Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado en Tribuna Antimperialista por el 40 aniversario de la creación de los CDR, en el Palacio de las Convenciones, el 28 de septiembre del 2000

Fecha: 

28/09/2000

Queridas y queridos compañeros:

Muchas veces he dicho que voy a ser breve y casi nunca lo cumplo (Risas y aplausos), y, aunque en una ocasión como esta se pueden recordar muchas cosas, digo que voy a ser breve y voy a tratar de cumplirlo (Aplausos).

A una parte de nosotros nos debe haber ocurrido lo mismo al recordar el día en que nacieron los Comités de Defensa de la Revolución, casi casi a esta misma hora, un poco más temprano, hace 40 años, y cuántas cosas pasan en 40 años, pero qué diferentes tiempos eran aquellos.

En un acto masivo frente al viejo Palacio, surge la idea de los Comités de Defensa como una inspiración repentina ante el estruendo de cuatro bombas: una por acá, otra por allá, parecía aquello un bombardeo, y me pregunto: ¿Quiénes ponen esas bombas y por qué pueden ponerlas? Era la época en que existían 300 organizaciones contrarrevolucionarias, creadas por quienes ustedes saben. Digo: Cómo es posible, si todo el pueblo apoya a la Revolución, que puedan moverse con tal libertad y colocar hasta cuatro bombas en cuestión de minutos.

No fue lo único grave o serio que hicieron. En aquel mismo lugar donde se crearon los comités habían organizado otras cosas, entre ellas, un apartamento lleno de bazucas, ametralladoras y todo para tratar de liquidar allí a la mitad de los dirigentes revolucionarios, y estuvieron cerquita, pero no alcanzaron la meta.

En aquella época triunfaba la Revolución, no existía organización —nuestro pequeño ejército prácticamente se disuelve en una multitud de nuevos combatientes que ocuparon las armas, ocuparon los cuarteles y en cuestión de varias semanas creció hasta 40 000 hombres, digamos que creció diez veces nuestro ejército—, las multitudes por la calle, era caótico aquello. Pero lo peor es que todo estaba por hacer.

Nuestros problemas entonces eran el 30% de los analfabetos, la falta de escuelas, la falta de asistencia médica, la falta de seguridad social, la falta de empleo, la recuperación necesaria de todos los bienes de los que habían estado robando durante siete años.

Una vez dije que aquello se detuvo en el 10 de marzo de 1952, fecha del golpe de Estado, porque si seguimos hacia atrás habríamos tenido que confiscar la mitad de la república, y, realmente, en esos momentos iniciales de la Revolución, no queríamos llevar las medidas de la recuperación a como se habrían podido llevar a cabo desde que se creó aquella caricatura de república en 1902, porque creo que hasta muchos bisnietos habrían tenido que ser confiscados.

Hubo lo que dimos en llamar en aquella época una especie de amnistía desde el 10 de marzo hacia atrás. Desde luego, no nos perjudicó gran cosa, porque muchos de aquellos ladrones no tardaron gran tiempo en viajar a Miami y entonces nos fueron dejando en herencia todo aquello que se habían robado; otros, cuyas riquezas tenían otros orígenes, también se marcharon pensando que regresarían dentro de cinco meses, seis meses, todo lo más un año. ¿Cómo podrían imaginarse ellos el futuro? Ellos solo veían un grupo de locos haciendo cosas, al lado de un vecino tan poderoso, y que tal cosa no podría durar mucho tiempo. Pues también nos dejaron en herencia una gran cantidad de bienes; esto, aparte de las leyes de Reforma Urbana, Reforma Agraria y otras muchas cosas revolucionarias por aquellos días.

¿Pero cuántas escuelas tenía el país? ¿Cuántos maestros? Sabíamos que había 10 000 sin empleo y un porcentaje elevadísimo de niños que no tenían maestros ni escuelas.

Desde el primer momento comenzó la política yanki de privar al país de profesionales, de médicos, de maestros, profesores, etcétera, cientos de miles de personas que habían estado añorando la oportunidad de viajar a Estados Unidos para obtener empleo o para vivir en condiciones de vida mucho mejores que las que podían aspirar a vivir en nuestro país o las que podía ofrecer nuestro país en aquellos tiempos.

Eran tiempos también en que entraban los automóviles de contrabando por decenas de miles cada año, los compraban allá de uso, baratísimo, en 300 ó 400 dólares, y los vendían aquí en 1 500 ó 2 000; hipotecaban al país con una cantidad fabulosa de necesidades en combustible, piezas de repuesto, etcétera, etcétera.

Menciono estos datos, porque aquella tarde del 28 de septiembre de 1960 lo que teníamos era ese panorama, más amenazas que comenzaron a surgir de inmediato, bandas armadas, reclutamientos de mercenarios para invadir el país, y algo que no falló nunca, que fue el derrocamiento de cualquier régimen progresista o revolucionario en este hemisferio, como pasó en Guatemala y en tantos otros lugares.

Era lo que teníamos, y así, aquella noche, entre tantas cosas que han ocurrido en los primeros años de la Revolución y que aún siguen ocurriendo, los Comités de Defensa de la Revolución nacieron como una idea, un chispazo mental, una inspiración, porque el revolucionario tiene que hacer incluso el papel de los decimistas que tanto admiramos. Ellos encuentran la palabra exacta, correcta, para expresar una idea, y la Revolución nos ha hecho a todos, en parte, como los decimistas: frente a problemas nuevos, la necesidad de la búsqueda —y muchas veces de forma inmediata— de las soluciones, aunque nosotros no luchábamos realmente contra problemas nuevos, luchábamos contra problemas viejos, recetas viejas, las que acostumbraba a emplear el imperialismo en todas partes.

En Cuba, primero su guerra imperialista, intervencionista; después de un montón de años haciendo todo lo posible por impedir la independencia de Cuba, capturando armas, capturando barcos, intervienen oportunistamente en una guerra en la cual no tenían adversarios.

Quienes conozcan la historia de la escuadra de Cervera, que incluso tenía sin reparar algunas máquinas de sus mejores naves, había cañones nuevos que estaban por montar, envían aquella escuadra incluso sin una carbonera. Los barcos en todas partes del mundo, incluso hoy, excepto los submarinos o los portaaviones nucleares, llevan barcos para el abastecimiento de combustible, y aquellos señores tan guerreros, los políticos que dirigían aquel país, o aquella metrópoli, enviaron esa escuadra sin un barco que suministrara carbón. Fue todo improvisado, disparatado, se encerraron allí en Santiago de Cuba; después le dieron la orden suicida de salir, cuando podían haber hecho muchas otras cosas con los cañones de aquella escuadra y con la infantería de marina que llevaba con ella defendiendo la ciudad de Santiago de Cuba. Frente a la estrecha salida de la bahía, toda la escuadra yanki, con artillería superior, blindaje incomparablemente más grueso, más fuerte, sencillamente, fusiló uno por uno aquellos barcos, que cumplieron la orden con gran valor, gran estoicismo, admirable valentía y heroísmo.

Aquella guerra no les costaba nada. El Ejército Libertador los ayudó a desembarcar, cooperó con ellos, combatió junto a ellos en la toma del fuerte de El Caney, de El Viso, y después en la loma de San Juan; murieron muchos cubanos en aquellos combates y, en premio a todo aquello, no los dejaron ni siquiera entrar en Santiago de Cuba. Lo que hicieron fue horrible en la historia de nuestro país, y se apoderaron, además, de todo.

Eso mismo hicieron durante este mismo siglo, lo hicieron en Santo Domingo, lo hicieron en Haití, lo hicieron en Nicaragua, lo hicieron donde les dio la gana, y más de una vez. Incluso, después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 lo han hecho: han intervenido en Santo Domingo, cuando estuvo a punto de triunfar una revolución; invadieron a Granada, porque les dio la gana, con el pretexto de que había estudiantes en supuesto peligro y se desquitaron de una acción que había tenido lugar en el Medio Oriente —creo que fue por el Líbano— y que dio lugar a la muerte de un número de marines norteamericanos. Ellos tomaron venganza contra la isla de Granada; intervinieron después en Panamá; organizaron las guerras sucias contra Nicaragua; apoyaron un régimen muy duro, un gobierno muy sangriento en otro país de Centroamérica, que fue El Salvador; intervinieron en la guerra de Guatemala. En todas partes intervinieron.

