Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CONMEMORACION DEL XIV ANIVERSARIO DEL ASALTO AL CUARTEL MONCADA, EN SANTIAGO DE CUBA, EL 26 DE JULIO DE 1967

Fecha: 

26/07/1967


Señores invitados;

Familiares de los caídos en el Moncada;

Santiagueros;

Orientales;

Ciudadanos todos:



Creo que podríamos empezar rectificando algunas de las cosas que son rectificables en este acto, como sería que viraran las sillas hacia acá y se arreglara eso (VIRAN LAS SILLAS).

Hay algunas cosas que lamentablemente no se pueden arreglar, y es, por ejemplo, la enorme distancia que hay entre esta tribuna y el público en general (EXCLAMACIONES), y que realmente hace que prácticamente tengamos que hablarle a una multitud en abstracto —los del Salón de Mayo seguramente entienden bien lo que quiero decir con esto—; y es que realmente me parece que estamos muy lejos, y tal vez el próximo 26 de Julio, los arquitectos, los ingenieros y los artistas, y todos, pudieran cooperar con nosotros en diseñar una tribuna, de manera que el que tiene que venir a hablar aquí quede un poco más cerca de la gran masa (APLAUSOS).

Desde luego, nosotros tenemos aquí una masa muy selecta, con la cual estamos muy satisfechos.  Precisamente, esa es la tarea de los inventores:  cómo inventan una tribuna en que este público que está aquí quede cerca y aquel que está allá queda también cerca.

En segundo lugar, les vamos a pedir excusas a ustedes porque hemos tenido que interrumpir el interesantísimo partido de pelota que se estaba desarrollando en Canadá (EXCLAMACIONES), y el cual, según tenemos entendido, porque nosotros estábamos también atentos al partido, estamos ganando hasta este momento y esperamos ganar al final (APLAUSOS).

Hoy se ha dado cita aquí en la ciudad de Santiago de Cuba...

Aquel está hablando allá; habrá que esperar que termine.  Está llamando a Argimildo Vega, y a no sé cuántos más...  Hay dos tribunas aquí...

Decía que en este XIV aniversario se han dado cita en la ciudad de Santiago de Cuba, junto a nuestro pueblo, junto a nuestros trabajadores en general y a nuestros estudiantes, los representantes de la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (APLAUSOS).  Se encuentra presente, igualmente, un elevado número de prestigiosos intelectuales y artistas europeos del Salón de Mayo (APLAUSOS).  Se han dado cita los intérpretes de la canción protesta (APLAUSOS), y otros numerosos invitados de las distintas regiones del mundo.  Entre esos invitados se encuentra la dignísima representación del heroico pueblo de Viet Nam del Sur (APLAUSOS PROLONGADOS).

Se encuentra igualmente presente por primera vez en este acto, o en un acto de esta naturaleza, uno de los mas prestigiosos dirigentes en pro de los derechos civiles en Estados Unidos, Stokely Carmichael (APLAUSOS).

Para nuestro país y para nuestra ciudad de Santiago de Cuba, y para nuestra fecha del 26 de Julio, significa un señalado honor que los que representan los más altos valores revolucionarios, los más altos valores intelectuales, los que en todas partes del mundo defienden las causas más justas, se encuentren aquí presentes en la tarde de hoy.

Y muchos se preguntarán, o algunos se preguntarán, qué tienen de común estas fuerzas y movimientos aquí representados con nuestro pueblo.  Y es que en cualquier orden, entre el escultor, el artista, el poeta europeo y los esculpidores de esta Revolución, los que escriben en la historia una página gloriosa, los que crean con sus manos las riquezas para consolidar el ideal revolucionario; es decir que entre el intelectual europeo y el campesino de la Sierra Maestra, o el cortador de caña, existe en común algo que nosotros, los revolucionarios, podemos comprender bien, y es ese afán por la justicia, ese afán por el progreso de la humanidad, ese afán por la dignidad del hombre.

Y lo que tienen de común los hombres y los pueblos que luchan en todos los continentes con nuestra Revolución, lo que tiene de común la heroica lucha vietnamita con la lucha de nuestro pueblo y la lucha de los pueblos de América Latina (APLAUSOS), y lo que tienen de común la lucha del pueblo oprimido de Estados Unidos —es decir, los sectores privados de los más elementales derechos en aquel país— y la lucha de los pueblos latinoamericanos, o vietnamita, o cubano, eso que tienen de común, eso que tenemos de común es lo que hace que esta fecha —símbolo de esa misma lucha, símbolo de esa misma aspiración, símbolo de ese mismo ideal— nos pueda congregar a todos en una tarde como hoy.

Y este es, sin duda, el 26 de Julio en que la ciudad de Santiago de Cuba ha tenido la más nutrida representación venida desde el exterior.  Y sabemos todo el esfuerzo que han hecho los orientales y los santiagueros para poder atender y acoger, como ellos se merecen, a estos visitantes.

Nos encontramos en la ciudad que se convirtió, en aquella fecha, en el símbolo del inicio de la lucha revolucionaria en nuestro país.  La historia es sobradamente conocida.  Ni las armas, ni el tipo de las armas, ni la experiencia, y ni siquiera los factores fortuitos acompañaron a aquel primer esfuerzo.  Pero aquel primer esfuerzo significó un camino que no se habría de abandonar después jamás; significó un camino que nos ha llevado a lo largo de 14 años; significó el camino que abrió para el pueblo revolucionario la conquista del poder.

Es necesario recordar esa historia.  Pero hay un hecho que resalta, que fue la tenacidad del pueblo, la confianza del pueblo, la perseverancia en esa lucha.  No hemos llegado, ni mucho menos, al final de ese camino, pero hemos adelantado ya un trecho importante.

Y esa característica esencial del movimiento revolucionario que surgió aquel día es hoy también la característica esencial de nuestra Revolución:  la confianza del pueblo en sí mismo, la fe del pueblo en su causa, la convicción del pueblo de que no habrá dificultad, por grande que sea, que no logremos vencerla; de que no habrá camino, por difícil que sea, que no seamos capaces de seguirlo hasta el final.

¿En qué estado se encuentran hoy nuestro pueblo y nuestra Revolución a los 14 años?  No fue, ciertamente, la tarea más difícil la conquista del poder.  Por difícil que haya parecido aquella etapa, por dura que haya sido, por costosa que haya sido, a nosotros en la perspectiva del tiempo nos parece —y esto, desde luego, no nos sorprendió— que la tarea más difícil no era precisamente el derrocamiento de la tiranía y la conquista del poder revolucionario; que la tarea más difícil era la que vendría después; que la tarea más difícil era la tarea en que estamos empeñados hoy:  la tarea de construir un país nuevo sobre los cimientos de una economía subdesarrollada; la tarea de crear una conciencia nueva, un hombre nuevo, sobre las ideas que durante siglos prácticamente habían prevalecido en nuestra sociedad.

Y estamos saliendo airosos en esa tarea...  Yo les pregunto a nuestros jóvenes y a nuestro pueblo si creen que estamos saliendo airosos en esa tarea (EXCLAMACIONES AFIRMATIVAS y APLAUSOS).

El asalto al Moncada puede decirse que constituía el primer asalto a una de las tantas fortalezas que habrían de ser tomadas después.  Quedaban muchos Moncada por tomar.  Quedaban, entre otras cosas, el Moncada del analfabetismo, y nuestro pueblo tampoco vaciló en atacar aquella fortaleza, la atacó y la tomó; el Moncada de la ignorancia; el Moncada de la inexperiencia; el Moncada del subdesarrollo; el Moncada de la falta de técnicos, de la falta de recursos en todos los órdenes.  Y nuestro pueblo no ha vacilado en emprender también el asalto de esas fortalezas.  Pero quedaba el Moncada más difícil de tomar, que era el Moncada de las viejas ideas; y ese Moncada de las viejas ideas, de los viejos egoístas sentimientos, de los viejos hábitos de pensar y de concebirlo todo y de resolver los problemas, ese Moncada no ha sido todavía totalmente tomado (APLAUSOS).

Hay una vanguardia que penetra victoriosamente, que está tomando los primeros fortines y que avanza incesantemente por ese camino.  Y esa vanguardia la constituye, sin lugar a dudas de ninguna clase, nuestra juventud (APLAUSOS PROLONGADOS), nuestros jóvenes trabajadores, nuestros estudiantes, los que integran esa tropa cada vez más nutrida de las columnas juveniles agrarias (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), los que en número cada vez mayor, a través de la escuela al campo, se incorporan una parte del año a las tareas productivas (APLAUSOS); los jóvenes de nuestros institutos tecnológicos obreros que, al igual que numerosos combatientes de nuestro glorioso Ejército Rebelde, se incorporaron a la zafra durante 90 días (APLAUSOS).

Esa legión cada vez más numerosa no hay duda de que va a la vanguardia en la lucha contra las viejas ideas; no hay duda —y nosotros podemos proclamarlo en este 26 de Julio— de que nuestra generación joven es digna seguidora de los combatientes del Moncada y de los combatientes de la Sierra Maestra y de los combatientes de Girón (APLAUSOS), porque lo están demostrando con su actitud ante la vida, con su actitud ante el trabajo, con su actitud ante la Revolución.

y hay que añadir con toda justicia que detrás de esa vanguardia, avanzando también a través de esa fortaleza, está el sector femenino de nuestra población (APLAUSOS), las mujeres cubanas que en número cada vez mayor se incorporan a las tareas creadoras de la Revolución.

