Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA PLAZA MAYOR DE LA CIUDAD DE VALPARAISO, CHILE, EL 30 DE NOVIEMBRE DE 1971

Fecha: 

30/11/1971

Querido presidente Salvador Allende;

Autoridades civiles y militares:  

Representantes de las organizaciones políticas y de masas:



Hay una cosa clara, y es que nadie puede venir a Chile sin visitar Valparaíso (APLAUSOS).  

Sabemos que las organizaciones políticas y obreras, y las autoridades civiles, y en general muchos en Valparaíso están disgustados con nosotros, porque dicen que tenían preparado tal programa y más cual programa y el otro, y una visita y otra visita y otra visita, y que la visita nuestra a esta ciudad es una visita muy breve.  

Pero ahora ustedes me ayudarán, en todo caso, a comprender la situación.  Y es la siguiente...  

(EN EL PUBLICO SE EMPUJAN UNOS A LOS OTROS).  

Una ola del Pacifico.  

Mientras unos se quejan, otros protestan:  mientras unos se quejan de que las visitas sean breves, otros protestan de que la visita sea larga.  Entonces, no hay manera de quedar bien de ninguna forma.  

He tenido oportunidad de recordar, porque algunos se han encargado de publicarlo, todas las visitas que han venido a Chile:  que si vino tal personalidad en tal época, que si vino más cual en tal otra, y otra y otra en otra.  Y que todos vinieron y se fueron en cuatro días, cinco días, seis días.  

Se argumenta que incluso, bueno:  las visitas oficiales unos días, y después se puede quedar el visitante como turista.  ¿Pero ustedes realmente me imaginan recorriendo este país como turista?  

Bien:  han venido muchas personalidades ilustres a este país.  Me imagino que les rendirían grandes honores, que les harían muchas invitaciones.  Pero realmente no comprendo cómo pueden habérselas arreglado para hacerlo en tan poco tiempo.  Porque nosotros hemos recibido invitaciones a todo lo largo y ancho de un país de 4 000 kilómetros.  No hay prácticamente ningún centro industrial importante, ningún área campesina, ninguna provincia, ninguna ciudad, que no haya reclamado, solicitado insistentemente de las autoridades, del Presidente, que visitáramos esos lugares.  La razón es, en primer término, el cariño de los chilenos hacia Cuba, el afecto del pueblo chileno hacia nuestro pueblo, el reconocimiento del esfuerzo realizado por nuestro pueblo, y de la épica lucha sostenida en condiciones difíciles frente a un enemigo poderoso.  

No es a Fidel al que invitan a esas ciudades, a esos campos, a esas fábricas.  Es al pueblo de Cuba al que invitan, es a la Revolución Cubana a la que invitan.  Y nosotros debemos decir, cuando oímos determinadas frases que señalan las personalidades, cuando nos atribuyen determinados méritos revolucionarios, continentales —y aquí se dijo que incluso mundiales—, nosotros decimos con absoluta sinceridad lo que creemos:  que esos no son méritos de ningún hombre, esos no son méritos de ninguna persona.  Son los méritos de un pueblo entero que ha derramado su sudor y ha derramado su sangre luchando por una causa (APLAUSOS).  

Nosotros no somos ni podemos ser turistas.  Porque los revolucionarios tenemos demasiado trabajo, tenemos demasiadas obligaciones y demasiado escaso tiempo para poder dedicarnos a ser turistas.  Y no es que critiquemos a los afortunados que disponen de tiempo y posibilidad de hacerlo.  Es posible que incluso en determinado momento los envidiemos.  Pero en realidad nosotros no podemos hacerlo.  

Hemos hecho el máximo posible.  No ha habido virtualmente descanso, ni para el cuerpo, ni para la voz, ni para el alma, en estos días que llevamos entre los chilenos, en un interés grande de cumplimentar las visitas, de que no se quedara una sola localidad quejosa, de que no se quedara un solo centro lastimado, subestimado, olvidado.  

Y recordábamos todavía cuando marchábamos de Puerto Montt a Punta Arenas, los vecinos de Aysén la batalla que libraron para que el barco que nos conducía a Puerto Montt se detuviera allí:  recodamos los representantes de Chiloé cómo se esforzaron para tratar de que el barco llegara allí.  

Y cuando arribamos a Punta Arenas, recordamos las situaciones que se crearon en Puerto Natales:  no se me puede olvidar porque vi nataleses por dondequiera, representantes de aquella pequeña localidad de 5 000 habitantes, pero que trabaja y lucha allí en condiciones de un clima hostil, muy lejos del corazón del país, y que por todas partes iban insistiendo en que se les visitara.  

Habíamos decidido el esfuerzo, hacer el viaje en un avión de la Fuerza Aérea, a determinada hora por la mañana.  Entonces vinieron los pronósticos del tiempo:  masas frías, masas calientes, humedad, neblina.  Había que pasar por las torres de Paine sin visibilidad ninguna.  Y como nosotros obedecemos órdenes, sencillamente nos dijeron que el avión no podía volar allí, y los de Puerto Natales se quedaron esperando la visita.  Y también habían organizado infinidad de cosas.  

Eso es normal, eso es natural:  a cada comunidad humana le gusta enseñar lo que hace, el fruto de su trabajo, sus tradiciones históricas, sus costumbres, sus canciones.  En fin, a todo hombre, porque el hombre vive de lo que hace, su gran motivación está en aquellas cosas a las cuales dedica su vida, y cuando experimenta sentimientos amistosos, quiere que se vea todo eso.  

Se visitó una hacienda en el campo y se quedaron como 20 haciendas quejosas de que no se les visitara; se visitaron algunas zonas y algunos campamentos de la Tierra del Fuego, y otras no pudieron ser visitadas.  Las provincias entre Concepción y Puerto Montt ninguna pudo ser visitada.  Y llegaron infinidad de delegaciones solicitando que se les visitara.  

De manera que hemos estado envueltos en esa incesante contradicción.  Hemos estado envueltos en esa incesante pena de no poder complacer tantas amables y tantas generosas invitaciones como las que se hicieron.  

En algunos lugares decían:  hay que quedarse un día más.  Pero no era posible quedarse un día más.  La visita se había programado mucho más corta, mucho más breve.  Pero resultó que fue imposible evitar algunos días más de prolongación.  

Nosotros sabemos perfectamente bien quiénes son los que nos han invitado, quiénes son los que han deseado que lleguemos hasta allí.  Han sido los trabajadores, han sido los hombres y mujeres humildes del campo y de la ciudad, los intelectuales; han sido los estudiantes; han sido los hombres y mujeres progresistas; han sido los hombres y mujeres de la Unidad Popular, han sido los hombres y mujeres que la apoyan; han sido los hombres y mujeres que se han sentido orgullosos por el esfuerzo que realiza Chile; han sido los hombres y mujeres que se han alegrado y que disfrutan en lo más profundo de su alma que el cobre sea hoy de Chile, que el hierro sea hoy de Chile, que el carbón sea hoy de Chile, que el salitre sea hoy de Chile, que los bancos sean hoy de Chile, que numerosas industrias fundamentales sean hoy de Chile (APLAUSOS).  

