Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN UN ENCUENTRO SOSTENIDO CON MILES DE COLABORADORES INTERNACIONALISTAS CUBANOS EN ANGOLA, EFECTUADO EN LUANDA, EL 9 DE SEPTIEMBRE DE 1986

Fecha: 

09/09/1986

Compañeras y compañeros:

Cuando digo compañeras y compañeros me refiero a los trabajadores civiles y a los combatientes de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, aunque aquí no hay diferencias: todos somos trabajadores y todos somos combatientes (APLAUSOS).

El día 31 de agosto, hace hoy nueve días, pasábamos nosotros, procedentes de Cuba hacia Zimbabwe, y volábamos sobre Luanda. Era más o menos al amanecer y, desde luego, ya nosotros teníamos el firme propósito, al regreso, de hacer escala en Luanda y reunirnos con ustedes. Hemos llegado el domingo por la noche, una estancia no muy prolongada de algo menos de 72 horas; hemos tenido que utilizar bien el tiempo, y así prácticamente no hemos descansado ni un minuto desde que llegamos.

Teníamos que reunirnos con nuestros hermanos angolanos, con la Dirección del MPLA, con los compañeros de las FAPLA, con los compañeros de la misión militar cubana, visitar algunas unidades, continuar hoy el programa también reuniéndonos con el querido compañero José Eduardo dos Santos (APLAUSOS) y la dirección angolana; durante la tarde de hoy reuniéndonos con un numeroso grupo de jefes de nuestras unidades militares; y, por supuesto, era imprescindible una reunión con los llamados colaboradores civiles, y mejor llamados combatientes que desempeñan funciones civiles en la República Popular de Angola (APLAUSOS).

No está aquí nuestra delegación. Ustedes preguntarán dónde está Carlos Rafael, dónde está Risquet, dónde está Lage, dónde está Abrantes, dónde está el embajador de Cuba en la República Popular de Angola. No están aquí. Nuestra delegación prácticamente se ha diluido. Y es que nuestra delegación está trabajando también, ayer y hoy. Desde ayer una parte de la delegación partió temprano hacia Mozamedes, Lubango, Matala, Cubango, Menongue. Ya puedo decirlo porque no pienso que nadie pueda interceptarlos, pasaron por allí, por la línea sur; otros fueron a Malanje, Huambo. Yo no podía recorrer todos los lugares y les pedí que llevaran mensajes a nuestros heroicos combatientes y a nuestros valientes colaboradores, nuestros valientes llamados colaboradores civiles. Fíjense que no digo llamados valientes, sino muy valientes, pero muy valientes llamados colaboradores civiles (RISAS Y APLAUSOS).

Nos hemos repartido el trabajo y hemos procurado alcanzar la máxima eficiencia en estas horas.

De esta forma, hemos llegado al punto del programa que corresponde a la reunión con ustedes. Este es un lugar que ayer visitamos también. Estamos próximos, precisamente, al punto donde en el día de ayer vinimos a rendir tributo a los combatientes internacionalistas cubanos caídos en Angola.

Aunque en Cuba a esta hora, 6:25 de la tarde, es de día, en Angola a las 6:25 es de noche, porque está en el hemisferio sur, están en invierno; nosotros estamos en invierno y, además, tenemos la hora de verano. Por eso allá estamos acostumbrados a esta hora que esté el sol radiante todavía, y aquí lo que tenemos son las luces radiantes de la televisión, que no podemos apagarlas, desde luego, porque debe quedar la constancia gráfica de este magnífico acto. Lo que no me permite es ver a mis compatriotas. Sé que por allá están en aquella parte oscura los 48 cadetes estudiantes del último año de medicina (APLAUSOS); sé que hacia allá hay centenares de miembros de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias; sé que hacia allá están constructores con los cascos blancos; sé que hay muchos maestros, trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y colaboradores en numerosas esferas. Me dijeron que se reunirían unos 2 000 civiles y unos 1 000 soldados y oficiales. No los puedo ver con mucha claridad, pero los siento, percibo el calor, la presencia, el patriotismo y el internacionalismo de todos ustedes (APLAUSOS).