Algunos se preguntarán:  “¿Qué?  ¿Están hablando de edades; no están hablando de clases?”  Los habrá muy doctos en marxismo que se pregunten cómo es que nosotros hablamos de edades.  Y nosotros creemos muy sinceramente que esto de hablar de edades es muy marxista; hablar de edades, además de clases.

Porque no hay que olvidarse que muchas generaciones, y toda la generación que vive en nuestro país en el momento en que triunfa la Revolución, es una generación formada por completo bajo la influencia de las ideas y los métodos y los sentimientos del capitalismo.  Y aun en nuestros propios sectores obreros muchos de esos vicios estaban instaurados, muchas de esas concepciones estaban establecidas.

Lógicamente, lo que Marx decía era que en el proceso histórico los trabajadores y los explotados se enfrentan a los explotadores; que la clase obrera era la clase cuya función social la hacía abanderada y capaz de comprender y practicar el socialismo.  Eso es rigurosamente cierto; pero también es rigurosamente cierto la influencia que esos sectores de explotadores y dominantes ejercían en la mente de todo el pueblo.

Y la Revolución ha erradicado en la mente de todo el pueblo un gran número de esas ideas, pero es precisamente en las mentes vírgenes de la generación nueva que crece con la Revolución, que nosotros percibimos menos esas ideas del pasado, que nosotros percibimos más nítidamente, más claramente, las ideas revolucionarias.

Muchos se preguntaban qué sería de nuestros jóvenes; muchos se preocupaban si acaso esa juventud que no había padecido los horrores del pasado, si acaso esa juventud que no conoció los sacrificios del pasado, iba a ser capaz de entender la Revolución, iba a ser capaz de ser revolucionaria, iba a ser capaz del trabajo y del sacrificio.  Y por nuestra experiencia cubana, nosotros podemos decir con profunda satisfacción que vemos cómo crece y se desarrolla en nuestro país una juventud aun más revolucionaria todavía (APLAUSOS).

Y es que en un proceso genuinamente revolucionario en que junto con el desarrollo económico se lleve a cabo la formación y el desarrollo de la conciencia de todo el pueblo, en un proceso revolucionario donde se apliquen los métodos correctos para educar a la juventud, no hay por qué esperar que esa juventud sea menos revolucionaria.

Y nosotros creemos —y los hechos lo están demostrando— que es posible formar en el proceso revolucionario esa nueva generación más revolucionaria.

Es necesario realmente no tener fe en la Revolución, ni fe en las ideas revolucionarias, ni fe en las ideas marxistas, ni fe en la pedagogía, ni fe en las masas, para pensar que en el proceso revolucionario la juventud retrocede.  Porque nosotros estamos viendo que en el proceso revolucionario la juventud avanza (APLAUSOS).  ¡Y es necesario que nos propongamos seguir por ese camino!

En la Revolución suelen ocurrir varias revoluciones.  Nosotros en una ocasión hemos dicho que con relación a la mujer se ha producido dentro de la Revolución una revolución.  Y podemos decir igualmente que dentro de la Revolución se está produciendo una impresionante revolución de la pedagogía, que está influyendo decisivamente en nuestros jóvenes.

¿Qué hemos podido observar con los estudiantes de los institutos tecnológicos?  ¿Qué hemos podido apreciar con los estudiantes de los institutos tecnológicos que marcharon a los campos a trabajar durante 90 días?  Pues hemos podido apreciar un fenómeno extraordinario.  Esos jóvenes no iban allí a trabajar por ningún sueldo, no iban allí a trabajar por dinero; iban con la conciencia clara de que hacía falta su esfuerzo para el desarrollo económico del país; iban con la conciencia clara de que era necesario que ellos participaran en ese esfuerzo, no solo como una necesidad económica, sino también como una necesidad pedagógica.

¿Y qué ha ocurrido?  Algo que ha ejercido su influencia sobre los obreros habituales y los campesinos en todas partes donde han estado.  Han ejercido una influencia extraordinariamente positiva.  ¿Por qué?  Porque si la jornada de trabajo es de ocho horas, nuestros estudiantes trabajaban 14 horas, 15 horas, 16 horas, y, en ocasiones, hasta 18 horas diarias (APLAUSOS).

¿Qué ha ocurrido en todas partes con los estudiantes tecnológicos, con los estudiantes preuniversitarios, con los estudiantes de secundaria básica?  Nosotros al principio creíamos que eso iba a ocurrir, lógicamente, con los estudiantes de los institutos tecnológicos, muchos de ellos campesinos, muchos de ellos de procedencia obrera.  Pero cuál no sería la admiración de todos nosotros, al ver que los estudiantes de los preuniversitarios de las ciudades, que los estudiantes de las secundarias básicas, que los estudiantes en general, tenían exactamente la misma actitud; y es más:  ¡tenían cada vez una actitud mejor!

Y lo mismo que ocurría con nuestros estudiantes ocurría con los compañeros del ejército que participaban en las actividades productivas, y ocurría con los compañeros del Ministerio del Interior que trabajaban en estas actividades.

De manera que puede afirmarse ya que una inmensa masa, una masa de cientos de miles de jóvenes en este país, se está habituando y está demostrando ser capaz de trabajar y de producir con concepciones enteramente nuevas (APLAUSOS); que una enorme masa de cientos de miles de jóvenes es capaz de trabajar duplicando y aun triplicando los rendimientos de los trabajadores habituales, sin la idea de que con ese trabajo resuelve su problema, sino con la idea de que con su trabajo resolverá definitivamente el problema de toda la sociedad (APLAUSOS).

No es esto, sin embargo, lo que hacen absolutamente todos en este país.  Hay que decir que al lado del impresionante movimiento de nuestro pueblo, y principalmente de nuestros jóvenes, con la incorporación al trabajo productivo, subsisten aquellos cuyas ideas y cuyos actos se apartan por completo de ese interés colectivo, de esa aspiración colectiva.

Nosotros en nuestros recorridos por todo el país hemos tenido ocasión de impresionarnos del esfuerzo que están haciendo los jóvenes.  Nosotros hemos visto compañeras militantes del Partido que han ido por dos años a la agricultura, trabajando al mediodía bajo un sol abrasador (APLAUSOS).  Nosotros hemos visto columnas de muchachas jóvenes, procedentes de la Juventud o procedentes del pueblo, sin ser militantes del Partido, incorporarse también por dos años a las tareas productivas.

Pero es más:  hemos visto a muchos jóvenes haciendo trabajos muy duros.  En el sur de La Habana, en días recientes, nos encontramos un destacado contingente de jóvenes metidos en el barro y en el fango cultivando berro.  Y cultivar berro en el fango era una actividad que en el pasado realizaban solo los trabajadores que vivían en las más pésimas condiciones de vida; trabajo que realizaban emigrantes japoneses o emigrantes chinos, que se veían obligados a realizar esas tareas en el capitalismo.  Y, sin embargo, nosotros hemos podido ver numerosos jóvenes de esta generación realizando, con el mayor entusiasmo y con la mayor productividad y con el mayor espíritu revolucionario, esas tareas (APLAUSOS).  Y hemos visto numerosísimos ejemplos de este tipo.  Pero también al lado de estos ejemplos vemos, en muchos pueblos, al vago que no produce nada (EXCLAMACIONES); vemos en muchos pueblos a hombres fuertes que se dedican a fabricar pirulíes (EXCLAMACIONES); y, claro, cualquiera que fabrique pirulíes aquí, cuando la gente tiene dinero, puede ganar todo el dinero que quiera fabricando y vendiendo pirulíes (EXCLAMACIONES).  Resultado:  que mientras hay decenas de jóvenes bajo el sol abrasador del mediodía trabajando en los cañaverales, o trabajando en las montañas, o trabajando en el fango, o trabajando en condiciones durísimas, y que por su trabajo reciben una modesta remuneración, tenemos aquellos que aspiran no a eso, no a trabajar para la sociedad, sino a vivir del trabajo de la sociedad; aspiran a vivir del trabajo de esos, del que está al mediodía en el cañaveral, o el que está en los pantanos donde se produce el berro (EXCLAMACIONES y APLAUSOS).

¿Y por qué?  Porque vendiendo pirulíes o vendiendo refrescos, o vendiendo frituras, va a ganar diez veces lo que está ganando aquel que está bajo el sol abrasador.  Pero es el del sol, el que trabaja al sol abrasador quien crea las riquezas, quien crea los bienes de los cuales aquel recibe una parte superprivilegiada (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).

Y estas son cosas que es necesario que nuestro pueblo se vaya planteando, no sea que mientras una parte grande del pueblo realiza esfuerzos cada vez mayores, esfuerzos cada vez más heroicos y titánicos por elevar las riquezas de este país, haya un sector que no piense en nada de eso, sino de vivir parasitariamente de esas riquezas que otros están creando.