Y nosotros sabemos lo que es el corazón del pueblo, porque el corazón del pueblo no conoce el egoísmo, el corazón del pueblo alberga todas las generosidades, el corazón del pueblo alberga todas las verdades.  A nosotros no se nos escapa eso.  Es bien claro y bien evidente.  Y sabemos también quiénes son los que se han sentido mortificados por el hecho de que la visita se haya prolongado unos días más, y en el afán de fastidiar y en el afán de mortificar al visitante, en el afán de mostrarlo como un intruso y un metido en todo, hablan de que si tantos días y si más tantos días, y si el rey de Inglaterra y los príncipes de no sé dónde que vinieron en tal fecha...  No se acordaron de esas visitas ni una sola vez más, sino ahora, para estarlo publicando todos los días.  Y no sé qué tipo de conclusiones quieren sacar, como si nosotros quisiéramos quedarnos a vivir aquí.  

Y vean eso, qué contradicción:  por otro lado nos han declarado Hijo Ilustre de decenas de municipalidades y de ciudades (APLAUSOS); y por otro lado, recordando todos los días que faltan.  Y por eso, ya nosotros les decimos a esos impacientes que quedan pocos días, quedan pocos días, unos poquitos días.  Ya estamos al final de la visita.  

Aparentemente a algunos les ha fastidiado y les ha molestado.  Y señalan:  no, que vino a hablar de la Unidad Popular; no, que vino a apoyar las cosas buenas de la Unidad Popular o a decir que es bueno lo de la Unidad Popular.  ¿Pero quiénes nos invitaron a nosotros?  ¿Qué gobierno nos invitó a nosotros?  (EXCLAMACIONES DE:  "¡El pueblo!")  ¿Quiénes fueron los que hicieron posible esta visita con su apoyo? (EXCLAMACIONES DE:  "¡El pueblo!")  El pueblo.  Está claro.  Y el gobierno que representa a este pueblo.  De manera que fueron los que nos invitaron.  

¿Qué banderas hemos visto nosotros?  Las banderas amigas.  ¿Quiénes nos han llenado de atenciones?  Los amigos, los revolucionarios, los simpatizantes de Cuba, los que apoyan el proceso chileno, los que luchan por el porvenir de Chile.  ¿Y quiénes son los que han estado protestando?  (EXCLAMACIONES DE:  "¡Los momios!")

Ustedes parece que lo saben perfectamente bien (RISAS).  

Son los que han estado protestando, incluso acusándonos de que nos metemos en los asuntos internos.  ¿En qué asuntos internos nos hemos metido nosotros?  (EXCLAMACIONES DE:  "¡Siempre han mentido!")  Oiganme, hacía tiempo que no veía tantas mentiras juntas (EXCLAMACIONES DE:  "¡Abajo los momios!" Y "¡Viva Fidel!").  

Al parecer voy a vivir, no obstante los malos augurios.  Muchas gracias (APLAUSOS).  

Ahora, yo les podría preguntar a algunos de esos señores que recuerdan las visitas de personajes ilustres aquí, si a los reyes de Inglaterra —y desde luego, no pretendo compararme con reyes ni mucho menos— les dedicaron los insultos que me han dedicado a mí, les han dicho las cosas que me han dicho a mí.  Me pregunto si a cualquiera...  Que se busque la prensa de esos sesudos, de esos supuestamente imparciales, de esos superpatriotas, a ver si a ningún visitante le hicieron las groserías que me han hecho a mí (EXCLAMACIONES DE:  "¡Mándelos a la mierda!").  

Bueno, ustedes los pueden mandar; pero yo lo puedo desear y lo puedo hasta pensar, pero no lo debo decir (RISAS y APLAUSOS).  

Y esa es la verdad.  Ya que me recuerdan todos los visitantes, les recuerdo qué diferente tratamiento.  

Además, se ha caracterizado este pueblo por ser un pueblo hospitalario históricamente, por ser un pueblo atento, amable con los visitantes, afectuoso:  es una tradición chilena.  

¿Y quiénes han roto esa tradición?  (EXCLAMACIONES DE:  "’Los momios!")  ¿Y por qué han roto esa tradición?  (EXCLAMACIONES DE:  "¡Porque tienen miedo!")  ¿Quién paga todo eso?  (EXCLAMACIONES DE:  "¡Los yanquis!")

Sí, pero cada vez tendrán menos para pagar, porque desde el momento en que no se pueden llevar 300 millones de dólares del cobre chileno, tendrán un poquito de menos plata y les tendrán que pagar menos a sus amigos (APLAUSOS).  

Nosotros no nos hemos metido en ningún problema de aquí.  Todos ustedes lo saben perfectamente bien.  Si a veces incluso me han dicho:  ¡pero mire que usted está fino, mire que usted está moderado!  Y yo sé bien, perfectamente, que quisieran que yo no tuviera restricciones.  Las restricciones no me las impone nadie.  Me las impone mi condición de visitante, me las impone el respeto a las costumbres del país.  Y además, hay muchas maneras de comunicarse, hay muchas maneras de exponer experiencias sin que se pueda llamar intromisión.  

En ocasiones lo más que hemos hecho es responder un poquitico de algunas de las cosas que han dicho, poner en evidencia algunas mentiras, algunas nada más, y demostrar en algunas ocasiones la mala fe y responder algunas preguntas que me hayan hecho trabajadores o me hayan hecho estudiantes; porque al fin y al cabo ustedes no invitaron a un mudo, ni tampoco invitaron a un bobo (APLAUSOS).  Y si me preguntan por alguna cuestión, la respondo.  Pero eso es lo que hace todo el mundo, señores.  

Me imagino que si se buscan todas las conferencias dictadas aquí por personas que han venido, visitantes, intelectuales, conferencistas de todo tipo, ¿cuántos conferencistas de derecha habrán venido aquí, y qué cosas habrán dicho?  Pero, señores, ¿nos van a acusar a nosotros de meternos en los asuntos internos cuando sabemos toda aquella confabulación y todas aquellas investigaciones escandalosas, insolentes, que un día se pretendieron hacer aquí con fines políticos en Chile?  Sabemos toda la historia, sabemos quiénes son los que se han metido y quiénes son los que han intervenido.  

Hace 150 años comenzó la lucha por la independencia de este continente, y de este país, ¡ciento cincuenta años!  Y los soldados lucharon bravamente, heroicamente, para obtener la independencia de la patria, para darles a los chilenos un lugar en el mundo.  Para darles una patria, en dos palabras.  

Y claro, las invasiones no vinieron después con las armas.  Los invasores armados habrían encontrado siempre al pueblo chileno dispuesto a morir con el patriotismo que lo ha caracterizado siempre.  Pero vinieron otras formas de invasión.  No necesitaron mandar divisiones ni escuadras ni cañones.  No.  A los chilenos tal vez les habría sido seguramente mucho más fácil luchar contra esas invasiones.  

¿Un invasor qué habría venido a hacer aquí?  Llegar, posesionarse del territorio y poner al pueblo a trabajar para sus intereses.  Antes esas invasiones se hacían con armas.  Después se hicieron por métodos más sutiles.  No trajeron cañones, ni barcos, ni fusiles.  Esos, desde luego, los tenían por si acaso.  Pero, ¿qué les hicieron a nuestros países?  Los penetraron por otras vías y se fueron apoderando de lo que un conquistador habría querido apoderarse:  se apoderaron de los recursos naturales del país, se apoderaron del salitre, se apoderaron del cobre, del carbón, del hierro; se apoderaron de las industrias principales, se apoderaron del comercio, se apoderaron de los bancos.  En fin, se apoderaron de todas las cosas esenciales sin disparar un tiro, por los medios modernos de penetración económica y de control.  Y detrás de la penetración económica; la penetración cultural, ideológica.  ¡La penetración cultural e ideológica!  

