Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del VIII Congreso de la FEEM, en el Palacio de Convenciones, el 6 de diciembre de 1991

Fecha: 

06/12/1991

Invitados;

Compañeras y compañeros de la FEEM:

Después de dos jornadas de intenso trabajo y sin tiempo apenas para meditar un poco, me dirijo a ustedes al concluir el congreso, pero lo hago con profundo cariño, con entrañables simpatías, casi puedo decir que con devoción revolucionaria por los delegados aquí presentes.

Hemos vivido en estos días inolvidables momentos. Pienso que ni un solo minuto decayó el entusiasmo, y han dejado ustedes en nosotros una gran impresión.

Las palabras no tienen sentido si no expresan realidades; quizás sean los tiempos, más difíciles que nunca, lo que ha hecho posible una reunión superior a cualquier otra.

Estamos admirados, realmente, del talento de ustedes; ninguno de los que hayan estado presentes en estos dos días podría decir que exagero. Estamos admirados del espíritu revolucionario de ustedes, de la firmeza de ustedes, de la conciencia de ustedes, del entusiasmo y la voluntad de lucha de ustedes.

Hablábamos de sueños, y los sueños hay que interpretarlos de dos formas: sueños que pueden ser utópicos y sueños realistas. Creo que lo que hemos visto en estos días no es ni una cosa ni la otra, sino, más bien, sueño y utopía convertidos en realidad.

Todos aquellos que, cuando ustedes estaban lejos de nacer, comenzamos la lucha revolucionaria, nos habíamos imaginado que contaríamos al cabo del tiempo con un formidable estudiantado, pero yo diría que igual que este no podíamos siquiera soñarlo. Nos imaginábamos una juventud muy buena, una gente muy buena, unos estudiantes muy buenos; buenos en el cabal sentido de la palabra —bueno quiere decir para nosotros gente íntegra, noble, valiente, revolucionaria—; pero ni siquiera los que en algún tiempo soñábamos estas cosas podíamos soñarlo así. Es que hay veces en que las realidades superan a los sueños.

Eso que son ustedes puede constituir un orgullo para cualquier país y para cualquier revolución; eso que ustedes han trasmitido en palabras elocuentes, o en versos inspirados, o en canciones conmovedoras, creo que define a nuestro estudiantado, y define a nuestro estudiantado de período especial. ¿Serán mejores ustedes en el futuro? Podrán serlo, podrían serlo —no me atrevería a decir que sí—, cuando los tiempos sean otros, cuando las circunstancias sean normales, cuando no tengamos dentro tantas cosas como las que nos impulsan hoy a luchar; quizás podrán ustedes tener mejores profesores, mejores maestros, mejor ortografía, mejores textos, mejores instalaciones, incluidas las escuelas de arte y las escuelas de oficios que, como dije, nunca fueron olvidadas, pero el tiempo y las circunstancias no nos permitieron concluir los programas en que estaban incluidas. Quizás puedan tener mejores ropas y mejores zapatos, aunque creo que más bellos no los tendrían. Aquí donde trabajó la imaginación de la juventud y de los diseñadores, se ha logrado un colorido, que tal vez un día hasta se vistan de seda o de cualquier otro material sofisticado que salga de la ciencia o de la química; pero sí estoy seguro de que nada de lo que las futuras generaciones tengan podrá reproducir una imagen más bella que la que hemos presenciado en estos días y, especialmente, en el día de hoy (Aplausos).

Tendrán más seguridad, tendrán muchas más cosas, pero será imposible revivir, en condiciones normales, esta respuesta que ustedes dan de corazón a los peligros de la patria, a los peligros de la Revolución y a los peligros del socialismo.

Veo y comprendo que ustedes han captado muy bien el momento que estamos viviendo, los peligros que estamos viviendo, las amenazas que estamos viviendo.

Veo que ustedes han captado muy bien la malsana alegría de aquellos que creen que se aproxima la hora de tomar revancha contra la obra de la Revolución, contra la Revolución y contra los revolucionarios; la malsana esperanza de aquellos que creen que podrán volver a doblegar y poner de rodillas a nuestro pueblo, de aquellos que se imaginan posible obligarnos a vivir otra vez en la repugnante sociedad capitalista. Porque el capitalismo no puede lograr esto, el capitalismo no puede lograr hechos semejantes, escenas semejantes, eventos semejantes, unidad semejante, un propósito común como el que nos envuelve hoy a todos.

Las noticias que leemos de todas partes son estudiantes recibiendo golpes, estudiantes reprimidos; y no solo allá en algunos de aquellos países de Europa que en algunos momentos se consideraban socialistas, pero que ya tenían dentro todo el cáncer, todos los hábitos y toda la corrupción del capitalismo, vemos estudiantes, sobre todo, en el mundo capitalista y en América Latina, soportando esto. Casi todos los días llegan noticias de estudiantes en huelga, estudiantes reprimidos, estudiantes baleados, estudiantes muertos. Esas noticias las recibimos también y las vemos en Europa, las vemos en Asia; de modo especial en ese país aliado predilecto de Estados Unidos, que es Corea del Sur. Allí todos los días, casi sin excepción, hay una batalla entre los estudiantes y la policía, entre los estudiantes y los represores, amigos y aliados del imperialismo.

Esta unidad que vemos aquí no la vemos en ningún país capitalista, donde están además divididos en montones y montones de fracciones. ¿Qué queda de las fuerzas de los estudiantes?, ¿qué queda de las fuerzas de los trabajadores?, ¿qué queda de las fuerzas de los jóvenes, de las mujeres, de los campesinos, de los profesionales?, fragmentados y organizados en multitud de partidos y movimientos, luchando unos contra otros, porque es realmente lo que el sistema quiere, lo que el sistema necesita para poder esclavizar y explotar a los hombres.

Yo les pregunto a esos países, a los que pretenden presentar como modelos de sociedad y de democracia, modelos que quieren imponernos a nosotros, ¿qué clase de participación y democracia representan? Aquí los pioneros se reúnen a discutir con el Partido y con el gobierno todos sus problemas, los trabajadores se reúnen a discutir con el Partido y con el gobierno todos sus problemas, o los campesinos, o las mujeres, o los vecinos, y me pregunto si en alguno de esos países alguna vez los estudiantes se reúnen a discutir con el gobierno, con la administración, con el Estado, todos sus problemas; y no solo aquellos problemas que les interesan a los estudiantes, sino los problemas que le interesan a todo el país, a toda la nación. Cuando se reúnen las mujeres, cuando se reúnen los campesinos, cuando se reúnen los trabajadores, discuten problemas de todo el país; y cuando se reúna la juventud en los meses venideros, estarán discutiendo no solo los problemas de la juventud, estarán discutiendo los problemas del país.

Así vive nuestra patria, de congreso en congreso; congreso no solo de Partido, sino congreso de jóvenes comunistas y congreso de organizaciones de masa. Vive nuestro país de evento en evento, ya no solo se efectúan congresos de los obreros organizados nacionalmente, sino los obreros organizados en cada uno de los sindicatos.

No hace muchos días, tuve oportunidad de participar en el congreso de los trabajadores agropecuarios, y dentro de unos días tengo entendido que se reúne el congreso de los maestros y profesores, de los trabajadores de la educación. Es decir que no transcurre un año, no transcurre un mes en que el pueblo, unido y reunido, discuta, analice y decida sobre los más variados criterios y problemas de todo el país.

