Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN SANTA CRUZ, PROVINCIA DE COLCHAGUA, CHILE, EL 25 DE NOVIEMBRE DE 1971

Fecha: 

25/11/1971




Queridos campesinos y trabajadores de la provincia de Colchagua:  



Si logramos enrollar las banderas, entonces todo el mundo podrá ver mejor.  Ya nosotros hemos visto las banderas, están muy bonitas, pero ahora lo importante es que el público pueda ver.  

Ustedes no son capaces de imaginarse qué clase de compromiso constituye para mi realizar esta reunión con los campesinos de esta provincia; para quien llega por primera vez a este lugar, y quien ha tenido apenas oportunidad de realizar contactos con los campesinos, al reunirme aquí prácticamente sin ninguna experiencia —como no sea la experiencia abstracta, los datos, las cifras—, sin haber podido conversar con ustedes.  Y a mí realmente me cuesta mucho trabajo tratar un tema, hablar de las cuestiones de una región, o de las cuestiones que puedan ser de interés, cuando realmente no tengo suficiente información.  

Pero además, este problema agrícola, este problema de los cambios de estructura en el campo, estos problemas de la reforma agraria, son realmente de los problemas más complejos y más difíciles que se puedan encontrar nuestros países.  No es lo mismo resolver el problema del cobre:  ya son grandes industrias, desarrolladas...  Bueno, no es fácil resolverlo, no, porque tienen propietarios muy poderosos (APLAUSOS).  Pero no es lo mismo cuando viene la ley, viene el acuerdo, viene la decisión:  ya todo está allí organizado, no hay ningún cambio en la tecnología de la producción; el flujo sigue igual, se sabe lo que hay que hacer desde por la mañana hasta por la noche, cada hombre lo sabe.  Pero no es lo mismo en la agricultura, donde usted llega y se encuentra, en primer lugar, un inmenso latifundio —y los de nosotros eran más grandes que los de ustedes, óiganme—, y viene un cambio tremendo.  Y se producen, desde luego, todas esas situaciones de lucha; muchas veces se interrumpe la producción.  

Y es una cuestión mucho mas difícil la solución social y económica en el campo que en la gran industria.  Porque el latifundio no es una gran industria desarrollada.  Es, muchas veces, una agricultura extensiva en que la producción se ha adaptado a las conveniencias de los intereses del gran propietario.  

Y luego no está solo ese problema, no está solo el problema del gran latifundio.  Está el problema de las pequeñas parcelas, donde las técnicas son pobres, la productividad es baja.  

En fin, los problemas del campo son los problemas más serios que se han encontrado en cualquier lugar del mundo los procesos revolucionarios.  

Además, en el caso nuestro era tan diferente la situación de la agricultura:  en Cuba eran tan diferentes los problemas, que nuestras experiencias realmente les pueden servir a ustedes de muy poco, muchas de nuestras experiencias.  Porque eran situaciones totalmente distintas:  era el gran latifundio cañero alrededor de los grandes centrales azucareros; el gran latifundio ganadero extensivo de miles y miles de hectáreas con unos pocos peones que le daban vuelta a aquel ganado allí —sin ninguna técnica, sin ninguna división en cercas, sin ningún pastoreo, sin empleo de fertilizantes—; eran las grandes arroceras.  Y en fin, que las condiciones eran tan distintas a las que nosotros vemos en estos campos que me pregunto de qué manera nuestras experiencias les podrán servir a ustedes.  

Teníamos, además, el terrible problema social de falta total de médicos, falta total de asistencia y de servicios médicos en nuestros campos; falta de caminos, falta de escuelas.  Y en nuestro país cuando faltan caminos no es como aquí, porque en nuestro país cuando viene la primavera caen cada aguaceros que a veces caen 100 milímetros de una vez; y si no hay caminos, se crean unos lodazales y unos pantanales que no hay manera de que un camión transite por ninguno de aquellos lugares.  

Además, en nuestro país estaba el latifundio, el monocultivo en todas esas regiones, las condiciones sociales pésimas:  los obreros vivían en barracones, en muy malas condiciones.  Y en fin, eran problemas de tipo social también muy grandes.  

Y nosotros no hemos podido avanzar en todas las cosas.  Por ejemplo, en la cuestión de la vivienda nosotros en estos años pudimos avanzar relativamente poco, en los 10 años anteriores.  Ahora sí, ahora llevamos programas de construcción de viviendas intensivos y se está produciendo una transformación en nuestros campos tremenda.  Claro, llegaron maquinarias, llegaron tractores, llegaron todas esas cosas.  

Ahora, hay otra cuestión, y es que en nuestro país no pasa como en Chile, que tiene un exceso, es decir que tienen un sobrante de fuerza de trabajo en el campo.  En nuestro país también existía al principio un sobrante de fuerza de trabajo.  ¿Por qué?  Porque los más grandes latifundios cañeros tenían poco trabajo en los períodos...  en la mitad del año, durante siete u ocho meses había poco trabajo, que era el trabajo de darle una limpia a la caña; limpia, porque no se fertilizaba.  Y se producía una parálisis total en el campo, mientras que en la zafra necesitaban cientos de miles de macheteros para cortar la caña a mano.  

