Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la inauguración del Hotel Guitart-Cayo Coco, en Ciego de Ávila, el 12 de noviembre de 1993

Fecha: 

12/11/1993

Distinguidos invitados;

Compañeras y compañeros trabajadores:

Hace unos días estuve de visita en este lugar. Hacía tiempo que deseaba ver los primeros frutos de un intenso esfuerzo. Me hablaban mucho del hotel, vi hasta un videocasete sobre él, y me hice la idea de que se había construido un bonito hotel.

Hacía unos cuantos meses que no venía por aquí. Debo decir que, incluso, no había estado por este cayo en el periodo de construcción del hotel. Había estado cuando estaban construyendo las instalaciones para el personal que iba a trabajar en las construcciones y cuando se había avanzado mucho en los pedraplenes y en las carreteras que ya se iban acercando hacia cayo Guillermo, que ya estaban conectando con cayo Romano; pero no habla venido al hotel, aunque me habían hablado mucho sobre este, fecha de terminación, número de trabajadores. En cierto momento se reunió aquí una multitud. Había orientales de Granma, orientales de Santiago, camagüeyanos de oriente, porque a Camagüey vinieron bastantes orientales también, avileños; de dondequiera habían venido trabajadores aquí.

Tenían una fecha de terminación, y por fin llegaron noticias de que el hotel se había terminado, que iba a empezar a funcionar, que ya se habían hecho los acuerdos con el grupo Guitart, que ellos iban a administrar el hotel, etcétera; pero sentía nostalgia por este lugar. Yo sentía una especial nostalgia por ver este hotel. Por fin robé un poco de tiempo a otras cosas y realicé un viaje hace apenas una semana para conocerlo. Realmente no creo más en los videocasetes, porque una cosa es verlo en videocasete y otra es verlo con los propios ojos, a pesar de que no hacía mucho tiempo yo había empleado el argumento —conversando con un visitante a quien le preguntaba para qué servían esos viajes de crucero que llevaban a una pequeña isla del Caribe hasta un millón de turistas y cada turista dejaba 20 dólares en ese viaje, que es nada; al final, claro, esa isla recibe como 2 millones de turistas, un millón se hospeda allí, con un turismo de calidad, indiscutiblemente. El me dijo: "Bueno, los cruceros sirven para promover el turismo"— y dije que con imprimir unos cuantos miles de casetes se podía promover también el turismo. Ahora tengo que rectificar: con los casetes no se promueve suficientemente el turismo, porque la impresión personal que uno saca al llegar a este lugar es totalmente diferente.

Fui viendo muchas cosas; desde luego, el pedraplén cómo iba, cómo estaba su asfalto, cómo habla avanzado; llegué hasta cayo Guillermo, porque el pedraplén está unido a cayo Guillermo —allí se está construyendo, hay un plan de construir alrededor de 2 000 cabañas y ya tienen unas cuantas decenas construidas; es un cayito muy bonito, ya está unido a este—, y después vine por aquí.

Me llamaba la atención, en primer lugar, el bosque; encontraba de una gran belleza ese bosque, a través del cual se viaja para llegar hasta aquí. Después me fui encontrando algunas obras de urbanización; el bosque limpio, preparado, le hablan quitado las malezas alrededor de los troncos, se veía mucho más bonito; cerca del bosque el césped, y todo daba una impresión especialmente agradable, nueva. Se puede llegar hasta aquí pasando cerca del centro de comunicaciones, pequeño, bonito, pero que ya comunica a este cayo con el resto del mundo.

No había visto todavía el Centro de Investigaciones de Ecosistemas Costeros —que es el nombre que le ha puesto la Academia de Ciencias a un centro para investigar todo, incluso, el estado del tiempo—, creado, sobre todo, con el objetivo de proteger el medio ambiente; fue casi lo primero que se construyó aquí.

Llego a este pueblo, a esta aldea. Uno tiene la idea de que un hotel es un edificio alto, de 20 ó 30 plantas; o que un motel es un lugar donde hay algunas habitaciones, plantas bajas; pero, realmente, nunca me había imaginado nada parecido a esta instalación turística.

Pregunté quiénes habían sido los arquitectos; sentí gratitud y orgullo por los arquitectos que proyectaron esta instalación, y quise conocerlos; tengo esperanzas de conocerlos y conversar con ellos antes de retirarme esta noche.

Claro, ya el hotel tiene turistas, estamos inaugurando un hotel con algunos turistas. Tuve que correr mi habitual destino de sacarme no sé cuántas fotografías y firmar no sé cuántos autógrafos. Ese es mi destino, tengo que resignarme. A veces hago el esfuerzo, como me ocurrió con 175 turistas norteamericanos que vinieron desafiando las disposiciones, y me hicieron firmar en una noche allí en el Palacio de la Revolución hasta pulóveres, porque me prestaron una plumilla: firma pulóveres, firma papeles en blanco —menos mal que no tengo ningún dinero en el banco, y no corro el riesgo de contraer una deuda, o de arruinarme (RISAS)—, fotografías, de todo.

