Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL CENTRO OVINO DE RIO VERDE, MAGALLANES, CHILE, EL 21 DE NOVIEMBRE DE 1971

Fecha: 

21/11/1971

Queridos amigos:   

Quizás una parrillada de ovejas, un novillo, una mesa espléndida como esta, vino tinto y blanco, y tantas maravillas como las que vemos por aquí, no sea el mejor ambiente para discursos.  Yo no voy a decir ningún discurso, desde luego.  Yo voy a responder a las afectuosas palabras de Sergio Ampuero, que tiene un problema tremendo:   desde que yo estoy hablando con él, que lo conocí y me ha estado enseñando todo —las ovejas, lo otro, los perros, las máquinas, los Shorthorn, las vacas—, yo le estoy diciendo:   Sergio, en qué lío tú estás metido.  ¡En qué lío tú estás metido!  

Entonces me llevó a la casa donde vivía un administrador, y viven dos familias allí de trabajadores que ahora están dirigiendo todo eso.  Muy bien.  Aquello es un palacio.  

Entonces después nos llevaron a la casa que era del dueño.  Yo no me atrevía ni a entrar ya, no por cuestiones de tiempo, porque si la del administrador era un palacio, "yo no me atrevo a entrar aquí dentro".  Y me dice:   Aquí viven ahora seis familias obreras.  

Entonces nosotros veíamos los jardines, los árboles, ¡pero muy bonito aquello!, y yo le decía:   Sergio, ¿y qué van a hacer ustedes para cuidar esto?  ¿Tú crees que dentro de cinco años, cuando nosotros volvamos por acá, va a estar bien arregladito, bien atendidas las matas, las áreas verdes, todo?  Y él dice que sí, que puede asegurarlo.  

Le digo:   Sergio, ¿cuántos están trabajando, cuántos trabajaban antes aquí?  Bueno, trabajaban 11.  Pero ahora tenemos 20 trabajando ya.  Le digo:   Sergio, si ustedes tienen 20 ahora, tienen que elevar la producción de lana, de carne, porque si no ustedes van a tener el doble de personas trabajando aquí y van a seguir produciendo la misma lana que antes.  

En fin, él decía:   No, porque, mire, compañero Fidel, porque nosotros aquí estamos luchando, que nosotros vamos a hacer lo mismo que ustedes.  Le digo:   No, Sergio, no.  No hagan lo mismo que nosotros.  ¡Tienen que hacerlo mejor que nosotros!, le decía.  

En realidad me llevé buena impresión.  

Cuando uno llega a un lugar como este y ve lo que nosotros hemos visto hoy, no puede menos que sentir realmente alegría, emoción, porque se encuentra este fenómeno tan maravilloso de los procesos sociales reivindicadores, en que usted se encuentra a los obreros, a los humildes obreros dirigiendo la producción, preocupados, viviendo en las casas donde vivían los administradores, viviendo en los palacetes.  ¡Calculen seis familias en ese palacete!  Los oye hablar con esa alegría con que dicen:   "Bueno, nosotros aquí no podíamos pasar.  Si estaba de buen humor nos recibía.  Si no, nos largaba por ahí..."

El llevaba años y años en este centro y recordaba todas aquellas humillaciones, todos aquellos dolores, toda aquella impotencia, toda aquella falta de porvenir, toda aquella falta de felicidad del pasado.  

Yo le preguntaba:   Bueno, ¿y esta gran casa no pudo haber sido la escuela?  Dice:   No, porque estamos pensando en construir una escuela donde estén varias estancias de estas, más un centro maderero, en las proximidades de este sitio.  Es decir que ellos están pensando en el futuro, en el mañana, en los hijos, en las escuelas, en todas esas cosas.  Y yo le decía:   Sería bueno, si ustedes quieren hacer una escuela, que los mismos obreros de estos centros participen en la construcción de las escuelas, como hacemos nosotros en nuestro país, que entregamos los materiales para que hagan las escuelas de los familiares de los trabajadores.  

En realidad, es muy emocionante esta hora, este nacimiento, esta aurora que nosotros podemos ver aquí.  Es una verdadera aurora, una aurora humana, un cambio en que la vida adquiere un sentido totalmente diferente.  Eso es lo que nosotros hemos visto aquí.  Pero a la vez estos grandes cambios y esta aurora, igual que los partos, los nacimientos, no siempre transcurren sin dolor, no siempre transcurren sin dificultades, no siempre transcurren sin obstáculos.  Porque hay cuestiones que son esenciales para el país, para la clase obrera, para los trabajadores, para todos.  Y esa cosa esencial es realmente trazarse una perspectiva de lo que debe ser el futuro.  Tener una clara conciencia de lo que debe ser deber de hoy, cuando ustedes han tomado posesión de esos rebaños, cuando han tomado posesión de ese ganado, cuando han tomado posesión de esas máquinas, cuando han tomado posesión de esos medios de producción.  

Esos rebaños que ahí existen son de buena calidad.  Nosotros no somos muy entendidos en cuestiones de ganado lanar, pero sí les puedo decir que en nuestro país hicimos algunas pruebas y adquirimos algunos animales premiados en ferias, de las distintas razas que están ahí.  Y les puedo asegurar que estos rebaños no tienen nada que envidiarles a los mejores ejemplares que nosotros hemos visto, importados, de ganado lanar, que eran premiados en las ferias, que vimos en nuestro país.  De manera que son animales de una gran calidad.  

Esa calidad que se ha logrado hay que seguirla mejorando incesantemente, haciendo selección, separando los mejores, y continuar ese trabajo progresivo en busca de la calidad.  Lo mismo hay que hacer con el ganado vacuno, con el ganado lechero; lo mismo hay que hacer con las instalaciones, lo mismo hay que hacer con las máquinas.  Esas máquinas que están ahí hay que cuidarlas.  Se lo digo, porque en los primeros tiempos nuestra gente agarraba las máquinas —y ojalá que ustedes nunca tengan que sufrir los errores que se cometieron en nuestro país, ojalá ustedes nunca tengan que sufrir las irresponsabilidades que se cometieron en nuestro país.  

Nosotros cuando triunfó la Revolución teníamos 5 000 tractores.  Quiero que sepan que nosotros hemos traído al país más de 50 000 tractores.  A nuestro país no venían automóviles, pero venían tractores.  ¡Ah!, pero esos tractores después se tomaban para cualquier cosa:   que si hacia falta agua, allá va el tractor a buscar agua.  Que si de repente había que transportar a alguien para un juego de béisbol, allá va el tractor con la carreta a llevar los peloteros.  Que si había problemas con el acumulador o con el motor de arranque, y allá, mientras duraba todo el juego de béisbol, estaba el tractor andando, gastando combustible, gastándolo todo, gastando goma, gastando piezas de repuesto.  Pero ya llegó un momento, a medida que teníamos más y más tractores, que llegaba una cierta abundancia de máquinas, que mucha de nuestra gente que siempre había tenido que trabajar con arado, que siempre había tenido que trabajar con muchas dificultades, ya agarraba el tractor para cualquier cosa:   digamos, incluso, para ir a visitar a la novia en el tractor (RISAS).  ¡Para ir a visitar a la novia en el tractor!  

Se lo digo, porque nosotros hemos vivido esa experiencia, y hemos tenido que luchar muy duramente después para establecer la disciplina.  Mantengan la disciplina del trabajo, mantengan la organización, mejórenla.  Cuiden esos rebaños, cuiden esas instalaciones, cuiden esas máquinas.  

Y les voy a decir la verdad: más valdría que ustedes no tuvieran demasiados recursos.  Yo estoy seguro de que si ustedes tienen recursos en exceso, lo primero que van a hacer es empezar a malbaratar un poco esos recursos.  El día que ustedes en vez de dos tractores tengan 15 tractores de gomas, y el día que en vez de una chapeadora rotativa tengan 10, es casi seguro que cuando se les rompa una no la engrasen, le quiten piezas a esa, las canibalizan y se las ponen a otra.  Y así.  

Muchas veces la ambición de hacer mucho en poco tiempo nos llevó a reunir muchos recursos.  La ambición de hacer mucho en poco tiempo nos llevó a reunir muchos recursos, y el resultado es que los recursos no eran bien utilizados, el resultado es que los recursos eran dilapidados.  El resultado es que los operadores se improvisaban de un día para otro:   y unos muchachos sin experiencia ninguna andaban al otro día encaramados en un tractor:   ni lo cuidaban, ni lo engrasaban, ni lo mantenían.  

Les digo todas estas cosas porque hemos vivido esas experiencias.  Y en estas luchas, en estos cambios de estructura tremendos, en estas circunstancias en que los bienes y los medios de producción pasan a poder del pueblo, es necesario un supremo esfuerzo de educación, de responsabilidad, de toma de conciencia, de ahorro, de lucha por la producción.  Es necesario todo eso.  Porque, de lo contrario, después se pueden perder años, se pueden perder muchos recursos.  Y nosotros, en determinado momento, teníamos recursos en abundancia, y a veces es mejor no tener tanta abundancia de recursos para que los recursos se aprovechen bien.  

En ocasiones ocurría que un propietario privado tenia un tractor y le duraba veinte años.  Y en cambio, después, en un centro de producción de estos, pertenecientes al país, entonces aquel tractor en vez de durar veinte años, duraba dos, tres, cuatro años.  

Ustedes tienen en sus manos —y nos parece muy bien la fórmula que están adoptando de que la masa participe en la selección de los hombres que tienen la responsabilidad...  Ahora, la masa no solo debe saber elegir:   la masa debe saberles exigir a los hombres que elige, que sepan exigir disciplina, que sepan exigir responsabilidad.  No sea que por el mero hecho de que la masa elige, el hombre que esté al frente se sienta en la obligación de tolerar la indisciplina, se sienta en la obligación de tolerar las cosas mal hechas.  

Y yo les digo por experiencia en nuestro pueblo que en asambleas obreras las críticas más duras son para el responsable que no quiere buscarse problemas, el responsable que no sabe exigir las obligaciones de los demás.  Es muy bueno que elijan, se lo decimos a los trabajadores, pero a la vez que elijan hombres para que los representen deben exigirles a esos hombres que sean rectos, que sean exigentes, que lo sepan ser de una manera amistosa, fraternal, humana.  

Porque ninguno de estos hombres es ya un mayoral, ni un dueño, ni representa otro interés que el de los trabajadores.  Pero representando el interés de los trabajadores y representando el interés del país, los obreros deben exigirles que cumplan sus obligaciones de una manera firme, de una manera responsable, que defiendan los intereses de los trabajadores y del pueblo con mucho más celo de lo que podría defenderlo el propietario, el administrador, el terrateniente.  Es muy necesario eso.  

Las revoluciones a veces son cambios muy bruscos, muy rápidos, pero los hombres que después asumen las responsabilidades no están habituados a lo nuevo.  

Hoy ustedes están viviendo el momento de la alegría, de la euforia, de la esperanza en el porvenir.  Pero nosotros desde muy temprano les recordamos todas estas cosas, los tipos de problemas que nosotros tuvimos, los tipos de dificultades que nosotros tuvimos.  Y es muy hermosa la hora de la aurora de un pueblo, es muy hermoso ese instante histórico en que un pueblo es dueño de su destino, de sus medios, de sus recursos, que se siente ya liberado de la explotación, que se sabe que ya no trabaja para otro.  No es cosa que diga yo.  Cuando Sergio hablaba, decía:   Nos sentimos bien.  Ya no estamos trabajando para un extranjero que se lleva el dinero, que se lleva esto, se lleva lo otro.  

Y hablaba tan bien, expresando los sentimientos de un obrero, y de un obrero sencillo, que yo bromeaba con él y le decía:   Pero, Sergio, qué bien adoctrinado tú estás, qué clase de instrucción política tú has recibido.  Porque se le oía hablar, y no estaba nada más que reflejando la verdad, los sentimientos, las esperanzas de un humilde trabajador, de un humilde obrero del pueblo (APLAUSOS).  

Y están viviendo ustedes ese magnifico minuto, ese magnifico instante.  Lo que les puede decir un revolucionario que ha vivido todas estas experiencias y que le correspondió vivirlas junto a su pueblo en momentos muy duros.  Porque cierto es que a nosotros nos afectó mucho la circunstancia de que durante los primeros años de la Revolución tuvimos que dedicarnos a sobrevivir, tuvimos que dedicarnos a defendernos fundamentalmente.  

Es por eso que nosotros no pudimos prestarles todo el tiempo y toda la atención que los revolucionarios habríamos querido a todos estos problemas, a cada granja, a cada unidad, a cada plan, porque durante casi 10 años tuvimos que dedicarnos a sobrevivir, a defendernos con las manos, con los pies, con las uñas, con los dientes, con todo, frente al intento de exterminarnos.  Y claro:   tuvimos que dedicar a eso casi todo nuestro pensamiento y casi todas nuestras energías.  Pero mientras nosotros nos dedicábamos a eso, tuvimos oportunidad de ver todos los vicios, los errores, los problemas que se pueden crear en el propio campo de la producción.  

Es por eso que nosotros, habiendo recogido esta experiencia, recordando también nuestros primeros tiempos, nuestra alegría, nuestra euforia, la euforia de todos...  Creo que, desde luego, aquí el esfuerzo tiene que ser el resultado de los trabajadores, en primer lugar, pero no solo de ellos sino también de los dirigentes políticos, de los responsables de las organizaciones financieras y económicas, de los técnicos, ¡de los técnicos!  El papel de los técnicos es muy importante en todo esto.  Ustedes tienen por delante un mundo acerca de qué hacer con esas estepas, como les llaman ustedes, con esas pampas, o como les quieran llamar, con esa inmensidad de tierra en donde ustedes tienen determinados suelos, donde ustedes tienen 0,8 oveja por hectárea, donde se dice que pueden tener hasta cuatro ovejas por hectárea, sembrando pastos artificiales, combatiendo las malas hierbas, empleando determinadas técnicas.  

Pues bien: lo menos que se puede pensar es que un día esta región produzca para el país cuatro veces más lana que la que produce hoy y cuatro veces más carne que la que produce hoy.  En manos de ustedes está eso:   de los trabajadores, de los técnicos, de los dirigentes obreros, de los dirigentes políticos.  Esa es la magnífica, la formidable, la extraordinaria oportunidad que ustedes tienen ahora.  

Y nosotros sentimos realmente una inmensa alegría.  Estamos volviendo a vivir nuestros primeros tiempos, estamos volviendo a ver ese minuto de felicidad de los pueblos.  Y nuestro pueblo hoy ya no solo es capaz de sobrevivir.  Aprendió a sobrevivir y aprendió a trabajar.  Y nuestro pueblo hoy está haciendo magníficas cosas.  Pero hemos atravesado toda esta experiencia, y hoy hemos vivido ese momento de alegría de volver a recordar toda nuestra historia.  Punta Arenas nos ha llevado a la mente muchas cosas, no se sabe cuántas cosas.  Ha sido como una culminación, ha sido como el encuentro de tantos símbolos.  Pero además hoy, en esta primera vez que visitamos un campo, un área de reforma agraria, un rebaño, y vemos todo esto, hemos vivido otra vez el momento de nuestros primeros tiempos revolucionarios (APLAUSOS).  

Y por eso les digo que esta es una oportunidad extraordinaria, única.  Hay que aprovecharla.  

Como ven, yo no vengo de maestro.  Al contrario, vengo de autocrítico.  No venimos en pose de creernos sabios, que lo sabemos todo, que lo hicimos todo perfectamente.  No.  Venimos en pose de señalar aquellas cosas en que nosotros nos equivocamos, o de las cuales nosotros no pudimos ocuparnos.  Y referirles a ustedes esas experiencias por si de alguna manera les pueden ser útiles.  

En definitiva, nuestra impresión es de optimismo.  Los hombres de este país son formidables.  Lo hemos visto por todas partes.  Este es un pueblo formidable.  Y lo vemos dondequiera que llegamos, y lo vemos aquí en Sergio, en los dirigentes, en Armando, en el otro, en los ingenieros, en los operadores de los equipos, en todos.  Realmente a mí me gusta mucho, yo lo veo todo muy bien, si siguen la línea de responsabilidad, de preocupación, de toma de conciencia que tienen en este momento.  Lo veo muy bien.  Y creemos que ustedes tienen grandes perspectivas de éxito.  Y de todo corazón, queridos amigos, queridos trabajadores de estas áreas campesinas, les deseamos éxitos.  

Muchas gracias (APLAUSOS).

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