Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la inauguración de la Ciudad Universitaria “José Antonio Echeverria”, en los terrenos del central “Manuel Martínez Prieto”, antiguo “Toledo”, el 2 de diciembre de 1964

Fecha: 

02/12/1964

Compañeros y compañeras:

En realidad, más que una ciudad universitaria –porque no puede hablarse de ciudad universitaria– hoy se inaugura la primera facultad de esa ciudad universitaria; incluso, todavía hay obras por terminar, trabajos que hacer.  Este mismo futuro anfiteatro, donde estamos reunidos, está por terminar, y muchos edificios más, o varios edificios más están en construcción.

Pero ¿por qué nos vemos en la necesidad de adelantar –puede decirse– esta inauguración?  ¿Es acaso un acto demagógico?  No.  En general, la Revolución, puede decirse que hace mucha menos propaganda de sus obras que la que se ha hecho nunca.  Y hay infinidad de obras que se van haciendo en todas direcciones y muchas de ellas incluso se ignoran; y, en definitiva, eso no es lo más importante, la propaganda que se haga de las obras de la Revolución.  En realidad, la razón fundamental por la cual se hace esta inauguración, es que surgió la necesidad de hacer uso de los edificios que estaban terminados ya; es decir, que nos vimos en la necesidad de empezar a utilizar estas edificaciones.  De hecho comenzó a funcionar ya la facultad de tecnología con varios cientos de estudiantes, entre ellos los “colonizadores” –como se llaman ellos mismos– de arquitectura; porque esa necesidad surgió del impetuoso desarrollo de la educación en general en nuestro país, que ya se empieza a manifestar también –en forma igualmente impetuosa– en la Universidad de La Habana.

Y como fue necesario comenzar a trabajar aquí ya, como había un número de edificios terminados en condiciones adecuadas para poder empezar, es por eso que si la institución en sí, si la facultad comenzó ya en lo que está hecho, era correcto que de una forma o de otra se hiciera también esta ceremonia de inauguración.

Pero más que a inaugurar una ciudad universitaria, venimos más bien a ratificar el propósito de hacer esa ciudad universitaria, venimos a ratificar ese compromiso, a fortalecer esa voluntad de seguir adelante en esta magnífica obra, como se ha venido haciendo hasta ahora, dedicándole los recursos que ha sido posible dedicarle en medio de un sinnúmero de necesidades de todo tipo que tiene la nación.

El concepto de ciudad universitaria va cambiando.  Los conceptos cambian con las realidades.  En el pasado la idea de una ciudad universitaria habría consistido esencialmente en una zona donde se reunieran todas las edificaciones correspondientes a una universidad; en la actualidad y en el futuro realmente será imposible limitar de esa forma el concepto de una ciudad universitaria o de una universidad.  Es decir, en el futuro no habrá ciudad capaz de albergar una universidad; en el futuro el concepto de universidad será demasiado grande para que pueda estar contenido en un número de edificaciones.  El concepto de universidad será demasiado dinámico, a la vez que demasiado real, demasiado práctico, para que se pueda situar en un conjunto de edificios.  En primer lugar, ya el país no tiene una sola universidad; el país tiene ya dos universidades más; y esto no es el resultado de una política, ni consecuencia de presiones locales, ni consecuencia de demagogia de politiqueros, sino consecuencia de la necesidad que ha hecho surgir, con seriedad, con buena organización, con nivel satisfactorio y creciente, y con rigor científico, dos universidades, que crecen y se desarrollan, y cuya importancia y cuyo peso se palpan cada día más, que son las universidades de Las Villas y de Oriente.  Y también allí en las universidades de Las Villas y Oriente hay que hacer albergues, hay que hacer edificaciones.

Es decir que de hecho se está trabajando en edificaciones en tres universidades.

Pero el concepto mismo de la función de la universidad se amplía, y cada vez comprendemos mejor que una universidad tiene que ser algo más que un centro donde unos van a enseñar y otros van a aprender en los libros o en los laboratorios; que el concepto de universidad tiene que ampliarse, y tiene que ser algo más que ese sitio donde se reúnen unos a enseñar y otros a aprender.  Es que el concepto de universidad tiene que entrañar la investigación; pero no la investigación que se hace solamente en un aula o en un laboratorio, sino la investigación que hay que realizar a lo ancho y largo de la isla, la investigación que hay que realizar en la calle.  Además, la práctica, el trabajo, como parte de la formación, puesto que aspiramos en el futuro no a lo que tenemos hoy que vivimos una etapa de transición.  Aspiramos en el futuro no al estudiante que comparte el estudio con el trabajo como una actividad profesional.  Eso es sencillamente el resultado de los años vividos en el pasado, y es el resultado del carácter de tránsito que tienen determinados períodos, y que debe tener necesariamente ese período que hay que llenar de un sistema a otro, de un método a otro, de una etapa a otra; como resultado, en primer lugar, de la paralización de la universidad durante varios años, y que obligó a muchos estudiantes a encontrar una ocupación; y como resultado, al mismo tiempo, de la situación económico-social del país, que convirtió la cuestión de encontrar un empleo en una cuestión vital para un joven, y que influyó en los primeros tiempos de la Revolución; como consecuencia también de la participación del estudiantado en el proceso revolucionario, que a su vez lo llevó a responsabilizarse con tareas fuera de la universidad; como resultado a la vez de la reincorporación de muchos jóvenes, que prácticamente habían olvidado la idea de estudiar, a la actividad universitaria.

Ha sido necesario, sencillamente, incluso encontrar muchas fórmulas, y tener que afrontar muchos problemas derivados de la contradicción entre el tiempo que dedican los estudiantes al trabajo y el tiempo que deben dedicar al estudio.

De ahí han surgido una serie de iniciativas, conflictos de intereses, entre los intereses de la producción y los intereses de las empresas –que son de distinta índole y naturaleza– donde trabajan los estudiantes, y los intereses de la docencia, los intereses de la universidad.  Y que ha obligado a estar constantemente discutiendo fórmulas de un tipo o de otro tipo, y que aún se discuten:  si en tal lugar le dan más o le dan menos, si es suficiente el tiempo o si no es suficiente.

Y nosotros, que muy a menudo conversamos con los estudiantes y escuchamos sus preocupaciones en ese orden de cosas, nos damos cuenta y pensamos que tiene que llegar el día en que realmente no sea así, en que realmente esos problemas no se planteen.

Creemos que todo esto es transitorio y es resultado de la necesidad.  Pero debemos proponernos muy firmemente superar esta etapa, debemos proponernos muy firmemente crear condiciones futuras para el estudio, y debemos preocuparnos firmemente en desarrollar el concepto de que a determinada edad, en determinada etapa de la vida del joven, el trabajo no debe ser una actividad profesional, el trabajo no debe ser un medio de vida, sino que el trabajo debe ser parte de la formación, es decir, de la educación del joven.

Hay ya una serie de centros que están organizados sobre esa base.  Tenemos, por ejemplo, el instituto pedagógico, que realmente funciona sobre ese principio (APLAUSOS), en que los estudiantes los dos últimos años comparten el trabajo con el estudio, llenan una función social importante.  Ya más de 1 000 alumnos –y este año posiblemente se acerquen a los 2 000 el número de alumnos– de este instituto pedagógico estarán enseñando en aulas de primaria, facilitando así la posibilidad de que muchos de los actuales maestros de primaria se superen y a la vez se conviertan en profesores de enseñanza secundaria o enseñanza preuniversitaria (APLAUSOS).

Con el mismo concepto se ha organizado o se concibió la ciudad escolar “Camilo Cienfuegos”; sobre la misma idea se han estado organizando una serie de institutos tecnológicos, como es el Instituto de Suelos y Fertilizantes, otros institutos que comienzan a funcionar en el mes de enero, y otros institutos tecnológicos obreros, todos organizados sobre esa concepción.

