Segunda Epístola
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Queridos compatriotas:
Dos nuevas infamias del gobierno de Estados Unidos ―la inclusiσn de Cuba en otra de las prepotentes listas de quienes pretenden ser amos del mundo, introducida en un informe del Departamento de Estado publicado el 14 de junio en el que se acusa a nuestro país de participar en el tráfico de personas y se añade la vil calumnia de promover el turismo sexual, y la proclamación el día 16 de crueles medidas adicionales de bloqueo para asfixiar la economía que sustenta la vida de nuestro pueblo― me obligan a un segundo mensaje dirigido al Presidente de Estados Unidos.
Señor Bush:
Debo ser sereno pero muy sincero, aunque sin ánimo alguno de insultos u ofensas personales. Incluir a Cuba en una lista de países que practican el tráfico ilegal de personas es cínico. Algo aún más infame y repugnante, en ese prepotente informe que el Departamento de Estado se ve obligado a suscribir cada año, es afirmar que Cuba promueve el turismo sexual, incluso con niños.
Usted está en condiciones de informarse de que, en aras de la reunificación familiar, Cuba ha suscrito dos acuerdos migratorios con Estados Unidos. El primero, en el año 1984, no fue cumplido por las administraciones norteamericanas. Diez años después, en lugar de las 20 mil visas ofrecidas, se otorgaron solamente alrededor de mil cada año, un 5 por ciento. A raíz de la crisis migratoria desatada el año 1994, nuestro país suscribe un nuevo acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, ampliado el año siguiente y actualmente vigente, a pesar de que, aunque se ha cumplido en lo esencial en cuanto al número de visas, no ha sido así en cuanto a la obligación ineludible y fundamental de evitar todo aliento a la emigración ilegal.
La Ley asesina de Ajuste Cubano se mantuvo inconmovible sin justificación alguna, e incluso nuevos estímulos fueron añadidos a la misma. Esa Ley absurda e inmoral ha costado un número incalculable de vidas, entre ellas las de muchos niños cubanos. A partir de la misma surgió después el odioso tráfico de migrantes a través de lanchas rápidas, que procedentes de la Florida arribaban a cualquier punto de nuestras costas. Cuba sanciona con severidad tales hechos, mientras las administraciones de Estados Unidos, por razones políticas asociadas con el estado de la Florida, harto conocidas, se cruzan de brazos.
Ningún país del mundo ha proporcionado tanta protección física y moral, salud y educación a sus niños como Cuba. Usted debiera saber que muere una proporción mayor de niños en Estados Unidos el primer año de vida que en Cuba. El ciento por ciento de los niños y adolescentes en nuestro país, incluidos los que sufren alguna forma de discapacidad mental o física, asisten a las escuelas correspondientes y estudian.
¿Cómo pretende ignorar que mientras en Estados Unidos hay en las aulas un promedio de más de 30 alumnos por maestro y aula, en Cuba hay menos de 20 y los resultados escolares superan ya los de cualquier país desarrollado?
Nuestros servicios de salud han elevado las perspectivas de vida de cada niño que nace, de 60 años o menos en 1959, según estimados, a 76,13 años en la actualidad.
A pesar del bloqueo de Estados Unidos y el derrumbe del campo socialista, el desempleo en Cuba alcanza solo el 2,3 por ciento, varias veces por debajo de su propio país, el más rico e industrializado del mundo.
Usted debiera experimentar vergüenza por intentar asfixiar económicamente al pueblo que, bloqueado y sometido a más de cuatro décadas de guerra económica, agresiones armadas y acciones terroristas, ha sido capaz de realizar tales proezas. En su propio país usted no podría mostrar nada parecido.
Usted trata de estrangular la economía y amenaza con la guerra al país que ha sido capaz de alcanzar ya la cifra de 20 mil médicos prestando actualmente servicios en 64 países del Tercer Mundo. Su administración, a pesar de disponer de los recursos de la potencia más rica de la Tierra, no ha enviado uno solo a los más apartados rincones de esos países, como lo hace Cuba.
Sobre su conciencia, al igual que sobre la de los líderes de los estados más ricos, pesa el genocidio que significa la muerte, cada año, de más de diez millones de niños y otras decenas de millones de personas que podrían salvarse, como consecuencia de las más variadas formas de saqueo y robo a que son sometidos los países del Tercer Mundo a través del orden económico mundial injusto y ya insostenible que los países ricos han impuesto en detrimento del 80 por ciento de los habitantes del planeta.
Alguien debiera informarle a usted de estos problemas y estas verdades, en lugar de sembrar intrigas y mentiras todo el tiempo.
Con relación a Cuba, usted se deja llevar por la fanática creencia de que su reelección en noviembre depende del apoyo de una mafia conocidamente terrorista de viejos emigrados y sus descendientes, parte importante de los cuales proceden del grupo de malversadores y criminales de guerra batistianos que se refugiaron con su botín a cuestas y sus crímenes impunes en Estados Unidos. Otros se enriquecieron por los servicios prestados durante mucho tiempo en actos de terrorismo y agresiones que costaron mucha sangre a nuestro pueblo. Esos grupos están cada vez más desprestigiados y son cada vez menos influyentes. Todo el mundo recuerda lo ocurrido en la Florida, donde ellos cometieron numerosos fraudes electorales en los que son verdaderos expertos, y usted obtuvo la victoria por solo 518 votos. No quiero humillarlo hurgando sobre este sórdido y desagradable tema. Prefiero limitarme a expresarle con franqueza que los errores a que sus compromisos con esa mafia lo conducen, pueden ser decisivos a la inversa en las próximas elecciones.
El pueblo norteamericano está ya aburrido de la bochornosa influencia que esos grupos ejercen sobre la política exterior e interior de un país tan importante. La dependencia suya de esos grupos terminará restándole muchos votos, y no solo en la Florida sino en todo el país.
Al prohibir a los norteamericanos viajar a Cuba con brutales amenazas de represión, usted viola un principio constitucional y un derecho del cual se sintieron siempre orgullosos los ciudadanos de su país. Muestra, además, miedo político.
Cuando Cuba sin vacilación ni temor abrió sus puertas, con muy pocas excepciones, a la gran masa de emigrados para que visitaran su país de origen; cuando incluso en fecha reciente se autorizó a realizarlo con el simple trámite de la habilitación del pasaporte cada dos años, para viajar cuantas veces lo deseen, usted aplica medidas despiadadas e inhumanas contra las familias cubanas, que ultrajan su cultura y sus tradiciones ancestrales. Prohibir a los cubanos residentes, nacionalizados o no, visitar a sus familiares más allegados en un lapso no menor de tres años, aunque estos estén al borde de la muerte, es de una crueldad incalificable. No pocos cubano-americanos están pensando ya en promover un voto de castigo.
Usted, por razones estrictamente electorales, pasando por encima de las Resoluciones aprobadas por la casi totalidad de los miembros de las Naciones Unidas, acaba de adoptar nuevas y más duras medidas económicas contra el pueblo cubano, que repugnan a la opinión pública mundial y a la inmensa mayoría de la propia opinión pública de Estados Unidos.
Lo peor de su descabellada y torpe política contra Cuba es que usted y su grupo de cercanos asesores han declarado impúdicamente su propósito de imponer por la fuerza lo que califican de transición política en Cuba, si ostentando mi actual cargo se produce mi muerte; transición que por supuesto no vacilan en confesar tratarán de acelerar lo más posible. Usted sabe muy bien lo que en el lenguaje mafioso eso significa.
Sin embargo, tal vez la mayor desvergüenza fue anunciar que las primeras horas son decisivas, puesto que la idea es impedir después a toda costa, en cualquier circunstancia, que una nueva dirección política y administrativa se hiciera cargo de la conducción de nuestro país, ignorando en absoluto la Constitución cubana, las facultades de la Asamblea Nacional y de la Dirección de nuestro Partido, y las funciones que la Ley fundamental y las más altas instituciones del pueblo han concedido ―como en todas partes del mundo― a los que tienen las responsabilidades pertinentes para asumir de inmediato esa tarea.
Como esto solo puede hacerse enviando tropas a ocupar puntos claves del país, se está proclamando el propósito de intervenir militarmente en nuestra patria. Por ello el 14 de mayo le envié de antemano mis saludos al papel de César asumido por usted, que tomé de los gladiadores obligados a combatir hasta la muerte en el circo de la antigua Roma.
Hoy estimo conveniente añadirle unas cuantas cosas más.
Usted debe saber que su marcha contra Cuba no será nada fácil. Nuestro pueblo resistirá sus medidas económicas, sean las que fueren. Cuarenta y cinco años de lucha heroica frente al bloqueo y la guerra económica, amenazas, agresiones, planes de asesinato a sus líderes, sabotajes y terrorismo, no debilitaron sino fortalecieron a la Revolución.
Hace 43 años la invasión traicionera por Girón fue destrozada en menos de 66 horas de combate sin tregua, frente a todos los cálculos de brillantes expertos.
Algunos de los que dirigimos esta Revolución, vivimos aquella singular experiencia en la que un puñado de hombres, partiendo de siete fusiles, logró derrotar, con las armas ocupadas al enemigo en combate, a las fuerzas armadas de Batista, equipadas, entrenadas y asesoradas por Estados Unidos, que ascendían a 85 mil hombres.
Un año y seis meses después de Girón, en octubre de 1962, la amenaza real de un ataque nuclear no hizo pestañear a un solo combatiente cubano. Ninguna inspección se autorizó en nuestro territorio, pese a lo acordado por las dos superpotencias.
Decenas de años de guerra sucia, sabotajes y terrorismo, en el que tanto se destacaron muchos de sus actuales amigos de Miami, no pudieron doblegar a Cuba.
El derrumbe del campo socialista europeo y de la propia URSS, que nos privó de mercado, combustible, alimentos y materias primas, frente a un bloqueo reforzado con las Leyes Torricelli, Helms-Burton y otras medidas, no quebrantaron al pueblo cubano, y ocurrió lo que parecía imposible: ¡resistimos! Algo que está ya en la sangre y las tradiciones de los patriotas cubanos que, en la última guerra contra el colonialismo español, se enfrentaron, desgastaron y virtualmente derrotaron a 300 mil soldados de España, es ese espíritu de luchar contra lo imposible y vencer.
No es mi propósito, Señor Presidente de Estados Unidos, mortificarlo ni amargarle la vida con estos recuerdos. Cumplo simplemente el deseo de ilustrarlo sobre lo que es Cuba, lo que significa un proceso revolucionario verdadero y profundo, y cómo es el pueblo que usted pretende mirar con desprecio.
Hoy Cuba cuenta con la población de más cultura y conciencia política entre todos los países del mundo. No es un pueblo de fanáticos; es un pueblo de ideas. No es un pueblo de analfabetos o semianalfabetos; es un pueblo donde los estudios de nivel superior se masifican y universalizan, junto a su valentía y su patriotismo. A sus sueños de una sociedad verdaderamente justa y humana, se suma la experiencia y el conocimiento, algo que a usted con su fundamentalismo y sus hábitos mesiánicos de actuar le será muy difícil comprender.
Hoy no somos un puñado de hombres decididos a vencer o morir. Somos millones de hombres y mujeres que contamos con las armas suficientes, más de doscientos mil oficiales y jefes bien preparados, que conocen cómo deben emplearlas en condiciones de guerra moderna y sofisticada, y una enorme masa de combatientes que conocen igualmente bien los puntos fuertes y los puntos débiles de los que nos amenazan, a pesar de los enormes recursos bélicos y la superioridad tecnológica de sus armas.
En las condiciones actuales de Cuba, ante una invasión al país, mi ausencia física ―por causas naturales o de otra νndole― no harνa el menor daño a nuestra capacidad de lucha y resistencia. En cada jefe político y militar de cualquier nivel, en cada soldado individual, hay un comandante en jefe potencial que sabe lo que debe hacer, y en determinada situación cada hombre puede llegar a ser su propio comandante en jefe.
Ustedes no podrán disponer de un día, una hora, un minuto ni un segundo para impedir que la conducción política y militar del país sea asumida de inmediato. Las órdenes de lo que debe hacerse están dadas de antemano. Cada hombre y mujer estarán en su puesto de combate sin perder un segundo.
Le dije a usted bien claro el 14 de mayo, ante más de un millón de cubanos que desfilaron frente a su Oficina de Intereses, lo que yo debía hacer y haría. Es lo que me corresponde. Hoy lo reitero, y les sugiero a usted y a sus asesores que no inventen venganzas viles contra nuestro pueblo. No intenten aventuras locas como operaciones quirúrgicas o guerras de desgaste con el empleo de técnicas sofisticadas, porque los acontecimientos se les pueden escapar de las manos. Podrían ocurrir cosas indeseables, que no son buenas para el pueblo de Cuba ni para el pueblo de Estados Unidos. Podrían destrozar el acuerdo migratorio, podrían provocar éxodos masivos que no estaríamos en condiciones de impedir, podrían provocar una guerra total entre jóvenes soldados norteamericanos y el pueblo de Cuba, algo que sería sumamente triste.
Puedo asegurarle que usted jamás ganaría esa guerra. Aquí no encontrará un pueblo dividido, etnias opuestas o profundas diferencias religiosas, ni habrá generales traidores al mando de nuestras tropas; se encontrará con un pueblo sólidamente unido por una cultura, un sentimiento solidario y una obra social y humana que no tiene precedente en la historia. Usted no se va a llenar de gloria con una acción militar contra Cuba.
Nuestro pueblo jamás renunciará a su independencia, ni renunciará jamás a sus ideales políticos, sociales y económicos.
Cuba fue totalmente solidaria con el pueblo de Estados Unidos a raíz del doloroso e injustificable ataque a las Torres Gemelas. Ese mismo día expusimos nuestros puntos de vista, que hoy se van confirmando con precisión casi matemática. La guerra no es el camino para poner fin al terrorismo y la violencia en el mundo. Aquel trágico episodio ha sido utilizado como pretexto para imponer al planeta una política de terror y fuerza.
Sus medidas contra el pueblo de Cuba constituyen una acción atroz e inhumana. Cuba puede demostrar que usted desea destruir un país que ha salvado con sus servicios médicos y continúa salvando cientos de miles de vidas en los países pobres del mundo, que podría incluso ser capaz de salvar tantos ciudadanos pobres de Estados Unidos como las tres mil personas que murieron en las Torres Gemelas.
Usted seguramente sabe que en Estados Unidos hay 44 millones de ciudadanos que no disfrutan de seguro médico, que en dos años 82 millones de norteamericanos carecieron en algún momento de ese seguro y no podían pagar el colosal precio que se cobra en su país por servicios de salud que son vitales. Un cálculo muy conservador indica que muchas decenas de miles de vidas se pierden cada año en Estados Unidos por esa causa, tal vez treinta o cuarenta veces los que murieron en las Torres Gemelas. Alguien debiera hacer los cálculos precisos.
En un breve período de cinco años, Cuba está dispuesta a salvar la vida a 3 mil ciudadanos norteamericanos pobres. Hoy es perfectamente posible prever y evitar un infarto que puede ser mortal, y resolver enfermedades que conducen inevitablemente a la muerte. Esos 3 mil norteamericanos podrían viajar a nuestro país con un familiar acompañante y recibir tratamiento de forma absolutamente gratuita.
Deseo hacerle una pregunta, señor Bush. Se trata de una cuestión ética y de principios. ¿Estaría usted dispuesto a conceder a esos ciudadanos permiso para viajar a Cuba en un programa destinado a salvar una vida por cada uno de los que murieron en el atroz ataque a las Torres Gemelas? Si ellos aceptaran esos servicios y deciden venir, ¿serían sancionados?
¡Demuéstrese al mundo que hay alternativa a la arrogancia, la guerra, el genocidio, el odio, el egoísmo, la hipocresía y la mentira!
En nombre del pueblo de Cuba,
Fidel Castro Ruz
Junio 21 del 2004