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Fidel y la obra de la Revolución

Para la nación cubana el 1° de enero de 1959 significó la posibilidad real, por primera vez en su historia, de ejercer el derecho de libre determinación. Finiquitó la amarga dependencia por la cual los gobernantes estadounidenses y sus embajadores disponían de un poder mucho mayor para decidir cosas en Cuba, que el que tenía su gobierno federal para tomar decisiones con respecto a cualquiera de los Estados de la Unión Norteamericana.

El rol desempeñado por Fidel para lograr el ejercicio del derecho a la plena independencia en nuestro país es inconmensurable. Cuba estableció un Estado socialista con democracia participativa, igualdad y justicia social bajo la conducción, el pensamiento y la conducta del Comandante en Jefe, quien tuvo siempre constante vinculación con su pueblo, espíritu crítico y autocrítico para enfrentar los errores y rectificarlos, al igual que maestría para encauzar profundos análisis acerca de la realidad nacional –que en casi todos los campos puso su visión estratégica–, además de los problemas más relevantes de la humanidad.

Al triunfo revolucionario, la economía del país se caracterizaba por un escaso desarrollo industrial, dependiente en lo fundamental de la producción azucarera y de una agricultura concentrada en latifundios, cuyos terratenientes controlaban el 75 por ciento de las áreas. No obstante, todavía hoy algunos mal informados, o mal intencionados, se atreven a afirmar que Cuba era casi un país desarrollado en 1958 y que la Revolución significó un retroceso.

Para refutar esas aseveraciones, bastaría mencionar los resultados de una investigación pública del Departamento de Comercio de Estados Unidos realizada en 1956, donde se revela que el 94.2 por ciento de las fábricas cubanas en aquel entonces tenían de cinco a cien empleados, o sea, eran virtuales chinchales, y en total trabajaban solamente 200 ingenieros.

El grueso de la actividad económica era regentado por empresas estadounidenses, las que disponían de 1.2 millones de hectáreas de tierra (una cuarta parte del territorio productivo), además de la mayoría de la industria azucarera, la producción de níquel, las refinerías de petróleo, los servicios de electricidad y teléfono, el sector bancario, entre otros. De igual modo, controlaban aproximadamente el 70 por ciento de las exportaciones e importaciones cubanas. Había en Cuba una alta polarización e inequitativa distribución de las riquezas: mientras el 50 por ciento de la población disponía solo del 11 por ciento de los ingresos, un minoritario cinco por ciento concentraba el 26 por ciento de las rentas. Además, la discriminación racial y de la mujer, la mendicidad, la prostitución y la corrupción política y administrativa estaban muy extendidas.

La inaplazable solución de los problemas más acuciantes de la sociedad cubana solo podía asumirse si el pueblo disponía libremente de sus recursos naturales y demás riquezas. Así, luego del triunfo revolucionario, al amparo de la Constitución y en correspondencia con el Derecho Internacional, Cuba ejerció esa prerrogativa y asumió las obligaciones consecuentes, incluida la indemnización a todos los nacionales de terceros países

(Canadá, España, Inglaterra…) excepto a los estadounidenses, cuyo gobierno rechazó las disposiciones cubanas y convirtió esta decisión legítima en pretexto para desatar una guerra sin precedentes en la historia de las relaciones bilaterales.

Fidel con las familias campesinas durante el ciclón FloraLa Revolución no solo entregó la tierra en propiedad a los campesinos hasta entonces sometidos a condiciones semifeudales de producción y obligados a vivir en extrema pobreza, sino que dedicó todos los recursos disponibles al desarrollo económico de la nación y al mejoramiento de la vida del pueblo. La política de resistencia para sobrevivir durante el período especial iniciado en los años 90 frenó el desarrollo de la obra revolucionaria, como parte del cual, solo en la década de los 80 se dedicaron a la construcción de objetivos productivos y sociales, unos 60 000 millones de pesos.

Hasta ese momento, con la Revolución, creció 14 veces la capacidad de producir aceros, seis veces la de cemento, cuatro la de níquel, 10 la de fertilizantes; también se cuadruplicó la refinación de petróleo (sin contar la nueva refinería de Cienfuegos), aumentó siete veces la producción textil y creció la industria turística. Asimismo, se crearon ramas completas e industrias nuevas como la de construcción de maquinarias, la mecánica, la lectrónica, la de equipos médicos, la farmacéutica, la de materiales de la construcción, la del vidrio, la cerámica, entre otras. Igualmente, se modernización las industrias azucarera, alimentaria y ligera. A ese esfuerzo se suma el desarrollo de la biotecnología y la ingeniería genética, y otras ramas científicas agrupadas en unos 200 centros de investigaciones.