Y en otros casos ya van a llenar una tercera función social, porque algunos de esos institutos serán, además de centros de educación, centros de trabajo y unidades militares para defender la Revolución (APLAUSOS).

Y podría decirse que esa es una dimensión nueva de la actividad del joven, que la Revolución ha introducido, y con lo cual puede decirse que se redondea, se completa, se perfecciona el papel, la función de un joven en nuestra sociedad, en que, a la vez que se prepara, produce, trabaja como parte de su formación, y le presta, además, su colaboración y su esfuerzo a otra necesidad que el país debe llenar fundamentalmente.

Es decir, que con todo el contingente más nuevo, ya se va organizando la enseñanza sobre ese concepto.  Y, lógicamente, tendrá que llegar la oportunidad –a medida que ese contingente nuevo avanza hacia las universidades– en que en la universidad se aplique también ese concepto de que el estudiante trabaja no como un medio de vida, sino que trabaja como parte de su formación, y trabaja en aquellas tareas que están relacionadas con esa misma formación.

Y no se producirán esas cosas paradójicas de un estudiante de agronomía trabajando en una empresa telefónica, o uno de economía trabajando en un laboratorio de veterinaria, o uno de veterinaria trabajando en el comercio exterior.  Es decir, que todas esas incongruencias deberán ser superadas.

Y en el futuro la actividad, el trabajo del estudiante será no como una profesión, sino como un medio de formación.

Porque, además, ha de ser el trabajo el gran pedagogo de la juventud.  Y, sencillamente, es lo que desde el primer instante puede capacitar al hombre para entender sus deberes, sus obligaciones, las realidades de la vida.  Y eso hay que tratar de aplicarlo, incluso de hecho, a la más temprana edad:  tal como hacemos ya en determinadas instituciones, cuales son las granjas infantiles.

Desde luego, que eso no es una tarea fácil.  En ese mismo problema de las granjas infantiles, nosotros nos encontrábamos con que una de las cosas más difíciles era encontrar un director para una granja infantil que comprendiera eso y que fuera capaz de orientar a los muchachos sin hacer 25 disparates.  A tal efecto, se trató –y digo trató, porque, infortunadamente, esa idea un poco quedó en el vacío, esa idea no recibió toda la atención y todo el calor que debió haber recibido– de organizar una escuela de directores de granjas infantiles, y sencillamente no se trabajó como debía haberse trabajado, porque es preciso tener en cuenta que muchas de estas ideas necesitan los hombres que las lleven a cabo, necesitan los cuadros que las lleven adelante.  Y, desde luego, estos primeros tiempos sobre todo se caracterizan por una ausencia, por una pobreza, por una verdadera miseria en cuadros de todos los niveles y de todos los tipos.

Pero el tipo de escuelas que son esas granjas infantiles se concibió también sobre esa idea de que ya los muchachos realizaban determinadas tareas:  las que estaban al alcance de su inteligencia, las que estaban al alcance de su desarrollo físico.

Y así debiéramos concebir la enseñanza prácticamente desde el primer grado hasta el último año en la universidad.  Es decir, esa debe ser una aspiración de la pedagogía en la Revolución, en el socialismo, en el comunismo.

Pero hoy estamos en este tránsito en que se han presentado todos los inconvenientes de todo tipo, y no hay dudas de que esas cosas afectan la formación.  No hay dudas de que el joven que tiene que emplear seis o siete u ocho o cinco horas, varios días a la semana, en una actividad que en muchas ocasiones no se relaciona con sus estudios, para dedicarlas a esta actividad se las tiene que quitar al estudio.  Y eso lo vemos, esa angustia que muchas veces se refleja, esa contradicción, esa preocupación con el trabajo profesional.

Nosotros decíamos recientemente que en el pasado la preocupación que se exhibía, que se evidenciaba, era la de que tantos miles de jóvenes arribaban a la mayoría de edad y que se necesitaban tantas plazas, tantos empleos todos los años.

Hoy ese no es nuestro problema.  Hoy, incluso, nosotros orientamos en el sentido de que más bien se incline al joven hacia el estudio y no hacia un empleo.  Porque nuestro problema hoy no es ese.  Hoy la cuestión del desempleo no es lo más presionante.  Y si aun presiona cierto tipo de desempleo, es por la falta de capacitación de esos sectores que presionan.  Porque puede haber determinadas demandas de trabajo por un lado que no coinciden realmente con la demanda que hay de técnicos, con la demanda que hay de determinado personal capacitado.

Es decir que la falta de capacitación es todavía un factor que debe impedir que se resuelva en un ciento por ciento el problema del empleo.  Incluso, la preocupación por estas cuestiones nos llevó a la idea de adoptar ciertas medidas, a fin de que las empresas no contrataran estudiantes, porque las empresas, naturalmente, se preocupan de su trabajo, las empresas se preocupan de sus obligaciones sectoriales; mas la Revolución, que no puede ser sectorial, y que tiene que preocuparse por el conjunto y que tiene que preocuparse sobre todo por el futuro, debe defender a los jóvenes, debe defender los programas de formación de la juventud de esas presiones de tipo sectorial que arrancan a lo mejor y a veces pagando un sueldo elevado, y en ocasiones un sueldo no necesario, a un muchacho que ante la oportunidad de irse a ganar 150 pesos abandona la preuniversitaria, abandona los estudios y realmente no le ofrece a su patria, no se ofrece a sí mismo, no le ofrece a nadie todo lo que de otra forma, si continúa estudiando, le puede ofrecer.

De ahí que se adoptaran medidas para proteger a los centros estudiantiles de las contrataciones de trabajo, en cierto sentido, del pirateo de los jóvenes, porque también es una forma de pirateo, forma que todavía no ha sido superada completamente, porque todavía hay organismos que, incluso, están cazando al estudiante, y si ellos tienen una demanda de economistas de tal tipo, o de técnicos de tal tipo, ya están en plano de ofrecerle hasta un trabajo de portero allí en el organismo aquel, a fin de tenerlo comprometido.  Y esas prácticas todavía existen, y contra esas malas prácticas, esas viciosas prácticas, hay que luchar.

Pues bien, ¿qué creemos nosotros?  Que debe existir una autorización previa del centro educacional en el caso en que se desee contratar a un joven estudiante.  Y, además, ese caso solo puede surgir por necesidad, por necesidad real, porque hay ocasiones en que en el seno de una familia surge para un joven una necesidad real, vital, de trabajar.  Pero para darle a la educación la alternativa de poder escoger entre la autorización para el trabajo de ese joven, en virtud de las circunstancias, o la alternativa de concederle a ese joven un subsidio.  Eso sería en los casos realmente justificados ante una necesidad real, para que ese joven siga estudiando.

Nosotros creemos que cuando en el seno de una familia surge una real, una verdadera necesidad, no cualquier necesidad, sino una necesidad vital, y puede afectar a un joven que por su espíritu, por su vocación por el estudio, por su capacidad, puede prometer algo más y sería interés de la sociedad de continuar estudiando, que la sociedad se hiciera cargo de su problema y él pudiera seguir estudiando.

Naturalmente ese joven después puede trabajar en determinadas actividades, no como un medio de vida, sino –repito– como una parte de su formación.  Y nosotros debemos ir en pro de esa aspiración.

También surgió la necesidad de conciliar el estudio con el servicio militar y se idearon los centros militares de enseñanza preuniversitaria y de enseñanza tecnológica, de manera que los años de servicio militar no impliquen una suspensión de la preparación del joven, de manera que puedan las dos cosas marchar juntas:  el estudio y el servicio militar.

