Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA INAUGURACION DE LOS HOTELES PARADISO Y SOL PALMERAS EN VARADERO, EL 10 DE MAYO DE 1990

Fecha: 

10/05/1990

Distinguidos invitados;

Compañeras y compañeros constructores:

Este es un momento que pudiéramos llamar histórico, porque inauguramos el primer hotel en Varadero que hemos construido en sociedad con una empresa española. Es el primero, y, realmente, se ha construido en un tiempo breve; pudiéramos decir que en un tiempo récord para nosotros. Ustedes saben que a veces los hoteles tardaban mucho tiempo en terminarse, y, desde luego, no por culpa de los trabajadores, sino porque se atrasaban proyectos o faltaban materiales, diversas causas; e incluso también por algunos vicios que se introdujeron en las construcciones.

Todo eso ha venido sufriendo un cambio radical en los últimos años.

Recuerdo, en este caso concreto, cuando empezaron las obras, cuando comenzó el movimiento de tierra y había que trabajar aquí en las rocas, en este paisaje virgen para construir este hotel.

Dos o tres veces después pasé por estas construcciones, y no hace mucho, con una delegación, lo vimos casi terminado, aunque no todavía funcionando, de modo que somos testigos del cambio radical y de la proeza constructiva que ustedes han realizado en menos de dos años. Realmente se construyó este hotel en unos 18 meses, era el primero y había que esperar por proyectos, en ocasiones había que esperar por materiales, o los materiales estaban en los puertos esperando un barco que los trajera a Cuba.

Creo que la experiencia acumulada en esta construcción, puede servirnos si tenemos que construir otro igual u otros hoteles similares para poder hacerlos, incluso, en menos tiempo.

Ya sabemos cómo son las construcciones cuando los proyectos están listos y cuando los materiales están a mano. En este caso, desde luego, hay un factor fundamental que explica el éxito: el espíritu con que nuestros constructores emprendieron y realizaron esta obra, organizados como contingentes o como aspirantes a contingentes, porque no era todavía un contingente cuando empezó esta nueva forma de construcción, en la que actualmente laboran más de 35 000 constructores en todo el país.

Ustedes son el contingente Héroes de Playa Girón, y constituyen el más numeroso, ya que en estos momentos cuentan con alrededor de 6 000 trabajadores.

Para nosotros esta era una prueba muy importante. Hay muchas cosas que se simbolizan en esta obra.

Les decía anteriormente que es el primer hotel que hacemos en sociedad con empresas de otros países. Para nosotros era muy importante la seriedad con que se trabajara aquí; para nosotros era muy importante la rapidez con que se trabajara aquí, y era muy importante la calidad con que se trabajara aquí, porque de ello dependerían mucho las futuras perspectivas del desarrollo turístico en nuestro país.

Antes que todo teníamos que demostrar que somos un país serio y cumplidor.

Para comprender mejor esto que es nuevo, puesto que no estamos acostumbrados a este tipo de cosas —hemos inaugurado miles de construcciones, hospitales, policlínicos, escuelas, círculos infantiles, presas, carreteras, fábricas, obras de todo tipo—, es la primera vez en la Revolución que inauguramos una obra en sociedad, vamos a llamarla, con empresarios extranjeros; o, si ustedes quieren más claramente, con capitalistas extranjeros. Vean ustedes qué experiencia.

Para entender bien esto, es preciso tener en cuenta que en nuestro país, que tiene que ganarse el pan trabajando duramente en la agricultura, en la industria, como se demuestra, por ejemplo, en la cosecha de caña, pues en este momento en que estamos aquí, decenas de miles de obreros están cortando caña con este calor en el mes de mayo, y miles de máquinas, camiones y tractores, con sus operadores, están trabajando para concluir la zafra en este mes, aprovechando un oreo, en este tiempo que está cambiando tanto, en que vemos llover cuando no tiene que llover, o cuando no llovía, y deja de llover cuando tradicionalmente llovía; pero quiero decir que es una forma dura de ganarse la vida para un país.

Claro está que la Revolución ha humanizado el trabajo extraordinariamente. Antes eran 350 000 macheteros, hoy quedan unos 60 000, que son los más eficientes; hemos liberado de ese trabajo durísimo a 300 000 compatriotas. Antes la carga y descarga del azúcar se hacía al hombro de los trabajadores portuarios, hoy se hace con grúas y a través, fundamentalmente, de los almacenes de azúcar a granel.