No hay país en el mundo —o puedo decir así— con una participación más activa y más directa del pueblo en los problemas de la nación. Y me pregunto, en el caso de ustedes, en qué país nos han informado los cables que los estudiantes, unidos y reunidos, hayan estado discutiendo los temas que se han debatido aquí, que van, de las clases de historia, a todas y cada una de aquellas cuestiones que les interesan y les afectan; a exponer éxitos, avances y resultados positivos; a exponer dificultades, contratiempos, reveses, abundancias y carencias, que pueden ir desde libros hasta tierra para el autoconsumo, y sin que uno solo de esos problemas permanezca olvidado. Pueden permanecer problemas no resueltos por razones determinadas, cuyo origen sean factores objetivos en muchos casos, factores subjetivos en otros; pero no quedan olvidados. La larga lista de temas que ustedes discutieron en las comisiones lo demuestra: Más de 80 delegados hicieron uso de la palabra, y aquí en la plenaria no hemos sacado todavía la cuenta de los que intervinieron.

Se han visto un gran número de problemas, y estoy seguro de que no todos —tenemos ejemplos de que pueden no haber sido todos—; tienen que haber quedado por ahí algunos cuantos que por falta material de tiempo no se han discutido. Como ejemplo podría citar el de aquella compañera de la escuela de pesca que resultó no tener ni barcos, ni canales, ni mar, ni peces. Realmente, si ella no hubiera hablado, habría sido un problema del cual no hubiésemos tomado conciencia. Hay que tomar conciencia de los problemas aun en medio de limitaciones grandes, porque mientras haya un problema que pueda resolverse, debe resolverse.

Se me hace difícil imaginar la escuela de pesca al lado de aquella cantera, cuyas piedras la hacían convertirse en una especie de volcán en erupción, amenazando no solo el techo, sino hasta los radares y los equipos de la escuela, aparte de la seguridad del personal.

Es por ello que, consciente de esa situación, meditaba que no necesitamos un congreso para saber de todos y cada uno de los problemas que tenemos. Sé que en reuniones del Consejo Nacional de la FEU o de la FEEM se han discutido infinidad de problemas, se han resuelto muchos de ellos, se han trazado planes y desarrollado programas que estaban en marcha. Se encontraron muchas soluciones, otras estaban en camino de encontrarse cuando vinieron estas circunstancias infortunadas que nos han obligado a tantas restricciones y que nos han limitado tanto en lo material para resolver todos y cada uno de esos problemas que queremos resolver; viejos y nuevos problemas, porque la vida siempre plantea nuevos problemas, como algunos de los que hemos discutido aquí, relacionados con la cuestión del trabajo manual, relacionados con las escuelas de obreros calificados. Son problemas nuevos surgidos de la misma Revolución, como el éxodo de los trabajadores de determinadas actividades —lo explicaba en una de mis intervenciones—; son problemas creados por el mismo desarrollo, creados por los mismos éxitos, porque la vida nos impondrá siempre la necesidad de una permanente lucha por resolver lo que nos quede por detrás, lo que se presenta como nuevo y lo que pueda preverse en el futuro. Pienso que hay que estar atentos a cada uno de esos problemas.

Recordaba las palabras de Robertico cuando decía que hay cuestiones que es imposible, en lo material, resolver; pero hay cuestiones que son subjetivas y que pueden resolverse. Yo le comentaba sobre la belleza de los pulóveres y la ropa de los delegados, y él me decía: "Antes teníamos esa misma tela, más telas y hasta mejores telas; pero hacían falta ideas, hacían falta diseños, hacían falta iniciativas."

Es por ello que el secretariado de la FEEM, el consejo de la FEEM, los dirigentes de la FEEM tienen que estar en permanente congreso, en permanente contacto con los problemas y las realidades, y en constante lucha por resolver los que puedan ser resueltos. Esa es la tarea de ellos, y nuestro deber es cooperar con ellos, escucharlos, atenderlos, hurgar, buscar, encontrar fórmulas para resolver cualquiera de estos problemas; no debemos ignorar ninguno.

Es imposible que podamos saberlo todo, nos enteramos de muchas cosas por informaciones que recibimos o porque aparecen en la prensa; pero he podido darme cuenta hasta qué punto los compañeros de la dirección de la FEEM estaban informados de sus problemas, porque no había prácticamente uno solo que no conocieran. Yo hacía cualquier pregunta sobre cualquier escuela e inmediatamente me decían qué escuela era, qué características tenía, qué problemas podía tener; qué cosas habían discutido, qué cuestiones se habían planteado. Pude percatarme de que, en un grado muy alto, los compañeros que estaban dirigiendo la FEEM sabían de cualquier dificultad y de cualquier problema en cualquier provincia o escuela —y no solo de dificultades sino también de aciertos y buenos ejemplos—, que estaban en constante contacto con el ministro o los ministros —muchas veces tienen que coordinar varias instituciones para encontrar soluciones o seguir las buenas .experiencias. Vuelvo a preguntarme en qué país ocurre eso.

Algunos de los problemas aquí planteados son resultado de la universalización de la enseñanza. En otras partes se forman elites, universidades privadas que cuestan miles de dólares al año por estudiante, en el país o en el exterior; pero hay una inmensa masa que no tiene oportunidades de ninguna clase. Allí la vida, la realidad y la pobreza son las que seleccionan, las que determinan quiénes pueden estudiar y quiénes no pueden estudiar, a qué escuelas van. Hay instituciones del Estado pero, por lo general, son las primeras que sufren los recortes económicos, son las primeras cuyos presupuestos se ven reducidos, porque son las primeras que pagan las consecuencias de cualquier crisis y viven en una permanente crisis, o pagan las consecuencias de la política del imperialismo, de la deuda externa o de cualquiera de las muchas calamidades que padecen.

Por eso decía que en nuestras condiciones, como lo expresé en una de mis intervenciones, parece increíble que las escuelas estén abiertas en un pequeño país que ha perdido miles de millones de dólares —¡miles de millones!— en importaciones de productos, de materias primas y, especialmente, de combustibles. Es increíble que estén abiertas las escuelas, y que no haya un niño sin escuela y sin maestro, que no haya un adolescente sin escuela y sin maestro, que no haya jóvenes como ustedes sin escuela y sin maestro. Es increíble que haya cientos de miles de jóvenes estudiando en la universidad, de jóvenes y trabajadores ya no tan jóvenes, siguiendo cursos regulares, cursos por encuentro o cursos dirigidos, etcétera, en los distintos sistemas de enseñanza superior. Es increíble que podamos hacer esto en estas condiciones. En cualquier otro país, bajo un sistema capitalista, habría sido absolutamente imposible. Puedo asegurar que lo que hemos resistido nosotros no lo podría resistir ningún otro país, no lo habría podido resistir jamás un sistema capitalista.

Hemos tenido que tomar medidas, más medidas y muchas medidas, pero han pasado dos años del derrumbe y aquí está la Revolución Cubana, en pleno corazón de Occidente, no se ha derrumbado (Aplausos); aquí está la Revolución Cubana a 90 millas o a 90 milímetros del imperio más poderoso y no se ha derrumbado; aquí está nuestro pueblo organizado, hay orden en nuestro país; aquí están el Partido, el Estado, la administración y los revolucionarios trabajando en una sola dirección, estrechamente unidos. Podrá haber problemas y dificultades, deficiencias y errores, pero no hay desorganización ni hay caos. Podemos decir que en nuestro país hay partido, hay Estado y hay administración, algo que ha desaparecido en algunos países, algo que desgraciadamente ha ocurrido en la propia Unión Soviética, gigantesco país, poderosísimo país que hizo frente, a raíz de la Revolución de Octubre, a la intervención extranjera, a la que combatió y rechazó con heroísmo insuperable; que hizo frente a la industrialización en medio de condiciones de bloqueo, que hizo frente a la invasión fascista a un costo de decenas de millones de vidas. Y lo que no pudo el fascismo, lo que no pudo el imperialismo, lo que no pudieron las invasiones ni los bloqueos, lo han logrado los errores de los hombres.

