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LA HISTORIA HACE AMIGOS

Fidel Castro estaba en Bogota el 9 de abril de 1948, tenia entonces 23 años y asistía a un congreso estudiantil. Alrededor de 400 folios de los 7 000 que componen el proceso legal sobre el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán están dedicados a Fidel. La reacción colombiana tuvo un gran olfateo al inculpar a una personalidad que cada vez con más fuerzas adquiriría connotación y relieve continentales.

Fidel conoció y admiró a Gaitán, y cuando estallan los sucesos de abril se solidariza con el dolor de mi pueblo, comparte su sentimiento de frustración al ver caer asesinado al líder y, como un colombiano más, se sumerge en los hechos.

La reacción, sin embargo, vio en él a un instigador, a un representante del comunismo internacional, como si hubiese intuido en la acción y el pensamiento posteriores del revolucionario cubano, la razón de ser del levantamiento del 9 de abril. Pero Fidel lo que hace, en verdad, es sumarse con orgullo a los sucesos. Es irónico: mientras la figura de Fidel se agiganta, sus acusadores se quedaron solamente con la acusación entre las manos.

Siempre he pensado que la historia hace amigos entrañables a la gente: sentía su amistad por su participación en el acontecimiento que a mí me tocó reconstruir. Me impresionó sobre todo, su relato a dos voces frente a la historia. Por un lado, narraba su participación; por otro enjuiciaba críticamente, reflexionaba sobre el bogotazo. Era como si se desdoblara su propia historia y la recreara mediante la memoria... era como si actuara su propia historia. Al principio de nuestra conversación se mantuvo sentado, pero cuando se emocionó a la luz de los recuerdos, comenzó a recorrer la pieza donde estábamos a grandes pasos como si quisiera desandar con su memoria los treinta años que lo separaban de aquel 9 de abril.

Conocer personalmente a Fidel, hablar con él durante un tiempo prolongado, fue una experiencia muy emocionante para mí...

Tomado de: 

"Voces de América Latina", Editorial Arte y Literatura
01/01/1988