Antes casi toda la tierra en el país se preparaba con trabajo animal, en que el hombre tenía que esforzarse prácticamente tanto como el buey, y hoy todo ese trabajo se hace con máquinas; el arroz se cosechaba a mano, hoy se prepara la tierra con máquinas, se fertiliza con máquinas, se siembra con avión, y hasta se fertiliza y se fumiga con aviones; los constructores tenían que hacer la mayor parte de su tarea a mano, y hoy el trabajo de la construcción está, prácticamente, mecanizado casi todo y tenemos que mecanizarlo todavía más, no solo con grandes máquinas, sino también con pequeñas máquinas para elevar la productividad. Es decir, el trabajo se ha humanizado; pero de todas formas no nos llueven del cielo los recursos, tenemos que producirlos con nuestros esfuerzos.

Otros países tienen recursos, algunos grandes minas de diamantes, o de oro, o, sobre todo, grandes reservas petroleras, con los que, con unas pocas decenas de miles de hombres, exportan miles y miles de millones de dólares cada año.

La naturaleza no ha sido pródiga con nosotros en esos recursos ya ven ustedes cuánto tiempo llevamos perforando por todas partes.

Cuando venía hoy hacía acá, a lo largo del litoral norte de la provincia de La Habana, le decía a un compañero: "Cualquiera que pase por aquí, se imagina que estamos en una especie de Kuwait" —Kuwait, como ustedes saben, es un país pequeño pero que produce mucho petróleo—, y es que nosotros hemos ido perforando, buscando pequeños bolsones de petróleo. Y ya que hablo de petróleo aquí en Varadero, ¡no se imaginan ustedes la batalla que hemos tenido que librar nosotros con los petroleros, porque querían perforar hasta en la misma península!

Todavía no se habían elaborado los importantes planes de turismo que tenemos hoy. Tal vez muchos imaginaban que el turismo era una cosa que no tenía importancia al lado del petróleo. ¡Y claro que necesitamos petróleo, por supuesto!, pero cuando hicimos todos los análisis y todos los cálculos, por mucho petróleo que pudiera haber debajo de esta península, no era nada comparado con lo que la misma puede producir al país a través del turismo.

Yo mismo tuve que sacarles las cuentas y los cálculos, evaluarles cuánto significaban las 100 000 toneladas de petróleo anualmente que pensaban sacar de aquí, lo que valían esas 100 000 toneladas; un recurso que, además, se agotaba comparado con el recurso inagotable que significan el sol, el aire y el mar de esta península, y al final, ya que incluso el petróleo que tenemos debajo es un petróleo pesado, con mucho azufre, que no tiene un gran valor en el mercado —aunque es útil, no podemos despreciarlo—, cómo el valor de lo que esto podía producir en el turismo era unas 150 ó 200 veces más por año que lo que valía aquel petróleo.

Fue necesario argumentar bastante para convencerlos de que no era un capricho, buscar otros arreglos después, y pedraplenes en otros lugares, y ellos saben que les queda poco tiempo de andar perforando por aquí cerca, donde estaba el antiguo aeropuerto; tienen un tiempo mínimo para hacer las perforaciones inclinadas, y después sacar todas esas máquinas de ahí, porque en el futuro no puede quedar una sola torre de esas perforando por aquí. Son dos cosas que no se concilian mucho: el turismo y las torres de petróleo. Y por allí y por todos esos lugares, a sembrar árboles y que no se vea ni el aparatico ese que sube y que baja. Venía mirando todo eso al llegar aquí.

Ahora resulta que nuestro país tiene enormes recursos de este tipo, ¡enormes!, no tiene solo Varadero. Y Varadero puede producir un día 500 millones de dólares. Hablo del dólar porque es la divisa más conocida; podemos hablar de pesetas españolas, pero habría que multiplicar como por 100 ó 110. Si fueran liras italianas, habría que multiplicar como por 1 000, y voy a tener que usar unas cifras aquí que no se entienden. Puede llegar a producir Varadero tal vez un día más de 500, hasta 800, 900 millones de dólares al país por año; claro, siempre hay que descontar determinados gastos —también hay que hacerlo en la caña y en cualquier producción—, pero es para que ustedes tengan una idea.

