abuelos por parte de madre, y el viejo, cuando era joven y vino, vino como obrero.

Recuerdo cómo vivía la gente en aquellos tiempos y cómo sufría.     Y Birán era un refugio, cuando llegaba el tiempo muerto todo el mundo se refugiaba allá, y había fuerza de trabajo sobrante siempre.

Recuerdo aquellos tiempos en que se hacían colas para cortar caña.   Recuerdo aquellos tiempos en que de Birán salían las familias completas a pie, ya después que se habían hecho las primeras líneas, cuando llegaba la zafra del café; se dirigían hacia el este, en dirección a Pinares de Mayarí, para llegar a unos lugares donde estaba sembrado el café, porque todo lo demás era caña en todas direcciones; solo hacia el este de Birán, ya en esas montañas y después de los pinares, había cultivo cafetalero, en general, de campesinos medianos o pobres.

Las familias, cuando llegaba la época de la recogida del café, se organizaban ellas solitas, y ustedes saben cómo eran aquellas familias campesinas con una escalera de niños, porque en aquella época ni se hablaba de anticonceptivos, y los problemas de la explosión demográfica los resolvían la gastroenteritis y las epidemias aquellas que las llamaban creo que de acidosis; se morían en masa y, a pesar de todo, crecimos, fíjense si había muchachos.   Y la escalera de niños iba acompañando a la familia con jabas, con cosas; no había ni un camión para llevarlos, ni un arria de mulos para llevar las cosas, las familias se trasladaban llevando en sacos sus propiedades y llevando en jabitas los zapatos —¡no, qué zapatos, si iban descalzos!—, la poca ropita que podían tener para ponerse un día, porque iban en masa, casi semidesnudos, para la zafra del café y en espera de que retornara la de la caña otra vez.

Esa era también la situación de los campesinos en las zonas tabacaleras, tenían que pagar unas rentas muy altas; como en la caña estaban los colonos, una parte de la caña era del central, otra de los colonos, o de los llamados subcolonos.   Todos esos fenómenos había, y las condiciones sociales eran muy, muy duras.

Realmente, la Revolución no podía mantener aquellas condiciones sociales.

No se podía mantener aquello, nada estaba mecanizado, ni el corte de arroz; el corte de arroz era con la hoz y el martillo (RISAS) —no fue la hoz y el martillo lo que trajo algunas combinadas después para el corte de cana; pero, bueno, era la hoz, esa sí la conocían todos los campesinos arroceros—, y no recuerdo en todas aquellas áreas arroceras una sola máquina de cortar arroz.   Como también los trabajadores se oponían a cualquier máquina de hacer tabaco, y en los puertos se oponían a las máquinas para cargar.

¿Quién hubiera hecho un embarcadero de azúcar a granel en la época prerrevolucionaria?  ¿Quién habría sido capaz de vencer la resistencia de los obreros portuarios que vivían cargando sacos de 325 libras?   Después los pusieron de 250.  ¿Se imaginan la espalda, la cervical y todas esas cosas, de las cuales Gómez Cabrera y otros muchos más podrían hablar, que las ven todos los días en los hospitales, en una época en que miles de hombres, muchos miles y tal vez decenas de miles de hombres tenían que ganarse la vida una parte del tiempo cargando sacos de 325 libras?   Y aquellos hombres se habrían opuesto resueltamente a los embarcaderos de azúcar a granel, a los puertos de azúcar a granel; se oponían a una grúa, se oponían a cualquier cosa, porque les quitaba el trabajo, los lanzaba a la calle, los mataba de hambre.

¿Quién hubiera hablado en este país, en los años previos a la Revolución, de una combinada cañera?   Ni la necesitaban; además, los importadores de caña tenían en toda América Latina y el Caribe gente de sobra para cortar caña.   Lo que hubo al principio, con la gran explosión de los latifundios cañeros, fue la inmigración de caribeños, principalmente haitianos, para el corte de caña, porque había un tiempo en que no alcanzaban; pero cuando la Revolución triunfa, los cortadores de caña sobraban.

En aquellas circunstancias, bueno, vivía la gente de eso, pero con una revolución no era concebible, la mecanización era inevitable en todas las áreas, porque aun hoy, con período especial y todo, y con las tremendas necesidades que tenemos, yo quisiera saber cómo se podría reclutar la gente necesaria para cortar a mano el arroz que venía produciendo el país.   Y Ross exclamaba que necesitaban por lo menos   40 000, 50 000 permanentes en el corte de caña, ahora, en período especial, como diciendo:  ¿Cómo se puede concebir eso de que esté la gente movilizándose para cortar la caña; cómo es posible que no lo hagan los mismos cooperativistas, o los mismos campesinos, o los mismos trabajadores de las áreas rurales?   Antes se empleaban más de 300 000 cortadores.

Luego, no había otro camino, y así vino la mecanización de casi todas las actividades.   Hoy lo primero que pide el de la construcción es una grúa, o un buldócer para mover la tierra, el otro pide la combinada.   Es decir que se alcanzó ya determinado nivel y una estructura de población, en su inmensa mayoría, urbana.   Repito, no es la situación de China, donde la inmensa mayoría es rural y produce alimentos para esa minoría urbana; y en Viet Nam es lo mismo, una inmensa mayoría rural que produce alimentos, y aquí lo que tenemos es una notable minoría rural, teniendo que producir alimentos para la inmensa mayoría urbana.

Si el proceso histórico de cualquier desarrollo lleva a la gente del campo a la ciudad, a la inversa:  llevar la gente de la ciudad al campo, sería muy diferente, porque ha cambiado todo, la cultura completa; el modo de concebir la vida, y, a pesar de todo, hay miles en nuestro país que se movilizan al campo.

Estamos haciendo esfuerzos, y dondequiera que ha habido un pedazo de tierra ociosa que pueda ser utilizada se le ha ofrecido a alguien de la ciudad que quiera ir para el campo, o a alguien del campo que lo quiera trabajar directamente.   Y vemos como buenas noticias cuando nos dicen que tantas caballerías de tabaco han sido distribuidas, o tantas caballerías para producir alimentos, porque es que nos sobra la tierra hoy en las condiciones en que estamos; no es la situación que teníamos antes del período especial, que era la de la abundancia en recursos, a la que me refería antes.   Entonces, nos habíamos mecanizado, sí; se les prestó atención a distintos problemas.

En 1970 no había todavía mecanización del corte de la caña, pero ya se hacía insostenible la situación de la zafra sin la mecanización, había que utilizar las máquinas.   Al fin se desarrollaron las máquinas de la caña, al fin se construyó una fábrica de combinadas cañeras y se fueron perfeccionando los equipos.

Recuerdo que una vez, en la RFA —era entonces la RFA— hicieron una combinada cañera, grande, pesada, era un mastodonte, pero cortaba caña cantidad, la patente era cubana; después, de los australianos tomamos experiencia también.

