Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA ASAMBLEA DE LOS TRABAJADORES DE LOS OMNIBUS, CELEBRADA EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 17 DE JULIO DE 1962

Fecha: 

17/07/1962

Compañeros trabajadores del transporte:



Se hacía necesaria esta asamblea de hoy.  No es esta la primera ocasión que nosotros nos reunimos con ustedes; por eso, le expresé al compañero Ministro del Transporte el interés de asistir también a esta reunión.

Debemos analizar algunas cosas relacionadas con el trabajo de ustedes y con el problema del transporte en general; debemos analizar los problemas revolucionariamente y debemos analizar los problemas como trabajadores, y como trabajadores, analizar y actuar.

A nosotros no se nos escapa que el trabajo de ustedes es un trabajo duro y que, además, deben realizar ese trabajo en condiciones materiales difíciles.  Tampoco se nos escapa una realidad, y es el antagonismo que hay entre el público y ustedes, y entre ustedes y el público.  Dije que íbamos a hablar como revolucionarios y como trabajadores (APLAUSOS).  Hay que analizar qué parte de razón tiene el público, y qué parte de razón tienen ustedes.  Es necesario que el público los comprenda a ustedes y que ustedes comprendan al público.

Desde luego que yo observaba, cuando hablaba el compañero Avila, las reacciones de ustedes.  Yo les voy a decir sinceramente, y lo comentaba con algunos compañeros, que realmente esta asamblea y esta multitud de trabajadores del transporte da la impresión de una asamblea de gente revolucionaria (APLAUSOS).

Mas, para que no quede esto como una frase, yo creo que es fácil de demostrar.  Por ejemplo, que levanten la mano todos los que son milicianos (La mayoría levanta la mano).  Bien, compañeros, bien.  Ahora otra pregunta, que demostrará la vinculación de ustedes con la Revolución:  todos aquellos que tengan un hijo, un hermano, o un sobrino becado por el Gobierno Revolucionario, que levanten la mano (La mayoría levanta la mano).

Se pudiera hacer un sinnúmero de preguntas que demostrarían perfecta y claramente la vinculación de esta masa, de los intereses de esta masa de trabajadores con la Revolución.  Que levanten la mano todos los que estaban desplazados y volvieron a trabajar después del triunfo de la Revolución (Una gran parte levanta la mano).  Bien.  Es perfectamente demostrable la vinculación entre los intereses de esta masa de trabajadores y los intereses de la Revolución.  Por eso les decía, y me explicaba perfectamente, el entusiasmo, la combatividad, el espíritu de esta masa.  Esta no es una masa de burgueses, es una masa de trabajadores.  Y partiendo de ese punto de vista es que hay que analizar.  

Les decía que observaba las reacciones de ustedes, y es evidente que cuando el compañero Avila señalaba las faltas de ustedes, ustedes las aceptaban, pero no había agitación en esta asamblea.  Y cuando el compañero Avila señaló las faltas del público, todos ustedes se pusieron de pie y se agitaron (APLAUSOS).

Lo mismo le pasa al público.  Si en vez de estar ustedes aquí, trajéramos 5 000 usuarios del transporte, y alguien hiciera la crítica de las faltas de ustedes, con seguridad que se pondrían de pie y todo el mundo estaría absolutamente de acuerdo y lo apoyaría.  Mas, si alguien señalara las faltas del público, es posible que no haya tanto entusiasmo para condenar sus faltas.

Se han ido creando unas corrientes antagónicas por incomprensión y por faltas tanto de ustedes como del público, que son evidentes.  Y a eso, a ese antagonismo, a esa hostilidad, hay que buscarle las causas, y hay que combatir contra esa hostilidad entre los trabajadores de ese servicio y el público que recibe ese servicio.

Desde luego que una parte del problema es incomprensión mutua.  Explicar esto, hacer un esfuerzo por parte de todos para disipar esas incomprensiones, es parte de lo que hace falta hacer para superar esa situación.

Pero hay otros muchos problemas que no son tan sencillos de superar, ni tan fáciles de comprender.  Hay que decir que todos tenemos todavía muchos defectos; hay que decir que a todos nos falta mucho para acabar de meternos la Revolución en la sangre, y a todos nos falta mucho por acabar de ser buenos revolucionarios; hay que decir que tenemos todavía muchos defectos, y hay que decir, además, que todavía no estamos ciento por ciento a la altura de la Revolución que estamos haciendo.  Hay que decir que los trabajadores tienen mucho que superarse todavía, tienen mucho que aprender todavía y tienen mucha conciencia que adquirir todavía; hay que decir que nuestros trabajadores tienen todavía mucho lastre del pasado; hay que decir que nuestros trabajadores tienen todavía muchos vicios del pasado; y hay que decir que entre nuestros trabajadores hay todavía mucha gente individualista, egoísta, irresponsable, y que vive todavía en un mundo que no es el mundo de la Revolución.  Hay que decir que todavía no comprendemos bien, bien, bien, la Revolución, y que comprender la Revolución a veces es más difícil que morir por la Revolución; que comprender la Revolución es a veces mucho más difícil que querer la Revolución.

Un instinto les dice a los trabajadores que la Revolución es buena, que la Revolución es su liberación, que la Revolución es su ascenso a la condición real de hombre, de ser humano; un instinto les dice que la Revolución es lo justo.  Pero el instinto nada más, el olfato de la clase, sin que acaben de comprender cabalmente lo que la Revolución es y cómo a la Revolución hay que servirla.  Y es fácil decir “soy revolucionario”, “estoy con la Revolución”, sin acabar de comprender cabalmente la Revolución.  No solo los trabajadores del transporte; otros muchos sectores también de los trabajadores.

Mas, como nosotros no somos demagogos, y los trabajadores son la clase revolucionaria por excelencia, y los trabajadores son el apoyo de la Revolución, es necesario que cada día se hable un lenguaje más claro, es necesario que cada día se razone más.  No se ha de tratar igual al joven adolescente cuando ya tiene 15 años, que cuando tiene tres meses.  Y es necesario que nuestra Revolución vaya dejando ya los pañales, y es necesario que nuestra Revolución se ponga pantalones.

Son tres años y medio de dura lucha revolucionaria después de la conquista del poder, y es necesario que a los trabajadores se les hable más claro, cada vez más claro; porque ya es hora de que los trabajadores vayan asimilando las verdades de la Revolución, comprendiendo las leyes de la Revolución, la esencia de la Revolución con más claridad.

A los enemigos, a las clases enemigas de los trabajadores, se les ataca con toda la fuerza de la verdad, se les combate sin tregua, y se les dice lo que hay que decirles sin tapujos; pero a los trabajadores, a la clase revolucionaria, con un sentido distinto y para su propio bien, hay que hablarles también con claridad y decirles las verdades, para que las comprendan, para que cada vez vean con más claridad que la Revolución es su destino, que la Revolución es su vida, y que no hay que ser revolucionario de palabras, sino que hay que ser revolucionario de hechos.

Pero, sobre todo, acabar de comprender la verdad de que la Revolución no es la lotería que se gana en una rifa, en un juego de azar, sino que la Revolución es la oportunidad, no de heredar una vida feliz, una vida muelle, una vida abundante de todo lo que necesitamos, sino que la Revolución es la oportunidad de hacer eso, de crear eso, de conquistar eso.  Y que eso nunca lo tendremos si no lo hacemos, si no lo creamos, si no lo conquistamos.  Y los trabajadores tienen mucho que superarse, porque los trabajadores no pueden ser débiles, los trabajadores no pueden ser imprevisores, los trabajadores no pueden ser irresponsables, porque la esperanza de los enemigos de los trabajadores está en las debilidades de los propios trabajadores (APLAUSOS), en la incultura de los propios trabajadores y en la inconciencia de los propios trabajadores.  Y esa es la mayor esperanza de los enemigos de los trabajadores, para convertirlos de nuevo en explotados de las clases privilegiadas.

Y debemos saber utilizar la Revolución, saber aprovechar dignamente la oportunidad que significa una revolución.  No basta con expresar nuestra devota simpatía hacia los que cayeron; no basta ponerse de pie cuando se evoca el recuerdo de los que han muerto por esta oportunidad, porque eso no es suficiente, y así no se les rinde tributo a los que se han sacrificado; es que hay que rendirles tributo permanente, con nuestra conducta, con nuestra actitud, con nuestro trabajo.

Y es un crimen desperdiciar todas las oportunidades que la Revolución brinda; es un crimen actuar de manera que vaya contra los intereses de los propios trabajadores y les haga el juego a los enemigos de los trabajadores.  Porque la esperanza de los explotadores de ayer es que los trabajadores no sepan aprovechar su gran oportunidad, y tengan que caer de nuevo bajo el yugo.