No ha llegado todavía la hora de hacer el análisis final, pero no hay duda de que si se quiere perfeccionar algo, usted no puede comenzar por destruirlo; no hay duda —cualquiera lo entiende, lo entienden ustedes, lo entienden los pioneros de secundaria básica— de que si usted lo que quiere es perfeccionar el socialismo —y nosotros veníamos luchando por perfeccionar el socialismo desde antes de que se hablara de perfeccionar el socialismo en la Unión Soviética—, no puede perfeccionar el socialismo, y yo diría que no puede perfeccionar absolutamente nada, si se comienza por destruir la historia de un país y por destruir los valores más sagrados de un país. Nosotros iniciamos nuestro proceso de rectificación sin destruir la historia del país, sin destruir el Partido, el Estado, la administración, las organizaciones de masa; por el contrario, exaltando y reafirmando los más genuinos valores de nuestra patria, de nuestra Revolución y del socialismo.

Me pregunto qué respeto se siente hoy por aquellos 20 millones de soviéticos que dieron sus vidas luchando contra el fascismo, luchando contra Hitler; qué culto y qué homenaje se les rinde hoy; cómo se puede recordar hoy a aquellos que derramaron ríos de sangre por defender la Revolución de Octubre, por defender el primer Estado socialista en la historia de la humanidad, una historia llena de heroísmo, llena de méritos; cómo se puede perfeccionar el socialismo destruyendo todos esos valores. Cómo se puede perfeccionar el socialismo destruyendo la autoridad y el prestigio del Partido, cómo se puede perfeccionar el socialismo destruyendo la autoridad y el prestigio del Estado, cómo se puede perfeccionar el socialismo destruyendo el prestigio y la autoridad del gobierno, cómo se puede perfeccionar el socialismo destruyendo los valores esenciales del socialismo.

Nadie hablaba, por supuesto, en aquellos primeros tiempos, de economía de mercado, cosa rara, extraña, que empezaba por ser la negación de todo programa y de todo plan de desarrollo.

Desde luego que en aquellos días no se hablaba de capitalismo, estaba muy lejos de mencionarse esa palabra. Pero, ¿qué queda hoy de socialismo? Puede usted preguntarse qué queda hoy de organización, qué queda allí de orden.

Por eso todos hemos leído con gran atención el dramático llamamiento de Gorbachov; hemos leído con profunda preocupación lo que allí se señala, los riesgos y peligros que van desde la desintegración total de la Unión Soviética hasta los peligros de hombrunas, explosiones sociales, guerras entre naciones y repúblicas que formaban aquel poderoso e inconmovible Estado multinacional.

Claro está que las consecuencias de esos fenómenos nos tocan muy de cerca a todos nosotros, como hemos explicado otras veces, porque todos nuestros programas y nuestra economía se basaban en el intercambio comercial con un país con una historia tan extraordinaria como aquella, con un país que pasó pruebas tan difíciles como las mencionadas, y a partir de las premisas de esas relaciones sólidas, justas, que no eran relaciones de saqueo como las que practica el mundo capitalista desarrollado contra los países del Tercer Mundo. Sobre relaciones justas y sobre esas premisas, repito, hemos trabajado durante estos 30 años, y todo aquello se derrumba casi repentinamente, en cuestión de unos pocos años, Pudiéramos decir que en cuestión de meses; ello es lo que sitúa a nuestro país en las difíciles condiciones del período especial, en que el elemento que más nos afecta es el combustible, y no es porque hayamos dejado de hacer enormes esfuerzos buscando combustible.

No somos un país de grandes ríos, con energía hidráulica, capaces de producir toda la electricidad que necesite el país, o con existencia de yacimientos de carbón mineral. Toda la electricidad que necesita el país, prácticamente, con la excepción del famoso salto del Hanabanilla y algunas pequeñas hidroeléctricas, procede del petróleo; toda la mecanización en nuestro país, todo el transporte en nuestro país —transporte de la población y transporte de la economía—, los servicios, los tornos, las máquinas de las industrias, los artículos de uso electrodomésticos —desde la lavadora hasta la plancha, porque hace mucho tiempo que la gente se olvidó de la plancha de carbón; no es la época que me recordaban aquellas fotografías que reunieron los compañeros de Santiago, donde no había ni refrigeración, por lo menos en el campo, ni otra cosa para cocinar que el carbón, eran otros tiempos—, hoy en nuestro país funcionan a base de electricidad, todo funciona a base de combustible líquido.

Como explicaba recientemente, cuando la Revolución triunfa, la relación de precios entre petróleo y azúcar era una relación de uno a siete, con una tonelada de azúcar se podían comprar siete de petróleo. Pero el petróleo después, al convertirse en un artículo de exigencia universal, y al estar en manos de un puñado de países —eso no es como el azúcar y otros productos; el azúcar, como ustedes saben, se puede producir de caña en el trópico o de remolacha en los países fríos; el petróleo no, el petróleo es un regalo de la naturaleza, abunda muchísimo en algunos países y escasea totalmente en otros—, es susceptible de monopolizarse y de recibir precios de monopolio que no tienen nada que ver con los costos de producción.

Como consecuencia de las oportunidades que las guerras del Medio Oriente brindaron a los países petroleros para organizarse y establecer precios de monopolio, la relación actual entre el precio de monopolio del petróleo y el precio del azúcar en lo que nosotros llamamos el basurero del mercado mundial ha cambiado extraordinariamente. Aunque una gran parte del azúcar en el mundo se comercia mediante precios por acuerdo, no mediante precios del llamado mercado mundial, nosotros vendíamos una parte pequeña del azúcar mediante esos precios del basurero, pero la inmensa mayoría del azúcar la vendíamos en la Unión Soviética y en otros países socialistas, a precios justos y equitativos.

Con China siempre se mantuvo el precio del mercado mundial, ya que se trataba de un país con niveles de desarrollo inferiores a los niveles de desarrollo de la Unión Soviética y otros países del este de Europa, con más desarrollo.

Es decir, nuestra azúcar se vendía a la Unión Soviética mediante precios por acuerdo, que estaban por debajo de los costos de producción del azúcar en la Unión Soviética.

En esos llamados precios internacionales del azúcar, en esos precios del basurero, si usted vende actualmente el azúcar a ese precio para comprar petróleo a precio de monopolio, que es el que tiene en el mercado, usted consigue 1,3 ó 1,4 toneladas de petróleo por tonelada de azúcar.

Realmente, antes de que surgiera el monopolio del petróleo, cuando la Revolución triunfa en el año 1959, en 1960 y 1961, en los primeros años de la década del 60, en ese mismo mercado usted, con una tonelada de azúcar, obtenía siete de petróleo. Ahora, calcule usted lo que cuesta obtener una tonelada de azúcar, sembrar la caña en extensiones enormes; cada central azucarero requiere, por lo menos, 3 000 trabajadores. Donde existen grandes yacimientos de petróleo, con 3 000 trabajadores se sacan decenas de millones de toneladas. Un central azucarero de 100 000 toneladas de azúcar necesita emplear alrededor de 1 500 caballerías, es decir, casi 20 000 hectáreas de tierra. ¡Lo que cuesta arar, sembrar, cultivar, cosechar, transportar y producir una tonelada de azúcar! Esos llamados precios mundiales están por debajo del costo de producción del azúcar.