A nosotros nos invadieron por Girón, nos bloquearon desde el primer momento, estuvieron a punto de provocar realmente una guerra nuclear. Se vivió el peligro real del estallido de una guerra de ese tipo, como consecuencia de la política prepotente que ejercían desde antes de la Primera Guerra Mundial y después de la Segunda Guerra Mundial, y, mientras más ricos y poderosos eran, más proclives se manifestaban hacia la intervención armada.

En Viet Nam todos sabemos lo que hicieron, fue algo que costó la vida de 4 millones de vietnamitas, y así, intervenciones a montones en muchas partes del mundo.

Estábamos luchando contra viejos males.

A mí me parece que lo notable de la historia de nuestra Revolución es haber resistido todos esos intentos de destruirla, y, en ese sentido, aquel día en que se fundaron los Comités de Defensa de la Revolución fue un día verdaderamente histórico.

Cualquiera comprende que nuestras tareas eran otras y que esa no es la situación de hoy, no es el mundo de hoy. Entonces había dos superpotencias poderosas, las tecnologías estaban menos desarrolladas, no existía Internet, ni existía computación, no existía nada; apenas la televisión comenzaba a funcionar, no existía un mundo globalizado o un sistema mundial donde predomina la globalización neoliberal, y el imperio desde el punto de vista político, económico, militar, tecnológico y cultural, por llamar cultura el veneno que riegan por el mundo, no tenía el inmenso poder de hoy.

Hoy es mucho más poderoso, el mundo es diferente. Esas son las nuevas condiciones en que nuestro pueblo y nuestra Revolución deben llevar a cabo su lucha. ¿Es acaso más difícil? No, no es más difícil. Más difícil era cuando el promedio de escolaridad de nuestra población sería, qué sé yo, decir un tercer grado o un cuarto grado me parece mucho. Nadie ha hecho un estudio a fondo, y alguien debiera hacerlo, de cuántos ciudadanos en este país, en aquellos tiempos, tenían el sexto grado aprobado.

Yo estoy convencido —no he sacado las cuentas con toda precisión— de que hoy hay más graduados universitarios en nuestro país que graduados de sexto grado antes del triunfo de la Revolución.

No había una educación general, tampoco había una educación política, no existía una cultura política, y, en medio de esas condiciones, surgen los Comités de Defensa de la Revolución; y estas de ahora son las nuevas condiciones en que tienen que luchar los Comités de Defensa de la Revolución, todas las organizaciones de masa y todo nuestro pueblo. Son condiciones muy diferentes.

Algún día tendrá que hablarse, de forma amplia, de cómo ha sido posible la proeza de nuestro pueblo al resistir estos 40 años. Contino mencionaba cuatro décadas; pero entre esas cuatro décadas hay una muy difícil, la primera década o los primeros años de la primera década; y hay otra década que ha sido, a nuestro juicio, la más difícil de todas, que es la última de las cuatro décadas, esta que acaba de transcurrir.

¿Hoy qué tenemos? Hoy tenemos una población con nueve grados como mínimo, hoy tenemos alrededor de 700 000 profesionales universitarios, hoy tenemos escuelitas hasta en los más apartados rincones del país. Baste decir que hay 600 escuelas con cinco o menos alumnos y un maestro allí; es decir, cero rincón de la república sin una escuelita y sin un maestro.

Ahora estamos tratando de resolver los problemitas que significan 1 962 escuelas aisladas sin electricidad. ¿Cuántas escuelas primarias hay? De aproximadamente 9 000 escuelas primarias, 1 962 están en lugares tan apartados que, a pesar de que tenemos electrificado el noventa y tanto por ciento del país, todavía están sin electricidad. Claro, con muy pocos alumnos. El total de alumnos de esas escuelas es de 30 000, les estamos poniendo ya electricidad a 300 de ellas, y esas 300, que son las mayores, comprenderán 11 000 alumnos; nos quedarán 19 000 alumnos sin electricidad para los equipos de televisión y video. Pero han recibido en cambio literatura especial, y en un tiempo determinado, mediante células fotovoltaicas, tendrán suficiente electricidad para el televisor, el videocasete y dos lamparitas de luz fría. Protegiendo la naturaleza, no gastaremos ni un centavo de combustible, y empezaremos a llevar una técnica nueva a muchos rinconcitos del país, y excepto los 19 000 mencionados, habrá alrededor de 2 400 000 alumnos con electricidad y con los medios audiovisuales para la educación.

Comparen esto con lo que había. No había maestros, 10 000 estaban sin empleo. Creamos 10 000 plazas y no pudimos cubrirlas todas, porque no todos los maestros sin empleo estaban preparados para ir a dar clases a las montañas, en rincones apartados; también había el atractivo de Estados Unidos que estaba ofreciéndoles visas a cuanto maestro y profesor quisiera irse, y en la alternativa, en aquel tiempo, de ir para las montañas de Baracoa, del Segundo Frente, la Sierra Maestra, o ir para Miami, una parte de aquellos que habían sido formados en aquella sociedad, cuyo principio no era la solidaridad, sino más bien el individualismo, un número de maestros escogieron ese camino.

Las 10 000 plazas creadas habrían bastado; pero no había personal. ¡A improvisar maestros, estudiantes de bachillerato, para que se hicieran maestros, profesores, en cursos rápidos! Esos sí respondieron.

Estaba por delante la Campaña de Alfabetización. Esa es una de las grandes proezas, creo que jamás realizada por ningún otro país, y fue realizada principalmente por los estudiantes, 100 000 estudiantes, personas que voluntariamente se prestaron y los maestros primarios y secundarios de que disponíamos entonces, que eran 25 000 ó 30 000, no puedo afirmarlo con seguridad, alguien pudiera indagar un poco sobre todos esos datos, y en medio de la Campaña de Alfabetización las bandas armadas por todo el país, y, además, la invasión de Girón.

Las bandas habían sido golpeadas fuertemente en el Escambray unos meses antes de Girón, previendo lo de Girón. Invasión de Girón en plena campaña. Nosotros comprendimos que, incluso, los jóvenes estaban más seguros en el campo y en las montañas que aquí en la capital, si se producía una invasión en gran escala, una guerra.

A todas esas cosas nos enfrentamos los Comités de Defensa, la Federación de Mujeres Cubanas, la Unión de Jóvenes Comunistas, el Partido que estaba organizándose; porque el Partido nuestro fue la fusión de varias organizaciones revolucionarias, de jóvenes, de militantes del Partido Socialista Popular —antiguo partido—, los militantes y simpatizantes del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario. Con ellos se hizo la unidad y se creó la primera dirección, pero estaban por formar los militantes. Hubo problemas de sectarismo; hubo errores, errores que son inevitables.

Recuerdo que los Comités de Defensa de la Revolución, creados públicamente, empezaron a ser organizados clandestinamente —casi nadie se debe acordar de eso—, pero una organización de masa clandestina era la locura. Realmente, fueron errores de algunos compañeros y nosotros planteamos: ¿Pero cómo va a ser una organización clandestina? ¡Imposible! El propio Partido se organizaba casi clandestino, hasta que en un momento se introdujo el método de consultar con las masas cada militante.

Tuvimos, como dije, período de sectarismo, todos esos vicios tuvieron lugar, y en todas las revoluciones ocurren esas cosas; pero, afortunadamente, se fueron superando.

Los sindicatos adquirieron gran unidad, gran fuerza. Los sindicatos que había al triunfo de la Revolución eran sindicatos que estaban dirigidos por los llamados mujalistas que eran dirigentes oficiales; poco tiempo duraron, porque creo que se acabaron el mismo día Primero de Enero, cuando desde Palma Soriano se llamó a la huelga general revolucionaria, se paralizó el país completo, y hasta los trabajadores de la radio se pusieron en sintonía con Radio Rebelde. A partir del día primero nada más hubo una estación de radio, Radio Rebelde, trasmitiendo para todo el país, sin definirse todavía la situación en la capital, las últimas maniobras del imperialismo para escamotear la Revolución; pero la respuesta rápida, fulminante, la huelga general, la orden de avanzar a todas las columnas sin alto al fuego, dio lugar a que a las 72 horas estuvieran ocupados todos los cuarteles del país. No había chance.

