Reden und Ansprachen

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA INAUGURACION DE LA ESCUELA NACIONAL DE INSTRUCCION REVOLUCIONARIA SIERRA MAESTRA, EL 30 DE OCTUBRE DE 1961, “AÑO DE LA EDUCACION”

Datum: 

30/10/1961

Compañeros alumnos de la escuela de instrucción revolucionaria para obreros de las granjas del pueblo (APLAUSOS);
Compañeros alumnos de las escuelas de instrucción revolucionaria de La Habana, invitados esta noche (APLAUSOS):

Parecía que íbamos a tener algún inconveniente en el día de hoy, porque, desde hacía muchos días, estábamos ya impacientes para que todas las obras y los trabajos necesarios para inaugurar la escuela se terminasen, a fin de iniciar el curso cuanto antes.  Cuando todo parecía ya listo, empezaron a venir las noticias de que había un ciclón (RISAS).  Era un ciclón que había surgido y casi traía la misma trayectoria que la invasión de los mercenarios (RISAS Y EXCLAMACIONES).  Surgió por allá, cerca de Nicaragua, y traía la misma ruta de los mercenarios (EXCLAMACIONES).  Al mediodía de ayer, todo parecía indicar que el ciclón iba a atravesar por el medio de la isla; naturalmente, eso nos preocupaba a todos, sobre todo ahora, que la cosecha de frijoles —¡que viene bárbara!  (APLAUSOS)—, una cosecha de 10 000 caballerías de frijoles colorados, negros, de todos tipos, que ya para diciembre va a estar recogida, así que para diciembre vamos a tener frijoles cantidad, ¡por la libre!  (APLAUSOS.)

Entonces, estábamos preocupados por las consecuencias del ciclón.  En primer lugar los daños, vidas, que por muchas precauciones que se tomen, siempre ocasionan los ciclones; en segundo lugar, por las pérdidas de riquezas y de cosechas, la destrucción de bienes materiales que traen consigo estos huracanes.

Pero vean ustedes que en tres años de Revolución no ha pasado ningún ciclón por aquí (EXCLAMACINES), y cuando todo parecía indicar que el ciclón venía derecho hacia Cuba, estando a 200 millas, se paró el ciclón (RISAS), y como si se hubiera puesto a pensar qué rumbo seguiría, se detuvo algún tiempo, prácticamente perdió su velocidad de traslación, e inmediatamente después, torció el rumbo hacia el oeste y abandonó la ruta de Cuba, con lo cual quedamos nosotros fuera de los riesgos del huracán.

Fue a atravesar otros países de Centroamérica, y en realidad, lo sentimos, lo sentimos por los obreros y los campesinos de esos países, porque ya se sabe que ese huracán allí no les va a hacer ningún daño a los ricos de esos países, les va a hacer daño a los campesinos y a los obreros, porque, a la larga, siempre que había un ciclón de esos, los damnificados eran los que vivían en bohíos humildes, en casas débiles, y el hambre asolaba, sobre todo, a los campesinos.  Aunque nuestro país está mejor preparado que nunca para soportar un ciclón, porque para eso los recursos del pueblo están a disposición siempre de ayudar a las víctimas de cualquiera de esas calamidades, de todas formas, pues el ciclón no nos ha azotado a nosotros, ni nos ha ocasionado los daños que podían haberse esperado en estos momentos, sobre todo, cuando estamos haciendo un gran esfuerzo de producción, para resolver los problemas de ciertas escaseces.

El hecho es que en el día de hoy hemos podido efectuar este acto, y así surge la escuela de instrucción revolucionaria para obreros de las granjas del pueblo.
¿Por qué se ha organizado esta escuela?  Ya ustedes habían oído hablar de otros muchos cursos que la Revolución ha ido organizando para preparar al pueblo.  No es la primera vez que los jóvenes de las granjas del pueblo son seleccionados para realizar determinados estudios.  Se había creado, por ejemplo, la escuela de inseminación, donde hay 1 000 alumnos de las cooperativas cañeras y de las granjas del pueblo.  Se había creado la escuela de mecánica, donde hay también 1 200 alumnos de las granjas del pueblo y de las cooperativas.  Se había también organizado un curso en el extranjero, donde hay 1 000 jóvenes de cooperativas y de granjas en la Unión Soviética estudiando también agricultura (APLAUSOS).  Es decir que son —solo en estos tres cursos— 3 000 alumnos.

Hay también numerosas muchachas de las granjas del pueblo, de las cooperativas y de las asociaciones campesinas que están estudiando aquí en La Habana.  Calculamos que debe haber unas 4 000 muchachas de las granjas del pueblo estudiando para maestras de corte y costura aquí en la capital (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).  No sería exagerado afirmar que, entre granjas y cooperativas, hay cerca de 10 000 alumnos estudiando en este momento en distintos cursos (APLAUSOS).  Hay también un curso de zootecnia, y, en fin, mayores y menores, son numerosos los cursos que se han organizado.

Todos esos cursos se referían a la capacitación técnica de los jóvenes de las granjas para manipular una maquinaria agrícola, para desarrollar la ganadería a base de la técnica de la inseminación, para aprender nuevas técnicas y nuevos cultivos como los que están estudiando en el extranjero, para aprender distintos conocimientos que van a ser útiles, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista social, en la producción, y en la vida de las granjas y de las cooperativas.

Ustedes saben perfectamente bien que las granjas tienen todavía muchas deficiencias, que no hay mucho personal capacitado todavía, por ejemplo, para manejar la maquinaria.  En muchos casos la maquinaria no recibe el mejor trato.  Muchas veces hay ciertos abandonos, otras veces se practica el canibalismo con la maquinaria, es decir:  falta una pieza, y en vez de hacerse el esfuerzo por buscar la pieza, en vez de gestionarse de alguna manera la fabricación o la obtención de esa pieza, resulta más fácil para ciertas personas ir a desarmar otro tractor, dejar uno desarmado y armar con las piezas a ese otro.  Resultado, que cuando se rompe otro, hacen lo mismo, y así van reduciendo la maquinaria mediante la práctica del canibalismo, que es una de las prácticas, sinceramente, de las más negativas, uno de los hábitos más negativos que puedan crearse.

Hay veces que un equipo resulta totalmente inservible, en que un equipo sea mejor ya desarmarlo, pero la práctica del canibalismo, que muchas veces se ha practicado con automóviles, con yipis, con camiones, con tractores, es una práctica muy negativa, porque entonces no se lucha por las piezas de repuesto, no se trata de cuidar las piezas de repuesto, y se va a ese procedimiento tan simple y tan perjudicial como es el de desarmar un equipo para armar otro, nosotros tenemos que luchar contra eso.

Muchas veces no había buenos mecánicos, porque, ¿cómo han surgido los mecánicos por lo general?  No han tenido oportunidad de ir a las escuelas.  La mayor parte de los mecánicos, ¡muchos de los mecánicos!, han tenido que aprender armando y desarmando camiones, armando y desarmando tractores, igual que los choferes.  Ahora nosotros estamos haciendo escuelas de choferes, para enseñarles no solamente a conducir, sino enseñarles todo lo que se refiere al aparato que están manejando.

¿Cómo ha aprendido la mayor parte de la gente a manejar?  Rompiendo carros; rompiendo carros ha aprendido la mayor parte de la gente a manejar.  Nosotros lo sabemos por el transporte militar, la gran cantidad de equipos que se deterioran, se destruyen; y por eso hemos puesto escuelas, para que todo el que tenga que manejar un camión o un vehículo militar, tenga que pasar por una escuela.  Y estamos, también, organizando escuelas de choferes, choferes de todo tipo de equipos, para que las futuras generaciones de conductores, hayan pasado por escuelas.

De la misma manera, en el campo hay falta de mecánicos, y además, los mecánicos, por lo general, estaban en los pueblos, por eso hemos organizado la escuela de mecánica agrícola, escuela de mecánicos para maquinaria agrícola, que ya a fines de este mes tenemos los primeros       1 000 estudiantes, los primeros 1 000 jóvenes de las granjas y de las cooperativas que se gradúan de mecánica agrícola.  Inmediatamente que finalice este curso, va a comenzar otro para 1 000 jóvenes, y también vamos a organizar otra escuela en Holguín, Oriente, para obreros de las granjas y de las cooperativas, para hacer mecánicos agrícolas.

Porque cada día tendremos que aplicar más la maquinaria en la agricultura, y cada día necesitaremos de un número mayor de mecánicos, de mecánicos que han salido de las escuelas.

De la misma manera, la inseminación artificial es un procedimiento técnico, que permite el desarrollo de la ganadería a pasos rápidos, rapidísimos.  Cuando no se usa la inseminación artificial, se pueden necesitar décadas enteras, es decir, 20 ó 30 años, para desarrollar la ganadería, para obtener mejores ejemplares de los distintos tipos de ganado, bien sea de carne, o bien sea de leche, tiempo que se puede abreviar extraordinariamente cuando se aplica la inseminación artificial.

En el campo apenas se conoce la inseminación artificial; es más, hay muchos campesinos que son desconfiados de la inseminación artificial, a pesar de todas las pruebas, de todos los avances, y de todos los éxitos que ha tenido en muchos países.  Entonces, para eso se está terminando también un curso, con el cual contaremos, después del cual contaremos con 1 000 técnicos de inseminación, que irán a las granjas, a las cooperativas, lo cual nos permitirá un desarrollo extraordinario de la ganadería.

Nosotros tenemos una gran base para desarrollar la ganadería; tenemos ejemplares, de los mejores del mundo, para desarrollar nuestra ganadería sobre esa base y el empleo de la inseminación artificial.