Hacía algo más de nueve años que estuve por primera vez en Angola. También nos reunimos con los colaboradores. Durante estos años hemos salido poco de nuestro país, en las ocasiones más imprescindibles, puesto que allá hemos tenido que trabajar muy duro frente a las amenazas imperialistas y especialmente frente a las amenazas de este gobierno fascista, reaccionario de Estados Unidos. En esta ocasión fue imprescindible viajar para la reunión cumbre, visitar este lugar de Africa austral. A pesar de las amenazas de los racistas sudafricanos tuvimos que viajar hasta ese país fronterizo con el apartheid para participar en una importantísima reunión cumbre, y al asistir a esa reunión no podía bajo ningún concepto dejar de aterrizar aquí en la heroica República Popular de Angola para saludar a los angolanos, a su dirección, a su Partido y también para satisfacer un profundo deseo, un sentimiento anhelado que era el de reunirme con mis compatriotas aquí en Luanda y que son para mí una representación de más de 40 000 cubanos que se encuentran en la República Popular de Angola (APLAUSOS).

Y cuando digo más de 40 000 no cometo ninguna indiscreción porque no digo cuántos soldados, cuántos civiles, cuántos tanques, cuántos cañones, cuántos aviones, pero sí digo —cuando expreso la cifra de más de 40 000— que nosotros no distinguimos entre tropas militares y tropas civiles (APLAUSOS). Y digo que todos son combatientes, hombres y mujeres, combatientes de las ideas del internacionalismo, del socialismo, del progreso humano; combatientes con el pensamiento, combatientes con los brazos. Porque cuando en ocasiones han querido capturar cubanos, como aquí expresó la compañera —constructores, maestros, médicos, enfermeras—, cuando han querido apoderarse de ellos han empuñado las armas y se han defendido.

Aquí se mencionó el alevoso ataque a Huambo, que costó la vida a un grupo numeroso de compañeros colaboradores civiles cubanos, y también el ataque a la ciudad de Sumbe, donde no había soldados de las FAPLA ni soldados cubanos, pero que, sin embargo, nuestros colaboradores allí, hombres y mujeres, supieron defender y algunos de ellos murieron, pero las bandas mercenarias de la UNITA, al servicio del fascismo y del racismo, no pudieron capturar un solo cubano (APLAUSOS).

Y no solo nuestros colaboradores civiles lucharon por preservar sus vidas y preservar su libertad, preservar su honor de no ser prisioneros del enemigo, sino que también contribuyeron decisivamente a que muchos otros colaboradores civiles de otros países no cayeran en manos de los mercenarios.

Desde la última vez que viajé a Angola hace más de nueve años, según recordaba, habiendo sido imposible volver antes, sí pude apreciar grandes y profundas diferencias. Esas grandes y profundas diferencias las aprecio en todo, incluso no solo en los combatientes, sino también en los colaboradores. En aquellos días la victoria estaba reciente. Hacía menos de dos años, hacía prácticamente un año, las tropas fascistas y racistas de Sudáfrica habían sido rechazadas, obligadas a retroceder más de 800 kilómetros por la acción unida de los internacionalistas cubanos y de los combatientes angolanos.

Parecía en aquellos momentos que al fin se había alcanzado la paz, después de casi 20 años de lucha por la independencia. Nadie dudaba de que este pueblo, noble, generoso, que había sido oprimido durante casi cinco siglos, merecía su momento de independencia, merecía su hora de libertad. Reinaba el entusiasmo por todas partes. No se combatía. El pueblo angolano se dedicaba a la reconstrucción después de la larga guerra por la independencia, y había muchos colaboradores cubanos médicos, constructores, trabajadores de muy diversas esferas. Reinaba el optimismo, el entusiasmo entre todos. Había alegría, como la hay hoy. Pero puedo decir que no había madurez como la que hay hoy.

