Mi pueblo y Fidel
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El próximo 25 de noviembre se cumple un año del fallecimiento del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz.
El 30 de noviembre de 2016, luego del homenaje póstumo que le rindiera el pueblo habanero encabezado por Raúl, sus cenizas fueron trasladadas desde la Plaza de la Revolución José Martí hasta la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba y al Cementerio Patrimonial de Santa Ifigenia, en una urna de cedro abrazada por la bandera cubana.
Fidel regresó a la cuna de la Revolución por el mismo camino que lo trajo victorioso a La Habana en enero de 1959 al frente de la “Caravana de la Libertad” aclamado por todo nuestro pueblo, luego de derrotar a la tiranía batistiana. Solo que, en su retorno, además del profundo dolor de los cubanos se sumaba el de muchos pueblos cercanos y lejanos que están eternamente agradecidos por el decisivo apoyo que tuvieron para alcanzar la libertad, o por el socorro rápido y efectivo a las víctimas de terribles desastres naturales o la solidaria ayuda médica, cultural o deportiva brindada por la mayor de las Antillas.
La marcha duró tres días y a ambos lados del largo camino de más de mil kilómetros, miles y miles de cubanos aguardaron muchísimas horas para honrarlo, sin importarles el sol o la lluvia, o si era de día, de noche o madrugada. Cuando pasaba el armón se agitaban las banderas cubanas y del 26 de Julio, se alzaban retratos de Fidel, carteles y letreros con consignas revolucionarias y mientras unos lloraban en silencio, otros lo rompían exclamando con fuerza ¡Viva Fidel!, ¡Fidel, Gigante, eterno Comandante! ¡Yo soy Fidel! Todos querían demostrar su lealtad a las ideas y la obra humana del invicto lider. Obras e ideas plasmadas en las escuelas, hospitales, centros estudiantiles y científicos, fabricas, granjas agrícolas, presas, obras sociales y otras construcciones más que se observaban donde quiera que avanzaba el cortejo fúnebre.
Estas escenas irrepetibles quedaron atrapadas por el lente de los fotorreporteros y camarógrafos de los órganos de prensa nacionales y los corresponsales y enviados especiales de los medios internacionales de noticias acreditados para reportar la más grande, espontánea y sentida demostración de duelo cubana. Casi todos los profesionales de las cámaras fotográficas o de cine y la TV, estaban en puntos fijos situados a lo largo del camino. Solo un puñado de ellos tuvo la responsabilidad de fotografiar todo el recorrido desde un camión adaptado para tal propósito. Los diarios y revistas cubanos y extranjeros publicaron dramáticas y excelentes fotografías de la marcha, del pueblo demostrando su cariño y respeto y las solemnes ceremonias provinciales que se realizaron en el camino.
No solo los fotógrafos y camarógrafos acreditados, sino también los participantes que rendían honores al paso del cortejo y tenían alguna cámara fotografía o teléfono móvil capaz de captar imágenes, pudieron guardar desde su punto de vista un recuerdo permanente de esos instantes históricos.
Mi amigo Ramón Luis Pérez Martínez, escritor de literatura infantil, cineasta y fotógrafo, me mostró días después más de cuatro mil quinientas fotografías que había captado no solo en la Plaza de la Revolución José Martí, sino también de la marcha por las provincias hasta su arribo a Santiago de Cuba. No eran para publicarlas, ni tenía idea de exponerlas, solo quería tener la constancia grafica de haber acompañado al Jefe de la Revolución cubana y reafirmar su convicción en los ideales revolucionarios y solidarios de Fidel.
Para hacer las fotografías Ramón Luis no contó con más recursos que su cámara Canon con varios objetivos, su imaginación y el preciado apoyo del director de cine canadiense Pascal Maeder quien, tan pronto conoció la noticia del fallecimiento de Fidel, viajó inmediatamente a La Habana para compartir con nuestro pueblo su entrañable dolor y su fe en la Revolución.
Pascal Maeder y Ramón Luis son viejos amigos, trabajaron juntos en la realización de películas y cortometrajes en Cuba y en obras de teatro en Canadá. Pascal quería palpar personalmente el sentir del pueblo cubano y Ramón Luis atraparlo imágenes con su corazón fidelista. Así surgió la idea de alquilar un automóvil y vivir la realidad de aquellos momentos en las distintas provincias. A este periplo se unió otro amigo: el diseñador y camarógrafo Néstor Kin. Ninguno de ellos estaba acreditado, ni el auto estaba autorizado para viajar por la ruta del séquito, pero la frase de Fidel ¡Yo sí puedo! fue su divisa constante y se las arreglaron para transitar por rutas paralelas, dormir en el auto, alimentarse donde podían y cada uno situarse en el lugar más conveniente de acuerdo a sus propósitos.
Centrándonos en el solitario fotógrafo Ramón Luis, vemos que sus imágenes narran con su elocuente silencio los profundos sentimientos de cariño y respeto que los cubanos sentimos por Fidel. Muestran también su profesionalidad y la facilidad que tiene para encuadrar con rapidez las escenas, el dominio de las luces y las sombras y de apretar el obturador en el momento más impresionante que le dicta su talento.
Los que conocen y admiran el trabajo de Ramón Luis Pérez Martínez lo han animado a mostrar la riqueza estética y el valor testimonial de las fotografías que capto hace un año durante la partida gloriosa de Fidel a la eternidad y accedió a ello. Hasta el 30 de noviembre próximo, una selección de 450 imágenes de las vivencias narradas aquí se encuentra abierta en la” Sala de la Diversidad” situada en la calle Amargura número 60 entre Mercaderes y San Ignacio, en el Centro Histórico de La Habana Vieja.
Ramón Luis titula y dedica estas imágenes históricas a “Mi pueblo y Fidel”.