También hemos organizado otros cursos de estudiantes de las escuelas de comercio; hemos estado preparando alumnos de contabilidad, muchachos jóvenes también que han pasado un curso de casi un año y ahora, para fines de año, podremos contar con unos 600 muchachos que han estado estudiando contabilidad agrícola, para enviarlos también a las granjas.

Todos esos cursos tienden a la preparación de personal para que las granjas funcionen como deben de funcionar.  Y, en realidad, tanto la técnica de los cultivos como de la inseminación, como los técnicos de reparación de los equipos, como los contadores, todos esos técnicos, faltan en las granjas.  Podría decirse que todavía las granjas no tienen una buena contabilidad, todavía muchas granjas no tienen bien estudiada la costeabilidad y la rentabilidad de las granjas, porque toda granja tiene que ser costeable y tiene que ser rentable.  Si en una granja vamos a gastar más de lo que produce la granja, entonces vamos a estar recargando la economía con la incosteabilidad de algunas granjas y, en realidad, ninguna granja debe ser incosteable.

Es decir que los recursos económicos, los recursos de equipos y los recursos humanos en cada granja, deben emplearse de manera que las granjas contribuyan al desarrollo económico del país.

Es decir que las granjas tienen que aportar una contribución a la construcción de fábricas y al desarrollo de la industria, porque si las granjas no son costeables, entonces...  Imagínense que las granjas no fueran costeables, que las fábricas no fueran costeables, ¿qué resultaría?:  que el país se estancaría y se arruinaría, el estándar de vida del pueblo se estancaría.

Para que el estándar de vida del pueblo se eleve, es decir que la cantidad de bienes de consumo que cada ciudadano puede disponer, de ropa, de zapatos, de alimentación, de viviendas, aumente de año en año, es necesario que el país tenga recursos para invertir.  Y esos recursos tienen que surgir de la producción nacional.

Cuando una granja es incosteable, esa granja se convierte en una carga para el país; cuando una granja es costeable y produce una renta de 50 000 ó 100 000 pesos, esos 100 000 pesos se invierten en fábricas, esos 100 000 pesos contribuyen al desarrollo económico del país y le permitirá al país elevar su producción por año, y le permitirá al pueblo ir elevando, año por año, su estándar de vida.

Les voy a poner un ejemplo de cómo con el mismo trabajo se puede producir más.  Si ustedes, por ejemplo, por caballería, no atienden bien los cultivos, o emplean una semilla mala...  Les voy a poner un ejemplo:  si ustedes van a sembrar frijoles, siembran una semilla mala, una semilla cuya germinación no se ha comprobado previamente, una semilla que no haya sido previamente seleccionada, el resultado es que ustedes obtienen allí 50 quintales ó 100 quintales por caballería, cuando pudieran obtener 200, 250, 300 y hasta más.  Cuando siempre se tiene el cuidado de seleccionar la semilla, de probar la semilla, entonces, con el mismo trabajo, la producción es mucho mayor; y si el valor de la producción de una caballería es de 100 quintales, es decir, de 1 000 pesos, porque ha producido 100 quintales, o 90 quintales, el valor de esa misma caballería, con el mismo trabajo, pudiera elevarse a 2 000 ó 2 500 y hasta 3 000 pesos.

Por eso, nosotros tenemos que hacer un gran esfuerzo en todas las granjas para que todas las granjas sean costeables y sean rentables, y en cada granja se obtenga un máximo de producción.  ¿Cuál es la ventaja que tienen las granjas para todos los trabajadores que trabajan en las granjas?  Sencillamente, que les garantiza a todos un mismo estándar de vida, sea rica o sea pobre la tierra.

Ustedes saben, por ejemplo, que se están desarrollando programas de construcción de viviendas.  Es posible que algunas granjas estén situadas en tierras muy pobres y que su rentabilidad sea muy escasa.  Si la construcción de las escuelas y de las viviendas en esas granjas fuese a depender de las ganancias que esa granja produce, es posible que nunca se pudiera construir un pueblo allí.  Pero, como toda la tierra no es igual, como hay tierras muy fértiles donde una cantidad igual de trabajo produce una cantidad mayor de productos que en otras granjas, algunas granjas pueden tener una tierra muy pobre; sin embargo, los obreros de esas granjas reciben los mismos beneficios que los obreros de las granjas cuyas tierras son muy ricas, porque si ambos obreros hacen el mismo esfuerzo, el mismo trabajo, pero uno de ellos trabaja en una tierra pobre, otros trabajan en una tierra rica, es justo que las ventajas de la tierra, la calidad de la tierra, contribuya al bienestar tanto de los obreros que trabajan allí como de los obreros que trabajan en otras tierras que son más pobres.

La ventaja de trabajar en una granja del pueblo implica que los beneficios a los trabajadores llegará por igual de acuerdo con su esfuerzo, sea rica o sea pobre la tierra donde trabaja (APLAUSOS).  Y el día que esos beneficios se hagan patentes, porque las granjas se están organizando de manera que en el futuro los niños, las familias, todos, reciban una serie de beneficios que, naturalmente, no se podría brindar a todos si no se ayudara con los recursos o con la rentabilidad de unas granjas a prestar esos mismos servicios en aquellas granjas que sean más pobres.

Las granjas del pueblo constituyen una institución nueva en nuestro país; son producto de la transformación revolucionaria que recibieron nuestros campos.  La tierra en nuestro país, antes de la Revolución, estaba distribuida de diversas formas.  Grandes extensiones de tierras estaban en manos de compañías extranjeras; algunas de esas compañías ustedes saben que tenían 10 000 caballerías, otra de esas compañías tenía 17 000 caballerías de tierra.  Diecisiete mil caballerías de tierra es una extensión tal que si cualquiera se sube en una palma y mira a los alrededores, no alcanzará a cubrir con la vista una extensión a la redonda de 17 000 caballerías de tierra.

Las grandes compañías norteamericanas tenían en nuestro país decenas y decenas de miles de caballerías de las mejores tierras.  Otras tierras estaban en manos de grandes latifundistas nacionales, propietarios de fincas ganaderas —porque las mayores eran las fincas ganaderas— de cientos de caballerías de tierra, y algunas veces de miles de caballerías de tierra.  Otras tierras pertenecían al Estado, pero prácticamente ya el Estado había perdido todas las tierras.
Los latifundistas habían ido fabricando títulos de tierras; se ponían de acuerdo con los registradores de la propiedad, fabricaban documentos falsos y se convertían en propietarios con títulos de grandes extensiones de tierra.  Por lo general, en esas extensiones de tierra vivían algunas familias campesinas —los llamados precaristas antes de la Revolución— y, entonces, comenzaban los desalojos campesinos.

¿Cuáles eran los orígenes de los desalojos?  Los latifundistas, que adquirían con documentos fraudulentos grandes extensiones de tierra; los latifundistas ambiciosos, que compraban tierras que ya estaban ocupadas por precaristas.  Y, entonces, con la ayuda de la Guardia Rural y de funcionarios venales, iniciaban la tarea de desalojar a aquellos campesinos de las tierras.  Y de esos casos nuestros campesinos sufrieron miles de ellos.  Se presentaban con la Guardia Rural, con el mandamiento judicial, con funcionarios venales, les decían a los campesinos que tenían que mudarse de aquellas tierras, y cuando los campesinos se resistían, porque en muchos lugares de la provincia de Oriente, de Camagüey y prácticamente en todas las provincias, tuvieron lugar numerosos casos de luchas de los campesinos contra los desalojos, pero los campesinos, al fin y al cabo —aunque no siempre, porque muchas veces, como en el Realengo 18, la valerosa resistencia de los campesinos...  (APLAUSOS) y nuestro Instituto Nacional de la Industria Cinematográfica ha realizado una gran película sobre las luchas de los campesinos contra los desalojos en aquellas montañas de Oriente— pero no siempre la resistencia de los campesinos se veía culminada con el éxito, sino que la mayor parte de las veces los campesinos eran, al fin y al cabo, desalojados de sus tierras.

Muchas veces se apelaba al procedimiento de acudir con un tractor o con una yunta de bueyes en horas de la noche, amarraban cadenas a los horcones de los bohíos y arrancaban con los bueyes o con los tractores los bohíos de los campesinos.  Las ambiciones de los latifundistas, y de los grandes terratenientes, y de las compañías extranjeras, eran las causas de los desalojos.

Muchas veces esos títulos falsos se hacían sobre tierras del Estado ocupadas por precaristas; pero había casos en que los latifundistas no tenían ningún interés en esas tierras en un principio, porque eran tierras boscosas y montañosas, las cuales para cultivarlas, es decir para desmontarlas y sembrar allí pastos, habrían requerido grandes inversiones.

A medida que nuestra población crecía y que el desempleo aumentaba en nuestros campos y en nuestras colonias, muchos campesinos hastiados del tiempo muerto, desesperados por la falta de trabajo, emigraban a las montañas.  Las tierras de las montañas eran casi todas tierras del Estado; no había latifundios en aquellas regiones, los latifundistas no tenían interés en hacer grandes inversiones para sembrar pastos.  Aquellos terrenos estaban sin ocupar, y los campesinos marchaban a las montañas a desmontar, con mucho sacrificio, porque eran, por lo general, familias de los llanos, que reunían 15 ó 20 pesos, compraban manteca, sal y azúcar, y se iban a las montañas; trabajaban durante 15 ó 20 días, desmontaban una parte, volvían al llano, trabajaban por un peso en cualquier finca o en cualquier latifundio, volvían a reunir un poco de grasa y sal, y volvían a las montañas.  Y así, durante años.  Con ese esfuerzo y con ese sacrificio, decenas de campesinos iniciaron las siembras de cacao y de café en las montañas; es decir, desmontaron y sembraron el café y el cacao.  La inmensa mayoría del café y del cacao que se recoge en nuestro país fue sembrado así por familias campesinas que, al no encontrar trabajo en las colonias y en los latifundios, se marcharon a las tierras estatales de las montañas y con miles de sacrificios desarrollaron sus siembras de café y de cacao.