Se apoderaron primero de los recursos naturales esos invasores subrepticios, y después de la invasión y del apoderamiento de los recursos naturales, el intento de desarmar espiritualmente al pueblo, el intento de desarmarlo por la vía de la penetración ideológica y cultural.  

Si se analizan todos esos aspectos, se verá que no fue solo el cobre, el salitre y lo demás, sino cómo ellos iban tratando de destruir los valores culturales del país, traer sus valores que correspondían a otras sociedades:  cómo trajeron sus métodos y sus hábitos.  

Si muchas veces uno camina por algunas de estas ciudades y dice:  ¿En qué se diferencian de Nueva York?  Muchas veces uno se pone a ver determinado tipo de publicidad, propaganda, muchos de los medios de divulgación, el estilo, todo.  No nació nada de eso en Chile.  Se pone uno a analizar hábitos de consumo, y decimos que nada de eso nació en Chile.  Penetraciones que venían por revistas —digamos—, que llegaban en masa, idealizando un modo de sociedad, que es una sociedad indefendible por egoísta, porque convierte al hombre en lobo del hombre, porque trata de exaltar los bajos instintos del hombre, el egoísmo que puede haber en el hombre.  Y en el hombre hay tendencias nobles y positivas, y puede haber tendencias negativas, innobles.  

Y con espíritu mercantilista, toda esa literatura se ha estado dedicando a exaltar un modo de vida que es un modo de vida que se opone a los más elementales intereses de la comunidad humana.  Miles y decenas de miles de toneladas de literatura, de revistas, de películas, de documentos.  

Y medios sutiles también:  muchas veces no se imprimían afuera; se imprimían aquí mismo.  Muchas veces los portadores de esa ideología, en vez de traer el papel impreso, decían:  "No, si en Chile hay papel, si hay madera, si hay pulpa.  Vamos a poner una imprenta y, desde allí mismo, desde allá adentro, fabricar toda esta literatura y dedicarse a idealizar un sistema y dedicarse a realizar una penetración cultural e ideológica."

Y eso si que es intervención.  Intervención todos los días, a todas horas, en todos los instantes.  Y cuando hacen programas con espíritu mercantilista, programas que exportan desde Estados Unidos, ¿qué es lo que traen muchos de esos programas?  Veneno puro, corrupción pura, egoísmo puro.  Incluso muchos programas políticos —y se ha dicho, porque existen las estadísticas—, muchas de las noticias que vienen del mundo están repletas de mentiras, de omisiones, de falsedades.  ¿Quiénes traen esas noticias?  ¿Quiénes las distribuyen?  Son agencias que responden a los intereses de una sociedad, de un imperio.  Son agencias que responden a los intereses del imperialismo.  Pero esas son las que lee el pueblo todos los días.  

Millones y millones se gastan en eso.  Las oficinas de información de Estados Unidos —para citar un ejemplo, como nosotros veíamos en Cuba— se gastan cientos de millones de pesos en difundir literatura, imprimir libros, hacer programas de prensa, de radio, de televisión, de cine, y esos programas los exportan.  ¿Y qué traen?  Ideología reaccionaria.  ¿Qué traen?  Cultura antinacional.  ¿Qué traen?  Todo aquello que pueda envenenar el alma del pueblo, todo aquello que pueda reblandecer al pueblo, todo aquello que pueda confundir al pueblo, todo lo que pueda engañar al pueblo, todo lo que signifique desarmar espiritualmente al pueblo (APLAUSOS).  

¿Qué les interesaba a los monopolios?  Evitar que el pueblo tomara conciencia.  Porque ellos decían:  "Mientras el pueblo chileno no tome conciencia —para poner un ejemplo—, el cobre está seguro y podemos seguir sacando nosotros cientos de millones de dólares.  Mientras el pueblo chileno no tome conciencia de estos problemas, podemos seguir llevando el salitre, explotando los principales centros de trabajo del país, llevándonos el hierro, controlando los bancos, controlando el comercio, controlándolo todo.  Luego hay que evitar que tomen conciencia los pueblos."  Esa es la filosofía de los monopolios.  

Y se gastan decenas y decenas de millones en desarmar al pueblo, despojarlo de su cultura, inculcarle una ideología reaccionaria, confundirlo, engañarlo, crearle hábitos de consumo que no tienen nada que ver con los intereses del pueblo.  Y así vemos que toda esa literatura les crea a los pueblos ansias de consumo para las cuales la economía de esos pueblos no está preparada.  

Y saca una revista y ve una maravilla:  la última moda de Nueva York, de Europa, de Hollywood, de California, de Washington.  El último abrigo, el último vestido.  Que si minifalda, que si maxifalda (RISAS).  Que si un año el vestido por el tobillo, que otro a mitad del muslo, discretamente (RISAS).  

Por cierto que a mí todos los días me dedican algunos elogios, "elogios" entre comillas.  Y ayer, con motivo de la Universidad Técnica, y hablando de estas cosas de moda, se presentan dos jovencitas a traer un obsequio, y vinieron con una de esas modas, uno de esos...  ¿Cómo se llama?  ¿"Hot" qué?..  "Hot pants", ¿no?  (RISAS.)  Como ustedes ven, la cosa no es ni española.  Hay que pronunciarlo en inglés.  

Pero bien, la foto dice:  "He aquí a Castro con las dos jóvenes que llegaron allí con sus hot pants y sus medias de malla", y no sé cuántas cosas.  Poco menos que imaginándose que nosotros nos íbamos a horrorizar por ver aquello.  Pues llegaron allí muy naturales, muy normales y con espíritu muy sano, y los estudiantes de una universidad revolucionaria escogieron a esas jóvenes.  Pero, claro, la malicia, ¿no?, como diciendo:  “allá en Cuba se oponen a la belleza”.  Pues no:  están completamente equivocados.  “Se oponen a las modas.”  No.  Nadie nunca se ha opuesto en Cuba a las modas.  A lo que nos oponemos es al mercantilismo de las modas.  Y si de repente sale una revista en un país que es pobre, que no tiene suficiente industria textil, suficiente tela, allá tienen que ponerse todas las mujeres el vestido por el tobillo.  Pues nosotros preferimos la moda de las faldas cotas, porque nuestro país es un país tropical y se ahorra tela (RISAS Y APLAUSOS).

Así que los que creyeron que estaban presentándonos a nosotros en una actitud sacrílega, se equivocaron de medio a medio.

Pero, bien:  ¿Quiénes son los que pueden, cuando cambia la moda, ponerse el vestido por el tobillo?  ¿Quiénes?  ¿Quiénes?

(DEL PUBLICO LE DICEN:  “¡Los momios!”)