Claro, los hombres que iban a parar a los cañaverales era porque no tenían ninguna otra posibilidad, ninguna otra alternativa, y se iban allí a realizar un trabajo duro.  

Nosotros queremos decirles a ustedes que ojalá que en nuestro país existiera el clima este que tienen ustedes.  A esta hora en Cuba, a esta hora, no ya en verano, incluso en los meses que nosotros llamamos invierno, está todo el mundo sudando y jadeante.  Y cuando tienen que cortar toneladas de caña a mano, es un trabajo realmente muy duro, en que el clima no ayuda para nada.  

De manera que los hombres que iban a ganarse la vida a los cañaverales era porque no tenían otra alternativa y se morían literalmente de hambre.  Se iban a trabajar cuatro o cinco meses, y después estaban siete, ocho meses...  De vez en cuando, un trabajo eventual, pero se iban endeudando durante todo el año.  Iban a comprar a crédito en algunas tiendecitas para pagar las cuentas en la zafra.  Realmente nunca tenían un centavo, estaban subalimentados, y las familias vivían en las peores condiciones.  

Cuando surge la Revolución en Cuba viene también mucha posibilidad de empleo de todo tipo.  Por ejemplo, vienen los problemas de las construcciones.  Entonces muchos obreros preferían ir a las construcciones que al trabajo de corte de caña, que era muy duro.  

Después vienen otros problemas relacionados, digamos, con la defensa del país, porque nos vimos amenazados incesantemente, y nuestro país durante años enteros llegó a tener 300 000 hombres sobre las armas.  Y desde luego, había muchos de aquellos macheteros y obreros cañeros que se enrolaron en las unidades militares.  

Después, vienen otros tipos de problemas.  Había muchos viejos trabajando, porque la jubilación para los obreros cañeros era de siete pesos, digamos, el equivalente de siete dólares.  Y entonces, como eso no les alcanzaba para nada, ustedes veían viejitos de 70 y 75 años trabajando ocho horas allí.  La Revolución en aquel momento viene y eleva las pensiones primero a 40 pesos (40 dólares), después a 60 dólares, y ya con esas pensiones muchas decenas de miles de obreros agrícolas que trabajaban en los cañaverales se acogieron al derecho de jubilación.  Y fueron decenas de miles de menos para cortar caña también.  

Luego, por otro lado, la Ley de Reforma Agraria.  Muchos campesinos que tenían un pedacito de tierra, pero no les alcanzaba para vivir —porque tenían que pagar rentas, y lo que producían no les alcanzaba—, entonces en la zafra se iban también a picar caña.  Y cuando viene la Revolución a los pequeños agricultores arrendatarios —es decir que no eran propietarios de la tierra— la ley los hace propietarios de la tierra y no tuvieron que pagar más rentas, pues lógicamente ya ellos se dedicaron a trabajar en su pedazo de tierra y no fueron a los cañaverales.  

De manera que se produce un proceso de reducción progresivo de la mano de obra para hacer las zafras.  Y de una situación en que estaban desesperados los hombres sin trabajo, esperando la zafra, caemos en una situación en que los desesperados no eran los hombres —que ya tenían trabajo—, sino eran los centros de producción, los centrales azucareros, de cómo conseguir la mano de obra para hacer la zafra.  

Claro, parecería muy sencillo decir:  ¿y con máquinas no se habría podido resolver?  Pues no.  No se podía resolver con máquinas, sencillamente porque no existían en el mundo las máquinas para cortar la caña.  Porque el cultivo de la caña no es como el del arroz, no es como el del trigo, no es como el del maíz, que son plantas que crecen parejas, y se fabrica una combinada que sencillamente va cortando las espigas, va botando la paja, y lo mismo lo hace en el maíz, que en el trigo, que en el arroz.  

Nosotros el arroz lo tenemos totalmente mecanizado.  Ahí no hay problemas de fuerza de trabajo, porque se siembra en avión, se fumiga en avión, se prepara toda la tierra con máquinas, se cosecha con combinadas.  En el mundo existían combinadas para el arroz, pero no existían combinadas para la caña.  

Entonces, vean ustedes qué tipo de problema:  falta fuerza de trabajo y no existían las máquinas.  Hemos tardado casi 10 años en encontrarle solución técnica al problema de las máquinas.  Y por fin ya existen esas máquinas.  Existen.  No quiere decir que las tengamos.  Tenemos que irlas adquiriendo ahora en un periodo de años para llegar a mecanizar totalmente la cosecha de caña.  

Pero nuestra situación es muy diferente que el problema del campo chileno, donde ustedes tienen el problema de los afuerinos, donde ustedes tienen el problema de los obreros eventuales, donde ustedes tienen un sobrante de fuerza de trabajo que necesitan emplear.  Luego, los remedios nuestros no se pueden parecer a los remedios que ustedes pueden tener aquí.  

El tipo de reforma agraria nuestra fue completamente diferente, porque el cobre de Cuba es la caña y es la agricultura, porque no teníamos otros recursos fundamentales.  Teníamos que hacer grandes inversiones y, por lo tanto, tuvimos que darle otro tipo de organización a la agricultura.  