Hoy observo la alegría, la responsabilidad y observo la madurez de los angolanos, de los combatientes, de los colaboradores civiles, por llamarlos así, colaboradores civiles, que lo son a pesar de su condición de combatientes. Pero por delante quedaba entonces un largo camino: un largo camino de lucha. El imperialismo no se resignaba a la independencia de Angola, el imperialismo no se resignaba a una Angola verdaderamente revolucionaria, verdaderamente libre y dueña de sus destinos. Los racistas sudafricanos no se resignaban a su derrota, no se resignaban a una República de Angola independiente, no se resignaban a la idea de aceptar la independencia de Namibia, no se resignaban a la idea de que algún día el apartheid tendría que tener un fin, no se resignaban a la idea de que los países que hoy se llaman Línea del Frente fuesen países realmente libres e independientes. No se resignaban a un Zimbabwe independiente, allí donde una minoría de racistas oprimía, explotaba, discriminaba y segregaba a la inmensa mayoría de la población africana de Zimbabwe.

Incluso en los primeros tiempos de la posguerra de independencia nuestras tropas habían empezado a reducirse. De 36 000 hombres que tuvimos a mediados de 1976 —y digo cifras porque ya son datos históricos—, empezamos a reducir nuestras fuerzas, y las habíamos reducido aproximadamente a la mitad. Progresivamente íbamos retirando las tropas cubanas cuando empezaron a surgir las conspiraciones imperialistas, la presencia de tropas extranjeras en las vecindades de Angola, los planes de desestabilización, la reorganización de las bandas mercenarias de la UNITA que habían estado ya al servicio de los portugueses y que se asociaron en 1975 a los racistas sudafricanos para desmembrar este país y para destruir la independencia y la revolución angolana, lograda con tanto sacrificio bajo la dirección del MPLA.

Inmediatamente apenas empezamos a retirarnos, comenzaron las conspiraciones, como hoy hacen en Nicaragua, como hicieron en Cuba, como han hecho en tantos países. Armaron las bandas mercenarias, empezaron a sabotear las comunicaciones y a sabotear la economía de Angola, empezaron los ataques a la República Popular de Angola. De nuevo los racistas sudafricanos atacaron, entraron sus tropas, sus helicópteros, sus comandos, sus aviones, allá en la franja azul, cuando nuestras tropas se habían retirado hacia las líneas estratégicas que iban de Mozamedes a Menongue, pasando por Lubango, Matala y otros puntos. Empezaron las agresiones contra Angola utilizando diversos pretextos, entre ellos la persecución de los patriotas de la SWAPO. Lanzaban bombardeos y ataques criminales contra campamentos de refugiados.

Y no podrá olvidarse jamás —y espero que la historia no olvide jamás— aquella matanza de Cassinga, donde cientos y cientos de hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, una población donde no había combatientes, fue atacada al amanecer por la aviación, cercada por comandos que llegaron en helicópteros e hicieron víctimas a la población. Decenas, cientos de personas fueron asesinadas. Nuestras tropas, una unidad pequeña que estaba a cierta distancia, acudió en su auxilio y logró salvar a los que no habían podido todavía asesinar. Lograron salvar allí todavía a algunos centenares de ancianos, mujeres y niños con el sacrificio de la vida de algunas decenas de combatientes, además de algunas decenas de heridos. Nunca lo podremos olvidar, y fue una prueba de cómo actúan estos elementos racistas y fascistas, un acto de terror inconcebible.

Se iniciaba un largo período de conspiraciones, de intentos desestabilizadores y de agresiones contra la República Popular de Angola, que nos obligaron a detener la retirada, y no solo detener la retirada, sino reforzar nuestras tropas. Nuevas agresiones nos obligaron a nuevos refuerzos y a nuevos esfuerzos, hasta llegar a hoy, cuando las fuerzas internacionalistas cubanas cumplen casi 11 años de noble misión de apoyo y colaboración con Angola.

