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Vivir sin historia es vivir sin raíz

El maestro Hugo Oslé, Director de la Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch. Foto: de la autora
El maestro Hugo Oslé, Director de la Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch. Foto: de la autora

Fecha: 

23/01/2017

Fuente: 

Razones de Cuba

Autor: 

Hugo habla. La mirada, el tono, el salto de ideas y tiempos están llevados por una lógica interna. No interrumpo, pregunto apenas. He tomado conciencia, muy pronto, de que estoy aquí para acompañarlo. Solo a ratos, cuando las pausas lo permiten, participo de su canto. Compartir palabras le calma la vorágine de pensamientos, libera sus ángeles. Pero recordar a Fidel, lo enardece. La Revolución siempre ha sido, para Hugo, un tema de familia.
 
Hay un vínculo histórico- generacional que lo une con las tierras de Birán, ¿cierto?
 
Mi abuelo materno, Don Félix Baraquiso, fue abogado de Don Ángel, padre del Comandante. Abuelo logró el rompimiento del primer matrimonio de Don Ángel, quien, más tarde, se casó con Lina. Ella dio a luz a Fidel y a sus hermanos. En Santiago de Cuba, en el Colegio de Dolores, mi papá, Arabel Oslé, estudió junto a Fidel, Ramón y Raúl Castro. Todo esto tiene una magia especial, que respeto mucho porque se establecen códigos muy cubanos.
 
Cuando decidí continuar la vocación musical de mi padre, miembro de la Coral del Colegio de Dolores, conté con el apoyo del Comandante. Le agradezco mucho su atención durante mis inicios como profesional. Tampoco olvido su preocupación por mi maestra, la soprano rusa Mariana de Gonitch, una artista de primer nivel. Ella no se equivocó cuando adoptó a Cuba como su patria.
 
Mariana era una estrella del arte lírico internacional, pudo dedicarse exclusivamente a su carrera, sin embargo, hizo causa común con Fidel y la Revolución.
 
Ella y el Comandante se conocieron en el año 1959, durante un concierto en el Salón de Embajadores del Hotel Habana Libre. Fidel estaba en uno de los pisos superiores y bajó para escuchar al grupo de cantantes líricos. Esa noche, él los llevó a cenar al comedor de los trabajadores del hotel.
 
Así comenzó una relación de amistad y trabajo entre Mariana y el Comandante. En ocasiones, Fidel se quedaba disfónico por los discursos tan largos que pronunciaba; para evitar esos trastornos de la voz, la maestra le daba referencias sobre la técnica del diafragma.
 
Luego, surgió la idea de crear el Teatro Lírico Nacional para desarrollar y promover el talento de los jóvenes cantantes líricos. En 1961, en el Teatro Payret, con una temporada de Cecilia Valdés, se estrenó la primera temporada. El protagónico lo desempeñó una estrella, Ana Julia García, alumna de Mariana. Años después, Celia Sánchez solicitó el apoyo de la maestra para organizar la ceremonia de inauguración del Parque Lenin. Otros dos estudiantes suyos, la soprano Juana Esther Valdés y Mario Travieso, participaron en el evento.
 
¿Cómo recuerda a Mariana?
 
Mariana llegó a mi vida el 20 de mayo de 1975. La conocí por mediación de Esther y Alina Sánchez. A la maestra, la recuerdo estoica… rusa sí, pero muy cubana. A los pocos días de recibir las primeras clases, ella me entregó una antología italiana, que es el medicamento que llevan los cantantes líricos al inicio de su carrera.
 
Pero a las seis semanas, Mariana me mostró el Canto Rebelde, la composición épica que estrenó Rita Montaner en la etapa previa al triunfo revolucionario. Descubrí entonces la estirpe de La Diva de San Petersburgo. Con ese gesto me estaba diciendo: si este país me acogió de la manera en que lo ha hecho, es aquí a donde pertenezco.
 
Mi maestra fue un ángel. De ella aprendimos mucho: conducta, mejoramiento de caracteres, principios. Logró, indudablemente, una estética muy especial. El arte lírico cubano del 59 para acá, tiene nombres y apellidos. Se llama Fidel, Mariana de Gonitch y Celia.
 
1975 fue un año decisivo para usted.
 
Sí, lo fue, pero no solo por el encuentro con la maestra. Ese mismo año se celebró uno de mis primeros conciertos y, durante un acto en la biblioteca Rubén Martínez Villena, conocí a Vilma Espín. La vida da muchas vueltas. Al escuchar mi primer apellido, Vilma me mandó a llamar, quería saber de qué zona del país provenía ese Oslé. De Guantánamo, le dije, y le conté parte de la historia familiar. A partir de ese momento, me mantuve muy cercano al trabajo organizativo, cultural, de la Federación de Mujeres Cubanas.
 
Ha dicho en otras ocasiones que no concibe vivir sin historia ¿por qué le resulta tan necesario ese lazo con el pasado?
 
Creo que vivir sin historia es vivir sin raíz, viene cualquier viento y te tumba. Por eso considero tan importante el trabajo que hacen los jóvenes de la Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch con determinado repertorio, con determinada conducta y manera de pensar.
 
La Academia comenzó su labor un 7 de abril, nueve años atrás. Lo primero que organizamos fue un concierto dedicado a Vilma Espín. Allí estrenamos repertorio propio, con canciones como El Mambí, Si llego a besarte. En junio de 2007, junto al grupo Mariachi Cuba, fuimos hasta el Mausoleo del Tercer Frente Oriental, donde descansan los restos del Comandante Juan Almeida. Le cantamos La Lupe. De ahí, nos encaminamos a Birán, en Holguín. Fue una alegría infinita reencontrarme con la familia, con todo lo que me había contado mi mamá, mi papá, mi abuelo.
 
¿Cómo nace Fidel es Cuba?    
 
Surgió poco después de la celebración del acto por el 55 aniversario de la fundación del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). En esa oportunidad, el canciller Bruno Rodríguez nos pidió organizar un concierto dedicado al triunfo revolucionario. Él y la presidenta del ICAP, Kenia Serrano, propusieron que las presentaciones se realizaran, además, los días 13 de cada mes. A mí me pareció una idea magnífica, y respondí que sí, que Fidel es Cuba. Hasta la fecha, hemos celebrado más de 50 conciertos y seguiremos cantándole a la Patria.
 
¿Qué significa, para usted, ser cubano?
 
Ser cubano es una categoría universal. Cuba es más que un escudo y una bandera, es un pueblo. Aquí cada cual sabe lo que le toca hacer. Hacerlo y hacerlo bien, es el deber que impone la gratitud. Fidel nos enseñó a convertir el revés en victoria. Nos transmitió un aliento muy especial. ¿Qué queda en este momento? Estudiar a Fidel. Hay que estudiarlo en todos los niveles, desde la primaria hasta la universidad, porque él creó una manera diferente de ser cubano: ese ser cubano revolucionario. Pienso que, en este momento, la gente le está reciprocando todo lo que él hizo por su pueblo. Fidel, en vida, logró la inmortalidad.