Discursos e Intervenciones

DISCURSO EN LA CENA OFRECIDA EN SU HONOR EN EL PALACIO DEL PUEBLO DE ARGEL, ARGELIA

Fecha: 

09/05/1972

Querido compañero Houari Boumedienne, Presidente del Consejo de la Revolución y del Consejo de Ministros;

Queridos compañeros del Consejo de la Revolución;

Señores miembros del Cuerpo Diplomático:



Permítasenos expresar, a nombre del pueblo, el Gobierno y el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el saludo revolucionario y fraternal al pueblo, al Frente de Liberación Nacional y a los dirigentes de la Revolución Argelina.

Para nosotros esta visita entraña no solo un hecho en lo personal grato y emocionante, sino que despierta también nuestro interés histórico, político, económico y humano.

Costumbres, idiomas y distancia geográfica nos separan, pero nos unen lazos más fuertes, indestructibles:  la historia de lucha común contra el colonialismo, contra la dominación imperialista mundial, los esfuerzos para lograr que nuestros pueblos salgan del subdesarrollo en batalla titánica.

Nuestra historia es común:  es la historia de la lucha de los pueblos contra la dominación colonial e imperialista.

Ayer en estas tierras su prócer Abd el Kader inspiró a su pueblo a unirse para librar heroicas batallas contra la dominación extranjera; casi simultáneamente se iniciaban las luchas por la independencia en nuestra patria.  Ambas naciones derramaban su sangre y escribían gloriosas páginas en la historia.  Ambos pueblos sufrieron dolorosos golpes en lucha desigual contra potencias que en aquellos tiempos se contaban militarmente entre las más poderosas del mundo.  Largas y heroicas luchas se frustraban, pero una y otra vez, con tesón admirable levantaban la frente y reanudaban el combate.

A principios de siglo surgía en Cuba una seudorrepública, que mantendría la dominación imperialista a lo largo de 57 años, mientras que en Argelia continuaba la resistencia contra la dominación colonial.  En 1953 nuestro pueblo da inicio nuevamente a su gesta armada, en busca de la obtención de su plena y definitiva independencia.  Coincidiendo otra vez en el tiempo, en el año 1954 combatientes argelinos reanudan su lucha armada para la obtención de iguales objetivos.

Casi simultáneamente con la sola diferencia de tres años también conquistamos nuestra definitiva e irreversible independencia.

Ayer, mientras cruzábamos las calles de Argel, en medio del caluroso y fraternal recibimiento de vuestro noble y heroico pueblo, concitaba nuestra reflexión el espectáculo de decenas de miles de niños que, sumándose a la multitud, agitaban sus brazos y expresaban con cariño y dulzura sus sentimientos.  Hace apenas unos años por esas mismas calles caían abatidos los bravos combatientes del FLN.  ¡Cuánta sangre y dolor costó crear para esa nueva generación un país digno y libre!

Es imposible dejar de admirar a este pueblo cuando se sabe que en sus luchas patrióticas los últimos 150 años sus muertos se cuentan por millones.  Así, millones de argelinos perecieron luchando contra la cruel e ignominiosa conquista en el siglo pasado.  Más de un millón cayeron después entre 1954 y 1962.  Cuarenta y cinco mil sólo en la semana de las masacres de mayo de 1945 que se conmemora precisamente estos días.

¿Cómo podrán justificarse jamás tales crímenes de colonialistas e imperialistas?  ¿Qué verdadera civilización podrían traer al continente africano?  ¿Acaso la discriminación y el desprecio racial, la esclavización del hombre, la destrucción de los valores culturales, el apoderamiento de la riqueza, llegando hasta la absurda pretensión de invocar la fe religiosa para encubrir el espíritu de saqueo y rapiña, puede llamarse civilización?

Presenciando en la República hermana de Guinea el maravilloso despertar, desarrollo y valor de la cultura de los pueblos de esa región de Africa y sus mil formas de expresar sus nobles y fraternales sentimientos, no tuvimos la menor vacilación en exclamar que ese pueblo era más culto que Europa.