Y el obrero, que antes cuando tenía un mayoral y le pagaban un salario de miseria y lo dejaban en la calle cuando no trabajaba con el máximo de esfuerzo; el obrero agrícola, que sabía que si no hacía el máximo esfuerzo no le daban trabajo en el tiempo muerto, porque los terratenientes y los patronos escogían a aquellos que más les rendían en el trabajo, y había que esforzarse en trabajar, so pena de pasar hambre; o el obrero de la construcción, o el obrero de cualquier sector que tenía que mendigar un empleo, que para que le dieran trabajo en una obra tenía que buscar un sargento político y se pasaba la mayor parte del tiempo sin trabajo, ese obrero cuando tenía el látigo del mayoral y del hambre, cuando tenía que trabajar para sus explotadores, y si no trabajaba al máximo la sociedad aquella capitalista lo condenaba al hambre y a la miseria, cuando ese obrero hoy que tiene trabajo asegurado, trabajo digno, cuando no tiene el látigo de los mayorales ni la amenaza del hambre, y en vez de trabajar más que antes trabaja el 50% que antes, está conspirando inconscientemente contra su porvenir y está labrando el yugo que sus explotadores de ayer quieren volver a colocar sobre sus cuellos.

Cuando esas cosas no son comprendidas por una parte de los trabajadores, cuando hay trabajadores que actúan así, es evidente que ese trabajador no está a la altura de la Revolución, es evidente que ese trabajador conspira inconscientemente contra los intereses de su clase y contra los intereses de los mejores trabajadores.

Y por eso es necesario, en interés de la Revolución, de los trabajadores, que los trabajadores, que el poder de los trabajadores, adopte las medidas que tiendan a superar esas, que son nuestras deficiencias, que son el lastre que llevamos del pasado, los vicios que llevamos del pasado.

Desde luego que los trabajadores tienen que ser la vanguardia, y que esa vanguardia tiene que poseer un espíritu fuerte, un espíritu alerta y una gran capacidad de sacrificio.  Porque aún hoy sobreviven todavía muchos privilegios sociales; herencia también de una sociedad que no se puede transformar de la noche a la mañana.  Sobreviven todavía muchos privilegios y, sin embargo, tenemos que saber sobreponernos, tenemos que hacer que el espíritu de los trabajadores supere la influencia negativa de los elementos parasitarios que subsisten todavía en nuestra sociedad; superen el espíritu acomodador de la burguesía que todavía existe en nuestro país, y supere los vicios, las deficiencias que nos dejaron.  Y los trabajadores tienen que luchar contra esa mala herencia.

Y aquí, en el seno de este sector, nosotros no vacilamos en hacer estos planteamientos.  La historia de este sector la conocen ustedes mejor que nadie, y lo que afectó a este sector:  los vicios de la politiquería y de la corrupción del pasado, lo conocen ustedes mejor que nadie.

Saben ustedes cómo funcionaban las empresas de transporte, saben ustedes cómo fueron asaltados los sindicatos, saben ustedes cómo se vendieron plazas, saben ustedes cómo los politiqueros utilizaban las plazas para hacer política, y cómo los líderes amarillos y vendidos, a base de sinecuras y del monopolio de la oportunidad de empleo, controlaban, junto con los elementos de fuerza y de coacción, la organización sindical de este sector; que las plazas se vendían muchas veces.  Que no era como hoy, que muchachos jóvenes reciben la oportunidad de ir a una escuela; que, lejos de venderse una plaza, se llama a un muchacho joven, se le enseña durante largos meses, se gasta cientos de pesos el Estado en su preparación, y le asegura un empleo.

¡Cuánto trabajo y cuántas vicisitudes tuvieron que pasar muchos de los trabajadores de este sector para conseguir un empleo!  ¡Lo que habría significado para ellos, en su tiempo, que les hubiesen enseñado en una escuela y les hubiesen asegurado un empleo, sin tener que agradecerle el favor a nadie, ni darle la cédula a nadie, ni votar por nadie, ni tocar a la puerta de ningún politiquero, de ningún pandillero, de ningún mujalista!

Nosotros sabemos cómo muchos de esos obreros que entraron por esas vías son hoy, sin embargo, buenos trabajadores y buenos revolucionarios, porque al fin y al cabo tuvieron que aceptar las condiciones que le imponía aquella situación para poder vivir.

¡Pero qué amargo era, para ganarse el pan, tener que recorrer ese calvario!  ¡Qué amargo!  ¡Y qué distinto hoy!  ¡Qué distinto para adquirir un empleo en este sector!  ¡Qué oportunidades, qué procedimiento más limpio y más moral!

Pero no fueron esos métodos los que tal vez hicieron más daño en la conciencia o en la moral de los trabajadores de este sector.  Quizás lo que más daño hizo fue la corrupción sistematizada, el robo convertido en norma para muchos trabajadores de este sector.

¡Y qué triste, qué corrompida tiene que ser una sociedad que convierte la delincuencia, el delito, el robo, en modo de vivir para quien aspiró a vivir honradamente de su trabajo!

Y aquellos eran los frutos de aquella sociedad, de aquella sociedad de ladrones, de aquella sociedad de clases ladronas que vivían de espoliar y de robar a los trabajadores.  Para aquella sociedad, robar no era delito;  vivían del robo, y era lógico que los frutos de aquella clase, los vicios de aquella clase, la corrupción de aquella clase, se extendiera a sectores trabajadores.

Y el robo de las recaudaciones —¿se puede hablar de eso aquí?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)—, el robo de las recaudaciones era prácticamente una costumbre para muchos trabajadores de este sector.

Y, claro, nosotros sabemos de casos de trabajadores que en aquellos tiempos robaban, y hoy son trabajadores honradísimos y revolucionarios.  Ahí tenemos las cosas...  (APLAUSOS)  Porque en aquella sociedad el robo se había convertido en una costumbre, y posiblemente el precepto aquel de que “ladrón que roba a otro ladrón tiene 100 años de perdón”, servía de excusa.

Pero en nuestro país se acabó el robo.  Aquí se robaba en todos los frentes:  en todos los ministerios, en todos los negocios.  Había funcionarios que se hacían millonarios.  No se sabe la cantidad de gente que se hizo rica con el juego, que es una forma de robar también al pueblo, con la malversación, con los negocios turbios, o con meter la mano en las arcas del tesoro.  Pero es que el que no robaba desde la administración pública, robaba como propietario de una fábrica o de un negocio, porque les robaban a los trabajadores el fruto de su trabajo.

Y la Revolución le puso fin a todas las formas de robo.  Tenía que ponerle fin a todas las formas de robo en todos los frentes, en todos los sectores; y tenía que luchar más todavía contra toda manifestación de corrupción en el seno de los trabajadores.  Tenía que luchar contra eso.

Ahora bien, ¿qué ciudadano de nuestro país, qué hombre o mujer del pueblo, qué trabajador honesto, no comprende que el robo en todas sus manifestaciones tenía que acabarse?

Este sector fue víctima, como otros sectores trabajadores, de los vicios del capitalismo.  En otros sectores habían establecido ciertas especies de privilegios familiares.  Trataba el capitalismo de corromper a los trabajadores, porque una clase obrera corrompida, dividida, no será nunca enemigo temible de los capitalistas explotadores.

Pero era lógico, compañeros, que todo aquel sistema de corrupción y de vicios, que todos aquellos métodos, dejasen alguna huella, dejasen gente descontenta, dejasen gente corrompida incapaz de rectificar, elementos negativos incapaces de rectificar.  Y los hay, de la misma manera que hay muchos que han rectificado, hay también quienes no han rectificado, y no rectificarán jamás.  Los hay.

Desde luego que no hay que confundirse, no hay que atribuir muchos de los defectos y deficiencias a actitudes contrarrevolucionarias.  Hay vagos, hay irresponsables, hay tipos que preferían el sistema de antes porque robaban.  Los hay.  No es una cosa de contrarrevolución, sino de corrupción irreversible, degeneración.

Ahora, desde luego que el elemento corrompido, degenerado, tiende a militar en la contrarrevolución, porque la contrarrevolución se nutre de todo ese lumpen, de todo ese elemento negativo, de toda esa escoria (APLAUSOS).  Porque señores:  terratenientes, banqueros, grandes industriales, jugadores, politiqueros, esbirros, prostitutas, proxenetas y lumpen, forman hoy una sola legión (APLAUSOS).  Todo ese elemento se une como por imán.  Como la Revolución los repele, con la misma fuerza que los repele, la contrarrevolución los atrae; con la misma fuerza que los repele la Revolución, los atrae la contrarrevolución.  Y ese elemento existe y existe en el seno de ustedes.

Desde luego, lo más probable es que esos elementos no hayan venido a esta asamblea.

Pero ahora bien, ustedes tienen culpa también, ustedes tienen bastante culpa.  ¿Saben por qué?  Por indolentes, porque esas cosas las han aceptado como la cosa más natural del mundo.  ¿Y cuál es el resultado?  Que el pueblo tiene muy mala opinión de ustedes.

Estoy explicando, precisamente les decía que iba a explicar las causas.  Y, entonces, los buenos trabajadores, los que cumplen, los que son revolucionarios —y que son la mayoría sin duda de ninguna clase— los conceptúan iguales.

Pero esa no es cosa de nosotros.  Sí, en parte es deber de nosotros, pero en parte también es deber de ustedes, porque a ninguno de ustedes les gusta, ni les puede gustar ni les puede agradar, que el pueblo tenga una mala opinión; a ningún trabajador honesto, cumplidor, sacrificado, que realiza un trabajo duro, le puede agradar que lo tengan en un mal concepto público.