Y no se trata ya de la explotación de los capitalistas, sino de la explotación del pueblo trabajador por los parásitos, por los que no aspiran a crear riquezas, sino a inventar la forma de cómo reciben de esa riqueza la mayor proporción posible con el menor esfuerzo.

y la Revolución ayuda al débil, ayuda al enfermo, ayuda al anciano, ayuda a todos los que lo necesitan, y nuestro pueblo trabajará siempre gustoso por ayudar a los que lo necesitan, y ayudarlos generosamente; pero nunca para ayudar a los parásitos (APLAUSOS).

Esto no quiere decir que la Revolución vaya mañana a decretar una ley prohibiendo todas esas actividades parasitarias.  No.  La cosa hay que tomarla con calma, y lo primero de todo es empezar a tener conciencia del problema.

Y lo que resulta es que muchas veces una actividad parasitaria surge donde hay una deficiencia en la economía estatal, o donde un servicio no se presta debidamente.  Porque lógicamente si cualquier servicio, digamos las tintorerías, no funcionan bien, nada tiene de extraño el que empiecen a surgir multitud de pequeñas tintorerías.  Si en un lugar donde hay mucho calor y donde se congregan numerosas personas, los organismos correspondientes del nivel municipal, o regional, o nacional, no son capaces de poner allí un poco de limonada con hielo, surge el parásito y pone allí —comprando el azúcar en la bodega y el limón donde sea— la limonada con hielo (APLAUSOS).

Si nuestras industrias, empeñadas como es lógico en producir infinidad de cosas que son muy importantes:  arados, gradas, combinadas, centros de acopio, etcétera, etcétera, se olvidan de producir escobas, como hay cientos de miles de familias que tienen que barrer la casa todos los días, si no hay escobas entonces surgen multitud de pequeños productores de escobas ganándose 30, 40 y 50 pesos diarios, vendiendo escobas al precio que les da la gana (APLAUSOS).

Es decir que son dos tipos de males que se juntan:  la ineficiencia de nuestra economía, o de ciertas ramas de nuestra economía; la falta de agilidad de flexibilidad, de inventiva, de imaginación, para resolver muchos de esos problemas, que son problemas de la vida cotidiana.  El país no puede prohibir la fabricación de escobas mientras nuestra industria ligera no fabrique escobas; pero está visto que si fabricaran escobas no habría que prohibir nada, porque los productores de escobas quedaban fuera del mercado.

Pasaría algo similar a lo que me decía en la mañana de hoy un compañero por la carretera que se está construyendo de Santiago a Pilón.  Decía:  “Están muy contentos los campesinos con las guagüitas.”  Y le preguntaba:  “¿Ya llegaron entonces?”  “Sí.  Y cobran cinco centavos de granja a granja y 20 centavos de tal lugar a tal lugar, y los boteros cobraban un peso.”  Dice:  “Los boteros se han arruinado.”  Se han arruinado los boteros, ¡claro que se tienen que arruinar los boteros!; claro, porque ese es un ejemplo muy evidente de cómo choca el egoísta interés individual con los intereses de la colectividad.

Nosotros ahora, en la provincia de Oriente y en todas partes, estamos construyendo multitud de caminos, y caminos que están marchando con una gran rapidez; pero detrás de los caminos irán las guagüitas, porque no sería legítimo que el país se gastara millones de pesos en esos equipos, que salen del que corta la caña, del que extrae el mineral, del que produce el azúcar, del que produce el tabaco, del que produce los recursos de este país, las divisas de este país, y que además obreros que trabajan en esas brigadas realicen con entusiasmo jornadas agotadoras, para que detrás del camino perfectamente trazado, sin baches, pavimentados en muchas ocasiones, vayan los boteros a hacerse ricos; porque detrás del camino irá la guagüita, o irá cualquier cosa, para que aquel trabajo del pueblo no se convierta en riqueza y privilegio de parásitos (APLAUSOS).

Esto no quiere decir que mañana vayamos a suprimir al botero, porque mientras no tengamos suficiente transporte, suficientes ómnibus, suficientes camiones —aunque nos duela ver a aquel hombre convertido en un especulador y cobrando diez veces lo que vale el pasaje— no lo podemos suprimir, porque puede haber alguien que aunque lo atraquen tenga necesidad de usarlo en un momento dado, y no hacemos nada con suprimirlo y no sustituirlo por un transporte más eficiente y más seguro.

Por eso, no se asusten los boteros, entre los que los hay buenos y los hay regulares y los hay malos.  Los malos seguro que todos ustedes los conocen; y algunos de los buenos yo he tenido oportunidad de conocerlos, cuando un día nos encontramos en un vivero de café un gran número de trabajadores de la ANCHAR ayudando allí en el trabajo de llenar las bolsas y trabajando en los viveros del plan de café.

Es decir que cuando nosotros hablamos de algunos de estos vicios no queremos que se entienda mal, no queremos que se crea que en el mismo concepto tenemos a todos, porque justo es decir que los hay de todas clases:  los hay conscientes, que son incapaces de atracar a nadie cuando tiene un dolor, cuando está enfermo, y los hay que atracan a cualquiera si tienen la oportunidad.

Les decía que nosotros tenemos que confrontar la realidad de una sociedad en tránsito, donde hay y habrá todavía mucha gente que trate de aprovecharse del esfuerzo de los demás, y que nosotros debemos tomar conciencia de este problema.  Hay quienes ponen un barril en la puerta de la casa, o una tarimita, y empiezan a vender huevos fritos.  Pero los huevos que venden allí son los huevos del plan que la Revolución ha desarrollado para facilitar el abastecimiento por la libre de huevos para el pueblo, es el resultado de las posturas de más de 5 millones de gallinas en las granjas estatales.  Y no desarrollamos esos planes para que haya quienes se dediquen a la venduta de huevos fritos, comprando el pan en la panadería, lo otro por allá, la manteca en bolsa negra, etcétera, y ganando 30 ó 40 pesos vendiendo huevos fritos.  Porque cualquiera sabe que si allí mismo se pone ahora un timbiriche de huevos fritos, muchos de los que no han almorzado que están allí van y compran el huevo frito.

Así que no es ningún arte; más que un arte es un verdadero vicio y un vicio que surge como consecuencia de la unión de una serie de circunstancias.  No quiere decir que tengan que estar los organismos de la Revolución viendo dondequiera que se pueda vender un huevo frito para que no le pongan allí un timbiriche de huevos fritos.  Tampoco podemos caer en la irracionalidad, en la irracionalidad de entrar en competencia con esos señores.  Pero pongo estos ejemplos porque son muy reales, y lógicamente es más fácil poner un timbiriche de huevos fritos que ponerse a trabajar en la construcción de los edificios.  Pero ese señor que vende huevos fritos querrá beneficiarse con todas las leyes de la Revolución:  que si hay rebaja de alquiler, rebaja de alquiler; que si no paga alquiler, que no pague alquiler; que si se construyen edificios nuevos, que le den una casa; que si no se cobra el agua, que no le cobren el agua; que si tienen un balneario gratuito, un balneario gratuito; que si van a un hospital aunque tengan que hacerle una operación carísima, le hagan la operación carísima gratis, puede ir al “Lenin”, puede ir al nuevo hospital que se acaba de inaugurar en Bayamo, o al nuevo hospital que se acaba de inaugurar en Sagua.

Y, entonces, claro, todo eso ha costado mucho trabajo de los obreros de la construcción, de todos los trabajadores que aportaron sus recursos a la economía.  Pero el timbiriche no paga ni impuestos y se beneficia, en cambio de todo, es decir, del trabajo de todos los demás.  Esas son realidades de las cuales nosotros debemos tomar conciencia.

Y no quiere decir esto que la Revolución va a suprimir los timbiriches.  ¡No se asusten los timbiricheros ni se asusten los comerciantes!  Lo que queremos decir es que incluso el capitalista prohibe que nadie monte un timbiriche sin la correspondiente licencia para montar el timbiriche; y que esta Revolución no es capitalista; y que si los capitalistas lo prohiben, con mucha más razón lo prohibiremos los socialistas (APLAUSOS).

Y queremos decir con esto que no se asusten los que tienen timbiriche; que se asusten en cambio los que abran nuevos timbiriches, que se asusten los que estén pensando vivir de esas actividades parasitarias al margen de la producción de bienes materiales, porque esa juventud y ese pueblo no están trabajando y no están sacrificándose para alimentar parásitos de ninguna clase (APLAUSOS).

Y algo más:  algún día las actividades industriales privadas y las actividades comerciales privadas de cualquier tipo serán prohibidas terminantemente por la ley revolucionaria (APLAUSOS).

Nosotros sabemos muchos de los negocitos que hacen muchos de esos señores que tienen en sus manos el problema de la distribución; nosotros sabemos cuántos privilegios favorecen; nosotros sabemos cuántas veces le quitan a un trabajador para guardárselo a un burgués que tiene plata, porque quedan en este país muchos burgueses con plata.

Ocurre, como nos decía un campesino hace algunos días por el sur de La Habana, que estábamos nosotros haciendo un recorrido escogiendo tierras para el fomento de siembras de arroz, y un campesino que estaba por allí nos dice:  “Oiga, me alegro de que usted venga, porque yo ando pidiendo que me den unas besanas ahí para sembrar arroz.”  Y le digo:  “Mire, ¿usted cree que de verdad el problema del abastecimiento del arroz en este país se va a resolver con unas cuantas besanas de las que usted produzca ahí?