Como les explicaba ayer a los combatientes en Funda, quizás jamás pensaron los imperialistas que nuestro pequeño país, a 10 000, 12 000 kilómetros de Angola, sería capaz de tanta tenacidad, de tanta perseverancia, de tanta firmeza, y de permanecer 11 años en su colaboración militar y civil con este país.

Ellos habían perdido el sueño desde el momento en que desde un lugar tan distante, desde allí, de aquella pequeña isla bloqueada durante muchos años, despreciada siempre por los imperialistas que un día quisieron apoderarse de ella, pudiera venir este refuerzo oportuno y eficaz para infligir junto a los angolanos una enorme derrota a esa potencia que los imperialistas tenían al sur de Africa, a Sudáfrica fascista y racista.

Desde entonces empezaron a soñar en el día en que nos retiráramos, y a exigir retirada, y que no habría independencia de Namibia si no nos retirábamos. No se sabe qué independencia ofrecían a Namibia. Si nos retirábamos de aquí y le daban una independencia formal a Namibia, ¿cuál sería la seguridad de Namibia? Se habría convertido prácticamente en un bantustán mientras existiera el apartheid.

Soñaron con nuestra retirada. Y lo que hicimos fue realmente reforzar las defensas de Angola, reforzar nuestra colaboración, tanto militar como civil. Decenas de miles, cientos de miles de compatriotas han pasado por Angola, solo por Angola más de 200 000 cubanos. ¿Podrían imaginarse eso realmente los imperialistas? ¿Podrían imaginarse eso de aquella Cuba antes tan despreciada por ellos? ¿Podrían imaginarse eso de aquella pequeña Cuba sometida a feroz y criminal bloqueo? ¿Podrían imaginarse eso de aquella pequeña Cuba amenazada por el coloso imperio? A lo mejor creyeron que amenazándonos con el exterminio, con la agresión, con la destrucción, nosotros, nerviosos, retiráramos inmediatamente las tropas de Angola, los internacionalistas de Etiopía, de todas partes. ¡Cómo es eso, qué atrevido ese pequeño paisito, de hacer semejante cosa desafiando al imperio!

Pero el imperio amenazó y amenazó. Y lo que menos esperaba el imperio: nadie se puso nervioso, todo el mundo se puso a trabajar. Nuestro Partido luchó y multiplicó la fuerza.

Nos amenazaba la administración de Reagan y lo que hicimos fue que multiplicamos el número de combatientes, creamos las Milicias de Tropas Territoriales, desarrollamos la concepción de la guerra de todo el pueblo, ¡y multiplicamos nuestras fuerzas por dos, por tres, por cuatro, por cinco, por diez!

¡Hoy somos diez veces más fuertes y no retiramos un solo soldado internacionalista de ninguna parte, y no solo no retiramos sino que reforzamos nuestras fuerzas internacionalistas en medio de la amenaza! (APLAUSOS)

Eso es lo que da la medida de un pueblo verdaderamente revolucionario, verdaderamente digno, verdaderamente patriótico, verdaderamente internacionalista.

¡Y hoy somos más fuertes allá, pero somos también mucho más fuertes que nunca aquí! (APLAUSOS)

Esa es una lección que los imperialistas no deben olvidar jamás.

Pero es mucho más fuerte aquí la Revolución, no solo porque las fuerzas internacionalistas cubanas son más poderosas. Hay una fuerza que se ha desarrollado más que nuestra propia fuerza en Angola: es la fuerza del pueblo angolano, es la fuerza de los combatientes angolanos, es la fuerza de las FAPLA (APLAUSOS).