Supe después que al llegar allá a Estados Unidos les recogieron todo. Así que tienen tremenda colección de firmas mías allí en la Aduana de Estados Unidos porque, en venganza por haber venido a Cuba, les quitaron hasta los pulóveres, ¡cuanta cosa llevaron de Cuba se la quitaron!

Aquí a los turistas les tuve que firmar; no me resulta fácil ver las cosas, siempre hay una multitud, me gusta atenderla: "Un minutico, párese ahí, que una foto", y otro otra, el mismo aparece otra vez: "Firme aquí"; y aunque uno diga: "Mejor termino, después le firmo", siempre trato de atender a todas las personas. En medio de todo aquel tropel de personas —entre los que había aquí y los que lo acompañan a uno, aunque no suelen ser muchos, pero hay algunos; siempre hay su poquito de empujoncito y todo—, es mi preocupación número uno cuando me reúno con la multitud, que siempre hay algunos compañeros que tienen la misión de protegerlo a uno, pero lo protegen físicamente y lo asesinan políticamente, porque empujan por ahí y por allá, no es muy político (RISAS).

Entre las instalaciones vi un originalísimo restaurante que está allí a la orilla de la laguna, el puente, las edificaciones, los conglomerados de casas. Vi todo lo que pude ver en un anochecer, y no lo vi todo; pero estuvimos recorriendo todos esos lugares, vimos las áreas verdes que hay entre el mar y las construcciones, un amplio espacio; entramos en las habitaciones, vimos su ornamentación, los muebles, los objetos de arte, pinturas, todo lo que había allí, porque hay que decir que esto se construyó no solo con obreros de la construcción, sino también con artistas. Me contaban que participaron muchos y trabajaron muy duro en la cuestión de la ornamentación de las instalaciones.

Me llevé una impresión realmente inolvidable. Me daba la impresión de que esta era la obra más bonita que había visto nunca, y que es la mejor instalación turística del país. Si alguien me hubiera dicho que no es la más bonita del mundo, me hubiese ofendido. No tengo muchos puntos de comparación; pero he visto algunos hoteles cinco estrellas y cosas de esas, ya conté el otro día cómo me tocó hospedarme en un cinco estrellas, en una supersuite presidencial; pero con la desgracia de que estaba en el penúltimo piso y tenía la cocina de un restaurante arriba, no se podía dormir en la famosa suite aquella. He visto algunos lugares y tenía esa impresión; saqué una gran impresión de la belleza del lugar, cómo sé había logrado esta aquí.

Me llevé una gran impresión de la organización, de la dirección que había en el hotel, y me llevé una gran impresión de los trabajadores de esta instalación: de su eficiencia, de su nivel de atención, de su organización, de su disciplina.

Es agradable saber que la edad promedio es de 23 años y que todos, prácticamente, son jóvenes de los alrededores, jóvenes de Ciego, de Morón, de Yaguajay, de la Isla de Turiguanó, de todas partes. Es gente muy joven, no deben habérsela quitado a nadie, sino que salieron de las escuelas tecnológicas y de los preuniversitarios, pasaron cursos en una escuela organizada en Morón —un hotel convertido en escuela—, donde realmente les han dado muy buena preparación.

Conversé con muchos de ellos, daba gusto verlos trabajando en los comedores, en las cocinas, en todas partes, y uno veía una verdadera promesa en ese potencial humano que tiene el privilegio de contar con una dirección que le enseña la ciencia de atender bien a las personas, porque esa es una ciencia y es un arte.

Si un trabajador tiene que esmerarse es el trabajador del turismo que está tratando con las personas. Las personas constituyen la materia prima de su trabajo; no está cortando caña, no está talando bosques, no está sacando piedra de una cantera, está trabajando con seres humanos, con visitantes.

Todo aquello realmente me impresionó muchísimo, pero la impresión era especial —debo decirlo—, porque estaba unida a la historia de esta idea y de este cayo. La primera vez que conocí las playas de la costa norte del país, las vi desde un avión; fui viendo playas por todos los alrededores para tener una idea. De eso hace muchos años, y desde entonces tenía una idea de la existencia de playas muy hermosas por toda esta zona del norte. Había conocido Cayo Largo, en el sur también tenemos excelentes playas; en la Isla de la Juventud; en Trinidad, en la península de Ancón; en Santiago de Cuba las tenemos; entre Santiago y Pilón hay también preciosos lugares, allí se reúnen las montañas con la costa, lo que se puede hacer en un futuro ni se sabe.