En realidad, sí hemos hecho un esfuerzo.  En nuestro país sí podemos introducir las máquinas.  Y la única solución es introducir las máquinas para elevar la productividad, para resolver el problema de fuerza de trabajo.  Pero como nosotros les contábamos a los trabajadores de Río Verde, en Magallanes, que estábamos viendo unos tractorcitos que tenían allí los latifundistas...  Y nosotros les decíamos:  "Cuiden esos tractores, cuiden esos tractores bien y manténganlos para que les duren 10 años, 15 años, 20 años."

Claro que también en nuestro país, con esos calores de que yo hablaba, el trabajo era muy duro.  Y entonces durante estos 10 años a nuestro país se han traído más de 50 000 tractores.  A nuestro país no se traían automóviles.  Durante 10 años se trajeron unos 1 000 automóviles.  ¡Porque las cosas locas que había en Cuba parecen increíbles!  Por ejemplo, un país donde había medio millón de desempleados, 800 000 muchachos sin escuelas, un millón de analfabetos, que no tenía ni caminos, ni hospitales, ni escuelas en los campos —y muchas veces tampoco en las ciudades—, había 300 000 automóviles que llegaban de contrabando.  Había ministros, había funcionarios venales que traían los automóviles de uso de Estados Unidos, y los compraban muy barato; pero cada automóvil que andaba allí era después gasolina, gomas, acumuladores, piezas de repuesto.  

Esas eran las locuras que había en nuestro país cuando la Revolución triunfa.  ¿Se imaginan 300 000 automóviles y 5 000 tractores?  

Claro está que la economía de nuestro país, y mucho menos después del bloqueo de Estados Unidos, no permitía traer automóviles.  Sí pudimos, en cambio, llevar muchos tractores:  50 000 tractores.  

Pero, a la vez, hemos vivido otra experiencia:  cuando llegan muchos recursos, y de repente, por lo general no se emplean bien.  Cuando llegan muchos recursos, y de repente, por lo general no se emplean bien, empezando que el viejo tractorcito que tenía el latifundista no lo cuidaban bien:  no lo mantenían, no lo engrasaban, empezaban a agarrar el tractor para cualquier cosa allá.  Se presentó un problema de agua:  allá va a buscar una pipa de agua.  Que hay un partido de béisbol allá, a cinco kilómetros de donde está el equipo del lugar:  y allá van en una carreta con todos los jugadores de béisbol, cinco o seis kilómetros allá.  Que en ocasiones el acumulador tenía problemas, y llegaban con el motor arrancado y lo mantenían andando todo el tiempo que durara el partido.  Y después salían y daban una vuelta.  

Y así, a medida que fueron recibiéndose muchos recursos, cierto número de los recursos no se utilizaban de una manera adecuada.  Esa es la verdad.  Muchos malos hábitos se crearon:  se creó desorganización, indisciplina, todos esos problemas, que yo se los digo con toda franqueza, porque nosotros no hacemos nada con decir mentiras.  Los revolucionarios tenemos el deber de analizar todo lo que pasa y decir con una gran franqueza la verdad.  No debemos tener ningún miedo.  No importa lo que digan los reaccionarios (APLAUSOS).  

Llegaba un momento en que usted decía:  ¿a dónde usted va con ese tractor?  Iba a ver a la novia con el tractor, a siete, ocho, nueve ó 10 kilómetros.  Todas esas cosas.  Realmente se crearon muchos de esos vicios.  Y contra esos vicios hay que luchar.  

Los reaccionarios dicen:  ¿No ven?  Miren qué problemas, miren qué situación.  Claro, ¿qué dejaron?  Falta de experiencia, falta de conocimientos técnicos, falta de cultura.  Nos enfrentábamos con una situación de analfabetismo muy grande.

Y desde luego, la cosa es muy justa:  se acaba la explotación, cesan aquellos crímenes que se cometían contra los trabajadores agrícolas, aquel saqueo sistemático, aquella cosa inhumana.  Pero entonces, cuando los mismos trabajadores entran en posesión de eso, tienen responsabilidades muy grandes que a veces, cuando ya se ha conquistado ese derecho, cuando ya son dueños de los destinos, cuando ya administran todo aquello, en muchas ocasiones lo empiezan a administrar mal.  

Si nosotros les dijéramos qué deben hacer los campesinos, les diríamos:  cuiden lo que tengan, cuiden las máquinas, cuiden las instalaciones; no derrochen, no malgasten, traten de sacar el máximo con lo que tienen allí.  

Y, desde luego, hay una cosa incuestionable que a nosotros nos parece muy importante, y sobre todo en las condiciones de Chile:  que es la participación de los trabajadores en la dirección de los centros de producción.  Eso es una cosa incuestionable (APLAUSOS).  

Porque yo le digo que no hay organismo administrativo ni aparato administrativo que resuelva estos problemas.  Y que son los propios trabajadores, asumiendo las responsabilidades y conscientes de sus deberes, los que pueden establecer las normas de explotación de estos latifundios expropiados.  