Si nosotros pudiéramos decir que nuestras fuerzas se han multiplicado dos veces, tres veces, cuatro veces, tomando en cuenta no solo la cantidad sino la calidad, podemos afirmar que las fuerzas angolanas se han multiplicado cinco veces, diez veces, quince veces. Y si se toma en cuenta no solo la cantidad sino la calidad, ¡veinte veces, veinticinco veces, treinta veces! (APLAUSOS)

El imperialismo, el fascismo y el apartheid se encuentran hoy fuerzas cubanas y angolanas multiplicadas muchas veces. Ese es el fruto directo de las agresiones imperialistas. Así hay que responder siempre a las agresiones imperialistas, así hay que sacar siempre la cosecha de las agresiones imperialistas. Y si en todas partes se respondiera siempre así a las agresiones imperialistas, es posible que tal vez ya no hubiera siquiera imperialismo (APLAUSOS).

Claro, el imperialismo no será eterno. Es posible que incluso sí existiera todavía el imperialismo, porque es fuerte, es poderoso. Pero si sabemos responder con patriotismo y con internacionalismo, algo sí puede asegurarse con absoluta certeza: que la supervivencia del imperialismo será mucho más breve.

Nuestra colaboración con la hermana República de Angola en momentos difíciles ayudó a preservar la independencia, pero, como explicábamos ayer en Funda, les dio tiempo para organizar, para desarrollar sus propias fuerzas armadas y para contar hoy con un numeroso y aguerrido contingente de combatientes, un numeroso y aguerrido contingente de cuadros y una fuerza real que los hace capaces de cumplir dificilísimas misiones de combate en la lucha contra las bandas mercenarias y en la lucha contra los fascistas sudafricanos.

Nuestra colaboración en los distintos campos ha ayudado a la organización del Estado, a la organización de los servicios de educación, de los servicios de salud, de las construcciones, con más impulso, con menos impulso, en la medida que ello haya sido posible, en medio de las complejidades y las dificultades de la guerra.

Desde 1975, en que llegamos aquí, han ocurrido acontecimientos importantes. Hace alrededor de seis años se cuenta con un nuevo y pujante país en la Línea del Frente, que es el pueblo de Zimbabwe, donde tuvo lugar la Octava Cumbre. Nuevos países independientes. En este período se multiplicó el espíritu combativo de las fuerzas patrióticas en Namibia y se multiplicó, sobre todo, el espíritu combativo del heroico pueblo africano de Sudáfrica, en un creciente e incontenible desafío a esa tenebrosa institución del apartheid, a la que vemos avanzar hacia un final inexorable e inglorioso, porque hoy podemos decir que el apartheid está en crisis.

Cuando nosotros en Harare explicábamos la posición de Cuba —posición que se caracteriza por el respeto absoluto, el más absoluto y el más leal respeto a la soberanía y a la independencia de nuestra hermana Angola— y decíamos que los angolanos son los que determinarán qué día ya no fuera necesaria nuestra presencia militar en este país, o si esa presencia es necesaria. Pero que partiendo de la realidad de que mientras exista el apartheid la independencia de Namibia si se alcanzara no sería más que una independencia ficticia, que no habría ninguna seguridad para ese hermano país; de que mientras exista el apartheid no habrá seguridad para ningún país del Africa austral —ni Lesotho, ni Botswana, ni Mozambique, ni Zimbabwe, ni Zambia, ni Tanzania—, porque la mano del apartheid es larga, la mano del fascismo es larga y llega lejos, es capaz de conspirar en cualquier país de Africa negra, es capaz de tratar de desestabilizar a cualquier país de Africa negra, no habrá seguridad para ningún país de Africa negra mientras exista el apartheid, y que la disposición de nuestro pueblo y de nuestro Partido es de que las tropas internacionalistas cubanas permanecieran en Angola mientras existiera el apartheid (APLAUSOS).

La cooperación a la preservación de la independencia de Angola fue un hecho realmente digno de pasar a la historia. Los imperialistas quieren nuestra retirada, quieren vincular la independencia de Namibia a la retirada de las tropas cubanas de Angola. Los gobiernos de Angola y de Cuba hemos tenido una posición unánime sobre eso y una respuesta: qué estamos dispuestos a hacer si se aplica la Resolución 435 de las Naciones Unidas, qué estamos dispuestos a hacer con una parte de las tropas, pero no con todas las tropas.