La primera vez que me pasó por la mente la idea —debo personalizar, porque fue realmente así de explotar estas playas, no estábamos pensando en el turismo internacional ni mucho menos —de eso hace más de veinte años—; estábamos pensando en todas las personas que vivían por esta región de Ciego de Avila, los límites de Camagüey y Sancti Spíritus —Camagüey ya tenía las playas de Santa Lucía y otras; pero Ciego dé Avila no tenía playas, excepto la Isla de Turiguanó, que también la habíamos comunicado con una carretera al principio de la Revolución—, y estábamos pensando qué podríamos hacer un día para tener acceso a estas playas tan bonitas que se veían desde el avión.

La idea de hacer este pedraplén tiene más de veinte años, pero no con los fines con que hoy lo hicimos, no con la mente puesta en el turismo internacional y en el desarrollo de una riqueza que el país tanto necesita en este momento. Pero ya con la vista puesta en el turismo internacional, y a partir de aquella idea, se discutió mucho sobre la cuestión del pedraplén: el trazado del pedraplén, qué medidas adoptar para evitar daños a la ecología, cómo garantizar el movimiento de las aguas entre una parte y otra del mar a cada lado del pedraplén, cuántos puentes, qué profundidad tenía, la necesidad de hacer un puente levadizo para que pudieran cruzar las embarcaciones, que el área de pesca continuara funcionando.

Era imprescindible una vía de comunicación para llegar a estos lugares, pero esa era una idea, y a muchos les podía parecer loca la idea. Hasta tenía temor de que algunos pensaran que estábamos locos con la idea de hacer el pedraplén hasta cayo Coco.

Un compañero, a partir de aquella idea y de un trazado, hizo unos experimentos y construyó unos cuantos metros de pedraplén, como 200 ó 300 metros, que incluso soportaron el ciclón Kate. Eso era muy importante: cuál era el efecto de las olas, la profundidad del mar, cuánto subía el mar en caso de ciclones, cuál podía ser la altura de las olas, qué altura debía tener el pedraplén, qué protección de grandes rocas a los lados. Así se han construido muchas instalaciones marítimas, no tan prolongadas como estas; se han construido muelles, puertos en el mundo.

Ese compañero adelantó porque ya tenía 300 metros de pedraplén —era algo—, que había pasado una prueba de un fenómeno natural perfectamente bien; entonces fue cuando tomamos la decisión de avanzar hacia el cayo, pero primero discretamente. Les dije: "Con el máximo de discreción", porque hay cosas —como decía Martí— que en silencio tienen que ser hechas para poder hacerse.

Reunimos un pequeño número de camiones, porque lo que queríamos calcular era cuántos metros cúbicos de piedra llevaba cada metro que se avanzara en el mar, cuánto podían tirar los camiones si las canteras estaban cerca; cuánto, en definitiva, costaría en combustible, piedras, rocas, equipos, etcétera, el pedraplén.

Había que buscar las canteras de piedra; afortunadamente la Isla de Turiguanó tenía una serie de lomas, que yo dije: "Hay que preservarlas, vamos a ver cómo sacamos la piedra y después las volvemos a sembrar de árboles", porque es muy bonita esa isla. Había que buscar materiales para las canteras, carretillas barrenadoras, cargadores que tuvieran la fuerza suficiente para cargar aquellas piedras grandes, camiones que tuvieran camas reforzadas para que pudieran llevarlas. Digo: "Vamos a hacer un experimento con unos pocos camiones, unos cuantos equipos y vamos a calcular en la práctica cuánto lleva de piedra, según la profundidad del agua y del cieno", porque a lo largo del trayecto hay lugares más profundos, otros menos profundos; pero hay lugares con más fango en el fondo y otros con menos.

Así fuimos reuniendo la información, y vimos que era posible llegar, era cuestión de un número de camiones, de una cantidad de piedras y determinados recursos. Reunimos más recursos —en aquellos momentos disponíamos de aquellos recursos—, organizamos la fuerza y le dimos la tarea. Se hicieron los trazados —vuelvo a repetir—, se calcularon todos los puentes, todo lo que había que hacer, se coordinó con los científicos, y se inició la tarea con gran ritmo. Aquella gente trabajaba 12, 13 y 14 horas diarias.

Nosotros recibíamos por computadora un parte diario de cuántos metros se avanzaba por día, porque queríamos saber en cuánto tiempo se iba a hacer aquel pedraplén y cuánto costaba. Así se trabajó, y avanzó rápido el pedraplén. Yo diría que en un tiempo récord se llegó al cayo; ya después que llegó al cayo, era mucho más fácil extenderse hacia el este y hacia el oeste, llegar hasta las playas y todo eso.