Si Cuba tuviera hoy, como he explicado en otras ocasiones, la misma relación de precios que en los primeros años de la Revolución, con 2 millones de toneladas de azúcar —que para nosotros no sería nada producir 2 millones de toneladas de azúcar—, tendríamos todo el petróleo que el país necesita en condiciones normales, no en período especial, que es mucho menos; si el petróleo tuviera los precios normales, los precios de los años 1959, 1960, 1961, cuando tampoco los precios del azúcar eran altos, cuando el precio de esta era, como máximo, de cinco centavos la libra, se conseguían siete toneladas de petróleo por tonelada de azúcar. Y es lógico, porque cuesta mucho producir una tonelada de azúcar.

A los soviéticos les convenía comprarnos el azúcar, nos lo pagaban con sus productos industriales, nos lo pagaban con combustible. El azúcar les costaba a ellos mucho más producirlo. De modo que cuando nos entregaban varias toneladas de petróleo por una de azúcar, estaban adquiriendo el azúcar a un costo más bajo que el de producirlo.

Por eso nosotros explicábamos que el problema más difícil que tenemos y más complejo, es el problema del combustible; y ese es el que ha ido fallando. Ya en este momento estamos trabajando casi con la mitad del combustible que normalmente necesita la economía. Es increíble lo que hemos tenido que hacer, es increíble la cantidad de programas que hemos tenido que atenuar, o los que hemos tenido que parar a fin de salvar las cosas más priorizadas como el programa alimentario, el programa de biotecnología, la industria farmacéutica, etcétera; el programa de turismo para la obtención de divisas convertibles. Estamos trabajando casi con la mitad del combustible, y aun esa mitad no está segura.

Esta es la fecha en que de la Unión Soviética no se ha embarcado una tonelada de petróleo de las comprometidas para el mes de diciembre, ¡esta es la fecha!; estamos a 6 de diciembre y no se ha embarcado de la URSS una sola tonelada de combustible para este mes. Hemos discutido, estamos analizando; se puede estar seis meses discutiendo, pero el combustible es algo que usted necesita todos los días.

Hay unas cuantas personas influyentes que opinan allá que la relación de intercambio debe ser la relación de precios del mercado mundial; eso significaría que por nuestra azúcar se pagaría en la URSS el precio del basurero, y que por el petróleo pagaríamos en la URSS, o en lo que quede de la URSS, el precio de monopolio que tiene el petróleo. Eso significaría que nosotros, con un millón de toneladas de azúcar, apenas adquiriríamos 1,4 toneladas de petróleo, casi todo el azúcar del país solo para adquirir un mínimo de petróleo; y ese precio puede subir, y el del azúcar en el basurero puede bajar, todo eso es posible.

De modo que la situación en este momento es cero toneladas de petróleo para el mes de diciembre y discusiones en las que se pretende cambiar un producto por otro, en que el petróleo tendría el precio de monopolio —repito— y el azúcar el precio del basurero, no los precios justos y equitativos que han existido durante tanto tiempo. Es por eso que tenemos que analizar y discutir alguna fórmula razonable, si se quiere mantener algún intercambio de azúcar por petróleo con la URSS o con lo que quede de la URSS.

Les doy esta noticia, les doy estos elementos de juicio a ustedes, los delegados de la FEEM. Claro, no es tan fácil buscar mercado para el azúcar, para todo el azúcar que iba para la URSS, como tampoco es fácil para ellos encontrar azúcar en los mercados, todo el azúcar que recibían desde Cuba; ni es tan fácil encontrar el petróleo en otros mercados, aun a precio de basurero del azúcar y precio de monopolio del petróleo, como consecuencia de las presiones yankis, de los bloqueos yankis.

Por eso digo que la Revolución tiene que atravesar esta etapa tan difícil llamada período especial y que, como consecuencia de esto que les estoy explicando a ustedes, puede llegar a ser mucho peor y tengamos que trabajar no con la mitad del combustible, sino acaso con la tercera parte del combustible con que trabajamos normalmente. Comprenderán las tareas del país que se electrificó, al extremo que más del 90% de la población tiene electricidad en su casa; el país que se mecanizó, al extremo que la mayor parte de las actividades son realizadas con máquinas. Ya se imaginarán el esfuerzo realizado para reducir el consumo del combustible casi a la mitad de lo que veníamos consumiendo; otro problema es que el que ha faltado no faltó a lo largo del año, las disminuciones bruscas se han ido produciendo a lo largo de los últimos meses, y en diciembre amenaza con ser cero combustible exportado de la Unión Soviética.

Estoy en el deber de explicarles a ustedes esto, nosotros tenemos que empezar por partir de realidades. Claro está que el país produce un poco de combustible pesado, de petróleo que puede servir para alguna termoeléctrica, puede servir para alguna fábrica de cemento, puede servir para algunos consumos, pero en cantidades muy pequeñas.

No estamos cruzados de brazos, ni mucho menos, y nos pasamos todo el tiempo meditando y trabajando en busca de posibles soluciones. Es por ello que al lado del privilegio de ser el único país capaz de llevar a cabo la proeza histórica que está llevando, de asumir un rol histórico que no le pedimos a nadie, que el destino puso sobre los hombros de nuestro pueblo, al lado de ese privilegio las dificultades a vencer son grandes; pero las dificultades a vencer lo serían en cualquier circunstancia a partir del derrumbe del socialismo en Europa. Nadie le va a regalar al país el petróleo que el país necesita en condiciones normales, ¡nadie se lo va a regalar!, el país tendría que comprarlo con el azúcar de que dispusiera a los precios monopólicos del petróleo.

Me pregunto si este país se puede dirigir y salvar sin Revolución, si este país se puede gobernar sin Revolución y sin socialismo, si este país puede producir de 7 a 8 millones de toneladas de azúcar sin socialismo y sin Revolución. Se hacen ilusiones aquellos que crean que vendiendo el país podrían mejorar en algo. ¡Solo la Revolución puede resolver los problemas del país, por difíciles que sean! (Aplausos)

La desorganización y el caos que se crearon en la URSS, ese gigantesco y poderoso país que ha sido casi puesto de rodillas frente al imperio, no resuelven ningún problema, y lo que se ha creado allí es una situación tal, que uno se rompe la cabeza y, aun deseando de todo corazón que puedan resolver los problemas, no ve la forma, no ve el camino de resolverlos. Es que, incluso, hasta para importar mercancías hace falta que funcionen los puertos, y uno se pregunta qué puertos son esos y en manos de qué república están; hace falta una flota, y uno se pregunta qué flota es esa y en manos de qué república está; hacen falta ferrocarriles, y uno se pregunta qué ferrocarriles son esos y en manos de qué república están; hacen falta redes eléctricas, hacen falta oleoductos, gasoductos, y uno se pregunta en manos de qué repúblicas están esas redes y qué pasará si cada cual quiere cobrar un impuesto ahora por el gas que pasa por su territorio, o por la electricidad que pasa, o por el petróleo que pasa, o por las mercancías que pasan, si las mercancías se pueden transportar, si en los puntos puede descargarse. El aparato del Estado ha sido destruido, todo se descentralizó, a veces no hay ni con quien discutir, ni con quien hablar, ni con quien negociar.