La independencia de Namibia es importante y justa. Pero hoy más importante, más justa y más decisiva —porque de ello depende todo lo demás para el futuro, para la seguridad y para la independencia del Africa austral— es la desaparición del apartheid (APLAUSOS).

Cuando nosotros planteábamos esto estábamos estableciendo otra forma de vincular. Ellos quieren vincular la salida de las tropas cubanas de Angola con la independencia de Namibia y nosotros vinculamos la salida de las tropas cubanas de Angola con el cese y la desaparición del apartheid (APLAUSOS).

Y cuando expresamos esto en la Cumbre de los No Alineados, como disposición de nuestro país, no como decisión de nuestro país —porque la decisión sobre nuestra presencia aquí tienen derecho a tomarla solo nuestros hermanos angolanos —y nosotros expresábamos simplemente la disposición de Cuba, un aplauso cerrado y unánime de las delegaciones del Tercer Mundo allí presentes saludaron esta declaración.

Realmente nosotros estamos absolutamente seguros de que el día que no exista el apartheid no hará falta un solo soldado cubano en Africa ni en ningún otro país de la Línea del Frente. Cuando desaparezca el apartheid, desaparecerá automáticamente la colonización y ocupación de Namibia, desaparecerán automáticamente todas las amenazas que el fascismo implica para todos los países de la Línea del Frente y para todo el Africa.

Por eso, compatriotas, digo que supimos llegar aquí cuando hizo falta, en el momento decisivo, supimos permanecer aquí durante 11 años de dura y difícil lucha; supimos emplear el sacrificio, el sudor de cientos de miles de compatriotas, en ocasiones también la vida y la sangre. Pero nos aproximamos —así lo digo con absoluta convicción— a los objetivos que podíamos habernos propuesto.

El primer objetivo fue la independencia y la seguridad de Angola, hasta que descubrimos que mientras existiera el apartheid no había seguridad para nadie en ninguna parte de Sudáfrica y en ninguna parte de Africa. Y por eso llegamos a la convicción: hemos sabido marchar una larga parte del trecho, y ya es poco lo que queda para alcanzar el final del camino. ¡El apartheid está en una crisis insalvable, irreversible; el apartheid está herido de muerte!

Hemos podido apreciar en esta Conferencia Cumbre el criterio unánime, la condena unánime, la repulsa unánime con relación al apartheid, la decisión unánime de poner fin al apartheid, de luchar contra el apartheid en los países africanos, en los países de la Línea del Frente y en todos los países. Que nuestros esfuerzos no han sido en vano, que nuestros sacrificios no han sido en vano, y que si un día vinimos aquí dispuestos a derramar nuestro sudor y nuestra sangre por la independencia de un hermano país, que es Angola, hoy decimos que nuestra voluntad alcanza permanecer aquí y hacer los sacrificios que sean necesarios hasta que desaparezca el cáncer, la verdadera causa de la tragedia actual, de las amenazas y de la inseguridad de los pueblos de Africa negra.

Expresamos nuestra disposición de permanecer aquí hasta que ese cáncer sea extirpado.

Entonces sí podremos regresar a nuestra patria. Deseamos regresar a nuestra patria, deseamos que nuestros combatientes internacionalistas regresen a la patria. La historia señala, la historia indica que si todos los que participamos en esta lucha cumplimos con el deber, un día regresaremos a la patria no solo con la satisfacción de haber cooperado al aseguramiento de la revolución y la independencia de Angola, sino también a la independencia de Namibia, a la derrota del fascismo, a la desaparición del apartheid. Habremos contribuido a la independencia y a la seguridad y también a la dignidad de todos los pueblos de Africa (APLAUSOS).

