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Con calor de trópico

Fecha: 

14/03/1995

Fuente: 

Periódico Granma
PARIS, 13 de marzo.-Acababa de llegar prácticamente, y con apenas 48 horas de diferencia vivía de nuevo momentos emocionantes que añaden una significación especial a la presencia de nuestro Comandante en Jefe en Europa. En la capital francesa, aunque un poco menos que en Copenhague, también sentimos frío. Pero hay dos momentos en que nos hemos visto como abrasados por el sol del Caribe. Esta tarde aquí, Zanabria, el colega de Radio Rebelde, se me acercó tan emocionado cuando escuchaba los vítores a Fidel y el incesante clamor por Cuba que sólo entonces me di cuenta cuál era también el motivo por el que yo estaba sudando. Imaginábamos la sede de la UNESCO como un recinto en el que habría un importante acto por la presencia del Presidente cubano, escenario donde las destacadas personalidades de todo el mundo que se preocupan por la educación y la cultura habrían de encontrarse con el líder de uno de los países que más ha hecho por su desarrollo integral, que quiere decir también por los propósitos de esa Organización. Más tarde comentaba con Elsys, de Prensa Latina, quien lo calificó como un terremoto que no mide escala alguna, y me vi compelido a escribir esta crónica. Y es que si en el marco oficial donde la voz de Cuba, su aprecio por la independencia y soberanía de las naciones y su ejemplo, causan una admiración inobjetable, cuando a ésta se añade la presencia popular, entonces adquiere matices que se desbordan a lo inimaginable de la solidaridad. Hoy aquí en París me decido con este nuevo gesto de calor humano a compartir otras notas que tomé en la capital de Dinamarca: No voy a exagerar. No obstante la elevada latitud de estas tierras nórdicas, hubo calor tropical. Era el clímax de los sentimientos solidarios que convirtieron hogares daneses en propios de los cubanos, con desprendimiento y fraternidad, que sólo se pueden dar por la nobleza de los pueblos, el corazón de los pueblos. En pleno centro de la capital danesa (en la tarde del día 11), un teatro colmado de público que vitoreaba sin cesar a Fidel -así como le decimos allá- se encargaba de coronar con su presencia tantas muestras de amor por Cuba, tanto cariño excepcional por el líder presente entre ellos, que le hicieron exclamar que un acto como tal le parecía algo difícil de soñar. Era, como hizo notar el Comandante, la demostración de que hay un mundo mejor, que puede haber un mundo mejor y que Cuba no está sola ni aislada. Allí, entusiastas y alegres, levantando nuestra bandera, hombres y mujeres que como en muchas otras partes del mundo acompañan a los cubanos en su inclaudicable defensa de la dignidad corroboraban junto a nosotros por qué Cuba resiste, que no hay distancias que separen a los pueblos cuando sienten una causa. Allí estaban repitiendo una y otra vez "¡Fidel!", "¡Cuba!", "¡Viva la Revolución!", "¡Cuba sí, bloqueo no!". "Felicidades, compañeros queridos, gracias", me decía un amigo danés con quien varias veces me encontré en estos días donde los periodistas sentimos que la familia creció porque como verdadera familia nos acogieron. Gracias, gracias a ustedes, me atreví a contestarles entonces en nombre de todos los cubanos. Allá hay una pequeña sirenita que sentada en una piedra junto al mar es símbolo; ahora desde donde escribo puedo observar cerca la imponente torre de Eiffel. Estamos más al sur, pero los sentimientos solidarios se repiten. Y es que sin duda se demuestra que quienes sí están solos son los que pretenden aislarnos; la vida se encarga de demostrarlo.