¿Usted no ve que hay que producir arroz para millones de personas, y con la besana, con el pedacito de tierra ese van a comer usted y algunos otros ricos que van a venir a comprar el arroz aquí?”  Dice él:  “Es verdad, es verdad.  ¿Usted sabe lo que es pagar hasta 250 pesos por un saco de arroz?”  Y yo le decía:  “¡¿Doscientos cincuenta pesos?!  Dígame, amigo, ¿quiénes son los que compran ese arroz por 250 pesos?”  Y me dice el campesino —evidentemente de una manera injusta—:  “Los médicos y esa gente.”  Yo le digo:  “Pero, mire, serán algunos médicos, porque hay en este país muchos médicos revolucionarios que están de lleno dedicados a trabajar en los hospitales, sirviendo al pueblo en las montañas, en los hospitales, en todas partes, enseñando.”  Pero evidentemente para aquel campesino todavía el título de doctor equivale al título de rico, el título de médico equivale al de rico, pero él me dijo así.  A lo mejor si no está oyendo la pelota debe estar oyendo esta conversación y se debe estar acordando en este momento.

Y decía eso:  “¡Doscientos cincuenta pesos por un saco de arroz!”  Y le decíamos:  “Mire, nosotros vamos a acabar con este negocio del arroz igual que se acabó con el de los huevos.”  Ahora estamos decididos a resolver ese problema, y no con esos pedacitos, que sirven precisamente para la especulación.  Porque muchos de esos negocios viven de la especulación.

Está de más decir que si nosotros hubiéramos querido liquidar todo eso, lo habríamos liquidado, pero es que no queremos proceder drásticamente.  Es que estamos conscientes de que tenemos que atravesar este amargo proceso, es que estamos conscientes de que primero debemos lograr una mayor eficiencia en todo el trabajo socialista, y es que estamos muy conscientes de que el arma fundamental para liquidar esos vicios que subsisten es el incremento de la producción.  Eso lo sabemos.  Pero conocemos todos esos negocios, y deseamos expresar que en un futuro las actividades privadas industriales de cualquier tipo y las actividades comerciales de cualquier tipo serán prohibidas por las leyes revolucionarias (APLAUSOS).

Desde luego, partimos del concepto de que la Revolución es la alianza de los obreros y de los campesinos, no la alianza de los obreros y los burgueses, no la alianza obrero-comerciante, es la alianza obrero-campesina.  Y solo concebimos como aliado de la Revolución al campesinado, que aunque es propietario de su pedazo de tierra la trabaja y la hace producir con sus propias manos y con su sudor; aunque desgraciadamente hay muchas veces campesinos que, por exceso de ingenuidad, le venden al especulador que va allí a comprarle, le venden al que le sobra el dinero.  Y siempre les hemos dicho a los campesinos...  En ocasiones cuando por las montañas de Oriente nos han dicho algunos campesinos:  “Hay problemas con los zapatos”, les decimos:  “Es verdad, pero ustedes toman mucho café; y es una lástima que ustedes no tomaran un poquito menos de café para que los obreros que fabrican esos zapatos puedan tomar un poquito más de café.”  Y son precisamente esos obreros los que resultan perjudicados cuando los campesinos le venden a cualquier especulador los productos.

Y nosotros, por eso, tratamos de hacerle conciencia al campesino, al campesino tenemos que hacerle conciencia.  Pero nosotros no somos aliados de los comerciantes.  Esto no quiere decir, señores —repito y aclaro una vez más—, que mañana vayamos a suprimir a los comerciantes, que incluso cuando nosotros en un futuro prohibamos las actividades comerciales dejemos de tener en cuenta muchos casos.  Lo hemos hecho siempre en cada una de las leyes revolucionarias; hemos hecho excepciones con todos aquellos que tienen una actitud honorable, con todos aquellos que tienen una actitud honesta.  Hay incluso muchas personas de cierta edad —lógicamente eso no es una preocupación para nosotros—, gente de cierta edad que no puede realizar otra actividad, que viene desde hace mucho tiempo realizando esas actividades; todos esos casos los tendremos en cuenta.  Pero pierda la esperanza todo el que crea aquí que violando los propósitos de la Revolución, los principios de la Revolución y los objetivos de la Revolución, aspire a vivir de parásito, rehuyéndole el cuerpo al trabajo productor, para vivir del sudor de los demás, porque la Revolución se encargará de quitarle toda esperanza de poder vivir aquí del parasitismo.

Nosotros sabemos que mucho parasitismo subsiste todavía, pero ese parasitismo no se puede arrancar de la noche a la mañana.  Un pueblo no puede, por mucha voluntad y mucho deseo que tenga, abolir de la noche a la mañana todos los vicios del pasado y todas las estructuras del pasado.

Pero la Revolución se propone ser revolución de verdad, la Revolución se propone construir el socialismo y llegar al comunismo (APLAUSOS).  Y el hecho de que la Revolución trate de evitar medidas drásticas y medidas radicales no implica que la Revolución sea blanda, no implica que la Revolución pierda de vista sus objetivos.  Porque no puede subsistir al lado de una generación nueva, que crece y trabaja, todo desprendimiento, todo entrega a los intereses de la sociedad, al lado de aquellos, los que siguen la idea contraria:  todo contra los intereses de la sociedad, todo para ellos, con exclusión de lo que pueda convenirle al resto de la sociedad.

Nos parece conveniente que hoy, cuando nosotros resaltamos ese espíritu de nuestra juventud, ese sentimiento nuevo que se desarrolla en nuestro pueblo en favor del trabajo y en favor de la creación de las riquezas, hagamos también esta explicación, hagamos este llamado a la conciencia del pueblo, ayudemos a formar esta conciencia, y advirtamos a aquellos que piensan vivir por caminos que se aparten del interés de la sociedad de que ese es un camino equivocado.

En estos instantes, si ustedes nos preguntan cuál es la cosa fundamental en nuestra Revolución, cuál es el signo más característico de nuestra Revolución, nosotros responderíamos sin vacilación alguna que el trabajo.  El trabajo es lo que en este momento más caracteriza a la Revolución.

Cuando nosotros veníamos para este acto, una conmemoración más, nos preguntábamos qué debíamos decirle al pueblo.  Porque no nos reunimos ya simplemente para gritar de júbilo, para celebrar glorias pasadas; nos reunimos para rendir el merecido tributo de recuerdo, de cariño y de respeto que merecen y que merecerán siempre los hombres que han caído por esta Revolución; pero nos reunimos también para decir que solo hay un modo de respetar y de amar a esos que dieron la vida, a esos que lo dieron todo por su país y por su revolución, ¡y es el trabajo, es la lucha!

¿Cómo debemos nosotros conmemorar cada una de estas fechas cada año más?  Avanzando, ¡avanzando!

Dícese que alrededor de este 26 de Julio ha habido mucho júbilo, dícese que ha sido desbordante la alegría del pueblo en la ciudad de Santiago de Cuba, dícese que ha sido grande el entusiasmo en esta provincia.  Y ciertamente es porque algo hemos hecho, porque algo hemos avanzado.  Lo que cada día como el de hoy debemos preguntarnos siempre es:  ¿Qué hemos hecho?  ¿Cómo hemos cumplido?  ¿Cuánto hemos trabajado?  ¿Cuánto hemos avanzado?  Porque si dentro de dos años o de tres años nos reunimos aquí, y en el recuento de lo que hemos hecho, de lo que hemos trabajado, de lo que hemos creado, de lo que hemos avanzado, no aparece un saldo verdaderamente positivo, habría que decir que no valdría la pena reunirse en una fecha como la de hoy (APLAUSOS).  Y esta fecha recuerda un día de lucha, esta fecha recuerda un día de sacrificios, esta fecha debe recordarnos a todos nuestros deberes, nuestras obligaciones más sagradas.

Nuestro pueblo ha luchado en estos años, nuestro pueblo ha trabajado en estos años, pero creemos que aun es poco, creemos que debemos luchar más, creemos que debemos trabajar más.

En estos instantes nuestro país se rige por el espíritu del trabajo y las virtudes de los ciudadanos de este país, su espíritu revolucionario, se mide por su espíritu de trabajo.

Nuestro país tiene muchas cosas todavía que hacer; nuestro país tiene por delante muchas tareas que cumplir.  Y, ¿cuál es en este momento nuestra situación?  Nosotros creemos sinceramente, y podemos así afirmarlo al pueblo en este 26 de Julio, que un vigoroso espíritu de lucha y de trabajo se está desarrollando.

Nuestro país cuenta en este momento con muchos más medios de trabajo que en ningún instante anterior; nuestro país cuenta con más recursos que en ningún instante anterior; nuestro país cuenta con más organización, con cuadros más serios, con cuadros más experimentados, que en ningún otro momento anterior.

Nuestras fuerzas están desplegadas, nuestros recursos están desplegados; pero aun no están desplegados todos los recursos con que vamos a contar.