Y hoy, que tantas fuerzas se unen para luchar contra el apartheid, que tantos países se unen para luchar contra el apartheid, hoy cuando vemos al heroico pueblo de Sudáfrica luchar con impresionante energía contra el apartheid, sabemos que ya al apartheid no lo salvará nada ni nadie y que no está lejano el día en que ese pueblo será libre, en que los pueblos de Africa austral y del Africa negra estarán seguros, nosotros podremos iniciar la retirada inmediata y total de las tropas internacionalistas cubanas en Angola.

Se retirarán los soldados un día. Mas no se retirarán los médicos, no se retirarán los maestros, no se retirarán los colaboradores en la construcción y en las variadas esferas de la economía y los servicios de Angola, porque este país tendrá que recuperarse, tendrá que reconstruir, tendrá que restañar las heridas de tantos años de guerra. Y cuando tengamos menos soldados, podremos tener más médicos, más profesores, más maestros y más colaboradores civiles (APLAUSOS).

¡Ese día llegará también! Ese día cuando no hagan falta los combatientes por la independencia, por la libertad, por la revolución, les harán entonces más falta que nunca los combatientes por la paz (APLAUSOS). 0 los combatientes de la paz, o los combatientes por la paz. Pioneros en el combate por la paz para los pueblos del Africa austral han sido nuestros soldados. Por eso, más que llamar a nuestros colaboradores civiles combatientes por la paz, es más correcto llamarlos combatientes del progreso y de la paz (APLAUSOS).

Y para nuestro pueblo noble y desinteresado quedará el orgullo, quedará la satisfacción de haber cumplido su deber, quedará la satisfacción de haber saldado esa deuda con la humanidad, como dije una vez, que es el internacionalismo, y nos quedarán las virtudes de haber sido revolucionarios, de haber sido solidarios.

Ayer veía eso, ayer palpaba eso como lo palpo hoy. Lo palpaba frente a los bloques de los combatientes angolanos y cubanos, los bloques que allí representaban a la Brigada de Combatientes Internacionalistas Cubanos en Luanda, el bloque que representaba a los cuadros de oficiales angolanos que allí se forman, el bloque que representaba a otros grupos de angolanos y cubanos, profesores de las escuelas, combatientes de las gloriosas columnas "Venceremos", "Che Guevara" y "Camilo Cienfuegos" (APLAUSOS). Lo palpaba allí en aquellos hombres, en las estampas de aquellos hombres, en la disciplina de aquellos hombres, en la firmeza de aquellos hombres, en el espíritu de aquellos hombres. Lo palpaba hoy reunido con decenas de jefes de nuestras unidades de combatientes en Angola, y recogía impresiones imborrables acerca del carácter, del espíritu, del temple, de la capacidad, de la firmeza de aquellos jefes, como lo capto hoy aquí en esta reunión, que no es igual a la de aquella hace nueve años, porque refleja el espíritu nuevo, más responsable, más maduro, más consciente; porque refleja el heroísmo y la firmeza de un pueblo que supo resistir, que supo cumplir su deber, que supo perseverar, que supo permanecer en difíciles, duras y complejas circunstancias 11 años cumpliendo el deber. Y un pueblo que no solo ha sido capaz de cumplir el deber con admirable e impresionante tenacidad durante 11 años, sino de un pueblo que estoy seguro sería capaz de cumplirlo durante cien veces 11 años (APLAUSOS).

El cumplimiento de los deberes internacionalistas nos ha dejado estas lecciones, nos ha dejado estos valores, nos ha dejado estas virtudes. Por tanto, en vez de esperar las gracias de aquellos con los que hemos colaborado, en vez de esperar las gracias de aquellos con los que hemos cumplido nuestros deberes internacionalistas, debemos decirles a nuestros hermanos: ¡Gracias! ¡Gracias porque el cumplimiento de estos deberes nos ha hecho mejores, porque el cumplimiento de estos deberes nos ha hecho más dignos, porque el cumplimiento de estos deberes ha hecho a nuestro pueblo más grande!

¡Patria o muerte!

¡Venceremos!

 

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