Me pregunto si alguien va a resolver los problemas, o puede resolver los problemas, por esas vías. Me pregunto si puede haber capitalismo sin capitalistas y cuándo estaría funcionando un capitalismo en la Unión Soviética. Es posible que pasen 20, 30, 40 ó 50 años antes de que funcione allí un capitalismo de alguna eficiencia, porque los países capitalistas desarrollados se organizaron como tales explotando a las colonias y saqueando al mundo durante cientos de años. Me pregunto si esa historia se puede repetir y si eso se puede resolver en dos, tres o cuatro años.

Desbarate usted la red de distribución, ponga en manos privadas todos los timbiriches que pueda tener un país, y vamos a ver qué es lo que le toca a la población. Destruya la red de transporte; destruya los aparatos que recogen los productos y los distribuyen, sea leche, sea vianda, sea vegetal, sean granos, sean productos importados o de producción nacional, si toda la organización se desbarata, si no hay economía planificada ni economía de mercado, porque la situación es tal que no hay ni una ni otra; póngale la contrarrevolución, que realmente es lo que ha ocurrido en muchos países del este de Europa, a pesar de la buena voluntad del imperialismo y de las ayudas ofrecidas que no llegan nunca, porque cuando todo se desorganiza, no se puede ni recibir ayuda, no se puede ni distribuir ayuda. ¿Y quién distribuye la ayuda? ¿Acaso los merolicos se pueden convertir en capitalistas distribuidores de ayuda? Me pregunto, por eso, quiénes son los que van a organizar, en las actuales condiciones de la Unión Soviética, la distribución.

Por otra parte, si nosotros aceptáramos, incluso, la idea de cambiar algunas cantidades de azúcar a precio de basurero, por petróleo a precio de monopolio, no estoy seguro, realmente, de que haya institución actualmente en la URSS capaz de enviar el petróleo y que este llegue, aunque nosotros enviáramos el azúcar, porque para hacer esos intercambios hace falta un mínimo de organización, hace falta un mínimo de eficiencia.

Por eso digo que solo la Revolución puede resolver organizadamente, sin caos, los problemas que puedan presentarse por difíciles que sean. La Revolución trabaja, y trabaja seriamente, en programas para encontrarles solución a esos problemas —y marchan esos programas—, solo que el derrumbe allá lleva un ritmo más acelerado que el ritmo que pueda llevar el desarrollo de nuestros mejores programas, por muy intenso que sea el esfuerzo que estamos haciendo; hay un desfase entre el ritmo máximo que nosotros les podemos imponer a las soluciones y el ritmo máximo que lleva el deterioro de la Unión Soviética, lo cual se puede apreciar en esa carta que ustedes vieron publicada en nuestros periódicos, en ese llamado de Gorbachov a los parlamentos de las distintas repúblicas de la Unión Soviética.

De modo que por delante tenemos esta tarea de gigantes, esta necesidad de adaptarnos a estas condiciones que nos pueden traer restricciones mucho mayores, sin discusión.

¿De cuánto combustible podremos disponer en enero? ¿De cuánta electricidad podremos disponer en enero? Son cosas que hay que decirle al pueblo con toda franqueza, puesto que los revolucionarios no podemos andar ocultando problemas, no podemos andar con demagogia; solo a partir de realidades, solo a partir de la verdad se pueden adoptar medidas, se pueden enfrentar los problemas.

Claro está que si no tuviéramos un pueblo de gigantes, si no tuviéramos una juventud como ustedes, lo que nos esperaba era convertirnos en esclavos, convertirnos en colonia, convertirnos en un Puerto Rico, convertirnos en un Miami, que dicen que es uno de los mayores centros de crimen, de prostitución y de drogas en el mundo. Si no tuviéramos un pueblo como el nuestro, perdíamos la independencia, perdíamos la Revolución y perdíamos el socialismo (Aplausos).

La historia les impone a veces a los pueblos sacrificios muy grandes, terribles, y a veces han sido sacrificios sin esperanzas. El famoso descubrimiento lo que trajo fue la conquista de lo que hoy es Cuba por los españoles que, inmediatamente, se apoderaron de las tierras, se apoderaron de la población, la esclavizaron, con el pretexto de cristianizarla, y la exterminaron; no quedó nadie prácticamente, solo algún que otro oriental por ahí lleva todavía algunos genes de aquellos primitivos habitantes de nuestro país. Al menos, los españoles se mezclaron en parte con la población aborigen. En el norte los sajones la exterminaron.

Cuando se acabaron los indios fueron al Africa los tripulantes, los piratas de toda Europa, a cazar africanos y esclavizarles; decenas y decenas de millones de africanos fueron arrancados de sus tierras y esclavizados acá. La esclavitud duró casi hasta fines del siglo pasado; no fue hasta el año 1886 que se vino a abolir legalmente la esclavitud, para sustituirla por otra forma de esclavitud, sin cadenas, más sutil y en ocasiones peor, la del esclavo asalariado.

Después vinieron los inmigrantes, cuando fuimos convertidos, a raíz de la intervención yanki, en una neocolonia. Compraron las mejores tierras de este país, destruyeron los bosques de madera preciosa para sembrar caña, madera que se quemaba en las calderas de los centrales azucareros; y decenas y decenas de miles de inmigrantes eran los que hacían la zafra que, al final, tuvo que hacerla el pueblo hambriento.

Nos impusieron el capitalismo durante casi 60 años. ¿Qué nos dejaron? Al cabo de 60 años, ¿qué nos dejó el neocolonialismo yanki? Cien mil prostitutas en una población de seis millones y medio de habitantes, 600 000 desocupados en una población de seis millones y medio de habitantes, millones de analfabetos, decenas de miles de niños que se morían todos los años por falta de asistencia médica, por falta de hospitales, abandono total en todo sentido; un paraíso de una minoría de burgueses y de terratenientes y un dominio total de las empresas yankis fue lo que nos dejaron.

Apenas un 10% de la fuerza laboral eran mujeres. Imposible que se diera este fenómeno que vemos aquí en el nivel medio de que la mayoría de los delegados son mujeres, porque las hijas de la aristocracia y de la burguesía se educaban para el matrimonio; las demás mujeres, las hijas de los proletarios y de los campesinos se preparaban, una gran parte de ellas, para pasar hambre, o eran preparadas para la prostitución, o para el trabajo en bares y cabarets, o para el trabajo doméstico. Ese era el empleo de la mujer en nuestro país.

Eso fue lo que nos dejó el capitalismo después de 60 años, todas esas lacras y todos esos vicios que la Revolución ha erradicado en 30 años, hasta lograr este milagro del trabajo, de la inteligencia y del sudor del hombre; el haber erradicado el analfabetismo y el haber logrado que no quedara un solo niño sin escuela y sin maestro, que no quedara un solo ciudadano sin asistencia médica, que la mortalidad infantil se redujera a casi 10 por 1 000, que no quedara una sola mujer entregada a las parteras dando a luz, como se decía, o, si se quiere, pariendo en sus casas.

No se sabe ni cómo sobrevivía la gente del tétanos y de tantas epidemias, únicamente multiplicándose y multiplicándose podían compensar las pérdidas por enfermedades, por hambre. Eso fue lo que nos trajo el capitalismo: campesinos pagando hasta el 50% de sus productos como renta, inmensos latifundios y cientos de miles de familias pasando hambre en el campo.

