Valoraciones

Responde por sus palabras con su propia vida

La primer vez que conversé con Fidel fue cuando visité Cuba en 1960. Hijo de emigrantes gallegos, insistía mucho en que la Revolución Cubana era una “revolución española”. Exactamente lo que quería con eso era diferenciarla de otras revoluciones de este siglo; indicar que era algo diferente y que no había que buscar manos extrañas a Cuba: conspiraciones internacionales, maniobras extrañas; esto que pasa es algo auténtica y exclusivamente cubanos.

Al tiempo que conversaba conmigo y con Juan Rejano, Fidel preparaba el discurso que iba a pronunciar ante la ONU de un modo muy singular. No es que tomara notas; tenía sin duda una memoria privilegiada y en el curso de la noche se levantó varias veces y nos fue repitiendo lo que pensaba decir, párrafos enteros; improvisados durante la conversación entre los cuales estaba uno en el que pensaba condenar al régimen franquista y declarar la solidaridad cubana con el pueblo español.

Desde luego, la Revolución es genuinamente cubana: una improvisación maravillosa, en la que no se repetían recetas y en que creatividad e ingenuidad se hermanaban frecuentemente; allí sí que “se hacía camino al andar”.

Yo estaba subyugado por aquel ambiente. Me percataba de la enorme sinceridad y honradez de Fidel, un verdadero gigante, una fuerza de la naturaleza, un hombre que respondía por sus palabras con su propia vida.

Tomado de: 

Memorias, Planeta, España
30/11/1992