Desde entonces han estado tratando de buscar su chance, constantemente un nuevo chance; pero han pasado 40 años y cada día, se lo aseguro, tienen menos chance (Aplausos). Me atrevería a decir que menos chance que nunca, por lo que tenemos ahora. Es muy serio, y no precisamente en el campo de las riquezas materiales, sino en el campo de la riqueza que es esencial para todo cambio, para toda revolución y, especialmente, para una revolución profunda, para una gran revolución, que es en lo que ha venido a convertirse nuestra modesta Revolución triunfante el Primero de Enero.

En ese momento era una modesta Revolución, realizada con modestísimos recursos, y a través de una historia conocida por todos ustedes. La guerra duró menos de 24 meses, si descontamos la dispersión de Alegría de Pío y los problemas que tuvimos hasta alcanzar capacidad de supervivencia y más que nada, no por nuestra fuerza, sino por nuestro entrenamiento, nuestro conocimiento de las montañas y por el aprendizaje acelerado que adquiríamos todos los días, porque fuimos siete, después fuimos un poco más, llegamos a ser 17 en el primer combate —17 fusiles, por lo menos—, volvimos después a ser menos, sufrimos más de una dispersión y volvimos a unirnos. En un momento dado fuimos reducidos de nuevo a 12 y después volvimos a crecer, y, atravesadas todas esas vicisitudes, adquirimos la experiencia necesaria para que ya no pudieran derrotarnos, aunque éramos muy pocos.

Digo que con muy modestos recursos se hizo una modesta Revolución que siguió luchando, siguió ganando experiencias, siguió adquiriendo dimensión hasta llegar a lo que es hoy. Hoy no se trata de un pueblo analfabeto, porque tiene como promedio noveno grado, eso en cuanto a grados escolares; en cuanto a cultura política, pudiéramos calificarlo como primer expediente con 100 puntos. Digamos, no somos el único, hay otros países que han hecho grandes proezas; aquí mismo tenemos la representación de nuestra queridísima hermana, la República Socialista de Viet Nam (Aplausos), que tanto contribuyó con su lucha y su victoria, incluso, a la seguridad de nuestro país.

Sí, porque los gobiernos de Estados Unidos, después de la Crisis de Octubre, después que el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear, se embarcaron en la guerra contra Viet Nam, cometieron una gran locura, les costó más de 50 000 vidas; pero, a la vez, les costó la vida, por lo menos, a 4 millones de vietnamitas, más los que quedaron inválidos, más los que quedaron enfermos como consecuencia de los sufrimientos de aquella guerra y del uso de productos químicos, etcétera.

Pero podríamos decir, si se trata de una revolución aquí, a 90 millas de Estados Unidos y en el corazón de un hemisferio que ellos dominaron siempre, y en el corazón de Occidente, nuestra Revolución se puede decir que en su nivel de cultura política obtiene, en primer lugar, 100 puntos de calificación.

Cualquiera diría que estamos contentos con lo que conoce hoy nuestro pueblo, cualquiera diría que nos sentimos satisfechos con su cultura política; no, digo lo que se alcanzó en momentos decisivos de su historia.

Hay que mencionar estas cosas, hay que mencionar algunos acontecimientos, hay que mencionar a todas las organizaciones de masa, hay que mencionar a nuestro Partido y hay que mencionar a nuestra juventud para poder comprender por qué el país pudo resistir esas cuatro décadas, por qué el país pudo llegar a este 40 aniversario de la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución.

Y son distintas las etapas vividas. Cuando fueron derrotadas las bandas armadas y las 300 organizaciones contrarrevolucionarias fueron neutralizadas; cuando fue aplastada la invasión de Girón; cuando el país, a pie firme, resistió los riesgos de la crisis nuclear, y cuando aun después de una supuesta solución nos negamos a aceptar que inspeccionaran a este país o cosa por el estilo, o que los aviones militares de Estados Unidos volaran rasantes, o a desmovilizar nuestras fuerzas, después de todo eso y después del gran susto que pasó mucha gente entre nuestros propios adversarios, entonces se gozó un período un poquito más calmado. Tardamos años todavía, desde luego, en liquidar la ultima banda; puede decirse que somos el único país revolucionario que ha podido liquidar las bandas armadas al servicio del imperialismo, anótese eso. Entre otros factores, los métodos empleados, el tipo de lucha, el empleo únicamente de combatientes voluntarios en esa lucha, porque todos eran voluntarios, igual que en las misiones internacionalistas, nos permitieron vencer y barrer con todo aquello.

Continuaron durante años los ataques piratas que venían de distintos lugares, barcos madres, ataques por un puerto, por otro, por otro, por otro, introducción de explosivos, armas, sabotajes, tiendas incendiadas, fábricas destruidas, decenas de víctimas, cientos de víctimas, solamente las bandas armadas nos costaron más de 400. Murieron más combatientes cubanos en la lucha contra las bandas que los que murieron en los combates que dieron lugar a la victoria del Ejército Rebelde; porque en la última ofensiva de ellos contra la Sierra Maestra fueron menos de 50 las bajas mortales entre los combatientes rebeldes, y en la última ofensiva nuestra contra Santiago de Cuba, las dos más grandes operaciones que hicimos, con cierta masa de combatientes, murieron menos de 50. El cálculo exacto no lo tengo aquí; no cuento los asesinados, cuento los muertos en combate, y murieron más en las luchas contra las bandas que en todo el tiempo que duró nuestra guerra.

Durante un montón de años hicieron eso, y, desde luego, el bloqueo férreo. Pesqueros secuestrados, mercantes atacados, intento de sabotear nuestro azúcar, quitarnos los mercados, cañonazos a barcos que iban y venían, y una guerra económica férrea. Planes de atentados, para qué vamos a hablar de eso, llevaría mucho tiempo y dije que iba a ser corto (Risas).

Bueno, toda esa historia la Revolución la resistió, toda esa política; pero la más difícil fue esta última, fue la que más nos golpeó, el período especial, porque el período especial creó condiciones muy difíciles. Estuvo precedido de un bombardeo ideológico, algo que venía del "espíritu santo". Yo empleo ese término religioso porque me ha parecido el más adecuado para explicar de dónde procedía el bombardeo. Ese bombardeo procedía nada menos que de la Unión Soviética en la década de los 80. Digo del espíritu santo, porque eran consideradas verdades supremas, incuestionables, infalibles.

La URSS desempeñó un papel muy importante en nuestra Revolución, después de un triunfo popular en Cuba que ni siquiera imaginó nunca, y nos brindó posteriormente una ayuda decisiva. Si nosotros hubiésemos tenido que sufrir un período especial en los primeros momentos —año 60,61,62,63—, cuando además del petróleo nos quitaron los suministros, los mercados, nos quitaron todo, este país no habría estado preparado para resistir un bloqueo tan feroz. Este país sí les puedo asegurar que estaba preparado para combatir y para morir. Nosotros habríamos sido Viet Nam, habríamos tenido que soportar una intervención yanki que hubiese sido derrotada, de eso no le quepa duda a nadie, porque ya teníamos cientos de miles de hombres sobre las armas, y veníamos no de las academias militares, sino de las montañas, que fueron nuestra escuela, y la gente sabía luchar, estaba inspirada en su experiencia combativa de la guerra irregular. Venía del siglo pasado, porque contra el más poderoso ejército de entonces luchó nuestro pueblo, con el machete, desde 1868.

A este país les puedo asegurar que no lo habría podido derrotar una invasión de Estados Unidos, sus tropas habrían tenido que retirarse a un costo considerable o liquidar hasta el último patriota. La suerte de nuestro país es que no dio tiempo, al destrozarle su fuerza mercenaria en las mismas narices de una escuadra con portaaviones y todo, al destrozarla en 68 horas, de modo tal que cuando les dieron la orden de apoyar, ya no había nadie a quién apoyar. Pero si ellos hubieran tomado aquella cabeza de playa, habrían iniciado una guerra de desgaste contra nuestro país y habríamos tenido un Viet Nam en el año 1961. Cientos de miles de vidas se habrían perdido, estoy seguro, porque conozco a los cubanos, conozco a los rebeldes, y no se rinden, luchan, vuelven a luchar, tienen imaginación, tienen espíritu creativo, todo el valor necesario, y estaban creadas las condiciones en el terreno político y militar si se producía una invasión directa, pero no para triunfar sola en el terreno económico, realmente.