Y ha de llegar el día en que la totalidad de la juventud tenga que estar estudiando, ha de llegar el día en que sea obligatoria —si es que todavía este concepto no es totalmente obligatorio— la enseñanza secundaria, al igual que la enseñanza preuniversitaria; ha de llegar el día en que nadie tenga derecho a quedarse bruto dentro de la sociedad, porque un bruto dentro de la sociedad es una carga para toda la sociedad y, por tanto, la sociedad tiene el derecho de exigir que nadie pueda ser una carga para esa sociedad.

Y, por tanto, el concepto del deber de estudiar en todo niño, e incluso, en todo joven, hasta por lo menos la enseñanza media, puede que llegue un día.  Y sin duda que la vida nos planteará la necesidad y, por tanto, la obligación de estudiar, de que todo joven estudie incluso hasta la enseñanza preuniversitaria.  Al igual que tendrá que llegar el día, naturalmente, en que la masa sea gigantesca de estudiantes, en que ya los estudios superiores se realicen en virtud de una selección, aunque ese día yo no lo veo sinceramente por ninguna parte, porque lo que todos los días vemos, cada vez más y más, es que las necesidades crecen hasta límites insospechados en materia de técnicos y en materia de personal preparado.

Se puede decir que el límite, hoy por hoy, de nuestro desarrollo no está en los recursos económicos; el límite fundamental de nuestro desarrollo, hoy por hoy, está en el factor humano, está en el grado de capacitación técnica, porque se dan ya casos de fábricas que se han construido y que no están funcionando ni mucho menos a plenitud, que no están funcionando al máximo de su capacidad por falta de personal técnico.  Adquirimos barcos —por ejemplo— mercantes, y nos encontramos con el tremendo problema de las necesidades de ingenieros mecánicos para estos barcos, de oficiales, de capitanes, de personal capacitado; se hace una fábrica nueva, ocurre lo mismo, de donde se puede decir que el límite fundamental de nuestro desarrollo no está en los recursos económicos, sino en los recursos humanos.

Y podría afirmarse que con un nivel de preparación superior al que tenemos hoy, nuestra producción podía ser muy superior.  Y está a la vista de cualquiera cuántos recursos subutilizados, cuántos recursos mal utilizados en los campos, en las fábricas, en dondequiera, por falta de personal suficientemente capacitado, pero capacitado en todos los órdenes.  Se necesitan especialistas, puede decirse, en infinidad de cosas, que van desde un especialista en normación de trabajo, hasta un especialista en organización de un departamento administrativo, hasta un especialista en cuestiones de planificación, especialista en cuestiones económicas y, en fin, especialistas en toda una serie de cuestiones que tienen que ver con las necesidades de la sociedad y, que si no existen, tendremos –como tenemos– infinidad de problemas.

Se puede decir que mucha gente incurre a diario en un subjetivismo –y yo me doy cuenta de eso conversando en la calle y conversando con los estudiantes–, en un cierto idealismo, y es el siguiente:  que muchas personas creen que tal cosa puede marchar mejor, o tal otra cosa, y que no marcha mejor como resultado, quizás, de la mala fe de alguien, y en la mayor parte de los casos no es así.

Incurrimos en el subjetivismo de creer que un pueblo impreparado pueda afrontar las complejas tareas y los complejos problemas de una sociedad moderna; incurrimos en el subjetivismo de olvidar que para el enfrentamiento eficaz de todas esas tareas y de todas esas actividades es necesario un nivel de capacitación que no tenemos.

En ese subjetivismo no solo han incurrido las masas, en ese subjetivismo han incurrido los dirigentes revolucionarios, prácticamente hemos incurrido todos; ese subjetivismo entraña la subestimación de la técnica, el creerse que cualquiera puede dirigir tal departamento, que cualquiera puede dirigir tal fábrica, que cualquiera puede dirigir tal empresa, que cualquiera puede realizar tal actividad.  Y lo que ocurre es que infinidad de gente dirigiendo infinidad de cosas, cosas complejas, gente impreparada, por mucha buena voluntad, por mucho interés que tengan, no resuelven.

Claro está que hay determinadas circunstancias en que influye también la negligencia, la abulia, la mala selección.  Pensamos que cuando la selección se haga sobre la base de un expediente, que cuando la selección de cada hombre para cada sitio se haga sobre la base de su capacitación, las dificultades serán mucho menores, las selecciones serán muy superiores y por lo tanto el problema que nosotros consideramos esencial:  la falta de capacidad, no estará gravitando.

A nadie, por ejemplo, en determinadas cosas se le ocurriría llamar a un ignorante.  Por ejemplo, a nadie se le ocurriría llamar a alguien que no hubiera operado nunca a nadie para que realizara una operación quirúrgica y le salvara la vida a un familiar.  Cualquiera comprende que es un absurdo llamar, digamos, a un carnicero para hacer una operación de cualquier índole.  Como sería absurdo llamar a un médico para llevarlo al matadero, allí, a realizar las tareas del carnicero.  Pero, sin embargo, a mucha gente le ha parecido, o le pareció lo más natural del mundo que un individuo que no había visto nunca una vaca, administrara una lechería o administrara una granja, o un individuo que administrara un central azucarero, una empresa que requiere verdaderos conocimientos técnicos acerca del proceso de producción.

En ese subjetivismo se incurrió mucho en los primeros tiempos de la Revolución.  Pero no era ni siquiera un subjetivismo en muchas ocasiones, sino una necesidad.  Y desde luego, en muchas cosas el nivel técnico que tenemos todavía es bochornoso.

Aquí, por ejemplo, están los alumnos, creo que de la facultad de veterinaria, de agropecuaria, los que están estudiando la rama de veterinaria, y les podemos decir que en ese sector nuestro nivel técnico es ínfimo.  De manera que yo he dicho muy seriamente que la mayor parte de nuestros veterinarios estudiaron realmente para atender perros y atender gatos.  Por eso ustedes veían muchos de nuestros llamados médicos veterinarios que tenían un perrito en la puerta de su casa (RISAS), porque se concebía la medicina veterinaria no como una actividad de primordial importancia para la producción, se concebía la medicina veterinaria como un medio de vida para atender los perritos chiguagua, fox-terrier (RISAS), y todas esas especies de perritos, de las familias que podían tener perros.

Esto no quiere decir que nosotros seamos unos enemigos de los perros, de veras que no sentimos ninguna enemistad hacia los perros y creemos sinceramente que los perros deben ser atendidos también; así que no tenemos ninguna fobia contra los perros.  Pero yo me pregunto que qué leche y qué carne –para aquellos que amen mucho a los perros–, ¿qué leche y qué carne le vamos a dar a los perros si no hay ganadería, si no hay veterinarios que atiendan la ganadería?  (APLAUSOS)  A no ser que se aplique la fórmula de antes, que había leche y carne para los perros y no había leche ni carne para los niños, no había leche ni carne para el pueblo.

Pues bien, esa era la sociedad aquella, formó ese tipo de técnicos.  Los formaba en el centro de La Habana.  Todavía quedan, desgraciadamente, algunas clases en el centro de La Habana que tenemos que superar también.

Incluso, aquí con toda sinceridad y con toda franqueza les digo a los compañeros de veterinaria, que tenemos que discutir dónde debe estar la facultad de veterinaria.  Eso tenemos que discutirlo (EXCLAMACIONES), nosotros tenemos que discutirlo si debe ser o no en la ciudad universitaria, y dónde debe ser.  Y, desde luego, cosas prácticas, cosas posibles, no cosas absurdas.

Pero el nivel de nuestros técnicos en veterinaria es ínfimo, pobrísimo.  De verdad que los animales aquí reciben un tratamiento inhumano.  Y sin embargo tenemos que cuidarlos porque son los que nos alimentan, son los que alimentan los enfermos, los animales son todo.  Tienen un papel fundamentalísimo en la salud humana.  ¿Qué medicina, incluso, puede existir para el ser humano que no se preocupe, por ejemplo, de la alimentación?  Simplemente una medicina terapéutica.  Y tenemos que curar a las personas, es decir, evitar que se enfermen, tenemos que evitar que vayan a los hospitales.  No hacemos nada...  Debemos tener, desde luego, magníficos hospitales, pero debemos tratar cada vez, de hacer una medicina de otro tipo, evitar que se enferme el ciudadano.  Y sin una alimentación adecuada, pues no podría ser.  Quiere decir esto que una falta de atención en los animales incide sobre la salud humana.  Y los animales son tratados de una manera inhumana, inhumana para el hombre, inhumana para el animal.

¿Nivel técnico de nuestros veterinarios?  Pobrísimo, pobrísimo.  Creo que es un sector que realmente tiene que preocuparse, tiene que superarse, y tiene que ponerse a estudiar.  Y el colegio o la asociación de los médicos veterinarios tiene que adoptar las medidas a fin de ayudarlas, a fin de obtener material, libros, organizar cursos, conferencias, en fin, tienen que hacer un esfuerzo en ese sentido, porque lo necesita nuestra economía, porque ellos tienen que jugar un papel importante en la formación de los nuevos técnicos veterinarios; no sea que los compañeritos y las compañeritas vayan a salir con un nivel técnico muy pobre también y vayan a salir con una preparación insuficiente.  Y creemos, esto no quiere decir que no tengamos buenos veterinarios, reducido el número:  desde luego, buenos profesores; incluso esto no se refiere a la voluntad de muchos técnicos veterinarios que están trabajando con entusiasmo, algunos de los cuales conocemos nosotros y están trabajando y participando en toda una serie de planes.

Pero, pongo un ejemplo:  el nivel técnico en materia de economía y planificación, bajísimo.  Realmente no tenemos técnicos de esa naturaleza, y es una necesidad tremenda que se nota en los planes, se nota en el trabajo revolucionario, se nota en todo, de técnicos experimentados en cuestiones de comercio exterior, y en fin, quiero decirles que las necesidades abarcan todos los frentes.

Desde luego, hay algunas ramas de la ciencia, afortunadamente más desarrolladas.  Puede decirse que la medicina, por ejemplo, en nuestro país está bastante desarrollada (APLAUSOS y EXCLAMACIONES), aunque yo diría que la medicina terapéutica, la otra medicina, la preventiva, no; en las investigaciones médicas, pobre, como en general, prácticamente en todas las investigaciones.  En otras actividades, por ejemplo, la arquitectura, hay que decir que está avanzada en nuestro país (APLAUSOS y EXCLAMACIONES).  No estoy capacitado, porque no resulta tan fácil de ver o de apreciar qué nivel tienen otras ramas de la tecnología, qué nivel tiene la ingeniería civil.  Pienso que estamos pobres y la mejor prueba es que cuando se hizo el plan hidráulico de Oriente, no teníamos prácticamente ningún...  teníamos muy pocos técnicos que conocieran, y para realizar el plan de Oriente tuvimos que ir al último año de la universidad a conquistar un número de jóvenes que se iban a graduar e inclinarlos hacia la ingeniería, hacia esa especialidad de la construcción hidroeléctrica.

Creo que tenemos pocos, que el nivel en algunos cuadros puede estar muy desarrollado, pero en general es pobre.  La ingeniería industrial y la ingeniería química, en toda esa rama puede decirse que estamos realmente muy atrasados.  Sinceramente que sí.  Estamos atrasados y hay que comprenderlo, si no empezamos por comprenderlo estamos “fritos”.  Si no empezamos a comprender nuestras debilidades, nuestras deficiencias, nuestros fallos, estaríamos tomándonos el pelo, todos; estaríamos autoengañándonos.  Y creo que una de las cosas que debemos superar –ya llevamos unos cuantos añitos de revolución– es superar todos los autoengaños, los subjetivismos, los idealismos, la falta esa de comprensión de las realidades.  Tenemos que aprender, porque si la Revolución no nos enseña nada, entonces de verdad que somos incompetentes, la vida tiene que darnos un suspenso a todos nosotros (EXCLAMACIONES).  Y creo que sí que enseña y que se aprende mucho, pero en muchas cosas tenemos niveles muy bajos.

Y ahora vuelvo –y no tengan el temor de que vaya a extenderme demasiado–, vuelvo a la idea aquella del concepto de universidad, en la otra dimensión:  la investigación, porque en la universidad no hay que ir a enseñar unos y a aprender otros, a la universidad tienen que ir a aprender todos.  Y a la universidad no hay que ir como en el kindergarten, ni hay que ir como en el 1ro y 2do grados, en que todavía hay que enseñarles el a b c, la gramática, las reglas más elementales de la aritmética a los muchachos; en la universidad hay que aprender muchas cosas que no son del libro, que son de las realidades de la vida; en la universidad hay que investigar la realidad de la vida, y la realidad de la vida concreta de cada país, porque hay conocimientos que pueden llamarse universales y hay conocimientos que no pueden ser universales; hay conocimientos que deben consistir en la aplicación de aquellos que son universales a determinadas realidades concretas.  Y en muchas cosas, en algunas cosas se puede ver claramente eso.

La técnica de producción agropecuaria de un país frío no puede ser la técnica mejor de producción agropecuaria en un país de nuestro clima, si bien en esa materia hay ciertos principios universales.  Las enfermedades aquí empiezan por ser diferentes, los parásitos diferentes, en casos de veterinaria; en la alimentación, también las especies de animales, las posibilidades de nuestro clima, que nos permiten otras alternativas muy superiores a las que tienen en esos países, indican de una manera clarísima que aplicar aquella técnica a nuestro país sería un error.

¿Qué quiere decir eso?  Si además nosotros somos un país situado en una zona tropical, donde están prácticamente situados la mayor parte de los países subdesarrollados, donde no podemos aprovechar mucho, en algunas cosas, digamos la caña, por ejemplo, se pueden aplicar muchos conocimientos.  Pero aun así hay cuestiones específicas de nuestro clima, de nuestro grado de humedad, de nuestras máximas y mínimas de temperatura, de toda una serie de factores que entrañan la necesidad de investigar también en la caña, no obstante ser un tipo de cultivo desarrollado en climas similares a los nuestros.  Pero en otros muchos aspectos de la agricultura, y de la medicina veterinaria, y pienso que incluso de la medicina humana, en infinidad de cuestiones, nosotros no podemos aplicar las experiencias que se tienen en otros climas, que se tienen en otras condiciones.

Entraña la necesidad de investigar.  Por eso tenemos que investigar en todo.  Tenemos facultades de humanidades, alumnos de ciencias políticas, alumnos de ciencias económicas; pues bien, yo he visto a los alumnos de ciencias económicas muy preocupados por la cuestión de los textos, los libros, las enseñanzas y, además, pues preocupaciones de todo ese tipo; además, con la creencia de que hay grandes expertos en planificación en nuestro país, de que hay grandes economistas en nuestro país, con la creencia de que en el organismo talo en el organismo cual lo van a enseñar a planificar y le van a enseñar economía.  Y eso es realmente un error, porque los organismos todos están necesitados de economistas y de planificadores que los ayuden, y si nos ponemos a esperar y a pensar que allí vamos a aprender, estamos incurriendo en un error, porque entiendo que en ese aspecto hay que analizar mucho, estudiar, y también investigar sobre los problemas concretos que tenemos.

Luego, hay que ir cambiando algunos conceptos y algunos métodos de estudio de tipo académico puramente, en los libros de texto, puramente teóricos, por métodos más prácticos.  La organización y la constitución de equipos de estudio, que en cada una de las ramas vayan a investigar los problemas que tenemos porque, en dos palabras, son cosas que tenemos por desarrollar, ciencias que están por desarrollar en nuestro país.  Y, realmente, si tuviéramos muchos economistas no tendríamos la tremenda necesidad de una escuela de economía, y de que esta escuela de economía funcione como debe funcionar.