Ahora son ustedes fundamentalmente los que tienen que dar la batalla por depurar al sector de los elementos corrompidos, degenerados y negativos (APLAUSOS), los elementos negativos que infectan el ambiente, que desmoralizan a este sector de trabajadores; son ustedes.  Y el esfuerzo por lograr la comprensión del público no dará los mejores resultados hasta tanto efectivamente no haya una reacción por parte de los trabajadores del transporte y no haya un esfuerzo serio por erradicar de sus filas a esos elementos negativos, desmoralizadores y desacreditadores de los trabajadores de este sector.

Pero, desde luego, compañeros:  yo me asombraba cuando oía hoy al compañero Avila, que decía que el que hiciera tal cosa iba a la comisión y lo mandaban no sé para donde, de allí lo mandaban para otro lado, después para otro lado, y después para otro lado, y después a trabajar a la agricultura.  Y yo me decía:  cuando lo manden para la agricultura ha destruido 10 ómnibus por lo menos.  Y yo me pregunto si no será mejor mandarlo en primera instancia para la agricultura (APLAUSOS).

Compañeros:  ¿qué trabajador honesto, qué trabajador honesto, cumplidor, sincero consigo mismo, se puede preocupar de que haya normas de disciplina social, se puede preocupar de que se actúe con mano dura con los elementos que no sirven, que son un estorbo a la clase, a la nación, que son enemigos de los mejores intereses de los trabajadores, que son traidores a la clase obrera, que son agentes del enemigo?  (APLAUSOS.)

¿Qué trabajador honesto, qué trabajador cumplidor, se puede preocupar por eso?  Al contrario, los buenos trabajadores —que son la inmensa mayoría—, los trabajadores honestos, justos, que son capaces de pensar serenamente, limpia y patrióticamente, comprenden que salen ganando, comprenden que es indispensable para recuperar o para conquistar la simpatía, el reconocimiento de todo el pueblo del que forman parte.  Porque el más insensato de todos los antagonismos es el antagonismo entre ustedes y el público, porque es un antagonismo entre pueblo, es un antagonismo entre trabajadores; es un antagonismo, no entre parásitos y trabajadores, no entre explotadores y trabajadores, sino un antagonismo entre trabajadores y entre sectores del pueblo.  ¡Y cómo no vamos a poder superar ese antagonismo!  Bien poca cosa seríamos nosotros, bien poco dignos seríamos de esta Revolución, si no pudiéramos superar ese antagonismo.  Porque ese no es un antagonismo insuperable, irreconciliable, como el antagonismo entre explotadores y explotados y sencillamente tenemos que poner manos a la obra, tomar las medidas, las explicaciones, lo que sea necesario, las medidas que sean necesarias para poner fin a ese antagonismo.

Ahora bien, dejando a un lado el corrompido, el negativo, el contrarrevolucionario, vamos a hablar de los defectos de los buenos (APLAUSOS).

Entre esos defectos hay ausentismo, mala educación, mal humor y, de vez en cuando, hasta incluso —no con fines contrarrevolucionarios ni mucho menos— por un poco de pereza, por cualquier cosa, descuido con el carro, un carrito que no se le echa aceite, un golpe de biela, o el agua, o no se toma todo el cuidado, de vez en cuando ciertas faltas que no son faltas contrarrevolucionarias pero son faltas contra la producción.  Son defectos de los buenos.

Avila señalaba que cuando él creía que eran contrarrevolucionarios fue a ver los que faltaban el lunes en esa ruta, y eran milicianos, compañeros revolucionarios, hasta obreros ejemplares.  Ahora, ¡yo no sé cómo los eligieron obreros ejemplares si faltaron!  (APLAUSOS.)  Pero es el hecho de que cuando fue a ver, “con gran dolor de su alma”, dice el compañero Avila...  Yo dije:  ¡Nada!, con gran dolor de su alma descubrió que eran contrarrevolucionarios la mayoría.  Pues no señor:  con gran dolor de su alma descubrió que eran revolucionarios.

Entiéndase:  esos son los defectos de los buenos.

Compañeros:  aunque les estoy hablando con toda franqueza...  ¿Cómo?  (Le dicen algo al Comandante Fidel Castro.)

Yo sé que el trabajo de guaguero es un trabajo muy duro, compañeros (APLAUSOS).  No vayan ustedes a creer que me estoy olvidando del trabajo tan duro que tienen ustedes; yo considero que es uno de los trabajos más duro; es duro, las condiciones en que tienen que hacer ese trabajo.  No puedo olvidar las cifras de los pasajeros que han transportado con menos equipos.  Esas cifras son elocuentes.  Y, desde luego, si esto fuera el primer año de Revolución habría que dedicarles nada más que elogios a ustedes, por el número de pasajeros que han transportado, por todo lo que se han superado.  Pero como estamos en el tercer año y medio, en el cuarto año de Revolución, no podemos dedicarles grandes elogios.  ¿Saben por qué?  Porque ya no estamos para estarnos elogiando, porque lo que era un mérito grande el primer año, hoy es un mérito chiquito en el cuarto año (APLAUSOS); porque no podemos conformarnos con eso.  Bien arreglados estaríamos si nos conformáramos con eso, buscáramos los datos estadísticos:  tantos pasajeros más y menos vehículos; y que el público siga hablando y diciendo y siga creciendo el antagonismo ese.  ¡Bien arreglados estamos!

Pero es que la Revolución, a medida que avanza, a medida que es más dura la lucha, a medida que asciende nuevos escalones, la Revolución exige más, la sociedad entera es más exigente, la sociedad entera.  Y el mismo ciudadano que hace cinco años no se asombraba de que lo dejaran en una esquina o le dijeran cualquier palabrota, hoy se asombra, se azora, se indigna y se rebela contra eso, porque es que toda la sociedad es más exigente; y es correcto que toda la sociedad sea más exigente.  Y con seguridad que ustedes con los demás servicios son más exigentes también, porque todos somos más exigentes, porque las cosas que se comprendían y se toleraban como defectos el primer año, no se toleran el cuarto año de Revolución.

Es incuestionable que los números indican un gran esfuerzo, un enorme aumento de la productividad; sin embargo, no debemos conformarnos con eso.  Es triste que a pesar de eso, haya un antagonismo creciente entre el público y ustedes.  No podemos conformarnos con eso, y tenemos que buscar remedio a los problemas de distintos tipos, a los distintos problemas, porque si a pesar de todos los defectos y de todo el ausentismo se ha logrado esa productividad, consideren lo que se lograría si eliminamos esos males y esos vicios; si a pesar del descuido con los equipos y de los elementos que rompen equipos intencionadamente se ha logrado esa productividad, ¡¿qué se habría logrado sin esos defectos?!

Pero, además, vean cómo los números indican un aumento enorme de la circulación de pueblo, de personas que utilizan ese servicio:  en seis meses 20 millones más de pasajeros que el año pasado...  No, 11 en 3 meses nacionalmente.  Debe ser, en tres meses —por aquí están los papeles—, aquí está:  11 084 500, la diferencia entre primer trimestre de 1961 y primer trimestre de 1962; de los dos trimestres deben ser unos 22 ó 23 millones de pasajeros más.

Ahora bien, compañeros, si precisamente tenemos grandes problemas con los equipos, si tuviéramos miles de equipos entonces estos males no serían tan graves.  Lo que nos impone la necesidad de superar todas esas deficiencias es la situación que tenemos con los equipos, porque si nos vemos obligados con un equipo deficiente a prestar un servicio creciente, ¿cómo podremos hacerlo si no se superan las deficiencias que tenemos de todo tipo en este sector?

Analicen eso:  con el mismo equipo o hasta con menos equipos, más necesidades de transporte, ¿cómo podemos hacerlo si no resolvemos los problemas de ausentismo, abandono y todos los vicios que tenemos?  Por eso es que no podemos atenernos a los números fríos, porque las circunstancias precisamente por las que atraviesa nuestro país, en uno de los puntos donde más ha tratado de golpearnos el enemigo al prohibir toda exportación de piezas, es en el transporte, un punto vital.

Si el transporte es vital, si el enemigo ha tratado de golpear este centro vital más que a ningún otro, es necesario que los compañeros del transporte sean los mejores trabajadores.  Porque en una guerra, al punto vital y donde más fuerte trata de golpear el enemigo, hay que ponerle los mejores batallones, los mejores soldados, las mejores unidades; de la misma manera, si este es un sector vital que trata de golpear al enemigo, no podemos hacer frente a esa situación con quintacolumnistas dentro de nuestras filas, con elementos corrompidos dentro de nuestras filas (APLAUSOS).

Y esto, compañeros, permite que ustedes comprendan por qué a pesar de los números, y del esfuerzo, y del aumento que han hecho en la producción, no podemos quedarnos satisfechos.  Los números no son más que una referencia a un esfuerzo, pero al mismo tiempo son el mejor argumento para persuadirnos de que tenemos que hacer un esfuerzo de limpieza, de depuración y de rectificación de los errores.