Ocurre el período especial 30 años después del triunfo de la Revolución, cuando muchas cosas del pasado habían desaparecido. Ya la cultura política para resistir un período especial en tiempo de paz se había adquirido. Todavía en los primeros meses de la Revolución no había una cultura socialista. Nuestro pueblo tenía un instinto de clase, más que una conciencia de clase; odiaba el robo, odiaba la corrupción, odiaba la pobreza, odiaba la desigualdad, odiaba la injusticia.

Las leyes revolucionarias fueron el factor fundamental que contribuyó a transformar una conciencia política, saturada de todo el veneno del macartismo y de la propaganda anticomunista de un montón de años sobre nuestro pueblo, y de una dependencia que tenía ya más de medio siglo; desde que desembarcaron y ocuparon nuestra patria en 1898, formaron maestros allá, escribieron una historia de Cuba en que presentaban al país liberado por Estados Unidos y comenzó la norteamericanización de Cuba por todas las vías posibles. Por la escuela, por los medios masivos de entonces, le hicieron creer a mucha gente en esta isla que Estados Unidos era el salvador.

¿Quién les iba a hablar de imperialismo? Ni siquiera Lenin había escrito todavía su libro sobre el imperialismo. Lenin toma como modelo aquella guerra de 1898 como la primera guerra imperialista en el sentido moderno de la palabra. Se apoderaron de todo: de Cuba, de Puerto Rico, de las Filipinas, consolidaron su dominio sobre el hemisferio, ocuparon directamente a Cuba durante cuatro años, desarticularon al Ejército Libertador, disolvieron el Partido Revolucionario de Martí y trajeron sus recetas que tan caro nos han costado a los cubanos y tan caro les ha costado a todos los demás pueblos de América Latina. Nosotros, por fortuna, ya estamos liberados de las recetas del imperialismo; recetas que son las que quisieran volver a traer aquí, y no podrán volver a traerlas nunca más (Aplausos).

La obra de la Revolución, más la prédica de la Revolución, más el ejemplo de la Revolución fue creando una conciencia política socialista, comunista. En aquellos tiempos previos al triunfo de 1959, mencionar la palabra comunismo era como mencionar el infierno, mencionar todos los demonios juntos, aquella palabra donde se encerraban precisamente la ética más pura, los sentimientos humanos más avanzados.

Se pueden estudiar las religiones, se puede estudiar el cristianismo, y se encontrará que ya en aquella época, hace 2 000 años, en sociedades distintas por completo y bajo el imperio romano, hubo quienes pensaron en eso que llamaron amor al prójimo, hacer el bien a los demás, sentimientos de solidaridad con el pobre. Muchas veces he puesto de ejemplo al mismo fundador del cristianismo, que no buscó terratenientes ni mercaderes para fundar una doctrina, buscó pescadores que no sabían leer ni escribir.

Era realmente una prédica humana. No estoy con esto contradiciendo ningún sentimiento o criterio religioso diferente, me limito, usando nuestro lenguaje, a decir que era, a partir de un sentimiento religioso, una prédica profundamente humana; pero es el marxismo, es el socialismo, es el comunismo el que, partiendo de un conocimiento profundo del sistema capitalista y de un análisis histórico, económico y social de la explotación del hombre por el hombre a lo largo de su existencia, lleva a su más alto grado el espíritu humanista, el espíritu de solidaridad entre los hombres y el espíritu internacionalista entre los pueblos.

Hace 2 000 años no podía surgir algo similar. Surge el pensamiento marxista con la clase obrera que se desarrolla en los países occidentales y se concibe ya, desde el primer momento, como algo que era inseparable del internacionalismo, porque no era posible la existencia del socialismo y el comunismo sin el internacionalismo. Parte de la premisa de un mundo desarrollado, con una elevadísima capacidad de las fuerzas productivas que permitirían crear las riquezas suficientes para alimentar, vestir, calzar y crear las condiciones de vida necesarias para el hombre, y no solo de vida material —este es un punto muy importante—, sino de vida espiritual, riqueza espiritual para la humanidad de entonces que se elevaría aproximadamente a 1 000 millones de habitantes.

No se conocían muchos problemas de hoy; en aquella época se pensaba que el limitante para el manantial de riquezas capaces de satisfacer las necesidades del hombre era social y no material. Todavía no se había descubierto el uso del petróleo, ni se habían desarrollado las fabulosas tecnologías que hoy existen. Si Marx hubiera conocido esas tecnologías, habría sido todavía más marxista y más comunista, porque los avances de la ciencia y de la tecnología hacen posible concebir ese manantial de riquezas capaz de satisfacer necesidades como aquellas de los alimentos, el calzado, el vestido, la vivienda, la educación, la atención médica, la recreación, la cultura y otras perfectamente accesibles al hombre.

En la época de Marx no existía el automóvil, ni existían muchos de los productos actuales. Menciono el automóvil porque creo que es uno de los instrumentos que, en poder de las sociedades capitalistas, se han convertido en uno de los factores fundamentales de la liquidación del medio ambiente y de los recursos naturales.

El desarrollo tecnológico fue utilizado por el capitalismo para explotar más a los pueblos con menor desarrollo y para explotar más a los pueblos que eran colonias hasta casi la mitad de este siglo, y que después fueron convertidos en neocolonias y hoy en algo peor que colonias y neocolonias. La tecnología fue utilizada como instrumento de dominación. La tecnología militar, digamos, entre guerra y guerra imperialista adquiría cada vez un mayor desarrollo, hasta que concluyeron con el arma nuclear, y muchas de estas armas modernas, como las armas inteligentes que no existían a principios de este siglo, las utilizaron para imponerse.

Las tecnologías de uso civil, como la industria mecánica, la electricidad, las comunicaciones, la energética, todo, sencillamente sirvieron para crear las sociedades de consumo, con lo cual han introducido, a mi juicio, en la historia de la humanidad, uno de los elementos más peligrosos y más agresivos contra los recursos naturales y el medio ambiente indispensable para la supervivencia de la especie humana.

Es cierto que los fertilizantes permitieron recuperar la capacidad productiva de las tierras vírgenes, elevar la productividad por hectárea; los avances de la genética tradicional permitieron también desarrollar variedades de plantas de mucho más rendimiento; los tractores y las maquinarias permitieron elevar considerablemente la productividad del trabajo agrícola. Es decir, la humanidad fue creando realmente los instrumentos adecuados para satisfacer las necesidades indispensables del hombre.

Si se concibe el bienestar del hombre como la suma de las riquezas materiales necesarias para una vida material decorosa, que se sabe en qué consisten, y la creación ilimitada de riquezas culturales y espirituales, pienso que esa es la única concepción que pueda abrirse paso hacia la idea racional de cómo debe ser el mundo del futuro.

Las riquezas espirituales se subestiman, porque las sociedades de consumo tienden hacia la subestimación total de todo lo que no sean bienes materiales de lujo. Hay casas que tienen cinco televisores, familias que tienen seis automóviles y cosas similares.

La riqueza espiritual y su valor los vemos constantemente. Esto que hemos disfrutado aquí hoy se llama riqueza espiritual. En el poema de Neruda, que para mí fue una sorpresa agradabilísima, me pareció ver un profeta, por lo que escribió en 1960 sobre este año 2000, y yo le daría enteramente la razón. Si hubiera sido en el 30 aniversario todavía no, si hubiera sido antes de este período especial, si hubiera sido hace 20 años no, pero hoy digo que sí, porque estamos en los umbrales de una época para Cuba como la que pareció soñar Neruda ese día (Aplausos). Pero para no ser exagerado a la inversa de su valor, voy a decir en los umbrales de una etapa que ni siquiera Neruda habría podido soñar ese día (Aplausos). Lo digo e incluso lo puedo demostrar.

