Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO DE INAUGURACION DE LA UNIDAD DE TERAPIAS INTENSIVA E INTERMEDIA DEL HOSPITAL "SALVADOR ALLENDE", EFECTUADO EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1989

Fecha: 

11/09/1989

Compañeras y compañeros:


Creo que este es el cuarto acto en el que participo aquí en este hospital en los últimos cuatro años —todavía no hemos cumplido los cuatro. Creo que fue en diciembre del año 1985 cuando hice una visita a este hospital, mientras se desarrollaba una reunión con los dirigentes de todos los hospitales de nuestra capital, para analizar problemas subjetivos y problemas objetivos. Bueno, la reunión era para analizar problemas subjetivos, pero lo cierto es que descubrimos muchos problemas objetivos también: cierto olvido, cierto atraso en el desarrollo hospitalario de la capital; al revés de lo que ocurría en el centro del país.

Estábamos reunidos en el Palacio de la Revolución y el secretario del Comité del Partido en este hospital, el compañero Caballero, que ya no está aquí, explicó los problemas que tenía el "Salvador Allende", y cómo, a pesar de todo eso y por el esfuerzo de sus trabajadores, estaba entre los hospitales vanguardias del país.

Había muchos problemas: los sótanos estaban ocupados por almacenes de otras instituciones, estaba construyéndose desde hacía tiempo la facultad del "Salvador Allende", la cerca estaba rota. Este era el potrero de don Pío (RISAS), esa es la verdad, un cuadro dramático. Había un mangal aquí, en ese parque que hoy se llama "Salvador Allende", y los muchachos entraban y salían; la cafetería pertenecía al Poder Popular. Era un desorden, un desorden involuntario, el hospital sufría muchísimo con todos aquellos problemas.

¡De milagro —me cuenta el propio Caballero, y lo creo— una rastra no le pasó por arriba al secretario del Comité del Partido! Porque había tantos propietarios de almacenes aquí adentro, que no se sabe cuántos vehículos entraban cada día, incluidas rastras. Y él parado delante de las rastras, que no quería que le entraran con el ruido al hospital. Pintó una situación tan calamitosa, que yo le dije: "Te voy a hacer una visita, quiero ver eso, quiero ser testigo de ese fenómeno que tú me cuentas."

De aquello se pueden extraer muchas lecciones, entre ellas cómo puede instaurarse cierta indolencia, cierta indiferencia, cómo se acostumbra alguna gente a cosas realmente mal hechas.

Y esas no eran las únicas, porque el hospital iba perdiendo capacidades: pabellones que se desactivaban porque no se reparaban, y ninguno de los hospitales de la capital tenía materiales para el mantenimiento. Eso estaba asociado a otros problemas: el famoso sistema de dirección, unas empresas fantasmas que tenían que reparar los hospitales y vendían los materiales, y los cobraban como si los hubieran utilizado en la construcción. Los merolicos compraban lo que querían, venían con camiones desde Santa Clara, Pinar del Río, a comprar arena, piedra, cemento, cabilla, todo, que se vendía por la libre, y los hospitales no tenían materiales de mantenimiento.

Aquellas reuniones nos ayudaron mucho, porque pudimos tener una panorámica de la situación hospitalaria en la capital, expresada allí por los directores, los secretarios del Partido, la Unión de Jóvenes Comunistas, el sindicato y las enfermeras de los hospitales; eran cinco factores. Estuvimos durante dos días completos analizando todos esos problemas, e hicimos un programita de una forma callada. Después lo fuimos siguiendo año por año en reuniones similares.


Uno de los hospitales que planteaba más problemas objetivos era este —dije ya que la reunión era para problemas subjetivos. Entonces, en el medio de la reunión, que se reanudaba al otro día por la tarde, por la mañana hice una visita a este hospital.

Recordaba eso ahora, era imposible no recordarse, sobre todo cuando uno hace el recuento o cuando Tania hacía el recuento de todas las obras que se han hecho en el hospital, a las que se pueden sumar las que se han hecho, en menos de cuatro años, en toda la capital. Desde luego, una prueba de ello es que hemos aumentado en aproximadamente 5 000 camas las que había. Pero eso no lo dice todo; yo creo que se expresaría mejor si se hablara de la calidad del esfuerzo que se ha hecho en estos tres años y tanto. Se continúa, ¿no?, pero hay ya algunos resultados.

Por ejemplo, parte de ese programa fue la ampliación del "Miguel. Enríquez" —que era el que tenía más problemas objetivos, o tenía tantos problemas objetivos como este, más los problemas subjetivos que este no tenía—, el "Albarrán", el Pediátrico nuevo de Marianao, las ampliaciones del "Julito Díaz", la reconstrucción y la terminación del "Julio Trigo" como clínico-quirúrgico, después el gran área materna del hospital "Lebredo", facultades de medicina que se terminaron. Sumen a esto el programa de policlínicos nuevos. En estos tres años y tanto, casi 2 000 casas-consultorio del médico de la familia se han construido, y no estoy citando, ni mucho menos, todos los trabajos que se han hecho, porque son cientos de trabajos los que se han llevado a cabo en los hospitales de la capital.