Aquí se adquirieron máquinas australianas muy buenas, muy superiores a las primeras KTP-1 que hicimos nosotros; pero ya las KTP-1 no resolvían, y siempre quedaba el problema de la limpieza, la fuerza del motor.   Recuerdo que la primera KTP-1 iba a utilizar, en teoría, un motor de 120 caballos; hoy —si no recuerdo mal, ahí está la gente del SIME— creo que piden, como ideal, un motor de 250 caballos, para todos los mecanismos que tiene esa combinada de caña.

Los australianos habían avanzado, ellos tenían caña —Australia era el caso de un país industrializado que tenía caña, y por entonces tenía mecanizado sus procesos productivos cañeros—, pero ya nosotros íbamos por la KTP-3, de más eficiencia que las anteriores.

Claro que la mecanización del transporte, de la preparación de tierra, de la cosecha de la caña, todo eso, creaba la compactación del suelo, uno de los problemas serios, y, en determinado momento, recuerdo que se le prestó especial atención a la cuestión de descompactar y se adquirieron muchas máquinas de esteras para la subsolación profunda del suelo.

Se trabajó duro, y llegó un momento en que subsolábamos decenas de miles de caballerías, porque teníamos que resolver esos problemas de los cuales hablaba Ramón; pero habíamos logrado, mal que bien, producciones estables de 8 millones de toneladas de azúcar al año.   Claro, teníamos disponible casi un millón de toneladas de fertilizante para la caña.

¿A cuánto llegábamos, Nelson, tú que eres experto en saber cuáles son las desgracias de ahora?  (Le dice que a 850 000 toneladas.) Eso era lo que se empleaba en la caña.

¿Y cuántas se emplearon en 1993?  (Le dice que se empleó un poco de nitrógeno.) Usamos un poco de nitrógeno especialmente gaseoso, que es más económico.

Realmente, la caña pierde de repente la fertilización, la caña y otros cultivos también; pierde de repente el regadío, cuando teníamos ya 201 brigadas de riego y drenaje parcelario, estábamos nivelando el suelo.

Ramón decía que hoy no hacen zanjas, y es verdad, ¡ni zanjas!; pero se había creado la capacidad y se estaban preparando ya 100 000 hectáreas por año de riego y drenaje parcelario.   Estábamos buscando no solo las facilidades de la mecanización, sino las facilidades para el riego, los altos rendimientos en la caña y un ambicioso, muy ambicioso, plan de regadío.   Ya les digo:  201 brigadas y en este momento no hay una sola, porque hubo que pararlas todas.

Hay muchas cosas que tuvieron que pararse, mucho antes de que vinieran los apagones.  ¡Doscientas una brigadas estandarizadas trabajando en el riego y drenaje parcelario de la caña!   Sí, iba subiendo, y ya sobre la base de la mecanización, y cada vez mejores máquinas, más eficientes.

En eso, como en otras muchas áreas de la agricultura, había programas muy ambiciosos que se estaban llevando a cabo a través del proceso de rectificación, muy ajenos a la idea de que otros procesos que estaban teniendo lugar en otros lugares, iban a tener para nosotros las consecuencias que tuvieron.   Pero, bueno, era la época de la abundancia, ya nuestro problema será preguntarnos qué hacemos y cómo lo hacemos cuando volvamos a tener una mayor cantidad de recursos de los que tenemos ahora.

Ya teníamos una fábrica de máquinas, tipo Fregat, de pivote central; cada una de estas máquinas regaban un montón de hectáreas.

¿Hasta cuántas hectáreas podía regar una máquina de aquellas?  (Le responden que hasta 5,20 caballerías.) Que multiplicado por 13,4 da casi 70 hectáreas.   Eso era, más o menos, 70 u 80 hectáreas, que yo recuerde.

Ya nosotros habíamos creado en Bayamo una fábrica capaz de construir hasta 1 200 máquinas de pivote central al año; estábamos creando máquinas de riego para incrementar en 100 000 hectáreas por año los cultivos de caña y los cultivos varios.

Yo estoy seguro de que por el camino que íbamos llegaríamos a producciones cañeras suficientes para producir 10, 11, 12 y 13 millones de toneladas de azúcar, porque el potencial de nuestro país lo daba y porque teníamos un mercado enorme a nuestra disposición.

La industria azucarera tenía —por los precios con que contábamos para una gran parte de esa azúcar— unas perspectivas magníficas; aquellas perspectivas se perdieron.   Con aquello comprábamos todo el combustible que venía al país.

Para que tengan una idea, aquí hubo un momento en que estaba a 800 rublos por tonelada; hubo un momento en que con una tonelada de azúcar nosotros comprábamos seis o siete toneladas de trigo.   Y una hectárea de caña bien cultivada, con unas 100 000 arrobitas nada más por caballería, significa 10 toneladas de azúcar por hectárea.   Quiere decir que nosotros podemos llegar a comprar hasta 60 toneladas de trigo por una hectárea de caña bien cultivada, sin ser óptima; porque los cañeros conocemos —yo me considero medio cañero— el potencial de una hectárea de caña en las condiciones de nuestro clima, con determinadas variedades, y que puede llegar a ser 15 toneladas de azúcar, y que una caña de frío con 15 ó 16 meses y suficiente fertilizante y riego, puede llegar hasta el fenómeno de 30 toneladas de azúcar por hectárea —vean qué nobleza la de aquel cultivo— en las condiciones en que nosotros comerciábamos.

A los soviéticos les costaba más caro el azúcar que el precio que nos pagaban a nosotros, no debemos olvidarnos de eso.   Y, claro, los precios de sus productos subían, y llegó un momento en que el petróleo subió como la espuma.   Si el barril de petróleo valía dos dólares y después se puso a 30, qué país podía resistir eso.

Pero los precios azucareros nuestros aumentaron porque había un convenio de precio resbalante, si subía lo que ellos nos exportaban a nosotros, subía lo que nosotros les exportábamos a ellos.   Por eso nos libramos de la tragedia del intercambio desigual, durante un período de tiempo, que es la tragedia del Tercer Mundo.

Con 100 000 arrobas por caballería se podían comprar hasta 60 toneladas de trigo por hectárea, sin exagerar mucho, y se podían comprar, más o menos, 30 toneladas de arroz, con una hectárea de caña con      100 000 arrobas por caballería.

Y nosotros comprendimos la importancia que tenía ese cultivo en aquellas condiciones y se le dio toda la atención.

Ahora las circunstancias son extraordinariamente diferentes, ahora es heroico lo que hay que hacer en la caña, porque aún la seguimos necesitando.   Sí, llegará un día en que no necesitemos tanto de la caña.   El día que pueda el país tener miles de millones de ingresos por el turismo, el día en que la biotecnología y la industria farmacéutica nos produzcan cientos o tal vez miles de millones, nadie sabe, el día en que la ciencia y la técnica nos produzcan miles de millones, entonces dependeremos menos de la caña.

