Artículos

¡Manos asesinas!

Fecha: 

07/06/1955

Fuente: 

La Calle

Después del 10 de marzo se acabaron los guapos en Yateras, pero parece que los guapos se han trasladado ahora para La Habana...

Cuba no quiere guapos. Y en nombre de Cuba el gobierno impedirá la fanfarronería...

El gobierno quiere más bien ser paciente y sereno. Algunos fanfarrones creen que eso es debilidad. Oídlo bien: No queremos guapos ni fanfarrones...

Que no se repitan las agresiones que nos hacen algunos de los que han sido amnistiados, porque no quiero que provoquen más a nuestros hombres. Y que no se diga después que las fuerzas se nos fueron de las manos, ya que los hombres y mujeres de los partidos que gobiernan tienen cerebro y corazón y tienen manos también.

Y respecto al valor, no hablemos de ello que aquí el único que tiene valor es aquel que, abrazado al pueblo, lo gobierna y lo rige con serenidad y con corazón.

¿Debe expresarse en tales términos un jefe de estado? ¿Son esas palabras propias de quien teniendo en sus manos todos los resortes del poder cualquier expresión suya puede tener muy hondas repercusiones nacionales? ¿Esa es la tónica que pretende sentar el señor Batista en la polémica pública? ¿Tal es la pauta que desea darle el amo a los criados más necesitados que nunca se frenó? ¿Acaso por menos que eso, no ha clausurado a más de un vocero oposicionista el nuevo Torquemada que tenemos al frente del Ministerio de Comunicaciones?

Bastante deprimente era en sí el espectáculo de un señor Batista, inaugurando un Boulevard llamado General Batista, frente a una manada de peligrosos adulones que gritaban: « ¡20 años, Batista!». En tal atmósfera de vanidad, ridiculez y lacayismo no es extraño que un supuesto presidente haya descendido al lenguaje soez, amenazante y chabacano de un Gallo Gantuz.

Hace apenas una semana a raíz de nuestro artículo «Mientes, Chaviano», réplica a una carta publicada la semana anterior, Batista demandó públicamente que cesasen las provocaciones «de parte y parte», lo que en buen español era una orden a sus partidarios, ya que el único provocado lo había sido yo. No obstante esas palabras, sus voceros lanzaron durante toda la semana contra el que esto escribe un barraje sin precedentes de insultos y ofensas: «bestia, bestiezuela, hampón, asesino, demente, loco...» O los criados se habían sublevado contra el amo, o ¿el amo ordenaba una cosa en público y otra en privado? ¿Qué ocurriría si la oposición calificara al señor Batista con semejantes epítetos? ¿Tiene pues lógica alguna que al cabo de una semana de injurias, el propio Batista, desobedecido aparentemente por sus bien pagados pregoneros, poniendo oídos sordos a los groseros insultos que estos dirigían a los adversarios del régimen, insultos como los que nunca se han escrito en letra de molde, se aparezca diciendo que los guapos se han trasladado para La Habana, que el gobierno no permitirá la fanfarronería y que no se repitan las agresiones de algunos amnistiados?

¿Quién ha visto una sola palabra insultante en alguno de nuestros pronunciamientos públicos desde que salimos de nuestras prisiones? ¿Llama el señor Batista guapería y fanfarronería, mi réplica serena a una carta inoportuna e insolente donde se nos llamaba criminales cargados de odio, sin excluir a los muertos? ¿Decir la verdad, exponerla razonadamente con datos, pruebas y evidencias irrebatibles es guapería? ¿Qué quería: que me exiliara en una embajada extranjera? ¿Qué pretende: que me ponga de rodillas frente a los que me amenazan y me insultan?

En instantes en que todos los voceros del régimen han estado exigiendo públicamente y sin pudor alguno mi cabeza, resultan sumamente graves las siguientes palabras de Batista: «Que no se diga después que las fuerzas se nos fueron de las manos, ya que los hombres y mujeres de los partidos que gobiernan tienen cerebro y corazón y tienen manos también».

Si un crimen político se cometiera después de estas palabras, ¿podría decirse que Batista estaba exento de culpa?, ¿podría negarse que hay en estas palabras una insinuación al asesinato? ¿Acaso algún esbirro no podría sentirse inspirado en ellas para hacer mérito?

¿A qué hablar de manos si se han estado debatiendo razones y verdades? ¿Quién ha utilizado las manos en la polémica sobre los hechos del Moncada, polémica provocada por el señor Chaviano, que al responder del palmacristazo a dos locutores se metió en la camisa de once varas del 26 de Julio? No debe hablarse de manos, manos que pueden ser asesinas, cuando se habla de razones; si el gobierno carece de razón es lógico entonces que hable de manos; manos asesinas...

Pero no debe dejar de destacarse además, la inmensa cobardía que encierra hablar de manos en este caso, porque las manos del gobierno están armadas, y las nuestras están vacías. Yo aceptaría, pues, que los hombres del gobierno tienen efectivamente manos como dijo Batista en un Boulevard llamado Batista ante una manada que gritaba: «20 años, Batista»; y lo han probado en las vidas de muchos cubanos valerosos; pero no acepto que tengan cerebro y corazón.
Al responder al párrafo del discurso donde se llama el único cubano de valor, voy a ser un poco más respetuoso que él, porque duele mucho rebajar a cualquier hombre, esté arriba o esté abajo, aunque es más repugnante rebajarlo desde arriba. Si bien es cierto que un gran sicólogo y conocedor de los humanos afirma que «cada cual alardea de aquello de que carece», yo no quiero suponer que Batista sea un cobarde, pero sí estoy seguro de que es un vanidoso, un presumido, un deshonesto y un equivocado.

También se considera a sí mismo el único capaz de gobernar la república y hacer revolucionarios cuando no ha sido más que un fraguador de motines sin doctrina ni pensamiento; y dijo un día que enseñó a los cubanos a hacer constituciones, provocando la protesta indignada de nuestro ilustre don Cosme de la Torriente, quien le recordó la gloriosa historia de nuestra patria donde aún en plena contienda libertadora funcionó acatada por nuestros guerreros la constitución republicana y la soberanía popular.

Cual si esto no bastara, sus cortesanos afirman con afrenta y humillación para un pueblo bravo y viril que Batista es el único hombre. Tales palabras duelen como bofetadas en la mejilla de la nación entera. Esto es lo grave: una nación decorosa y digna humillada y envilecida por un puñado de hombres sin conciencia. Esto es lo que provoca la rebeldía y hace difícil la paz que tanto necesita la nación.

El valor no está en oprimir al pueblo por la fuerza; más lo estaría en devolverle los derechos que se le arrebataron en una madrugada artera. No es valiente la fiera que en la oscuridad de la noche se lanza sobre la presa de una nación indefensa; brava y decorosa como dijera nuestro apóstol, es en cambio la llama que cuando «el indio» le pone más carga de la que puede soportar, se echa a tierra y se muere.

¡Sea valiente, Batista!; tenga el valor de sobreponerse a los oscuros intereses que lo rodean, a su propia soberbia y devuelva a la nación lo que le han arrebatado. No ofenda ni humille más al pueblo con palabras, discursos y hechos que hieren la sensibilidad cubana. Recuerde que «la tiranía fomenta las virtudes que tarde o temprano la destruye». Esta es mi respuesta de adversario leal que no tiene que rebajar ni ofender a nadie para combatirlo.