¡No, nuestro pueblo no se resignará jamás, mucho menos nuestra juventud! (Aplausos) Hay quienes dicen: "Los mayores de edad sí conocen porque vivieron el capitalismo, pero los jóvenes no." La realidad es, y ustedes lo demuestran, que los jóvenes saben más que lo que les enseñaron porque comprenden, ven con su inteligencia, con su talento, con su razonamiento, que todo esto que tienen solo pudo ser fruto de un cambio social tan profundo como el que tuvo lugar en nuestro país; que esta igualdad, que esta hermandad, que estas posibilidades que ustedes tienen solo podían ocurrir cuando en Cuba desapareciera el capitalismo (Aplausos), solo podían ocurrir cuando se estableciera un régimen social verdaderamente justo, que es el socialismo, aunque se trate del socialismo en un país del Tercer Mundo, que era subdesarrollado y que avanzó mucho en estos años, precisamente, porque existía un campo socialista en el cual apoyarse frente al bloqueo imperialista.

Claro que de no haber existido el campo socialista ni se sabe cuántas invasiones yankis habríamos tenido que resistir. Resistimos Girón y la Crisis de Octubre, cuando existía la URSS y tenía aquí cohetes nucleares. Porque lo que he dicho no disminuye en un ápice nuestra gratitud a aquella Unión Soviética que conocimos, a los pueblos que la integraron, que fueron tan solidarios con nuestro país, que tanta ayuda nos dieron, que con tal justicia trataron a nuestro país, con cuyas armas nos hemos defendido de las amenazas del imperialismo —armas en manos nuestras, porque somos nosotros los que nos hemos defendido— y con cuya solidaridad contábamos.

Pero si creen los imperialistas que la alternativa es que tengamos que aceptar el yugo otra vez, aunque no haya campo socialista, ¡se equivocan! Si creen que la alternativa es aceptar el coloniaje otra vez, ¡se equivocan! Si creen que la alternativa que le queda a Cuba es aceptar el capitalismo otra vez, ¡se equivocan! Si creen que la alternativa es aceptar de nuevo todas aquellas injusticias, desigualdades y vicios, ¡se equivocan! (Aplausos)

Si creen que van a prostituir de nuevo a las mujeres de este país, ¡se equivocan! Si creen que las van a convertir en instrumento de placer, ¡se equivocan! Si creen que van a educar de nuevo a una parte de la sociedad para esposas, mientras la inmensa mayoría sufra todas las calamidades habidas y por haber, ¡se equivocan! (Aplausos)

Si creen que van a traer otra vez la mendicidad a este país, ¡se equivocan! Si creen que van a traer otra vez el analfabetismo, ¡se equivocan! (Aplausos)

Si creen que van a traer otra vez a este país el espectáculo que vemos en América Latina de decenas de millones de niños sin hogar pidiendo limosnas en las calles, o viviendo alrededor de los basureros, ¡se equivocan! Si creen que van a tener en este país, como en América Latina, una gran parte de nuestros niños sin maestros y sin escuelas, ¡se equivocan! Si creen que van otra vez a morirse los niños a montones sin asistencia médica, ¡se equivocan! Si creen que van a tener el desempleo y el hambre, ¡se equivocan! (Aplausos y exclamaciones)

Si creen que van a venir a dejar en la calle a cuantos se gradúen en las universidades o en los tecnológicos sin darles nada, sino la miserable condición de desempleados y: "Arréglatelas como puedas", y no lo que hace nuestro país en medio de sus limitaciones de recursos, que es capaz de garantizar un ingreso si no tiene un empleo para cualesquiera de esos jóvenes, ¡se equivocan! Si creen que van a destruir toda la obra humanitaria y social de la Revolución, ¡se equivocan!

Si creen que van a traer otra vez la droga y el juego a nuestro país, ¡se equivocan! (Aplausos)

Si creen que van a convertir otra vez todos esos clubes en privados, y prohibirle a la gente ir hasta Santa María del Mar —porque era exclusiva para blancos ricos—; si creen que van a volver a establecer cualquier forma de discriminación, no solo social, no solo sexual; si creen que van a traer la más mínima forma de discriminación racial a este país, ¡se equivocan! (Aplausos y exclamaciones)

Si creen que al lado de una minoría privilegiada de millonarios vamos a ver pulular otra vez cientos de miles de personas sin hogar, de niños sin hogar, cientos de miles de pordioseros, ¡se equivocan! Si creen que van a volver a establecer la sociedad de clases, ¡se equivocan! Si creen, en fin, que van a establecer otra vez la explotación del hombre por el hombre en este país, repito, ¡se equivocan! (Aplausos)

Si creen que van otra vez a cobrarles a los campesinos rentas y a arrancarles el sudor de una manera despiadada, ¡se equivocan!

Si creen que van a arrebatarle las viviendas que la Revolución entregó a todo el pueblo, ¡se equivocan!

Si creen que van a convertir a una gran parte, a la inmensa mayoría de nuestros 300 000 profesores y maestros en desempleados; o que van a dejar sin empleo a cientos de miles de graduados universitarios, trabajadores intelectuales, y que los van a mandar a limpiar caña a mano y cortarla, como modo de vida, ¡se equivocan!

El capitalismo no podía traer una máquina, ya que cuando traía una máquina para algo, a pesar de que la población era de seis millones y medio, tenía una protesta y una resistencia total de los trabajadores, porque la máquina la habían convertido en un enemigo del hombre. Si cortamos caña y limpiamos caña lo hacemos voluntariamente, porque nos lo imponga la necesidad de salvar la patria, la Revolución y el socialismo (Aplausos); si tenemos que hacer miles de sacrificios, los hacemos, pero nos los imponemos nosotros mismos. ¡Por eso sí lo hacemos! (Aplausos y exclamaciones DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!")

Si estamos dispuestos a hacer todo eso, lo hacemos como hombres y mujeres libres dueños de nuestro país y no como esclavos. Si estamos dispuestos a pasar sacrificios es por algo muy superior, y no vivir toda la vida humillados y explotados. Si estamos dispuestos a hacer sacrificios uno, dos, tres y cinco años, los hacemos, porque sabemos que detrás de nosotros está la libertad, está la independencia, está la Revolución, está el socialismo, está la justicia, está el porvenir; porque luchamos por un porvenir y lo que queremos es preservar el derecho a ese porvenir.

A aquellos blandengues, o cobardes, o de espíritu mercenario; a quienes jamás sintieron en su alma el beso de la patria o la idea de la justicia en sus mentes, en sus corazones; a esos que dicen que la lucha sería una lucha sin perspectiva, tenemos que decirles como ya expresé una vez: Lo único que no tiene perspectiva, lo único que destruye toda perspectiva es no tener patria, no tener Revolución y no tener socialismo (Aplausos prolongados y exclamaciones).

A quien rinda la patria, la Revolución y el socialismo no le quedará jamás esperanza; y esa esperanza, la que nos dan la patria, la Revolución y el socialismo, la defenderemos hasta la última gota de sangre (Aplausos y exclamaciones). Preferimos la muerte antes que quedarnos sin patria, preferimos la muerte antes que quedarnos sin Revolución y socialismo, porque lo otro es la muerte moral, la más terrible de las muertes (Aplausos y exclamaciones).

A los blandengues y a los vendepatria tenemos que hacerles sentir nuestro lenguaje y nuestra acción firme e inconmovible. Es necesario que lo sepan los enemigos; es necesario que lo sepan los imperialistas y los que estén en disposición de hacerles el juego.