Cuando Neruda escribió ese poema no podía imaginar que este país resistiría cuarenta y un años y medio de bloqueo, todo el arsenal de procedimientos sucios que había creado el imperio a lo largo de su historia, y, además, un período especial; que no es lo mismo un período especial cuando la mitad de la población tenía electricidad y casi nadie tenía más que un radio o algo similar —ni disponía masivamente de televisores, ni muchos artículos electrodomésticos, desde lavadoras hasta muchas otras cosas—, que cuando viene un período especial y se queda sin combustible un país donde más del 90% de las viviendas estaban electrificadas y donde había millones y millones de radios, televisores, máquinas lavadoras, planchas eléctricas, etcétera.

Recuerdo que en mi casa no hubo electricidad durante mucho tiempo, y nunca hubo suficiente como para una plancha eléctrica, porque aquello daba para el televisor —cuando lo hubo, yo no conocí televisor allí— y el radio, que estaba bien monopolizado y administrado por mi padre, que no permitía que lo estuvieran encendiendo, con razón, para cuidarlo, y yo tenía que encenderlo ya cuando todo el mundo se acostaba a dormir, para oír la pelota o para leer (Risas y aplausos).

Plancha eléctrica no existió jamás en mi casa, donde mi padre era dueño de una buena cantidad de tierra, y otra buena cantidad la tenía arrendada; había ingresos, había de todo allí, y estábamos a cuatro kilómetros del central azucarero más próximo, que era el de Marcané —se llamaba así entonces—, hoy "Loynaz Hechevarría", con toda justeza, por aquel líder obrero, comunista, de aquel central, asesinado por la tiranía. En mi casa no se conoció la plancha eléctrica.

¿Qué familia 30 años después del triunfo revolucionario no tenía una plancha eléctrica en las ciudades, en el campo, en cualquier parte; un ventilador, un televisor, y montones de objetos electrodomésticos, bombillos, etcétera? Ir de la oscuridad hacia la luz es fácil, ir de la luz a la oscuridad es terrible (Risas y aplausos).

Ya estoy empezando a incumplir mi palabra (Risas).

No hablé de los refrigeradores. Cuando, iniciado el período especial, venía un apagón de esos de 14 horas se descongelaba todo y se echaba a perder una parte de las modestas cantidades de alimentos que podía haber en esos refrigeradores.

Los televisores se apagaron también, todo se apagó; eran en blanco y negro, gastaban 180 watts y no tenían piezas; ese que tienen hoy en todas las escuelas gasta 80, es de 20 pulgadas y a color.

Sí, sabemos cuánto sufrió el suministro de bienes materiales a la población. Incluso zapatos, por no hablar ya de pasta de dientes, cepillos, jabones; por no hablar de cuotas que fueron reducidas considerablemente, y no por gusto, es que no había; sin mercado y sin divisas, sin nada, sobre todo en aquellos primeros cuatro o cinco años.

El país se enfrenta al período especial en condiciones en que habíamos alcanzado determinados niveles de comodidad material que cayeron abruptamente. Se enfrenta al período especial y, repentinamente, cae bajo un doble bloqueo. ¿Qué doble bloqueo? El de los yankis y la desaparición del mercado de todo el campo socialista europeo, de los suministros y del mercado de la URSS primero, y después de Rusia.

Se rompió el comercio prácticamente con todos aquellos países. Un intercambio de azúcar por petróleo algunas veces, pero el azúcar a precios del mercado mundial, que era la tercera parte del precio que tenía cuando existía el campo socialista y cuando existía la URSS, se redujo casi a cero, se acabaron los suministros de piezas y otro montón de cosas. En un país como Cuba, que ya tenía mecanizada la agricultura con 80 000 tractores de los 5 000 que encontró el año del triunfo; que ya tenía mecanizado el corte de la caña; el transporte ya no era con bueyes, era con camiones, con trenes de carretas haladas por un tractor, alzadoras que la cargaban, centros de acopio que la limpiaban de paja; producciones elevadas de leche, de huevo, de carne de ave y de cerdo, duele muchísimo recordar qué golpe tan duro y cuánto se perdió en esa situación.

La Habana: 30 000 viajes de ómnibus diariamente —hubo que salir corriendo a comprar a crédito bicicletas, porque a China le pedimos un crédito para un millón de bicicletas para la capital, hubo que empezar a usar la bicicleta—, se redujo a 5 000 el número de viajes; hubo que reubicar trabajadores, en fin, cuántas cosas hubo que hacer. Cómo mantener el litro de leche para los niños hasta los 7 años; cómo conseguir el combustible indispensable para que funcionaran las ambulancias y algunos servicios.

No se puede concebir situación más terrible que la que atravesó nuestro país. Ningún otro país de este hemisferio —por no hablar del resto del mundo— habría resistido 15 días el período especial. Es más, se habrían derrumbado un mes antes los gobiernos, los sistemas, o lo que fuera, nada más que de pensar que venía. ¡Ninguno!

Todo el mundo esperaba la caída de la Revolución en cuestión de 24, 48 ó 72 horas, dos semanas, o máximo tres meses. En Miami estaban arreglando las maletas: ¡Ya, se acabó! Veían que se derrumbaban uno tras otro en Europa. Y hasta la URSS, que era como decir: Se va a desaparecer el Sol.

Pues sí señor, un día amanecimos sin Sol. Algo muy extraño, ¿verdad?, porque en la mente de la gente estaba aquello de la proeza soviética, la primera revolución, sus guerras heroicas, la intervención exterior en la primera etapa revolucionaria, la Segunda Guerra Mundial, los 20 millones de muertos, la derrota del fascismo, donde ese país cargó el esfuerzo fundamental. Y eso lo demuestran las matemáticas, lo demuestra la historia, lo demuestra todo. No le pueden hacer creer a nadie que fueron unos barquitos que llegaron con determinados suministros materiales los que salvaron la situación. Sí, llegaron algunos suministros, pero eso no era nada. Quien conozca los datos exactos, quien haya leído bien la historia de esa terrible guerra y los tanques que hicieron, y cómo los hicieron, y cómo producían armas allá en Siberia, en medio del invierno, en talleres que no tenían techo, conoce con precisión cómo fue derrotado el fascismo.

Hoy no, hoy eso ni se menciona. Y no estoy defendiendo ninguno de los errores, porque yo estaba consciente de muchos de los que se cometieron y se cometían en la URSS; pero las proezas que allí se hicieron no las puede minimizar nadie, y por eso tenía tanto prestigio aquel país.

Recuerdo que en los primeros años de la Revolución Cubana nosotros nos encargábamos de los libros heroicos: La carretera de Volokolamsk, Los hombres de Panfilov, Días y Noches, todo aquello; lo recuerdo porque me ocupé personalmente de tratar de imprimir todos esos libros, porque era literatura heroica y este pueblo estaba muy necesitado de literatura heroica, porque podía venir una invasión por Girón, una invasión directa, veinte cosas. La verdad es que la literatura heroica ayudó a formar conciencia, pero también ayudó a pensar que toda la verdad venía de allí, toda la experiencia. Había mucho respeto en nuestro pueblo.

Yo, por mi parte, debo decir que tenía una gran admiración y respeto, pero una admiración crítica y un respeto crítico, y siempre fui reacio a copiar mecánicamente las experiencias de otros países por buenas que fuesen. Porque uno estudió la historia de Cuba, y sabe en la historia de Cuba todo lo que se hizo bien y los errores que se cometieron, y en la Revolución Francesa, que fue la primera gran revolución social de los tiempos modernos, y en otras revoluciones lo que ha pasado.

Ahora, sí es verdad, un día vi, a partir de la destrucción de la historia de ese país que venía con aquella literatura, que empezaron a convertir en cenizas la historia, la dignidad, el honor de ese país, al que estaban desarmando espiritualmente. Ese país había que arreglarlo, pero no destruirlo. Me cabe el privilegio, porque no voy a decir el mérito, la casualidad de que dos años antes de que desapareciera la URSS lo dije en Camagüey, aun con el riesgo de que algunas personas pensaran que yo había perdido mis cabales, porque decir que si un día se derrumba la URSS seguiremos luchando y construyendo el socialismo, significaba dos cosas: primero, que veíamos el peligro; segundo, que confiábamos en nuestro pueblo, que en esas difíciles condiciones éramos capaces de seguir esa lucha.