Y, ¿creen ustedes que el pueblo no comprendería eso?  Tengan la seguridad de que el pueblo es capaz de comprenderlo perfectamente bien.  El pueblo comprende; no hay más que explicárselo.  Y el pueblo comprende cuando se hace el mayor esfuerzo, cuando se hace todo lo que se pueda con lo que se tiene; cuando el día de mañana nosotros tengamos abundancia, entonces pues no tendremos necesidad de exprimir lo que tenemos hasta el máximo.  Hoy tenemos que exprimir los recursos que tenemos y aprovecharlos debidamente.

Pero no resolvemos el problema solamente con ir a la superación de los defectos que haya entre los trabajadores.  Hay que superar problemas de organización, y hay que hacer un esfuerzo parejo en las empresas, y hay que tomar las medidas pertinentes.  Empezar a pensar para encontrar soluciones, a fin de echar a andar todos los equipos que tenemos parados por falta de piezas.

Como ustedes saben, se ha acudido a otros recursos:  a camiones, camionetas, toda una serie de recursos.  Y más todavía, sobre todo en muchos lugares del interior, se está recibiendo una cantidad de equipos nuevo.  Pero por parte del Gobierno Revolucionario, nosotros tenemos que hacer algo, lo tenemos que hacer, no hay alternativa, para echar a andar todo lo que tenemos y, al mismo tiempo, si fuera posible tratar de adquirir más equipos.

Pero, por lo pronto, echar a andar lo que tenemos.

Ya nosotros hemos pedido a los compañeros del ministerio un estudio completo de todo lo que hace falta.  Pero, además, está el problema de la fábrica de piezas de repuestos, sobre todo capaz de hacer coronas y piñones, y entonces tomar con toda urgencia decisiones.  Ya la experiencia nos ha enseñado que cada vez que afrontamos un problema, de una manera o de otra lo resolvemos.

No hay más que atender este problema del transporte con toda la seriedad que las circunstancias exigen.  Eso corresponde a los organismos de planificación y corresponde al Gobierno Revolucionario.

Nosotros por nuestra parte vamos a hacer todo lo que sea posible, porque la médula de la cuestión para vencer precisamente el golpe, para ripostar el golpe enemigo, es echar a andar, es decir, el mantenimiento de los equipos que tenemos.  Y creo que en eso hemos perdido tiempo porque desde que se produjo el bloqueo, lo primero que había que hacer aquí con toda urgencia era la solución de la fabricación de piezas de repuesto.

Desde luego que yo sé que los trabajadores han resuelto infinidad de esos problemas (APLAUSOS), y la inventiva de los trabajadores ha hecho maravillas en ese sentido; pero todo eso ha estado limitado por las herramientas y los equipos que se disponían para fabricar piezas.  Pero si todo el equipo, la inmensa mayoría, era americano, y ellos cortan el suministro de piezas, lo que nosotros debimos de hacer primero que nada fue resolver el problema de la fabricación de piezas.  Y ahí no actuamos con la prontitud, la rapidez y en la dirección que las circunstancias exigían.  Pero ahora lo tenemos que hacer.

Desde luego, ya se venía estudiando la solución y proyectadas fábricas, pero hay que encontrarle soluciones más urgentes al problema.  Y se las vamos a encontrar, no les quepa duda de que se las vamos a encontrar.

Pero, compañeros, no haríamos nada con haber invertido todo el tiempo que hemos invertido hoy abordando estos problemas, si no vamos a ciertas medidas que son necesarias.  Desde luego, por aquí está el capítulo de quejas del público y el capítulo de quejas de ustedes.

En el capítulo de quejas del público —lo de la administración también— administración y público, está el dejar el pasaje en las esquinas; el marcar el pasaje todo junto, lo que facilita dejar de marcar alguno; cobrar el pasaje y no marcarlo; no cobrar el pasaje premeditadamente; ausentismo, sobre todo el lunes, que es el día de mayor afluencia de pasajeros a los ómnibus, el viernes y el domingo; maltrato de palabras al pueblo; poco cuidado en el material rodante; quemar las velocidades adrede, que consiste en lo siguiente:  caminar demasiado con la primera y la segunda puesta, imprimirle mayor velocidad, altas velocidades; coger izquierda indebidamente; conducir los ómnibus sin ajustarse al horario, lo cual hace que a veces no pasen ómnibus en una o más horas; cobrar sin trabajar, lo que es conocido comúnmente con el nombre de “panza”; los choferes rompen los carros para seguir cobrando; deficiencias en el funcionamiento de las comisiones de reclamación:  por falta de orientación, de la orientación de su labor, falso concepto del compañerismo, falta de autoridad y respaldo necesarios, todo lo que traiga aparejado negligencia y debilidades en castigar las faltas cometidas; el abandono en la limpieza de los carros; ausentismo de los trabajadores en los talleres de algunas unidades; trabajadores de talleres que producen mucho menos ahora, que la empresa es propiedad de todo el pueblo, que cuando era privada; y luego el problema este de los mecánicos por herencia.  Porque está el caso aquí en el problema que ha traído dificultades y deficiencias en algunos talleres, y de verdad que parece inverosímil que estas cosas pasen en una revolución de los trabajadores, a no ser que entendamos al revés todas las cosas y queramos hacer una revolución de trabajadores con los métodos con que actuábamos dentro de la sociedad capitalista.

El problema del escalafón, de personas que no son mecánicos y se convierten en mecánicos por escalafón.  ¿Y desde cuándo se adquiere una capacidad técnica por escalafón?  Y esos problemas existen, y no debemos tener miedo de plantearlos.  Bien arreglados estamos si estas cosas que son claras, lógicas, no las planteamos, no las afrontamos.

¡Quejas!  Hay más quejas, ¿no?  Muchas de las quejas han llegado a nosotros de los ómnibus por no atender las señales de parada, con el carro aun sin estar completamente lleno, no parar en la esquina, o hacerlo cinco o seis metros antes o después de la parada para bajar el pasaje, otros que se van por la izquierda, y aquellos que están en una parada y no poder seguir viaje por tener vehículos delante no abren la puerta para abrirla después de pasar la parada, pudiendo ocupar cierto espacio con las personas que estaban esperando.  Los que por aprovechar la luz verde del semáforo, aguantan la marcha para después impulsarse y dejar el pasaje en la parada.  Quejas contra algunos choferes que llevando un itinerario regular perjudican al pasajero, porque al atrasarse en el recorrido traen como consecuencia el amontonamiento de carros y la demora injustificada de los usuarios en las esquinas.  Algunos paran en cualquier sitio y se bajan a tomar café; otros, sencillamente, van retrasándose yendo extremadamente despacio, lo que demora su salida en el paradero, etcétera.  Por supuesto, a todas estas arbitrariedades se les buscan justificaciones, como exceso de pasaje, exceso de tráfico, mal estado de los ómnibus, etcétera, que a veces pueden tener justificaciones de verdad.

Quejas contra los choferes que maltratan los ómnibus haciendo uso incorrecto de las velocidades, frenando bruscamente, dando cortes innecesarios, acelerando violentamente los carros, así como no tratando de evitar los baches y cuando son inevitables, cogerlos a velocidad.

En el caso de los conductores la mayoría de las quejas son en relación con el cobro.  En algunos casos no se toman interés alguno en cobrar aun cuando los pasajeros insisten y le llaman para que cobren, etcétera, etcétera.  Estas cosas ustedes las conocen también.

“Críticas a los pasajeros de los ómnibus.  Primero:  el pasajero que llega corriendo a la parada y grita:  ¡Aguanta!  ¡Aguanta!, sube al ómnibus por la puerta de atrás y después le pregunta al conductor:  ¿Esta va para la Habana Vieja?” (RISAS.)  No.  Acuérdense de que no puede haber aquí parcialidad.  “Segundo:  El pasajero que estando cerrada la puerta de alante y abierta la otra insiste en subir por la primera.  Tercero:  El pasajero que se niega a dar un pasito para que otras personas puedan subir al ómnibus.  Cuarto:  El pasajero que le avisa al conductor:  ¡En la esquina!  Y después que la guagua ha parado exclama:  ¡No!, ¡no!, en la otra.  Quinto:  El pasajero entretenido que va para Belascoaín (RISAS) y al llegar a Galiano increpa al conductor:  La culpa es de usted por no avisarme.  Sexto:  El pasajero que estando el pasillo del ómnibus vacío, insiste en quedarse parado en la puerta estorbando la entrada y salida de los demás pasajeros.  Séptimo:  El pasajero que se hace el remolón para no pagar” (RISAS y APLAUSOS).

Como ustedes ven, ustedes aplauden las cosas que dicen del público, y no las que dice el público de ustedes.

Estas son las quejas.  Algunas son verdades, no hay duda, aunque ustedes han transportado mucha más gente.  No hay duda de que están parando más que antes y montando mucho más público que nunca, de eso no hay duda —por los números—, es cierto.  Pero les decía que ese no es todo el problema, hay un problema de reparación, de cuidado de los equipos, y de echar a andar los que están parados.  Hay un problema de equipos.  Hay que partir de eso también.