Si nos quedamos sin petróleo y sin electricidad, recordamos que en 1868 no había petróleo ni electricidad, y a pesar de eso nuestros compatriotas lucharon 10 años; en 1895 no había ni petróleo ni electricidad, y los que viajaban de un extremo a otro de la isla, lo hacían en carreta o a caballo, de vez en cuando en algunos barcos. Nuestro pueblo conoció momentos difíciles.

Yo decía que cuando Bolívar comenzó sus luchas por la independencia en Venezuela, que es un mar de petróleo hoy, entonces no había ni petróleo ni electricidad, y luchó por toda la América en sus intentos nobles de liberarla y de unirla. ¡Qué caro les ha costado a los pueblos de este continente no haber sabido salvar aquella oportunidad de liberarse y de unirse! Se independizaron formalmente estos pueblos, pero fueron sometidos de nuevo al poder de los imperios y hoy constituyen, desgraciadamente, un continente balcanizado, que lucha por integrarse y por unirse frente a la oposición y a las feroces presiones del poderoso imperio que se creó al norte. En la Sierra Maestra, donde luchamos en condiciones muy difíciles, no había petróleo ni electricidad.

Digo esto porque tenemos que estar dispuestos, si es necesario, a enfrentar cualquier situación. No haremos nada que no sea necesario, y haremos todo lo necesario por reducirle al pueblo los sacrificios al mínimo, ¡lo haremos!

Trabajaremos, como hemos dicho otras veces, con valentía y con inteligencia. Pero han de saber nuestros enemigos que estamos dispuestos a defender nuestras ideas y nuestra causa a cualquier precio, ¡a cualquier preció!; que estamos dispuestos a luchar sin límites.

A este país no lo gobierna nadie en 100 años (Aplausos); ni hay imperialismo ni hay reaccionario que resista 100 años de lucha de este pueblo, dispuesto a luchar en cualquier condición, como hemos dicho otras veces, aun bajo ocupación total del enemigo.

¡Ni se imaginan con qué gente tendrán que enfrentarse! si estuvieran viéndolos a ustedes por un huequito, creo que lo pensarían; si hubieran visto por un huequito a los pioneros, lo pensarían; si vieran por un huequito las reuniones de nuestros trabajadores; si fueran por nuestros campos hoy a ver lo que hacen los contingentes, lo que hacen los movilizados de nuestra ciudad, ocurriría igual.

Si hace un año el problema era saber la disposición de nuestra población a movilizarse, hoy el problema es cómo evitar que alguno se quede sin ir, porque hay muchos compatriotas y, sobre todo, muchas mujeres que porque tienen hijos, tienen familiares que atender ineludiblemente y no pueden estar 15 días piden que, por favor, aunque sea como una excepción las dejen estar una semana, que no pueden vivir sin hacer su contribución, sin hacer su aporte.

Si vieran lo que nosotros vemos en nuestros campos y en muchos lugares, lo que vimos hace unos días, el 3 de diciembre, cuando estaban conmemorando, 24 horas después, el Día de las Fuerzas Armadas, la Brigada 30 y un gran número de estudiantes de la escuela Primer Congreso; si vieran aquella gente que vi allí, si la hubieran podido ver por un huequito, creo que se harían menos ilusiones.

Por eso digo que defenderemos nuestras esperanzas. No sería la primera vez que nuestro pueblo las defiende en condiciones muy difíciles; no sería la primera vez que nosotros mismos, que nuestra generación las haya defendido en condiciones muy difíciles.

Aquí tuvimos de todo: el Moncada y la necesidad de reanudar la lucha otra vez; desde las cárceles la reanudamos. Tuvimos el "Granma" y la necesidad de reanudar la lucha desde la nada, desde la dispersión casi total. Tuvimos Girón, que fue todo un programa para llamar a la OEA y promover una intervención. Tuvimos después la Crisis de Octubre, y todo el mundo sabe que nosotros no cedimos; ustedes saben bien que los que cedieron fueron otros que se apresuraron en llevarse la cohetería, pero no fuimos nosotros, que nunca le pedimos a nadie que retirara un solo cohete. ¿Por qué? Porque estábamos dispuestos a perecer antes que soportar el chantaje de los yankis (Aplausos y exclamaciones).

Mencionaba hace un instante el "Granma", podía mencionar Alegría de Pío, el día 5 de diciembre, cuando empezó nuestro congreso. Y el día 6, ¿dónde estábamos nosotros? En un pequeño cañaveral, sepultados bajo la paja, de día y de noche, rodeados de soldados; ese mismo día nos habían echado encima siete u ocho aviones a tres hombres con dos fusiles, éramos solo tres hombres con dos fusiles los que había allí: un fusil tenía 30 balas, otro tenía 80 y nada más. Era un día como hoy, hoy es el 35 aniversario de esa noche y estábamos bajo la paja, de vez en cuando nos movíamos con mucho silencio a pelar alguna caña para alimentarnos. Y les aseguro, compañeras y compañeros, que en ese momento no se perdió ni un átomo la esperanza, ni la perdió la patria en ningún momento (Aplausos y exclamaciones). No la perdió Martí cuando cayó en Dos Ríos. Martí muriendo sabía que moría por esto que tenemos hoy, por esto que estamos defendiendo hoy (Aplausos y exclamaciones).

Cuando Martí murió en Dos Ríos, sabía que habría hombres y mujeres como ustedes, dispuestos a hacer lo que él hacía.

Cuando Maceo murió en Punta Brava, sabía que moría por un pueblo como este, y que habría hombres y mujeres capaces de morir como él.

Ahora los imperialistas están más envalentonados que nunca, pero hay que ver qué somos nosotros, qué clase de acero lleno de espinas. Días atrás les decía a algunos compañeros que éramos algo más que eso, éramos como una granada llena de fragmentos y espinas de acero; que si un elefante se tragaba esta granada, iba a explotar en mil pedazos inexorablemente (Aplausos y exclamaciones).

Vaya imperio hipócrita, que habla de derechos humanos y de leyes internacionales mientras convierte la Base Naval de Guantánamo, el territorio ocupado ilegalmente a Cuba, en un campo de concentración de haitianos, tiene ya allí a miles. ¡Ah!, no los dejan entrar allá en la metrópoli, no es gusanera cubana, son haitianos, y tienen esa zona marítima llena de guardacostas para que no pase ninguno hacia allá.

En las condiciones terribles de Haití, miles y miles de gente viaja en barquichuelos; durante años hemos tenido que estarles prestando auxilio cuando recalan en nuestras costas, cuando naufragan en nuestras costas.

Ultimamente, con motivo de los sucesos en ese vecino país, se ha multiplicado esa emigración, hay más de 1 000 en este momento en territorio cubano de la zona de Maisí, y lo que están haciendo los yankis es que a todos los que recogen en el mar los llevan para la Base Naval de Guantánamo, violan todo; no solo violan sus hipócritas declaraciones sobre derechos humanos, sino que han convertido esa base en un campo de concentración de emigrantes haitianos, y quién sabe cuántos miles se reúnan allí. La provincia de Guantánamo, durante años, se ha sacrificado ayudando a esos emigrantes cada vez que naufragan.

Esos emigrantes, en general, buscan dinero; buscan divisas, que nosotros no tenemos; quieren ir para Estados Unidos, pero no son gusanera cubana —repito— y no los quieren allí si viajan por su cuenta, no los aceptan y los devuelven a Haití. Les dicen que están dispuestos a llevarlos a otros lugares, pero adónde los van a llevar, ¿a Centroamérica, a pasar tanta hambre como en Haití?