El país tiene muchos Varadero, posee incontables playas similares a esta, lugares vírgenes totalmente. Solo entre Santa Lucía, y a lo largo de la cayería por el norte: Sabinal, Romano, Cayo Coco, Cayo Guillermo, hasta Cayo Santa María, cerca de Caibarién, hay más de 100 kilómetros de playas y algunas de ellas tan buenas e incluso, a mi gusto, mejores que Varadero; no muchas, pero hay tres de ellas, de condiciones extraordinarias, las conozco, las he explorado. De modo que no estoy hablando por referencias, tres de ellas son similares a la de Varadero y otras tienen distintas ventajas; lugares absolutamente vírgenes, donde no hay nada construido, donde todo se puede programar, donde todo se puede planificar, donde se pueden elaborar los planes directores a la luz de las ideas más avanzadas en esta materia, no como ocurría antes: cada uno agarraba un pedazo de playa y construía donde le daba la gana hasta la misma orilla del mar. Ustedes saben que eso destruye las condiciones naturales.

Me han contado de diversos lugares del mundo donde mucha gente empezó a construir desorganizadamente, y afectaron las características naturales de esas playas.

Nosotros tenemos el privilegio de poder programar, de una manera tan perfecta como sea posible, el desarrollo de esas zonas; cuánta franja de playa dejar y qué hacer. Eso es muy importante, ¡eso es muy importante! Son cientos de kilómetros vírgenes de playa y mar, que estamos uniendo ahora, donde es posible, al territorio nacional.

Hay lugares en que se combinan el mar y las montañas, como en la costa sur de la antigua provincia oriental, donde hemos construido una carretera, que está terminándose ya, de alrededor de 200 kilómetros, parajes de todo tipo.

He calculado conservadoramente que en nuestro territorio se podrían invertir hasta 20 000 millones de dólares. Vuelvo a usar el dólar; podemos decir peso, pero a los visitantes provenientes de otros países les significa más medir las cosas en la moneda en que ellos están acostumbrados, por eso lo traducimos a dólares, aunque un dólar, como he dicho otras veces, no se sabe lo que es, porque en Nueva York sirve para montar una vez en el ómnibus, y en La Habana sirve para montar diez veces; es decir, el valor de un peso en Cuba es incomparablemente mayor que un dólar en Estados Unidos, pero esa moneda tiene el privilegio de ser una moneda internacional, y bien caro que les cuesta eso a los países del Tercer Mundo.

Si nosotros fuéramos a desarrollar solo con nuestros recursos esas playas, podríamos tardar 30, 35, 40 ó 45 años. Nosotros no tenemos, ni tendremos en un futuro próximo, las posibilidades de desarrollar solo con nuestros propios recursos esos programas. Podemos hacerlo en parte, no digo que no. Este año, de aproximadamente 5 000 habitaciones que se construirán, nosotros tenemos el 80%, que son alrededor de 4 000, y 1 000 en asociación con empresarios extranjeros.

Nosotros tenemos otras muchas posibilidades y necesidades: estamos desarrollando la biotecnología, la industria farmacéutica, que tiene grandes perspectivas para nuestro país; estamos desarrollando el plan alimentario, los programas alimentarios; estamos desarrollando nuestros programas sociales, y todo eso requiere recursos y si usted necesita 1 000 millones para invertir y solo tiene 200 en divisa convertible, usted tiene que seleccionar muy bien dónde hace esas inversiones.

Las inversiones turísticas son buenas —y después les voy a explicar algo en relación con esto—, pero hay inversiones, incluso, todavía más rentables para el país en otros campos. De modo que nosotros no tendríamos en mucho tiempo los recursos para desarrollar todas esas zonas del turismo, y por eso por este campo, aunque no sea el único, si analizamos la cuestión con criterio práctico, realista y razonable, hemos empezado este tipo de empresas conjuntas.

Si un día se invirtieran 20 000 millones, ¿cuánto aportaríamos nosotros? Aproximadamente la mitad. Ustedes dirán: "Diez mil millones, ¿y de dónde los sacamos?" Pero yo les respondo: Nuestros millones somos nosotros, nuestros millones son ustedes; nuestros millones son las toneladas de cemento, gris o blanco que producimos —ya tenemos una fábrica moderna de cemento blanco—, la piedra y la arena, acero de construcción, materiales diversos —y cada vez tendremos más— y nuestro sudor, nuestra fuerza de trabajo, una gran parte de la maquinaria que construye, que fabricamos nosotros o traemos de la Unión Soviética. Esos son nuestros recursos, ese es nuestro aporte.

Cuando recorremos el hotel, vamos viendo cada mueble, dónde se ha producido: este en La Habana, con tela española; aquel allá en Guantánamo, con maderas preciosas cubanas. Vamos viendo, y cada vez nuestro aporte puede ser mayor, ¡cada vez nuestro aporte puede ser mayor!, a medida que tengamos más materiales, a medida que desarrollemos más producciones que formen parte de la construcción o del equipamiento de estos hoteles.

Muchas veces hay que traer cosas: unos cristales de este tipo, que son cristales especiales que no producimos, que son caros; muchos materiales resistentes a la erosión del mar, de cobre o de otros metales que son caros, que no los producimos nosotros.

Hay que traer muchas cosas para construir estos hoteles, hay que poner elevadores. Ya nosotros tenemos una fábrica de elevadores; pero no se nos ocurre todavía poner nuestros elevadores en un hotel de cuatro estrellas o de cinco estrellas, puesto que no sería muy buena propaganda que se quedaran trabados en el piso dos, o en el tres, o en el cuatro; todavía no dominamos totalmente la técnica, aunque pensamos dominarla, y el turista exige el elevador de la marca tal y de la calidad óptima. Todavía hay tipos de herrajes que nosotros no producimos.

Ese es el aporte de nuestros socios extranjeros. 0 nos ponemos de acuerdo, o no hay hotel, no se construye el hotel, sigue el paraje durante muchos años, no se crean nuevas fuentes de trabajo, no se crean las bases de nuevos desarrollos industriales; es una cosa muy clara.

Ahora bien, nuestros socios extranjeros no traen solo capital, traen otras cosas que tienen una importancia tan grande como el capital; traen algo que se llama experiencia, ¡experiencia!, en organización y explotación de instalaciones turísticas; experiencias al más alto nivel mundial que nosotros estamos muy lejos de tener, por mucho que a veces nos proclamamos inteligentes, y lo somos, pero inteligencia no quiere decir experiencia.

A mucha gente inteligente las he visto yo hacer grandes disparates, sencillamente, porque inteligencia no quiere decir conocimiento, y la experiencia y la inteligencia sin conocimiento pueden conducir a todo tipo de errores. No en balde alguien dijo una vez que de buenas intenciones estaban empedrados los caminos del infierno. Y miren que en estos 30 años de Revolución he visto buenas intenciones, ¡muchas!, y compañeros inteligentísimos; y a veces cuanto más inteligente, más grande es el error, porque la autosuficiencia suele ir acompañada, a veces, de la conciencia de la capacidad mental. Pero ni ustedes mismos se imaginan, cuán lejos estamos de esa experiencia que no viene del cielo, que no se estudia en las universidades.

Sí, tener una buena base cultural y una buena instrucción ayuda a comprender y a captar la experiencia; pero, debo decirlo con toda honestidad, de administración de hoteles no sabemos nada, ni lo sabe el más eficiente de nuestros administradores, que puede estar por aquí; si no, lo pongo a competir con el español, y tenemos algunos administradores que para nuestra situación tienen éxito. Estoy hablando en términos extremos, a veces hay que elevar al absurdo las cosas para que se comprendan mejor. Claro, estos aprendieron aquí. ¿Cómo aprendieron a manejar el hotel? Maltratando a turistas; queriendo servirlos, pero no sabían cómo.

Alguien dijo una vez, y me hizo mucha gracia porque creo que refleja una verdad: El cubano es la persona más hospitalaria del mundo, más amable, más atenta; pero basta con que usted le ponga un uniforme de camarero y ya se vuelve una cosa terrible (RISAS).

Pienso que esa anécdota nos da la idea. No es que no queramos; es que no sabemos cómo se administra un hotel, cómo se maneja el turismo y —caballeros, no sé si emplear la palabra o no— cómo se le saca más dinero al turismo, cómo se explota mejor el turismo.