Los “momios”, ¿no?  Quiere decir los ricos, ¿no?  Ahora, la mujer del obrero, la hija del obrero, que no cobra cupones en Nueva York, que no recoge miles y miles de pesos todos los años —miles y miles de dólares todos los años—, sin sudar una sola gota...  Esos sí pueden cambiar la moda todos los días, aquellos sí.  Pero los obreros, las hijas y las mujeres de los obreros, ¿qué moda pueden cambiar y cómo pueden andar gastando cientos y miles de escudos cambiando la moda, porque llegó la moda de allá?  Pero todo eso son manifestaciones de colonialismo cultural, y cada país debe tener sus propias cosas, las que les convengan a sus intereses espirituales y culturales y las que sean posibles para su economía (APLAUSOS).

Esa manía loca de cambiar el automóvil todos los años, ¿puede concebirse algo semejante?  Es una sociedad cuya producción no está organizada para satisfacer las necesidades humanas, sino para satisfacer la ganancia.  Inventan las cosas más diabólicas.  Y así, por supuesto, tienen que estar saqueando al mundo para mantener esos lujos.  Porque las grandes potencias imperialistas, para poder mantener esos lujos locos, cambian de moda cada seis meses, cambian de automóviles todos los años, tienen que destinar una cantidad de recursos —combustible, acero, minerales de todo tipo— con los cuales están cometiendo virtualmente un saqueo de la humanidad, ¡un saqueo!  

No puede ser un hombre feliz al que le metan en la cabeza la locura de que tiene que cambiar el automóvil todos los años.  ¡Ah!, pero llegan también todas las revistas y toda la literatura:  ponen un automóvil que llega de aquí a la esquina, muy lujoso, muy vistoso.  Muchos de los cerebros que le han robado a la América Latina los tienen allí diseñando el automóvil para que resulte más atractivo, para que a partir del momento en que entre en un hogar aquella revista, empiece la locura en la casa, pensando ya en aquel automóvil, si no para ahora, para dentro de cinco o dentro de diez años.  ¡Comprarlo como sea!  ¿A crédito?  A crédito.  ¿Sin entrada?  Sin entrada.  ¿A pagar en treinta meses?  En 30 meses.  

Y así van hipotecando millones de familias y creando verdaderos trastornos en la economía familiar y, además, en la economía nacional (APLAUSOS).  

Y esas son realidades.  Esas si son formas de intervención muy serias y muy graves en la vida de un país:  cuando tratan de adoctrinarlo, de cambiarle sus hábitos, de deformar sus gustos, de crear ansiedades que, después, claro, los procesos revolucionarios se las encuentran por el medio.  

Cuando vienen los procesos revolucionarios, vienen los momentos difíciles.  ¡Ah!, pero, ¿por qué?  Porque reciben una herencia tremenda, entre las tantas herencias.  No ya solo la deformación de los hábitos, las ansias de consumo, sino, entre otras cosas, la bobería esa de —para citar un ejemplo— los 3 500 ó 4 000 millones de dólares de la deuda exterior de Chile.  

¿Y a quién le van a echar la culpa de eso?  ¿Al pueblo?  ¿Al pueblo?  ¿Quiénes fueron los que movilizaron esas deudas y contrajeron esas deudas?  

Entonces tienen ustedes ahí el ejemplo, ¿no?  Entonces el país recibe como herencia, ¿qué?  ¿Tres o cuatro mil millones en los bancos en divisas?  ¡No!  Recibe 3 000 ó 4 000 deudas.  Cuando analizan todo, se encuentran:  bueno, cuánto desarrollo se hubiera podido hacer si el trabajo del país hubiera podido marchar racionalmente, planificadamente durante 30 ó 40 años.  ¿Qué escaseces podría haber?  

Pero cuando viene el gobierno popular, en cualquier lugar del mundo, es cuando llega la hora entonces de atender los problemas de las masas:  los problemas de la educación, los problemas hospitalarios, los problemas del desempleo, los problemas de las jubilaciones, el problema de que si hay que dar mejor atención médica en los hospitales, el problema de que si hay que darles una cantidad de leche a todos los niños y asegurársela, el problema de la vivienda; problemas del agua, alcantarillado, servicios eléctricos.  Todas esas necesidades con las cuales se vuelven locos los intendentes, los alcaldes y todo el mundo, los diputados y todo el mundo.  Porque la cantidad de necesidades que hay en cualquier lugar y la cantidad de peticiones son tremendas.  ¡Cómo no lo vamos a saber nosotros que hemos vivido esa experiencia!  

Entonces, ¿qué dejaron?  ¿El paraíso?  ¿Un mundo lleno de maravillas?  ¡No!  Lo que dejaron fue el espejismo de las vidrieras llenas.

Ustedes habrán oído hablar del espejismo, ¿no?  Dicen que en el norte hay espejismo, que de vez en cuando aparecen las cosas al revés...  De algunas de esas cosas he oído hablar, como fenómenos ópticos.  También en el desierto se producen los espejismos:  Llega el hombre sediento, va caminando por el desierto, y de repente ve un oasis, una fuente de agua, y dice:  "¡Ya! ¡Me salvé!"  Y se dirige hacia allá, y era todo imaginario.  Eso es lo que se llaman los espejismos.  

¿Cuál es el espejismo de las vidrieras llenas?  Cuando el hombre del pueblo, el hombre sin trabajo, la hija o la mujer del obrero, que tiene que estar contando los centavitos todos los días para el alquiler, la electricidad, el agua, la tienda, la ropa de los muchachos, lo otro, todo, pasa por la vidriera y la ve llena, dice:  "¡Qué lindo, caramba!  Pero no tengo dinero."  Está la vidrierita llena.  Llega el otro y ve muchas cosas maravillosas.  Y a lo mejor abre una revista y dice:  "Compre un Fiat" o "Compre un Mercedes Benz." Bueno, o cualquier marca.  Al hombre le dicen que compre un Mercedes Benz, al hombre que posiblemente ande apurado para comprarse el par de zapatos.  ¡Y le están aconsejando que compre un Mercedes Benz!  Bueno...  

Y entonces, aparentemente ese mundo está lleno de cosas.  Parecen infinitas esas riquezas.  Pero basta con que aumenten un poquitico nada más los salarios, basta con que aumenten unos cuantos miles de nuevos empleados, basta con que se atiendan las necesidades de algunos sectores que están más pobres, basta con que se atiendan algunos servicios públicos un poco mejor, y cuando saquen un poco de dinero, ¡se acabó el espejismo!  Se acabó lo que había en las vidrieras.  

Esa es la idea de que existen infinitos bienes y que no se pueden adquirir porque hay un cristal de por medio.  Apenas hay un poquito más de dinero, lo que hay allí no alcanza, y lo que producen las fábricas no alcanza y no alcanza nada.  ¡Nos lo van a decir a nosotros que hemos vivido esa experiencia!  

Pero si en nuestro país se han producido las llamadas escaseces, son las escaseces relativas.  Lo que no publican nunca...  No, hablan de escaseces, pero es que en nuestro país había medio millón de desempleados.  ¿Qué?  ¿Ibamos a dejar desempleado al medio millón?  En nuestro país había 800 000 niños sin escuelas.  ¿Los íbamos a dejar sin escuelas?  En nuestro país más de la mitad de la población no tenía servicios médicos, y los servicios médicos estatales en las ciudades eran infernales, ¡infernales!  Incluso si un hombre iba a un hospital, para que le dieran ingreso tenía que comprometerse con el sargento político, comprometerse y dar la cédula electoral e inscribirse en un partido.  ¿Cómo ustedes creen que eran muchos de esos partidos en nuestro país?  Le pedían la cédula electoral al individuo que estaba enfermo y tenía que ir a un hospital.  Y allá salía el político y le decía:  "Bueno, para ingresar, pero...  la cédula, tú sabes que la campaña, las próximas elecciones, el partido tal y más cual."  Y le pedían la cédula.  ¡Hasta los servicios de salud los compraban!  