Esos haitianos quieren ir allá a trabajar como inmigrantes donde los yankis no hacen trabajos duros. Ellos saben que los yankis no recogen tomate en el calor de la Florida, ni cultivan la tierra, ni hacen trabajos duros, ese es el trabajo de los haitianos. Allá quieren ir los haitianos, pero los yankis les tienen miedo por problemas sanitarios, por problemas de enfermedades, porque no cumplen sus reglamentos estrictos de inmigración, por distintas razones y por menosprecio, porque tal vez creen que tienen ya los suficientes, porque no los necesitan de inmediato.

¿Qué van a hacer, cómo va a evolucionar este problema de convertir la Base Naval de Guantánamo en un campo de concentración de emigrantes haitianos?

Nosotros también tenemos ese problema. Los campamentos normales que teníamos no alcanzan ya en la zona de Maisí, tenemos que ampliar los campamentos, y tendremos que prepararnos inevitablemente a tener que albergar a miles de haitianos. Si es posible discutiremos este problema con Naciones Unidas, sobre todo porque ellos han emigrado buscando ingresos que nuestro país no puede darles.

Nuestro país pudiera darles alguna ocupación, trabajo allá en las condiciones que disponemos, pero no podríamos darles divisas convertibles; realmente, no los necesitamos, pero nuestro país, por razones humanitarias, está dispuesto a atenderlos, asistirlos, en las condiciones en que no puedan continuar viaje o regresar por ahora a su país.

No los vamos a devolver por la fuerza a su país natal en las condiciones en que está viviendo Haití, donde un grupo de militares se apoderó del gobierno, desalojando a un gobierno de carácter popular que estaba tratando de ayudar al pueblo. Ahora la nación está totalmente bloqueada y el hambre debe ser muy grande.

Encima de todos nuestros problemas y nuestras necesidades, tenemos que prepararnos porque hay oleadas de emigrantes que quieren ir a Estados Unidos, barcos yankis acosando, vientos fuertes soplando, creciente número de embarcaciones que naufragan, y creciente número de prisioneros haitianos que los yankis están concentrando en la base naval.

¿Quién garantiza las medidas sanitarias que tomen?, porque en nuestro territorio liberado están garantizadas las medidas sanitarias, tomamos todas las medidas posibles. Hay varias enfermedades, como el paludismo, por ejemplo, un gran número de haitianos tienen paludismo, constituyen riesgo para la población; pero nosotros tomamos medidas, les prestamos atención médica, tratamos de evitar que se propague la enfermedad, atender todos esos casos. Hay otras enfermedades también. Es elevado el número de casos de SIDA, por ejemplo, según conocemos; pero no nos queda más remedio que enfrentarnos a esos problemas, ¿qué vamos a hacer?, por la fuerza no los vamos a devolver.

Es un problema que tendremos que poner en manos de Naciones Unidas. Son emigrantes que están aquí porque naufragaron, sus objetivos no son permanecer en Cuba, buscan otros objetivos; que Naciones Unidas se encargue del problema pero, mientras tanto, les brindaremos asistencia, atención médica, alimentos, lo que haya que hacer con ellos, no es posible actuar de otra forma. Nosotros tenemos derecho a hacer eso en nuestro país, los que no tienen ningún derecho a hacer lo que están haciendo son los yankis, lo de convertir aquella base situada en territorio cubano en un gran campo de concentración de haitianos. Vean qué gobierno es el de Estados Unidos, vean qué respeto por los derechos humanos, vean qué respeto por las leyes internacionales. Eso es lo que representa el imperialismo con su prepotencia, con su arrogancia. Estos son los problemas del mundo.

Si ellos creen que el derrumbe del campo socialista les dio ya la victoria, ¡también se equivocan!, porque con el hambre que hay en el mundo, en el Tercer Mundo, en América Latina, en Africa, en Asia, si creen que va a haber paz en el mundo, si creen que la era de las revoluciones finalizó, ¡se equivocan de nuevo! (Aplausos) Este tipo de fenómeno, como el que mencionaba anteriormente, esas emigraciones incontenibles, son una prueba de la situación del mundo, de la miseria del mundo y de los problemas que esperan al mundo.

¡Ah!, si un gusano cubano llega a Miami en un botecito arrastrado por las corrientes del golfo, o en una balsa, a ese no lo devuelven, a ese lo exaltan, le dan gran publicidad, le hacen una gran propaganda, divulgan por el mundo la noticia, estimulan el hecho, aunque corra el riesgo de ahogarse en el camino. Constantemente están estimulando las salidas ilegales del país; sin embargo, como estos no son gusanos contrarrevolucionarios, como son haitianos emigrando por razones de miseria y de hambre, a esos les ponen toda una flota delante para que no viajen y los devuelven a Haití, o los agrupan en un campo de concentración allí en la base de Guantánamo.

El mundo tendrá todos estos problemas; y para ese mundo, como ustedes decían, nuestra patria hoy constituye una esperanza; y lo que desean más ardientemente todos los revolucionarios, los verdaderos revolucionarios, los que no se han dejado confundir, en cualquier parte del mundo, y nos lo dicen a nosotros, es que seamos capaces de resistir, lo que quieren es que resistamos (Aplausos). Mucha gente de América Latina y de todo el mundo nos dice: "Ustedes tienen que resistir. La mayor tragedia para el Tercer Mundo sería que Cuba no pudiera resistir." Eso nos dicen los amigos y los admiradores que por millones y por decenas de millones tiene el país en todas partes del mundo, sobre todo en el Tercer Mundo (Aplausos).

De modo que hoy no estamos defendiendo solo los intereses, el honor y la esperanza de nuestro pueblo, estamos defendiendo los intereses, el honor y la esperanza de miles de millones de gente del Tercer Mundo (Aplausos). Y si alguien se imaginara que quedaría un átomo de libertad para el resto de las naciones de América Latina, si los imperialistas lograran aplastar a Cuba y convertirla de nuevo en una colonia, se equivoca, porque si ellos pudieran destruir esta trinchera inconmovible, no queda nada que pueda hacerles resistencia; solo los pueblos, y sería una lucha larga, dura y terrible, porque la poca independencia que hoy tienen los países de América Latina —y muchos dirigentes de esos países lo saben— se perdería si los imperialistas lograran aplastar la Revolución Cubana; se cumpliría aquello que tanto preocupaba a Martí de que el imperio se extendiera y cayera con una fuerza más sobre los pueblos de América.

De modo que hoy estamos defendiendo, incluso, aquel sentimiento tan íntimo, aquella convicción y aquel deseo tan grande de Martí. El luchaba entonces por la independencia de Cuba, nosotros luchamos hoy por mantener esa independencia con la misma pasión que él, con el mismo fervor que él (Aplausos). Y nunca, compañeras y compañeros delegados, sobre un pueblo cayó tanta responsabilidad, tanto honor y tanta gloria (Aplausos). Este congreso reafirma nuestras convicciones, reafirma nuestras esperanzas, reafirma nuestra fe en la victoria.

Ustedes decían que nuestro país jamás sería derrotado, que la Revolución jamás sería derrotada; y les digo que al verlos, escucharlos y observarlos a ustedes, se confirma también en nosotros de manera absoluta esa convicción de que un pueblo como este, un país como este, una juventud como esta, un estudiantado como este no podrán jamás ser derrotados (Aplausos).

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)

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