Hoy dependemos de la caña y es heroico lo que hacemos, porque, realmente, cuando se corta una caña que no tiene riego, que no tiene fertilizante, que no dispone ya de decenas de millones de dólares en herbicida —porque nos acostumbramos al herbicida; la posibilidad de disponer de unos 40 millones de dólares todos los años para herbicida hizo que la gente se olvidara de la guataca, y todo se perdió:  herbicida, fertilizante, regadío, brigada de drenaje y de riego parcelario, mercados, precios preferenciales para el azúcar, todo eso.   Pero aun hoy, al precio llamado mundial, necesitamos del azúcar—, esa caña que le falta todo lo que mencionaba es una caña fina en la que el machetero rinde mucho menos.

Nosotros cortábamos caña también y, por lo general, digo la verdad, no me buscaban un caguasito ni mucho menos, era una cañita que estaba con 80 000, 90 000, 100 000 arrobas; los compañeros que andaban por allí buscándonos campos de caña a nosotros no querían que nos desprestigiáramos demasiado como cortadores de caña.   Y, a decir verdad, cumplíamos la meta.   Eso sí recuerdo, que nunca falté un minuto a la jornada de ocho horas, que era la habitual; yo no era un contingentista, solo un día me hice contingentista porque estuve cortando 12 horas en un día.   Y era un cortador no muy malo, podía llegar en un día, en ocho horas, a 500, 600 arrobas.

Recuerdo que cuando empezó la zafra del 70, desde agosto me fui a cortar caña y me correspondieron como dos vales de esos que daban por cada 10 000 arrobas cortadas y llegaba a buenos rendimientos en una caña de buenas condiciones, una 2878 de frío.   Barbados era 2878, ¿no?

¿Ustedes no lo saben?   Rosa Elena, ¿tú no lo sabes?   (Le responden que era POJ-2878.)

No, la Barbados era 4362, había otra, pero era la 4362; esa rendía bien y era caña temprana.

Desde agosto, y no bajaba muchas veces de 400 arrobas en cuatro horas; corte de caña en una caña que pesaba.   Si me ponen en un caguaso vaya usted a saber lo poco que yo corto en cuatro horas.   Yo iba una jornada diaria de cuatro horas durante muchas semanas, en la zafra de agosto para el 70 y en la que vino después.

En el rendimiento del machetero influye mucho el estado de la caña, la limpieza y el peso de la caña.   Claro, en aquella época nosotros cortábamos las cañas de verdad y hacíamos una pila para que la cargara la alzadora, y no tenía cogollo, y si eran largas había que cortar a veces hasta tres trozos o dos trozos; y cortábamos rente al suelo, no el fenómeno ese que explicaba Ramón de que estuvieran cortando a cinco pulgadas del suelo, eso es una locura.   Venían las alzadoras y cargaban la caña, cargaban las carretas, cargaban los camiones y todo marchaba.

Los bajos rendimientos elevan muchísimo el costo de la caña, porque una caballería con 30 000 arrobas, ¿qué es una caballería con 30 000 arrobas?   Eleva mucho los costos del corte, de la carga, del transporte de la caña, reduce sus rendimientos en los centrales azucareros, y, realmente, un central cortando dos meses es un central que no puede ser rentable, porque un central debe cortar 130, 140 ó 150 días.

Claro, ya nosotros estábamos pensando hasta en un tipo de máquina que en ciertos lugares bajos pudiera cortar la caña, con semiesteras, parecidas a las máquinas arroceras.

Pero la caña tenía magníficas perspectivas.   Hoy tenemos que recuperarla porque la necesitamos todavía y la necesitaremos durante un tiempo.   Hoy tenemos que hacer —repito— un sacrificio heroico, porque reparar un central para que muela 60 días cuesta lo mismo que repararlo para que muela 120, 130, 140 días, y si no echa a andar el central pierde hasta la fuerza de trabajo, pierde hasta el central.   Es decir, hoy es un esfuerzo heroico el que tiene que realizar el país en la caña, porque la necesita y tenemos que recuperar nuestras producciones, y el secreto es cómo hacerlo en condiciones de período especial.

Ya decíamos que en condiciones normales estábamos montados en 8 millones, en 1992 todavía, cuando nos quedaba el rezago de fertilización y de regadío en función de los campos cañeros hicimos 7 millones; ya estábamos en período especial.   Pero ya el golpe fue muy duro para la economía en 1993, en 1994 y en 1995.   Y no hay duda de que eso produjo también su desmoralización, es incuestionable.

Es a todo eso a lo que tenemos que sobreponernos y levantar la caña de todas formas.   Y ahora estamos discutiendo seriamente posibilidades de algún financiamiento, para echarle un poco de fertilizante y algunas cantidades de herbicida a la caña, para darle un poco de regadío a la caña, para limpiar un poco mejor la caña.

Hay que elevar esos rendimientos y esa zafra, porque si no vamos a estar produciendo el azúcar más caro del mundo.   Es imperioso hacerlo, y es una de las tareas más difíciles y más complejas que tenemos en este momento:  las actividades que están asociadas a la agricultura cañera y a la agricultura en general.

Los compañeros en el gobierno dedican una gran parte del tiempo a discutir y a buscar soluciones; estamos buscando fórmulas de financiamiento para que, por lo menos, tengamos las cañas de otra calidad, con mayor rendimiento y logremos reducir los costos, porque el potencial de incremento de producción de esas cañas permite, perfectamente, pagar el costo del regadío, la fertilización y otros gastos, y dejar un margen importante para el país.

Hay que salir de esta etapa de ahora en que tenemos que tener un central, a veces, con 60 y 70 días cortando caña; hay que salir de esa etapa a toda costa, porque no podemos renunciar a la caña.

¡Ah!, pero puede llegar un día en que el peso de la caña en la economía sea mucho menor, ese día tiene que llegar, y eso tiene que salir de la ciencia y de la técnica.   Aunque seamos un país desarrollado en el futuro, no tenemos por qué renunciar a la caña, igual que, digamos, los australianos no renuncian a ella a pesar de sus ingresos y su desarrollo; entonces tendremos que tenerla bien mecanizada y tendremos que crear de nuevo y echar a andar todas esas brigadas de riego y drenaje parcelario, y buscar rendimiento, reducción de costos y máxima eficiencia.

Yo sugería eso cuando se discutía lo de la caña, la idea de perfilar, de precisar y de concretar cómo debemos trabajar, en estas condiciones, con las máquinas, con las combinadas, con el buey, con todo eso; y establecer la disciplina más rigurosa en eso, tenemos que establecerla.

¿Quién puede tener hoy una justificación para no atender la caña?   Si un campesino individual tiene su caña, tiene el deber de atenderla y el deber de cortarla, o las cooperativas cañeras, o las UBPC que hoy son dueñas de la producción.   Es su caña, no es una caña siquiera del Estado, es la caña que está en aquella tierra que tienen en usufructo, totalmente de ellos, como a ellos pertenecen muchas de las máquinas e incluso las combinadas; no voy a decir que los tractores Komatsu ahora puedan repartirse entre las UBPC, no tendría sentido porque hace falta un grupo de tractores que obligadamente el complejo debe tener, y a veces hasta la provincia debe tener centralizado.

Es imposible descentralizar las máquinas pesadas de preparación de tierra.   Hay que descentralizar todo lo que se pueda en materia de maquinarias y equipos, los adecuados.