Y por eso muchas veces lograban...  En esas condiciones un hombre que tiene un hijo enfermo vende la cédula, ¡la vende!  Y se compromete.   Y luego, muchas veces el hombre del pueblo es tan humilde y es tan bondadoso, que cree que aquel le hizo un favor y le salvó la vida al hijo.  ¡Calculen ustedes!  El político que llegó allí le buscó el ingreso en un hospital.  

Y dice:  "¡Qué hombre más bueno!  ¡Ese hombre le salvó la vida a mi hijo!" Y se siente superagradecido.  No entiende el problema.  No lo puede entender.  Lo han mantenido durante demasiado tiempo en la humillación, en la ignorancia, en la servidumbre, para que pueda entender esos problemas.  

Y todo era así.  

Y cuando en el país había todo eso y se empezó a crear trabajo, empezó a abundar un poco el dinero...  Y pronto descubrimos el espejismo de las vitrinas.  

Claro, eso implica también una lección:  el pueblo tiene que tener información, conocimiento de todo eso.  Debe conocer esas realidades.  Porque no es conveniente, desde luego, que las vitrinas se vacíen.  No es conveniente, porque entonces toman eso los reaccionarios, y sin hablar una sola verdad, sin explicar una sola de las causas de los fenómenos sociales, pues utilizan cualquier dificultad de cualquier índole inmediatamente para tratar de soliviantar la confianza del pueblo.  

La utilizan, porque ellos crearon la ignorancia, la mantuvieron, y ahora la explotan en beneficio de sus intereses.  

Esta es una lucha cultural, es una lucha ideológica.  Nosotros hemos vivido todo ese proceso durante mucho tiempo, y les decimos que afortunadamente ya hoy, después de muchos años, nuestro pueblo entiende todas estas cosas.  Las entiende porque es que la Revolución ha desarrollado toda una labor cultural, toda una labor ideológica, toda una labor de educación de las masas, en años.  Y hoy ustedes van a Cuba y, claro, casi es como cambiar de un mundo a otro, por el número de cosas que ustedes ven en el hombre.  

En nuestro país hoy se trabaja, se trabaja duro, resolviendo muchas necesidades históricas.  Pero les voy a contar una cosa:  en nuestro país, al triunfo de la Revolución había 300 000 automóviles, esos Cadillac larguísimos y todo eso.  Llegaban de contrabando muchos de ellos, negocio:  los vendían a bajo precio.  Pero a partir de ese momento había que usar las divisas en comprar piezas de repuesto, gomas, todo.  Había incluso muchos trabajadores que tenían un automóvil, porque lo compraban a plazos, y se hipotecaban durante tres años.  Y se conocían casos de suicidio, incluso personas que se comprometieron y compraron de una vez un automóvil, o compraron otra cosa, y después no lo pudieron pagar, no pudieron pagar la casa y los botaron de la casa, y se suicidaron.  

Había de todo eso:  ¡Trescientos mil automóviles y cinco mil tractores!  Les vaya decir una cosa:  en nuestro país en 10 años entraron  1 000 automóviles y 50 000 tractores (APLAUSOS).  Porque usted tiene que escoger.  Había 800 000 muchachos sin escuelas y descalzos y sin ropa y sin nada.  Usted tiene que escoger entre el automóvil y venderlo a plazos y todas esas cosas, o vestir a los niños, darles zapatos, darles empleo a ese medio millón de desempleados, hacer escuelas para todos esos niños, desarrollar todo un sistema hospitalario, combatir enfermedades que matan decenas y decenas de miles de niños.  

Si se calculan las vidas infantiles que ha salvado la Revolución con su programa de lucha contra la poliomielitis, las enfermedades infecciosas...  En estos 12 años y medio de la Revolución se han salvado las vidas de cientos de miles de niños que, estadísticamente, habrían muerto.  

Esos que hablan de los derechos humanos, lo primero que hacen es que empiezan...  Son como el Rey Herodes.  Ustedes deben haber oído hablar de la historia del Rey Herodes, que mandó degollar a todos los niños.  Esos son, en primer lugar, degolladores de niños, porque cuando usted va a los datos estadísticos de muchos países de América Latina, de Africa, de Asia, países pobres, el número de niños que muere de cada 100 es increíble.  

Ahora en nuestro país la Revolución ha reducido la mortalidad infantil al mínimo, ha erradicado enfermedades enteras.  

El país tenía que escoger entre el lujo o salvar la vida de los niños, educarles y crearles las condiciones del futuro (APLAUSOS).  Eso pasaba.  

El analfabetismo.  Búsquense los indicas de analfabetismo en los países de América Latina, ¡y se asombra cualquiera!  Es del 30%, del 40%, y hay países que tienen el 70% de analfabetismo.  ¿Por qué?  

¿Se imaginan lo que es un ser humano que no sabe leer y escribir, y que durante toda la vida vive con esa humillación?  ¿Y que cuando le dicen:  "Firma aquí", tiene que poner el dedo en una almohadilla para firmar, y se siente con un complejo de ignorancia, de inferioridad, de amargura toda la vida?  

Pero es que no solo dejan a la gente en la ignorancia.  Son degolladores de niños los reaccionarios.  También son degolladores de hombres.  Búsquese, por ejemplo, la edad promedio en unos países y en otros.  En el país rico, el país muy desarrollado, edad promedio:  65, 69, 70.  ¿Y cuántos países del mundo hay todavía en que la edad promedio es 35, 37, 40 años, como consecuencia de la desnutrición, de las pésimas condiciones higiénicas, como resultado de la falta de médicos?  Bueno, el médico lo salva hoy, pero se muere mañana.  Porque si no come, se muere.  Combata usted la tuberculosis y no le dé comida al enfermo, y verá que cura 10 por aquí y surgen 15 por allá.  Pero yo les puedo decir que en nuestro país se está erradicando la tuberculosis, y ya hay numerosos hospitales que antes se dedicaban a la tuberculosis, que ahora se dedican a otros servicios médicos.  Y va camino de desaparecer una enfermedad que fue una plaga, un flagelo, como la tuberculosis.  

De manera que las condiciones en que han vivido nuestros pueblos es una paradoja increíble.  Mientras los porcentajes de niños que se mueren son altísimos —que se mueren en el primer año—, los porcentajes de analfabetismo son altísimos, el promedio de vida es la mitad en muchos países que el que tienen los países desarrollados; en cambio, vemos esta paradoja —en esos mismos países donde existen todas estas cosas— de que nos han traído los hábitos de las sociedades industrializadas, el lujo, y se crean unas minorías que, en medio de esa espantosa miseria, viven exactamente como en Nueva York.  Y lo tienen todo:  la moda por el tobillo, al otro año por el otro lado, al otro año por la rodilla; el automóvil lo cambia todos los años; el último invento que se hizo en cualquier lujo.  ¡Lo tienen todo!  Y al lado de eso, la espantosa miseria.  