Se les asignaron materiales y los propios hospitales empezaron a hacer montones de cosas que antes no podían hacer porque no tenían esos materiales, que los merolicos, como dije, venían a comprar por la libre a la capital. Un merolico, un bandido de Río Frío —como ustedes los conocen—, que se hacía millonario especulando con las necesidades del pueblo, compraba; pero nuestros hospitales no tenían ni arena, ni piedra, ni cemento, ni bloque, ni madera, nada. Desde entonces los tienen y es alentador el resultado de aquel esfuerzo.

Este hospital tenía sus planes. Como les decía, venía trabajando muy duro, pero la facultad no se terminaba nunca, dijimos: "Hay que terminar esta facultad. Hay que recuperar todos estos locales que tienen otras instituciones —y se recuperaron todos. Hay que poner orden. Hay que darles recursos para el mantenimiento. Hay que recuperar las áreas y capacidades que se han perdido. Hay que arreglar la cerca y hay que hacer quién sabe cuántas cosas."

Entre otras cosas, había que acabar con el mangal; porque, bueno, nadie quiere tumbar un árbol aquí, vimos, sin embargo, que lo más inadecuado para un hospital era un mangal. Se sembró alguna vez, creo que después del triunfo de la Revolución, y el hecho de que producía mangos lo demuestran los muchachos que entraban aquí a llevarse los mangos; creo que hasta los enfermos bajaban de vez en cuando e iban a buscar un mango allí (RISAS). Se hizo un parque, que es lo que necesita un hospital; no va a tener problemas de higiene, de moscas, de muchachos, de todo. Hay bastantes lugares donde sembrar mangos en este país.

Se resolvió lo del mangal, se apoyó al hospital; empezaron a recuperar capacidades, empezaron a utilizar todos los sótanos aquellos que estaban convertidos en almacenes; colaboró todo el mundo, porque creo que allí adentro había como 14 ó 15 instituciones, y no quedó más que una: el hospital.

Realmente, los compañeros de este hospital, a medida que luchaban contra los problemas objetivos, se fortalecían, digamos, interiormente, desarrollaban su voluntad de luchar; y ya dije que habían logrado, en medio de todos esos problemas, ser vanguardia nacional.

A lo largo de estos tres años y medio, casi cuatro años, como decía inicialmente, hemos visitado mucho este centro, no solo cuando había un acto como este, sino otras muchas veces que vine a conversar con los dirigentes del hospital sobre los problemas. De aquí sacamos a Caballero y lo enviamos para el "Miguel Enríquez", que hoy es una fenomenal institución médica. Fue por ese período en que se elaboró también el plan de ampliar una serie de hospitales, entre ellos el "Miguel Enríquez".

Hoy tenemos la satisfacción de decir que en las áreas más pobladas de la capital, que son estas áreas del Cerro, Diez de Octubre y allá por Lawton y toda aquella zona, tenemos dos de los mejores hospitales de la capital. Esto es independientemente del "Albarrán", del Pediátrico nuevo que vamos a inaugurar pronto, de las ampliaciones del "Finlay" y del "Díaz Soto", que los ha convertido en excelentes hospitales. No menciono el "Calixto García" porque allí también tenemos un programa de ampliación y modernización del hospital, como lo tenemos en otros; me refiero al grueso del trabajo que se inició después de aquella reunión, y se cumplió en unos pocos años. Hoy podemos decir que las dos áreas más pobladas de la capital tienen dos de los mejores hospitales del país.

No mencioné el pediátrico de Centro Habana, que mencionó el jefe del contingente, que es un excelente hospital; no mencioné el de esta calzada, el Pediátrico del Cerro, que se amplió, se le hizo una escuela y es una magnífica institución; me refiero esencialmente a estos dos: el "Salvador Allende" y el "Miguel Enríquez", que prestan servicios no solo a esta área tan extensamente poblada, sino también a la provincia de La Habana.

El hospital empezó a recuperar camas, se terminó la facultad; se arreglaron las calles, las áreas verdes; se hizo el parque, se crearon una serie de nuevos servicios, se mejoraron todas las instalaciones y, por último, se hizo esta joya que es el edificio de la terapia intensiva e intermedia y de nuevos salones de operaciones.