El compromiso de usar el buey es un compromiso viejo de antes del período especial.   Cuando se concibieron los planes para el período especial en caso de guerra, de bloqueo total del país, ya se hablaba del buey, y realmente qué trabajo ha costado, en realidad, regresar en todo lo que era necesario regresar al buey, y en todo lo que era posible regresar al buey; qué trabajo ha costado volver a la cultura del buey, en cierto grado.   Y sacrificio hemos tenido que hacer, porque todos los bueyes para trabajar fueron bueyes que se redujeron de la alimentación de la población; porque todos aquellos animales tenían un destino, el sacrificio para el consumo de la población, y hubo que destinar cientos de miles de animales a la agricultura cañera y a la otra agricultura, y muchos de ellos tenían accidentes y tenían problemas.

¡Ah!, qué no daríamos por tener muchos boyeros como el compañero que habló aquí.   Bueno, cuando le entregué ese jarrón —se llama jarrón, ¿no?—, era una bomba lo que di (RISAS), una colección de navajas; cuando se la entregué a él, le dije:  "Mira a ver si tenemos un boyero menos", porque eran navajas, tenía algunos filitos así y cortaban como navajas.   No había suficiente calidad en la producción de los jarrones.

Pero qué falta nos hacen esos hombres y el ejemplo de esos hombres, y qué bien que aquí hayan premiado y reconocido el trabajo de esos compañeros y compañeras, porque los necesitamos.   Hoy más que nunca tenemos que encontrar la respuesta a la cuestión de cómo usar las máquinas y los bueyes, y a qué hacer en las condiciones del período especial en la caña.

Yo sí creo que debe seguirse analizando sobre eso, hacer un folleto de todas las cosas que sabemos que hoy se hacen mal en muchos lugares, distribuirlo por todas partes —hoy sabe leer y escribir aquí todo el mundo— y que todo el mundo lo lea como un catecismo.   Hagan un catecismo, o si no pídanle colaboración a las iglesias y hagan un catecismo de las cosas que se deben hacer y las que no se deben hacer en la cuestión de la agricultura cañera; ya no estoy hablando de los centrales, que tienen que tener su catecismo también de lo que se debe y de lo que no se debe hacer en la agricultura cañera.   Espero que tengamos éxito con algunos recursos que estamos buscando para la fertilización y otras actividades técnicas para cambiar esta situación desastrosa que tenemos con la agricultura cañera.

Estamos haciendo lo mismo para mejorar la situación de cómo salvar el cítrico —y lo estamos salvando— y cuándo podremos volver a tener los niveles de producción arrocera que teníamos, suficiente combustible para riego, para las cosechas, para las combinadas en el arroz.   Son muchas áreas en las que tenemos que trabajar, pero una de las más duras, más difíciles, es esta.

Si me he extendido un poco hablando de este tema, aparte de que creo que es uno de los importantes que se ha discutido aquí, es porque quiero enfatizar la idea de la importancia que tienen la ciencia y la técnica para el país, porque es lo que nos permitirá tener un día una nación desarrollada económicamente, sin que para vivir tenga que soportar las condiciones en que tenía que trabajar y vivir nuestro pueblo antes del triunfo de la Revolución, porque antes del triunfo estábamos obligados a hacer eso (APLAUSOS).

Solo la ciencia, la técnica y la diversificación de nuestra economía nos permitirá ganarnos el pan de manera más humana, sin que tengan los hombres que volver a cargar sacos de 325 libras, sin que tengan que volver al desempleo y sin que tenga que volver el capitalismo a nuestro país.

Cuando les hablo de aquel pasado, les estoy hablando de algo a lo que nosotros no podemos volver jamás; cuando les hablo de ciencia y técnica, les hablo de la necesidad de crear las condiciones que nos permitan vivir de nuestro sudor y de nuestra inteligencia, que nos permitan vivir como seres humanos, porque el capitalismo hacía vivir como animales a la inmensa mayoría de los trabajadores del país.

No vivía nuestro pueblo de su inteligencia, sino de su trabajo animal, porque el corte manual, la carga de los sacos de 325 libras, la preparación de tierra, el transporte, las construcciones, la cosecha del arroz y todo lo teníamos que hacer con trabajo animal o manual.

Como construyeron esa vieja Carretera Central, así no podemos volver a construir carreteras jamás, picando a mano piedra con mandarrias.   Así no podemos volver a vivir, y ese es el destino que les tiene asignado el mundo capitalista desarrollado a los pueblos del Tercer Mundo:  las industrias más sucias y contaminantes, los trabajos más duros, los trabajos que ellos no quieren hacer ya en sus países son los tipos de trabajo y de industrias que quieren asignarles a los países del Tercer Mundo.

Eso es lo que significa la famosa sociedad para la prosperidad de que han estado hablando en la cumbre de Miami, a la que me referí hace unos días cuando recibíamos a un destacado militar revolucionario.

De eso vivía nuestro pueblo; no de su inteligencia, sino de su trabajo animal.

Ciencia y técnica significa preparar un país, crear un país, no importa de donde partamos hoy, no importa las dificultades de hoy; pero sí crear un país que viva de su inteligencia y de su sudor, ¡que viva como hombre y no como animal!   Eso solo la ciencia y la técnica lo pueden hacer, y ustedes lo pueden comprender mejor que nadie.

Este país no podría vivir ya de otra forma, ni de otra cosa, que de su inteligencia y de un trabajo manual humano, las dos cosas; y mucho de su inteligencia.   Si no, ¿para qué hemos formado cientos de miles de graduados universitarios?   Si no, ¿para qué hemos creado decenas de universidades?  ¿Por qué tenemos los per cápita que hoy tenemos de ingenieros, de técnicos, de científicos, de médicos, de maestros, en muchos sentidos los mayores del mundo?

Tenemos que ser exportadores de salud, tenemos que ser exportadores de medicamentos, tenemos que recibir ingresos importantes.

Hoy día les hemos puesto a los hospitales una tarea fundamental:  ver cómo se autofinancian, y hay hospitales ya que se autofinancian en divisas, y viene cada vez más gente a atenderse a los hospitales cubanos.   Les hemos dicho:  Bueno, reserven 20, 30 ó 40 camas, algo, para poder comprar los medicamentos, las ropas, el material gastable.   Les hemos dado a muchos hospitales la tarea de autofinanciarse.

Gómez Cabrera hablaba de sus problemas en el "Hermanos Ameijeiras", pero ellos tienen una cantidad de camas reservadas.   Es verdad que tienen equipos muy complejos y de avanzada, y no han dispuesto en estos años de recursos para piezas de repuesto:  están la resonancia nuclear magnética, el acelerador lineal, un montón de equipos, porque los mejores los introducíamos allí, precisamente, para dominar la tecnología.

Ellos pueden llegar a autofinanciarse en divisas con el 10%, si acaso, de las camas.   Nosotros le podemos explicar perfectamente al ciudadano:  Mire, de cada 10 camas, vamos a dedicar 1 a pagar los costos en divisas del hospital, para que no falten piezas de repuesto de las que no podemos fabricar, para que no falte la materia prima que necesitamos allí, para que no nos falten medicamentos, material gastable, la ropa del hospital.

Les hemos dado tareas a muchos hospitales.   Esa es una manera de ganarse también la vida, con la inteligencia y con el trabajo honrado; no con el trabajo animal, sino con el trabajo humano.

Quienes hayan sido testigos de un esfuerzo como este, de un movimiento como este y de la unión de todas estas fuerzas, podrán apreciar que en ninguna otra parte se tiene eso.

¿Qué les queda hoy a los países del Tercer Mundo?   Todas las tragedias, todas las calamidades, y ninguna de las cosas que tenemos nosotros:  ni los maestros que tenemos, ni los médicos que tenemos, ni los ingenieros, ni los científicos, ni un movimiento como este, porque este no lo tienen ni los países capitalistas desarrollados.

El capitalismo es egoísta, y si tienen una innovación no quieren que la disfruten los otros, se guardan los secretos; mientras que nosotros hemos creado la conciencia de la cooperación.

Una definición más de socialismo es la conciencia de la cooperación, y la cooperación entre todos los centros de investigación.

Los centros de investigación hemos logrado que sean ciento por ciento cubanos.   Podemos tener alguna asociación para la comercialización de algunos productos, pero los centros de investigación, todos los que ustedes representan —y ustedes lo saben—, son ciento por ciento cubanos, y trataremos de que ese tesoro de cultura, ese tesoro de riquezas futuras, esté bajo el control de nuestro país.   Tal vez podemos hacer empresa en uno nuevo, pero en estos que tenemos, en ninguno.

En los hoteles tenemos administraciones extranjeras, empresas mixtas y otras muchas cosas, pero no las tenemos en nuestros centros de investigación.   Es decir que ese tesoro que hemos creado lo hemos preservado y lo trataremos de seguir preservando, y los nuevos centros también trataremos de preservarlos.   No quiere decir que esto sea la última palabra, que si alguien viene con una buena y agradable proposición de invertir tal y más cual cantidad y que quiere ser socio en un nuevo centro, nosotros le digamos que no.   Bueno, vamos de socios en un nuevo centro, ya que no tendríamos dinero para hacerlo en otra rama de investigaciones.

Este espíritu de cooperación que ha creado este movimiento, eso es socialismo y eso habría que ponerlo en el catecismo del socialismo:  cooperación entre todos los centrales azucareros que tienen un solo propietario, el pueblo; cooperación entre todas las empresas agrícolas y cooperativas de un tipo y otro que tienen un solo propietario, el pueblo; cooperación entre los centros de investigación y los centros de producción que tienen un propietario, el pueblo; cooperación entre todos los centros científicos; cooperación entre todos los técnicos y los científicos que están al servicio de un solo objetivo, de un solo interés, el interés del pueblo.  ¡Eso es socialismo y eso es nuestro socialismo!

Ahora, cuando andan tantas crisis de ideas y tanta confusión por el mundo, nosotros debemos sentirnos orgullosos de poder disponer de todas estas cosas, y cuando decimos preservar la independencia, la Revolución y las conquistas del socialismo, estamos defendiendo todo esto de que estamos hablando, estamos defendiendo estos foros.

En el capitalismo no podía haber nada parecido a un foro como este de ciencia y técnica, porque todos serían enemigos, nadie estaría cooperando con los demás, nadie estaría premiando a los  demás, no habría jurado para otorgar los premios, gente seria.

No sé si podrán salir a la calle en la próxima semana, después que han tenido que repartir todos los premios, pero todos pensamos que han hecho el mayor esfuerzo por otorgarlos a los más destacados; tuve la satisfacción de retratarme con ellos, y tú, Maynegra, te tendrás que encargar de que les llegue la fotografía a todos y cada uno de ellos.

Pero, bueno, ¿en el capitalismo puede existir eso?

Nosotros hemos tenido que hacer muchas cosas, y tenemos que seguir haciéndolas, cambios, reformas y concesiones.   Sí, tenemos que hacerlas porque tenemos que partir de las realidades de este mundo; pero como los padres cuidan a sus hijos, cuidará la Revolución de su obra.

Sí, hay veces que viene la necesidad de amputarse un dedo para salvar una mano, y hasta una mano para salvar la vida.   Hablando simbólicamente, espero que la única mano que nosotros no tengamos que amputarnos nunca sea la izquierda (RISAS Y APLAUSOS).

Sí, hay que hacer concesiones, hay que hacer sacrificios, hay que hacer cambios, y los haremos, con un objetivo —como les decía recientemente a los que vinieron al Encuentro de Solidaridad— para tener un país de los trabajadores, por los trabajadores y para los trabajadores, y jamás un país de los capitalistas, por los capitalistas, para los capitalistas; jamás un país de los imperialistas, por los imperialistas y para los imperialistas.

Creo que esto nos ayuda a entender cómo a nosotros estas circunstancias nos llevan a tener que actuar y a hacer muchas cosas, pero no debemos dejarnos confundir nunca.   Hay que estar muy claros en lo que queremos y, si sabemos explicarlo, en ello nos acompañará siempre nuestro pueblo, porque nuestro pueblo no quiere el pasado, nuestro pueblo no quiere el destino que tratan de reservarles a los países del Tercer Mundo.   Nuestro pueblo es este, nuestro pueblo son ustedes, y ese tesoro hay que conservarlo a cualquier precio.

Por eso no tiene nada de extraño que nuestro pueblo diga ¡Patria o Muerte!, o ¡Socialismo o Muerte!, porque conoció lo otro, o lo conocieron sus padres, sus abuelos, y pueden entender la realidad, o lo ven en otros países del mundo; pero no quieren aquella brutalidad, aquella vida salvaje que para comprenderla no hay más que saber un poco de aritmética, basta hacer un poco de cálculo.

No tiene nada de extraño que la gente prefiera morir a lo otro, porque, caballeros, el hombre no es un animal, el hombre no es un buey    —con todo el respeto y la admiración, incluso, que hoy sentimos nosotros por los bueyes—, que le pongan un narigón y lo lleven en yunta.   No quiere ser eso el hombre.   El buey no puede hacer nada; pero el hombre sí puede hacer, y puede hacer mucho.   El hombre dice:  "No acepto esto, y no lo acepto." Y eso fue lo que dijeron los fundadores de nuestro país, de nuestra independencia, eso fue lo que dijeron en 1868, y en 1895, y en el Moncada, y en las batallas que libramos después de la Revolución, en el Escambray, en Girón, y en las nobles misiones internacionalistas que fuimos capaces de llevar a cabo, cumpliendo el deber del internacionalismo, porque solo el hombre es capaz de comprender eso.

En el capitalismo nada de eso puede prosperar, es imposible.   La solidaridad entre los hombres y la solidaridad entre los pueblos solo se puede concebir en el socialismo y solo se puede comprender en el socialismo.

Por eso no tiene nada de extraño que nuestro pueblo esté dispuesto a hacer todos los sacrificios que sean necesarios, y a resistir lo que sea necesario resistir para defender la patria, la independencia de la patria, la soberanía y las conquistas del socialismo, que, como he dicho otras veces, es el derecho a seguir construyéndolo en mejores condiciones en el futuro, el derecho a seguir perfeccionándolo, el derecho a hacer mejores cosas, porque el día en que volvamos a tener alguna abundancia, entonces espero que realmente sepamos administrar de manera óptima lo que tengamos.

Ahora es que apreciamos más lo que significaron aquellos años, y fueron decenas de años con recursos.   Nunca faltó el trigo para el pan, nunca faltó el combustible para nada en nuestro país durante decenas de años, nunca faltaron los recursos para una escuela, para un hospital, para una carretera, para una vivienda, para lo que fuera.   Hoy carecemos, podemos decir, de todo, tenemos que sufrir todo esto; pero tenemos que saber por qué lo sufrimos y para qué lo sufrimos, qué queremos del mañana y qué no queremos del mañana.

Y hoy nos admiramos.   Yo me pregunto en cuántos lugares se pueden escuchar palabras como las que pronunciaba el jefe del contingente Campaña de Las Villas, y, en pleno período especial, el “sí se puede".   Del mismo turismo salía el combustible y los recursos para que ese contingente trabajara.   El turismo estaba autofinanciando esa obra, y no se paró.   Tiraron un camión cada minuto durante meses.

Bueno, el compañero nos mencionaba los kilómetros recorridos y yo calculaba que hicieron cincuenta veces el viaje de aquí a la Luna.   Nosotros también viajamos a la Luna, y somos capaces de viajar a la Luna, cuando en condiciones de período especial hacemos un pedraplén como ese de 48 kilómetros, que es una belleza, y que conquista para el país lugares maravillosos, verdaderamente maravillosos.

Si hay alguna playa que se pueda comparar con la de Varadero, que sea igual y en ciertos aspectos hasta la supere, es la playa de Santa María, que era el objetivo final de ese pedraplén, y de varios kilómetros.  ¡Aquello es una maravilla!   Y en el lugar tiene otros varios maravillosos lugares, aunque no tan extensos, los que han conquistado ellos para el país, salvando el medio ambiente, protegiéndolo con un puente que tiene más de 300 metros para garantizar las corrientes de agua de un lugar a otro.   Todas esas decenas de puentes pequeños tienen el mismo objetivo de protección del medio ambiente de toda aquella zona; ellos han combinado el desarrollo con la belleza y la calidad de aquellos lugares.

Ellos tienen que trabajar más tiempo allí, pero ya se puede empezar a construir, porque para empezar a construir lo que hace falta es el pedraplén.

Y no es el único.   En período especial hemos terminado el de cayo Coco; hemos llegado hasta cayo Guillermo, y estamos allá; hemos llegado hasta las costas de Sabinal y las playas de Sabinal que son decenas de kilómetros; hemos llegado al cayo Santa Cruz, al norte de cayo Romano, en otro pedraplén largo y donde hay una playa magnífica que tiene alrededor de 20 kilómetros; hemos llegado en Sancti Spíritus, en un pequeño pedraplén que hubo que hacer también para llegar a las playas del Ancón —creo que se llaman así—, y estamos llegando en Pinar del Río...  ¿Cuándo nos darán la noticia de que por fin llegaron al cayito aquel, donde hay una buena playa también?   Pero hasta Pinar del Río tiene su pedraplén.   Es chiquito, no es muy grande el tramo, estamos llegando ya, pero hasta Pinar del Río tiene el suyo; así que no va a tener solo a Viñales, va a tener también playas.

(Del público le dicen que en Matanzas).   Bueno, está el de Matanzas.   Vamos a no hablar mucho, pero ya se está embelleciendo todo aquello, y va a ser lo que tiene que ser.   También un día en Matanzas, para evitar el tránsito por el medio de la ciudad, habrá que hacer puentes, y habrá que llegar al otro lado para que no tengan que atravesar la ciudad, irán por fuera de la ciudad.

Todas esas cosas las hemos hecho en período especial, tienen mucho mérito.   Y con qué orgullo decía el jefe del contingente, y con qué satisfacción lo aplaudieron ustedes cuando habló de aquel miliciano que con un fusilito semiautomático y 10 balas arrestó a tres expertos mercenarios que venían aquí armados hasta los dientes a organizar un frente, él solo, y advirtió e hizo todo.   Sí, porque ese es el pueblo defendiendo su obra, los obreros defendiendo su pedraplén, defendiendo allí el futuro.   Eso, desde luego, nos estimula, nos produce mucha satisfacción, nos enorgullece.

Cuando hablaba de la distancia en kilómetros del pedraplén, yo calculaba los viajes al Sol, mencioné la Luna; era, por lo menos, veinticinco veces ida y vuelta a la Luna en kilómetros/camión.   No está tan lejos la Luna.   Por eso tampoco el socialismo va a estar tan lejos, ese va a estar mucho más cerca.   El hombre ya ha llegado a los planetas, pero esa es una obra realmente admirable.

Me contaron que los que llegaban allí se quedaban asombrados.   No sé si esta anécdota se dijo en público o en privado, que habían venido unos amigos de un país vecino al nuestro y dijeron:  "¿En qué tiempo van a hacer ustedes ese pedraplén?" Les respondieron:  "Ese pedraplén está terminado para tal fecha", en cinco años, y uno dijo:  "Bueno, dentro de 10 años volveré y veré por dónde está el pedraplén este todavía." Ya lo pueden invitar y que se dé un buen viaje en yipi por allí.   Que pague la gasolina, desde luego, por haber desconfiado de nosotros (RISAS).   Pero lo que se puede hacer allí es un fenómeno, es un tesoro lo que hay allí.

Y todo esto en período especial.

Hoy se habló de esa obra, hace unos días inauguramos un centro de altísimo nivel, el Centro de Inmunología Molecular —es una maravilla ese centro, es una de las cosas que nos hacen sentir orgullosos—, y ese mismo día los obreros del contingente "Blas Roca", que son otros también que se baten por su obra con toda su fuerza, terminaron prácticamente la construcción del más grande hotel que se ha hecho en la capital de la república, en pleno período especial, demostrando que podemos hacer cosas y que estamos haciendo cosas importantes y que rinden ingresos al país, cosas que están dirigidas hoy al punto más vital, a la obtención de divisas convertibles; demostrando que pueden producir esos hoteles, que van a producir obras como aquellas y que van a producir centros como el de inmunología, con sus investigaciones, en una de las áreas más avanzadas de la ciencia, en el mundo de hoy.

Porque no nos estamos quedando atrás, al contrario, vamos adelantando y estamos a la par con los países desarrollados, y los más desarrollados, que vienen y visitan nuestros centros y se admiran, se asombran de ver lo que estamos haciendo, de lo que hemos sido capaces de hacer; ya nos respetan, y estamos batiéndonos en el mercado con poderosas transnacionales.   Porque lo más difícil en esta área de la industria farmacéutica y la biotecnología es la competencia que hay que vencer, la resistencia que hay que vencer, y realmente, digo la verdad, no resulta fácil competir con nosotros por el espíritu de trabajo que hay en todos esos centros, por la voluntad de vencer.

