Valoraciones

Rompió con todos los esquemas

El mérito de Fidel Castro, y lo que configura toda su estrategia, es precisamente que triunfa cuando nadie en Cuba pensaba que él podía triunfar.

La gente, guiada por los parámetros tradicionales, no solo de este país sino que hasta pudiéramos decir de todo un continente, jamás imaginaron y creo que hubiera sido bastante difícil hacerlo, que una pequeña y prácticamente desparramada guerrilla podría llegar a derrotar a un ejercito fuertemente armado, formado por tropas elites y con todos los medios a su disposición. Dentro de la lógica esa posibilidad no encajaba.

Fidel desenvolvió toda una estrategia militar, pero con un aspecto político muy acentuado desde la Sierra.
La Sierra no fue solo trinchera, sino además tribuna. Desde allí se enfocaba la vida nacional y se creaba un aglutinamiento moral en torno a la Sierra Maestra, que llegaba hasta el ejército y que con­tribuía a su desmoralización. Este es otro de los tantos aspectos sui generis del proceso cubano.

Fidel rompió con todos los esquemas y con todos los parámetros. Más que romper, quebró, hizo añicos concepciones que muchos tenían por verdades inviolables.

Un movimiento de guerrilla no podía vencer a un ejército. Eso no solo dominaba en Cuba, sino en el mundo. Sin el ejército o con el ejército, pero nunca contra el ejército. Era un criterio generalizado.

Un intento fuerte de reformas nacionalistas no ya una revolución socialista, fíjate, un movimiento nacionalista mediana­mente fuerte no podría mantenerse en el poder frente a los Estados Unidos. Obviamente, una revolución socialista mucho menos.

Esas ideas dominaban. Nadie las cuestionaba. Eran como rostros reconocidos y, sobre todo, respetados, hasta venerados.

El único que vio tras esos rostros las momias que hacía tiempo ya existían fue Fidel, y Fidel hizo saltar las momias por los aires. La eclosión debe haber sido gigante para que el polvo llegue aún a nuestros días.
La figura de Fidel como un revolucionario que reivindica frente a los Estados Unidos el derecho de la nacionalidad cubana, representa algo nuevo en la vida de nuestros países y posee mucha simpatía en los pueblos del Tercer Mundo.

Este eco favorable de admiración tiene su punto máximo en los pueblos latinoamericanos. Eso se ha visto muy claramente en las visitas de Fidel a Ecuador, México y muy especialmente a Venezuela, donde la campaña contra Cuba había sido muy fuerte.

Fidel llegó y no más hizo pisar tierra, ya nadie se acordaba de todas las barbarida­des que durante días se habían estado diciendo para conformar una opinión publica adversa a la visita.

El talento de Fidel está en haber hecho la interpretación histórica de que ya, cuando los demás no lo veían, él sí vio que se podían hacer esas cosas que hizo. Su genialidad radica en que supo interpretar el cuadro histórico.

Ahora bien, los hombres geniales son precisamente los que interpre­tan su momento histórico y se desenvuelven dentro de ese contexto, dentro de ese cuadro, desarrollando las ideas que ellos consideran que son las correctas, y son por las que debe luchar la nación, el pueblo, en ese instante.

En el exilio algunas gentes que son obcecados anticastristas y que llevan su odio a la irracionalidad, me han querido negar el talento de Castro. Me han dicho: “Castro no es tan inteligente como lo pintan. Él lo que ha tenido es suerte”. Les he rebatido: No, no, Castro es genial. Tiene un gran talento, porque si tú dices que las circunstancias han sido favorables, su inteligencia ha consistido, precisamente, en interpretar esas circunstancias y no sólo interpre­tarlas, sino, además, manejarlas. Y para eso, indiscutiblemente, hace falta un gran talento.

Se puede llegar al poder por distintas razones, un golpe de suer­te, por ejemplo. Pero mantenerlo 30 años es por talento, por convic­ciones, por haber sabido interpretar el proceso histórico.

Fidel recoge la herencia ideológica del Movimiento de Veteranos y Patriotas, del Grupo Minorista, de Guiteras y, sobre todo, de los padres de la patria, encabezados por José Martí.

En Cuba vive, está presente, desde el inicio mismo de la república, la figura de Martí. Cuando se veían todas las cosas que pasaban siempre había una exclamación: ¡Si Martí viviera!; porque la gente pensaba mucho que si Martí no hubiera caído en Dos Ríos, otro hubiera sido el destino de Cuba.

El pueblo anhelaba un cambio. Eso era algo que estaba en la mente. Un cambio en el manejo de la administración publica por lo que luchó Eddy Chibás, en el aspecto cívico, y por lo que había combatido el partido comunista en el aspecto social.

No podemos olvidar que Cuba funcionaba como un satélite, tanto político como económico de los Estados Unidos.
Cuando Fidel llega, recoge todas estas ideas y las convierte en realidad. Él es un personero histórico, un paladín. Él representa la reivindicación del espíritu nacional y la necesidad de reformas en todos los órdenes de la vida cubana.

Él es el símbolo de lo que puede una idea espartana en un hombre espartano, porque es difícil concebir, en el desarrollo de un proce­so de liberación nacional, mayores contrariedades que las que tuvo que enfrentar el proceso cubano.

Hay un hecho que ejemplifica, como ningún otro, este criterio. Es cuando, después del desembarco del Granma, Fidel queda solo con otros dos combatientes, caminando por todos esos lugares inhóspitos, totalmente extenuado, sin saber nada del resto de los expediciona­rios y aun en medio de esas increíbles circunstancias, que muy bien hubieran hecho desistir a cualquiera, mantiene en alto la decisión de hacer la Revolución.

Y nada lo retrata mejor que esa exclamación suya de: ¡Ahora sí ganamos la guerra!, cuando logra reunir la efímera cifra de 12 hombres. Ese es Fidel.

Fidel demostró que una guerrilla sí podía derrotar a un ejército, que una Revolución sí podía subsistir aun en contra de la voluntad de Estados Unidos. Pero, incluso, aportó algo más.

Fidel y su Revolución demostraron que esto solo podía ser posible si no se titubeaba nunca en el camino, si no se traicionaban jamás los principios, si se estaba dispuesto en todo momento a llegar hasta las ultimas consecuencias de ser necesario. Y esto es muy importante, muy importante.

Tomado de: 

Los que se fueron, Editorial “José Martí”
30/11/1990