La Revolución fue para Cuba precisamente eso:  cambiar esa situación (APLAUSOS).  

Allá tenía que estar el campesino con un arado detrás de un buey, arando la tierra horas y horas.  Cada matica de maíz que siembra, cada matica de arroz, cada matica de chaclas, porotos, etcétera.  Era el arado detrás del buey y el hombre con el arado 10 ó 12 horas.  Entonces aquel hombre dejaba la vida allí, él trabajaba más que el buey, solo que además de hacer un trabajo físico, tenía que hacer un trabajo mental, que era educar y dirigir al buey.  

Y entonces, 300 000 automóviles gastando combustible, gastando piezas de repuesto, gastando gomas, gastando todo.  No es que estemos contra el automóvil.  No.  Pero el problema es que todos estos artículos venían de fuera, ¡todos!  Y usted tenía que escoger:  bueno, automóviles o medicinas.  Pero incluso no trayendo esos lujos, no alcanza todavía, permítanme decirles eso.  No vayan a creer que los recursos de nuestro país sí alcanzan porque se supriman lujos.  Es que se suprimen todos los lujos y no alcanzan.  El problema es más serio, es todavía más serio.

Ahora, pero por lo menos decimos:  bueno, ahora los hombres no tendrán que hacer un trabajo de bestias.  Vamos a humanizar el trabajo de estos hombres.  Y hoy día, la gran mayoría del trabajo en nuestros campos se hace con tractores.

Nosotros, desde luego, no hemos querido decir que las cosas en Cuba son perfectas.  Siempre, en todas partes a donde vamos, con la mayor honradez explicamos los errores cometidos, los desperdicios, despilfarros a veces que se han hecho.  Todo, todo eso ha pasado.  Porque el pueblo cuando toma en sus manos los destinos de su país...  No son los sabios, no son los estudiosos, no son los hijos del “momio”.  Vamos a llamarle “momio” —¿me permiten que yo aproveche esa palabra?—, los “momios” de Cuba.

En Cuba los que habían ido allá a las universidades no eran los hijos de obreros, sino los hijos del terrateniente, los hijos de los que tenían recursos.  Todavía por lo menos en Chile han tenido oportunidad de que tienen universidades en casi todas las ciudades, la población urbana bastante concentrada.  Eso les permite más facilidades, si aquí hay una universidad, para ir a la universidad.  Pero en nuestro país había una sola universidad en La Habana.  ¿Qué oportunidad tenía de ir a hacer un estudio universitario un joven de familia humilde de cualquier lugar del país?  ¡Ninguna oportunidad!

Ahora, los obreros muchas veces eran hombres de 5to y 6to grados los que se ponían a administrar una fábrica, porque todos los que sabían algo se los llevaron, los compraron, ¡los compraron!  Déjenme decirles que los imperialistas compran a la gente, la compran igual que...  ¿Ustedes no han oído hablar que al boxeador o al pelotero tal los compraron o los vendieron?  ¿Que tal club vendió al pelotero tal o más cual?  Porque se comercia con los hombres.  Ustedes han visto todo ese profesionalismo en el deporte.  

Muchos se preguntan:  bueno, ¿pero cómo es que Cuba ha logrado ya rivalizar en deporte con Estados Unidos?  Nuestro país le ha ganado a Estados Unidos en casi todos los deportes colectivos.  Como hemos dicho en otros lugares, el básquet lo inventaron ellos y perdieron con nosotros en básquet; el béisbol lo inventaron ellos y perdieron con nosotros en béisbol; también perdieron con nosotros en boxeo; el voleibol lo inventaron ellos y perdieron con nosotros en voleibol.  Han perdido en casi todos los deportes que inventaron.  

Pero, ¿por qué?  Porque en Cuba no se comercia con el deporte, en Cuba no se compran ni se venden deportistas.  Hay una verdadera afición.  

¿Y qué se decía en Cuba?  ¡Ah!, ¿se acabó el profesionalismo?  Murió el deporte.  ¡No!  ¡Se acabó el profesionalismo y se incrementó el deporte y alcanzó los niveles que no había alcanzado jamás!  

¿Pero qué hicieron con los técnicos?  ¿Qué hicieron con muchos técnicos en nuestro país?  Los imperialistas les ofrecieron villas y castillos para dejar el país sin obreros calificados, sin ingenieros, sin médicos, sin nada.  

Somos vecinos.  Ustedes no saben lo que es tener un vecino como ese cerca.  Alégrense de que estén por acá.  Nosotros somos una islita que tiene la forma de un caimán, de unos 111 000 kilómetros de largo, más estrecha que Chile, con un vecino superpoderoso al lado.  Y además, si aquí llegan las revistas y los programas y el cine y el adoctrinamiento y la destrucción de los valores culturales, imagínense lo que sería Cuba, lo que sería Cuba, qué penetración cultural e ideológica había en nuestro país.  Estaba el país desarmado.  En nuestro país se está creando una nueva forma de patriotismo tremenda, ¡tremenda!, que va a fortalecer la nación tremendamente.  Y por eso ha podido resistir, ¡por eso ha podido resistir!  

Pero cuando triunfa la Revolución, no tenía esa forma de patriotismo, y los tipos preferían un buen salario allá en Nueva York y en Miami que trabajar en Cuba.  Y muchos ingenieros, muchos técnicos, muchos médicos...  De 6 000 médicos que teníamos nos llevaron 3 000.  No había patriotismo.  Eran educados en una indiferencia con relación a la sociedad, en una indiferencia con relación a su comunidad, la comunidad donde nació; en una indiferencia con relación a su patria.  ¡Porque la patria antes que todo!, aunque sea pobre la patria.  Y quien abandona su patria porque es pobre y se va a ir allí a trabajar a un país rico, ¡ese es un traidor a la patria, sin discusión!  (APLAUSOS.)

A ver, ¿qué clase de patriotismo es ese?  A ver, ¿cuánto se ha escrito y cuánto se ha protestado contra eso?  Los plumíferos del imperialismo no denuncian una sola cosa, no dicen una sola palabra de eso, mientras al país le llevan los cerebros —se los van llevando—, mientras el patriotismo está siendo destruido.  Esa quinta columna al servicio de la ideología imperialista tiene por misión destruir los valores morales del pueblo, destruir los valores espirituales del país, destruir el patriotismo.  Porque país sin patriotismo le quitan todo, le compran todo, le penetran todo.  Esa es la realidad.  

Esa palabra patria tiene un gran sentido dentro de la concepción marxista.  Y ese símbolo de la patria tiene un gran sentido.  No vayan a creer que los marxistas están contra la patria.  Esa es una de las más grandes e increíbles mentiras y una de las más truculentas e insólitas calumnias que han dicho.  Porque donde no hay patriotismo es precisamente bajo el régimen de explotación, bajo el régimen de los oligarcas y de los terratenientes.  Porque esos lo venden todo.  Su misión es destruir el patriotismo.  