Cuando se estaba construyendo, muchas veces llegué aquí para hablar con Marcos, con los constructores; me impresionó ver a los médicos trabajando en la obra, a las enfermeras, a todo el mundo. Yo decía: "Ese es médico, ese es un ortopédico, ese es un cirujano, ¿a ese hombre qué trabajo le han dado? ¿No nos echarán a perder a ese hombre?" Porque el Partido organizó aquí la participación del personal técnico y de los trabajadores, y los médicos pedían 15 días de permiso y venían a trabajar durante 15 días completos; pero no venían a trabajar cuatro horas ni cinco horas, venían a trabajar 10 horas y más. Y yo dije: "¿Qué hacen con ese cirujano?, no lo vayan a echar a perder ustedes ahí." Decían: "No, a los cirujanos los ponemos de ayudantes." Digo: "¿De ayudantes de qué?" "Ayudantes de albañilería o de carpintería." Digo: "¡Qué cosa maravillosa, que nuestros obreros constructores vean a un especialista en el modesto papel de ayudante de carpintería, de ayudante de albañilería!" No corrían riesgo sus manos ni sus habilidades. ¡Qué lección política, qué lección moral! A mí, que siempre he planteado que no se vayan a llevar a los médicos para las microbrigadas y tenerlos allí un año o dos, me pareció muy bueno que se llevaran a los especialistas 15 días para allí en un trabajo que no tenía riesgos, era una lección de modestia para el especialista, una vuelta, una incursión por el trabajo del obrero y el espíritu del obrero; aunque el especialista puede trabajar con sus manos en su oficio, se trata de otro trabajo que tiene más connotación intelectual, qué educativo para el especialista, pero qué educativo para el obrero en el socialismo —en ese socialismo que Tania llamaba el verdadero socialismo— ver a aquellos especialistas de humildes ayudantes de aquellos constructores.

Yo veía que aquello no solo tenía un valor social, o un valor científico o económico, o en cualquier sentido, sino que tenía un valor político y moral extraordinario, era un lugar que valía la pena ver.

Después vinieron también profesores, estudiantes, todo el mundo puso un grano de arena en esta gran obra, la más importante, aunque no la única.

Hoy, precisamente, inauguramos esta obra. ¿Cómo se concibió? Se concibió como lo que el hospital necesitaba, se concibió como lo más perfecto en materia de terapia intensiva e intermedia, y de salones de cirugía. Cualquiera que la recorre, como la hemos recorrido nosotros hoy, puede apreciar que es una obra realmente muy moderna, de una gran calidad.

Los equipos que hay ahí son de los mejores del mundo, y la calidad de terminación es de la mejor que pueda verse en cualquier lugar del país, a pesar de que fueron microbrigadistas los que la construyeron. Ellos me dicen que esa fue su escuela. Yo le pregunté a Marcos si lo tuviéramos que hacer otra vez en qué tiempo lo hacía, y él conservadoramente me dijo que en dos años, porque fue su escuela. Ellos estuvieron dos años y medio; fue un poco más de lo que nosotros habíamos pensado inicialmente, pero fue mucho mejor de lo que cualquiera habría creído, y, al fin y al cabo, fueron dos años y medio. Yo estoy seguro de que si lo tienen que hacer otra vez, con la experiencia que tienen hoy lo hacen en un año y nueve meses, un año y ocho meses; y quizás, con la fuerza que tienen hoy y la experiencia que tienen hoy, hasta en un año y seis meses.

Cuando todo aquel programa de hospitales se hizo, como era lógico, había que apoyarse en las masas porque no había fuerza de trabajo; había que apoyarse en las microbrigadas que comenzaban, y el Partido se dio a la tarea de organizar aquí este contingente, el "Salvador Allende". No se llamó así al principio, pero después, con toda justicia, le pusieron el nombre de "Salvador Allende", y estaba trabajando en varios hospitales del área. El jefe del contingente explicó, mejor que nadie, todas las obras realizadas aquí y en otros hospitales: el Diez de Octubre, el Pediátrico y otros. Sí, porque trabajaron en muchas obras de salud, y trabajaron en otras obras dentro del mismo hospital.


Lógicamente, al cabo de casi cuatro años es posible hacer un recuento o tener una idea de lo que se ha avanzado. Este hospital, que como dije iba perdiendo camas, era un hospital que, bueno, no hace mucho cumplió 100 años, porque este hospital lo hicieron los españoles en el siglo pasado; pero este hospital demuestra cómo un viejo hospital puede ser renovado, cómo puede ser modernizado y cómo puede ser convertido en uno de los mejores del país.

Eso lo hemos hecho en otros lugares, y así lo hicimos en el "Miguel Enríquez", solo que en el "Miguel Enríquez" yo solía decir lo siguiente, que con el pretexto del viejo hospital habíamos hecho un hospital nuevo; porque, realmente, en el "Miguel Enríquez" lo que hay es un coloso que se construyó al lado de un viejo hospital. Por lo tanto, un viejo hospital puede servir hasta como pretexto para construir uno nuevo al lado.