Nosotros conversando con unos trabajadores en el centro de producción que visitamos —que por cierto nos encontramos unos trabajadores muy inteligentes, muy listos, respondían bien; y eso no lo preparó nadie porque realmente esa asambleita yo pedí que se organizara allá para hablar con los trabajadores y pedirles opiniones—, les preguntábamos que cómo estaban organizados, si en comités de producción, en comités de disciplina.  Les decíamos:  ¿Y a quiénes eligen ustedes en los comités de disciplina, a los más buenos, a los más bondadosos?  Dicen:  "No, a los más amargos, a los más amargos." Y digo:  ¿Por qué no eligen a los más bondadosos?  Dicen:  "No, porque a esos los voltean rápido, o les dan la vuelta."  Algo de eso me dijeron.  Pero se veía bien claro el criterio consciente de los obreros de que para elegir a los hombres que los van a dirigir y los van a representar allí, hay que escoger a los hombres de más carácter, más rectos, más honrados.  

Esa es la gran sabiduría del obrero, esa es la gran sabiduría del trabajador, esa es la gran sabiduría del campesino:  escoger a los hombres que no van a estar con demagogia, que no van a estar con politiquería, que no van a estar con blandenguería, sino escoger aquellos hombres que desde el momento que les dan una responsabilidad sepan llamar fraternalmente al compañero, llamarle la atención, conversar, exigir, pedir.  Ese es uno de los grandes secretos.  Porque el peor enemigo de la producción, el peor enemigo de la clase obrera y de los campesinos, es el hombre débil, el hombre blandengue, el hombre que no discute, que se quiere ahorrar la discusión, que se quiere ahorrar la molestia de discutir.  

Realmente ese no es el tipo de cuadro que resuelve problemas.  Y muchas veces por ese tipo de gente débil se producían las indisciplinas de que nosotros hablábamos.  Pero situados en las condiciones de nuestro país, como ustedes ven, había que introducir la máquina.  En las condiciones de Chile me parece que la situación es distinta:  no tienen la tremenda necesidad de maquinaria que teníamos nosotros.  Seguramente que tienen necesidades de maquinarias para aumentar la superficie agrícola, para aumentar la producción.  Pero no tienen esa necesidad terrible que teníamos nosotros, porque nos faltaban brazos en los campos.  

Claro que en nuestro país se inició también, desde luego, un proceso de tecnificación de la agricultura, de la ganadería; se introdujeron técnicas nuevas, como la inseminación artificial, progresivamente; se comenzó un programa de construcción de presas y de sistemas de riego; todo un programa de construcción de caminos.  En nuestro país hay más de 150 brigadas construyendo caminos y carreteras.  Tenemos unas 14 brigadas de presas trabajando simultáneamente en todo el país.  Actualmente tenemos más de 100 brigadas de construcción de lecherías, porque estamos haciendo lecherías muy modernas, muy tecnificadas, completamente mecanizadas.  Ya estamos desarrollando los programas de construcción de viviendas.  De manera que realmente los campos de nuestro país se están transformando totalmente.  

Pero eso no fue fácil, no fue sencillo.  Confrontamos todos esos problemas de desorganización, de indisciplina, de inexperiencia, de despilfarro de recursos.  Todas esas experiencias las hemos tenido.  

Yo le decía en broma a un obrero que teníamos bastante experiencia en errores.  Así que nuestras experiencias en errores se las brindamos todas, se las informamos para que, si les sirven de algo, que las aprovechen.  Aunque hay un refrán que dice que nadie escarmienta en cabeza ajena (APLAUSOS).  

Claro que también es justo que, al hablar de los problemas que nosotros tuvimos, se tenga en cuenta que durante casi 10 años nosotros no pudimos dedicarnos pacíficamente a atender y a resolver estos problemas.  ¿Y qué ocurrió?  Que la necesidad de defendernos del imperialismo con sus poderosas fuerzas nos obligó a enviar a las fuerzas armadas a miles y miles de magníficos cuadros revolucionarios, a decenas de miles de magníficos obreros, de los más avanzados y de los más conscientes.  

Entonces, la defensa del país frente a un enemigo muy poderoso nos obligó a emplear grandes recursos humanos en esta tarea.  Y gran parte de la atención del Gobierno Revolucionario tuvo que concentrarse en la defensa, en la tarea de sobrevivir.  

Lo digo para que ustedes sepan que, desde luego, no es que estuviéramos todos dedicados por entero a las tareas de la agricultura.  Desgraciadamente, tuvimos que restarle muchos talentos, muchas energías, muchas inteligencias, para poder dedicarnos a defender el país.  Porque si no defendíamos el país y si al país lo penetraban, si al país lo invadían, si los imperialistas se apoderaban del país, entonces sí es verdad que reforma agraria, escuelas, hospitales, caminos, carreteras, todo, se iba para el diablo.  

Además, hemos tenido que trabajar bajo una amenaza incesante durante todos estos años.  De manera que a veces estábamos construyendo una presa y nos preguntábamos:  "¿Cuánto va a durar esto?"  Estábamos construyendo una carretera, un puente, y decíamos:  "¿y cuánto va a durar esto?"  "Si nos atacan, nos van a destruir todo esto." Hemos tenido, además, que trabajar en esas condiciones amargas:  viendo amenazado todos los días prácticamente el esfuerzo de nuestro trabajo.  

Ayer nosotros contábamos cómo se habían producido en nuestro país filtraciones de bandas armadas de Estados Unidos, y cómo llevaron bandas armadas a todos los lugares del país, a todas las provincias.  Cómo en determinadas zonas, cómo en la zona de Las Villas llegaron a tener más de 1 000 bandidos sobre las armas, divididos en bandas, que llegaban allí donde estaban los campesinos, amenazándolos, que llegaban donde estaban los campesinos intimidándolos, que llegaban donde estaban los campesinos tratando de confundirlos, de engañarlos.  Y cómo los campesinos no les hacían caso, cometían fechorías, cometían crímenes, asesinaban a familias de campesinos, asesinaban a los maestros que la Revolución mandaba allí a enseñar, asesinaban a estudiantes alfabetizadores que iban allí a alfabetizar en todos aquellos lugares.  

Y obligaron al país a gastar cientos y cientos de millones de dólares en aquella lucha que duró años, porque en nuestros campos se vivió una lucha dura.  

Ahora, desde luego, también nosotros teníamos al pueblo, lo teníamos organizado.  Y los que les dieron la batalla fueron unidades militares constituidas por obreros y campesinos de las zonas rurales.  Y allí se vivía en medio de una guerra.  Realmente estuvimos años enteros viviendo en medio de una guerra civil, como consecuencia de las agresiones y de los planes que se siguieron contra nuestro país.  Pero de eso no se hablaba y de eso no publicaban nada las agencias imperialistas.  ¡Ni una palabra!  

De manera que nuestro país tuvo que ir desarrollando su política agrícola en medio de todos estos problemas y en medio de todas estas dificultades.  Pero a pesar de todo se hizo la campaña de alfabetización, una gran campaña de alfabetización:  prácticamente se erradicó el analfabetismo en nuestro país.  

Se hizo un gran programa de educación:  se enviaron maestros y se pusieron escuelas en todo el país; se hizo un gran programa de medicina rural:  se construyeron hospitales en todas las áreas rurales y se establecieron los servicios médicos en todas esas áreas.  

A pesar de que los imperialistas nos llevaron la mitad de los médicos, la Revolución desarrolló programas en la universidad para formar nuevos médicos.  Y al principio de la Revolución había 6 000 médicos, se llevaron 3 000, y sin embargo ya tenemos 8 000 médicos, en su inmensa mayoría jóvenes, muy bien preparados técnicamente, muy buenos revolucionarios, que van los años que sean necesarios al campo, a cualquier lugar, a cualquier rincón, a cualquier montaña (APLAUSOS).  Porque en nuestro país está establecido el deber de los estudiantes, cuando se gradúan como médicos, de ir a desempeñar sus funciones donde se requiera (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:  "¡Viva la Revolución Cubana!").  

Y, desde luego, nuestro país contó siempre con el apoyo grande de las masas campesinas.  Las masas campesinas tenían una gran confianza en la Revolución y la apoyaron en todo instante, en todos los momentos de lucha, en todas las circunstancias.  En nuestro país hay una estrecha alianza de la clase obrera y de la clase campesina, ¡una estrecha alianza!  Y en esa alianza de la clase obrera y campesina se basó la fuerza de la Revolución, porque fueron las grandes masas las que dieron su energía en todos los campos, en los campos sobre todo de la defensa del país.  

Nosotros en estos años hemos desarrollado nuestras fuerzas armadas.  Se han preparado muy bien, están muy capacitadas técnicamente, están óptimamente equipadas nuestras fuerzas armadas.  Y tenemos a toda la población, además, organizada y preparada para defenderse en caso de cualquier agresión (APLAUSOS).  De manera que es un pueblo entero allí en todo momento preparado para defender el país (APLAUSOS).  

Naturalmente que los enemigos de clase de los campesinos hicieron todo lo posible por hacer fracasar las medidas.  Se aliaron a los imperialistas los grandes terratenientes, se aliaron a los imperialistas; apoyaron su política de organización de bandas mercenarias, apoyaron su política de infiltración de bandas, de desembarco de armas, de lanzamiento de armas en paracaídas, y les dieron todo el apoyo a las bandas mercenarias para luchar contra la Revolución.  

Pero nuestros soldados, unidos a los obreros y a los campesinos, les dieron la batida.  Y a lo largo y ancho de la isla, aunque la lucha fue dura, fue larga —porque renacían incesantemente—, a lo largo y ancho de la isla, los contrarrevolucionarios fueron totalmente barridos (APLAUSOS).  

Se acusa a los revolucionarios de promover la violencia en general.  Y realmente eso es una gran mentira.  Quienes han promovido históricamente la violencia son los reaccionarios, quienes han promovido históricamente la violencia son los explotadores, cuando el pueblo lucha, cuando el pueblo trata de mejorar, cuando el pueblo trata de cambiar de vida, cuando los hombres tratan de ocupar un lugar de honor, un lugar digno dentro de la sociedad.  Porque no es solo el problema de la ropa, del calzado, de la alimentación y de la vivienda, sino hay algunos problemas aún más dolorosos:  el maltrato, el desprecio, la indiferencia hacia el hombre, cuando el hombre se siente un cero a la izquierda, cuando al hombre se le considera sin ningún valor, cuando al hombre se le desprecia, se le maltrata, se le desmoraliza.  Por eso hay veces que incluso descalzo e incluso con las ropas raides, en cualquier circunstancia, si el hombre tiene dignidad, si es pobre pero es digno, se le respeta, se le considera, ya ese es un gran avance (APLAUSOS).  

Nuestros pueblos que son demasiado pobres para crear la riqueza de la noche a la mañana, nuestros pueblos que son demasiado pobres para transformar de un año para otro toda la miseria que se ha acumulado durante siglos, no solo hacen un esfuerzo para con el tiempo y a lo largo de los años mejorar las condiciones, sino que desde el primer instante reivindica al hombre, ennoblece al hombre, dignifica al hombre, se crea un verdadero sentido de justicia, de igualdad.  Y entonces los hombres empiezan a trabajar con otro ánimo, con otra conciencia, con otro espíritu.  Esa es una de las cosas.  Entonces el hombre dice:  "Ya no tengo quien me humille, ya no tengo quien me ofenda, ya no tengo quien me insulte todos los días, ya no tengo quien ofenda a mi familia, ya no tengo quien ofenda a mis hijas, ya no tengo quienes pretendan ofender a mi mujer." Porque todas esas cosas ocurrían en nuestros campos, y eran muy tristes y muy dolorosas desde el punto de vista humano.  

Pero esas circunstancias desaparecen.  El hombre adquiere su verdadera dimensión, el hombre adquiere toda su dignidad, el hombre en realidad empieza a ser hombre.  Porque antes de que esos instantes lleguen, los hombres son tratados como animales, y en ocasiones son peores tratados todavía que los animales.  

Y esa realidad la hemos visto nosotros en nuestro país (APLAUSOS).  

De manera que la Revolución produce, en primer lugar, una gran dignificación del ser humano.  Y esa es una de las cosas.  Por eso a veces se reúnen los campesinos y uno les pregunta:  ¿qué es lo que más a ustedes les ha gustado?  Bueno, hay escuelas hechas, hay hospitales hechos, hay grandes mejoras y sin embargo, una de las cosas que dice la mayor parte es que "ahora nos sentimos iguales, es que ahora nos sentimos que nos consideran, es que ahora nos sentimos personas".  

Muchas veces incluso antes de hablar de los grandes beneficios materiales que han recibido, hablan de aquellos beneficios morales que han recibido con la Revolución.  Y eso es muy importante.  Nosotros lo tenemos muy en cuenta.  

Y esos factores son los que han hecho que nuestro pueblo se una.  Esos son los factores que han hecho que nuestro pueblo, en los momentos más críticos, haya estado dispuesto a todo.  Y hemos vivido momentos difíciles, como cuando la invasión de Girón, o como cuando la Crisis de Octubre, en que decenas y decenas de proyectiles nucleares estaban apuntando contra nuestra patria.  ¡Y no había nadie allí que tuviera miedo!  ¡No había un solo hombre o mujer que temblara!  Allí estaba todo el mundo firme en sus posiciones, decidido a lo que fuera necesario; decididos a morir todos si fuera necesario, antes que volver a ser esclavos (APLAUSOS).  

Nuestro país no es un país rico.  Nuestro país no es un país abundante en grandes recursos naturales.  Nosotros, por ejemplo, no tenemos esos grandes recursos que tiene Chile, como el cobre, los minerales.  Y ponemos como ejemplo lo siguiente:  que nosotros para producir unos 600 millones en divisas, 600, 700, hemos estado empleando medio millón de trabajadores, mientras que Chile produce un 50% más de divisas con 30 000 trabajadores, prácticamente.  

Quiere decir que además de producir un 50% más que nosotros, le sobran todavía 470 000.  

Y cuando un país llega a un nivel de desarrollo en su proceso revolucionario, se acaba el desempleo.  Porque en el nuevo sistema no se trabaja para las ganancias de nadie, no se toman en cuenta los intereses del bolsillo de individuos particulares que quieren ser millonarios.  No.  Se toman en cuenta las necesidades.  

En nuestro país se trabaja para las necesidades del hombre.  Y lo que calculamos no es la ganancia de don Fulano o los intereses de don Zutano o de don Mengano.  Nos interesan las ganancias del pueblo.  Y decimos:  ¿Cuántos hospitales necesita el pueblo?  ¿Cuántas escuelas necesita el pueblo?  ¿Cuántos caminos?  ¿Cuántas viviendas?  ¿Cuántos bienes materiales?  ¿Cuánta ropa?  ¿Cuánto zapato?  ¿Cuánto alimento necesita el pueblo?  Entonces organizamos nuestros planes y programas para producir para las necesidades.  Pero no solamente preguntamos cuánto necesita hoy:  cuánto necesitará dentro de 10 años, cuánto necesitará dentro de 20.  Porque ningún pueblo puede tomar lo que crea y lo que produce todos los años y consumirlo.  No.  Porque si hace eso se atrasa, se arruina.  Todas las industrias establecidas hay que mantenerlas, todas las industrias establecidas hay que renovarlas y además hay que crear nuevas industrias.  

Me contaban, por ejemplo, que ustedes tienen el plan de una presa de 500 millones de metros cúbicos en esta provincia, que les daría regadío seguro a unas 160 000 hectáreas de tierra.  Eso sería magnífico.  Pero esa presa cuesta 52 millones de dólares.  Es decir que hay que ahorrar, hay que invertir.  Después hay que construir los sistemas de riego.  Después hay que poner los motores de bombeo.  Y después esos motores hay que continuarlos desarrollando.  Y hay que ampliar la industria mecánica y hay que construir fábricas de maquinarias agrícolas, de equipos agrícolas, fábricas de bombas, fábricas de motores, fábricas de tubos para regadío.  Todo eso hay que producirlo.  Y un país para producir todo eso necesita industrias.  De manera que no puede consumir todo lo que produce en el año.  

Y vean ustedes la situación en que los reaccionarios y los oligarcas dejan a los pueblos.  Nos dejan en primer lugar pobres, subdesarrollados, llenos de deudas además, y a veces llenos de hábitos de consumo de las sociedades desarrolladas.  Y cuando llega el momento del cambio, uno dice:  Bueno, pero, ¿por aquí qué tengo?  Miles de millones de dólares de deudas por un lado.  ¿Y por aquí qué tengo?  Bueno, pues que faltan tales y tales y más cuales industrias.  ¿Y por acá qué tengo?  Dice el pueblo:  bueno, pues me faltan escuelas, me faltan médicos, me faltan hospitales, me falta un millón de casas, me faltan presas, me faltan nuevas fábricas para esto y para lo otro.  

Y esa es la herencia que se recibe.  

No se recibe el paraíso.  No se recibe el edén.  Lo que los trabajadores y los campesinos, lo que el pueblo recibe de lo que nos dejaron durante décadas y durante siglos los colonialistas, los imperialistas, los oligarcas y los reaccionarios, son problemas por todas partes.  ¡Problemas por todas partes es lo que nos han dejado!  (APLAUSOS.)

Y es necesario que el pueblo trabajador esté muy consciente de eso:  que lo que le dejan son problemas de todo tipo.  Ustedes ven los mismos problemas, como los relacionados con la carne.  Hace casi 30 años había en Chile dos millones y medio de cabezas de ganado bovino, cuando eran 5 millones de habitantes.  Ahora son 10 millones de habitantes y hay prácticamente las mismas cabezas de ganado.  ¡Así es que con el doble de la población lo mismo que había hace treinta años!  

¿Y qué hicieron con los recursos de este país?  ¿Qué hicieron con todas las divisas que ingresaban del cobre?  Se las llevaban, las gastaban en Nueva York, las malgastaban.  ¿Qué programa de desarrollo ganadero hicieron para que hubiera leche hoy para todos los niños, para que hubiera leche hoy para toda la población de Chile?  ¡Ninguno!  (APLAUSOS.)

¿Qué programa de desarrollo ganadero hicieron para que hubiera carne para toda la población de Chile?  ¡Ninguno!  (APLAUSOS.)

Y ahora tienen la herencia:  decenas y decenas de millones en divisas trayendo carne.  La leche la traen de Holanda, de Alemania, a 20 000 kilómetros de aquí.  Son los problemas, y las deudas y lo otro, y todo ese tipo de dificultades, que son las realidades duras que nuestros pueblos heredan cuando se producen los cambios, cuando se abre el camino de la marcha hacia el futuro.  

Nos han dejado toda esa herencia en Cuba, les han dejado a ustedes toda esa herencia en Chile.  Y entonces vienen los problemas.     Y cuando falta, ¡ah!, falta, ¿no?  ¿Y quién tiene la culpa de que falten todas esas cosas?  ¿Qué fue lo que dejaron?  Dejaron subdesarrollado al país.  ¿En qué gastaron el dinero?  Lujos, viajes, dividendos de los grandes monopolios.  No lo gastaron en hacer sistemas de presa, ampliar las áreas de regadío, ampliar las áreas de pasto, tecnificar, aumentar la masa ganadera, aumentar y mejorar las calidades del ganado.  

Nosotros hemos tenido que estar haciendo todo eso sobre la marcha.  

En nuestro país no había un solo inseminador.  En nuestro país hay hoy varios centros de inseminación con técnicas avanzadas; en nuestro país hay hoy magníficos sementales.  Hay incluso algunos campos, algunos campos en que nosotros podemos hacer pequeñas cooperaciones con ustedes.  

Quizás en el campo de la ganadería podamos hacer alguna cooperación, y nuestro país está dispuesto a hacer alguna cooperación en el sentido de la tecnificación, en las cuestiones de la inseminación con sementales de alta calidad, que pueden servir para que ustedes vayan mejorando su rebaño.  Pero, desde luego, eso lleva años, eso lleva muchos años.  

Y los reaccionarios y los imperialistas no solo nos dejan por herencia la pobreza, el subdesarrollo, las deudas, sino que están empecinados además en seguir manteniendo su dominio.  Están empecinados en llenar el camino de obstáculos, están empecinados en trabarlo todo, en dificultarlo todo, en enredar lo todo para que el pueblo no pueda avanzar.  Luchan, trabajan y hacen todo el daño que pueden, y por lo general acuden a procedimientos que son detestables, desdeñables.  

Ya ustedes vieron incluso qué experiencia lo que pasó en este país:  cómo cuando se produce el triunfo de la Unidad Popular, la forma cobarde, la forma ruin en que le prepararon una emboscada al jefe del Ejército, que iba virtualmente desarmado, y lo asesinaron de una manera cobarde.  Y lo mismo hemos leído y hemos oído otros hechos parecidos:  cómo en ocasiones un campesino aquí, otro campesino allá asesinados ruin y cobardemente por los mismos elementos reaccionarios que asesinaron al jefe del Ejército de Chile.  

Esas son lecciones.  

Pero ustedes no saben lo que nos hicieron a nosotros.  Ni se lo imaginan.  Esto es...  Bueno, esto no es nada.  ¡Lo que nos hicieron a nosotros!  Había que ver el día que asesinaron a Manuel Ascunce, un joven estudiante de las decenas de miles de estudiantes que se pasaron un año alfabetizando:  cómo llegaron a la casa del campesino, cómo los agarraron, al campesino y al estudiante; y cómo se los llevaron para unos montes, cómo los torturaron y por fin los ahorcaron.  Al otro día, los cadáveres colgados de los árboles.  Lo que le hicieron al maestro Conrado Benítez, que estaba enseñando en las montañas y allá llegaron un día también y lo ahorcaron.  

Hicieron las peores fechorías, cometieron los peores crímenes, porque no querían que hubiera campaña de alfabetización, porque no querían que hubiera escuelas.  Y en la desesperación acuden a los peores procedimientos.  

Desde luego, es un hecho incuestionable que los pueblos cuando deciden marchar hacia el porvenir, los pueblos cuando son dueños de sus destinos, no se dejan intimidar, no se dejan acobardar:  los pueblos se unen.  

Nosotros hemos hablado mucho de unidad.  Porque nosotros creemos que en todo proceso político, complejo, difícil, como es un proceso revolucionario, es necesario que el pueblo esté muy unido; es necesario que los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, todas las personas conscientes, todos los hombres que sirven a su patria se unan.  ¿Para qué?  Para defenderse de todo eso.  

Por eso nosotros hablamos de la necesidad de unir.  Y en los mismos campos de Chile es necesario que se unan.  Es incuestionable.  Sin unión las dificultades de ustedes serán mayores; sin unión las dificultades de ustedes serán más grandes.  Porque repito que creo que los problemas más difíciles los van a tener en el campo; los problemas más grandes, la oligarquía, la reacción, el imperialismo, van a tratar de creárselos en el campo.  

De manera que eso establece la necesidad de que los campesinos se unan, establece la necesidad de que los dirigentes a nivel político de los campesinos...  Eso fue lo que hicimos nosotros:  bueno, vamos a ponernos de acuerdo sobre esto, sobre esto y sobre lo otro.  Porque si uno tira por aquí, el otro por allá, se crean muchos problemas y no se avanza.  

Nosotros creemos realmente que todas las fuerzas revolucionarias deben meditar mucho sobre estos problemas, porque ustedes tienen las tareas más difíciles.  Unirse, adoptar una política común y llevarla a cabo, porque aquí precisamente en el campo es donde el proceso chileno tendrá las dificultades mayores, tendrá la resistencia mayor.  Esta revolución y cualquiera.  Les digo que en el campo es donde la cosa es mucho más difícil, por todas esas razones que nosotros hemos explicado.  

Por eso nosotros a ustedes, que vienen aquí con sus banderas, que vienen aquí con sus insignias...  Se ve muy bonito, tiene colorido, y es lógico:  existen las distintas organizaciones.  Pero lo más prudente, lo más sabio que se puede hacer es que no importa que sea de tal organización o de la otra o de la otra:  ¡Vamos a ponernos de acuerdo para llevar adelante en el campo una política común!  (APLAUSOS.) Y si ustedes se ponen de acuerdo y llevan una política común, ¡la victoria estará asegurada!  (APLAUSOS.) Si se ponen de acuerdo y llevan adelante una política unida y una política común, ¡la victoria estará asegurada!  (APLAUSOS.)

Y no importa que los obstáculos sean grandes, no importa que las dificultades sean grandes:  ¡La unión y la estrategia común es la condición esencial y el único camino de la victoria!  

Pronto se reunirá un congreso de nuestros campesinos en Cuba, a fines de año.  Será un interesante congreso.  Esperamos que ustedes manden a sus representantes.  Allá pueden dialogar, pueden ver las cosas que se han hecho, buenas y malas, los aciertos y los errores.  Nosotros, por lo general, hablamos más de los errores que de los aciertos.  Porque hablando de los aciertos todos los días puede ser que nos sintamos demasiado tranquilos, demasiado bien y demasiado optimistas.  Hablando de los errores todos los días tenemos la conciencia levantada, aprenderemos a superarlos, hacemos conciencia.  Y cuando ustedes vayan a nuestro país verán los aciertos y verán los errores.  

Esperamos que los representantes del campesinado chileno puedan enviar al congreso de Cuba sus representantes y que, además, puedan hacer un recorrido por toda nuestra patria para que tengan una impresión directa de lo que se ha hecho allí.  

Y nosotros les llevaremos el saludo fraternal de ustedes y les diremos con qué cariño y con qué afecto nos recibieron como representantes del pueblo cubano y de la Revolución Cubana.  

Muchas gracias (APLAUSOS).

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