Ahora, ¿qué hace el país revolucionario?  Levanta el patriotismo, crea conciencia, forma las nuevas generaciones en un amor tremendo a su patria, las une.  Además, cuando llega la hora del peligro, ¿combate lo mismo un hombre que está defendiendo el superlatifundio del superrico, que lo tiene pasando hambre y se va él todos los años a parís o a Nueva York; defiende su patria lo mismo un obrero desposeído de todo, un hombre que no tiene ni siquiera trabajo, desposeído de todo, que no tiene ni un pedazo de pan por la mañana, que tiene que ir tocando de puerta en puerta para que le den un trabajito, que ve que muchas veces su hija tiene que ir a parar a un prostíbulo, que ve que el hijo se le enferma y se le muere?  ¿Va a defender la patria de los "momios", de los oligarcas, de los reaccionarios, de los explotadores?  Porque la patria tiene que tener un contenido, ¡la patria tiene que tener un contenido!  No es solo el himno, no es solo la bandera, sino el himno y la bandera representando algo:  la patria de todos representando el derecho a vivir.  

¿Y qué pasó en nuestro país?  ¿Antes, a los padres de esos 700 000 muchachos que no tenían un solo maestro les iban a decir:  Oigan, vengan a defender la patria; a los 500 000 sin empleo les iban a decir:  Oigan, vengan a defenderla?  ¿Y a los que no tenían ni un miserable pedazo de tierra y pasaban hambre, ni tenían hospitales, ni escuelas, ni nada?  ¿Qué sentido tenían esos símbolos para ellos?  ¿Qué sentido?  ¡Ninguno!  

¿Y qué solía ocurrir?  Porque al pueblo lo mantienen en la ignorancia y en el analfabetismo.  Y lo mantienen por algo.  Si educan al pueblo, acaba con todo eso rápido, si educan al pueblo, resiste.  Pero al pueblo lo mantienen en la ignorancia.  Y sin embargo, cuando llegaba la hora del sacrificio, ¿saben quiénes se tenían que sacrificar?  Los que no tenían nada.  Y los que lo tenían todo no sacrificaban nada nunca.  Entonces, ¿qué clase de patria es esa?  ¿La patria de unos pocos?  ¿O la patria de la nación entera?  Y nuestro país se ha fortalecido terriblemente, sencillamente porque hoy el símbolo de nuestra patria, el himno de nuestra patria tiene un contenido profundo, y cada hombre y cada mujer se sienten que forman parte de aquella sociedad; cada hombre y cada mujer se sienten con la fuerza de toda la comunidad.  Saben que nadie quedará abandonado, que nadie quedará en el desamparo; saben que si hay que salvar una vida, la comunidad se gasta lo que sea para salvar esa vida, para salvar una vida, un brazo, para salvar la vista.  Nosotros nunca hemos reparado en nada, en ningún gasto, para hacer esas cosas (APLAUSOS).  

En nuestro país no se saca la cuenta de cuánto cuesta salvar la vida de un niño.  ¡No!  Si el país entero se tiene que arruinar por salvar una vida, por un principio moral se arruina, pero salva aquella vida.  Porque ese es el sentido de la solidaridad de los miembros de un país, ese es el sentido de la comunidad.  

¡Ah!, ¿por qué nuestro país cuando dice:  donaciones de sangre, tenemos sangre?  Más de 100 000 personas voluntariamente donan la sangre para los que la necesitan.  Este sí es un sentido de hermandad.  Y antes tenía que pagarse 50 pesos.  Imagínense un obrero que de repente un hijo necesita dos, tres transfusiones y tiene que buscarse 50 dólares por transfusión.  

Hoy día la comunidad se refleja en eso.  Ahora, no solo en la comunidad interna.  Cuando se produce el terremoto en Perú, hizo falta plasma.  Se hizo un llamado y 100 000 ciudadanos en 10 días donaron su sangre, ¡en diez días!  (APLAUSOS.) Eso da una idea de un nivel de conciencia.  ¿Por qué?  Porque nuestra Revolución, a la vez que levanta el patriotismo, el patriotismo verdadero sobre la base de la equidad y sobre la base de la justicia, levanta el sentimiento de solidaridad hacia los demás pueblos.  No se predica jamás el odio hacia otros pueblos, como hacían los nacionalistas burgueses, que muchas veces no tenían nada que inventar e inventaban muchas veces los odios.  No.  En nuestro país se despierta y se educa en la solidaridad hacia los pueblos hermanos.  Y si un pueblo hermano en un momento dado necesita algo y necesita la sangre de los cubanos, puede estar seguro de que la tiene, porque se ha educado.  Y educamos a nuestro país en los sentimientos patrióticos.  Hemos elevado los valores morales del país.  Ya se defienden.  

Hay que ver nuestros pescadores que andan pescando, cuando en ocasiones los arrestan arbitrariamente en aguas internacionales y se los llevan presos, hay que ver muchachos de 15, 16 y 17 años cómo se comportan, cómo se paran allí.  ¡Impresionan a los propios imperialistas!  

Recuerdo aquella anécdota —verdadera o no, pero que cuentan los libros de historia de los primeros tiempos de Roma— de cuando Roma estaba siendo atacada.  Entonces, un joven cae prisionero.  Lo amenazan con torturarlo quemándolo, y su respuesta fue poner la mano en la llama, como diciéndoles:  No me pueden intimidar amenazándome con torturarme ni con nada.  ¡Así se portan hoy nuestros jóvenes:  mantienen una actitud digna, firme!  

¿Qué les habían enseñado antes?  A tenerle miedo al poderoso.  Les habían enseñado que aquellos eran poderosos, invencibles, qué sé yo, que respeto, que inclinación, que poner la frente contra el suelo haciendo reverencia.  Y hoy, cuando llegan ante el poderoso, que tienen 15, 16, 17 años, la frente levantada y el alma erguida, y una dignidad que los opresores y los imperialistas no conocen (APLAUSOS).  

Y así fue como se equivocaron también cuando Girón, cuando fueron con sus aviones disfrazados con insignias cubanas.  ¡Vean qué "limpios"!  ¡Vean qué "escrupulosos"!  Para que ustedes vean que todo es una mentira y una demagogia y una falsedad.  Bombardean por la mañana el día 15 de abril de 1961 los aviones que habían despegado de países de Centroamérica, aterrizan por la Florida, y enseguida en las Naciones Unidas el representante del gobierno de Estados Unidos declara que eran aviones de la fuerza aérea cubana que se habían sublevado, habían bombardeado algunos lugares, y después habían ido para Estados Unidos.  ¿Qué les parece?  ¡En las Naciones Unidas, donde estaban los representantes de todos los países del mundo!  Y eso fue lo que dijeron en los primeros momentos a todo el mundo, y esos fueron los primeros cables que llegaron aquí a Chile y a todas partes.  

Así, así se actuó, así actúan ellos.  Claro, a los pocos días ya no pudieron ocultarlo, y cuando vino la invasión...  Pero, ¿qué pasó?  Había muchos muchachos de 16, 17 años, que apenas habían acabado de aprender a manejar las armas antiaéreas.  Y nosotros tuvimos oportunidad de ver, presenciar uno de los bombardeos sobre una de nuestras bases aéreas.  Porque tuvimos alguna noticia de ciertos movimientos en la provincia de Oriente y el Estado Mayor estaba despierto, y vimos al amanecer, sobre las 6:00 de la mañana, unos aviones que se dirigían en esa dirección e inmediatamente atacaron allí donde estaba la base aérea y donde estaban depósitos de municiones.  Y en cuestión de segundos, aquellos muchachos que nunca habían disparado, que nunca habían combatido, en cuestión de segundos aquello fue un diluvio de balas lo que salió de abajo hacia arriba:  ¡Eran las balas trazadoras de las armas antiaéreas!  (APLAUSOS.)

Es decir que en nuestro país se ha elevado el patriotismo a sus niveles más altos.  Pero a la vez que se eleva el patriotismo a sus niveles más altos, hemos elevado la conciencia internacionalista, el espíritu de solidaridad hacia los demás pueblos del mundo, y en especial hacia los pueblos de América Latina, que son nuestros hermanos.  Claro, no hacia los "momios" de América Latina, entiéndase bien:  hacia el pueblo patriota, hacia el pueblo que lucha por su progreso, hacia los pueblos que luchan por la solidaridad de nuestros pueblos, hacia los que luchan por la unión de nuestros pueblos, hacia los que luchan por la patria del futuro.  

Porque algún día todos tendremos la misma patria, sin dejar por ello de amar la tierra en que hemos nacido.  Y el sentimiento de amor hacia nuestras patrias se unirá en el sentimiento de amor hacia las patrias hermanadas de todos.  Ese será el inexorable futuro de este continente.  Porque, si no, nos tragan, ¡nos tragan!  Las potencias imperialistas, con sus grandes economías y sus grandes recursos, avanzan, avanzan, avanzan, y nosotros nos quedamos retrasados.  Ese es el destino común.  Algún día todos seremos hijos ilustres de una comunidad de 600 millones de habitantes, que será la América Latina unida (APLAUSOS).  

Y nuestra patria pertenece a América.  Esa fue la voluntad de los que hicieron la independencia de nuestros pueblos.  Esa fue la voluntad de los que lucharon por nuestra propia independencia en Cuba.  Esa fue la voluntad de Bolívar, San Martín, Sucre, O'Higgins, de los patriotas que hicieron posible la independencia también de México y de Centroamérica, y los que lucharon por la independencia de Cuba.  Ese será el resultado inexorable de la toma de conciencia de nuestros pueblos.  Y el caso de Chile es una prueba del avance, cómo se avanza cuando otro pueblo toma conciencia y empieza a luchar.  

Claro que el camino no es fácil, claro que el camino es largo, el camino es duro.  Pero nuestra patria y sus modestos recursos están al servicio de los pueblos hermanos.  Nuestra patria y nuestros recursos están al servicio del pueblo chileno.  

Nosotros sí que no andamos pregonando ni nadie en nuestra patria preconiza el chovinismo ruin, nadie en nuestra patria preconiza la desunión de nuestros pueblos.  

Y cuando cualquier chileno nos visita, está allí todo el tiempo que quiera.  Y cuando los representantes del movimiento popular y del gobierno de Chile nos visitan, saben con qué hospitalidad se les recibe.  Y cuando el presidente Allende visite nuestra patria, sabe también que allí podrá estar todo el tiempo que quiera (APLAUSOS).  

Claro que si el Presidente visita nuestra patria, las condiciones son diferentes.  Todo el mundo querrá verlo también, pero nosotros iremos haciendo una labor de persuasión para decirles que cuando el Presidente vaya a nuestra patria, tiene que compartir la visita con algún descanso también.  Porque nosotros le decimos:  "Bueno, tiene allí su casa.  ¿Quiere descansar?" Ustedes dicen que en Valparaíso se puede descansar, o en tal lugar, pero ustedes saben cómo son las cosas aquí.  Cuando uno está en casa, no descansa;  muchas veces tiene que salir de casa para descansar.  Y a veces se sale de casa y le pasa lo que me ha pasado a mí (RISAS).  

Y de una cosa si podrán estar seguros los chilenos:  que nadie insultará al Presidente de Chile, que nadie dirá una sola palabra indecorosa contra el Presidente de Chile (APLAUSOS).  Que nadie usará hacia él el menor acto de hostilidad.  

Claro, ante el movimiento tremendo de masas que ha estado presente en todas partes y en todas las ciudades, los insolentes que andaban planeando provocaciones no han aparecido por ninguna parte, ¡por ninguna parte!  Se ha demostrado aquí con la fuerza del pueblo:  donde están las masas, no aparecen, ¡no aparecen!  Aparecen donde no hay masas (APLAUSOS).  

Y les decimos esto porque ustedes están escribiendo una página de la historia de América, ustedes están escribiendo una página decisiva.  

El mundo entero observa, el mundo entero observa este proceso, cómo lo llevan ustedes adelante, cómo lo defienden, cómo se desarrolla rápidamente la conciencia de los sectores más avanzados, de los sectores más progresistas, de los sectores más revolucionarios del pueblo.  El mundo entero observa la conducta de los chilenos y el mundo confía en los chilenos, en su patriotismo, en su capacidad de lucha, en su capacidad de coordinar, de unir, de aglutinar las fuerzas necesarias para llevar adelante su proceso.  El mundo observa.  Y claro, sin miedo, sin temor, con optimismo y confianza en el futuro.  

Porque nuestra causa es la causa justa.  Nuestros objetivos son los objetivos más dignos que se ha propuesto la humanidad.  Aspiramos a crear comunidades de hermanos, comunidades de verdaderos seres humanos, donde todos tengan derecho a la vida, a la dignidad, al respeto; donde todos podamos contar con la fuerza de toda la comunidad.  Nuestra causa es justa.  

Hemos llegado felizmente a la época en que las viejas sociedades desaparecerán.  Como desapareció en el pasado la sociedad esclavista, después la sociedad feudal, desaparecerá también la última sociedad que ha dividido a la humanidad en su historia entre explotadores y explotados, y quedará el proletariado, la clase revolucionaria, unida a los campesinos, a los estudiantes, a los intelectuales, a los patriotas, a todos los hombres que tienen sensibilidad para amar a su patria.  

Y Chile es un país que ha demostrado en un altísimo grado a lo largo de su historia esa capacidad, no obstante la acción del enemigo, no obstante la acción desorientadora de los enemigos, no obstante el intento de desarmar espiritualmente al país.  

Ha llegado la hora en que este proceso, por unas vías o por otras, llegará a establecer esa comunidad superior que se propone la humanidad de hoy.  Y cuando a los fundadores de las teorías revolucionarias modernas, cuando les preguntaron qué ocurriría con la historia humana o con la sociedad humana el día que desapareciera por primera vez en la historia un sistema social que dividía a los hombres en explotadores y explotados, dijeron:  "Entonces habrá finalizado la prehistoria de la humanidad y comenzará su verdadera historia."

Y nosotros hemos tenido oportunidad de vivirlo en nuestra patria:  para nuestra patria ha comenzado ya su verdadera y definitiva historia.  La historia de la humanidad comienza.  ¡Atrás quedará la prehistoria!  Los que defiendan la prehistoria quedarán también atrás.  No importa lo que inventen, no importa lo que hagan, no importan sus mentiras y sus calumnias, sus insolencias; no importa su espíritu servil, antipatriótico y reaccionario.  ¡La humanidad avanzará hacia adelante y escribirá su historia!  ¡Y con esa humanidad, Chile, Cuba, América Latina!  

Muchas gracias.  

(OVACION)

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