Quien había vivido aquella experiencia y aquellas ilusiones de ver convertido este cayo en una fuente de riqueza para el país, de ver convertido este cayo ya en un centro turístico, tenía que impresionarse lógicamente al llegar y ver esta obra terminada, porque a nuestra mente acudía el recuerdo de todos aquellos pasos, de todo lo que se había hecho. Era una cosa tremenda para quien tenía la película aquella en la cabeza, llegar aquí —no les pasará lo mismo a los demás, porque no vivieron esa experiencia, pero pueden comprender qué tremenda impresión— y ver cómo en el curso de unos brevísimos años ya estaba terminado este hotel, cómo se habían resuelto muchos problemas, comunicaciones, investigaciones, talleres para mantenimiento, agua, electricidad, con medidas provisionales pero eficientes, porque en este cayo no hay apagones, no podemos darnos el lujo de tener apagones en este cayo.

El acueducto viene avanzando y ya llegó hasta la Isla de Turiguanó. En relativamente poco tiempo, podemos poner en este cayo todos los millones de metros cúbicos de agua que queramos, aguas de excelente calidad. Ahora el hotel está funcionando con aguas superficiales, aguas de lluvia que las retiene el suelo; pero se construye para todo el desarrollo que vaya a tener este cayo, y no solo este cayo, sino cayo Guillermo y también Paredón Grande, en cayo Romano, el acueducto. Afortunadamente, frente a todos estos cayos, hay fuentes de aguas subterráneas de gran calidad, y en una gran abundancia, de modo que no nos faltará el agua en ninguno de estos cayos.

Estamos hablando de cayo Coco, pero hay unos cuantos cayos en esta costa norte y puedo decirles, sin que los de cayo Coco se pongan tristes, que conozco algunos más bellos y que tienen todavía mejores playas que cayo Coco. Y lo puedo decir no porque me lo han contado, sino porque un día tuve la idea, ya cuando estábamos trabajando en la idea de los pedraplenes, de explorar estos cayos.

A mí me gusta, como a cualquier turista, la exploración submarina. Empecé por allá por cayo Fragoso y fui recorriendo todas estas playas en un helicóptero —bueno, no lo pude hacer, por supuesto, en un día—; snorkel, patas de rana y careta, quise ver las playas y la arena, hasta dónde llegaba esta, cómo era el suelo, y fui explorando todos esos cayos, llegué hasta Camagüey. Personalmente exploré las playas, así que tengo secretos sobre todo lo que hay y todo lo que tenemos.

Por aquellos tiempos, ya decididos a impulsar el turismo con mucha fuerza, nos pusimos a trabajar en pedraplenes de otros cayos. Ya antes se había trabajado. El primero que realmente conectamos hace tiempo fue en Camagüey, porque el tramo era pequeño; entonces se hizo una conexión simplemente con el cayo. Se organizó una brigada nueva y se avanzó considerablemente en cayo Sabinal, al mismo tiempo que por el norte de Las Tunas hay una playa también excelente, Cobarrubias, muy buena —no era mar lo que debía vencerse, pero era terreno fangoso— y la unimos con la carretera norte. Ya nosotros tenemos unido Cobarrubias por tierra; tenemos unidas las playas que están al este de Puerto Padre —muy buenas playas también— por tierra, con una carretera; hemos construido decenas y decenas de kilómetros de pedraplén y terraplén, y llegamos a las costas y nos extendemos a ambos lados, al este y al oeste, en cayo Sabinal; estamos terminando el pedraplén de cayo Cruz; hemos llegado aquí, como he dicho, a cayo Coco, cayo Guillermo y Paredón Grande, y ya estamos muy avanzados en un pedraplén de 48 kilómetros, que pasa por un grupo de playas que son una maravilla, que es el que conecta con el cayo de Santa María. Ya quisiera varadero tener las aguas y los colores que tiene el cayo Santa María, y el pedraplén atraviesa una serie de cayos que tienen playitas más pequeñas, muy bonitas, hasta llegar a dicho cayo.

Están muy adelantados. El año próximo tendremos prácticamente terminados todos esos pedraplenes, ya le queda muy poco a cayo Cruz.

Cayo Cruz tiene 22 kilómetros de playa, una franja de arena colosal a la orilla del mar —eso está frente a Camagüey, en cayo Romano—; lo que queda allí son meses de trabajo para llegar. Después hay que elevar, hay que acrecentar el pedraplén, hay que hacerle un trabajo; pero ya allí se pudiera empezar a construir, si se quiere. En Trinidad hicimos otro pedraplén que comunica con playa Ancón.

A mediados del próximo año se puede hacer la comunicación entre Caibarién y cayo Santa María; y dentro de unos meses se debe terminar un pequeño pedraplén que estamos haciendo en Pinar del Río, que llega hasta cayo Jutía.

No quisimos parar estos trabajos; pero, realmente, la construcción de los pedraplenes les ha mostrado a los que visitan a nuestro país y a los que se interesan en hacer inversiones, el impulso, la fuerza y el interés que Cuba está poniendo en esta obra. Ahora en época de escasez de combustible y de recursos de todo tipo se aminoró un poco el trabajo en los pedraplenes pero no se paró. Como resultado de ello, en el año 1994 los tendremos terminados todos, en esencia; tendrán la comunicación establecida y se podrá trabajar dondequiera, ya que realmente los planes son ambiciosos.

Como decíamos recientemente, solo con la rama del turismo se pudiera reconstruir todo lo que perdimos económicamente con la desaparición del campo socialista y la desintegración de la URSS, solo con la rama del turismo, si hacemos lo que debemos hacer, si trabajamos como debemos trabajar —y estamos decididos a hacerlo, a explotar estos recursos naturales de aire, de mar y aguas puras que tenemos—, si sabemos aprovechar nuestra naturaleza, si sabemos utilizar esos valores de que hablaba el señor Guitart que tenemos, de tipo histórico, la cultura acumulada durante siglos en nuestro país, y, sobre todo, si sabemos hacer un uso eficiente del extraordinario espíritu de hospitalidad y de fraternidad de nuestro pueblo, del espíritu de trabajo de nuestros compatriotas cuando se les dirige bien, cuando se les enseña, cuando se les orienta, cuando se les guía de una manera correcta. Estamos decididos a aprovechar esos recursos y darle al turismo el máximo impulso.

Lo que ha ocurrido hoy es una prueba de que no se trata de ilusiones, porque, como sé explicó aquí, en el día de hoy se ha firmado una sociedad mixta que se propone construir 3 000 habitaciones en este cayo —que es siete veces el número de habitaciones que tiene este hotel—, y hay un acuerdo con otra empresa de construir 3 000 habitaciones más. De modo que ya están las ideas y los proyectos, está marchando el proceso de construcción de 6 000 habitaciones adicionales a las 458 que tiene esta instalación.

Como se dijo aquí también, con este mismo grupo Guitart está el proyecto de construir un hotel en Varadero de 360 habitaciones.

Creo que estos hechos concretos de planes, de programas rápidos demuestran, realmente, que no son ilusiones las que nos hicimos cuando vimos las posibilidades que tenía el turismo.

Pero no vamos a desarrollar cualquier turismo, y en esto hay un perfecto acuerdo entre la parte cubana y nuestros asociados del exterior, en que hay que hacer un turismo de calidad y, sobre todo, un turismo integrado a la naturaleza, que es como se ha dado en llamar; no es cuestión de construir rascacielos, de amontonar cemento a la orilla del mar, sino de hacer construcciones verdaderamente hospitalarias, atractivas y humanas, que es lo que quiere el turista. Ningún turista quiere estar en una jaula por allá arriba de un piso 20, es la verdad, quiere otra cosa, y ese es el turismo que nos proponemos desarrollar.

Estuve reunido con los amigos —si los llamo compañeros después van a decir que son comunistas, no sé qué (RISAS); bueno, compañeros en el sentido amistoso de la palabra, no en el sentido político— y socios en esta empresa, en esta lucha, en este esfuerzo, y les decía que es lástima que llegamos tarde a Varadero. Uno preferiría que Varadero estuviera ahora como cayo Coco. Suerte que nos queda todavía una parte importante de Varadero en que podemos hacer estas mismas cosas; pero Varadero debiera estar virgen para poder hacer allí lo que estamos haciendo en los demás lugares, y lo vamos a hacer en todo lo que queda allí. Podemos evitarnos los errores que han cometido casi todos los países que han desarrollado el turismo y que han destruido la naturaleza, que han construido hasta en la misma orilla del mar. Aquí está establecido el principio de que debe haber, por lo menos, 100 metros de playa antes de llegar al mar.

Gracias a los conocimientos que hoy se tienen, gracias a la experiencia de los grupos y empresas que están trabajando con nosotros, gracias a la experiencia de grupos como el grupo Guitart, podemos darnos el lujo de desarrollar el turismo ideal, el turismo perfecto, de ahorrarnos todos los errores cometidos por tanta gente y que el turismo nuestro preserve, y no solo preserve, sino que enriquezca la belleza natural de los lugares donde se construye. Porque yo he estado anteriormente aquí, donde está esta instalación, y este lugar ahora está mucho más bonito que la primera vez que lo vi —no existían esos miles de matas de coco que se han sembrado, ese césped, toda esta parte de la naturaleza que hoy ornamenta, en realidad, este centro—, lo cual demuestra que no hay que destruir la naturaleza para poder disfrutarla, que la naturaleza puede ser disfrutada y preservada, que la naturaleza puede ser disfrutada y enriquecida. Es con esas ideas que estamos trabajando.

Como ustedes vieron, en la Asamblea del Partido de Ciudad de La Habana hubo la gran discusión en torno al turismo, porque allí se hicieron críticas duras a las ineficiencias que existían, a los errores cometidos en materia administrativa, fundamentalmente en lo que se refiere al turismo, y a la necesidad de buscar eficiencia. Yo me esmeré en enfatizar la importancia de la colaboración que nos están brindando los españoles.

A los españoles aquí, históricamente, desde que tenemos uso de razón, les solemos llamar gallegos; no se dice en tono despectivo, sino en tono familiar: los gallegos y los gallegos, a todos los españoles les llaman gallegos, y no es correcto, es mejor decir español.

En la asamblea se hablaba de españoles, se hablaba de gallegos, se hablaba de todo. Había latente hasta un cierto sentimiento de cubanía y un poco como vergüenza de que los españoles nos estuvieran ayudando en eso, porque se han hecho elogios del trabajo de los españoles y la forma de hacerlo; pero nadie puede olvidar que para hacer cualquier tarea, hasta en la guerra, no basta con dar simplemente órdenes. Vean ustedes cómo casi todos los generales en la historia hacían una arenga, que si Máximo Gómez hizo una arenga en tal lugar, que si Napoleón hizo no se sabe cuántas arengas, que si Julio César hizo otras arengas, que si Bolívar hizo millones de arengas. Lo primero que hacen los jefes militares, cuando los hombres van a dar algo más que su sudor, van a dar su vida y van a dar su sangre, es levantar la moral de los que están con ellos, arengar a las tropas.

Lo primero que tiene que hacer un buen administrador es saber arengar al personal, saber estimularlo, saber tratarlo con decencia, con amabilidad, pero con firmeza; hacerse respetar. Hay algunos que quieren que les trasmitan la autoridad, y la autoridad no se puede trasmitir, la autoridad hay que ganársela delante del colectivo con el que se trabaja. Los que tienen experiencia realmente en dirección de empresas, saben que es muy importante el tratamiento a las personas; pero, al mismo tiempo, la rectitud, la exigencia y la ejemplaridad.

Nosotros vemos y apreciamos muchísimo lo que ha significado la colaboración española en el campo del turismo, porque todo este programa comenzó con la colaboración española y hemos aprendido muchísimo, al extremo que hoteles como estos, que no son propiedad de una empresa mixta, los hemos dado a administrar al grupo Guitart o a otros, porque conocen la tecnología de la administración de los hoteles, conocen toda la experiencia, conocen los mercados, conocen los gustos, aportan tecnología y mercado.

Nosotros aprendemos, y aprenderemos mucho si no somos autosuficientes, que uno de nuestros defectos es la autosuficiencia y lo que necesitamos es modestia.

La modestia no está reñida con el patriotismo ni mucho menos. El verdadero patriota es más modesto que nadie, el verdadero patriota aprende más que nadie; el que quiere a su país, el que quiere a su patria, el que lo quiere beneficiar, no subestima la experiencia universal.

Nosotros no podemos subestimar la experiencia universal en ningún campo. Estamos muy adelantados en medicina, sabemos muchísimo, casi todo lo que hemos hecho en medicina lo hemos hecho con nuestra propia experiencia; pero no subestimamos la experiencia universal y, siempre que podemos aprovecharla, la aprovechamos. Ni en la agricultura, ni en la pedagogía, en ningún campo se pueden subestimar los conocimientos que el hombre ha creado.

Realmente podemos adelantar muchísimo si sabemos aprovechar la gran experiencia que tienen los españoles, o que pueden tener también los ciudadanos de otros países que hagan acuerdos con nosotros.

Ya no en los hoteles mixtos —porque aquí construimos dos tipos de hoteles: los que son propiedad de empresas mixtas y los que son propiedad del país. Aquí mismo, en cayo Coco, tuvimos que empezar construyendo este hotel vanguardia, buque insignia o pionero—, aun en estos hoteles construidos por el país, nosotros vemos las grandes ventajas de darlos en administración a quienes tienen experiencia. Eso significa más ingresos para nuestro país, es lo que hay que entender.

Llegará el día en que los cubanos sepamos administrar hoteles, llegará el día en que nos enriquezcamos con toda esa experiencia. Los españoles a veces traen 12 funcionarios, después reducen a 6, reducen a 3, van buscando personal cubano para dirigir, porque esta es una actividad que crece y siempre se necesitará mucho personal. Ellos, inmediatamente que pueden, reducen. Nosotros teníamos hoteles con 1 200 empleados; están reducidos hoy a 500 empleados. Eso hace realmente funcionable y rentable un hotel. Eso se ha ido logrando.

Aquí hay trabajo hotelero de aquí al año 2015, por lo menos; luego, en los próximos 20 ó 25 años estaremos construyendo hoteles, al máximo ritmo posible.

En la medida en que aparezcan mercado y capital, nosotros debemos estar preparados para construir y para formar el personal que va a trabajar en esos hoteles. Es un buen empleo, bien remunerado, permite que las personas se relacionen con el mundo, que adquieran cada vez más cultura.

Debo decir que el 72% de los trabajadores de este hotel conoce algún idioma extranjero —el 72%, eso es elevadísimo—, casi el ciento por ciento tiene 12 grado, unos pocos no llegan a 12 grado, y tiene más de veinte universitarios. Tenemos un personal con una preparación tremenda, que puede garantizar el éxito de lo que nos estamos proponiendo, y son personas de gran calidad humana, existe una gran materia prima para esta tarea.

Ya que mencioné las construcciones, es un campo en el que tenemos que aprender muchísimo, porque no nos alcanzarían todos los obreros de la construcción para los hoteles que hay que construir; por lo tanto, hay que duplicar y triplicar la productividad de los trabajadores en la construcción. Ese es otro campo en el que sabemos muy poco.

Sí, hemos sido capaces de crear contingentes y los contingentes han sido capaces de realizar verdaderas proezas. Creo que nada hubiera podido superar el esfuerzo del contingente que hizo el pedraplén de cayo Coco, esa es la verdad; no podemos inventar nada para lograr más resultados, más rapidez, más productividad de la que ellos han logrado. No sé si quizás sobrará alguno en la oficina, en algún lugar, si quizás puedan reducir un poco de personal. Es decir, podemos construir presas, pedraplenes, toda una serie de cosas, con los contingentes ha dado muy buen resultado.

Los que están en cayo Cruz no se quedan detrás de este contingente "Roberto Rodríguez"; los que están en Caibarién tampoco se quedan detrás de este contingente, son excelentes. Ese pedraplén de 48 kilómetros —claro que va topando con distintos cayos; no todo es en el mar, pero casi todo— no se podía intentar si no se tenía confianza en la fuerza que estaba haciendo ese trabajo allí, y, en realidad, con mucha productividad.

En obras de arquitectura tenemos mucho que aprender en materia de construcción. Hay todavía un exceso enorme de personal en las obras de construcción de arquitectura, estorbándose unos a otros. También en este campo podemos aprender del exterior, podemos aprender de los españoles, que construyen muchos hoteles.

Creo que España recibe, en su conjunto, más de 40 millones de turistas cada año. Yo decía que eso no le ha hecho perder la identidad al pueblo español, y ellos han convertido en hosterías, castillos, construcciones antiguas; construyen hoteles nuevos, y los reconstruyen con una gran rapidez.

Nosotros tenemos que arreglárnoslas para tener listos los proyectos cuando empecemos una obra, los presupuestos, y tenemos que arreglárnoslas para garantizar los materiales que cada obra necesita, de modo que no se detenga por ninguna de estas causas.

Es verdad que este hotel se construyó bastante rápido, este pueblo se hizo en 36 meses; pero nosotros tenemos que construir hoteles en año y medio, dos años como máximo; reducir los costos, triplicar la productividad, hacer con 300 hombres lo que hoy estamos haciendo con 1 000.

Piensen en todo lo que hay que construir en Varadero, y allí hay entre 5 000 y 7 000 hombres. Creo que en Varadero se podía estar construyendo, por lo menos, en 10 ó 12 hoteles simultáneamente.

Nos contaba el compañero que han hecho instalaciones para albergar una fuerza de trabajo de dos mil quinientos y tantos obreros. Nosotros debemos construir estos hoteles con no más de 2 500 obreros, porque necesitamos los obreros también en la caña, en el cítrico, en la agricultura, en la industria, en muchos lugares.

Es verdad que hemos tenido la valiosísima ayuda de los orientales. El mismo día que visité este lugar, estuve antes, como dije, en cayo Guillermo y me encontré un grupo excelente de trabajadores orientales.

Los orientales se prestan mucho para todo lo que es invasiones, marchar para otras provincias, organizar contingentes, están por todas partes (RISAS). La Habana se ha llenado de orientales; además, se multiplican más rápido que la gente del resto del país, y creo que en La Habana hay más orientales que habaneros. Desde luego, nadie los invitó, se fueron solos para allá, lo estimaron lo más conveniente, se metieron en algún lugar allí; por muchas vías llegaron los orientales a La Habana. Si toman en cuenta los que nacieron en Oriente, y los hijos y los nietos de los que nacieron en Oriente, son más que los de allí de La Habana. Ellos invaden estos cayos, tranquilamente; no hay más que hacer una seña y quinientos orientales se reúnen rápidamente para construir lo mismo en cayo Coco, que en cayo Cruz, que en cualquier lugar, y están ayudando muchísimo.

La fuerza de trabajo, desde luego, hay que aplicarla con mucha eficiencia, es muy caro todo. Esta obra, en determinado momento, tuvo 2 000 trabajadores. Claro, esta es una obra diseñada especialmente, hecha a mano, de una belleza tremenda, llevó mucho trabajo. Pero nosotros tenemos que calificar mucho más a nuestro personal de construcciones, dirigirlo mucho mejor, organizarlo mucho mejor si queremos llevar adelante los programas que nos proponemos.

Esos dos sectores: formación de personal para la explotación de los hoteles, y formación y organización de personal para la construcción de los hoteles, es cosa muy importante, fundamental.

Creo que para todos nuestros compatriotas tiene que ser agradable saber que van apareciendo vías, que van apareciendo posibilidades.

Decíamos que con solo el turismo podemos resarcirnos de lo que perdimos con la desaparición del campo socialista y la desintegración de la URSS, y lo que perdimos fue bastante. Pero nosotros no solo vamos a trabajar en la rama del turismo, vamos a trabajar en muchas ramas y en muchos campos, y, al final, tendremos el premio de nuestra constancia, de nuestra perseverancia, de nuestra firmeza; tendremos muchas más riquezas que las que nunca hemos tenido, y atravesaremos los tiempos difíciles de hoy, los sacrificios de hoy y las dificultades de hoy. Trabajando bien lo podremos hacer en un número de años. Esto no va a ser cuestión de días ni de meses, es de años y de unos cuantos años, pero está en nuestras manos alcanzarlo.

Felicito realmente a todos los contingentes, a todas las brigadas que han trabajado aquí, empezando por el contingente que construyó el pedraplén. Creo que realmente han escrito en la historia de Cuba una verdadera proeza y han abierto una gran brecha.

Ahora tenemos que seguir trabajando muy duro. Algún día comunicaremos todos estos cayos; llegará el día, no ahora. Ahora hay que comunicar las costas con los cayos, ahora hay que hacer las obras, los movimientos de tierra, tenemos que llevar un orden en todo eso. Hay trabajo para muchos años en los pedraplenes.

Lo más que puedo pedirles un día como hoy es que no pierdan los buenos hábitos, las virtudes y el espíritu que los llevaron a construir ese pedraplén. Cuando paso por allí, veo un letrero que recoge una especie de consigna, o una microarenga que yo les hice a ustedes cuando empezaron a hacer el pedraplén, más o menos con estas palabras: "Tiren piedras y no miren hacia adelante." Porque es que el horizonte no se veía, adónde iba a llegar aquel pedraplén no se veía, no se veía la costa del otro lado. Y si uno realmente está echando piedras y piedras y no ve el otro lado, anda como Moisés buscando la Tierra Prometida y no la encuentra.

Nosotros hemos encontrado la tierra prometida, y esta preciosa instalación es un premio a ese esfuerzo, porque no veíamos la otra costa, pero avanzábamos. Un día empezamos a ver los primeros arbolitos y nos entusiasmamos. Continuamos trabajando y llegamos al cayo; seguimos y llegamos al mar, y después hemos llegado a otros muchos lugares. Ahora casi hay que aguantarlos y decir: "Paren, no sigan, vamos a hacer otra cosa", porque tienen un impulso tan grande que cuando se dice "por aquí", alcanzan cualquier meta. Merecen el reconocimiento todos los obreros que han trabajado en estas obras y en las distintas instalaciones para hacer posible que este pueblo, esta instalación esté ya funcionando.

Tenemos que felicitar a todos los trabajadores del hotel; tenemos que decirles con toda la mayor sinceridad y franqueza a la que estamos acostumbrados, que nos sentimos realmente muy satisfechos de la colaboración de los españoles, y especialmente satisfechos de la gran colaboración de este grupo Guitart, con el cual hemos suscrito los acuerdos de hoy y estamos inaugurando este hotel.

Estamos agradecidos, algo más que agradecidos, infinitamente agradecidos de las experiencias y los conocimientos que nos están trasmitiendo. Les puedo asegurar que los socios cubanos no fallaremos en esta gran aventura, y que sabremos corresponder a la confianza que ustedes han tenido en nuestro pueblo y en nuestro país.

Muchas gracias APLAUSOS).

VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO