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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (III)

Date: 

21/04/2012

Source: 

Diario Granma

Algunos errores de apreciación

El legendario mariscal Gueorgui Zhukov, basándose en su .amplia experiencia como el jefe militar soviético más destacado durante la Segunda Guerra Mundial, caracterizó así algunas de las particularidades del arte militar que son necesarias para alcanzar la victoria:

El presidente Kennedy (a la izquierda) y Robert McNamara, jefe del Pentágono Primero –Tener un conocimiento excelente del enemigo, evaluar correctamente sus ideas, fuerzas y medios, tener en cuenta de qué es capaz, de qué no es capaz y en qué se le puede atrapar. Todo esto se alcanza mediante la exploración ininterrumpida y profunda.

Segundo –Conocer al detalle las fuerzas propias, su preparación cuidadosa para el combate; lograr la preparación multilateral de la jefatura y los estados mayores, así como la elaboración oportuna de todas las variantes de las acciones futuras.

Tercero –Lograr la sorpresa operativa y táctica, induciendo a error al enemigo con respecto a nuestras intenciones verdaderas; actuar con tanta rapidez que el enemigo se retrase en todas partes y caiga con esto en una situación difícil.

Cuarto –El cálculo exacto de las fuerzas y medios en dependencia de la misión planteada. A las tropas no se les pueden plantear misiones superiores a sus fuerzas. Esto no da nada, con la excepción de pérdidas injustificadas y la disminución del espíritu combativo.

Quinto – Lograr el aseguramiento adecuado. No se debe realizar una operación que no se encuentre bien preparada en el aspecto material.

Durante la planificación y realización de la Operación "Anadir" se cometieron diversos errores, la mayoría de los cuales se produjo en el EMG, en los Estados Mayores Principales de los Tipos de Fuerzas Armadas y en el Estado Mayor de la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba. He aquí algunos de esos errores.

En violación del primer principio enunciado por el mariscal Zhukov, hay que reconocer que la jefatura soviética poseía una noción insuficientemente profunda y detallada sobre la idea estratégica del enemigo, tanto antes como después de la llegada de las tropas a Cuba. Se tenía la opinión bien fundamentada de que se preparaba una agresión en gran escala contra Cuba, pero se desconocía con qué medios se efectuaría la misma, especialmente no se tenía un juicio acertado de la cantidad de medios aéreos y navales que la apoyarían. La composición numérica y el armamento del presumible "ejército de invasión" norteamericano solo fueron conocidos por la dirección militar soviética varios años después de la Crisis. Este desconocimiento provocó el incumplimiento del cuarto principio, por lo que eran claramente insuficientes los medios de defensa antiaérea y navales con que fue dotada la Agrupación.

Además, es necesario señalar que la situación de las tropas en la Isla era muy vulnerable en el plano militar, debido a la gran distancia, a la falta de espacio estratégico para la maniobra y la retirada, y a la imposibilidad de recibir refuerzos y suministros después que se iniciaran las acciones combativas, ya que la Marina de Guerra soviética era inferior a la estadounidense. Incluso el acceso de los submarinos resultaba muy difícil, pues había muchos cayos, bajíos y arrecifes por donde los submarinos no podrían pasar, ni navegando sumergidos, si los estrechos pasos eran controlados por el enemigo, que poseía una enorme superioridad de medios antisubmarinos en la región. Claro que el mando soviético no se había propuesto el objetivo de desarrollar una batalla contra Estados Unidos en las costas de Cuba, sino el de protegerla, disuadiendo el ataque en ciernes, pero cualquier cosa podía suceder, y si, contra todos los pronósticos, se producía el ataque, las tropas soviéticas estarían en clara desventaja si no se utilizaban las armas nucleares, lo que era inaceptable a todas luces.

Además, se hizo la apreciación de que cuando los norteamericanos descubrieran el hecho consumado de que los cohetes estaban en disposición combativa en Cuba, lo aceptarían porque eran una gente práctica. Apreciación que no tuvo en cuenta el aspecto psicológico de la cuestión para los estadounidenses, que lo consideraron como si alguien estuviera apuntándoles a la cabeza con una escopeta cargada desde el cuarto de desahogo de su propia casa. La vida demostró que este fue un grave error, que también se daba de narices con el primer principio enunciado por el glorioso mariscal.

En violación del segundo principio, de una forma inexplicable no se previeron planes de contingencia para el caso en que los norteamericanos detectaran los cohetes antes de que se encontraran en disposición combativa. Al parecer, se confió injustificadamente en la seguridad que Jruschov tenía de que esto no sucedería. Sin embargo, esta fue una deficiencia muy importante que pudo costar muy caro, pues se dejaba la iniciativa en manos de los norteamericanos si los lograban descubrir antes de tiempo, lo que en definitiva sucedió.

ALGUNAS ESPECULACIONES DEL AUTOR

La definición clásica de Clauzewitz plantea que la guerra es la continuación de la política estatal por "otros medios". Ahora bien, qué se encierra en esos "otros medios". Evidentemente, estos son los armamentos que se utilizan durante las guerras y las personas que los manipulan. Durante muchos años, los especialistas consideraron esta definición como una verdad innegable, pero ella empezó a resquebrajarse con el surgimiento y ulterior desarrollo del arma nuclear, la que comenzó a ser acumulada en grandes cantidades por las potencias que la poseían, principalmente por los Estados Unidos y la Unión Soviética. Ya a inicios de los años sesenta se había acumulado tal cantidad de armas nucleares que la definición de Clauzewitz comenzaba a fallar, pues si se desencadenaba una guerra mundial en las nuevas condiciones, existía el peligro real de que esta no fuera la continuación de la política por otros medios, sino que significaría el final de cualquier política y la exterminación mutua total de las partes beligerantes e incluso de la civilización en su conjunto, según planteaban algunos especialistas.

Por aquella época el mundo se encontraba inmerso en lo más profundo de la "guerra fría", la que consistía en tratar de alterar la correlación de fuerzas derrocando el poder del adversario mediante la actividad subversiva y la penetración económica, ideológica y técnica, es decir, era una guerra solapada que se desarrollaba empleando todos los medios disponibles¼ con la excepción de las armas. Pero entonces, ¿cuál era el rol de las armas nucleares en la "guerra fría"? En las nuevas condiciones estas se convirtieron en un medio de chantaje, de presión y de amenazas, tanto contra estados aislados, como contra el mundo en su conjunto. Así sucedió desde los albores de la era nuclear, cuando el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki fue ejecutado con la intención evidente de intimidar a la Unión Soviética y mostrar a otros estados la potencia inigualable de la nueva arma de los norteamericanos. Este rol de medio de chantaje se mantuvo hasta finales de 1962, cuando los propios creadores de la terrible arma experimentaron la perspectiva segura de que podía destruirlos a ellos también y a la política que habían engendrado.

Los Estados Unidos no solo poseyeron el monopolio de las armas nucleares durante cuatro años y fueron los primeros y los únicos en experimentar en combate las cualidades destructoras de las mismas, sino que también fueron los primeros en elaborar la doctrina militar con el empleo del arma nuclear en la guerra, cuando la teoría del primer golpe se convirtió en la base de su estrategia. Incluso en los años setenta y ochenta del siglo pasado, la URSS planteó de forma unilateral y pública su compromiso de no ser los primeros en emplear el arma nuclear y propusieron insistentemente la concertación de un tratado al respecto, pero los norteamericanos siempre se negaron a ello.

En julio de 1949 la Unión Soviética detonó su primer artefacto nuclear; a partir de entonces se desató la mayor carrera armamentista de la historia, en la que, como es lógico, los estadounidenses partían con cuatro años de ventaja y con una industria intacta, sobre la que no había caído ni una sola bomba durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que la de la URSS había sido parcialmente devastada. De modo que a mediados de los años cincuenta, los Estados Unidos tenían una amplia ventaja en armas nucleares y una poderosa flota de bombarderos pesados y medianos estacionados en distintas partes del mundo, en la cercanía del territorio soviético.

Por entonces, la estrategia militar norteamericana era la de la Represalia Masiva, la que reflejaba las características de la correlación de fuerzas existente. Esa estrategia sufrió un duro golpe en 1957, cuando los soviéticos fueron los primeros en realizar exitosamente el lanzamiento de un cohete intercontinental, mientras que los Estados Unidos enlazaban un fracaso con otro, fallando en cinco ocasiones durante ese año. Adicionalmente, en octubre del propio año 57, la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite del mundo y poco después lanzó al espacio a la perra Laika, al tiempo que millones de televidentes vieron alarmados cómo se frustraba otro intento norteamericano por lanzar su primer satélite, el cual explotaba después de un corto ascenso. Cundió el pánico, tanto en los medios oficiales como en la opinión pública, pregonándose que los estadounidenses estaban a la zaga de su principal enemigo. Comenzó a hablarse de la llamada "brecha de los cohetes", supuestamente existente entre los dos países a favor de la Unión Soviética. Ese estado de ánimo, reforzado por los frecuentes alardes propagandísticos de los soviéticos, y especialmente de Jruschov, respecto a que poseían una extraordinaria superioridad en cohetes, fue explotado inteligentemente por los gobiernos de turno en los Estados Unidos para obtener del Congreso enormes asignaciones para gastos militares.

Sobre los alardes de Jruschov, su hijo, Serguei, reveló que en algún momento Nikita Sergueievich dijo que en cierto lugar del sur los soviéticos hacían cohetes como salchichas, y en ese caso él mismo le había preguntado: ¿cómo puedes decir eso si solo tenemos unos pocos? Obteniendo la respuesta siguiente: lo importante es que los americanos lo crean, así no nos van a atacar. Sobre esta consideración se estructuró toda una política, mediante la cual los soviéticos amenazaban con unos cohetes que no poseían (1). Al parecer, esta era una política simplista y errónea, con la ayuda de la cual solo se podría mantener engañados a los pueblos, a los de los adversarios y al propio, así como a los pueblos y a los dirigentes de los países aliados, pues era de suponer que el gobierno de los Estados Unidos tendría otras vías de información que le permitirían conocer la verdad tarde o temprano. Esto comenzó a suceder durante los años 1959-1960, a lo largo de los cuales los norteamericanos se fueron percatando de la realidad por distintas vías, principalmente mediante el espionaje y los vuelos de reconocimiento de los aviones U-2. En 1961, las primeras misiones eficaces de reconocimiento utilizando satélites confirmaron las sospechas: los Estados Unidos tenían una superioridad aproximada de 4 a 1 en cohetes intercontinentales.

Ray Cline, exsubdirector de la CIA, señaló que en Estados Unidos creían que los soviéticos tenían cientos de misiles, pero las fotos tomadas por los satélites demostraron que no era así, pues en Estados Unidos se había organizado un sistema muy rápido para producir cohetes, muy superior al de los soviéticos (2). No se ha revelado la fecha en que la URSS conoció la realidad de la situación estratégica; una cosa sí es notoria: aunque desconocieran con exactitud lo que tenían sus adversarios, los altos dirigentes de la Unión Soviética siempre estuvieron muy claros del globo que estaban inflando en la materia ante la opinión pública internacional.

Según declaraciones de Robert McNamara, secretario de Defensa en el Gobierno de Kennedy, en octubre de 1962 los Estados Unidos tenían 229 cohetes intercontinentales y 105 de alcance medio e intermedio emplazados en Turquía, Italia e Inglaterra; nueve submarinos con 16 cohetes del tipo Polaris A-2 cada uno, los que podían recorrer una distancia de alrededor de 1 500 kilómetros, para un total de otros 144 proyectiles de alcance medio que podían alcanzar el territorio de la URSS; poseían además 1 500 bombarderos con bases en distintos lugares del globo, 600 de los cuales eran bombarderos pesados B-52. En total, teniendo en cuenta los cohetes y bombas de todos los tipos, los Estados Unidos tenían una superioridad de 17 a 1 en armas nucleares con respecto a la URSS (3).

Por su parte, de acuerdo con datos publicados en 1999 (4), en octubre de 1962 las Fuerzas Armadas de la URSS contaban con los medios siguientes: 48 cohetes intercontinentales; 543 cohetes de alcance medio, 36 de los cuales se encontraban en Cuba y podían alcanzar el territorio de los Estados Unidos; 208 bombarderos estratégicos pesados, 80 de ellos de propulsión a propela; 486 bombarderos medios, 96 de los cuales podían alcanzar el territorio de los Estados Unidos, y 80 cohetes instalados en submarinos, la mayoría con un alcance de solo varios cientos de kilómetros. Es necesario señalar que los submarinos portacohetes soviéticos de la época solamente llevaban 2-4 proyectiles, y que la mayoría de estos eran cohetes alados, los que podían ser derribados con los medios de la defensa antiaérea, mientras que los 144 cohetes de los submarinos norteamericanos eran balísticos, y no se contaba con medios defensivos que fueran capaces de derribarlos.

Comparando estos datos se puede constatar la amplia superioridad que poseían los Estados Unidos en fuerzas nucleares estratégicas, pero también se podría llegar a la conclusión de que, verdaderamente, el objetivo principal de la Operación "Anadir" podría ser el de compensar en parte el balance estratégico con el adversario. Nada más erróneo.

Durante los días de la Crisis, los especialistas norteamericanos calculaban que con los cohetes en Cuba, incluso en el caso en que los soviéticos lograran asestar un primer golpe nuclear sorpresivo, podrían destruir solo alrededor de un 30 % más de medios estratégicos nor-teamericanos que si no estuvieran sus cohetes en la Isla; pero hasta en ese caso la superioridad estratégica de los estadounidenses continuaría siendo aplastante, por lo que no se justificaba semejante traslado solamente para intentar equilibrar las fuerzas de ambas partes.

en una guerra nuclear no habría vencedores

Generalmente se considera que la paridad en medios nucleares estratégicos entre las dos superpotencias fue alcanzada por la Unión Soviética a mediados de los años setenta, pues ya en ese momento cada una de las partes podía causar a la otra un daño aproximadamente similar. Sin embargo, como expresó Robert McNamara en la Conferencia Tripartita de La Habana en 1992, se puede considerar que la paridad nuclear ya existía en la práctica en octubre de 1962, a pesar de la desproporción en la cantidad de armas, debido a que la paridad existe en realidad cuando cada parte posee una capacidad de respuesta tal, incluso después de recibir un primer golpe nuclear sorpresivo, que le permita hacer un daño lo suficientemente grande al adversario, de modo que la magnitud de ese daño resulte inaceptable para el que piense en la posibilidad de lanzar un ataque por sorpresa.

Es difícil imaginarse lo que hubiera sucedido en el territorio norteamericano si se hubiera desatado una guerra nuclear. Hay que tener en cuenta que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 causaron en segundos unas 300 000 bajas entre muertos y heridos y arrasaron ambas ciudades casi por completo; las potencias de aquellas bombas eran de 13 y 20 kilotones respectivamente, siendo una explosión nuclear de 20 kilotones equivalente a la explosión de 20 000 toneladas de TNT. Sin embargo, en caso de que se hubiera desencadenado una guerra nuclear en 1962 el territorio de los Estados Unidos podría haber sido alcanzado por varias decenas de cohetes intercontinentales, con cargas que podían ser de hasta 5-10 megatones, siendo una explosión de un megatón equivalente a la explosión de un millón de toneladas de TNT. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que una explosión de 5 megatones sería 385 veces más potente que la bomba que arrasó a Hiroshima, y la de 10 megatones sería 770 veces más potente que la misma. Incluso viendo fotos o imágenes fílmicas documentales de lo que sucedió en esa ciudad japonesa, es difícil representarse lo que hubiera sucedido en una ciudad norteamericana con explosiones de semejante potencia. Pero esto sería multiplicado por varias decenas de explosiones semejantes dispersas por todo el territorio del país, a lo que habría que agregar las explosiones provocadas por las bombas y cohetes lanzados por los aviones que lograran llegar, más las de los cohetes lanzados por los submarinos que hubieran quedado indemnes.

Mas hasta ahora solo nos hemos referido a la potencia de las explosiones, pero habría que considerar también las afectaciones provocadas por los demás factores destructivos específicos de las explosiones atómicas en cada uno de los lugares en que se produjeran, tales como la radiación penetrante y la contaminación radiactiva del terreno que envenenarían el agua, los alimentos y todo lo vivo durante centenares y millares de años, cubriendo con las cenizas radiactivas llevadas por el aire enormes extensiones; la onda expansiva de fuerza inimaginable que se desplazaría a velocidades supersónicas, destruyéndolo todo a su paso en kilómetros a la redonda; la radiación luminosa o fogonazo de la explosión, capaz de incendiar bosques y distintos materiales y de cegar personas y animales u ocasionarles horribles quemaduras a grandes distancias... y¼ ¿para qué seguir? Todo eso unido a la falta de atención médica, pues serían millones y millones de muertos, heridos y enfermos de radiotoxemia, entre los que también se encontraría parte de los médicos y demás personal de salud, añadiéndose a ello la destrucción de grandes cantidades de hospitales y otras instituciones médicas. A esto habría que agregar, entre otras cosas, lo que consideran muchos científicos que aseguran que las miles de toneladas de polvo que se elevarían a la atmósfera la saturarían, dificultando el paso de los rayos solares durante un tiempo prolongado, lo que provocaría un invierno artificial, algo así como lo que exterminó a los dinosaurios según una de las teorías en boga... En fin, el infierno en la tierra multiplicado por mil, de forma que los sobrevivientes envidiarían a los muertos, como se decía en un filme norteamericano. En la Unión Soviética sucedería un cuadro similar, solo que multiplicado varias veces, además de que los cohetes de alcance medio y los bombarderos medianos soviéticos también hubieran atacado las bases militares norteamericanas estacionadas en diversos países europeos y asiáticos.

No en balde en cierta ocasión, durante el año 1963, el presidente Kennedy expresó irónicamente durante una conferencia de prensa que los Estados Unidos eran más poderosos que la Unión Soviética, pues podían matar varias veces todo lo vivo existente en la URSS, mientras que los soviéticos solamente eran capaces de exterminar una vez todo lo vivo en los Estados Unidos. De lo expresado se desprende que no es posible la guerra nuclear mundial, ya que en la misma no habría vencedores.

Cuentan que en el centro de Hiroshima hay un parque de superficie de granito muy cercano al epicentro de la explosión de 1945. Después del estallido de la bomba nuclear, que fue aéreo, la superficie del parque quedó rugosa, pero en los lugares donde había personas aquella superficie quedó lisa, pues parte de la energía se había consumido en desintegrar sus cuerpos, quedando impresas de esta forma sus figuras como manchas lisas ro-deadas por el granito rugoso. Este lugar es llamado el Parque de las Sombras, y habría que preguntarse en aras de qué los norteamericanos necesitarían plagar su país de parques semejantes... ¡Lo mejor será siempre evitar las guerras nucleares!

Por todas estas razones, Robert McNamara consideraba, al igual que otros muchos especialistas, que el traslado de los cohetes nucleares soviéticos a Cuba no alteraba el equilibrio estratégico en la práctica, aunque la amenaza de una catástrofe nuclear aumentó considerablemente en aquellos momentos. Entonces surge la pregunta: ¿para qué se iban a llevar los cohetes al otro lado del océano, buscando compensar en parte el atraso de la Unión Soviética en armamentos nucleares, si con los cohetes en Cuba esto no se lograba? La respuesta solo puede ser una: los cohetes no se llevaron a Cuba por una necesidad militar, la dirección soviética no tenía intenciones de utilizarlos en acciones combativas, lo que estaba previsto era contener la agresión norteamericana con el solo hecho de la presencia de las Tropas Coheteriles Estratégicas en la Isla. Además, por una apreciación errónea consideraban que los estadounidenses no reaccionarían como lo hicieron, y, como en el otro caso, si cumpliendo ese objetivo fundamental se obtenía el resultado colateral de compensar en parte el desbalance existente en armas nucleares, esto sería bienvenido.

Es necesario señalar que desde abril hasta junio la aviación norteamericana había efectuado 150 sobrevuelos a barcos mercantes soviéticos en los accesos a Cuba, mientras que los oficiales de los buques de la Marina de Guerra de Estados Unidos habían interrogado a los marinos soviéticos en 20 ocasiones, en franca violación de lo establecido para la navegación en aguas internacionales. Por aquella época ya transmitían contra la Isla más de diez emisoras radiales, como parte de la guerra psicológica; con la ayuda de estas emisoras se orientaba sistemáticamente cómo realizar sabotajes, actos terroristas, la técnica de la propagación de rumores falsos, se intentaba desacreditar a los dirigentes revolucionarios y a su obra, y hasta se impartían orientaciones de cómo convertirse en un espía eficiente. Para el mes de junio, la CIA ejecutó al menos doce operaciones de infiltración de agentes en territorio cubano y continuó los suministros de armas y explosivos para la futura insurrección general. También hay que tener en cuenta que el primer semestre de 1962 terminaba con un rotundo fracaso para los esfuerzos de la Operación "Mangosta" por organizar un ejército clandestino en las montañas de Cuba; las bandas que quedaban, después de la última ofensiva iniciada en marzo contra ellas, trataban de pasar inadvertidas, esperando que acabaran de llegar los norteamericanos para que les sacaran las castañas del fuego. (Continuará)

(*) Teniente coronel ® y fundador de las Tropas Coheteriles.

1 Declaraciones hechas por Serguei Jruschov en la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La Habana, Cuba, en 1992.

2 Declaraciones hechas por Ray Cline en la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La Habana, Cuba, en 1992.

3 Declaraciones de Robert McNamara en la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en Moscú en enero de 1989.

4 Operación Estratégica "Anadir" ¿Cómo fue? Memorias y referencias. Colectivo de autores. Poligrafresursi. Moscú, Federación de Rusia, 1999.