Compañeros, yo no creo que nadie puede protestar de que cuando una guagua esté atestada no pueda parar, lo malo es cuando no esté atestada, cuando pasan muchas de estas cosas.  No se trata de eso.  Nadie les puede exigir a ustedes, ¡nadie!, lo que ustedes humanamente puedan hacer; pero hay algunos problemitas que no son los de la guagua muy llena, el problema del equipo.  Hay algunos problemitas como este:  el del ausentismo, y eso no tiene nada que ver con el equipo.  Y ese problema existe, y es malo.  A veces hay ómnibus y no hay conductores, no hay choferes, no hay tripulantes.  A veces pasa eso.

Ese problema del que ustedes se rieron:  “Cobrar sin trabajar, lo que es conocido comúnmente con el nombre de panza.”  ¿Ustedes saben una cosa?  Recuerdo perfectamente bien en aquella primera reunión de luna de miel que tuvimos al principio de la Revolución, que yo, de abogado de ustedes, propuse esto y me considero, por tanto, culpable.  ¿Por qué me considero culpable?  Porque, compañeros, cuando no hemos alcanzado todavía cierto grado de conciencia, algunas cosas que deben ser para bien de los trabajadores se convierten en perjuicio de los trabajadores y en perjuicio del pueblo.

Ustedes saben, por ejemplo, que muchas personas abusan del problema de la enfermedad.  La Revolución, de acuerdo con los trabajadores, cambió aquel principio de los nueve días por el principio de los días que fueran necesarios.  Porque no se concibe que un trabajador, que esté enfermo de verdad tres meses, cobre nueve días nada más, eso es inhumano.  Pues, se cambió aquel precepto...  ¿Cómo?  (EXCLAMACIONES.)  ¿Cómo dicen ustedes?...  ¡Espérense!, que hable uno nada más (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).  Bueno, yo no sé si lo habrá o no lo habrá, yo lo digo como pienso, lo que pienso realmente —y fue el espíritu con que se cambió—, es que en lugar de la cosa de los nueve días fuera que el que no se enfermara, que no lo cobrara, y el que se enfermara de verdad, si fueran nueve meses en vez de nueve días, lo cobrara.  Ese es el espíritu con que se hizo eso (APLAUSOS)  y debe ser así, debe ser así, compañeros, y creo sinceramente que todo trabajador debe estar respaldado por esa garantía.  Y si en este sector no existe, pues miren:  aprovecho la oportunidad para votar a favor de eso (APLAUSOS PROLONGADOS).

Ahora bien, el problema de la enfermedad, el problema de la enfermedad, es una conquista, un beneficio extraordinario para la clase obrera, la garantía que debe significar para cualquier trabajador, saber que si se enferma sigue recibiendo su ingreso.  Ahora, ¿qué ha ocurrido?  Que esa medida que es de beneficio para el trabajador, tiene el elemento corrompido y la convierte en un robo, porque nunca falta un médico que dé un certificado, ¿comprenden?  Entonces, hay personas que cuando se emborrachan el domingo, sacan un certificado médico el lunes (EXCLAMACIONES).

Estos son los vicios contra los que los trabajadores tienen que luchar, porque si no, cualquier medida de beneficio colectivo para los trabajadores se convierte en un vicio, en una corrupción y en una desmoralización.

Ahora bien, este problema del cobro con el carro roto ha sido fuente de mucho fraude.  ¿Y quieren que les diga una cosa?  Fue una medida indebida, sinceramente, y yo planteo que se reconsidere esa medida (APLAUSOS).  Y si los obreros están de acuerdo, quitamos esa medida, compañeros (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

Pues, compañeros, los felicito, sinceramente los felicito porque entiendo que han tenido ustedes un gesto realmente correcto, realmente revolucionario.  ¿Cuándo debe volver a implantarse esta medida otra vez, ese beneficio?  (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO.)  Me refiero...  Hay que hacer lo que ustedes proponen; pero en el futuro, cuando hayamos ganado en nivel de organización y de cumplimiento del deber, entonces estaremos en condiciones de adoptar medidas que sirvan para beneficio...  (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE ALGO)  ¿Cómo es el caso?  Pero ese no es el caso que hemos tratado...  ¿Cómo es, cómo dicen?  Bien, ven, ven para acá.

UN OBRERO.-  Compañeros:  la proposición que hace el compañero Fidel, yo como compañero que me siento no muy revolucionario, pero por lo menos con una responsabilidad ante mi hogar, yo pregunto lo siguiente:  La panza es un asunto que es ilegal, no debe ser, es bochornoso, es más:  crea un vicio entre los trabajadores; ahora, yo pregunto lo siguiente:  ¿Qué solución le damos a un compañero que tenga un penúltimo o último turno y que cuando vaya a firmar su carro no tenga carro para salir y ese compañero no pueda llevar el peso para su casa?

AVILA.-  Yo creo que lo que plantea el compañero Pedro tiene mucha razón, y debemos aclarar aquí:  entre la panza permanente y la panza ocasional.  Se trata, según entiendo yo la proposición del compañero Fidel, de suprimir esa panza permanente que en algunos lugares se ha cobrado por días, semanas y meses.  Pero nosotros entendemos —y seguro que el compañero Fidel está de acuerdo con todos nosotros— que cuando se trate de venir a sacar su turno, por ejemplo, como dice Pedro, por la mañana o por el mediodía y no hay carro, al compañero debe asegurársele el salario.  Eso es justo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, compañero, otra pregunta:  ¿Qué trabajo puede hacer ese compañero, qué trabajo puede hacer?

AVILA.-  No, no puede hacer otro.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  A ver, que venga otro aquí.  Espérate, no te vayas.  Venga otro.

UN OBRERO.-  Compañeros:  Yo no soy modelo de la virtud; en esta compañía llevo poco más o menos la edad que tiene el compañero Fidel.  No he ganado jamás un turno sin trabajar, no he sido ausentista del trabajo jamás en la vida, pues por mi nómina existen —y el compañero secretario general puede revisarlo— uno de los mayores cupos de horas de trabajo mensuales.  Motivos tengo, pues soy padre de siete hijos (APLAUSOS), y ahora he mandado a la universidad de La Habana a uno a estudiar medicina, y tres que estudian bachillerato, y como recompensa lo hube de gratificar para que diera un viaje a todos los países socialistas, y mi hijo acaba de llegar el día 29, con mi esfuerzo y mi sacrificio.

El gobierno no tuvo necesidad de donarme una casa de uno que la abandonara, porque yo con mi esfuerzo hice una casa antes, del trabajo.

Ahora, el compañero tiene una razón, porque yo estoy confrontando ese mismo problema:  en los ómnibus aliados hoy todo es transportes nacionales; pero en ómnibus aliados se usa un método o un sistema distinto que en la empresa que nosotros trabajamos, o sea que en los ómnibus aliados, por antigüedad, la gente va firmando igual que nosotros en los turnos, pero nos encontramos que un señor, por su necesidad, vaya, por su comodidad, porque lleva 40 años y quiso, firmó un turno que empieza a las 12:00 del día.  Pero ese señor tiene tres, cuatro, cinco, ocho, nueve, diez, u once hijos y llega a firmar su carro y se encuentra que no tiene carro.  ¡Es ilegal, caballeros, ganar un dinero sin trabajarlo!  ¡Eso es inmoral, eso es inmoral!  Pero, compañeros, ¿en qué situación se pone a un padre de familia que llega a firmar su turno, no tenga carro y no pueda ganar, el lunes, el martes, el miércoles, el jueves, y que llegue el sábado y no pueda cobrar?  (EXCLAMACIONES.)

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Compañeros, cuando yo hablaba de este problema de la cuestión del que cobra sin trabajar, no me estoy refiriendo...  Porque al menos el espíritu con que recuerdo que aquella vez se planteó este problema, lo que se planteó es que el obrero no sufriera las consecuencias de causas que son ajenas a su voluntad, a cosas que no tienen que ver con él.

En el sentido que yo entiendo, o pienso que hay que tomar medidas es en el sentido de evitar todo aprovechamiento doloso, es decir, toda conducta dolosa, fraudulenta.  Yo no puedo entrar en detalles sobre esta cuestión, porque no conozco, pero estoy pensando en el caso de la rotura voluntaria, intencional, todas esas cosas, y estoy pensando en los casos en que hay una actitud realmente dolosa.

Lo que corresponde al sindicato y al ministerio es adoptar las medidas que tiendan a evitar el cobro fraudulento, que tiendan a evitar el cobro fraudulento.

¿Qué pienso yo del caso del obrero que sin culpa de ninguna clase va a trabajar y no hay carro?  Bueno, yo creo que a ese obrero hay que garantizarle, porque él no tiene culpa (APLAUSOS).  Si eso es así, fíjense bien, eso lo entiendo así.  Cuando propuse que suprimiéramos eso que se llama panza, no estoy pensando en eso.  El obrero no tiene la culpa, cuando el obrero no tiene la culpa de no poder trabajar, cuando realmente no tiene la culpa, ni tiene absolutamente nada que ver con eso, entonces lo correcto es que ese hombre no se quede sin trabajar.  Eso para mí es elemental.

Cuando he planteado esto he pensado en aquellos casos en que evidentemente tenga la culpa el obrero, o tenga que ver con eso.  A mi entender, el sindicato y la empresa tienen que estudiar el problema responsablemente, y adoptar medidas que eviten lo que sea realmente panza, porque no se le puede llamar panza al que no tiene ninguna culpa.  Ese caso que planteaba ese obrero, eso lo comprende cualquiera perfectamente bien.

Pero es que aquí hay una mezcla de cosas, cuando se habla de quemar las velocidades, descomponer el carro...  Las medidas que tome el ministerio de acuerdo con el sindicato tienen que ser medidas que realmente garanticen al obrero todo derecho legítimo e impida todo cobro fraudulento, ilegítimo.  Yo no puedo dar más elementos de juicio sobre eso, porque no conozco cómo funciona.  Así que eso queda en manos de los compañeros del sindicato y de la administración.

Hay una cosa, que sí tengo una idea clara, clara, clara:  sobre el ausentismo.  Compañeros, este es uno de los males peores, y por lo tanto frente a este mal hay que tomar medidas.  Una de las medidas tiene que estar relacionada...  Porque hay muchos que no van el lunes, pero entonces redoblan el martes.  Yo les voy a decir una cosa:  ahí sí que tiene toda la culpa el sindicato y el ministerio, porque eso es sencillamente absurdo.  Y si no suprimen ese sistema, no superarán el problema; porque hoy, con argumentos solo, con argumentos, sin medidas, no los vamos a superar, nos vamos a engañar.

Y aquí es donde yo tengo una proposición, y es la siguiente:  hay, en primer lugar, una cosa que es absurda, y es el hecho de que teóricamente el trabajador no tiene ningún día de descanso a la semana (APLAUSOS).  Esa es una cosa realmente absurda; eso obliga a ciertos ausentismos.  Hay que buscar la solución de este problema, relacionando el descanso con la asistencia.  La proposición nuestra es, en primer lugar, que se exijan ciertos requisitos para redoblar...  Ya sé que el que no va el domingo no lo dejan redoblar el lunes.  Y hay quien no va ni el domingo ni el lunes, y redobla el martes, el miércoles y el jueves.  Eso es tomarse el pelo.  Hay que establecer el requisito de que quien no trabaje seis días a la semana no puede redoblar (APLAUSOS).  Y el requisito, fíjense, a partir de este momento, de que solo tendrán derecho a redoble no solo el que cumpla seis días a la semana, sino el que mantenga un promedio del 90% de asistencia (APLAUSOS).

Ahora bien, a cambio de eso...  Y desde luego habrá que distribuir por algún sistema cuáles serán los seis días de asistencia; a cambio de eso, un día de descanso, con estas condiciones:  lo cobra el que asista los seis días (APLAUSOS).

Es decir, las cosas quedarán de este modo, las cosas quedarán de este modo, y en beneficio del trabajador que trabaja, y que de verdad depende de su trabajo.  Porque hay quien tiene dos o tres trabajos, claro, y esa no es la situación del que está dependiendo de este trabajo.  Entonces con eso el trabajador que cumple, tiene el beneficio de un día de descanso pago a la semana (APLAUSOS), con un requisito:  el haber trabajado seis días.  Bien.

Hay ciertos problemitas de detalles, compañeros, que hay que después encajarlos dentro de esta orientación.  Ahora, ¿a quién se le debe permitir redoblar?  Al que ha cumplido los seis días; si quiere redoblar un día, dos días, tres días, necesita más ingreso:  redobla el trabajo.

UN OBRERO.-  ¿Y los suplentes, Fidel?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, esperen, no me pregunten de cosas que yo no entienda bien su funcionamiento; ese es un problema que tienen ustedes que considerarlo...  ¿Pero es que hay suplentes aquí?  (EXCLAMACIONES DE:  “iSí!”)  ¡No me digan que hay suplentes!  Bueno, pero muy pocos, señores...  (EXCLAMACIONES)  Señores, ¿entonces por qué si hay tantos suplentes, hemos tenido que poner como 400 nuevos choferes?  ¡Por el ausentismo, por el ausentismo!

Ahora, de esta manera puede haber un ausentista, pero no cobra el día de descanso —fíjense—, ni puede redoblar.  Yo sé que algunos tendrán costumbre de descansar tres días y redoblar cuatro, implicará para ellos un cambio.  Pero en esto el trabajador sale ganando, sin duda de ninguna clase; el trabajador, y sobre todo el trabajador cumplidor, el trabajador no ausentista, recibe un día de descanso pagado, y además el derecho a redoblar, si quiere un día o dos días redoblar; pero se establece ese requisito, y el mantenimiento del 90% de la asistencia.  ¿Por qué?  Porque si no, se puede dar el caso de quien trabaje una semana, cobre el domingo, redoble otra completa, y falte otra completa.  ¿Se dan cuenta?  Y para que no surja ese caso, entonces se exigirá el requisito, a partir de ahora, primero por mes, después por trimestre, después por año, de mantener un promedio del 90% de la asistencia para redoblar.

Nosotros planteamos esto en la seguridad de que el trabajador que está dependiendo de esa fuente de ingreso, que está dependiendo realmente de su trabajo —el que tiene un carro de alquiler y después que termina se va en su carro de alquiler realmente no está dependiendo de su trabajo—, estamos pensando en el trabajador del transporte que realmente depende de su trabajo, en ese estamos pensando, que con una medida de este tipo se beneficia, y al mismo tiempo, se resuelven los problemas de ausentismo.

UN OBRERO.-  ¿Y el que trabaja los siete días de la semana?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, no se le debe permitir, porque debe dársele un día de descanso obligado al trabajador (APLAUSOS).

¿Para qué lo va a trabajar, si de todas maneras ese día lo cobra?  Diga compañero...

UN OBRERO.-  Si un compañero quiere pedir traslado, por ejemplo, de talleres para guagua, ¿se le puede admitir?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Un traslado para la guagua?  Bueno, compañero, no me hagan preguntas de esas, porque es que yo no les puedo dar la respuesta sin estar en...  Eso tienen que resolverlo en el ministerio.  Yo no les puedo dar una respuesta sin información sobre eso.

Bueno, ahora no estamos tratando ese problema; estamos tratando una medida contra el ausentismo.

Dígame.

(ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE ALGO.)  ¿Los inspectores?  Yo, por lo menos mi voto...  No estoy muy informado de cómo trabajan ustedes.

(DEL PUBLICO LE EXPLICAN.)

Yo creo que deben tener los derechos también los compañeros (APLAUSOS).

Miren:  es que no se concibe, ni siquiera...  Por eso pasan todas estas cosas, por eso hay trabajadores que redoblan tres días y se toman tres días de paseo.  No se concibe que un trabajador no tenga un día de descanso a la semana.  Eso es absurdo (APLAUSOS).

UN OBRERO.-  Los inspectores ganan más que nosotros y trabajan menos (EXCLAMACIONES).

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Ese es un antagonismo entre inspectores y choferes.

Bueno, compañeros, no vamos a enfrascarnos en los detalles.  Lo importante es la orientación fundamental.  Aquí las dos cosas que yo he propuesto son estas:  que se tomen medidas para que en caso doloso de equipos deteriorados con culpa, esos casos no estén amparados por el derecho que se le dio al obrero cuando sin culpa realmente se veían impedidos de trabajar.  Es decir, el problema primero que planteé, que se estudie de manera que la medida garantice al trabajador que no es en ningún sentido culpable, de no tener el equipo en condiciones de trabajar.  Esa medida.

Segundo:  la cuestión del ausentismo.  El día de descanso pago para los que cumplan seis días y el derecho a redoblar para esos trabajadores, con la obligación de mantener un 90% de la asistencia  (ALGUIEN LE PREGUNTA NUEVAMENTE SOBRE LOS SUPLENTES).

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, lo de los suplentes tienen que discutirlo en el sindicato, yo no les puedo decir ahora, porque...  ¿Cómo?  Bueno, compañeros...

(ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE ALGO)

¿Qué dice?

UN OBRERO.-  Compañero Primer Ministro, la pregunta que yo le hago es que si el mismo derecho lo tiene el suplente trabajador que aparte de que trabaja todos los días puede doblar, y trabaja los seis días consecutivos, y ese suplente entre esos seis días dobla.  Si ese suplente no trabaja los seis días, no tiene derecho al día —es un planteamiento que estoy haciendo—; pero si ese suplente dobla ahí el domingo, dobla el lunes, dobla el martes, dobla el miércoles, dobla el jueves —es una suposición—, dobla el viernes y dobla el sábado, entonces ese suplente tiene un día, si es igual que el fijo.  Es una suposición de que doble todos los días, que hay suplentes que lo hacen.  Si trabaja los seis días consecutivos, ¿tiene el mismo derecho que el fijo?  Esa es la pregunta.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Si trabaja los seis días, sí.  Eso es lógico.  Eso es absolutamente lógico, compañero (APLAUSOS).

UN OBRERO.-  Compañero Fidel, yo quiero hacerle una...  Usted sabe que cada ómnibus lo trabajan tres compañeros distintos; si por casualidad hay un individuo que maltrate el material, que lo rompa, y ese material caiga en el taller y demore su arreglo, y otro personal que trate bien el mismo carro y trate de tener su carro en activo servicio, ¿él tiene que pagar las consecuencias del individuo que lo rompió, y no cobrar su turno, que vaya allí a firmar y no cobrar su turno por el individuo que rompió el carro?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, compañero, pero ahí lo que hay que estudiar cuál es la responsabilidad del que lo rompió.

UN OBRERO.-  Porque después el individuo que va a hacer su turno, el que vive de la guagua nada más, como vivimos algunos, otros no porque otros tienen otro trabajo y les importa poco...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Miren, compañeros, de alguna manera hay que afrontar ese problema;  de alguna manera incluso habrá que ver la responsabilidad del que rompe vehículos.

UN OBRERO.-  A mí me pasa este caso.  Yo tengo mi carro.  El carro mío cuando yo fui a firmarlo estaba fundido en el taller.  No es culpa mía, el carro no lo fundí yo, cuando yo llegué a firmarlo, el que lo soltó por la noche lo dejó roto.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, miren compañeros:  yo no sé para qué hay sindicato aquí.  Que venga el compañero del sindicato a discutir con usted este problema (APLAUSOS).

¿Me van a dejar a mí discutiendo sobre detalles que no entiendo?  (EXCLAMACIONES.)

AVILA.-  Compañeros:  Yo creo que debemos dejar al compañero Fidel hacer sus proposiciones (APLAUSOS).  Los compañeros están entrando en una serie de detalles que lógicamente el compañero Fidel no puede conocer.  Por lo tanto, si estamos de acuerdo con el espíritu, con la esencia de su proposición, que corresponde al sindicato y a la empresa ajustar todos esos problemas, compañeros (APLAUSOS).  Yo creo que es lo lógico.  El buen sentido nos indica esas cosas, compañeros (APLAUSOS).

UN OBRERO.-  Bueno, pero como que nosotros, yo oí por lo menos (EXCLAMACIONES) que el individuo que ganaba panza se le eche abajo.  Yo hallo muy humano eso, siempre y cuando haya unidad para trabajar, porque yo, si necesito de la guagua, yo voy allí a trabajar, a dar le vueltas a la guagua, sea cualquier guagua que sea.  Lo que necesito es llevar el pan para mi casa, como lo tiene que llevar todo el mundo.  Pero si yo llego ahora y me encuentro mi carro roto por la barbaridad de otro individuo, ¿por qué voy a pagar las consecuencias yo?  (EXCLAMACIONES.)

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Compañero:  yo le puedo decir a usted una cosa:  que la Revolución lo que tiene que garantizar eso que le preocupa a usted, eso que le preocupa, de que todo el que quiera de verdad llevar el pan para su casa honradamente lo pueda llevar siempre, siempre (APLAUSOS).  Y al mismo tiempo de ese interés de todos los que quieran llevar el pan seguro para su casa, que no tengan derecho a ningún pan los que no se lo quieran ganar honradamente (APLAUSOS).

Lo demás, compañeros, son cuestiones de detalles, de regularlas, de estudiarlas.  Aquí no se trata más que de orientaciones de tipo general;  porque cualquiera que se informa de lo que está pasando, y sabe cómo funciona el ausentismo, y cómo muchos redoblan varios días y faltan luego semanas enteras, es lógico que se dé cuenta de que haya que exigir ciertas normas de trabajo a la semana, que haya que cumplir con cierto porcentaje de asistencia para tener derecho, por un lado, al descanso retribuido.  Es decir, a ese descanso que va a ser —no confundirlo con el otro— ese día de descanso pagado; y también para tener derecho a redoblar.  Lo que nosotros pensamos es que un trabajador que depende de ese empleo de verdad, y que trabaja, tiene los beneficios trabajando seis días, tener un día de descanso, pagado ese día.  Pero, además, por ser un trabajador que tiene asistencia alta, si tiene una necesidad especial y un día tiene que trabajar, redoblar tres veces en una semana, darle el derecho a redoblar a ese que tiene asistencia.  Eso, a los ojos de cualquiera, beneficia al trabajador, al que no tiene otro medio, otro recurso que ese, que ese ingreso y esa entrada.

Lo contrario es crear condiciones que permitan el caos, la anarquía, el ausentismo, de lo cual no saldremos nunca.

Es por eso que hemos hecho esta proposición.  Hay cuestiones de detalles que ajustar, pero el principio fue aquel que les dije: que se gane el pan, y que tenga todo el derecho el que lo haga honradamente, y que el que no trabaje, no coma (APLAUSOS).  Ese es el principio de la Revolución.

Yo siento no estar más informado sobre esos detalles; pero de todas maneras, el gobierno va a tomar, se va a preocupar por el problema del transporte con toda seriedad (APLAUSOS).

Hace falta, compañeros, la colaboración de ustedes.  Son ustedes los que tienen que hacer el esfuerzo, son ustedes los que tienen que tomar las medidas principales; son ustedes los que tienen que mejorar su sector, depurar el sector porque ustedes saben que hay gente que son muy negativas, pues no mandarlos para la agricultura después que destruyan una ruta completa, sino mandarle enseguida para la agricultura (APLAUSOS).

Se trata de eso:  de defender los derechos de ustedes, el prestigio de ustedes, el prestigio del sector, los intereses del pueblo, los intereses de los trabajadores.

Tenemos mucho que hacer para lograr en nuestro país lo que queremos; tenemos mucho que hacer para lograr que nuestro país sea un país de trabajadores, donde los beneficios vayan a los trabajadores, donde los bienes sociales sean de disfrute para los trabajadores.

Yo les podría repetir lo mismo que les decía ayer a los obreros premiados:  que la Revolución debe ir limitando más, cada día más el disfrute de las riquezas nacionales, a aquellos que no trabajan para la sociedad, y poner esos bienes nacionales al disfrute de los que trabajan para la sociedad (APLAUSOS).  

Cuando nosotros hablábamos ayer de la diferencia entre el que trabajaba en una empresa nacional y el que trabajaba por su cuenta, cuando se van a alquilar las casas de vacaciones en Santa María del Mar, se les da solamente a trabajadores sindicalizados (APLAUSOS).

Cuando nosotros, nuestros centros turísticos, todas las cabañas y todos los sitios —que, claro, son muy codiciados y que la gente que tiene dinero los demanda mucho—, los pongamos al alcance solo de aquellos que trabajan para la sociedad, en nuestro país ser trabajador irá quedando cada vez más como la más digna, la más honrosa y la más provechosa función.

Todavía en nuestro país, compañeros, desgraciadamente subsisten infinidad de privilegios.  Un comerciante que gana 1 000 pesos al mes, y no produce un solo bien material, tiene infinidad de beneficios que un obrero agrícola que con su trabajo, sembrando caña y cortando caña, mantiene erguida la economía nacional, y gana, sin embargo, 2,50 pesos.  Entonces, ese obrero es el que produce la caña, de donde sale el azúcar que nosotros exportamos para traer combustible; el comerciante de los     1 000 pesos, pasea, gasta una gasolina barata, que viene producida con el esfuerzo y el sudor de aquel obrero agrícola, compra gomas de automóvil, y lo que tiene es producido con el esfuerzo de aquel obrero humilde que está ganando 2,50 pesos.  Y subsisten infinidad de privilegios.

Ahora, a lo mejor ese era el que tenía oportunidad de ir también a viajar a los países socialistas.  Pues no señor.  Todos esos bienes, todos esos beneficios, nosotros tenemos que ponerlos cada vez más al alcance del obrero.  El que trabaja por su cuenta, bueno, que trabaje por su cuenta.  Ahora, no es lo mismo el que trabaja en un camión de transporte, empresa nacional, y recibe un salario de seis, o de siete, o de ocho, de lo que sea, que el que tiene un camión propio y gana 30.  A la hora de ir los dos a una playa a alquilar una casa, que es una riqueza nacional, la casa se le debe alquilar al que trabaja en una empresa nacional y gana 8,00 pesos (APLAUSOS).

Lo que estamos haciendo ahora con los refrigeradores.  Hay 4 000 refrigeradores.  ¿A quiénes se los estamos vendiendo?  A los trabajadores.

Tenemos un programa de turismo a los países socialistas.  ¿Quiénes deben ir?  Los trabajadores.  Y entre los trabajadores ¿quiénes?  Los trabajadores ejemplares.

En el futuro, nuestra industria automotriz, además de ómnibus —que será lo primero— producirá también automóviles.  Pero cuando tengamos 5 000 automóviles y 100 000 que quieren comprar automóviles, ¿a quién hay que darle el automóvil?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡A los obreros!”)  ¿Y a cuál obrero?  Al trabajador ejemplar.

Así tenemos nosotros que ir organizando nuestro país, de manera que las mayores consideraciones sociales las reciban los que más considerados son con su pueblo, con su patria, los que más trabajan para su pueblo y para su patria.  Y eso es justo.  Y mientras no tengamos así organizada nuestra sociedad, nuestra sociedad será todavía una sociedad de privilegios.  

Cuesta trabajo, es difícil, hay que luchar contra muchos intereses, muchos privilegios; pero llegaremos, llegaremos.

Subsisten infinidad, todavía, de intereses.  Los compañeros del sindicato de los choferes me planteaban el problema de que con motivo de lo que dije ayer en Varadero había 72 que habían ido diciéndoles que estaban preocupados, porque se creían que les iban a intervenir los cacharros.

En primer lugar, no creo que deba llamarse Sindicato de Choferes de Alquiler, ¿por qué?  Porque los choferes de alquiler que tienen carro propio, no son trabajadores, es decir, no son proletarios.  Son trabajadores por su cuenta y por lo tanto, deben hacer una asociación, pero no un sindicato.  En realidad, trabajan por su cuenta; no los podemos poner en igualdad de condiciones que el que maneja en una guagua.  Y que está ganando, ¿cuánto?, ¿cuánto le saca?  (EXCLAMACIONES.)

No.  Yo digo:  entre 100 y 150 pesos, vamos a suponer, el ingreso de un chofer de un ómnibus; mientras que el que tiene un carro de alquiler gana 30.  Pues, ese no es...  No lo podemos poner en la misma categoría de los trabajadores del transporte.  Deben tener una asociación como dueños de carros.

Nadie ha pensado en intervenirlos, y que se les quite ese miedo.  Yo no sé por qué tienen miedo; la Revolución no tiene ningún miedo.  Lo que es indiscutible es que hay muchos choferes de alquiler que tienen una actitud muy mala, que estafan al público (APLAUSOS), que hacen campañas con cuanto se montan para justificarse; que tienen contacto con elementos contrarrevolucionarios, muchos elementos del pasado, muchos exmilitares, muchos expolíticos.  Y en el sector sí hay muchos también que son buenos, buenos ciudadanos; pero tienen también mucho elemento negativo.

Lo que tienen es que los compañeros del sindicato —que debe llamarse asociación— reunirse, tomar medidas.  Si actúan correctamente, pueden ser ayudados de alguna manera, en consideración al servicio que prestan.  Si no estafan al pueblo, si no estafan al pueblo, si se acaban de organizar; porque hay un montón clandestino, porque a todo el que le dé la gana pinta el carro de amarillo canario que tiene el color de alquiler (RISAS).

Y es hora de que la asociación de choferes de alquiler —vamos a llamarle asociación— tome medidas, busque una solución con los clandestinos; bueno, si quieren que los legalicen, pero que pongan un coto, un coto, y acaben con ese clandestinaje.  Porque, claro, es muy lucrativo el oficio.  Hay siquitrillados por ahí que están ganando más con el automóvil que les quedó, que lo que ganaban con su negocio.

Entonces, que le pongan coto al clandestinaje.  Que hagan de verdad las listas, que confisquen a partir de ese punto todo carro que ande trabajando clandestinamente, que establezcan normas, que les cobren tarifas justas al pueblo (APLAUSOS); y entonces los podemos ayudar, los podemos ayudar con las piezas, les podemos dar preferencia en consideración a que presten un servicio, darle preferencia sobre el que tiene un carro para pasear.

Sería lógico entonces que recibieran preferencia.  Si se pusieran a tono con las realidades, se organizaran, acabaran con el desorden, el clandestinaje, acabaran con la estafa, entonces se les puede ayudar; no hay que confiscarlos ni intervenirlos, ni mucho menos.

Ahora, si creen que pueden vivir aquí por la libre, como grupo antisocial, ¡la Revolución no tiene ningún miedo a enfrentarse a ellos y confiscarlos a todos si es necesario, compañeros!  (APLAUSOS.)

En realidad la Revolución no tiene que andar con esos paños tibios con nadie.  Porque la Revolución actúa no en beneficio de grupitos, de privilegiados, ni de nada; la Revolución actúa en beneficio del pueblo, en interés de las masas, y es el interés supremo de la patria, el interés supremo de la nación.  Y nosotros sabemos que esos intereses son los que defendemos, y con la moral, la convicción de quien sabe que esos son los intereses que defiende, todo grupo recalcitrante, antisocial sea quien sea:  burgués urbano, burgués rural, pequeñoburgués antisocial, lo ponemos fuera de combate con sus intereses (APLAUSOS).

La Revolución no tiene por qué andar con paños tibios.  ¡Ya está bueno de pañitos tibios!  Las cosas por su nombre:  al pan, pan; al vino, vino.  Y vamos a vivir disciplinadamente, vamos a vivir ordenadamente, vamos a vivir revolucionariamente, y vamos a construir un mundo justo.  Vamos a construir un mundo justo; eso es lo que estamos haciendo.  Estamos construyendo un mundo justo, y en nombre de ese mundo justo, nos enfrentamos con quien tengamos que enfrentarnos (APLAUSOS).  En nombre de ese mundo justo —sin que le quepa a nadie la menor duda de la razón que le asiste— tomaremos siempre las medidas que haya que tomar.

Porque ya tenemos un pueblo que comprende eso.  Nuestro pueblo tiene cada día un sentido más desarrollado de la justicia, tiene un sentido más desarrollado de los deberes sociales, tiene una comprensión cada vez más alta.  Y esa comprensión permite que a nuestro pueblo no le pueda poner freno, ni le pueda poner trabas nadie, ni lo pueda desmoralizar nadie.

Ustedes conocen perfectamente bien la desmoralización que ha tratado de sembrar la burguesía en este país, los acomodados; las dificultades que nos han creado con los abastecimientos, la especulación que promueven, los favoritismos, todas esas cosas; cómo ligados con el lumpen antisocial han tratado de crear problemas y dificultades, han tratado de desmoralizar, han tratado de sembrar su espíritu cobarde dentro del pueblo, frente al espíritu valiente de los trabajadores, frente al espíritu firme y entusiasta de los trabajadores, porque nuestros trabajadores tienen ese espíritu entusiasta, valiente, no obstante las grandes lagunas, todavía, de conciencia que tienen nuestros trabajadores, porque más ven la Revolución con el corazón, que con la razón; más la ven por instinto, que por análisis.  Porque cuando se analiza...  Hoy cualquier hombre que analice ve que las riquezas están en manos del pueblo, y que el pueblo no tiene a nadie entre él y su riqueza, y que esa riqueza puede desarrollarla hasta donde sea capaz, y puede forjarse un mundo mejor, puede forjarse un mundo justo, puede forjarse un mundo mucho más feliz, que ya no tenemos dueños de nuestra economía.

Pero también comprende cualquiera que eso solo podemos alcanzarlo con disciplina, con trabajo, con sentido de responsabilidad.  Y lo que podemos alcanzar es infinito.  Ahora, no esperemos que nadie lo vaya a hacer por nosotros, tenemos que hacerlo nosotros.

Nosotros hoy estamos recibiendo una gran ayuda del exterior, en estos primeros años la necesitamos; pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte para que el día de mañana podamos ya con el desarrollo pleno de nuestra riqueza, de nuestra capacidad técnica, producir todo lo que necesitemos.  Porque no podemos estar pensando toda la vida en estar recibiendo ayuda de otros pueblos que trabajan y se sacrifican.  Hoy es justo y es correcto que recibamos esa ayuda.  Pero debemos saberla aprovechar.

Nosotros, compañeros, no hemos pasado grandes trabajos.  Grandes trabajos han pasado pueblos cuyas ciudades fueron arrasadas por las guerras, que no tenían un vehículo motorizado, que no tenían nada.  Claro está que aquí, apenas se pasa un poco de trabajo en alguna cosa surgen los burgueses y los pequeños burgueses asustadizos, a desmoralizar, y a creer que el mundo se está acabando.  No.  Para el proletariado el mundo no se acaba nunca mientras tenga el poder en la mano; para el proletariado el mundo no se está acabando cuando hay dificultades (APLAUSOS); cuando las dificultades comienzan, el proletariado comienza también a fortalecerse; cuando las dificultades surgen, el proletariado comienza a encontrar la oportunidad de demostrar lo que es, lo que vale, de lo que es capaz, su dignidad, su patriotismo, su honor (APLAUSOS).

Compañeros trabajadores del transporte:  Esperamos de ustedes la colaboración en este propósito.  Entendemos que esta ha sido una buena asamblea, de un buen espíritu, que ayudará a la comprensión del pueblo.  El pueblo espera de ustedes comprensión, como ustedes esperan también comprensión del publico.  ¡Público y ustedes, son la misma cosa!  ¡Los hijos de ustedes, las esposas de ustedes, los padres de ustedes, los hermanos de ustedes, montan en ómnibus, no tienen automóviles!  (APLAUSOS.)

Cada vez que ustedes reciban a un pasajero, cada vez que reciban a un pasajero, trátenlo como ustedes desearían que en cualquier ómnibus tratasen a su hijo, a su compañera, a sus padres, a sus hermanos.

¡Con este espíritu, adelante, compañeros trabajadores del transporte!  ¡A superar los problemas, a servir al pueblo, a servir a la patria, a servir a la Revolución!

¡patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

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