Ellos desmontaban, sembraban viandas...  Es decir, primero desmontaban, apilaban la manigua y la madera, y esperaban la seca, quemaban, sembraban entonces viandas, y entre las viandas sembraban el café y el cacao; y así iban, año por año.  Al cabo de cuatro o cinco años, comenzaban a recoger los primeros granos de café o de cacao.

Cuando ya varias regiones de las montañas estaban cultivadas, empezaron a aparecer latifundistas con títulos sobre aquellas regiones, y comenzaba el miedo entre los campesinos.

Cuando nosotros llegamos a la Sierra Maestra, nos encontramos que estaba teniendo lugar una lucha entre esos latifundistas con nuevos títulos y los campesinos.  Grande fue nuestra sorpresa, al conocer que una de aquellas familias latifundistas era propietaria, incluso, del Pico Turquino (RISAS); ¡hasta el mismísimo Pico Turquino había pasado a manos privadas de una familia de latifundistas!

Pero como en aquella región había muchos campesinos que habían cultivado café, existía virtualmente una lucha entre los dueños fraudulentos de aquellas tierras y los campesinos que habían sembrado allí.  Se habían producido algunos desalojos, algunos asesinatos de campesinos, y en todos los campesinos reinaba gran zozobra ante el temor de verse desalojados de sus tierras.

Y lo mismo que ocurría allí, en la zona de La Plata, Palma Mocha y el Turquino, ocurría también en la zona de San Lorenzo, de Las Vegas de Jibacoa y, prácticamente, en toda la Sierra Maestra:  habían comenzado a aparecer propietarios de aquellas tierras.

Después que los campesinos habían desmontado grandes extensiones de bosques y habían sembrado, entonces los latifundistas sí se interesaron por aquellas tierras, porque lo único que tenían que hacer era desalojar a los campesinos y sembrar pastos para criar ganado.

A los latifundistas nunca les interesó el cultivo del café o del cacao, a los latifundistas les interesaba el cultivo de la caña, la ganadería y otros cultivos.  El cultivo del café y del cacao formaba parte, fundamentalmente, de la economía de las familias que habían ido a trabajar a las montañas con sus propios brazos.

Luego, dentro de las propias montañas, surgieron distintos procedimientos de explotación de la tierra.  Se daba el caso del colono; se daba el caso de pequeños posesionarios que a su vez trataban de aprovechar el trabajo de otros campesinos, les daban un pedazo de tierra para que la cultivaran y después que la habían cultivado les pagaban tanto para que devolvieran aquellas tierras cultivadas, eran los llamados colonos de café y de cacao.

El resultado era que la tierra de Cuba estaba dividida de esta forma:  primero, grandes extensiones de las mejores tierras en manos de latifundistas; otras porciones del territorio nacional estaban en manos de grandes latifundistas nacionales; y el resto de la tierra, estaba en manos de precaristas o de arrendatarios, propietarios medianos de tierra y algunos pequeños propietarios.  Pero la mayor parte de los cosecheros de tabaco y de caña pagaban rentas por las tierras donde trabajaban.  Un gran número de campesinos que eran precaristas no pagaban rentas, pero vivían con el corazón en la boca, esperando ser desalojados en cualquier momento.

¿Qué hizo la Revolución cuando llegó al poder?  La Revolución adoptó las siguientes medidas:  primero, puso un límite al máximo de extensión de tierra —lo cual, desde luego, estaba mandado a hacer desde la Constitución de 1940, pero como en el Congreso los que aprobaban las leyes en su mayoría eran representantes de los propios latifundistas y de la gente rica, nunca cumplían aquel mandato de la Constitución—, la Revolución puso un límite a la extensión de tierra que cada agricultor podía poseer.  Al mismo tiempo, concedió el derecho de propiedad a todos los pequeños arrendatarios, aparceros y precaristas.
El aparcero era aquel campesino que tenía que entregar la tercera parte de la cosecha al dueño, y a veces hasta el 50%.  Nosotros conocemos muchos casos de campesinos que pagaban el 50%.

¿Cuántos pequeños agricultores había en nuestro país?  Aunque todavía no se conoce con toda exactitud, según los datos que tiene la ANAP hay cerca de 200 000 pequeños agricultores en nuestro país.  La mayor parte de esos pequeños agricultores pagaba renta, o eran aparceros; y los que no, eran precaristas.
Solo una parte muy pequeña de esos 200 000 campesinos eran propietarios de la caballería de tierra.  La Revolución les concedió a todos los arrendatarios, aparceros, precaristas y posesionarios la propiedad de la tierra donde trabajaban (APLAUSOS).

Es decir que, en aquellas montañas donde los campesinos vivían atemorizados de verse desalojados de sus tierras, en todas las montañas, toda aquella gente que nosotros nos encontramos que estaban en lucha contra los latifundistas, se convirtieron en dueños de esas parcelas de tierra, desapareció para ellos el miedo, desapareció para siempre el miedo de perder sus tierras.

A todos los arrendatarios, colonos de caña o de tabaco —los arrendatarios o aparceros de tabaco pagaban la tercera parte de sus cosechas, o la cuarta parte—, la Revolución abolió ese sistema y, por lo tanto, ningún campesino tenía que pagar renta alguna por las tierras donde trabajaba, de donde todos los colonos pequeños, todos los cultivadores de tabaco y todos los pequeños arrendatarios, se convirtieron en dueños de sus pequeñas parcelas de tierra.

Es decir que la tierra que estaba en manos ya de los campesinos como arrendatarios, aparceros o precaristas, pasó a propiedad de esos campesinos (APLAUSOS), gratuitamente, no se les cobró por la tierra.  Muchos campesinos ya tienen los títulos de las tierras, otros no los tienen, eso es un trámite de tipo legal, pero el hecho es que dejaron de pagar renta, en absoluto.

Quedaban entonces las grandes colonias cañeras, donde había una gran población agrícola, y allí se organizaron las cooperativas cañeras, en todas las tierras de latifundistas dedicadas al cultivo de la caña, se organizaron las cooperativas cañeras, que son unas 600, en todo el país.  Es decir, la Revolución no destruyó aquellas grandes extensiones, sino que convirtió a los trabajadores agrícolas en cooperativistas, e inició un plan de diversificación agrícola para garantizarles el trabajo todo el año a aquellos obreros cañeros.

Quedaban entonces grandes extensiones de tierra que estaban dedicadas a los cultivos de arroz, o eran tierras sin cultivar, o estaban dedicadas a la producción de ganado.  Había enormes fincas, de cientos de caballerías de tierra, donde trabajaba un número muy reducido de obreros.  Hay fincas donde antes trabajaban cuatro obreros, seis obreros, y ahora trabajan cientos de obreros y, a veces, miles de obreros.  Allí ni siquiera había personal, apenas, para trabajar.  En esas extensiones de tierra que tenían muy poco personal, o eran tierras dedicadas a ciertos cultivos como el arroz, o tierras sin cultivar, o tierras dedicadas al ganado, la Revolución organizó las granjas del pueblo.

Es decir que, como consecuencia de los cambios de la Revolución, las tierras que estaban en manos de los aparceros, arrendatarios y precaristas, pasaron a propiedad de esos campesinos que trabajaban esas tierras.  Los grandes latifundios cañeros se convirtieron en cooperativas cañeras; y los grandes latifundios ganaderos y arroceros, o tierras sin cultivar, se convirtieron en granjas del pueblo (APLAUSOS).  Así es como está organizada la producción, así es como está distribuida la tierra actualmente en nuestro país.

Las cooperativas cañeras tienen unas 80 000 caballerías de tierra, las granjas del pueblo tienen 180 000 caballerías de tierra, y el resto está en manos de los pequeños agricultores o de los agricultores medios.

En las granjas del pueblo se comenzó a desarrollar una gran producción agrícola.  Era donde se encontraba la mayor parte de las tierras cubiertas de manigua, cubiertas de marabú, cubiertas de aroma, es decir, tierras sin cultivar.  Porque las tierras cañeras estaban cultivadas de caña, en cambio, los grandes latifundios ganaderos, algunos tenían pastos naturales, otros estaban cubiertos de manigua, de maleza y, en fin, estaban realmente sin cultivar.  Donde la Revolución tenía más posibilidades de incrementar la agricultura, era precisamente en esos latifundios.  Esas tierras pasaron de manos de los latifundistas a manos de la nación.

¿A quién pertenecen las tierras de las granjas del pueblo?  Pertenecen a la nación (APLAUSOS), son tierras nacionales, al igual que las refinerías, los centrales azucareros, las grandes industrias textiles, metalúrgicas y de todo tipo.  Es decir que son bienes nacionales, pertenecen a todo el pueblo.  Y los obreros de las granjas son como los obreros que trabajan en las industrias nacionales.

Nosotros tenemos que hacer el máximo de esfuerzo en esas tierras nacionales, porque es donde está el gran campo donde incrementar la producción.
Hay algo que ustedes pueden comprender perfectamente bien:  cuando en la familia solo trabajaba el padre, y no trabajaba todo el año, y ganaba dos pesos, esa familia consumía al año —en arroz, en ropas, en zapatos, en alimentos—, pues 400, 500, 600 pesos al año; cuando en esa misma familia está trabajando el padre y tres hijos, y cada uno de ellos gana cerca de tres pesos diarios, y la familia recibe de 10 a 12 pesos diarios, y se trabaja todo el año, esa misma familia consume, en vez de 400 ó 500 pesos, de 3 000 a 4 000 pesos al año (APLAUSOS), en ropas, en zapatos, en alimentación.