Se admiran de nuestra gente, es de lo que más hablan.   Ellos se han dado cuenta de que nuestro tesoro más grande es nuestro pueblo, nuestro nivel de cultura y nuestra preparación; que no encuentran en ninguna parte, ¡en ninguna parte!, los niveles de instrucción y de preparación que tiene nuestro pueblo hoy día.   Es lo que más admiran, es lo que más los atrae a invertir, a pesar de las presiones imperialistas.

Hace unos días una empresa mixta, que surgió para unas producciones determinadas —no son MX-14 de las del MINFAR, no son MX-110, no sé qué, el nombre que ustedes les ponen en clave a las innovaciones y a los descubrimientos; tienen que seguir descubriendo, porque eso es lo que no nos puede fallar, el brazo armado de la Revolución y los que tienen la responsabilidad fundamental de dirigir a todos los combatientes de este país, a este pueblo combatiente, en la guerra—, me envía un obsequio.  ¿Qué obsequio?   Un árbol como de tres metros, en una maceta de esas, muy bonito, leo la carta y digo:  ¿Qué es esto?   Era un árbol artificial, en este caso un árbol de mango.   Bueno, todo el mundo se ha engañado con el árbol, porque como a 10 les he preguntado qué árbol es este y qué características tiene, y ninguno se ha dado cuenta de que es artificial el árbol.   Es una nueva rama de la producción que anda por el mundo; a lo mejor sirve hasta para camuflaje, pero, bueno, lo tienen ahora para la exportación, nada de que venga ahora el ejército de occidente a pedir que le entreguen 100 000 árboles artificiales de esos para camuflaje.   Eso es para exportar, para las divisas que necesitamos.

No tienen nada de extraño, o sí tienen de extraño, las cosas que el hombre va inventando, mientras anda aquel por allá por Ciego de Avila en un fermentador produciendo vitroplantas, creo que les llama él, plantas de las otras.  ¿Cómo se llama?  (Le dicen que se llama embriogénesis somática.) Pero yo no siempre voy a tener dos asesores como ustedes al lado que me puedan decir.   Yo sé que él anda produciendo células vegetales por allí en un fermentador.

Lo interesante de esta anécdota que les hago es que el hombre que manda la carta explica lo que es, habla de la empresita mixta —sin ese socio no hubiéramos podido hacer la empresa mixta, esa es la verdad, ni plantas de esas; eso ayuda a explicar la conveniencia de hacer empresas de ese tipo en muchas áreas.  ¡Somos socios!—, pero decía lo siguiente:  "Calculamos tres meses para la preparación del personal, a fin de hacer producciones competitivas en el mercado mundial", y a los 17 días hicieron este árbol.   Es decir, lo que se calculaba que necesitaban tres meses de preparación, lo alcanzaron en 17 días.   Yo creo que eso habla de la inteligencia de nuestra población, de nuestra juventud, de nuestros trabajadores, de sus conocimientos, de su instrucción.  ¡Diecisiete días!, y esa una de las cosas que más admiran.

¡Cómo admiran a los trabajadores nuestros del turismo, el nivel que tienen, lo pronto que aprenden a hacer las cosas!   Todos nos dicen eso, todos hablan de eso, ¡todos!

De dos cosas hablan todos estos inversionistas extranjeros:  una, que aquí no hay comisiones de ninguna clase; que es imposible sobornar a nadie.   Es decir que es imposible que puedan sobornar a un ministro, a un viceministro; podemos tener ministros malos o peores (RISAS) ...  Rosa Elena, por favor, tú no te consideres incluida en esa categoría, ni los demás.   Digo que podemos tenerlos (RISAS); pero no tenemos ministros sobornables.

Los compañeros que andan negociando en todas estas actividades, todos, los inversionistas extranjeros saben que son insobornables; ni compararlo con los enormes ingresos que reciben en otros países los ministros, ¡de eso, ni hablar!

A decir verdad, al lado de los colosales sueldos que pagan por ahí ...  Ellos cobran en pesos, ninguno tiene una cuenta en el exterior, ninguno de ellos tiene un dólar —al menos no conozco a ninguno que lo tenga, y si lo tiene, por favor, préstenlo al país (RISAS Y APLAUSOS).

Eso significa Revolución, eso significa socialismo, eso significa honradez socialista, conciencia socialista.

Estos caballeros saben lo que pasa por otras partes, saben lo que pasa en el mundo, y ya en eso de la corrupción, en los más altos niveles, no escapa casi nadie en el mundo.

Ustedes leen los periódicos, no quiero mencionar países; pero hay un caos armado.   Por eso decía el otro día en el Aula Magna de la Universidad de La Habana que cómo el capitalismo va a acabar con la corrupción, si el capitalismo es el padre, el abuelo, el bisabuelo y el tatarabuelo de la corrupción.   Ese es el capitalismo, ¿cómo va a acabar con ella?   Tiene que hacer como Chacumbele (RISAS).   Realmente, si quiere acabar con la corrupción, tiene que matarse el capitalismo.  ¡Ni acaba con la droga, ni acaba con ninguno de esos vicios, ni acaba con la pobreza, ni acaba con el desempleo, cada vez habrá más!

Casi me reía viendo ese programa de la cumbre, hablando de todo eso.   Quieren capitalismo y más capitalismo, neoliberalismo, y que sea más virtuoso que la Virgen de la Caridad.   Eso es lo que quieren del capitalismo, el sistema, y que no esté acompañado de todas las calamidades morales y de todas las calamidades humanas que han hecho sufrir tanto al mundo.

Como decía ese día, Estados Unidos hasta suscribe la protección de los indígenas.   Digo:  Pero, ¿a qué indígena va a proteger Estados Unidos?, si ya acabó con ellos.

¿Fue el socialismo el que acabó con los indígenas, o fue el colonialismo, el capitalismo y el imperialismo expansionista despiadado, el que envió a las poblaciones indígenas a las reservaciones?

Ninguno de esos vicios podrá desaparecer con el capitalismo.

¿Cuáles son aquí las drogas y qué problema de lavado de dinero hay aquí?  ¿Qué dinero?; en primer lugar, no hay ningún dinero que lavar (RISAS) —pero, bueno, hay derecho a bromear, ¿verdad?   Es que es imposible en nuestro sistema, sencillamente, que eso pueda existir.

Así pasa como con lo de la corrupción, y como estos caballeros —les decía— saben todo lo que pasa en el mundo, realmente se admiran, se asombran de lo que ven en nuestro país, y eso es un gran capital, porque estimula las inversiones.

Hay países por ahí que piden hasta 10 000 dólares para que un ministro le dé una entrevista a un hombre de negocios.   Lo que pasa es que nosotros no podemos ser indiscretos, si no no nos cuentan nada; pero las realidades de lo que pasa en el mundo las conocemos.   Ellos admiran mucho eso y, parejamente, el extraordinario nivel de instrucción y la inteligencia de nuestro pueblo.  ¡Tenemos esos dos grandes capitales!