Pero ocurrió, el Sol de repente no apareció sobre el horizonte y era un día también atlético, deportivo, no era olímpico, era panamericano, cuando comenzó a derrumbarse aquello, qué sé yo, un movimiento allí dentro de algunos sectores de ese país que promovieron un cambio por la fuerza —no voy a juzgar eso, llevaría tiempo—, era el día que finalizaron los Juegos Panamericanos. Y después lo que vino: la disolución, y esa disolución se produce por parte de cuatro personas en una dacha en las afueras de Minsk; nada menos que en Minsk, donde Lenin fundó, en la década del 90 del siglo pasado, el Partido Comunista de Rusia, que creo que tenía —no recuerdo— unos 15 ó 20 delegados que fueron los que se reunieron allí para crear ese partido.

Bueno, si Lenin creó lo que después fue ese enorme partido con 15 ó 20 delegados, al final cuatro personas, bajo el influjo ardoroso de un famoso aguardiente casi transparente, para algunos muy agradable, para mí un poco insípido —fíjense bien lo que es la historia—, unos cuantos grandes vasos o varias buenas botellas, más quién sabe cuántas sumas (Hace gesto con la mano que significa dinero) —lo digo: quién sabe cuántas sumas— (Risas y Aplausos), acordaron, en una infausta noche, disolver la Unión Soviética. Lo sé porque me lo ha contado quien tiene derecho a saber lo que ocurrió allí y cómo ocurrió, ¡vean qué coincidencia!, ¡qué casualidad!

¿Alguno de ustedes, muy versado en los manuales de instrucción política, sabe qué día, qué mes o qué año Lenin fundó el Partido Comunista en Minsk, entonces llamado Socialdemócrata? Que levanten la mano los que lo sepan. Me imagino que hayan olvidado la fecha exacta. Yo sé que fue después que Martí había fundado el primer partido nuestro, el Partido Revolucionario Cubano, para dirigir la Revolución, en 1892. Bien, ¿cuándo desapareció la URSS? ¿Cuándo la disolvieron allí mismo en Minsk? Un siglo o casi un siglo después. Y, desde luego, si nadie lo sabe aquí, dentro de una hora lo sabremos con exactitud, porque lo averiguaremos, eso no es muy difícil (Aplausos).

Sí señor, cuatro personas, y hay que meditar mucho sobre eso. ¿De qué peligros tiene que prevenirse una revolución? Del peligro de que cuatro individuos la puedan una madrugada destruir. Claro, no fueron cuatro, hubo un montón de ellos, porque hubo los precursores, los que se llenaron de ilusiones y comenzaron a soñar cosas extrañas, que no sabían nada de las realidades políticas. Les puedo asegurar que un grupo de pioneros nuestros, de estos que hemos visto brillar en las tribunas, habrían sido más capaces de comprender lo que había que hacer allí que aquellos que hicieron lo que hicieron.

Ahora, hubo uno que empezó a desatar el pandemonio, apoyado por algunos otros, cuya historia no se conoce. ¡Qué secretos debe tener la CIA bien guardaditos!, pero ellos deben conocer bien quién, quién, quién y quién asesoraron a quien fue el detonante de aquella destrucción de la historia y de los méritos de ese país y desarrolló las ideas peregrinas que condujeron al desarme espiritual y al desarme moral de ese Estado multinacional que había escrito una de las más heroicas páginas de la historia de nuestra época, aparte del intento de establecer el socialismo en las condiciones en que ni siquiera Marx se habría imaginado nunca; porque fue la audacia de Lenin, más marxista que el propio Marx, en el sentido de que era un genial discípulo de Marx que desarrolló sus ideas y decidió, ante la alternativa de rendirse o seguir luchando, la construcción del socialismo en un solo país, que además, no era Inglaterra, ni Alemania, ni Francia, como aquel soñaba, sino en el país industrialmente más atrasado de Europa —con la ventaja de ser por sí solo un mundo, porque la URSS con sus 22 millones de kilómetros cuadrados era un mundo—, lo intentó y lo logró. Logró lo que otros no fueron capaces de sostener; logró lo que un grupo de ingenuos pudieron destruir. Incluso, no pienso que el autor —y no voy a mencionar nombres, porque me desagrada hacer leña de los árboles caídos, pero ustedes me entienden bien—, el que fuera centro del partido en ese instante, tuviera la intención deliberada de hacerlo.

Yo, en mi más íntimo fuero, a partir de mis más íntimas convicciones, a pesar de que dicen que el autor ha declarado hace muy poco que se propuso destruir el comunismo, no lo creo; había mucho más de ilusión, de ingenuidad, que de propósito de destruir la URSS. Los otros fueron haciendo su papel, Occidente con sus halagos hizo el suyo, y fue así como se crearon las condiciones que precedieron el madrugonazo de Minsk; porque todo aquello fue un proceso —no se olviden de eso—, el proceso de desmoralización, reblandecimiento y destrucción de aquel gigantesco y poderoso Estado que nació de una revolución proletaria.

Nosotros no éramos un satélite que girara en torno al Sol, porque nunca lo fuimos; por el contrario, discutimos muchísimo, y después de la Crisis de Octubre no se sabe los años que estuvimos discutiendo. No se conoce la historia de aquellos 30 años de relaciones de nuestra Revolución con la URSS, y la política de Cuba no se conoce, y tal vez no es todavía el momento de hacerla, o de escribirla.

Ustedes hablan de los 40 años de los Comités de Defensa; nosotros podemos hablar de los 41 años de historia de la Revolución. En cada uno de los momentos críticos, quizás habrá que guardar papeles para que se conozca cuál era nuestra política y nuestras ideas con relación a América Latina, nuestra política y nuestras ideas con relación a las misiones internacionalistas cumplidas por Cuba.

Yo les puedo asegurar que hay mucho honor y mucha gloria en esa historia y que pueden ayudar a comprender el porqué, aunque hay un número de por qué, por qué, por qué; se pueden hacer muchas preguntas, porque es la suma de las respuestas a un número de por qué lo que puede explicar que la Revolución ha llegado hasta aquí. Pero fue lo más difícil el período especial. Los datos que he ofrecido son para que nos ubiquemos en qué condiciones se realizó la proeza.

Aquí alguien hablaba de distintas cosas: Ana Fidelia mencionó que ha habido grandes cambios en las técnicas del deporte, aquí hasta el deporte se mencionó, y otros han hablado de su trabajo durante todos estos años.

El mayor trabajo que han hecho todas las organizaciones de masa, y es grande lo que objetivamente han hecho, es haber salvado la Revolución (Aplausos), bajo la dirección del Partido y de la UJC, basada en la estrecha alianza de la Revolución con el pueblo y la estrecha unión. Quieren que renunciemos a lo que nos dio la vida, a lo que preservó nuestras conquistas y nuestro futuro: la unión. Quieren que fragmentemos este país en veinte pedazos (Exclamaciones de: "¡No!"), la respuesta es una, con siete signos de admiración a cada lado, hacia arriba por aquí y hacia abajo por acá (Hace gestos). (Risas.) ¡¡Jamás!! (Aplausos.) Sin esa unidad, sin esa fortaleza, ¿cómo habríamos podido resistir y librar las batallas que hemos librado? Y les hemos ido ganando a brazo partido, y seguiremos ganándoles siempre a todos aquellos que quieren dividir, dividir para el mal; nuestra consigna es unir y hermanar para el bien (Aplausos).

El período especial, sin embargo, trajo no solo daños materiales. Cuando aquí se mencionó la cifra de 574 320 donaciones de sangre, yo pensaba en qué condiciones se alcanzó ese récord, y recordaba, y lo estuve comprobando con algunos compañeros, que en ese período especial siguieron incrementándose las donaciones de sangre. Eran unas 400 000 antes del período especial y han llegado al año 2000 con 574 320. Lo escuché por primera vez ahorita y no se me olvidará jamás (Aplausos), porque jamás se me podrá olvidar que con el doble bloqueo, al derrumbarse el campo socialista y la URSS, el promedio de calorías de consumo diario de nuestra población, que estaba en 3 000, bajó a 1 800, y que el consumo de proteínas —más o menos bien repartido, como han sido las cosas— bajó de 80 gramos a 50 gramos, y ni siquiera tenía la misma estructura y calidad. Hoy no hemos alcanzado las 3 000, ahora está en un poco más de 2 400, es lo que hemos recuperado, 600 calorías, y ya hemos ido recuperando una parte de las proteínas. Es decir, afectó este período especial la alimentación de la población y dio lugar a una serie de medidas de todo tipo.

Esos 30 millones de quintales de vegetales que hoy se producen en los huertos de las ciudades no se producían antes del período especial, había extensiones de tierra cultivadas con tomates y con otros cultivos de vegetales, pero solo en campos agrícolas, no en las propias ciudades; esto es parte del esfuerzo que se ha hecho, de una forma o de otra, tratando de garantizar los autoabastecimientos y procurando que no faltaran los más esenciales, especialmente para los niños. Lo mismo podemos decir de los medicamentos.

Que algún día se escriba la historia sobre cómo pudo el país realizar esta proeza. Pero una cosa sí puedo afirmar antes de que se escriba la historia detallada: ¡Eso fue posible gracias al espíritu de sacrificio, el patriotismo y la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo! (Aplausos prolongados.) No podemos decir todavía que el período especial finalizó, lo que podemos decir es que lo más difícil del período especial lo hemos atravesado; que continuamos realizando sacrificios, muchos sacrificios, pero iremos ganando terreno, de modo firme, con una fortaleza mayor que nunca, junto a una experiencia más rica que nunca.

Aquí estoy hablando de los bienes materiales, esos que digo que son indispensables para la vida; no tenemos hoy todo lo esencial. En vivienda sabemos cómo estamos y no podemos hacer grandes promesas, pero sí recordar que teníamos una capacidad de construir 100 000 viviendas por año, años trabajando para alcanzarla, ya la teníamos en la mano, y cuando no amaneció, entonces aquello quedó sin poder realizarse. Todas las inversiones hechas, todas las fábricas, muchas nuevas, la capacidad de más de 4 millones de toneladas de cemento al año, la capacidad de cabillas, de muebles sanitarios, de ladrillos, de cuantos materiales hacían falta para construir 100 000 nuevas y reparar otras 100 000, y nos quedamos repentina y abruptamente sin esa posibilidad.

Hoy tenemos que acudir a los esfuerzos que se realizan, como los que venimos realizando en la capital desde antes del último ciclón y que fueron incrementados después del mismo, porque las casas que en la capital se derribaban o se arruinaban y se hacían inhabitables eran más que las casas que se construían. Hoy tenemos al menos planes de reparación de decenas de miles cada año, con el sistema Cayo Hueso, en viviendas de baja altura; un número de brigadas reparando, poco a poco, las 25 000 edificaciones de mediana altura que existen en la ciudad y otras trabajando en las 500 más altas de la capital.

Hay una serie de planes, algo que no se le ha dado mucha publicidad, porque no podemos abarcar todo el país y hemos tenido que ir primero a los puntos más supercríticos. Es conocida la costumbre de la Revolución en todas las cosas, que lo que comienza por acá se extiende progresivamente al resto del país. Así pasó con todo. Pero vamos dando ahora poco a poco pasos sólidos, se ha adquirido una enorme experiencia y se avanza en muchos campos.

Yo quería diferenciar lo material de aquello que llamo las riquezas infinitas y que tienen un enorme valor humano. Cito un ejemplo: el cine se considera un avance en la recreación de la sociedad, desde la época de las películas silentes. Producir dibujos animados para niños y películas de alta calidad, crear obras musicales de valor universal, pintar cuadros que se harán famosos, escribir libros para Cuba y para el mundo, constituyen riquezas inmensas que no se miden en toneladas y apenas aportan a las cifras macroeconómicas de un país. La humanidad, sin embargo, y en especial nuestro pueblo, no podrán vivir jamás sin ellas. Eso significa estándar y calidad de vida.

Otro ejemplo: Cuba, en estas olimpiadas, ha sido prácticamente el único país del mundo que ha trasmitido en vivo y a cualquier hora, desde el mediodía hasta las 6:00 ó las 7:00 de la mañana siguiente, cientos de horas de los siempre fabulosos espectáculos olímpicos que produjeron en la mente y en los corazones de nuestro pueblo inolvidables emociones y recuerdos. Me atrevería a preguntarles aquí si hay alguno que en estas madrugadas no amaneció ni una sola vez viendo el televisor. Que levante la mano si lo hay (Nadie levanta la mano). Pues yo bajo las dos, porque ni se sabe las horas que he pasado viendo esas trasmisiones. Y todo a un mínimo costo y sin anuncio comercial alguno (Aplausos). Ese privilegio, ese colosal bienestar espiritual, para todos los que miden el nivel de vida humano por el vulgar rasero de la macroeconomía, nada significa en cuanto al nivel de vida de un pueblo.

Y de paso digo que no me desalientan en lo más mínimo algunas cosas ocurridas en Sydney. Comparto lo que dijo aquí Ana Fidelia, que son cada vez más duras las competencias, cada vez intervienen más países, cada vez hay que boxear con más gente para llegar hasta el final, correr con más gente, saltar con más gente y librar combates con más gente. Además, se ha comercializado de una forma atroz el deporte, le han arrancado sus mejores virtudes y sus mejores cualidades.

Hoy somos los únicos amateurs del mundo luchando contra profesionales (Aplausos), con patriotismo, con honor. Nos han representado con mucha dignidad nuestros atletas. Vean que no hay un deporte prácticamente donde no estén uno o dos cubanos, llámese taekwondo, llámase lucha libre, llámese lucha grecorromana, boxeo, esgrima, deportes colectivos; no hay uno en que no estén presentes. Por eso la televisión ha podido estar tanto tiempo trasmitiendo, a pesar de los intentos de robarnos atletas y de algunos buenos atletas que nos han robado en cada ciclo olímpico, aunque en Sydney no han logrado hacerlo con ninguno. La gente ha podido ver por televisión cómo es este tipo de olimpiadas.

Pero yo no voy a añadir más sobre eso, porque quizás en un momento haya que hablar del tema. Solo digo que no nos desalienta nada, nuestros atletas nos han representado con honor, y tuvimos un revés, un durísimo revés. No les falta razón a los cables que dijeron que Cuba estaba de luto ayer. Ya hoy no está tan de luto; pero sí, amaneció de luto por dos cosas: por el revés que sufrimos frente al equipo de Estados Unidos, no estamos acostumbrados a eso; y estamos profundamente amargados, porque en el deporte que inventaron ellos y en el que ganamos casi siempre oro, hemos obtenido plata. Para nosotros en el deporte nacional, como en el honor, lo que vale es el oro (Aplausos). Queríamos el oro, sí, y todos hemos sufrido mucho. Pero no, ¿cuándo se ha desalentado esta Revolución? ¡Nunca!

Creo que hay un general norteamericano al que le atribuyeron una famosa frase cuando tuvo que abandonar en una pequeña y veloz embarcación una poderosa fortaleza situada allá por Manila, la frase fue: "¡Volveremos!" Pues bien, les decimos a nuestros vecinos del Norte, y lo decimos amistosamente, sin odios ni mucho menos, porque allí estuvimos en la ciudad de Baltimore, y allí hubo un juego de caballeros entre profesionales norteamericanos y amateurs cubanos, y aquí hubo antes otro encuentro de caballeros en el que ellos ganaron, y tuvieron un respeto total de nuestra educada población, y hasta el aplauso; pero volveremos y nos encontraremos con los profesionales. Ojalá un día lleven el dream team, el team de sueño, qué sé yo (Risas). Ojalá, porque nosotros tal vez hubiéramos ganado la medalla de oro un poco tristes, porque estábamos luchando con gente profesional pero muchos de la Triple A, y será un honor más grande cuando hagan un dream team —mi inglés, sin duda, requiere de un repaso (Risas y aplausos), voy a tener que adscribirme al curso por televisión—; que traigan el dream team con los jonroneros y todo lo mejor de las grandes ligas, que lo lleven a dondequiera, y ya veremos.