¿Qué significa eso?  Significa que en nuestro país hay una enorme demanda de alimentos, de ropa, de zapatos, de artículos de consumo, porque si cada familia está consumiendo cinco o seis veces lo que consumía antes, y pueden alimentarse mejor y vestirse mejor, es lógico que si antes del triunfo de la Revolución el consumo de arroz, por ejemplo, era de 6 millones de quintales al año, el consumo de arroz actualmente sea de 9 200 000 quintales al año.  Es decir que nuestra población...  Y como nuestra población, es decir, nuestra población trabajadora, porque la población no trabajadora, la parte explotadora de la nación ha ido emigrando...  la parte de la población, explotadora, ha emigrado.  Si hoy se consumen en nuestro país 3 200 000 quintales más de arroz, ¿quién consume esos 3 200 000 quintales más de arroz?  Si los latifundistas han emigrado, si los grandes propietarios han emigrado, ¿quién consume esos 3 200 000 quintales más de arroz?  Sencillamente, el pueblo trabajador, las familias que antes no podían consumir esos 3 200 000 quintales más de arroz.
Y lo mismo que ha ocurrido con el arroz, ha ocurrido con la leche, con los frijoles, con las viandas, con la ropa, con los zapatos, con todos los artículos.  Eso significa que nuestro país ha puesto a trabajar a 400 000 personas de las 600 000 que estaban sin empleo (APLAUSOS), y ustedes saben que en el campo no hay desempleo apenas.  ¿Quiénes son mejores testigos que ustedes, muchachos jóvenes?  ¿Quiénes son mejores testigos de que en el campo hay sobrado trabajo para todo el mundo?  ¿Quiénes son mejores testigos que ustedes?

Y la Revolución, con sus medidas, ha dado lugar a un aumento extraordinario de empleo.  Por eso, parejamente, tenemos que lograr a toda costa un aumento extraordinario en la producción.  Y es precisamente en las granjas del pueblo donde disponemos de más tierras sin cultivar, donde disponemos de todas las condiciones para aplicar todos los procedimientos técnicos a la agricultura, donde nosotros podemos lograr las metas más altas en el aumento de la producción, porque nuestro pueblo está alimentándose mejor, nuestras familias disponen de más recursos.  Y nosotros tenemos que producir esos artículos que nuestra población necesita.

De ahí la importancia de que cada granja del pueblo funcione con la más eficiente administración; de ahí la importancia de que cada granja del pueblo sea un centro de producción altamente productivo y altamente organizado; de ahí la importancia del trabajo que la Revolución debe hacer en las granjas del pueblo.

Pero no bastaba con organizar escuelas para inseminadores, para mecánicos, para técnicos agrícolas, para técnicos en ganadería; faltaba algo más importante todavía que todo eso.  Si en una granja del pueblo hay mucha maquinaria, hay muchos técnicos, pero no hay conciencia revolucionaria, entonces no habremos hecho nada.

En las granjas no siempre nos encontramos buenos técnicos, en las granjas no siempre nos encontramos óptimos organizadores ni óptimos administradores, ni es fácil tampoco encontrar un óptimo organizador para cada granja.  Los organizadores ni los administradores se fabrican de la noche a la mañana; ¡los buenos administradores no aparecen, como la verdolaga, a la orilla de los caminos!; los buenos administradores, los óptimos administradores, no abundan.  Y muchas veces cuando un administrador resulta deficiente, no es tarea fácil encontrar para él un buen sustituto, porque para quitar a un mal administrador con un poco de experiencia, y poner un regular administrador sin ninguna experiencia, preferible es que permanezca el mal administrador con alguna experiencia.

La Revolución no abunda en administradores, ni en administradores de industrias ni en administradores de empresas.  La Revolución no podía poner a administrar a los viejos mayorales, la Revolución no podía poner al frente de las granjas del pueblo a los viejos administradores, porque aquellos funcionarios se formaron en un ambiente distinto al ambiente de la Revolución, se formaron al servicio de los intereses de los grandes terratenientes y de los grandes propietarios; sus mentalidades no eran mentalidades que estuviesen a la altura de la Revolución; sus mentalidades, antiobreras muchas veces, no eran las mentalidades más idóneas para situarlas al frente de las granjas del pueblo cuando aquellas tierras dejaron de ser propiedad privilegiada de nadie para convertirse en bienes de todo el pueblo (APLAUSOS).

La Revolución no tenía una reserva de administradores, la Revolución no tenía cuadros de administradores, y tenía que organizar esos cuadros, y tenía que utilizar los servicios de hombres del pueblo que, en muchos casos, nunca habían estado administrando una empresa, que en muchos casos nunca habían estado administrando fincas, ni habían tenido tareas de administración de ninguna índole.

Pero aun cuando la Revolución tuviera un óptimo administrador en cada granja, buenos técnicos en cada granja, no habríamos hecho nada sin una verdadera conciencia revolucionaria en las masas trabajadoras de las granjas del pueblo (APLAUSOS).

Si ustedes nos preguntan qué es lo más importante en una granja del pueblo, si un buen administrador, un buen contador o un buen técnico, o si todos ellos juntos, qué es lo mejor, lo más importante en una granja del pueblo, nosotros diríamos que lo más importante no es ni el buen administrador, ni el buen contador, ni el buen técnico; que lo más importante para el éxito de una granja del pueblo, es la masa obrera que trabaja en esa granja del pueblo (APLAUSOS).  Lo más importante es la conciencia revolucionaria de esa masa obrera, el entusiasmo de esa masa obrera, la capacidad de esa masa obrera es lo más importante en una granja del pueblo.

A veces hay un buen administrador, pero un buen administrador que no tiene sentido, que no tiene una idea clara de la importancia que tiene la masa que trabaja en ese centro, y aun cuando sea un buen organizador, desconoce un principio fundamental de la Revolución, desconoce una verdad elemental de la Revolución; y es la importancia de la masa en cualquier tarea, la importancia del papel que debe desempeñar la masa obrera dentro de ese centro de trabajo.  Como ese administrador conozca él solo los planes de producción, como ese administrador no reúna nunca los obreros y les despierte el entusiasmo por los planes, despierte el sentido de honor de aquellos trabajadores, logre de ellos el apoyo y el compromiso a fin de tomar cuantas medidas sean necesarias para cumplir aquellas metas, ese administrador aunque sea honrado, aunque conozca sus funciones, aunque sea una persona buena, fracasará como administrador de esa unidad de producción.

Lo más importante en todo centro de trabajo, es la participación consciente y entusiasta de los trabajadores de ese centro en las tareas de producción.  Porque el problema de producir no es un problema de administradores, el compromiso de producir no es un compromiso de administradores; la tarea y el compromiso de producir lo que el país necesita, a nadie le interesa más que a los propios trabajadores, porque son los propios trabajadores del país los llamados a recibir directamente todos los beneficios que implica el aumento de la producción de bienes de consumo.  La tarea de producir en una Revolución donde los bienes pertenecen al país y pertenecen al pueblo, donde ha desaparecido la explotación de los trabajadores por las minorías privilegiadas, la tarea de producir en un país donde el pueblo es el que cuenta y donde el pueblo es el llamado a disfrutar de las riquezas que se produzcan y se creen, es tarea no de los administradores sino fundamentalmente es tarea de los trabajadores (APLAUSOS).  De ahí la importancia de esta escuela que se inaugura esta noche.
Esta escuela tiene como objetivo preparar a los obreros más conscientes, a los obreros más entusiastas, a los obreros que demuestren más interés y más aptitud para organizar los núcleos revolucionarios de todas las granjas del pueblo.

Es decir que para crear una conciencia revolucionaria en el seno de cada una de las granjas del pueblo, para crear una fuerza obrera revolucionaria dentro de esas granjas, no bastan todas las campañas de educación, de alfabetización, las conferencias y los actos.  Es necesario que en cada granja del pueblo se organice un núcleo revolucionario; en todas las granjas hay obreros de un alto espíritu y de una alta conciencia revolucionaria; en todas las granjas hay un grupo de obreros más conscientes, más preparados que los demás.  Y esta escuela se organiza, precisamente, para fortalecer los núcleos revolucionarios de todas las granjas del pueblo.

Es decir que debemos hacer un esfuerzo porque cada día haya un núcleo mayor y más consciente y más preparado de trabajadores revolucionarios en todas las granjas del pueblo, porque esos trabajadores serán los que marquen el paso, esos trabajadores serán los que señalen la ruta, esos trabajadores serán la vanguardia de la masa obrera de todos los centros de trabajo agrícola, es decir, de todas las granjas del pueblo.  Esos trabajadores deben ser los mejores, los más conscientes, los más capacitados, los que deben estar mejor informados de todos los planes, de todos los proyectos y sirvan de estímulo, sirvan de ejemplo y sirvan de acicate a todos los demás trabajadores.  Esos trabajadores, que constituyen el núcleo revolucionario, estarán llamados a formar la célula del Partido Unido de la Revolución Socialista, en las granjas del pueblo (APLAUSOS PROLONGADOS).

Mas no basta pasar por esta escuela para pertenecer al núcleo revolucionario; o mejor dicho, no basta pasar por esta escuela para pertenecer al Partido Unido de la Revolución.  El Partido Unido de la Revolución será una organización de selección, donde se encuentren los mejores elementos revolucionarios del país.  No será como aquellos partidos tradicionales que andaban reclutando gente dondequiera, afiliando gente dondequiera, porque lo que les interesaba era hacer número; y lo que a un partido revolucionario le interesa no es el número, sino la calidad (APLAUSOS).  Y para ostentar el honor de pertenecer a un núcleo revolucionario, es necesario ganarse ese derecho, con su trabajo, con su conducta, con su espíritu, con su entusiasmo, con su conciencia revolucionaria.  Esto quiere decir que los jóvenes que pasan por esta escuela tendrán una gran oportunidad de pertenecer al Partido Unido de la Revolución (APLAUSOS), si después, con su conducta y con su esfuerzo, demuestran que son acreedores a ese honor.

La importancia del núcleo revolucionario en cada centro de trabajo es grande, porque ese núcleo tiene que luchar incansablemente por el cumplimiento de los planes y de los programas de la Revolución en cada centro.  Ese núcleo será como un pilar sobre el cual se asienta la fuerza de la organización política de la Revolución.  Debe velar por el cumplimiento de las metas, debe luchar por el cumplimiento de las metas.  Naturalmente que en el orden político como en el orden técnico, no vamos a tener desde el primer día lo que queremos.  Lo que queremos tener para el futuro, es necesario que lo sepamos hacer pacientemente, porque si queremos tener técnicos, si queremos tener administradores, si queremos tener revolucionarios, revolucionarios verdaderos, es decir, revolucionarios conscientes, revolucionarios de vanguardia, es necesario que los preparemos pacientemente.  Y así como no se organiza un ejército de la noche a la mañana, así como no se organiza un cuadro de oficiales de la noche a la mañana, no se organiza un gran aparato político revolucionario si no se forman pacientemente los cuadros de ese aparato.

Y, precisamente, la tarea tan importante que tienen las escuelas de instrucción revolucionaria, es esa, la de formar cuadros revolucionarios, la de convertir el entusiasmo, la buena fe, el arrojo y la energía de un gran número de trabajadores y de un gran número de jóvenes, en conciencia revolucionaria, porque, tanto más valdrá ese joven y ese obrero, cuanto más conscientemente comprenda la Revolución, las leyes de la Revolución, las leyes históricas de la Revolución, y los fundamentos de la Revolución.  Cuanto más conscientemente comprenda la justicia de la Revolución, la necesidad de la Revolución, las tácticas de la Revolución y los fines de la Revolución, tanto más útil será, tanto mejor soldado de la Revolución será.

¡Ah!  Antes cualquiera se podía llamar revolucionario; antes cualquiera se quería afiliar a una organización política, pero, con la Revolución no es fácil al ambicioso escalar posiciones, no es fácil al aventurero escalar posiciones, no es fácil al oportunista escalar posiciones, porque en la Revolución las funciones de responsabilidad y los primeros puestos en la trinchera del deber y los grandes honores, no se conquistan fácilmente, porque hay que conquistarlos con sacrificio, con esfuerzo, con constancia, con estudio.  ¡Hay que saber cumplir, porque la Revolución no premia a los trepadores, la Revolución no premia a los oportunistas, la Revolución no premia a los rastreros!  La Revolución premia a los mejores; la Revolución selecciona a los mejores, pero los mejores no son como antes los que tenían influencia o los que tenían dinero, o los que tenían privilegios.  Los mejores en la Revolución, serán los que verdaderamente valgan, los que verdaderamente tengan méritos, los que verdaderamente sepan cumplir con su deber.  Y por eso, disfrazarse de revolucionario será cada día más y más difícil.  Porque no se puede disfrazar de buen caminante quien no pueda subir el Pico Turquino (APLAUSOS).  Y el que es mal caminante, cuando lo ponen a subir la loma, se queda en el camino (APLAUSOS), y de la misma manera, quien no sea buen revolucionario, cuando lo pongan a escalar la cuesta empinada y difícil de la Revolución, se quedará en el camino (APLAUSOS), y solo los que puedan llegar a la cima de la empinada y difícil cuesta de la Revolución, los que sepan aceptar y cumplir las responsabilidades, los deberes y los sacrificios que impliquen, podrán llamarse verdaderos y buenos revolucionarios (APLAUSOS).

Para ustedes, esta escuela es una entrada en el camino de la cuesta empinada y difícil de la Revolución.  Cuando ustedes hayan salido de esta escuela, no habrán escalado todavía la cuesta; cuando ustedes hayan pasado por esta escuela, habrán atravesado la portería que —todavía en el llano— conduce al camino y a la cuesta de la Revolución (APLAUSOS).

Yo creo que con eso van teniendo ustedes una idea de lo que es la escuela, y de lo que significa la escuela.  Pero aquí no solamente se les va a instruir sobre cuestiones revolucionarias; se va a procurar que el programa incluya también conocimientos de tipo agrícola, que visiten granjas, y, sobre todo, que aprendan no solo la teoría —que es muy importante— sino también la práctica (APLAUSOS), porque para un revolucionario es muy importante conocer los principios de la Revolución y muy importante conocer la práctica de la Revolución, muy importante conocer los errores que se cometen, analizarlos, criticarlos, cuándo una granja funciona mal, cuándo funciona bien, por qué funciona mal, por qué funciona bien, por qué el litro de leche cuesta ocho en una granja y cuesta seis en otra y diez en otra, dónde está la razón de que el costo de producción es más elevado allí que aquí, cuál es la productividad del trabajo en una granja y cuál es en otra, cuál es la rentabilidad de una granja y cuál es la otra, cuáles son todos los defectos.  Es que ustedes tienen que adquirir una pupila alerta y sagaz que a la primera mirada descubra dónde están las deficiencias.

Nosotros recordamos que, por ejemplo, habíamos ido a las montañas sin haber crecido entre las montañas.  Teníamos que adaptarnos a la vida de las montañas.  Venían los prácticos; el práctico era el guajiro que subía de noche por los caminos lo mismo que de día, y cuando nosotros íbamos tropezando y nos íbamos cayendo, ellos iban rápidamente, lo mismo con zapatos que descalzos, subiendo la loma.  Pero además, llegaban arriba más rápido que nadie; caminaban por unas farallas en días de lluvia, que solo se podía explicar aquello por la práctica que tenían de subir y bajar lomas, la fortaleza que habían adquirido, el instinto para caminar.  Y a veces examinaban una huella y decían “por aquí pasaron tantos” donde nosotros, a lo mejor, no habríamos descubierto absolutamente nada.  ¿Por qué?  Porque tenían experiencia, porque tenían práctica, porque tenían la vista adaptada a aquel esfuerzo, a aquel trabajo, a aquella lucha.  Eran superiores a cualquiera de nosotros subiendo un camino, descubriendo una huella.

Y así tienen que ser ustedes.  Que con una sola mirada en cualquier centro de producción agrícola descubran inmediatamente qué anda mal, qué anda bien, por qué anda mal, por dónde hay que empezar a arreglar aquel centro, cómo está la contabilidad, cómo está la maquinaria; apenas vean un arado tirado por un lado, un tractor por el otro, si hay orden, si no hay orden, si hay atención a la maquinaria, si no hay atención, si hay entusiasmo, si el trabajo rinde, si el trabajo no rinde, y si se aplican todos los procedimientos adecuados a los cultivos y a la producción.

Ustedes tienen que aprender todo eso.  No lo van a aprender en un día, no lo van a aprender en un mes, es posible que no lo adquieran en un año, pero día a día ustedes tienen que ir acumulando experiencia, día a día ustedes tienen que ir acumulando conocimientos, porque lo que nosotros estamos haciendo hoy será lo que permitirá a nuestro país, dentro de algunos años, alcanzar un grado de bienestar y de progreso que jamás alcanzaríamos si no hacemos esto que estamos haciendo ahora.  Porque hoy, aquí, ustedes son 600, y después vendrán otros 600 y otros 600, y con el curso de los años tendremos miles y miles, y cada vez tendremos más hombres preparados y más hombres conscientes, y un núcleo más fuerte, más enérgico y más activo, para realizar el programa de la Revolución.

Pero no nos vamos a detener aquí.  Es necesario que organicemos también una escuela de dirección de empresas agrícolas.  ¿Cómo lo vamos a hacer?  Podía haber dos métodos.  Un método a través de las escuelas de administración, las escuelas de comercio, escoger los jóvenes de esas escuelas y después pasarlos a la universidad, y después mandarlos a una granja.

¿Cuáles serían los defectos de ese método?  Pues que a lo mejor un joven, que nunca ha estado en el campo, cursó la enseñanza primaria, cursó la enseñanza secundaria y después la universitaria, y cuando ya se vio un joven graduado, fue enviado a una granja donde nunca había estado en su vida.  ¿Y qué nosotros creemos que es imprescindible para el futuro administrador de empresa agrícola o director de empresa agrícola?  Es imprescindible y creemos que lo mejor y lo más conveniente es que primero haya sido trabajador de esa empresa agrícola (APLAUSOS).

Nosotros necesitamos los técnicos universitarios, desde luego, los ingenieros agrónomos, pero puede haber un gran ingeniero agrónomo, un magnífico técnico que conozca de semillas, de variedades, de cultivo y de cosechas mejor que nadie; un hombre que, a fuerza de ser tan sabio, incluso sea medio distraído, de esa gente que luego hay que vive ensimismado, pensando profundamente en una serie de cosas y hasta son distraídos; que sea un magnífico ingeniero y, sin embargo, no sea el hombre ideal para dirigir una empresa agrícola.  Es que el técnico no tiene que ser necesariamente el director ni el organizador; el técnico realiza determinadas funciones, que son funciones distintas a las de dirigir y administrar.

Esto aparte de que nosotros tenemos que lograr que la dirección de las empresas agrícolas sea fruto del esfuerzo de los administradores, de los técnicos, del consejo técnico asesor y de la masa trabajadora (APLAUSOS).  Nosotros no estamos buscando a los superprivilegiados, porque nosotros sabemos que el éxito no depende de un hombre, no depende del esfuerzo individual de nadie por grande que sea, sino que depende del esfuerzo colectivo, que depende del trabajo de todos, y que si grande puede ser el aporte individual de cualquier administrador o de cualquier obrero, mucho más grande será la suma de todos los aportes individuales (APLAUSOS).

Es decir que la marcha de una empresa de producción debe depender de la mejor coordinación del esfuerzo, de la experiencia y del entusiasmo de los obreros, de los técnicos, de los directores y de los asesores.  Pero es necesario que los hombres que desempeñan funciones importantes de dirección sean hombres surgidos de ese centro, surgidos de la masa, porque no es lo mismo preparar a un joven que nunca ha estado en el campo, a preparar a un joven que surgió del campo.

Y así, los muchachos irán a la escuela; algunos, de la escuela primaria irán a la secundaria, y hasta estudiarán algunas carreras; pero muchos continuarán, después de terminados sus estudios primarios, y secundarios más adelante, cuando en las granjas tengamos incluso enseñanza superior relacionada con la agricultura, y una vez terminados sus estudios un joven de 16 ó de 17 años se volverá obrero agrícola.  Y de esos obreros jóvenes seguiremos escogiendo a los obreros que vienen a estos centros de instrucción.  Ahora, de este centro de instrucción, a donde viene una selección —es decir que en las granjas se seleccionan entre los trabajadores más entusiastas para enviarlos aquí—, cuando este curso haya terminado, este curso de los 600, que a partir del próximo curso será de 900 (APLAUSOS), de cada 900 escogeremos 125, y de estos 600 vamos a escoger 125 (APLAUSOS).

Ahora se observará la aplicación, la conducta, el entusiasmo, la iniciativa de todos los compañeros, y de los 600 se escogerán 125.  Esos 125 irán a una escuela de dirección de empresa agrícola.  Como necesitamos formar directores, entonces esa escuela, ese curso, va a durar dos años nada más; de aquí a 1964 va a durar dos años, es decir, los que ingresen de aquí a 1964.

Los que ingresen después de 1964, va a durar tres años la escuela, después cuatro y es posible que en el futuro llegue a durar, es decir, para los que ingresen en esa escuela dentro de cuatro o seis años, cuando ya dispongamos de un número suficiente, de un número importante de directores de empresas, los cursos serán más prolongados.  Pero, los primeros graduados de esa escuela serán los que ingresen ahora en febrero, cuando se acabe este curso, y después de dos años, esos 125 estarán estudiando dos años, y así en el año 1964, en enero de 1964, suponiendo que de los 125 hayan permanecido en la escuela unos 100, tendremos los 100 primeros graduados en esa escuela de dirección de empresa agrícola.  Los otros 100 los tendremos a mediados del año 1964, los otros 100 a fines de año, porque cada vez que venga un curso, es decir, cada tres meses y medio, de cada 900 saldrán 125 a estudiar en esa escuela de dirección de empresas agrícolas.

Claro que para el año 1966 ya habrán sido graduados unos 700 en esa escuela.  No quiere decir que de esa escuela se salga para ser administrador de una granja; puede salir para ser director de un departamento determinado dentro de una granja, pero en definitiva, en el futuro, para ser director de una granja, será necesario ser joven de aquella granja, haber trabajado en aquella granja durante dos o tres años, haber venido a una escuela de instrucción revolucionaria, es decir, haber sido seleccionado para venir a una escuela de instrucción revolucionaria, haber sido seleccionado para ir a una escuela de dirección, y después de haber pasado dos años ahora en los primeros cursos, pero tres luego —y cuatro luego—, y llegará el día en que sean seis, porque entonces, efectivamente, entrará a los 16 años un joven, o a los 17, y saldrá a los 22 o a los 23 —me refiero a los que ingresen en el año 1966 o en el año 1968—, y, es decir, a los 22 años no es demasiado para un joven, pero saldrá con un nivel casi equivalente al nivel universitario.  Esos serán los requisitos en los años venideros para ser director, administrador de una empresa de producción agrícola.

Entonces, nosotros reuniremos en el administrador los siguientes requisitos:  ser obrero, haber sido joven allí, surgido de la granja, estudiar allí, trabajar allí, haber pasado por una escuela de instrucción revolucionaria, es decir, ser buen obrero, ser buen revolucionario y, después, haber estudiado varios años (APLAUSOS).  Creemos que para el año 1970 vamos a tener ya un buen número de cuadros.

Esto no quiere decir que a los actuales administradores se les vaya a quitar el derecho, no; en los actuales administradores siempre habrá, naturalmente, que hacer algunos cambios, pero todos los que resulten buenos administradores continuarán como tales administradores, todos los que sean buenos, porque entre los actuales hay muchos de buenas cualidades, de buenas condiciones.  Pero nosotros iremos haciendo los cuadros nuevos, con vistas al futuro.
¿Qué quiere decir esto?  ¡Ah!, pues quiere decir una cosa muy importante.  Quiere decir que de ustedes saldrán 125 seleccionados en la escuela, que irán para una escuela de dos años; desde luego, los que lo deseen, preferiblemente que sean compañeros solteros, porque hay que estudiar duro.  Y esa escuela empieza a funcionar a principios de año; quiere decir que 125 de ustedes van a pasar de aquí a una escuela de dirección de empresa agrícola; y del otro grupo de 900 saldrán 125, y siempre, de cada 900 saldrán 125 que irán a esa escuela.

¿Qué significa eso?  Significa algo que es verdaderamente hermoso para los trabajadores; significa que cualquier joven trabajador puede tener oportunidad de ser un día jefe de un departamento importante, incluso administrador de la granja del pueblo donde nació, donde creció, donde trabajó.  Antes no era así; antes surgían los jóvenes, por dichosos se podían considerar si les daban trabajo.  A lo mejor tenían que separarse de su familia e ir a trabajar a un lugar lejano.

Si le daban escuela, por dichoso podía considerarse, si es que allí iba un maestro.  ¿Qué interés podían tener aquellos terratenientes en convertir en revolucionarios a los obreros?  ¡Nosotros traemos a los obreros aquí, a convertirlos en revolucionarios” (APLAUSOS)  ¿Cómo un terrateniente iba a enseñar a revolucionario a un obrero?, ¿cómo lo iba a traer a una escuela de instrucción revolucionaria?, ¿cómo iba a enseñarle marxismo-leninismo, es decir, la doctrina de la clase obrera?  (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Fidel!, ¡Fidel!”), ¿cómo iba a enseñarles una doctrina revolucionaria a los trabajadores?  Si acaso, llevaban un sargento politiquero y lo hacían “compadre” de todo el mundo, y le daba un papelito para el hospital, y le pedía la cédula, ¡si acaso!, se convertía en cacique político el dueño del latifundio.

¿Cómo iba a enseñarle una doctrina revolucionaria?  Todo lo más, le llevaría un Diario de la Marina (RISAS), para que se leyera allí.  ¿Cómo iba a enseñarle una doctrina revolucionaria?, ¿cómo iba a instruir a un obrero?  No, para el latifundista, explotador de los obreros, cuanto más ignorante fuese el obrero, mejor; cuanto menos revolucionario fuese el obrero, mejor.

La Revolución enseña a los obreros, la Revolución educa a los obreros, la Revolución les enseña la doctrina revolucionaria a los obreros, la Revolución hace revolucionarios a los obreros.

¿Cómo pensar, el hijo de una familia obrera, en ser algún día administrador de aquella finca, de aquella empresa?  No, ¡ni soñarlo!  Ya los jóvenes obreros sabían quién iba a ser el administrador, dentro de 10 ó 15 años:  el hijo del dueño, los hijos del dueño, o un nuevo dueño.  ¿Quién demonios sería el administrador de aquel centro de trabajo, dentro de 15 años?, se preguntaban los obreros.

Y, sin embargo, hoy no es así, mañana no será así.  ¿Quién será, dentro de 8 ó 10 años, o de 15 años, el administrador de ese gran centro de trabajo donde laboran cientos y tal vez miles de obreros?, ¿será un extraño?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”), ¿será  un “señorito” venido de la ciudad?   
(EXCLAMACIONES DE:  “¡No!)  ¿Quién será?  EXCLAMACIONES DE:  “¡Un obrero!”)  Será un joven que allí vivía con su familia, que en la escuelita de la granja estudió; el mejor joven, el trabajador más entusiasta, que fue escogido por su núcleo revolucionario para venir a una escuela de instrucción, y de la escuela de instrucción fue escogido para ir a una escuela de dirección de empresa agrícola, para volver algún día allí, al seno de sus compañeros de colegio, al seno de los trabajadores que allí laboraban, al sitio donde conoce, al trabajo que conoce; obrero que sabe lo que es el amor a la tierra, obrero que sabe lo que es el amor a la semilla, el amor a la cosecha; obrero que sabe, porque nació y creció viendo sembrar y viendo trabajar, y viendo producir.  ¿Quién mejor que él podrá comprender a los demás obreros?, ¿quién mejor que él podrá amar el trabajo del campo?

Y, por eso, ¡qué distinto del ayer!  Hoy, ya se sabe quiénes serán, dentro de 10 años, dentro de 15 años, los futuros administradores; es decir, los jóvenes, los mejores jóvenes.  Y nosotros estamos seguros de que ese será el mejor procedimiento.

Y día llegará en que tengamos miles y miles de mecánicos, miles y miles de técnicos, decenas de miles de activos revolucionarios, y cientos y cientos, y más adelante miles, de graduados de la escuela de dirección, miles y miles de ingenieros, miles y miles de técnicos de todos los tipos; y entonces será cuando empecemos a recoger los frutos de lo que estamos haciendo hoy.

Porque una revolución es como el árbol que se planta.  Nadie que plante un árbol podrá pretender recoger al otro día los frutos, tiene que cultivarlo, tiene que regarlo, tiene que podarlo, tiene que cuidarlo; y al cabo de cuatro, cinco o seis años, recoge los frutos.  O como quien siembra un cedro, o una caoba, no corta el cedro y no dispone de la madera sino cuando han pasado 10, 15, 20 años, una revolución es como un árbol que se planta, o una revolución ¡son millones de árboles que se plantan y se cuidan!  (APLAUSOS); y entonces, a la vuelta de los años, se recogen los frutos.

Hay quienes creían que una revolución era sembrar hoy y recoger al otro día; peor todavía:  ¡Había quienes creían que una revolución era recoger, sin haber siquiera sembrado!  (APLAUSOS.)  Una revolución es sembrar y trabajar duro.

Hay muchas cosas hoy que no nos satisfacen, muchas cosas que vemos y nos desagradan; cuando vemos una maquinaria abandonada, un equipo mal cuidado, un loco corriendo a 130 por la carretera, un suicida chocando, un caníbal sacando piezas de un tractor o de un camión para ponérselas a otro, un bárbaro que riega lo que no tiene que regar, echa más abono que el que le tiene que echar, siembra una semilla que no germina, o siembra fuera de época.  Cada vez que vemos un disparate, una chapucería todos lo sentimos, pero esos son nuestros defectos de crecimiento.  Es como un niño, que hace de todo, y a medida que crece se va comportando mejor (RISAS); y así pasa también en la Revolución, son los defectos del crecimiento de una revolución joven, que hace de todo; ¡falta de experiencia, falta de madurez!

¿Cómo iremos superando todo eso?  Con la conciencia de nuestros errores, con la conciencia de nuestras deficiencias, con la lucha de todos; no la lucha de unos pocos de nosotros, sino con la lucha de todos nosotros.  Porque, en la marcha del país, hay que aplicar el mismo principio de la marcha de la granja; no será la tarea de unos pocos dirigentes, será la tarea de los dirigentes, pero será, sobre todo, la tarea de la masa del pueblo, será el trabajo colectivo, el esfuerzo de la nación entera, lo que hará que la república marche cada vez más y mejor.

Y eso lo lograremos; lo lograremos, porque estamos sembrando escuelas por doquier y estamos preparando, con titánico esfuerzo, las condiciones que nos permitirán tener un día todas las cosas que hoy nos faltan, toda la experiencia, y todos los conocimientos y toda la técnica que hoy nos falta.

Y, ¿qué son hoy nuestras granjas, comparadas con lo que deberán ser mañana, cuando el trabajo de un obrero rinda el doble, o el triple, que hoy; cuando sembremos una caballería de maíz y, en vez de recoger lo que recogemos hoy —que son 250 ó 300, y todo lo más 400 quintales, porque no tenemos buenas semillas, porque no tenemos maíz híbrido—, recojamos mañana, cuando hayamos perfeccionado la técnica del cultivo del maíz, 800 y 900 ó 1 000 quintales, con el mismo trabajo y la misma cantidad de tierra con que hoy recogemos 250?  Y así tiene que ser en el arroz, y así tiene que ser en el algodón, así tiene que ser en todos los cultivos.

A medida que nosotros adquiramos más experiencia, más capacidad técnica, a medida que vayamos recogiendo todos los frutos de la experiencia y todos los frutos de la investigación, porque llegará un día en que la superficie cultivable tendrá un límite, porque lleguemos al mar, y entonces la cantidad de tierra no aumenta; sin embargo, la producción podemos aumentarla.

Cuando en la misma caballería de tierra saquemos el doble, o saquemos el triple de lo que estamos sacando hoy, y si en las fábricas producimos el doble y el triple, ¡quiere decir que a cada ciudadano le tocará el doble y el triple de lo que le está tocando hoy!  (APLAUSOS.)

Hoy es la batalla contra la escasez, la batalla por producir la demanda que implica el aumento de 400 000 personas más trabajando.  Cuando hayamos vencido esa escasez, vendrá la lucha por aumentar el estándar de vida, vendrá la lucha por aumentar la capacidad de consumo de nuestro pueblo, vendrá la lucha por ir elevando cada día más la producción nacional e ir recibiendo cada día una porción, cada día una cantidad mayor de bienes de consumo de esa producción nacional.

Y así, tenemos que hacer que las granjas del pueblo sean unidades modelo de producción, en una emulación entre las granjas, las cooperativas y los agricultores pequeños, que fue la emulación planteada en la asamblea de producción.

Nosotros tenemos el productor pequeño.  El productor pequeño se está esforzando; estimulado por la ANAP, que le ha dado crédito y le ha dado recursos, está participando activamente en la producción.  Los contrarrevolucionarios pretenden intimidar al agricultor pequeño; le dicen que le van a socializar sus tierras.  Y es necesario que cada revolucionario comprenda bien cuál es la política de la Revolución con el pequeño agricultor, cuáles son los principios que rigen la política de la Revolución con el pequeño agricultor, el pequeño agricultor que pagaba rentas al latifundista, que era amenazado de desalojo por los terratenientes, que era explotado por los intermediarios, que no recibía ayuda, que no recibía créditos.  A ese pequeño agricultor la Revolución lo ha librado del pago de la renta; ya no tiene que pagar la tercera parte, ni la cuarta parte, ni la mitad, ya no tiene que vender sus productos a bajos precios, porque la Revolución le garantiza precios fijos y precios buenos por sus productos, haya abundancia o no haya abundancia; la Revolución le da créditos, y la Revolución le lleva escuelas, le lleva el maestro, le lleva el médico, le lleva los caminos.  Ese pequeño agricultor, explotado ayer por los privilegiados, por los grandes explotadores, es un aliado de la clase obrera, es un sector numeroso de la población, liberado de la explotación.

Los latifundistas que explotaban a esos campesinos, y sus aliados, los imperialistas, los monopolistas, que poseían grandes extensiones de nuestras mejores tierras, tratan de confundir al pequeño agricultor y decirle:  “Esta Revolución es socialista y te van a socializar la tierra.”

Frente a eso, ¿qué dice la Revolución?  Sí, esta Revolución es socialista (APLAUSOS), y por ser socialista no te va a socializar la tierra.  Quienes te despojaban de tus tierras eran los latifundistas, quienes te robaban eran los intermediarios y los especuladores del régimen, del sistema social imperante; quienes te cobraban rentas, te desalojaban de tus tierras, te tenían sin médico, te tenían sin maestros.  Esta Revolución es socialista, y por ser socialista te liberó de la explotación del latifundista y del terrateniente; te da créditos para que cultives tus tierras; te envía maestros, te envía médicos, te hace caminos, te compra tus artículos a buenos precios, y te protege, porque tú eras un explotado como lo era el trabajador.  Y por eso, por ser socialista, la Revolución garantiza tu derecho a la tierra.

La Revolución dispone de enormes extensiones de tierra, hoy llenas de marabú y llenas de manigua, donde tiene reservas suficientes para desarrollar los grandes planes de desarrollo económico de nuestra agricultura.  La Revolución no necesita la tierra del pequeño agricultor que trabaja con sus brazos.  La Revolución jamás socializará por la fuerza a ningún pequeño agricultor.  ¿Qué le importa a la Revolución, que dispone en granjas y cooperativas de enormes sumas de tierra; la Revolución, que recibe la tierra de todo el que se marcha, de todo ese propietario que no se conformó con las 30 caballerías que le dejaron, y se va y le deja a la Revolución la tierra; qué le interesa a la Revolución socializar las tierras de los pequeños agricultores?  A la Revolución no le interesa.
El pequeño agricultor que trabaja con su propio esfuerzo, no explota a nadie, y la Revolución lo ayuda.  Si ese pequeño agricultor está acostumbrado a su pedacito de tierra, y familiarizado con él, enamorado de los árboles, la Revolución le dice:  “Tú serás propietario de ese pedacito de tierra todo el tiempo que quieras, y la Revolución respetará ese deseo tuyo.  Y si tú vives 30, ó 40, ó 50 años y quieres tener ese pedacito de tierra y explotarlo con tu trabajo, la Revolución respetará ese sentimiento tuyo y te ayudará.”  ¿Qué le importará a la Revolución, dentro de 15 ó 20 años, que del total de extensión de tierra haya un 80% en manos de las granjas y las cooperativas, y que haya 30 000 ó 40 000 pequeños agricultores trabajando con sus propios brazos?  La Revolución no tiene necesidad, ni tendrá nunca necesidad, de socializar a esos pequeños agricultores.  La Revolución es un proceso.  Los hijos de esos mismos agricultores...  Imaginen un pequeño agricultor de ocho hijos, con tres cuartos de caballerías de tierra.  Todos esos niños irán a la escuela; muchos de ellos irán después a los centros de enseñanza técnica, irán a las fábricas, no podrán vivir... Y sin usar de la violencia nunca, y sin usar de la coacción nunca, la Revolución irá teniendo cada día una proporción mayor de tierras en granjas y en cooperativas, sin violar nunca ese principio que es el derecho del campesino a poseer su pedazo de tierra, la tierra que trabaja con esfuerzo, a incorporarse a una cooperativa si lo desea —y la incorporación del pequeño agricultor a la cooperativa será siempre voluntaria y nunca coactiva—, o a permanecer en su pedacito de tierra todo el tiempo que quiera.

Con el desarrollo de las granjas y de las cooperativas, cada día faltarán más brazos en el campo, cada día será más difícil encontrar un trabajador; e irán quedando los pequeños agricultores que trabajan con sus propios brazos, los pequeños agricultores que trabajan con su familia.  Porque cada día será más difícil encontrar un obrero agrícola que prefiera estar trabajando sin otra ventaja que el salario, a trabajar en una granja o en una cooperativa.

Y a medida que se desarrollen los cultivos de tierras en las granjas, más y más obreros agrícolas irán a trabajar en las granjas, y será muy difícil encontrarse un obrero agrícola para trabajar en una finca de 15 caballerías, o de 10 caballerías, o de 20, o de 30.  Es decir que el propio proceso revolucionario irá llamando, irá atrayendo hacia los centros de producción socialista, a los trabajadores agrícolas.

Y nuestro país no tardará en confrontar un problema de falta de brazos (APLAUSOS).  Y por eso tendrá que ir mecanizándose cada vez más y elevando la productividad del trabajo.

Nosotros les hemos explicado estas cuestiones para que ustedes se orienten siempre, comprendan bien el papel que le corresponde al obrero de la granja, de la cooperativa, el papel que le corresponde al pequeño agricultor; y que el pequeño agricultor es un aliado de la clase obrera, un trabajador por su cuenta él y su familia en el pedacito de tierra, un aliado de la Revolución, cuyos intereses y cuyo derecho sabrá garantizar la Revolución.

Los trabajadores de las granjas del pueblo constituyen, en este momento, un núcleo obrero numeroso y considerable.  Según los últimos datos, en las granjas del pueblo están trabajando ya 120 000 obreros agrícolas (APLAUSOS).  Y ese número se irá elevando cada vez más, y el sector de los trabajadores, el sector de los obreros de las granjas del pueblo, no tardarán los tiempos, a medida que se desarrollen los planes de producción, que lleguen a sumar cerca de 200 000 trabajadores, con lo cual ustedes, los obreros de las granjas del pueblo, se convertirán en uno de los sectores obreros más numerosos del país, en uno de los sectores obreros más importantes del país; cuando se desarrolle nuestra agricultura, cuando aumenten en varias decenas de miles de obreros más, los obreros de las granjas.  Y constituirán un sector importante, vital y útil para nuestro país.

Y por eso, todos tenemos que hacer un esfuerzo por elevar la organización, la técnica de los cultivos, la productividad y la rentabilidad de todas las granjas; y llevar adelante nuestro programa de desarrollo de las granjas, de construcción, allí, de condiciones de viviendas y de instalaciones para los trabajadores.  No se podrán construir en un año, ni en dos, ni en tres, las viviendas que se necesitan en las granjas; y por mucho que nos esforcemos, tardaremos de 10 a 15 años —¡de diez a quince años!— en satisfacer todas las necesidades de viviendas, es decir, de viviendas modernas como las que se han hecho en muchas.  Por eso, se ha autorizado a la administración de granjas del pueblo a construir viviendas provisionales, es decir, no el tipo de vivienda completa que está en nuestros planes.  Pero como mientras tanto se reúnen más y más familias, y como una familia no va a estar 10 años esperando que le hagan el pueblo, se ha autorizado a la administración ir resolviendo, como pueda, los problemas de vivienda, mientras se lleva adelante el programa dentro de 10 ó dentro de 15 años.

Si trabajamos bien, si cumplimos todos nuestro deber, en cada granja habrá uno o habrá varios pueblos con viviendas decorosas, con escuelas, con luz eléctrica, y las condiciones de vida de las familias serán cada vez mejores, y organizaremos en cada granja del pueblo las granjitas infantiles, y los niños recibirán sus alimentos, y su ropa, y su juguete en la misma granja, en la misma escuela.  Y así, la familia que tiene más hijos que los otros, recibirá más beneficios sociales, porque aunque gane el padre el mismo sueldo, si él tiene seis hijos o siete hijos, en la escuela recibirán ropas, recibirán zapatos, recibirán juguetes, recibirán medicinas, recibirán alimentos; y la ayuda social irá a librar a aquella familia de la miseria o de los sacrificios que implica sostener con el mismo salario un número mucho mayor de hijos; y todos los niños recibirán una alimentación adecuada.

Esas son nuestras aspiraciones:  la aspiración en cada granja del pueblo a brindar gratuitamente la vivienda, la electricidad, los servicios médicos, y a los niños la educación, la ropa, los zapatos, los alimentos, las medicinas, los juguetes.  Esa es nuestra aspiración.  Ahora, el cumplimiento de esa aspiración dependerá de lo que hagamos, dependerá de lo que logremos avanzar en la tecnificación y en la organización de nuestra agricultura; dependerá del esfuerzo de los trabajadores de todas las granjas del pueblo.  De ustedes dependerá el que esos programas se cumplan cuanto antes.

Y en cuanto a la construcción de los pueblos, estableceremos una emulación para ir construyendo primero los pueblos de todas aquellas granjas donde los obreros marchen mejor, trabajen mejor y produzcan más.  Es decir que la construcción de los pueblos se convierta en un premio de la emulación que debe haber entre los obreros de una granja y de otras granjas (APLAUSOS).

Hay otra cosa.  Ya en todas las granjas estarán funcionando, en enero, las escuelas, las escuelas con su nuevo local o con su viejo local.  Ya todos los niños podrán llegar al 6to grado en las granjas.  En el futuro se establecerán las escuelas secundarias básicas, con programas adaptados a la agricultura en cada granja; y los jóvenes que quieran estudiar el preuniversitario, o ingresar en un instituto tecnológico, o realizar cualquier estudio superior, tendrán derecho a recibir una beca correspondiente en esos centros de enseñanza.

Es decir que los hermanitos de ustedes, los niños de las granjas, cualquiera de ellos, ya no será como antes.  Antes solo tenía oportunidad de llegar al 6to grado, de estudiar en el instituto, de ir a una universidad, el hijo del dueño.  Ahora, cualquier hijo de una familia de trabajadores de las granjas, cualquier niño de esos que corretean y juegan en las tierras donde ustedes trabajan, tendrán su maestro, podrán llegar al 6to grado, podrán estudiar en una secundaria, podrán ir a un instituto tecnológico y podrán ir a la universidad.

Es decir que cada niño de cualquier familia en esos campos, si tiene vocación, si tiene interés, su inteligencia no se perderá como antes, y tendrá la oportunidad de estudiar, de ser médico, de ser ingeniero, de ser técnico; no será solo la oportunidad de ser director de una empresa agrícola, tendrán oportunidad de ser directores de fábricas, médicos de los hospitales, contadores, ingenieros agrónomos, porque la Revolución les garantiza a todos esos niños la oportunidad de estudiar.  Y esta es otra hermosa conquista de nuestro pueblo (APLAUSOS).

Y la vida en nuestros campos cambiará.  Con los años se irán electrificando nuestros campos, y toda la vida irá cambiando más y más.

Ya en enero, en las escuelas de instrucción revolucionaria, habrá más de 4 000 alumnos; son los instructores de música, los instructores de danza y los instructores de teatro que dentro de dos años, a más tardar, ya estarán en todas las granjas y en todas las cooperativas enseñando a los niños, enseñando a los adultos; enseñando música, enseñando baile, enseñando teatro, para que en cada granja organicen el grupo artístico, el grupo cultural, un coro, un conjunto teatral, un conjunto de danza, una banda de música, o aprendan los jóvenes a usar los instrumentos musicales para hacer cada día más alegre y más feliz la vida en nuestros campos.

Los años pasan pronto.  Dentro de tres o dentro de cuatro años ya no habrá granja donde no se vea el trabajo de todos esos instructores.  Enseñarán a los adultos y enseñarán a los niños.  Y a los niños con más vocación para la música, para el baile y para el canto, se les dará oportunidad de venir a la Academia Nacional de Arte, y de los campos, de las granjas, de las cooperativas, de las asociaciones campesinas, saldrán los grandes artistas del futuro del país.  Dentro de 10, dentro de 12, ¡y qué importa que sea dentro de quince años!, porque hay profesiones que requieren mucho más estudios, hay enseñanzas artísticas que requieren enviar al niño desde los 8 años a estudiar 10, o a estudiar 12 años.  ¡Eso qué importa!, como no importa cuando se siembra un cedro o cuando se siembra una caoba; se siembra el cedro y se siembra la caoba en la seguridad de que algún día será un frondoso árbol.

Y así también, nosotros, surgidos de las familias de nuestros obreros, de nuestros campesinos, en un país donde la explotación del hombre por el hombre habrá desaparecido para siempre, en que el pueblo es dueño de los frutos de su trabajo, en que el pueblo ya no tiene dueños, ¡porque ser dueños de las tierras significaba ser dueño de los campesinos, ser dueño de las fábricas significaba ser dueño de los obreros!  (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES:  “¡Fidel!, ¡Fidel!”)
¡Y al desaparecer los dueños de las fábricas y los dueños de las tierras, han desaparecido los explotadores y han desaparecido los dueños del pueblo!

Y así, el pueblo, dueño de sus riquezas, dueño de sus destinos, dueño de los frutos de su trabajo, será también dueño de un porvenir, del porvenir feliz, del porvenir grande, del porvenir abundante, del porvenir extraordinario que estamos preparando hoy; dueño de los frutos cuya semilla estamos sembrando hoy.  Y cualquier obrero comprende la grandeza de ese futuro, la grandeza de ese porvenir, la grandeza de ese mañana.  Mañana lo recibiremos porque lo estamos forjando, no lo recibiremos sino de nuestro propio esfuerzo y de nuestra propia lucha.

Para eso, compañeros, han venido ustedes aquí.  Por eso, hoy se inicia esta escuela, y con esta escuela ustedes van entrando por el camino de la Revolución.  Cuando ustedes se hayan graduado dentro de tres meses, o tres meses y medio, ustedes habrán traspuesto los umbrales por donde se entra al camino difícil y empinado, a la cuesta dura pero gloriosa de la Revolución.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION).

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)