Luego, la universidad tiene que proyectarse hacia los problemas, la universidad debe realizar sus actividades en la calle, de investigación sobre todo.

Luego, la universidad es una institución cuyo concepto se amplía más y más, y de hecho la universidad tiene que abarcar todo el territorio nacional.

Al principio se decía la ciudad universitaria, pero como el concepto de universidad se desarrolla, ya no podemos pensar por ejemplo en situar aquí a los estudiantes de medicina.  ¿Por qué?  Puesto que los hospitales todos están muy distantes de esta zona y, sin embargo, la medicina tiene que ser no solo teórica, en una parte esencial tiene que ser práctica también.  Y gran parte del aprendizaje, los estudiantes de medicina deben hacerlo con sus profesores en los hospitales, ayudando en los hospitales, al mismo tiempo que recibiendo los conocimientos prácticos del personal técnico más capacitado que está desarrollando esas funciones.  Luego, no sería correcto situar aquí la Facultad de Medicina:  por eso se ha desarrollado allá la facultad de ciencias básicas o la escuela de ciencias básicas, que son propiamente los dos, no sé si llegarán a los tres primeros años de medicina, allá donde también se han hecho magníficas edificaciones, que es en el Instituto de Ciencias Básica Victoria de Girón (APLAUSOS).

Al lado de ese instituto se está levantando un centro de investigaciones científicas, y en ese centro de investigaciones científicas se prepararán los profesores de ciencias básicas, que tenemos una tremenda necesidad de profesores de ciencias básicas; en ocasiones los alumnos de los años superiores han tenido que estar llenando esas funciones, cuando en realidad necesitamos especialistas altamente calificados, de hombres que dediquen años al estudio.  Y en aquel centro de investigación se van a formar los profesores de ciencias básicas, centro de investigación situado allí al lado de aquel instituto.

Y la escuela de medicina estará en la zona donde estén los hospitales.  Es decir, que sería un error de concepción situar aquí la escuela de medicina.

Y de la misma manera que la facultad de medicina debe estar cerca de los hospitales, y la facultad de tecnología debe estar situada cerca de una gran urbe con alguna industria, como es nuestra capital, la facultad de ciencias agropecuarias no debe estar al lado de donde están las industrias, la facultad de ciencias agropecuarias debe estar donde está el agro y donde están los animales; es decir, allí es donde tiene que estar, en el campo, la facultad (APLAUSOS).

También donde hoy está ya la escuela de agronomía, los cursos superiores, ya se están terminando los proyectos y se va a levantar allí un instituto de nutrición animal, que será un centro de investigaciones en ese sentido también de muy alto nivel.

Y así se irán situando los centros de investigaciones que van a ayudar a la economía general del país, cerca también de las facultades donde se están formando determinados técnicos.

(LE DICEN ALGO DEL PUBLICO)

Bueno, yo no he citado más que algunos aspectos; pienso que en los demás hay que seguir pensando.  No se puede aplicar la misma fórmula general a cada una de las facultades; hay que ir estudiando la naturaleza de cada una de ellas, para ir resolviendo los problemas de cada una de ellas.

Pero es muy correcto aquí las facultades de tecnología y de ciencias, de donde medularmente, en esta ciudad universitaria “José Antonio Echeverría”, estarán situadas las facultades de tecnología y de ciencias.  Pero las facultades de tecnología y de ciencias no serán poca cosa en nuestra universidad:  las facultades de tecnología y de ciencias deberán ocupar un papel importantísimo y deberán alcanzar una magnitud considerable.

Actualmente entre los matriculados en tecnología y nivelación hay cerca de 4 000; en los de ciencias habrá otros 2 000 y realmente que son cantidades que están lejos todavía de representar nuestras aspiraciones y nuestras necesidades en ese orden, que nadie, incluso, podría decir hoy cuáles son.  Porque hoy podemos hacer un cálculo de esas necesidades y dentro de 10 años tener que rectificar ese cálculo, y decir, necesitamos muchos más.

La tendencia general en el mundo es hacia el aumento de las necesidades de técnicos cada vez más, en la misma medida en que se desarrolla la ciencia.  Luego, la dimensión que tendrá esta ciudad universitaria en el año 1980 nadie podría decirlo con exactitud.  Hoy tiene una dimensión.  ¿Cuál es esa dimensión?  La que nos permite nuestros recursos; de todas formas se ha hecho un esfuerzo, de todas formas ya hay albergue para 700; esa capacidad de albergue irá creciendo y de todas formas se continuará desarrollando este centro y trataremos que se desarrolle al máximo.  El límite hoy son los recursos que se disponen para eso.  Pero las necesidades reales, creo que nadie absolutamente en este momento podría decir cuántos químicos vamos a necesitar en el año 1980, se puede tener una idea general.  Qué tipo de químico especializado, todavía no lo puede decir nadie, es decir, las proporciones.  Podría decirse que el país en general hoy puede estimar sus necesidades de médicos, sus necesidades de profesores, sus necesidades de maestros, sus necesidades de ingenieros de distintos tipos en general; pero nadie realmente podría dar la respuesta, porque será el mismo desarrollo, la misma experiencia que se vaya adquiriendo, en la medida que avancen nuestros conocimientos sobre economía; porque es imposible decirlo, si en cuestiones de planificación y en cuestiones de economía no alcanzamos también el nivel que nos permita la capacidad de planificar, no digo yo hasta el año 1970, hasta el año 1980, hasta el año 1990, incluso hasta el año 2000; es posible que nuestros planificadores físicos tengan qué estar contemplando cómo van a hacer las ciudades y dónde deben estar situadas.  En definitiva aquí vamos de la no existencia de ningún plan, de una verdadera anarquía, que fue como se desarrolló nuestra sociedad en el pasado, a un desarrollo previsto, a un desarrollo racional, a un desarrollo planificado.  Pero los hombres, los cuadros, los técnicos que tienen que trabajar en ese plan, que tienen que elaborarlo, muchos de ellos están por formarse y de ahí las deficiencias que tenemos en cuestiones de planificación económica y en mucho las deficiencias que tenemos en la elaboración de los planes perspectivos.

Incesantemente, incesantemente chocamos con esa realidad, incesantemente palpamos esa realidad.  Por eso la importancia fundamental que tiene la educación; por eso la importancia grande, el hecho alentador que significa el que hoy se pueda inaugurar de una manera oficial el esfuerzo que se ha 'hecho en esta ciudad universitaria.

Hay que decir que ya se ve aquí una concepción del centro de estudio diferente, hay que decir que ya aquí se ven áreas verdes, hay que decir que aquí se ven árboles, hay que decir que aquí se ven condiciones agradables para la vida del joven, hay que decir que aquí se ven facilidades para el estudio.  Porque, naturalmente, la vida del estudiante debe estar rodeada de todas las facilidades para el estudio, para la investigación; debe estar dotado este centro de todos los laboratorios que sean necesarios para fines educacionales, de todas las facilidades; o sus bibliotecas deben contener todos los libros más modernos y estar completamente al día en todas las ramas de las ciencias que se estudian en esta universidad.

Y ya ustedes ven que esta universidad es muy distinta de aquella universidad que conocimos.  Aquella universidad que llena de historia, que llena –se puede decir– de gloria, era, sin embargo, una universidad que para el estudio estaba muy mal dotada.  Aquella universidad nuestra del pasado se puede decir que ganó fama como centro revolucionario, como centro que se proyectó en el país, pero que en sí misma, desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista docente, era una verdadera miseria.  Las condiciones de vida del estudiante allí entre cemento, las condiciones del estudio no existían, ni sociales fuera de la universidad, ni técnicas y docentes dentro de la universidad.

Claro está que ahora, que ya estamos inaugurando algunos edificios, tenemos que aspirar al día en que tengamos el número de profesores que necesitamos, de que cada uno de esos profesores tenga el nivel técnico que necesitamos, que el nivel técnico de todos los profesores se supere también año por año (APLAUSOS).  Pero sin duda que tendremos un magnífico centro en este sitio, sin duda que no debemos desmayar en el esfuerzo de seguir desarrollando esta obra.

Actualmente estamos rodeados todavía de caña y eso no es malo, porque no debemos tumbar una sola de esas cañas porque necesitamos, por el contrario, cultivar esa caña, porque de esa caña van a salir los recursos con que vamos a poder seguir desarrollando este centro universitario.  Y quitaremos esta caña de aquí cuando ya se haga un edificio más, a medida que surjan y a medida que tengamos plantada esa misma superficie y superficies mayores en otro sitio, con rendimientos superiores a los que puede tener esta caña.

Pero se ha escogido un sitio amplio, tiene terreno donde desarrollarse esta universidad, llegará a ser un centro verdaderamente ideal para el estudio, tendrá las condiciones óptimas y sin duda que todos debemos sentirnos muy satisfechos al pensar cómo ha de ser la vida del estudiante futuro, al pensar cómo ha de ser la vida de estudiante, de mucho, de los jóvenes que hoy están ya en la secundaria o en la primaria, y que un día, en número de miles, de 10 000, de 15 000, tal vez de 20 000, estudien aquí, se preparen aquí, se formen aquí, en medio de condiciones realmente envidiables.

En estas edificaciones se ha manifestado algo también digno de resaltar:  una técnica nueva de construcción.  Ustedes habrán podido observar la distancia de viga a viga; los que no conocemos de estas cuestiones de ingeniería, desde luego, no estaremos en las mejores condiciones para apreciarlo, pero nos llama la atención la distancia, el ancho que tiene esta sala, este techo; y ese piso, por ejemplo, se levantó desde el suelo, se prefabricó y se levantó.  Y así se han construido todos los demás edificios, es decir, aquí se está utilizando una técnica avanzada de construcción; y hay que decir que los compañeros que han trabajado aquí han logrado conciliar la técnica del prefabricado, la eficiencia, la funcionabilidad, en tanto no descubramos otra cosa, porque puede ser que sobre la marcha descubramos que todavía algunas cosas se podían haber hecho más perfectas, pero hasta ahora luce así, como algo que es evidente, con la belleza de este sitio.

Es decir, que han conciliado la imaginación, la inteligencia de los compañeros que han trabajado en estos proyectos, han logrado conciliar esas cosas que es indispensable que las conciliemos; porque hay que construir de manera que sea bueno, económico y al mismo tiempo estético; no podemos olvidarnos de esto (APLAUSOS).  Y de ninguna manera pensemos que la estética esté reñida con la economía (APLAUSOS); y de ninguna manera consideramos que la estética no forma parte de los bienes indispensables al hombre y a la sociedad (APLAUSOS), porque ayuda a crear las condiciones de vida, eleva y mejora las condiciones de vida.  No es lo mismo estudiar en esos edificios, no es lo mismo estudiar en esas condiciones, que estudiar en otras condiciones, que estudiar en una prisión, que estudiar en un lugar desprovisto de vegetación, que no es bueno ni para el espíritu ni para la salud.

Y no hay que confundir la estética con el lujo, que es otra cosa muy distinta.  Porque, señores, queremos ahorrar, hay muchas maneras de ahorrar.  Si yo veo que quieren ahorrar quitándole una traza al edificio para hacer una economía de ese edificio, yo diría:  hay unas mil cosas donde pudiéramos ahorrar de una manera más inteligente.  “Porque a los ahorradores enemigos de la estética les pregunto si no se han preocupado por la burocracia, que cuesta mucho más cara que la estética (APLAUSOS).

Y, señores, tenemos derecho a reclamar, a reclamar que se empleen los recursos de una manera inteligente y con vistas a una vida mejor para el pueblo, de una vida mucho más agradable para todos los ciudadanos.  Y a veces despilfarramos por aquí a montones y por allá andamos con una tacañería insólita.  ¿Y por qué?  ¿Quién ha dicho que no puede haber una solución correcta a esas contradicciones?  Entonces, ¡cero burocratismo!, combatamos el mal del burocratismo, combatamos el despilfarro, porque hay infinidad de manifestaciones de despilfarro invisibles; porque ocurre que no sería difícil apreciar en una carretera  un despilfarro, o en una construcción digamos, pero el despilfarro porque hicieron un vuelo por aquí y otro vuelo por allá, y todo se moja cuando llueve, en dos palabras, no sirve.  Y, además, hayan empleado...  (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)

Ya veo que los estudiantes de arquitectura están haciendo sus primeras críticas de las edificaciones aquí; eso no es malo.  Pero que discutan con los que están trabajando, para que las cosas que no estén perfectas en una parte las perfeccionen en otras.

Pero bien:  es más fácil ver una manifestación de despilfarro material, que esas manifestaciones de despilfarro que no se ven, cuando sobre todo se pasa por un edificio y se puede apreciar cuánto costó, pero no se aprecia cuántos millones cuesta la gente que innecesariamente está allí llenando papeles dentro del edificio; eso no se ve (APLAUSOS).

Y vuelvo a repetir —porque siempre es necesario repetir para que no se confundan— que no es lo mismo el burocratismo que la administración; la lucha ha de ser para que no se confundan esas cosas, la lucha ha de ser para que las necesidades administrativas que existen, y que debemos perfeccionarlas, no se conviertan en el canal por donde creamos una especie de gigantesco subsidio, un salidero interminable de fondos.

Pero las necesidades van surgiendo.  Algunos compañeros me preguntaban cómo íbamos a llevar a cabo esa lucha contra ese mal, cómo un individuo podía actuar; porque oían nuestras manifestaciones.  Nosotros les decíamos:  lo primero para realizar algo es hacer una conciencia en la masa.  Es decir, hay que hacer una conciencia; de cualquier mal, si se quiere superar, es necesario hacer una conciencia en la masa de ese mal para empezar a superarlo.  Y de ahí trabajar organizadamente.  ¿Cómo?  A través del Partido y de las organizaciones de masas.  Ciertamente, yo lo digo –y lo digo con toda franqueza–, no confío en el aparato administrativo en materia de lucha contra la burocracia.  Porque el aparato y los organismos administrativos son esencialmente quienes han creado el mal de la burocracia.  No hay que olvidarse de eso.  No han sido capaces de evitarlo y no pueden evitarlo, porque muchas veces en un lugar, como no puede ser un Ministro todo ojos y todo oídos y estarlo viendo todo, en muchas fábricas, en muchas empresas, por una vía o por otra, ha penetrado personal en las oficinas, personal innecesario, y no han podido controlarlo.

Entiendo que esa es una batalla política, y esa batalla tiene que darla el aparato político.

Muchos más males han ocurrido:  trasiego de hombres del campo a la ciudad.  Y entonces mucha gente ha ido a buscar un empleíto en una playa; ustedes van a una playa pública y se encuentran muchos trabajando en una playa pública que eran obreros agrícolas.  Desde el momento en que tuvieron una magnífica oportunidad de ir allí a trabajar en un trabajo más suave, es lógico, es humano; ese ciudadano no tiene la culpa, la culpa la tiene quien organizó aquello, la culpa la tiene quien seleccionó los empleados de aquel centro.

Y, señores, esa política de que hay que ir estableciendo ciertos tipos de trabajos en que debemos procurar que no vayan hombres a ese tipo de trabajo, puesto que la sociedad tiene infinidad de actividades, unas más idóneas para los hombres, otras más aptas para las mujeres.  Y esto no significa ningún género de discriminación, porque la verdadera discriminación está cuando un hombre quiere estar en una tiendecita de ropas despachando bloomers (RISAS)  y la mujer sin trabajo.  Tenemos infinidad de necesidades y, sinceramente, parece más apto el trabajo para la mujer en la tienda de ropas que una mujer en una grúa levantando un piso de esos (APLAUSOS), o que una mujer en un barco pesquero.  Hay infinidad de actividades que son más idóneas para el hombre.  Y entonces cuando realmente discriminamos a la mujer es cuando la dejamos sin trabajo en la sociedad; y la dejamos sin trabajo en la sociedad porque el hombre está realizando determinado tipo de actividades que perfectamente pudieran realizarlas las mujeres.  Ahí es donde está la discriminación, y no en reconocer la realidad de que hay una enorme variedad de funciones sociales, y que hay más o menos aptitudes en los hombres, más o menos aptitudes en las mujeres.  Lo correcto es estudiar todas estas cosas y todos estos problemas, y en el futuro, realmente, darle empleo a la mujer en infinidad de esas actividades, mientras los hombres desarrollan otras actividades en la producción.

Y tenemos que preocuparnos por todas esas cosas, tenemos que estar alerta, tenemos que estar vigilantes.  Esto no quiere decir ahora que se tenga que sentir deprimido ningún trabajador de una tienda de ropas.  Vale la pena, lo voy a decir, porque en realidad él no tiene la culpa; mucha gente entró a trabajar en eso cuando había un desempleo tremendo, y luego muchos administradores no se preocupaban por esas cosas también.

Y tenemos que hacer un uso racional de los recursos humanos del país, tenemos que aspirar a que el máximo de población trabaje.  Máximo de población trabajando de una manera racional y productiva, máximo de bienes materiales y de servicios para distribuir entre toda la población.  No hay que saber matemática universitaria para eso, ese cálculo lo puede hacer un alumno de segundo o de tercer grado de que esta es una verdad.

Luego, las organizaciones políticas deben estar alertas, y ya en ese sentido están trabajando los compañeros del Partido, sobre todo en el interior.  .

Nosotros debemos hacer el esfuerzo en dos direcciones:  por un lado, racionalización del trabajo, ir eliminando todo tipo de desperdicio de fuerza de trabajo; y el estudio por otro lado.  Si hacemos nuevas fábricas darle empleo no a la gente nueva, a la gente nueva darle becas, a la gente nueva brindarle la oportunidad de prepararse, y eso nos permite disponer de tiempo para darle un uso y un empleo absolutamente racional a nuestra actual fuerza de trabajo.

Pero es increíble cómo se han manifestado ciertas tendencias al despilfarro en esos hechos, es increíble cómo a veces se han acumulado hasta cientos de hombres, que están luego “matando el tiempo”, que están sin hacer nada en muchos sitios.

Bueno:  hay que crear conciencia de esos males, y, además, hay que luchar organizadamente, no a través del aparato administrativo, sino a través del aparato político, y entonces de una manera consecuente.

Nosotros hemos planteado que para racionalizar no hay que dejar a nadie en la calle, sino que es preferible para la economía que a ese hombre al que se le está pagando un sueldo para “matar el tiempo”, pagarle un sueldo para que estudie; decir:  mire, vamos a organizar una escuela para que se capacite, para que trabaje.  Esas cosas debemos hacerlas, y hay que hacerlas creando conciencia y con el trabajo de las organizaciones políticas y de las organizaciones de masas.

En fin, ahí es donde tenemos que centrar nuestro esfuerzo:  luchar contra esos vicios, luchar contra esos males, utilizar racionalmente nuestros recursos humanos, nuestros recursos materiales, los recursos financieros del país.  Ahí es donde debemos ahorrar esencialmente, porque todo lo que por ese lado ahorremos podremos invertirlo en crear mejores condiciones materiales y espirituales de vida para el pueblo, podremos invertirlo en elevar los niveles de vida, en desarrollar nuestra economía, en hacer obras como esta.

Y todo este razonamiento lo hice con relación a este concepto:  que lo estético forma parte también de las necesidades del hombre, que forma parte de las necesidades del ser humano, porque un día no tendremos estos líos de racionamiento que tenemos hoy, ni estará el problema de si falta la leche, o falta esto, o falta lo otro; habrá abundancia de todo eso.  Y ustedes lo saben, que a medida que una necesidad se satisface, surge otra; primero las más vitales, las más esenciales, y después van surgiendo otras.  Y por eso debemos conciliar esos dos criterios.  Y aquí se ha conciliado el criterio económico con el criterio estético, el criterio funcional.  No sé qué piensan los estudiantes de arquitectura, pero me imagino que a lo mejor siempre alguna faltica les van a encontrar a los edificios, y si tienen razón la pueden discutir con los compañeros que están trabajando en eso.  Pero hay que decir que creo, sinceramente, que el compañero soto, el compañero Blanca, los demás compañeros que han trabajado aquí, merecen una sincera felicitación por lo que han hecho (APLAUSOS).  Han trabajado con entusiasmo, han trabajado con fervor, con verdadera pasión en esto; y en gran parte la obra es producto del interés que ellos se tomaron en esta obra.  Y debemos estimularlos a que sigan trabajando.

Hay que decir que en ellos siempre estuvo muy presente el sentimiento revolucionario, el sentido del deber y de la devoción.  Y algo que para ellos y para todos nosotros significa mucho, que es el nombre de esta obra, que lleva con toda justificación y con toda razón el nombre del compañero José Antonio Echeverría (APLAUSOS PROLONGADOS).

Todos los que conocieron al compañero José Antonio Echeverría, tanto como revolucionario, como persona, joven, estudiante, su carácter bondadoso, alegre, todas las características que hacen de su persona el recuerdo de un joven realmente generoso, valiente, desinteresado, y que dio su vida por su país, que dio su vida por la Revolución, símbolo de la abnegación y del sacrificio y de la historia de nuestros estudiantes, de su participación en la Revolución...  Y es para todos nosotros una gran satisfacción eso, y una gran satisfacción que —aunque, como decía antes, impelidos por la necesidad de utilizar este edificio, se haya adelantado— la inauguración haya coincidido felizmente con esta fecha, 2 de diciembre, que nos trae también a todos el recuerdo de los demás compañeros de la juventud cubana, de los demás compañeros que, junto con los estudiantes, se empeñaron en la lucha revolucionaria, se empeñaron en aquella batalla por el porvenir de su país, que felizmente hoy va culminando ya en obras materiales de este tipo, pero sobre todo en obras espirituales de este tipo.  Porque podría decirse que lo más impresionante de todo no es lo que se ve en piedras, sino lo que se ve en conciencia, lo que se ve en sentimiento, lo que se ve en actitud, lo que se ve en promesa en esta juventud.

Porque debo decirlo:  sinceramente creemos en un futuro mejor, sobre todo porque vemos a nuestra juventud, porque vemos a nuestros estudiantes de hoy, porque vemos a nuestros técnicos que realmente satisfacen de una manera plena, compensan de una manera cabal lo que ha costado esto.  Porque para que nuestra juventud de hoy tenga esto que tiene, no hay que olvidar cuánto costó, no hay que olvidar cuántos golpes sufrieron nuestros jóvenes, no hay que olvidar cuántos atropellos, cuántas manifestaciones disueltas por la policía a tiros, a golpes.  Porque antes, en aquellos tiempos, los estudiantes no estaban por entero, en cuerpo y alma, dedicados al estudio, dedicados a la ciencia, dedicados a trabajar por el porvenir; de hecho, en cuerpo y alma tenían que estar luchando contra toda aquella corrupción, contra todas aquellas injusticias, contra todos aquellos vicios.  Y costó mucho trabajo.

y cuando vemos cómo todo esto ha florecido, ha germinado en una generación masiva, creciente, cada vez más consciente, cada vez más enamorada de sus estudios, cada vez más enamorada de su profesión, cada vez más enamorada del trabajo, creemos que eso compensa los sacrificios que costó, compensa con creces esos sacrificios.

El compañero RebelIón hablaba aquí –impresionado por esto– de lo que algún día otros pueblos, como el pueblo de Venezuela, el pueblo de Guatemala, el pueblo del Congo, el pueblo de Viet Nam (APLAUSOS PROLONGADOS), tendrán también oportunidad de hacer.  El decía, no importan los sacrificios.  Y hay que decir que sí importan los sacrificios.  Los sacrificios hay que hacerlos, y son dolorosos, pero importan, duelen esos sacrificios; duele que los pueblos tengan que pagar un precio tan alto, algunos pueblos más alto que otros.  Tal es el caso, por ejemplo, de Viet Nam, los enormes sacrificios, enfrentados directamente contra el imperialismo yanki, que prácticamente derrotado allí habla de una manera chantajista y agresora de extender la guerra, jugando allí con fuego, en ese propósito incalificable e injustificable de mantener su dominio colonialista, su dominio imperialista sobre los pueblos:  tal como trataron de mantenerlo sobre nosotros, se ensañan con sus calumnias frente a la Revolución.

Pero no hay que olvidarse que casi 60 años vivimos bajo su égida, ¿y qué nos dejaron?, ¿qué desarrollo económico?, ¿qué desarrollo cultural?, ¿qué desarrollo técnico?, ¿qué niveles de vida en 60 años?  Con bloqueo y todo, con agresiones y todo, no 60 años, en el curso de unos pocos años hay que ver lo que avanza un pueblo libre, lo que avanza un pueblo dueño de sus destinos.  En 60 años...  ¡De aquí a 60 años quién sabe lo que este país haya podido hacer!

Desde luego que el papel de los revolucionarios no es el de profeta ni mucho menos.  Pero en 60 años, ¡vaya basura la que nos dejaron los imperialistas en este país!, ¡vaya corrupción la que nos dejaron!  (APLAUSOS), ¡vaya inmoralidad y vayan vicios!  Porque no era un pueblo fuerte, unido, luchando por una causa, no era un pueblo que se hubiera elevado a los niveles de conciencia y de patriotismo que se ha elevado nuestro pueblo, sino un pueblo dividido en que hacían de cada hombre y de cada mujer prácticamente una fiera, enemigos todos unos de otros.  ¿Para dejarnos qué?  La pobreza, el atraso.

Eso es lo que ellos defienden en todos esos países:  el dominio imperialista 60 años allí para que sufran lo que sufrimos nosotros.  Y contra eso luchan los pueblos, pueblos hermanos de América latina, pueblos de Africa, pueblos de Asia.

Y, en realidad, nos duelen esos sacrificios, esos grandes sacrificios que tienen que pagar los pueblos.

Y lo correcto no es que no importe, lo correcto es que a pesar de ese sacrificio no se detendrán los pueblos; que los pueblos no miden el costo de sangre que tiene su derecho a la vida, su derecho a la libertad, su derecho a vivir mejor, ¡no lo miden!  Y en ocasiones les hacen pagar un precio muy alto.

Nosotros ayudamos a los pueblos que luchan, con nuestra solidaridad, con nuestro estímulo, con nuestra solidaridad militante, y también con nuestra obra revolucionaria.  Porque hay que decir que la obra revolucionaria es un factor importante, un factor de aliento, un factor de estímulo.  Y la obra revolucionaria es lo que contrarresta las campañas de los enemigos, las calumnias de los enemigos:  sirve de ejemplo, sirve de estímulo, todo eso.

y así, cuando a oídos de los estudiantes en este continente llegan las noticias de Cuba, o cuando visitantes del continente vengan aquí y vean lo que es, cómo vive nuestra juventud, cómo trabaja, cómo actúa; vean cómo se desarrollan nuestras tres universidades; vean el imponente avance de la ciencia y de la cultura, garantía segura de un porvenir formidable para nuestro pueblo, les sirva a ellos de estímulo, les sirva de aliento.

Por eso, en cada cosa que hacemos, en cada éxito que logramos, estamos combatiendo a los enemigos de los pueblos, estamos ayudando a los que luchan, estamos alentando a los que luchan.  Porque con seguridad que, si fueran muchos más los pueblos luchando –y en la medida en que aumente el número de pueblos que luchan por su independencia– menos cara y menos sangrienta será esa lucha, y más difícil será al imperialismo detenerla.

Un día tienen que estar interviniendo en el Congo, otro día tienen que estar amenazando de intervenir en Viet Nam del Norte, mientras llegan las noticias de la lucha que crece por parte del heroico pueblo de Venezuela (APLAUSOS), llegan las noticias de que el ejército dice             —después de haber bombardeado, desalojado y haber perpetrado toda clase de horrores— que las lluvias, que la niebla había favorecido a los guerrilleros venezolanos.  Esa historia la conocemos nosotros demasiado bien; esa historia de nieblas, de lluvias, de que los guerrilleros no presentan batalla, etcétera, etcétera, es porque se cansaron de bombardear y de desalojar.  Y eso no es más que la confesión de su fracaso.  Como estarán llamados a fracasar los ejércitos mercenarios en su lucha por defender los intereses del imperialismo, derramando la mejor sangre del pueblo, como allí derraman la sangre de los estudiantes,  la sangre de los campesinos, la sangre de los trabajadores, la sangre de los combatientes y los revolucionarios.

Pero crece la lucha de los pueblos contra el imperialismo, crece, se extiende.  Y puesto que esa es una ley de la historia, esa ley se cumplirá.

Y los pueblos, de una forma o de otra, nosotros hoy pacíficamente, mañana –si nos atacan– con todas las armas (APLAUSOS)...  Si un día nos atacaran, entonces nos tocaría a nosotros pagar el precio alto; pero sin duda  que es mucho más alto el precio que les vamos a hacer pagar a ellos (APLAUSOS).  Porque hemos tenido oportunidad de aprender; han aprendido hombres y mujeres el manejo de las armas; ha crecido nuestro stock de armas.  Y con seguridad de que sabremos usarlas, sabremos emplearlas adecuadamente.  Y si un día se dejaran arrastrar también por esos ímpetus agresivos, con seguridad que aquí no van a “coger mangos bajitos” en este país.

Pero bien:  nos sentimos solidarios con todos los pueblos, y trabajamos, aspiramos a poder trabajar en paz, aspiramos a poder seguir desarrollando esta obra en paz.

Pero eso no se logra con buenas razones, simplemente con las palabras.  Es necesario que el enemigo tenga la convicción de lo que le cuesta cada una de sus fechorías, cada uno de sus actos de bandidaje.  Y es por eso que debemos estar siempre preparados para defendernos.

Les decíamos a los compañeros que ya los hemos visto emulando aquí entre facultades, los de una, los de otras.  Pues que ese espíritu de estudio, de emulación en el estudio, crezca y se desarrolle; y que todas estas cosas que hemos expresado –que son preocupaciones de la Revolución– las analicen y luchen por ellas.  Porque, en realidad, muchas veces se acercan los jóvenes y nos preguntan.  Y yo quiero decirles que la tarea no es una tarea de nosotros, no es una tarea solo de los dirigentes de la Revolución; es una tarea de todos.  Y que la solución de los problemas nadie solo la puede encontrar, ningún hombre solo, ningún grupo de hombres; solo el pueblo, solo las masas, solo con el esfuerzo de todos podrán superarse.

Y en ese esfuerzo, ustedes, los jóvenes que hoy están en las universidades, tendrán un papel fundamental.  Tienen que estar conscientes de que ustedes tendrán sobre sus hombros una parte muy importante en el esfuerzo de resolver todos esos problemas y todas las cosas por las que se preocupan.

Porque vemos cómo cada ciudadano se preocupa, se pregunta por esto, por lo otro, y en fin tiene, además, que decir; no solo inquietarse, sino pensar que a él le corresponderá una parte importante en la solución y en los logros de todas aquellas cosas que le preocupan.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

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