Y al recorrer las calles de Argelia en el día de ayer y observar las maravillas de su arquitectura autóctona, la finura, la incomparable belleza y los valores artísticos creados por los pueblos árabes, nos preguntábamos qué civilización vinieron a traer aquí los que en nombre del más brutal y grosero mercantilismo y espíritu de conquista avasallaron pueblos que acumularon durante siglos los más variados tesoros del conocimiento humano.

El imperialismo ha cometido muchos crímenes contra nuestros pueblos, pero tales crímenes no adquirieron aún el carácter de hechos históricos pasados.  El imperialismo hoy día lleva a cabo todavía iguales o peores crímenes.  Los palestinos fueron totalmente desalojados de sus tierras y sus hogares, tal como hicieron los colonialistas franceses con Argelia el siglo pasado; en Africa del Sur se practica la más brutal segregación y opresión racial; en Guinea Bissau, Mozambique y Angola, se impone a sangre y fuego la más brutal y directa forma de explotación colonial; el neocolonialismo implanta sus fueros en gran parte de Africa; una importante parte de los territorios de los países árabes del Oriente Medio permanece ocupada en virtud de un derecho de conquista; el 22 de noviembre de 1970, los mercenarios al servicio de potencias imperialistas asaltan alevosamente el palacio de Gobierno, destruyen la residencia del Jefe del Estado y siembran la destrucción y el luto en la capital de la República de Guinea; y en Indochina el imperialismo yanki hace uso de todo el poder de sus escuadras, portaaviones y bombarderos, contra los heroicos pueblos de Viet Nam, Laos y Cambodia.  Estas referencias no son fábulas:  son hechos reales, de los cuales somos testigos en este instante.

Añádase que en América Latina el imperialismo yanki, con la  alianza de oligarcas y reaccionarios traidores, impone su oneroso dominio sobre gran parte de los pueblos hermanos de ese continente.

El intercambio desigual y las peores relaciones económicas son impuestas por las potencias capitalistas a una gran parte de los pueblos del mundo.  Estas realidades imponen a nuestros pueblos revolucionarios la necesidad y el deber de luchar unidos para acelerar el fin de tan inhumanas circunstancias, que tipifican lo que Carlos Marx calificó como la prehistoria de la sociedad humana.

Compañero Boumedienne, compañeros dirigentes argelinos:  nuestro pueblo desarrolló sus profundos sentimientos de admiración y solidaridad con el pueblo argelino mientras combatíamos en la misma época que ustedes contra nuestros opresores y cuando ya conquistada nuestra libertad en 1959, durante años seguíamos diariamente las heroicas acciones combativas de los patriotas argelinos.

Es innecesario referirse a las formas en que tales sentimientos se traducían en actos de solidaridad.  Baste señalar que el cumplimiento de las obligaciones solidarias no es una virtud sino un deber.

Hemos luchado dentro de las complejas circunstancias y aún inevitables contradicciones de las relaciones entre revolucionarios, por desarrollar la amistad que nació en la comunidad del heroísmo y de la lucha.

Podemos decir que la más absoluta honestidad, lealtad y fidelidad a los principios ha regido nuestra conducta hacia la Revolución Argelina.

Nos encontramos en vuestro país en un incuestionable gesto de amistad, sinceridad y reconocimiento al esfuerzo realizado por la Revolución y el pueblo argelinos para llevar adelante el programa y los objetivos de los millones de mártires y héroes que en esta tierra lo entregaron todo por la dignidad y el futuro de su patria, que es parte de la lucha de todos los pueblos por un destino mejor para el mundo.

El generoso recibimiento, la extraordinaria hospitalidad, tributados a nuestra delegación por el pueblo, el Gobierno y el Partido argelinos, testimonian la calidad de vuestros sentimientos de amistad y solidaridad hacia la Revolución Cubana y lo que ella representa en su lucha intransigente e inclaudicable frente al más poderoso, feroz y agresivo de los imperialismos.

Por ello expresamos nuestra más profunda gratitud y nos sentimos comprometidos a luchar incansablemente por consolidar y desarrollar los vínculos que en el combate por la libertad y la lucha revolucionaria han surgido entre Cuba y Argelia.

Nada es más preciado que la solidaridad entre las comunidades humanas.  Los hombres pasamos; los pueblos y sus realizaciones son eternos.

Compañero Boumedienne; compañeros dirigentes del Gobierno y del Frente de Liberación Nacional; señores del Cuerpo Diplomático:

Cuando en la madrugada descansaba unas horas, después del recorrido, y apenas terminadas de redactar las anteriores palabras de saludo y agradecimiento al pueblo y a los dirigentes argelinos por la extraordinaria acogida y recibimiento de ayer a nuestra delegación, nos llegó desde Cuba una comunicación en la que se nos informaba del amenazante y agresivo discurso del señor Nixon, pronunciado en la noche de ayer, que anunciaba el bloqueo de los puertos de la República Democrática de Viet Nam y otros actos de guerra contra ese heroico país, que traerán aparejados sin duda momentos de tensión y peligro en el mundo, corroborando de manera dramática las ideas expresadas anteriormente.

El bloqueo decretado por el señor Nixon entraña una insólita provocación a todo el campo socialista, al movimiento revolucionario mundial en su conjunto y una amenaza directa a la paz mundial.

No creemos que ningún Estado o gobierno responsable, cualquiera que sea su sistema político, pueda considerar justificables semejantes medidas.

Nos preguntamos hasta dónde piensa llevar el imperialismo yanki su agresión contra el pueblo de Viet Nam.  ¿Hasta dónde se puede desafiar a la humanidad y poner en peligro cierto la paz del mundo, sin ningún principio, sin ningún fundamento legal y moral, sin ninguna posibilidad de imponer su voluntad a ese pueblo indoblegable?  ¿Qué derecho tiene Estados Unidos a estar en Viet Nam?  ¿Qué derecho tiene a realizar allí su bárbara guerra?  ¿Qué derecho tiene a invocar el honor?  ¿Qué derecho a exigir que los países hermanos cesen de prestar ayuda a un pueblo contra el cual se emplean todos los medios del más poderoso e industrializado país imperialista?  ¿Qué derecho tienen a practicar el genocidio contra ninguna nación?

¿Hasta dónde cree el imperialismo que puede ser tolerada su política de chantaje y terror?

Para retirar las tropas de Viet Nam, donde bajo ningún concepto pueden ya permanecer, no es moral, no es lícito, no es permisible, acudir a tales actos que pueden poner al mundo al borde de un conflicto.  Hay un fondo de demagogia, de ambiciones políticas, de intereses electorales, de mezquinas motivaciones personales mezcladas en esta situación de graves implicaciones para el mundo.

El imperialismo no es hoy todopoderoso.  La correlación de fuerzas no lo favorece; 1972 no es 1962.  Los títeres no serán salvados.

El honor del imperio, que es el honor del que habla el señor Nixon, no puede ser preservado, sencillamente porque tal honor no existe.  No puede tener honor un gobierno que ha masacrado criminalmente millones de vietnamitas.  Esto nos recuerda los argumentos de los colonialistas franceses cuando masacraban al pueblo argelino.  Los pueblos revolucionarios no serán amedrentados.

Estamos seguros de que el campo socialista actuará con serenidad, pero también con inconmovible firmeza; que el movimiento revolucionario todo y la opinión mundial apoyarán a Viet Nam.  Tal vez de esta coyuntura surja nítida, como en pocas ocasiones anteriores, la necesidad de la unión de las fuerzas revolucionarias y dar un ¡no! rotundo al chantaje y al terror imperialistas.

Nuestro pueblo, sin vacilación alguna, estará junto al campo socialista, junto a Viet Nam y junto a la URSS, en la línea que se adopte, en la decisión que se tome.

Hacemos votos para que la tensión creada en la situación internacional y la evolución de los acontecimientos, con las obligaciones que a todos puede traer aparejada, no interrumpa esta visita que con tanta amistad y simpatía realizamos a vuestro país.

Muchas gracias (APLAUSOS).

 

VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL CONSEJO DE ESTADO