Llevamos cinco años resistiendo el desastre del campo socialista, y tienen que respetar al país, saben que tienen que respetarlo, y saben que el país va a avanzar cualesquiera que sean las calamidades que todavía tenemos.   Otros van para abajo cada vez más.   Ya nosotros paramos la caída, y la caída principalmente vino asociada en parte a estas zafras desastrosas; pero ya hoy empezamos ligeramente a recuperarnos, y muchas de las medidas de tipo financiero que hemos tomado empiezan a dar sus frutos.

Tenemos que saber ser pacientes, no hacernos ilusiones de ninguna clase nunca; pero las medidas que se han ido tomando, con calma, ecuanimidad, serenidad, sentido común, orden, ya empiezan a producir sus primeros frutos, nos estimulan a seguir por el camino que llevamos; porque ya se comprueba que hicimos muy bien en seguir nuestro camino, que no solo fue una cosa heroica, porque estábamos dispuestos a seguirlo a cualquier precio, sino que era también lo más inteligente que un pueblo como el nuestro podía hacer.   Y ha concitado la admiración del mundo, y se expresa cuando hay reuniones y salas como estas, o el "Carlos Marx", se llena de miles de personalidades decentes, honestas, que tienen en Cuba puestas sus esperanzas, y todos nos dicen lo mismo:  resistan, luchen, defiendan la esperanza.   Eso nos lo decían miles de personas muy recientemente, llenas de admiración y de confianza en Cuba.   Por eso decía, no solo fue lo más heroico, también lo más inteligente que un pueblo, en este mundo que surge, unipolar, bajo el dominio del imperio yanki, haya decidido seguir con su causa, haya decidido seguir con sus ideas.

Algún día las generaciones venideras tendrán que recordar con honor y con orgullo lo que estamos haciendo ahora.   Y a ustedes tendrán que recordarlos también con mucho honor y con mucho orgullo, como vanguardias del futuro humano que queremos construir.



¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!



(OVACION)



Ya ven qué prueba de aprecio, me dieron este bello diploma y no me dieron el jarrón (RISAS).   Me preservaron muchísimo, aunque tuve que repartir más de 30.

Tal vez no dije algo ahí, porque tal vez no era tampoco el lugar.

Como ustedes saben, nosotros tratamos siempre de combinar lo más posible.   Veo en este movimiento un movimiento de moral, de conciencia; pero siempre hay algunos premiecitos.   Esto cada vez pide más premios para ustedes, miren a ver si ustedes los controlan.   A pesar de dificultades y todo, hay algunos premios también para los destacados, siempre hay algún carrito, siempre hay algo, y ya históricamente se vienen repartiendo.

Aquí los carros, como ustedes saben, se venden bajo control; no basta tener dinero y divisa para comprarse un carro.   Lo que sí les digo que hay algunas decenas de vehículos que se les van a asignar —yo espero que tú no les cobres nada a esta gente nunca, ni por la escasez de divisa que tenemos—, más o menos, como el año pasado; pero esta vez incluyen premios para los pioneros, unos piden casas de campaña, piden patines —aquí ponemos:  si hay, porque yo no sé quién tiene patines aquí.   El Estado tiene reserva de algunos recursos, ¿pero quién tiene patines aquí en este país?  (Le responden que el INDER.)

Bueno, está bien, y ellos quieren; patinetas también y mochilas con materiales escolares.   Han pedido cosas también para los muchachos.   Pero hay algo interesante, ellos pidieron y se van a asignar 100 viviendas económicas.   Creo que esa es una necesidad muy importante; el año pasado creo que se habían asignado 50, este año se asignan 100 viviendas económicas para no entregar solo los jarrones de estos llenos de navajas y cosas de esas, y diplomas (RISAS).

Así que yo le ahorro a Maynegra el anunciarles estas cosas.   Prácticamente todo lo que ellos pidieron —y fue un poco más que el año pasado— se les dio, y el país seguirá haciendo todos los años un esfuerzo, cualquier esfuerzo, en cualquier circunstancia para seguir estimulando de una forma modestamente material a los que han hecho grandes esfuerzos.   Ojalá pudiéramos tener para darles a todos, no para que fueran cientos de personas o, tal vez, entre cosas pequeñas y grandes, algunos miles, ¡ojalá fueran decenas de miles a los que pudiéramos darles algo, pero va!

Hay bicicletas.   Otros piden aquí hasta plancha —no sé si habrá mucho que planchar—, ventiladores, lavadoras, algunos televisores en colores, y, realmente, no son de nuestros hermanos soviéticos; porque ya los de los hermanos soviéticos se nos acabaron, los que quedaban en la reserva hubo que repartirlos porque si no no se podía ver ahí nada, y consumían mucho también.

Cuando se sustituye —eso sí quiero decirlo— un televisor soviético (Le dicen:  El Krim.), ¿cuánta electricidad consume el Krim ese?  (Le dicen que doscientos y pico de watts.) ¡Como un criminal!  (RISAS.) ¿Y cuánta el otro?  (Le dicen que puede ser 60, 70, 80, según.) Creo que es la tercera parte lo que consume el otro.

Cada vez que ustedes vean que en cualquier lugar cambiaron uno de aquellos por uno a color, sepan que está consumiendo la tercera parte de la electricidad.

Ese sí lo vendemos; pero los carros, en general, se venden como premio, incluso a los que tienen divisas.   Y yo sé que la inmensa mayoría de ustedes está igual que los ministros, que no tienen divisas; puede ser que a veces se empaten con alguna, porque hay quienes salen y no almuerzan para poder adquirir algunas cosas, lo sabemos, son realidades que ocurren.

Los automóviles que aquí se venden, realmente se tiene en cuenta el mérito del que lo va a comprar.   Hay artistas que tienen ingresos que son importantes, pero, bueno, no basta tener dinero solamente, ese no es un artículo que está a la libre venta, se toman en cuenta los méritos personales.

En este caso para nosotros tiene la gran satisfacción que todo lo que ustedes reciban, de un tipo o de otro, es como premio, de manera total como premio; incluso, los que reciben la vivienda es como premio, ¿verdad?  (Le dicen que no tienen ni que pagar.) El título se lo dan.  ¿Y cuando vayan a cobrar el impuesto a la vivienda lo van a exonerar del impuesto?   Digo yo, el día que eso llegue, parece que está lejos.   En el mundo lo que se paga por ahí es impuesto por la vivienda, como regla; puede ser que algún día llegue aquí también, pero ahora no está nada de eso contemplado.

Eso es lo que quería decirles, compañeros, nada más (APLAUSOS PROLONGADOS).

Espero que nos veamos otra vez el año que viene.   Surgieron algunas ideas a las que, por cierto, nos opusimos, de que si posponer esto cada dos años.   Este movimiento no se puede matar, no se puede lentificar.   A este movimiento hay que seguirle dando impulso, y hay que seguir todo el año trabajando para el foro (APLAUSOS).
 

VERSIONES TAQUIGRAFICAS