Aquí no es tanto así, porque aquí son cosas que se han ido añadiendo. Por suerte estos hospitales tenían espacio, con ese sistema de pabellones de una sola planta. Durante años más distantes se fueron poniendo cosas nuevas, a veces era un pegote, porque no tomaban en cuenta la arquitectura. No es como este, vean ustedes, si ustedes miran las ventanas aquellas y miran estas, ven que son los mismos ventanales, la misma estética, el mismo estilo de edificio del viejo hospital o de un área del viejo hospital. Tal vez este sea un poco más moderno que los pabellones que están más distantes. Este se adscribe a esta área, que es antigua también, pero se adscribe con toda su arquitectura, y ha quedado ahí una excelente instalación. No estoy seguro de que haya otro hospital del país con una sala de terapia intensiva e intermedia como la que tiene este hospital en este momento. Nosotros, que la acabamos de recorrer y somos testigos del valor, de la calidad, pudiéramos llamar extraordinaria esta edificación.

Esto va a ayudar mucho, porque estas salas de terapia intensiva e intermedia son para salvar vidas; vidas que de otra forma no se salvarían, sin la atención especializada de los hombres y mujeres que trabajan en este centro, sin los equipos que ahí están, sin los medicamentos que ahí están; muchas personas en determinadas condiciones críticas no podrían sobrevivir, solo pueden sobrevivir cuando reciben una atención especializada y esmerada, como la que van a recibir en ese edificio.

¿Qué significan esas 66 camas, qué significan esos nuevos salones de operaciones?, que vamos a salvar muchas más vidas que las que podíamos salvar antes. Y tiene que ser muy agradable para nuestro pueblo y para todos los vecinos de estas áreas, saber que en ningún lugar del mundo puede haber una instalación mejor que esa. Estamos dispuestos a admitir que puede haber algunas parecidas a esa, incluso, hasta igual, no se sabe para qué supermillonario por ahí, en Estados Unidos o en Europa; pero no podrían decir que tienen una mejor que la que tienen hoy los trabajadores cubanos de estas áreas proletarias de nuestra capital (APLAUSOS).

Todos estos desarrollos médicos tienen mucha importancia.

Los desarrollos y las investigaciones científicas que estamos haciendo tienen mucha importancia, ¡mucha!

Tal vez se puede afirmar, como lo estamos haciendo, se puede escuchar y comprender, o tal vez no en todas las circunstancias nos damos cuenta de la importancia que tiene este esfuerzo; pero si se ha vivido, como hemos vivido en días recientes, la experiencia del accidente del avión ocurrido hace ocho días, cuando desgraciadamente el avión, tratando de despegar en medio de una tormenta, se estrella, y se estrella contra un área de viviendas, como a 200 ó 300 metros del final de la pista. Un proyectil, cargado con casi 80 toneladas de gasolina, que iniciaba el vuelo para cruzar el Atlántico. Numerosas casas fueron destruidas y arrasadas, y sobre esas casas cayó la bomba de combustible; además de que llevaba 113 turistas extranjeros, dos pasajeros cubanos y 11 miembros de la tripulación.

El impacto fue realmente terrible. Nosotros estuvimos allí a los pocos minutos de producirse; pudimos observarlo, apreciarlo. Hubo cosas magníficas, como fue la movilización de la población, la organización, la rapidez con que evacuaron a los heridos los vecinos del lugar, organizados en zona de defensa, apoyados de inmediato por los trabajadores de la salud, con una estación de ambulancia que estaba cerca, los bomberos, personal del Ministerio del Interior y de las fuerzas armadas; pero las heridas eran terribles, terribles, esos casos en que no hay términos medios, o algunos que salieron con quemaduras relativamente leves, que les salpicó algo de fuego, o atravesaron las llamas; pero los que quedaron bajo el impacto del accidente directamente, recibieron quemaduras terribles, del 80%, del 90%, del 95% de la superficie, hasta del ciento por ciento de la superficie.

Se utilizaron, en los casos en que era posible hacer algo, los medicamentos nuevos que estamos produciendo, muy eficaces; pero esos medicamentos pueden salvar personas ya que tienen quemaduras en más del 50%, del 60%, del 70% de la superficie corporal, quizás hasta un poco más; pero no cuando ya es del 80%, del 85%, del 90%, del ciento por ciento. Y quemaduras profundas, porque no hay que hablar solo de porcentaje de superficie quemada sino de la profundidad de las quemaduras que, en algunos casos, no dejan ni vestigio de piel, que quema piel y parte de los músculos. En este caso, se unían, además, los grandes traumas del accidente con las quemaduras.

Tres de los pasajeros sobrevivieron, dos de ellos cuestión de minutos, llegaron al hospital "Calixto García"; algunos llegaron fallecidos ya, otros fallecieron al poco tiempo; y otro ha sobrevivido, con unos traumas y unas quemaduras terribles. Hasta ahora ha sobrevivido uno de los pasajeros y de verdad que nuestros médicos están haciendo un esfuerzo extraordinario con él.

Todo fue triste en ese accidente; pero hubo hechos especialmente tristes, porque personas que no viajaban, que estaban allí en sus casas, resultaron víctimas del accidente; aquellas casas arrasadas, que fueron destrozadas y, además, regadas de fuego. Algunas decenas de vecinos murieron.

Dentro de este cuadro, todos aquellos que tenían más de un 90% o más de un 80% de quemaduras severas han ido falleciendo, a pesar de los esfuerzos de la medicina, del trabajo de los médicos.

Ahora, se da el caso, por ejemplo, que conozco, de un matrimonio de médicos de la familia, que se graduaron hace unos días en el "Carlos Marx", que habían sido seleccionados para ir a trabajar como médicos de la familia en la provincia de Santiago de Cuba —siempre se selecciona a muchos de los mejores alumnos de la capital para esas tareas—, estaban de visita en casa de los padres —creo que eran los padres del médico—, cae el avión, mata al padre y a la madre, le produce quemaduras gravísimas, de más del 90%, a la esposa que era médica. Ella muere a los dos o tres días ya, por las quemaduras que tenía; pero él sobrevivía, estaba en el "Miguel Enríquez".

Hace apenas dos días, en una visita que había hecho a "Hermanos Ameijeiras" para interesarme cómo estaba marchando la salud del único sobreviviente de los pasajeros extranjeros, nos hablaron del caso del "Miguel Enríquez", que nosotros habíamos visitado también; en esos hospitales estaban los accidentados, principalmente vecinos de Boyeros. En el "Ameijeiras" me dijeron: "Ese accidentado de gravedad crítica en el ‘Miguel Enríquez’ está haciendo un esfuerzo por ganar la batalla." Hablaba del médico, que tenía un altísimo porcentaje de área quemada, estaba consciente del accidente y de todo, y me decían los médicos del "Ameijeiras" que ese compañero recluido en el otro hospital tenía voluntad de vivir, decisión de vivir, esto creo que fue el sábado. Nos explicaban en detalle todo lo que estaban haciendo con el turista italiano, y todo lo que estaban haciendo en cooperación con el hospital "Miguel Enríquez", para tratar de salvar a este médico; pero ya el domingo en el periódico "Juventud Rebelde" aparece la noticia de que el doctor Orlando Jiménez Chaviano había fallecido. Todavía hasta ese día —hasta el sábado por la noche— teníamos esperanzas de que pudiera salvarse; aquel deseo nacía de saber que el hombre estaba consciente, de que aquel médico que perdió a la mujer, el padre y la madre tenía voluntad de vivir y se enfrentaba al dolor, se enfrentaba a todo por preservar la vida; sin embargo, la ciencia perdió esa batalla.

Era casi un imposible aquello por lo que luchaban los médicos, pero estaban luchando, porque no se debe dar por perdida la batalla en ningún instante. ¿Pero qué demuestra eso? Demuestra que todavía la ciencia no es suficientemente eficaz para resolver determinados problemas. Estoy hablando de problemas realmente serios, que los especialistas en esto saben lo que es un quemado de esos del 85% o del 90%, y los órganos que puede afectar; desde luego, aplicaron todo lo que tenían.

Y en estos días hemos estado analizando qué más cosas hay en el mundo, independientemente de las que estamos haciendo nosotros, independientemente de los medicamentos que se están produciendo con empleo del Factor de Crecimiento Epidérmico, que ya lo habíamos empleado en otro accidente, porque les enviamos una cantidad a los soviéticos a raíz del accidente del gasoducto y los trenes, y los soviéticos estaban muy impresionados del efecto de ese medicamento, que ayuda a la piel a crecer, crea condiciones para el crecimiento de la piel, y protege, dado otros ingredientes que posee, contra infecciones, porque las infecciones son uno de los factores más peligrosos de las quemadas. Han trabajado nuestros investigadores creando equipos de ozono, porque el ozono es un bactericida tremendo. En el propio "Calixto García", tienen allí una cámara para envolver en ozono a los quemados.

Ahora hemos estado pidiendo datos de una cama muy moderna creada recientemente, que no usa ozono, pero mantiene al paciente en una especie de colchón de aire, con unos mecanismos que reducen al mínimo el efecto del contacto de un paciente quemado por la espalda, por ejemplo, que tenga que estar en una cama. Estamos analizando todo eso. Los médicos han tenido a su disposición los antibióticos más eficientes y cuando usaban uno de reserva, mandaban a buscar rápidamente otro al exterior, a donde fuera, a cualquier precio, así han luchado pero cuando tenemos oportunidad de conocer algunos de estos fenómenos, es que podemos apreciar lo que vale un salón de ese tipo, de terapia intensiva e intermedia, aunque estoy hablando de quemados, pero esos atienden todos los casos; lo que vale una sala especializada de quemados como la que hemos creado en el "Miguel Enríquez"; lo que vale un personal especializado y consagrado para atender esos pacientes; lo que valen las investigaciones.

No dudo de que quizás algún día nuestros conocimientos, nuestra ciencia, nos permitan ganar una batalla como esa que se perdió, para salvar a ese médico que quería vivir. No hay nada que duela tanto como la impotencia frente a la muerte, y estos hospitales son campos de batalla contra la muerte. Estos médicos, estos trabajadores de la salud, estos enfermeros, estos técnicos son soldados de un ejército que lucha contra la muerte.

En circunstancias como esa se comprende mejor el valor del esfuerzo que la Revolución realiza por el hombre, y en este hospital, precisamente, también vamos a tener pronto un servicio muy importante, que es un pabellón completo dedicado a la atención de la retinosis pigmentaria. Para muchos esta palabra es tal vez nueva, lo fue para mí también en un momento determinado; yo no sabía, siquiera, hace algunos años que esa enfermedad existía. Es una enfermedad de la vista, se va produciendo cierta necrosis o cierta capitulación, pudiéramos decir, de los vasos sanguíneos del ojo, como consecuencia de ello, de los nervios del ojo, la persona va perdiendo fragmentos de vista. Es como si delante le pusieran un fragmento así, otro así, solo va viendo por pedazos, llega un momento en que puede estar viendo como alguien vería si mirara por el cañón de una escopeta y viera un pedacito así nada más, hasta que se produce la desaparición total de la vista.

Esa enfermedad afecta en mayor o menor grado a decenas de millones de personas en el mundo, las causas están siendo estudiadas; en nuestro país afecta, según cálculos, a decenas de miles de personas, en distintos grados. Es del tipo de enfermedad que resulta muy importante detectarla precozmente. Afortunadamente para nuestro país, gracias a un equipo, como decía Tania, pero hay que decir, sobre todo, gracias a la dedicación durante casi 30 años del profesor Orfilio Peláez, que trabaja aquí en este hospital, se han podido encontrar determinadas técnicas para combatir esa enfermedad, detenerla y en muchos casos recuperar considerablemente la visión. Pudiéramos decir que los resultados más prometedores de esas investigaciones se alcanzaron hace alrededor de dos años.

Creo que hemos perdido un poco de tiempo, no mucho, pero sí un poco de tiempo, porque podíamos haberles dado antes un impulso a esos trabajos, a esos resultados; pero podemos decir que en este momento somos el único país del mundo donde algunos médicos dominan esa técnica, pero muy poquitos.

Ahora hay que tratar de extender esos servicios a otras áreas del país; estamos pensando en Sancti Spíritus, en Las Tunas, tal vez Santiago de Cuba; pero hay que preparar personal para eso. No se trata solo de aplicar los resultados de lo que se ha alcanzado, sino de continuar investigando, de buscar la colaboración de distintos centros de investigación para que cooperen en las investigaciones, en las causas, en la búsqueda de todos los factores que determinan la enfermedad, los medicamentos que puedan desarrollarse, un trabajo conjunto para avanzar en ese campo.

Este hospital va a ser el centro de referencia de esa enfermedad y va a ser el centro de formación, durante algunos años, hasta que quizás podamos crear una institución destinada exclusivamente a eso.

¿Dónde está el profesor, por qué no lo llamamos? Venga, profesor (APLAUSOS). Aquí tenemos al profesor (APLAUSOS). ¿Usted quiere decirle algo a la gente?

ORFILIO PELAEZ.- Bueno, que si hasta ahora hemos trabajado con el corazón e inspirados en sus sabios consejos, en sus sabias enseñanzas, pues sacaremos más esfuerzo todavía, y alentamos a esta juventud a que nos ayude, para seguir profundizando y luchando por nuestro pueblo, por el mundo entero, por prevenir la ceguera terrible de esta enfermedad, y llevar adelante los triunfos que el socialismo le brinda, no solamente a un país como Cuba, sino extendiéndoselo a nuestros pueblos hermanos.

Me comprometo ante ustedes a ese tiempo, que aparentemente decimos que es perdido, nosotros estamos seguros de que con pasos firmes seguiremos adelante y avanzaremos mucho más (APLAUSOS).

CMDTE. EN JEFE FIDEL CASTRO.- El doctor Orfilio Peláez es vicedecano de la facultad del "Salvador Allende" y ha desarrollado ese trabajo fundamentalmente aquí en este hospital; por eso ahora el "Salvador Allende" adquiere un nuevo relieve con ese servicio.

¿Qué vamos a hacer para ganar tiempo? Hay un pabellón que se llama "Jesús Menéndez", con capacidad de unas sesenta y tantas camas, ahora lo estaban reparando para determinados usos; se han buscado algunos reajustes dentro del hospital y vamos a dedicar este pabellón "Jesús Menéndez" al centro de atención de la retinosis pigmentaria. Ahora, le falta el techo, estaba precisamente en reconstrucción. ¿Qué hicimos? Como los del contingente terminaron este, les hemos dado la tarea a los proyectistas, a la ingeniera y al contingente, de techar a toda velocidad, remodelar a toda velocidad ese pabellón, que tiene cuartos individuales, baños individuales, y va a tener también la ducha individual.

Se está pensando en remodelarlo bien y se ha buscado espacio en las proximidades para construir los laboratorios de que hay que disponer, no sacrificar camas del pabellón, poner los laboratorios afuera, una posible edificación de dos plantas; allí estarán también las oficinas de la dirección, biblioteca, etcétera, y dispondremos de un pabellón completo de 50 camas para la atención a esos pacientes. ¿Por qué 50 y no 64?, porque hay que sacrificar una cierta área para mejorar la calidad de cada una de aquellas habitaciones.

Vamos a disponer de 50 camas y de todo un centro con los equipos que necesite y los laboratorios que necesite, para el trabajo del equipo del doctor Orfilio Peláez. El trabaja con tres médicos, hay una de ellas muy adelantada en esas técnicas y, casualmente, en estos días se enfermó, ¡pero se enfermó grave!, déjenme decirles, de terapia intensiva; hemos estado siguiendo de cerca la evolución de la enfermedad, no vayamos a tener la desgracia de que no podamos contar con sus valiosos servicios; pero según las noticias está evolucionando bien y los médicos tienen la seguridad de que la salvan. De los discípulos del doctor Orfilio Peláez, esta médica es la más avanzada.

Ahora, ¿en qué tiempo tendremos el centro? Bueno, ya están empezando a comprarse equipos para el centro; la rapidez de la construcción va a depender del contingente, ellos no nos han querido decir todavía cuándo, pero vamos a ver qué tiempo les damos a los proyectistas para proyectar lo que tienen que hacer. Ya los del contingente desde por la mañana están allí en ese pabellón, seguramente se termine primero el pabellón y se pueda empezar a usar, mientras los equipos vienen; pero vamos a trabajar de día y de noche, ¿verdad, Marcos, o vamos a trabajar solo de día? (MARCOS PEDRO LE RESPONDE: "Si le alargamos la jornada es mejor, Comandante.") ¿Tú crees que es mejor alargando la jornada? ¡Tú no tienes apuro, Marcos!

Bueno, vamos a estudiar, teniendo todos los materiales, todas las cosas, cómo terminamos a toda velocidad; porque es de gran importancia para la medicina cubana e incluso para la medicina internacional terminar a toda velocidad ese centro.

En ese centro se van a entrenar otros médicos, ya les mencioné tres provincias, poco a poco, y elevar el equipo de cirujanos oftalmólogos para el desarrollo de estas investigaciones y el desarrollo de estos resultados. Así el "Salvador Allende" no solo cuenta ya con una de las mejores salas de terapia intensiva e intermedia y de operaciones quirúrgicas, sino también va a tener este centro de una gran importancia nacional e internacional. Ellos están preparando también una zona donde van a crear servicios de maternidad. Hay un cierto déficit de camas de maternidad en esta área; es otra de las tareas en que creo que ustedes, los del contingente, van a tener que trabajar, aparte de otras cosas que todavía hay que seguir haciendo aquí, ¿verdad? Dicen que se ha adelantado ya en el proyecto del pabellón de maternidad de este hospital.

Eso también es una idea importante, asociar donde sea posible la maternidad al centro clínico-quirúrgico, como hemos hecho en el "Julio Trigo"; por la gran calidad del personal médico de los clínico-quirúrgicos, tienen un gran número de especialistas, que es imposible reunir en un hospital que se dedique solo a la maternidad.

Todos estos factores han ido convirtiendo al hospital "Salvador Allende" en uno de los mejores del país. A esto debemos añadir que un equipo de Tomografía Axial Computarizada que venía del CIMEQ para acá, pero que tenía algún tiempo de uso —era el que íbamos a poner aquí, para lo cual se está construyendo también la edificación—, la fábrica de esos equipos —que son bastante sofisticados, muy importantes— nos propuso que no pusiéramos el usado, que estaban dispuestos a recibir el usado y descontar el valor del usado para instalar uno nuevo. Me lo estaba contando el compañero Teja en la tarde de hoy y yo me alegré. Es mejor que venga un equipo nuevo, y si nos valoran el de uso, excelente, magnífico.

También el "Miguel Enríquez" va a tener este equipo, e igualmente el "Calixto García" y aspiramos a que, en general, los hospitales más importantes lo tengan, no solo en La Habana, sino también en Santa Clara, en las provincias orientales, en Camagüey.

Así, poco a poco, aquel viejo hospital de 100 años se va convirtiendo en uno de los mejores del país; es más, con una buena organización, criterios racionales. Aquí se empezó a aplicar aquella política de 1,7 trabajadores por cama, de racionalizar personal, eso se ha ido llevando consecuentemente. Ya en esta nueva instalación, 150 de los trabajadores van a ser trabajadores que estaban en el hospital, a los que se añaden, desde luego, algunos nuevos trabajadores.

Aquí entre nosotros, además de los vecinos, trabajadores, estudiantes, tenemos un numeroso grupo de chilenos residentes en nuestro país, que se exiliaron en nuestra patria a raíz del golpe de Estado militar, el 11 de septiembre de 1973, hace ahora 16 años.

Ellos tuvieron hoy un acto en la casa del Comité de Solidaridad de Chile, donde estuvo en un tiempo la embajada de Chile en Cuba. Allí se reunieron algunos cientos de ellos para develar un busto de Salvador Allende y una tarja en honor de los 39 ciudadanos chilenos que han muerto en Cuba en estos 16 años. Fue un acto muy solemne y muy emotivo, que nos recordaba ese hecho, con relación a hombres y mujeres que escogieron a Cuba como lugar para residir y que en estos largos años transcurridos han entregado su vida a la noble causa chilena, muchos han muerto allá en su tierra por culpa de la tiranía, otros han muerto como resultado de las leyes de la naturaleza aquí en nuestra tierra, pero hoy fueron recordados con aquella tarja.

En Chile se aproximan acontecimientos importantes como las próximas elecciones, donde sin duda la oposición vencerá a las fuerzas que representan al régimen represivo y sangriento de Pinochet.

Yo tuve oportunidad de hablarles algunos minutos allí, más íntimamente, por eso no voy a repetir aquí los conceptos que allí expresé. Sí me permito reiterar que estos años de permanencia en nuestra patria de este numeroso contingente de chilenos ha estrechado aún más nuestros lazos de amistad y de fraternidad.

Allí había varias generaciones; se han mezclado sangre chilena y sangre cubana —yo decía si se podía hablar de mezcla de sangre porque éramos la misma sangre—; pero así han surgido matrimonios, hay hijos de matrimonios chilenos que nacieron aquí, también hijos de matrimonios de chilenos y cubanos, es posible que una gran parte regrese a su patria. Nosotros les explicábamos hoy que tendrán todas las facilidades para ir y venir, que quienes quieran residir allá tendrán todas las facilidades para marchar con su familia a residir allá, si quieren residir aquí tendrán todas las facilidades para vivir aquí con su familia. Pero, bueno, era emocionante ver todo aquello y pensar todo esto. Era emocionante y contradictorio, tanto para ellos como para nosotros, por los años que hemos vivido juntos; pero, a la vez, junto a los aspectos tristes también están los aspectos esperanzadores de que ya ellos pueden, quizás muy pronto, regresar a su patria, continuar allí la batalla por una apertura verdaderamente democrática y, en un futuro algo más lejano, por un Chile no solo democrático, sino también revolucionario (APLAUSOS).

Hoy se cumplen 16 años de aquel gesto heroico; quizás más o menos a esta hora o unos minutos antes moría Salvador Allende, defendiendo con las armas en la mano la independencia, la democracia, la revolución y el socialismo en Chile.

Habló de que algún día cambiaría todo y se abrirían las amplias avenidas que hoy vemos, efectivamente, que comienzan a abrirse.

Para nosotros, que vemos en Salvador Allende a uno de los grandes héroes de nuestra América, a uno de los hombres que con más dignidad y valentía defendió a su patria y a sus ideas, constituye una satisfacción tener aquí entre nosotros reunidos a cientos de chilenos de todos los partidos, de todas las fuerzas democráticas y progresistas de Chile, y constituye realmente una gran satisfacción el poder conmemorar ese día con esta obra.

Salvador Allende no solo era político, estadista, Salvador Allende era también médico y él conocía mejor que nadie lo que había que hacer y lo que podía hacerse por el pueblo en este terreno de la salud.

Nos satisface mucho que este hospital que lleva su nombre se esté convirtiendo en uno de los mejores del país, que este hospital que lleva su nombre se convierta en centro científico importante para determinadas enfermedades, que este hospital cuente con el personal y con los medios de que dispone para llevar a cabo su noble trabajo. Aquí todo es Allende, porque Allende es el símbolo, el hospital se llama "Salvador Allende", el parque se llama "Salvador Allende" y la facultad de ciencias médicas, una de las mayores de la capital, se llama "Salvador Allende".

Podemos decir que tenemos aquí un complejo de la salud que lleva el nombre de Salvador Allende y que aspiramos a que sea uno de los mejores del país. Y estamos convencidos de que los trabajadores y los estudiantes de este complejo sabrán estar a la altura de un nombre tan prestigioso como el de Allende, que sabrán estar a la altura de la dignidad y el heroísmo de Salvador Allende.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)