Un viaje de buena voluntad: A 65 años de la visita de Fidel Castro a Estados Unidos (II)
Data:
Fonte:
El 15 de abril de 1959, Fidel Castro inició un viaje a Estados Unidos que se prolongó hasta el 28 de abril. En esta ocasión, viajó como un ciudadano privado en respuesta a una invitación de la American Society of Newspaper Editors (Sociedad de Editores de Periódicos). Este viaje fue detalladamente documentado en el libro “Fidel por el Mundo” escrito por Luis Báez, quien fue uno de los periodistas que acompañaron al Comandante durante su recorrido por Estados Unidos, Canadá y posteriormente por América del Sur.
Al conmemorarse 65 años de este histórico viaje, Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten las memorias recopiladas por el autor de aquellos días:
Jueves, 16 de abril de 1959
En la primera actividad del jueves, Fidel concede una breve entrevista a una radio local en la que reafirma su posición. Al preguntarle sobre el objetivo de la visita, responde:
—Ustedes están acostumbrados a ver a representantes de otros gobiernos venir aquí a pedir. Yo no vine a eso. Vine únicamente a tratar de lograr un mejor entendimiento con el pueblo norteamericano. Necesitamos mejores relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
A las 12:30 se encamina al Statler-Hilton para sostener un almuerzo con Christian Herter quien ejerce de Secretario de Estado pues el titular, Foster Dulles, se encuentra enfermo de gravedad.
Frente al hotel se repiten las escenas entusiastas de la embajada. El calor popular es el mismo en todas las latitudes. Fidel se siente a sus anchas. Una docena de batistianos sostienen burdos cartelones de propaganda contra el visitante. Después, algunos de ellos confiesan a la prensa que los contrataron en Nueva York por 17 dólares la hora, y quien les paga es Trujillo.
En el salón South América, Herter se adelanta a recibirlo. Fidel sostiene su gorra militar en la mano izquierda. Se sientan en un sofá. La conversación no se prolonga mucho. Se ponen de pie y se encaminan al comedor donde les espera el almuerzo. En el momento de los brindis, Fidel levanta su copa, y entre otras cuestiones señala: “Nuestra lucha, que costó miles de vidas, está llena de bellos episodios y sacrificios extraordinarios que esperamos que algún día los Estados Unidos podrán reconocer plenamente”.
A la salida, William Wieland, director de la oficina de asuntos del Caribe del Departamento de Estado al presentársele le dice:
—Doctor Fidel Castro, yo soy la persona que maneja las cosas de Cuba.
—Perdóneme, pero quien maneja las cosas de Cuba soy yo —le responde Fidel. Y la incidencia culmina en una sonrisa.
Lo que más lo contraría es la limitación a que se ve obligado en su permanente afán de mezclarse libremente con el pueblo. El celoso cordón policial tiende barreras de aislamiento.
Al atardecer, Fidel se deja llevar por sus impulsos. Inesperadamente abandona la residencia de la embajada seguido por unos pocos miembros de su equipo. Antes de que haya avanzado mucho en dirección a un parquecito cercano ya se le suma una escolta popular.
Saluda a un grupo de estudiantes que viajan en un bus. A las ventanillas asoman decenas de manos. Luego, en el parque se olvidan de las ordenanzas municipales y la multitud invade el alfombrado césped.
Los niños, sobre todo, atraen su atención. Los pequeños, que nada saben de protocolo, le tiran curiosos de la negra barba. Toma en sus brazos una preciosa criatura de 16 meses. Shirley Hayes, con un gorrito blanco, se acoge al ancho tórax de Fidel mientras agita gozosa sus manitos. Al día siguiente el Washington Daily News publica en su primera plana la foto de Fidel sosteniendo la niña.
En fotos, Aquel 16 de abril de 1959