En el período de un año una impresionante cantidad de medios de producción estarán a nuestra disposición, sobre todo en lo que se refiere al trabajo de la agricultura.  Y este mismo año, el primero de noviembre, comenzará a trabajar una brigada gigante desbrozando el terreno, que comenzará con 142 buldóceres, y tendrá 250 buldóceres, más otras 250 máquinas de estera en el primer trimestre del año 1968.  Y nos proponemos con todos los equipos que hay en el país, más el esfuerzo de esta brigada —que será organizada y mandada por oficiales del ejército—, desbrozar en un año 15 000 caballerías de tierra que, unido a las 15 000 que podrán buldocear el resto de las máquinas, harán para el próximo año unas 30 000 caballerías de tierra de desbrozamiento.

Es decir que en el primer trimestre del año 1969 no quedará en el país una sola pulgada de marabú, de manigua, o de tierra sin cultivar.

En estos instantes, en las montañas de Oriente, Las Villas y Pinar del Río, hay trabajando —o están en camino hacia los sitios de trabajo— 22 brigadas de camino.  Para esta misma fecha el año que viene tendremos en total 56 nuevas brigadas de caminos y carreteras en todo el país.

Los campesinos de las montañas, los campesinos que se encuentren aquí presentes, de Victorino, de San Lorenzo, de las Mercedes, de Matías, de Dos Palmas, o de Bernardo, o de Bayate, o de Paraíso, o de los Pinares de Mayarí; en todos esos sitios donde están trabajando las nuevas brigadas, saben lo que significa para ellos esos caminos (APLAUSOS); los que trabajan en los campos, muchas veces incomunicados, saben lo que significan para ellos esos caminos.

Y simultáneamente, para esta fecha, estarán trabajando dos grandes brigadas hidráulicas de 150 buldóceres y 250 camiones de 12 toneladas cada uno.

Es decir que estamos en los inicios de un esfuerzo en el campo de la agricultura de impresionante magnitud; nuestro país se llenará de caminos y carreteras, no quedará una pulgada de tierra sin cultivar, no quedará una gota de agua sin almacenar.

Cuando se termine el desbrozamiento del marabú y de la manigua, en el segundo trimestre de 1969, estarán incorporados 1 000 buldóceres y más 1 500 camiones a las obras hidráulicas.  Las obras hidráulicas adquieren para nuestro país una importancia cada vez mayor.

Este mismo año es una buena prueba.  Es este el año, de estos años de revolución, en que se ha hecho con la caña el mejor trabajo; es este el año en que a lo largo del país se ha hecho un trabajo más cuidadoso y más esmerado con la caña.  Prácticamente todas las cañas del país, estatal y privadas, han recibido una fórmula de fertilización completa; pero además los aviones agrícolas, tripulados por los pilotos de nuestra fuerza aérea, han regado urea foliar en más de 50 000 caballerías de caña.

Sin embargo, frente a ese extraordinario y titánico trabajo —ese trabajo que han estado haciendo más de 100 000 hombres, manejando máquinas o trabajando con sus brazos, guataqueando la caña en estos meses de calor—, frente a ese trabajo, ¿qué hemos tenido con el clima?

Pues hemos tenido el clima de este año.  Los santiagueros saben bien que esta es la primavera más inusitada que hemos tenido; hace dos meses, o 60 días en plena primavera, que en muchos lugares de esta provincia no cae una gota de agua.  Y lo mismo ocurre en Camagüey después de las lluvias que cayeron los primeros 10 días de junio.

¡Cincuenta días sin que haya caído una sola gota de agua en la mayor parte de estas provincias!  Las lluvias en Las Villas, Matanzas y La Habana, se retrasaron hasta el mes de junio; y en Las Villas hay también sequía.

Es decir que frente a un abrumador, un titánico esfuerzo, tenemos que estar dependiendo del azar, del imponderable; ver los mapas todos los días, día a día, y encontrarse muchos días en que no hay un solo rincón del territorio nacional donde haya llovido.  Y esa es la situación:  unos años, como el año pasado, muchas lluvias; años como este, sencillamente porque no le dé la gana de llover en primavera.  Unas veces porque viene el Flora y ahoga a más de 1 000 personas, y ahoga a más de 100 000 cabezas de ganado, y destruye decenas de millones de riquezas por el exceso de agua; y otras veces porque no llueve.  ¿Qué nos indica esto, qué nos dice esto?  Que tenemos que trabajar y que tenemos que trabajar mucho, porque nos gusta disponer de las cosas que necesitamos para vivir, nos gusta que haya de todo fresco siempre.  Pero eso no se logra simplemente con buenos deseos.  Hay que trabajar, y hay que trabajar en un sentido correcto.  Y una de las cosas que este país tiene que hacer es sencillamente proponerse construir suficientes embalses para que no se vaya una sola gota de agua al mar; y si construimos todos los embalses que se pueden construir, entonces nosotros podremos irrigar —¡irrigar!— más de la mitad de la superficie del país, podremos irrigar más de 250 000 caballerías de tierra, todas las cañas, todas las áreas vianderas, todas las áreas que necesitamos para nuestro consumo y para nuestras exportaciones.  Y ese es uno de los propósitos de la Revolución.

No debemos descansar mientras haya un solo rincón del país sin camino, no debemos descansar mientras haya una sola pulgada de tierra sin cultivar; y no tenemos derecho a descansar mientras una sola gota de agua en este país se vaya al mar.  Y no solo tenemos la voluntad de hacer eso, sino que disponemos afortunadamente de los medios para hacer eso.  Y el próximo año podremos incrementar algunas siembras de manera considerable:  8 000 nuevas caballerías para sembrar arroz; 2 000 nuevas caballerías para algodón, que produce un artículo tan necesario; 8 000 nuevas caballerías de cítricos con café y frijoles intercalados; además de unas 20 000 caballerías de pasto, más el incremento correspondiente al plan perspectivo de caña, más los incrementos de viandas en áreas de regadío para que la vianda en este país no tenga que depender ni de los excesos de lluvia, ni de la falta de lluvia, ni de las lluvias demasiado tempranas o de las lluvias demasiado tardías.  Y eso sin sacrificar un ápice el cumplimiento de nuestro plan perspectivo azucarero.

Y en este momento se trabaja a lo largo y a lo ancho del país, desde la península de Guanahacabibes hasta la Punta de Maisí, incluyendo Isla de Pinos, incluyendo las zonas montañosas (APLAUSOS).  Ahora me doy cuenta de que esa vanguardia que está ahí trabaja en Isla de Pinos (EXCLAMACIONES).  Ustedes seguramente sí conocen bien lo que se está haciendo allí en Isla de Pinos.  Yo estoy seguro de que aquí tenemos representantes de todos los jóvenes que están trabajando en todos los planes que se están llevando a cabo en el país.

El trabajo por hacer es mucho, el trabajo por hacer es grande.  No hay duda de que podremos disponer en un tiempo relativamente breve del fruto de esos trabajos, ¡pero hay que trabajar, hay que trabajar!

El próximo año se terminan dos nuevas plantas de cemento que prácticamente duplicarán las cantidades de cemento disponibles.  Ahora bien, tendremos más cemento, tendremos más recursos.  ¿Hacia dónde debemos encaminar nuestro esfuerzo?  ¿Dónde tenemos que construir?  ¿Acaso en La Habana?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Acaso en las grandes ciudades?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)  ¿Dónde tenemos que construir?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En el campo!”)  ¿Dónde son mayores nuestras necesidades?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En el campo!”)  ¿Dónde hay peores viviendas?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En el campo!”)  ¿Dónde se vive todavía sin agua corriente, sin electricidad, sin un techo decoroso donde dormir?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En el campo!”)  ¡Ah!, es precisamente en el campo, porque históricamente el campo fue siempre lo más olvidado.  Las ciudades son bellas, tienen bellas avenidas, bellos edificios, bellos parques; las ciudades tienen prácticamente de todo.

Desde luego, hay algunas ciudades, como la de Santiago de Cuba, donde no había ninguna de esas cosas prácticamente.  Una planta eléctrica vieja que no alcanzaba a encender los bombillos de la ciudad, un charquito para abastecerse de agua, unos hospitales que no se terminaban de construir nunca; y, al fin y al cabo, tenemos ya una moderna termoeléctrica, tenemos una gran represa para abastecer de agua a la ciudad, se han terminado todos esos hospitales e incluso cuenta ya Santiago con una importante escuela de medicina.  Es decir, algunas ciudades con relación a La Habana tenían mucho menos.

Además, Santiago de Cuba es en cierto sentido algo muy estrechamente vinculado a la historia de la Revolución, y la Revolución ha querido demostrarle a Santiago de Cuba su reconocimiento por el apoyo que le dio a la Revolución y por la sangre de sus mejores hijos que derramó en la lucha por la victoria revolucionaria (APLAUSOS).

Pero, en términos generales, no es en las ciudades donde nosotros debemos gastar ese cemento.  Ese cemento debemos gastarlo en los campos; y, en primer lugar, no en cualquier campo, sino allí donde trabajan los obreros de las granjas del pueblo, allí donde están los obreros que cultivan y cortan la caña, que cultivan y producen la vianda que viene al pueblo, la vianda que no va a manos de los especuladores; es decir, de los obreros, muchos de los cuales tienen a sus familias viviendo todavía en los barracones.

Cuando el juicio del Moncada nosotros hablábamos de las miserables cuarterías en que vivían los obreros azucareros, en que vivían los trabajadores del campo.  Y es doloroso que aun, después de ocho años de Revolución, la mayor parte de esos obreros sigan viviendo en las mismas cuarterías y en los mismos barracones.  Es por eso que estas dos primeras fábricas nuevas de cemento que la Revolución terminará de construir el año próximo debemos dedicarlas naturalmente a la construcción de escuelas, hospitales, fábricas en general, acueductos, carreteras y todas aquellas cosas que son de servicios comunes, y al incremento de la vivienda.  Pero debe ser política de esta Revolución destinar la mayor parte de los recursos para construir viviendas al campo y, en primer lugar, a las granjas del pueblo.  Porque, de lo contrario, ¿quién querrá vivir en los campos?  Es mucho pedirle a ese trabajador que lo dé todo, que dé su vida, que nunca tenga la oportunidad de ver una casa decorosa, que nunca tenga la oportunidad de ver agua corriente en aquella casa, ni un bombillo encendido en aquella casa.

y si nosotros estamos volcando el esfuerzo principal de la Revolución en estos años en ganar la batalla de la agricultura, si cada día es mayor la demanda de trabajadores para nuestros campos, es necesario que le demos la debida atención al campo, que hagamos todos los caminos que los campos necesitan, que hagamos las viviendas que nuestros trabajadores agrícolas necesitan.

Y nosotros estamos seguros de que si construimos viviendas en los campos, si creamos las condiciones de viviendas adecuadas en el campo, desaparecerá el éxodo histórico del hombre del campo a la ciudad.

¿Qué hacemos con que miles de personas vayan para las ciudades todos los años?  Si las inversiones se están haciendo en los campos, ¿qué van a hacer a la ciudad?  Fabricar escobas, fabricar pirulíes, armar timbiriches y vender frituras; es decir, parasitear en la ciudad.

Es por eso que nosotros debemos crear las condiciones adecuadas de vida en el campo.  Y estamos seguros de que muchos de esos jóvenes se llenarán de amor por el trabajo que están haciendo, se llenarán de amor por la obra que están realizando allí, y estamos seguros de que muchos de estos jóvenes de estas columnas juveniles querrán permanecer allí, querrán casarse y quedarse viviendo allí si tienen las condiciones adecuadas.  ¿Es o no es verdad?  (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!“)

Y en realidad, no creo que en ningún otro lugar la vida haya de ser más grata para ustedes.

Estos son, naturalmente, años de trabajos duros en que muchos de los procesos agrícolas no están mecanizados; pero se introducen cada vez más y más máquinas, más aviones, más técnica.

Hoy todavía tenemos y tendremos dos o tres años más el terrible trabajo de la guataquea de los cañaverales.  En años venideros será la química la que resuelva ese problema, no el hombre con la guataca limpiando un cordel al día —que así no se resuelven los problemas de ningún país—, sino las máquinas, usando herbicidas para sencillamente elevar la productividad del trabajo y que nos puedan alcanzar los brazos para el propósito de cultivar, como un jardín, de un extremo a otro este país.

Y las condiciones de vida del campo irán mejorando, pero es necesario que todos tengamos conciencia de este problema, que el pueblo, que los dirigentes y administradores de la Revolución tengamos conciencia de este problema.

Otra cosa que se propone la Revolución con relación a los estudiantes y el servicio militar obligatorio.  Hemos estado elaborando un sistema de manera que el estudiante no resulte afectado por el servicio.  ¿Pero cómo?  ¿Dejando de hacer el servicio?  ¡No!  Porque eso sería echar sobre una parte de nuestros jóvenes toda la carga de la vida dura y los rigores del servicio militar.

¿Qué nos proponemos?  Nos proponemos que, en primer lugar, la secundaria básica en vez de tener dividido entre tres años de secundaria y tres de preuniversitario, elevar la secundaria a cuatro años, reducir el preuniversitario a dos, más un año adicional para hacer el servicio en los propios institutos tecnológicos y centros preuniversitarios (APLAUSOS).

Esta será una medida altamente beneficiosa para el país y para nuestros jóvenes.  ¿Por qué?  Porque las armas modernas exigen cada vez un nivel más alto de conocimientos, un nivel más alto de instrucción.

¿Y qué haremos?  Como se supone que en este país todo niño tendrá que ir a la escuela, todo joven tendrá que cursar obligatoriamente la enseñanza secundaria —y nos vamos a tomar la prerrogativa de coartar la libertad que quiera tener cualquier individuo de ser un burro, y tal vez acusen a esta Revolución de despótica porque prive a algunos jovenzuelos del sagrado derecho de ser un analfabeto, del sagrado derecho de convertirse en un ignorante o, como vulgarmente se dice, en un burro—; en este país todo joven tendrá que realizar la enseñanza primaria y la secundaria además (APLAUSOS).

De manera que es de suponer que en años futuros todo joven se gradúe de secundaria y, además, deba ingresar en un centro de enseñanza preuniversitaria, bien sea instituto tecnológico, bien sea un preuniversitario.  Y entonces harán el servicio militar los varones al ingresar en los institutos tecnológicos y en los centros preuniversitarios.  De esta manera no se perjudica el plan de formación de jóvenes; se amplían los estudios un año, pero junto con ese año va el servicio militar obligatorio.

Nosotros esperamos que todos los jóvenes y todos los padres comprendan cuán altamente beneficiosa es esta medida, por cuanto sabemos de muchos que se preocupan porque los hijos estaban estudiando en la secundaria o en la preuniversitaria y de repente fueron llamados al servicio, con la posibilidad de tener que dejar de estudiar dos o tres años en algunos casos, a pesar de todas las facilidades que en las fuerzas armadas se da a los reclutas que son estudiantes.

Y en cuanto a las mujeres, será optativo también ingresar en tecnológicos y en preuniversitarios donde hagan también el Servicio Militar Obligatorio (APLAUSOS).  No será la Revolución quien discrimine a las mujeres.

Y nosotros sabemos por experiencia que en los llamamientos que se han hecho para las escuelas de oficiales se ha dado un fenómeno muy interesante, y es que un número igual de mujeres jóvenes han solicitado ingresar en las escuelas militares, un número de mujeres igual que el de varones (APLAUSOS).

Entendemos que en este país todo el mundo debe prepararse para la lucha, todo el mundo debe prepararse para el combate, todo hombre y toda mujer, todo joven y todo viejo; aunque esto de decir viejo hay que decirlo con un concepto nuevo, puesto que a quien es viejo pero es revolucionario y es patriota y es capaz de pelear, no se le puede llamar viejo en el viejo concepto de la palabra (APLAUSOS).

Este país tiene que prepararse para todo.  Y lo que en este 26 de Julio nosotros queremos decirle al pueblo es que resulta necesario, vitalmente necesario, como un salto de calidad en esta Revolución, que este país se prepare para todo; que este país trabaje más, a la vez que este país se fortalezca más.  Y es que esas dos cosas van parejo:  en la misma medida en que trabajemos más, seremos más fuertes militarmente; y en la misma medida en que seamos más fuertes militarmente, podremos trabajar con más seguridad, podremos trabajar con más confianza en el futuro.

En estos años después del triunfo de la Revolución este país indiscutiblemente se ha ido fortaleciendo, y este pueblo se ha ido fortaleciendo para el combate.  En estos años ha crecido considerablemente nuestra capacidad combativa.

Hoy día, esta Revolución cuyo primer día de combate fue en el Moncada con apenas 120 hombres, que prosiguió en el “Granma” con 82 combatientes, que un día se vio reducida a menos de 12 soldados; este país que enfrentándose a tan grandes sacrificios inició el camino de la liberación, puede afirmar hoy con satisfacción que en caso de cualquier agresión está en condiciones de armar a más de medio millón de soldados (APLAUSOS).

Y a decir verdad, nuestros enemigos saben que no estamos descuidados.

En días recientes se publicaban algunas declaraciones de algunos señores del Pentágono o del State Departament o del gobierno imperialista de Estados Unidos, y hablaban de que el caso de Cuba no era tan fácil, porque los aviones de Cuba no estaban en hileras, así, que podían ser todos destruidos en un ataque por sorpresa, sino que estaban bien protegidos; y que nuestros tanques estaban bajo tierra, y nuestros cañones y nuestras armas; y que no sería fácil sorprendernos como han sorprendido a otros países.  Y concretamente hablaban del caso de Egipto frente a la agresión israelita.

Y eso lo sabemos nosotros desde hace rato.  Porque antes de la agresión en el Cercano Oriente estuvieron la agresión en Viet Nam y los ataques sorpresivos de Girón y la costumbre esa traidora de atacar por sorpresa al amanecer para tratar de destruir los medios de combate.  ¡Y nuestros medios de combate tendrán que destruirlos bajo tierra o combatiendo!

Y es bueno que se percaten de eso para que no se equivoquen ni se imaginen que invadir este país es una cosa fácil.

A cada rato —como decía Raúl hace unos días en la graduación del curso de oficiales de la Escuela Superior— sale un vocero del gobierno yanki diciendo que ellos no tienen ningún compromiso de no invadir a Cuba.  ¡Y a nosotros qué nos importa si se creen que tienen o no tienen compromiso!  (APLAUSOS)

Lo primero que cabe preguntar es qué derecho tienen a invadir este país.  Es lo primero que cabe preguntar.  ¡Y lo segundo que cabe preguntar es que si acaso pueden invadir este país!  (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”)

Este país puede ser atacado, incluso militarmente ocupado después de feroces luchas.  ¡Pero este país, en el concepto militar de la palabra, jamás podrá ser vencido!

Y es necesario que todos los cubanos, todos, tengamos presente algunas cosas.  No vamos a hablar de correlaciones de fuerzas entre el imperialismo y nosotros; no vamos a hablar de cuántos aviones pueden poner sobre nuestras cabezas ni cuántos soldados; no vamos a hablar del apoyo exterior, que nosotros debemos decir realistamente que estamos a considerable número de miles de millas de cualquier país que nos pueda dar cualquier ayuda exterior, ¡y que en caso de invasión aquí debemos aprender a acostumbrarnos a la idea de que vamos a combatir solos!  (APLAUSOS PROLONGADOS)  Si los imperialistas creen que nosotros seguimos una línea revolucionaria consecuente a costa ajena, están equivocados.

No dudamos de que todos los que estén aquí combatan, incluso que muchos de los técnicos que se encuentran en este país combatan también; nosotros hemos visto su actitud en determinados momentos.  Pero nosotros tenemos que hacernos la idea; que la idea es muy importante, la idea es esencial.

Si nosotros nos hubiéramos dado por vencidos después del Moncada, o si nosotros nos hubiéramos dado por vencidos después del “Granma”, o cuando nos quedamos con muy pocos hombres, que nos volvimos a reunir siete hombres con fusiles, si hubierámos aceptado la idea de la derrota, habríamos estado derrotados.  No fuimos derrotados sencillamente porque jamás adoptamos la idea de la derrota.

Y esa debe ser siempre nuestra actitud, y esa debe ser la gran enseñanza de nuestra historia.  Y esa idea es importante para todo nuestro pueblo, para todos nuestros soldados, para todas nuestras reservas.  Y es que la idea de la derrota jamás puede ser aceptada.

Nosotros poseemos un ejército regular poderoso; pero ese ejército regular poderoso, junto a las enseñanzas de la guerra moderna y del despliegue y de las tácticas de una tropa regular convencional en los tiempos modernos, no debe jamás olvidar su concepción de ejército revolucionario, su concepción guerrillera, su origen guerrillero:  ¡y es que el guerrillero jamás acepta la derrota!  (APLAUSOS)

Una división, una línea de defensa puede ser rota, una división puede ser dispersada, los jefes de la división pueden caer, una unidad militar puede quedarse sin mando; pero mientras haya una escuadra hay el germen de un ejército guerrillero.  ¡Y mientras haya un hombre con un fusil hay el germen de un ejército guerrillero!  (APLAUSOS)

Y la gran enseñanza, la gran enseñanza es que si esa idea se mantiene, si esa idea se apodera de las mentes de cada soldado, no le pasará a este país jamás lo que a otros, no habrá rendiciones, no habrá vencidos, porque siempre un hombre con un fusil en cualquier circunstancia será extraordinariamente peligroso.  Un hombre con un fusil, y mucho más si es un automático, y mucho más si es un AKM, ese hombre es extraordinariamente peligroso para cualquier agresor.

Y la política de este país será —¡sépase y recuérdese bien!— si en cualquier circunstancia nos vemos en la necesidad de enfrentarnos en una guerra patriótica contra un agresor, es que emplearemos la guerra regular y emplearemos la guerra irregular.  Enfrentaremos a masas de tropas con masas de tanques, masas de artillería, y masas de soldados; pero frente a cualquier correlación de fuerzas cada soldado y cada ciudadano de este país capaz de empuñar las armas será como un ejército él solo, cuyo jefe será él, cuya arma será su fusil, y cuyo enemigo será el mismo.

Es decir —y esto no constituye un secreto—, nos defenderemos con las técnicas de las guerras regulares, y nos defenderemos con las técnicas de la lucha guerrillera en todas partes (APLAUSOS).

Y desde luego que hay una palabra absolutamente prohibida en la terminología revolucionaria:  derrota; y por tanto, sinónimo de derrota:  rendición.  Pero algo más, hay una frase que por una cuestión de profundos principios estará abolida siempre de la terminología de esta Revolución, y es la frase:  “Alto al fuego” (APLAUSOS PROLONGADOS).

“Alto al fuego” no se pronunciará jamás en este país mientras una sola pulgada del territorio esté ocupada por algún invasor.  ¡Recuérdese esto bien, y recuérdese siempre!  ¡Y quien pronuncie estas palabras en este país solo podrá ser calificado de traidor, pronúncielas quien las pronuncie!  (EXCLAMACIONES y APLAUSOS PROLONGADOS)

Y esa orden jamás deberá ser obedecida, ordénelo quien lo ordene.  Y esa será la orden que nunca jamás se cumplirá en este país.

Y es necesario que estas ideas, estos conceptos, formen parte esencial de nuestra conciencia revolucionaria.  Y es necesario que el enemigo sepa con qué clase de pueblo tendría que enfrentarse; tal vez lo sabe, tal vez lo ignora, y tal vez lo ignora por ser ciego; pero nosotros lo vemos en nuestro pueblo, lo vemos en nuestros jóvenes, lo vemos en nuestros trabajadores, lo vemos en nuestros campesinos.  Porque incluso hay algunos que son remolones en el trabajo, pero cuando les hablan de peligro de la Revolución agarran a toda velocidad un fusil, ¡y hay que matarlos...!  Incluso algunos que no son virtuosos en el trabajo son virtuosos del patriotismo, aunque esto no quiere decir que la virtud patriótica haya de compensar la debilidad en el espíritu de trabajo; pero lo decimos porque lo hemos visto.

Y este país tiene 7 millones y tanto de habitantes, pronto tendremos 8, y los que en este país hay cada vez son mejores, y cada vez son los mejores, porque los que se marcharon “limpiaron”, “limpiaron” y fueron dejando gente buena, cada vez más los mejores.  Y un pueblo armado con estas ideas, con esta convicción y, además, con armas, no puede realmente ser jamás vencido.

y que los ejércitos regulares se vuelven basura frente al patriotismo, magnífico ejemplo es el ejemplo de Bolivia y las victorias consecutivas del Ejército de Liberación de Bolivia (APLAUSOS).  Hace apenas cuatro meses iniciaron sus acciones, y ya se confiesan cada vez más impotentes los gorilas de aplastar a los guerrilleros.

Nosotros vivimos en un mundo convulsionado.  Dentro de ese mundo convulsionado, en un continente convulsionado donde el imperialismo se considera amo y señor.  Las culpas de la rebelión de los oprimidos en este continente el imperialismo las carga siempre sobre nosotros:  y de todo lo que ocurra en cualquier parte siempre nos culpará a nosotros.  Sin embargo, de que este continente está convulsionado magnífica prueba es lo que está ocurriendo en los propios Estados Unidos.  La población negra, discriminada y explotada en Estados Unidos, se levanta cada vez más con sorprendente valor y heroísmo para exigir sus derechos, y para resistir a la fuerza con la fuerza.

Y precisamente en la mañana de hoy leíamos un cable —y nada menos que de una agencia imperialista— que dice:  “El peor estallido de violencia racial que se recuerda en la historia nacional azotó hoy a más de una docena de ciudades en Estados Unidos, amenazando propagarse desde la costa atlántica a la del Pacífico e imponiendo virtualmente la ocupación militar de Detroit” —lo pronuncio en español— “donde tropas del ejército avanzaron con tanques y descargaron sus ametralladoras contra los francotiradores apostados en las azoteas.

“Esta noche el número de muertos alcanzaba ya las tres decenas, desde el trágico fin de semana, pero las autoridades no vislumbraban aun el fin de la violencia, concentrada particularmente en el corazón del industrializado sector septentrional del país.

“Los daños materiales se cuentan por millones de dólares, 200 de ellos solo en Detroit y sus alrededores, causados” —ahora vienen las frases peyorativas— “por los saqueos y los incendios intencionales que arrasaron manzanas enteras, elevando al cielo columnas de humo similares a las de una ciudad bombardeada en una guerra.

“Bastarían unos pocos arrozales y sería lo mismo que Viet Nam”, comentó un infante de marina negro, conteniendo a duras penas su llanto, al regresar hoy a su casa incendiada en Detroit, tras haber hecho la guerra en el sudeste asiático.

“Después de ese emporio de la industria automovilística norteamericana, la ciudad más afectada por los disturbios probablemente haya sido Cambridge, en Maryland, donde los negros prendieron fuego a dos manzanas de su “ghetto” y libraron tiroteos con la policía o la guardia nacional.

“La violencia sin límites alcanzó hoy la propia New York y se extendió a la vecina Rochester, así como también a Pontiac, Flint y Grand Rapids (Michigan), Toledo y Lima (Ohio), Englewood (Nueva Jersey), Tucson (Arizona)  y Houston (Texas).

“Las tropas federales despachadas por el presidente Lyndon B.  Johnson controlaban al mediodía la devastada Detroit, pero el gobernador de Michigan, George Rommey, decidió mantener en vigor las medidas de emergencia.

“El centro automovilístico del mundo contaba 24 muertos, tres de ellos blancos —vean:  los demás son negros muertos—, “y más de 1 500 heridos desde que estalló la insurrección racial.

“Antes de la intervención de los paracaidistas del ejército, bandas de negros dispararon armas de fuego contra cuatro comisarios policiales y utilizando una ametralladora en uno de los casos.

“Estados Unidos tiene que cambiar o será quemado por los negros, dijo anoche el presidente del Comité Estudiantil Coordinador de la No Violencia, H.R. Brown, herido y detenido después bajo la acusación de incitar a la rebelión a sus hermanos de raza.”

Aquí luego hace una reseña de los lugares donde ha habido violencia.  “Nueva York:  La policía chocó con jóvenes puertorriqueños que tiroteaban y apedreaban a sus miembros desde las azoteas.  Dos personas murieron en los choques.  Fue el tercer estallido en otras tantas noches.

“Pontiac:  Dos negros fueron muertos, uno de ellos por un legislador estatal, dueño de un comercio que estaba siendo saqueado” —el dueño del comercio es siempre el bueno.  “Hubo 40 incendios y 25 detenidos.

“Rochester:  Bombas incendiarias, saqueos y francotiradores apostados desde anoche en el tercer aniversario de incidentes similares.

“Flint:  Bandas de jóvenes negros apedrearon automóviles y comercios antes de entregarse al saqueo.

“Cambridge:  Incendiarios negros prendieron fuego a dos manzanas, quemando una iglesia y una escuela, tiroteándose luego con la policía y la guardia nacional.

“Lima:  Veinticinco negros fueron detenidos por romper escaparates.  No hubo saqueos.

“Grand Rapids:  Bandas de negros apedrearon vitrinas, desataron incendios y combatieron con la policía, la cual terminó por dominarlos.

“Houston:  Grupos de negros salieron a las calles apedreando los comercios y los autos que se encontraban a su paso.  No hubo heridos ni detenidos.

“Englewood:  Francotiradores negros mantuvieron a raya a la policía durante más de una hora antes que la lluvia pusiera fin a los disturbios.

“Tucson:  Más de 100 negros chocaron por segunda noche consecutiva con la policía, arrojándole piedras y botellas, además de una bomba incendiaria contra una droguería.

“Toledo:  Más de 80 personas fueron detenidas cuando se entregaban al saqueo y al pillaje.”

Vean ustedes cómo junto a la represión va siempre la calumnia, y cómo las agencias imperialistas se encargan de hablar de motines, rebeliones, saqueos, pillaje, es decir, para difamar y calumniar criminalmente a los luchadores negros.  Pero lo más trágico para el imperialismo es precisamente esa frase en que habla de un soldado negro que al regresar de Viet Nam se encontró con su casa incendiada, ese infante de marina que dijo:  “Bastarían unos pocos arrozales y sería lo mismo que en Viet Nam.”

Y esta es precisamente la tragedia del imperialismo:  que mientras se convierte en gendarme internacional, se convierte en policía represiva contra el movimiento progresista y contra el movimiento revolucionario en todo el mundo.

Allí, en su propio país, los explotados, los oprimidos, en primer lugar los negros, también se rebelan y luchan; y los puertorriqueños, también explotados, oprimidos y discriminados, se rebelan y luchan.  Es decir, cuando todavía no han sido capaces ni podrán apagar el incendio revolucionario fuera de sus fronteras, la llama de la revolución, surgida de la misma causa, “se prende cada vez más en el seno del propio imperio dominante y agresor.

Desde luego, resultaría ridículo también acusarnos a nosotros de la rebelión y de la lucha de los negros de Estados Unidos, porque ellos saben bien cuáles son las causas que engendran esa rebelión, y que son las mismas que la engendran en cualquier parte del mundo.

Naturalmente que nuestro sentimiento y nuestra simpatía están con los oprimidos en cualquier parte del mundo, y están por tanto con los oprimidos en Estados Unidos, y muy especialmente con ese sector de la población criminalmente discriminado y oprimido que es el sector negro de la población norteamericana (APLAUSOS).

Vivimos en un mundo convulsionado por la lucha, y los imperialistas tratan de intimidarnos, los imperialistas nos amenazan.  Y es por eso que nosotros, que vivimos en este mundo, no solo debemos trabajar y trabajar con ahínco, sino prepararnos cada vez más para defendernos, para combatir, si las circunstancias lo exigen.

La OEA ha decidido aplazar su reunión hasta el mes de agosto, es decir para después de la conferencia de la OLAS; es decir que esperarán la conferencia de la OLAS.  No hay dudas de que la Olás, o la OLAS, como la quieran llamar —creo que no se ha tomado todavía ningún acuerdo acerca de cuál de las dos sílabas van a acentuar, si la OLAS o la Olás...  La OLAS es buena y la Olás también.

No hay dudas de que la OLAS se ha vuelto muy importante, no hay dudas de que la solidaridad de los movimientos revolucionarios asusta a los imperialistas.  Podría repetirse aquello que dijo Carlos Marx en El Manifiesto Comunista:  “Un fantasma recorre el continente.” Es el fantasma de la OLAS, que tiene sin dormir a los reaccionarios, a los imperialistas, a los esbirros, a los “gorilas” y a los explotadores.  ¿Y esperan la Conferencia de la OLAS para qué?  ¿Pretendían acaso que este país iba a negar la sede de la OLAS?  ¡Jamás!  ¿Pretenden acaso que este país, intimidado por las amenazas, vaya a dejar de expresar su solidaridad al movimiento revolucionario?  ¡Jamás!  (APLAUSOS)  Aquí está la OLAS, presidida por el prestigio de representar a los combatientes de este continente y la solidaridad de los combatientes de otros continentes.  La OLAS, es decir, la primera conferencia de la OLAS, se desarrollará en medio del entusiasmo y la hospitalidad más cabal de nuestro pueblo.

Y a nosotros no nos importa lo que haga la OEA, porque, al igual que esta es la asociación de los revolucionarios, aquella es la asociación de los reaccionarios, aquella es la asociación de los oligarcas, aquella es la asociación de los bandidos.  Nosotros sentimos el más profundo desprecio por esta miserable institución, que ha servido para santificar los crímenes del imperialismo.  Y todavía está muy reciente lo que hicieron a raíz de la invasión a Santo Domingo, cómo desembarcaron allí los “marines”, cómo a los pocos días se reunieron esos desvergonzados, esos des...  (EXCLAMACIONES).  Bueno, díganlo ustedes (EXCLAMACIONES DE:  “¡Desmadrados!”).  Eso mismo:  desmadrados (APLAUSOS).  No se reunieron para condenar al imperialismo, sino para mandar más soldados a invadir a aquel pueblo hermano.

Todos recordamos —y lo recordaba Raúl en su discurso a los oficiales— la interminable cadena de crímenes y fecharías que han cometido contra este país.  ¿Qué moral tienen?  ¿Qué derecho tienen?  ¿Qué jurisdicción tienen para juzgar y sancionar a este país?

Nosotros no tememos a los acuerdos de la OEA, y esperaremos este “parto de los montes.”  Porque, señores de la OEA, ¡con lo que hay que contar es con este pueblo, con lo que hay que contar es con este país, con lo que hay que contar es con la dignidad, la vergüenza, el valor y la conciencia revolucionaria de este pueblo!  (APLAUSOS)  Y contra eso se estrellarán los imperialistas y sus maniobras, se estrellarán las agresiones y se estrellarán los planes, porque con este país tienen realmente “un hueso muy duro de roer” (APLAUSOS).

Sirva este 26 de Julio como reafirmación del espíritu que llevó a los primeros combatientes a lanzarse al asalto de la fortaleza, como reafirmación del espíritu que acompañó a los combatientes y al pueblo en estos 14 años.

Profundamente revolucionario, profundamente internacionalista, nuestro abrazo ardiente y fervoroso en nombre de nuestro pueblo a todos los combatientes aquí representados (APLAUSOS); nuestro abrazo a la representación del pueblo negro de Estados Unidos (APLAUSOS); nuestro abrazo a la representación de los sectores progresistas de Estados Unidos, blancos y negros (APLAUSOS); nuestro abrazo al mil veces heroico pueblo de Viet Nam (APLAUSOS); nuestro abrazo a los progresistas, a los intelectuales y artistas progresistas de todo el mundo (APLAUSOS); nuestro abrazo a los creadores del arte revolucionario por su contenido, como los intérpretes de la canción protesta (APLAUSOS); nuestro abrazo y nuestro saludo a los que en Viet Nam, o en Venezuela, o en Guatemala, o en Colombia, o en Bolivia, luchan con las armas en la mano, invencibles, contra los imperialistas (APLAUSOS).

¡Viva el movimiento revolucionario!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)

¡Viva la solidaridad entre todos los revolucionarios del mundo!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)
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