Por eso, cuando visitaba uno de los bungalows y preguntaba: ¿Cuántos pueden estar aquí?, me decían: "En los de una habitación, dos." Digo: ¿Y si viene un matrimonio con un niño? "Le ponemos una camita." Creo que por ahí cerca andaba Maciques, que ha aprendido ya algo de estos negocios, y no sé si fue él, por no echarle la culpa a un español, decía: "Y se le cobra." ¿Y lo otro? "Se le cobra." ¿Y lo otro? "Se le cobra" (RISAS).

Nosotros no sabemos nada de eso. Nosotros no sabemos, caballeros, ni cobrar, a decir verdad; es la falta de experiencia, y no estoy exagerando. Creo que lo aprenderemos

Digo que, por ejemplo, en medicina somos buenos, en estomatología; en muchas cosas somos buenos, hasta somos buenos soldados. Aquí mismo habló un joven que fue defensor de Cuito Cuanavale.

De muchas cosas hemos aprendido, pero en esto de turismo nos queda un mundo por aprender; por eso decía que nuestros asociados extranjeros traen la experiencia, y traen la experiencia del más alto nivel mundial. Nuestros asociados extranjeros traen mercados, porque tienen relaciones en el amplio mundo de la industria turística que nosotros no las tenemos. Y se dice —no solo lo he escuchado, sino que lo he leído recientemente— que el turismo será, ya en los próximos 10 años, la industria número uno del mundo, por encima de la industria petrolera, que ustedes saben que es multimultimillonaria, por los precios privilegiados —digámoslo así— que ha tenido el petróleo; el turismo, repito, será la industria número uno. Y ya que nosotros no hemos encontrado esos grandes yacimientos de petróleo, qué maravilloso es disponer de esos extraordinarios yacimientos de recursos naturales para el turismo. ¿Está claro?

Me extiendo en esta explicación porque quiero que nuestros compatriotas tengan todos los elementos de juicio y toda la argumentación de por qué estamos impulsando estos programas, y por eso decía: Si esta es la primera experiencia, todo el que venga aquí va a visitar este hotel, va a hablar con el administrador, va a hablar con los empresarios asociados y va a preguntar cómo funciona este hotel, cómo laboran nuestros compatriotas que están trabajando en este hotel, qué resultados tiene este hotel, cómo es esa cosa extraña de una empresa mixta con una empresa de un país comunista.

Fíjense que no empleo la palabra socialista, porque la palabra socialista asusta menos, la comunista asusta más. Por ahí hay mucha gente que se ponen el título de socialista y andan felices, porque hasta creen que con ponerse el cartelito arriba ya son socialistas, y la palabra asusta menos, la otra asusta muchísimo más. Y dirán: "Oiga, ¿qué negocio ha hecho usted con esos comunistas, qué asociación ha hecho, y cómo funciona eso?"

Tenía deseos de que ya estuviera el primer hotel terminado para seguirlo de cerca. Este hotel es el conejillo de Indias, digamos, de grandes perspectivas de desarrollo, que significarán ganancias para nuestros socios, pero significarán grandes ganancias también para nosotros. No vayan ustedes a pensar que los empresarios extranjeros dejan de hacer cálculos y números sobre lo que invierten y sobre lo que recuperan, y se dice —según algunos cálculos— que en tres años y medio, o en cuatro, tal vez pueda recuperarse la inversión.

Sí, se han dado facilidades, desde luego, y si no es así no podríamos contar con esas inversiones; pero si ellos recuperan su capital en cuatro años, nosotros también recuperamos nuestro capital en cuatro años. Si ellos multiplican un dólar, nosotros multiplicamos cada gota de sudor derramada por ustedes aquí; de modo que ustedes también son inversionistas, porque han invertido aquí el esfuerzo por su país (APLAUSOS).

Y eso que ustedes han invertido cada día de trabajo —porque vale, porque se computa cuando se evalúa la instalación—, eso se multiplica al mismo ritmo que se multipliquen las ganancias de nuestros socios. Si ellos recuperan en cuatro años, nosotros también recuperamos en cuatro años; si ellos recuperan en cinco, en cinco; si en tres y medio, en tres y medio. Por eso nos interesa el funcionamiento óptimo de estas instituciones, por eso es tan importante el trabajo que van a hacer nuestros compatriotas.

Porque debemos añadir que la inmensa mayoría de los trabajadores son compatriotas nuestros. Debo decir, además, con satisfacción, que con un elevadísimo nivel escolar, el que se corresponde ya con nuestra población, como regla, un mínimo de 12 grados, y un número elevado de los trabajadores con nivel universitario.

No aparecerá por el Caribe, y posiblemente no aparezca por ninguna otra parte, una fuerza de trabajo con el nivel de instrucción —no digo de experiencia— que tienen los trabajadores de este hotel y de los demás hoteles que hagamos; personal seleccionado, casi todo nuevo, y es mejor, porque lo nuevo no arrastra viejos hábitos, lo nuevo no arrastra malos hábitos, y muchas veces los malos hábitos se desarrollan, y hasta se trasmiten, de generación en generación.

Ahora nosotros vamos a tener una experiencia tremenda, vamos a adquirir una experiencia enorme de cómo se administra un hotel. Esa no es cuestión ideológica; esa es cuestión tecnológica, esa es cuestión científica.

El turista paga, y paga caro, pero necesita una atención óptima. Hay que saber cómo se brinda esa atención, hay que ver cuál debe ser la disciplina en el trabajo de una instalación de este tipo; y aquí, desde luego, no habrá paternalismo, a no ser que los administradores españoles se nos vuelvan paternalistas igual que los nuestros. Les hemos dicho: "Administren el hotel", y así será durante años, digamos, hasta que nosotros tengamos cuadros que puedan hacer el trabajo de la forma que lo hacen ellos, con la experiencia que lo hacen ellos.

La disciplina aquí es rigurosa. Como es necesario tener éxito, hemos establecido para los hoteles de turismo internacional la misma disciplina que para los hospitales, similar, una disciplina rigurosa. Si la salud humana es muy importante, también es muy importante la economía para el país; y nosotros no podemos lanzarnos en esa tarea si no garantizamos exigencia, si no garantizamos disciplina.

Ustedes saben que debe ser así, porque nos quedan todavía bastantes hábitos de indisciplina. Por mucho que hayamos mejorado y que vamos mejorando cada año, y por mucho que somos amables, de verdad, y por mucho que seamos hospitalarios, y lo somos, el mundo de hoy exige conocimiento, el mundo de hoy exige rigor. El mundo de hoy exige disciplina o no se puede competir; el mundo de hoy exige eficiencia o no se puede competir, y en nuestro país habrá que competir con muchos polos turísticos en el mundo.

El turismo será la primera industria, pero los más beneficiados serán aquellos que logren alcanzar mayor eficiencia, porque si no, se marchan los turistas a otra parte; y uno de los índices importantes con que se mide la eficiencia, es por el número de turistas que quieren volver, y querrán volver en la medida en que se les trate de manera excelente.

Esa es la importancia que tiene el trabajo de los compañeros que hoy se inician en este hotel, que se inaugura con turistas, ya hay un número de turistas en el hotel. ¿Qué significa esto? Una gran responsabilidad para todos los trabajadores.

Antes de venir a esta tribuna, me precedieron algunos compañeros —un joven muy destacado—, se entregaron certificados a obreros destacados. No, no hemos cambiado en nada, al contrario, hemos mejorado, y tenemos que seguir siendo destacados, y tenemos que seguir haciendo trabajo voluntario. Sí, ustedes, los constructores. ¿Por qué? Porque ese trabajo es aporte que ustedes hacen al país, el tiempo que ganen, los avances; el valor que ustedes aportan con ese trabajo voluntario, es valor que se acredita a la economía del país como parte de nuestro aporte a estas instituciones.

Y alguno se preguntará: ¿Y habrá un núcleo del Partido? Sí, habrá un núcleo del Partido. ¿Y habrá un secretario de núcleo? Sí, habrá un secretario de núcleo, cómo no; es que el Partido tiene que seguir funcionando, porque el Partido tiene que ser el guardián de la eficiencia, de la disciplina, y luchar para que el trabajo sea óptimo; y estará el sindicato también, en el mismo esfuerzo, junto al Partido, y estará la juventud en el mismo esfuerzo.

Lo digo, porque ya me imagino la extrañeza de algún turista o de algún empresario de los que nos visitan diciendo: ¿Qué es eso del Partido en el hotel? ¿Es que le van a querer decir al administrador lo que debe hacer? No, tendrán que apoyar el esfuerzo de la administración, sea cubano el administrador o sea español.

Por ahí tenemos nuestros hoteles, y los tenemos que administrar nosotros, en la lucha, porque tenemos que luchar, por la eficiencia. Espero que no lleguemos a aburrirnos tanto de nuestros malos administradores, que un día le digamos a la cadena española esta que administra: ¿Oye, quieres administrar el hotel de nosotros también? Espero que no lleguemos. No, no vamos a llegar; pero puede ser una perspectiva si no aprendemos a manejarlo con la eficiencia necesaria.

Aquí habrá competencia, sí señor. Aquellos del Kawama querrán competir con estos, y estos querrán competir con los del Kawama y el Internacional; habrá una lucha en cada uno de estos centros por ser el mejor, por brindar el mejor servicio, por adquirir el mayor prestigio. Y aquí alrededor de este punto no solo habrá un hotel, aquí habrá varias instituciones que formarán un complejo de hoteles, de cabañas, de instalaciones comerciales como patrimonio común de los empresarios extranjeros y los empresarios cubanos —vamos a llamarlos empresarios.

Quiero que ustedes sepan una cosa: esto tiene sus formas jurídicas de organización, y la asociación se hace entre empresas extranjeras y empresas cubanas.

Ahora sí que se va a poner difícil la competencia, porque tenemos que competir con la gente que tiene más experiencia en esto, con la gente que tiene más experiencia en el mundo. De modo que tendremos que despabilarnos y tendremos que trabajar duro.

Puedo citar un ejemplo. Hoy inauguramos dos hoteles: uno cubano ciento por ciento y otro cubano-español, a partes iguales. Nuestro hotel no fue concebido de una manera brillante, ahí la falta de experiencia se hace presente. El proyecto no fue un proyecto brillante, los materiales de construcción a mí no me parecen los ideales, a pesar de que se trabajó muy bien allí, y tendrán que inventar duro; tiene muchas estructuras de acero, tendrán que llenar aquello de áreas verdes por todas partes para crear el ambiente, la atmósfera que uno puede apreciar en este hotel, o que uno puede apreciar en cualquiera de estas cabañas.

Cuando hice un recuento de las plantillas, vi que nuestro hotel —y se supone que hicieron un gran esfuerzo de racionalización—, con casi la mitad de las habitaciones, tenía más trabajadores que este hotel. Y seguramente que los compañeros nuestros creen que se la comieron, que han hecho un esfuerzo extraordinario, y qué contento estaba yo al poder demostrar, con números y con hechos, que realmente tenemos mucho que aprender para llegar a ser verdaderamente eficientes.

Eficiencia es servicio óptimo con el mínimo de trabajadores. Aquí hay una plantilla de 275 trabajadores, no sé si podrán mantener el servicio óptimo con 275; a lo mejor ellos tienen que subir un poco, la vida lo dirá; a lo mejor tienen un éxito tan colosal que fuera con menos, y también tengo esperanza de que aquellos de Kawama reduzcan en el futuro.

Vean ya cómo podemos empezar a sacar provecho, porque la cuestión del número de trabajadores con relación al número de habitaciones es un índice muy importante.

Claro está que no se pueden tomar tales índices de una manera esquemática. Hay veces que hay hoteles que tienen un menor número de trabajadores y reciben determinados servicios de otras instituciones; eso puede ocurrir con el mantenimiento, si tiene tal cantidad de personal de mantenimiento, o viene otra empresa y le hace el mantenimiento.

Claro, ya los compañeros me han dicho: Allí en aquel hotel están algunos que van a prestar servicio en áreas comunes de los dos hoteles, porque aquellos hoteles son gemelos.

Voy a llevar la cuenta bien clara para cuando esté inaugurado el segundo hotel, preguntar cuántos trabajadores tiene y cómo se compara con este hotel.

¡Figúrense de dónde va a salir la gente!, si nosotros tenemos que construir decenas, cientos de miles, tal vez, de habitaciones, y, además, atenderlas.

Solo de nuestra imaginación, de nuestro esfuerzo, de nuestra entrega al trabajo, podremos sacar los recursos humanos que se requieren para esos desarrollos.

Por eso es tan importante, y siempre le exigimos al contingente la elevación de la productividad por hombre-año, y les tendremos que exigir a los trabajadores del turismo la productividad con relación al número de habitaciones, con relación al ingreso.

Queremos hacer instalaciones buenas, las mejores posibles, esos son los criterios de nuestros socios extranjeros y los criterios para nuestras propias instalaciones.

Está demostrado que se pueden hacer las cosas con calidad. A decir verdad, la calidad con que se ha construido esta instalación es óptima, óptima; y la he revisado por todas partes: cada pieza, cada baldosa, cada pedazo de granito; la que hicimos nosotros, la que trajeron, si hay una manchita, si no hay. Sé que todavía tienen que cepillar un poquito el gres cerámico de los techos, porque no han tenido tiempo de tenerlo totalmente limpio de cemento blanco; pero he ido revisando detalle a detalle y, realmente, no he podido encontrar todavía un detallito de algo que sea una chapucería, una cosa que afecte la calidad (APLAUSOS). Hemos visto los diseños de las cabañas, de los muebles, la pintura, los colores y se ha logrado hacer una cosa magnífica.

Quiero decirles a los compañeros constructores que, realmente, nos sentimos orgullosos al saber y al comprobar que fueron capaces de construir instalaciones de tanta calidad, ¡de tanta calidad! (APLAUSOS), que se pueden comparar en eso con la mejor de cualquiera de las mejores del mundo; y demuestra que cuando queremos, podemos.

Creo que, de la misma manera, los compañeros que inician su trabajo en este hotel puedan demostrar también que, cuando queremos, podemos. Y lo que más nos gustaría es que, al igual que se puede decir de la construcción del hotel, se pueda decir de los trabajadores del hotel que son excelentes, que son óptimos. Ese colectivo está lleno de conocimientos, ese colectivo está lleno de juventud. Y ojalá un día escuchemos de los turistas que en ese hotel, en esa vitrina, en ese conejillo de Indias que es este primer hotel —aunque pronto estará acompañado de unos cuantos más, y me imagino que entre ellos tendrán que emular y competir—, que se pueda decir también de nuestros trabajadores que han recibido una atención como la mejor que se pueda recibir en cualquier lugar del mundo.

Pienso, compañeras y compañeros, que estas palabras, en las cuales me he extendido algo, sirvan para que todos, los invitados, los cuadros que están aquí presentes, los trabajadores del turismo y los constructores, comprendan la gran importancia económica que tiene esta obra para nuestro país, el porqué de esta obra, el porqué de estos programas, sus perspectivas y sus posibilidades.

Es justo que reconozca aquí el valor de nuestros socios españoles. La cantidad de gente que les habrá preguntado si están locos, la cantidad de gente que les habrán dicho: ¿Ustedes van a invertir allí en Cuba? Pero, bueno, los españoles tienen fama de valientes, y han demostrado que son valientes; lo han demostrado no sin razón, porque nosotros sabemos ser también valientes, y valientemente hemos defendido nuestro país, valientemente lo estamos desarrollando, valientemente lo seguiremos preservando. Creo que el adversario nos respeta porque no le queda más alternativa que respetarnos (APLAUSOS), y porque sabe que somos un pueblo unido y un pueblo fuerte.

No se arrepentirán nunca estos españoles, que no cruzaron los mares como Colón, en unas lentas carabelas, sino en modernos aviones; pero cruzaron los mares, llegaron a Cuba, hablaron con nosotros e hicieron negocios con nosotros. Fueron los primeros, les corresponde por ello un lugar de honor en la historia de estos programas; y pronto tendrán todo un complejo, que será motivo de admiración para los miles y miles de turistas, o decenas de miles o cientos de miles en el futuro, que visiten Varadero.

En este mundo de hoy se habla mucho de paz, y esto es un ejemplo de paz y de confianza. Ellos han confiado en nosotros y nosotros hemos confiado en ellos; ellos desoyeron los augurios de los que se asustaban. Estoy seguro de que detrás de ellos vendrán muchos y detrás de ellos están viniendo ya unos cuantos; y nuestros programas de turismo marcharán, como están marchando todos los programas de la Revolución.

No tengo más nada que añadir, me parece que es suficiente para comprender el significado de esta inauguración y de este acto.

Para concluir, ¿cómo concluyo? Cuando oí al compañerito decir: ¡Patria o Muerte!, ¡Venceremos!, ¡Socialismo o Muerte!, me preguntaba: ¿Qué pensarán los turistas? (RISAS) A los turistas y a los empresarios, les digo que esas son nuestras consignas y que gracias a ese espíritu hemos llegado hasta aquí. Por eso, con todo respeto, yo también digo:

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

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