De lo ocurrido con nuestro deporte tenemos que sacar las lecciones correspondientes, y analizar bien. Ustedes saben que en este país todo el mundo sabe de pelota, ¡y sabe de verdad! Eso no se puede discutir. Todo eso debe ser sometido a riguroso análisis; porque sí les digo que todos los recursos para la preparación estaban ahí, meses enteros, desde el juego de Baltimore, desde que se preparó el equipo para Baltimore donde obtuvimos nuestra victoria, y todas las provincias tienen hoy el aparatico de medir la velocidad, los equipos de lanzar, lo tienen todo. Hay instructores, están todas las bases para formar y desarrollar atletas, ahora hay que analizar qué pasa. Por ejemplo, ¿por qué no hay lanzadores zurdos? Es una preguntica. ¿Cómo está la formación de los atletas, no solo los de pelota, que a veces monopoliza demasiado la cantera de buenos atletas? Hacen falta atletas para todas las competencias, menos la de caballos y cosas por el estilo, porque eso es puro deporte de burgueses, y cuesta más dinero mantener y enviar una escuadra de caballos de esos que mandar los 250 atletas allá (Aplausos). Les regalamos algunos deportes porque son de millonarios; pero hemos estado compitiendo hasta en velitas chiquiticas por allá.

En bicicleta, ¿quiénes se llevaron los primeros lugares? Los que viven de la profesión de montar bicicleta, de participar en las competencias europeas por dinero.

Han prostituido horriblemente el deporte; pero aun así tenemos que seguir peleando. Estamos más fuertes que nunca en muchos sentidos, tenemos 34 000 profesores de educación física y deportes, y el mes que viene se inaugura una escuela internacional de educación física y deportes (Aplausos).

No solo tenemos instructores, Cuba es el país del mundo que más colabora en el desarrollo del deporte del Tercer Mundo; es creciente el número de instructores contratados que laboran en países hermanos realizando un excelente trabajo, y seguimos ingresando nuevos alumnos y futuros instructores. Nuestros instructores están formando atletas que compiten con los nuestros, en buena lid, y seguiremos haciéndolo.

Sobre el tema del deporte hay que hablar, no es ahora; nadie se desanime, que las perspectivas son mayores y mejores que nunca. Tenemos el capital humano necesario.

Nos dolieron mucho las tres o cuatro peleas de boxeo que nos arrebataron descaradamente, tres o cuatro, no todas. Habrá que analizar cada una de las decisiones que se tomaron, por qué este, por qué el otro; y hay evidentes errores, nadie lo dude, todos tienen que ser analizados. Ahora, no es cuchillo, es puñal lo que utilizan contra nuestros atletas de boxeo. Ya les dije que yo amanecí, como muchos de ustedes, más de una vez. A lo mejor duermo hoy porque nada más hay una sola pelea a las 3:00 de la madrugada (Risas). Mañana es otra cosa, porque mañana es lo último de boxeo y lo que preocupa es la mafia, y a la mafia la hemos golpeado, la hemos acusado y la vamos a seguir acusando. Tienen deseo de venganza contra nosotros (Aplausos).

Perdimos algunas, hay que preguntarse por qué; otras nos las robaron. Hay que tomar todos esos videos y analizarlos con microscopio electrónico: cada paso, cada golpe, cada maniobra, y discutir con todos los que haya que discutir lo relacionado con esa cuestión.

Lo real es que nos van a quitar algunas medallas de oro, pero también que las competencias están más duras.

Hubo proezas como la de Iván Pedroso, admirable (Aplausos). Todo el mundo sabe que los saltos mayores de él son los primeros saltos, nunca los últimos, y ayer estaba contra la pared, 49 a 44, quiero decir, 8,44 frente a 8,49. Hizo lo que hizo en el último salto, cuando casi ya no había ni esperanzas.

Y yo conozco más de Iván, conozco más porque lo fui a ver al hospital más de una vez cuando tuvo una tremenda ruptura de unos músculos esenciales para el salto, y hubo un terrible error de un médico autosuficiente y un entrenador, yo diría que totalmente irresponsable. ¿Saben por qué? Porque se pusieron ellos a curarlo sin un examen profundo de la lesión, y tardó 11 días en realizarse la operación de Iván Pedroso, ¡once días!, cuando los músculos se acortan y se engarrotan. Fue operado en el hospital "Frank País". Fue Alvarez Cambra quien realizó la delicada operación; fue tal el daño que le hizo aquella lesión y tantos los días que se perdieron, algo que debía haberse hecho de inmediato, que no podía imaginarme cómo podría volver a saltar.

Sabía que él pensaba en los nueve metros, yo siempre me preguntaba: ¿Podrá, con aquella terrible lesión, lograrlo? Si Iván Pedroso no sufre aquella lesión, y no lo tienen tanto tiempo sin atenderlo debidamente, hace rato habría llegado a los nueve metros. Sin aquella lesión, Iván Pedroso salta más de 9, salta 9,20, 9,25, ni se sabe lo que habría saltado, porque tiene la voluntad necesaria y condiciones excepcionales. Anoche lo demostró, anoche se comportó como todo un héroe frente a 100 000 espectadores, al dar el último salto donde un simple foul lo habría echado todo por tierra. El realizó uno de 8,80, por lo menos, pero tuvo foul; creo que ese fue el segundo o el tercer salto. Haberlo ganado en el sexto salto es su mérito increíble allí, frente a los 100 000 espectadores que apoyaban a su rival, un atleta del patio. Creo que es una de las grandes proezas de nuestro deporte, y yo la aprecio más en tanto recuerdo todo aquello que él sufrió, y por lo cual apenas pudo participar en Atlanta. Ese es el atleta que ayer le dio la medalla de oro a nuestro país. No descarto que un día cumpla su sueño de nueve metros.

Las muchachas del voleibol se portaron como verdaderas campeonas: estaba el cuarto set casi 16 a 8; 16 a 9, parecía insuperable aquella ventaja; la recuperaron y ganaron ese set para ir al tie-break famoso, y ganaron. Nos falta mañana, hay que tener confianza en ellas.

A nuestros atletas no solo hay que aplaudirlos cuando vienen con medallas de oro; hay que recibirlos con afecto de hermano, hay que recibirlos como cuando obtienen una victoria. Ellos no son atletas profesionales, son atletas que luchan por el honor de nuestro país, como han hecho muchas veces (Aplausos prolongados).

Ya 250 de ellos, incluidos entrenadores y personal auxiliar, están en el aire, se supone que estén aquí mañana alrededor de la 1:00 de la tarde, aunque tengo entendido —y eso lo digo para los familiares de Iván, los vi por la televisión— que Iván no viaja en este primer avión, algunos permanecen allí para el segundo viaje; porque él terminó la competencia de madrugada, terminó tardísimo. Eso es lo que podemos decir sobre el deporte.

Ya llevo aquí, incumpliendo mi palabra, y debido a los temas, algo más de dos horas (Le dicen algo). Muchas gracias, me consuela un poco eso, quizás termine antes de la dos (Risas), antes de las 2:00 de la mañana no; de las dos horas (Risas), no se asusten (Aplausos).

Sí, ya veo cómo aplauden esa promesa (Risas). No, es que los están esperando a ustedes los compañeros que han preparado la fiesta de los comités.

Hubiéramos querido disponer del teatro "Carlos Marx", no fue posible. Hemos empleado estas capacidades del Palacio de las Convenciones y algunas áreas contiguas a esta sala principal; pero ahora viene un tema, y voy a procurar concluirlo antes de las 12:00 de la noche. Aunque a ustedes casi se les acabaron ya las 24 horas de aniversario, vamos a aprovechar lo que nos queda del 28 (Aplausos).

Les quiero decir una cosa, quizás lo más serio que tengo que decirles es que la Revolución inicia una nueva etapa. Hemos hecho muchas cosas, pero nuestra Revolución tiene que perfeccionarse, nuestro trabajo tiene que perfeccionarse. Ya explicaba el daño material y hasta el daño moral que nos trajo el período especial, sobre todo por lo que lo precedió; pero hemos sabido sobreponernos, hemos sido capaces de lograrlo.

Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado