Fidel
Soldado de las Ideas
Blanco Castiñeira, Katiuska
El lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades inermes de Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945, conmovieron dramática e inolvidablemente a Fidel. Reconoció como sobrecogedores los relatos de la explosión y sus terribles consecuencias.
Probablemente la voz de Enrico Caruso aún se escuchaba en el fonógrafo de la casa, aquel aparato de trompeta con estampa de caracol que a él le parecía el comienzo de todos los infinitos y de un rumor que no se apagaría nunca en su espíritu hasta convertirse en tempestad o sinfonía en el alma: ansia de justicia; maravillosa, temeraria e inextinguible pasión que se avivaría primero en el niño y luego en el hombre Fidel Alejandro Castro Ruz, una emoción no sólo para sí, sino esencialmente, para los dem&
Una vez Fidel recordó que en la estación de Alto Cedro, cuando ya él había abordado el tren donde se disponía a viajar para el Colegio de Belén en la Habana, una muchacha se le acercó y le dijo: “Déjeme verle las manos”. Él se las extendió y ella miró minuciosamente cada línea, luego, en una afirmación contundente, le aseguró: “Va a vivir poco tiempo”. Era una joven delgadita y un poco exótica, parecía una gitana, así la recordaba él. El tren se puso en marcha y ella descendió apresuradamente. Fidel no pudo averiguar nada más sobre aquel infortunado vaticinio y mucho menos acerca de la enigmática persona que le había adivinado la suerte.
En esta Habana, casi insólitamente invernal, de vientos arremolinados y nubosos, doy las gracias por estar frente a una multitud de maestros, porque el magisterio y la medicina son los quehaceres más hermosos y nobles de la Tierra. Martí dijo que los niños son la esperanza del mundo y habló de los maestros ambulantes, esos que van y vienen de todas partes para enseñar, para iluminar, para abrir los caminos.
El volumen es una síntesis didáctica, una especie de fotografía de cuerpo entero, un viaje por los principales acontecimientos que protagonizó el líder histórico de la Revolución cubana, desde su perspectiva espacial, conceptual, temporal y humana.
El Comandante en Jefe vive; vivirá; vuelve al pueblo. Así será, sin soledades, olvidos ni naufragios.
Fidel para nosotros es el más fiel, alto e insomne discípulo del Maestro. Viene del monte y del arroyo, de todas partes y hacia todas partes va, y echó, desde el comienzo de sus días, su suerte con los pobres de la Tierra; su andar definido por la justicia, el antimperialismo, el anticapitalismo.
Al salir del aeropuerto, pronto avistamos las altas montañas y el verdor que circunda la ciudad y unos instantes después llovía a cántaros. Santiago de Cuba nos recibió así, con un golpe de agua sobre las empinadas callejuelas, los viejos tejados, las paredes altas como cuadros en exhibición, balcones y portales a los que se llega después de ascender estrechos y abruptos peldaños de mármol blanquecino, modesta argamasa de caliza y cemento, o quejumbrosos maderos. La gente precipitaba el paso al cruzar las calles o se cobijaba bajo las sombrillas coloridas o al pie de las ventanas. En los charcos chisporroteaba la luz que iba ya apagándose. Santiago se desbordaba como abrazo al final de la tarde.
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