El país logró mejorar la infraestructura, aunque su “talón de Aquiles” ha sido el mantenimiento. La generación eléctrica creció más de ocho veces: la capacidad de agua embalsada aumentó 310 veces, se construyeron nuevas carreteras y autopistas, y se modernizaron los puertos. Las necesidades sociales fueron cubiertas en mayor medida, salvo en la vivienda, aunque estas pasaron de manos de los casatenientes a ser propiedad de quienes la vivían, según una de las primeras leyes revolucionarias.

Con el progresivo crecimiento y diversificación de la economía se pudo solucionar el problema del desempleo. En 1958, de seis millones de habitantes, alrededor de una tercera parte de la población económicamente activa estaba desempleada, de ella el 45 por ciento en las zonas rurales, mientras que de unas 200 000 mujeres empleadas, el 70 por ciento trabajaba en labores domésticas. Hoy, con más de 11 millones de habitantes, el número de personas ocupadas alcanza casi cinco millones y se han encontrado fórmulas para propiciar otras formas de gestión. Poco más del 42 por ciento de los trabajadores son mujeres y ellas representan hoy el 67 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país. Fidel con niños y jóvenes. Fidel siempre experimentó un amor infinito por los niños y los jóvenes. En materia de educación y salud pública, también en 1958, la cifra de analfabetos y semianalfabetos alcanzaba los dos millones de personas. La escolaridad entre los mayores de 15 años no sobrepasaba el tercer grado, más de 600 000 niños carecían de escuelas y el 58 por ciento de los maestros no tenían empleo. Solo el 45.9 por ciento de los menores en edad escolar estaban matriculados y la enseñanza primaria la culminaba apenas el seis por ciento de ellos.

Las universidades escasamente tenían capacidades para unos 20 000 estudiantes. La atención a la esfera educacional fue prioritaria. Lo primero que se desarrolló fue una masiva campaña de alfabetización, hazaña que recién ha cumplido 55 años. Se creó una extensa red de escuelas y hoy más de 300 000 maestros y profesores se desenvuelven en ese sector. El nivel escolar entre los mayores de 15 años es de noveno grado. El ciento por ciento de los niños en edad escolar matricula en la enseñanza primaria y el 98 por ciento culmina el sexto grado, mientras el 89 por ciento culmina la secundaria. Más de un millón de personas se han graduado en las universidades en estos años, cifra encomiable para una nación tan pequeña. Hay 166 000 estudiantes en las aulas universitarias y todo el sistema de enseñanza es gratuito. Se les garantiza, además, a los niños con deficiencias físicas y mentales la posibilidad de prepararse para la vida en las escuelas especiales.

La precaria situación de la salud pública en 1958 la caracterizaba una mortalidad infantil que sobrepasaba la cifra de 60 por mil nacidos vivos, mientras la vacunación era casi inexistente y varias enfermedades consumían la vida a edades tempranas. La esperanza de vida se estimaba en 58.8 años. La capital del país concentraba el 61 por ciento de la camas de hospitales y el 65 por ciento de los casi 6 500 médicos. En todas las zonas rurales de la nación existía únicamente un hospital. Solo el 18 por ciento mal recibía atención médica gratuita. La salud pública en Cuba hoy es totalmente gratuita. Se disponen de casi 88 000 médicos para una cobertura de uno por cada 127 habitantes. Hay una red nacional de más de 600 hospitales y policlínicos, así como 11 000 consultorios médicos de la familia que prestan servicios a la comunidad, incluidas las zonas rurales y montañosas.

La vacunación masiva ha eliminado numerosas enfermedades. La mortalidad infantil es de 4.3 por cada mil nacidos vivos y la esperanza de vida es de casi 80 años. No solo las medidas económicas y sociales fueron centro de atención del Estado revolucionario, sino también el establecimiento de la base jurídica que permitiera el ejercicio de participación directa de la población en la toma de las principales decisiones, así como garantizar su derecho a defender a la nación frente a las agresiones externas.

 

Fuente: 

Revista Bohemia

Fecha: 

03/01/2017